MundoManga: Especial Suehiro Maruo (2). GichiGichi Kid y El Monstruo de Color de Rosa

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Volvemos por segundo mes consecutivo con un especial del controvertido autor japonés. Dejamos los vampiros y sus problemas éticos y dermatológicos y nos centramos en una recopilación de historias en torno a las depravaciones sexuales. Desde la sumisión hasta la ninfomanía, pasando por un circo de «mutantes» o una orgía, entre otras. Antes de escandalizarnos conoceremos Gichi, un niño con superpoderes que se dedica a hacer el bien y castigar a los malos. Distinta es e la producción habitual del autor.

Coincidiendo estos días con la noticia de que ha salido en Japón un nuevo tomo de historias de Maruo y que cierta/s editorial/es españolas ya está interesados por él, os dejamos con dos ejemplos de manga extremo que llega a nuestro país. Solo nos falta avisar que, sabiendo que el público lector es muy variado, una de las muestras gráficas de lo que podréis encontrar dentro de los tomos puede escandalizar a alguien. Y que conste que es lo más light que he encontrado. Avisados quedáis.

Gichi Gichi Kid

 

Edición original: Gichi Gichi Kun JAP
Fecha de edición: Mayo 2005
Guión y dibujo: Suehiro Maruo
Color: Blanco y negro y color a bitono
Formato: 160 págs.
Glenat (6,9)

 

Sinopsis: GichiGichi es un niño que siempre hace el bien. Esta al lado del débil, en contra de la injusticia. Siempre defiende a aquellos que sufren las bromas pesadas o los complots de los críos más revoltosos de la clase. Pero a veces es él mismo el destinatario de tales musivas envenenadas. Para defenderse a sí mismo y a sus amigos el chaval usa unos curiosos superpoderes: es capaz de bloquear a una persona clavando su sombra en el suelo, o lanzando una andanada de aire contra un enemigo. Solo tiene un talón de Aquiles: está enamdorado de una chiquilla que, a la vez, ve en él a uno de los pocos buenos chavales que quedan en una clase totalmente desestructurada y llena de monstruitos.

Entre líneas: GichiGichi Kid representa un cambio de género para Maruo, dejando a los vampiros y situaciones grotescas y rayando el mal gusto (y a veces superándolo). Se podría decir que esto es comedia, pero a lo Maruo, realmente aquí no hay nada para reír, pero si es más ligero que sus grandes obras. Incluso rebajando mucho el nivel de gore, existe en este tomo un aire mórbido, más difuminado pero persistente en las caras de miedo o susto de los niños.

Podríamos definir a GichiGichi como una mezcla de Chaoz y Doraemon y parecidos: Chaoz es un personaje de DragonBall, con la cara pintada de blanco, totalmente inexpresivo (en un principio). Gichi es parecido, bajito también como Chaoz, poco expresivo excepto cuando su amiga está cerca, con lo que se cara se vuelve como un tomate de roja. En el aspecto físico se parecen mucho Chaoz y Gichi, excepto porque éste último viste con ropas tradicionales chinas. En lo que respecta al carácter, las aventuras de este chaval me recuerdan poderosamente a Doraemon: sabréis que Doraemon apareció como un intento de los autores de aleccionar a la juventud que estaba perdiendo el norte, las costumbres ancestrales, el honor y respeto a los mayores, la rectitud propia del carácter japonés. Lo autores Fujimoto Hiroshi y Motoo Abiko fusionaron su nombre en Fujiko F. Fujio el 1969 para crear esta serie que ha dado la vuelta al mundo. En cierto modo GichiGichi recuerda a Doraemon: el chaval está en contra de las acusaciones falsas, bromas pesadas e incluso se verá involucrado en asuntos realmente serios y peligrosos. Más allá de Doraemon, los autores crearon dos series más: Hattori el Ninja y Kiteretsu, el primo más listo de Nobita. En la primera el ninja Hattori ayuda a un niño con poca autoestima y que se considera a sí mismo inútil. Es distinto a Doraemon en el punto en que Nobita se mete en problemas por no saber llevar una buena actitud recta, abusando de los regalos del bolsillo mágico de su gato amigo, mientras que Hattori tiene que animar a su amigo de que es capaz de hacer las cosas, de superarse a sí mismo, de obtener un espíritu de lucha y superación personal. Por otro lado, Kiteretsu viene a ser un spin off de los mismos creadores de Doraemon, y enfocan el mismo problema desde otra perspectiva: aquí el protagonista ya es inteligente, y usa su propio raciocinio para superar los problemas, junto con un robot que él ha inventado, pero que es miedoso y llorica (los papeles justo contrarios a Doraemon). Esto enseña a los niños japoneses que pueden resolver los problemas por sí solos, que la solución está en ellos, no está ni en el bolsillo de un gato ni en las habilidades de un ninja. Otro detalle que une a la obra de Maruo con la de Fujiko F Fujio es la presencia de una especie de “Gigante”, amigo brutal de Nobita que no le deja en paz que en la obra de Maruo se convierte en Kuroboshi, un niño descarriado en clase y fuera de ella. Incluso así en un momento dado veremos sus razones por ser de tal modo, dándole una dimensión humana que no recuerdo que Gigante tuviese.

Como suele ocurrir, una relectura del tomo nos hace descubrir otras cosas. El final de la primera lectura me dejó satisfecho, pero dubitativo. Maruo había cambiado de género y no sabemos si para bien. Como suele ocurrir divide los libros en pequeñas historias, y aquí siempre habrá algunas mejores y otras peores. La idea que había quedado era la de que le había hecho más daño que bien ese cambio y, sin ser un mal manga, no estaba entre lo mejor de su producción. Pero una segunda relectura nos hace fijar en ciertos aspectos que quizá habían sido pasados por alto la primera vez. Cierto es que aquí no hay vampiros, ni gente obsesionada con el sexo, ni representaciones del hombre acosador de virginales e inocentes jovencitas enfundadas en sus trajes de marinerito. Pero sí hay ciertos detalles que rememoran y delatan de donde proviene el autor, y es que en ciertos momentos no puede esconder su pasión por lo escatológico, por mostrar caras quebradas por el horror, su debilidad por los “bichos” o urdir escenas de lo más lúgubre. La mayoría de historias versan sobre las pequeñas aventuras de GichiGichi, como descubrir quien ha robado las pertenencias de algún compañero o desenmascarar quién ha usado una chuleta en el examen. Mediar en un partido de fútbol demasiado poco amistoso también ayudará a corregir actitudes inapropiadas.
Pero todo cambia cuando un falso Papa Noel (en Marzo!) ataque a la familia con una pistola. Se encontrará enemigos más duros como una secta que le ofrece como sacrificio a un dios bisexual, o el abuelo que practica la magia negra y que intentará matarle a él y a su amiga. Aquí el autor ya se desata del todo y vemos arañas gigantes (con sus inmensas redes preparadas para cazar una pequeña mosca como GichiGichi), gente perturbada y perturbadora, cabezas cortadas, la técnica de “los mil ojos” (constante en La Sonrisa del Vampiro) y demás.


Curiosamente, y siguiendo el tono in crescendo de las historias tétricas, la editorial ha reservado para el final el episodio piloto de la serie, donde realmente podemos ver una muerte nada disimulada ni superflua. Si en la primera lectura encontramos esta muerte como una salida de tono que hacía más daño al tomo que bien, en la relectura entendemos que la editorial (de origen o Glénat), ha decidido poner al final ese “episodio 0” para marcar el incremento de “Maruosidad” (perdonad el vocablo pero se parecería mucho a morbosidad) que se palpa en el cómic. No sabremos nunca si el editor quería darle un aire más simpático a las aventuras del niño de cara blanca, y ese episodio piloto fue demasiado para lo que él buscaba. Empezando por las historias más tontas pero simpáticas, Maruo ofrecía lo que quería el editor, pero no pudo o no quiso refrenar sus instintos de integrar aspectos de su universo más maduro y morboso hasta que quizá las malas ventas o la poca repercusión de las primeras historias hicieron que cambiase parte de la orientación de las mismas. No son más que especulaciones pero visto el tomo parece que realmente fuese así. Lo que sí existe y es innegable es un curioso sentido del humor. Son pequeñas situaciones, realmente casi anécdotas, pero que dan un tono único a las historias.

En lo que respecta al dibujo, es más standard que la de otras obras del autor, aunque es fácilmente reconocible por sus caras de terror, sus miradas penetrantes, entre otras constantes del autor.

Valoración: Nos encontramos con un Maruo distinto, pero que no puede o no quiere dejar de lado sus detalles más característicos. Como muchas de sus obras, está formada por varios relatos cortos. Se nota el intento de cambiar de registro pero por razones que solo podemos llegar a adivinar acaba llevando los relatos a su campo más preciado, el de las historias terroríficas con ambiente malsano, aunque no llega a cotas como las peores escenas de La Sonrisa….. GichiGichi actúa como corrector de conductas equivocadas, y con sus superpoderes (nunca llegamos a saber como o porqué tiene estos superpoderes, sendo hijo de una familia normal y corriente de Japón, tirando a pobres) desenmascarar el culpable o salva de situaciones peliagudas a sus amigos o su propia vida. Incluso nos enseña que el dinero (en una de las historias más divertidas y moralizantes) no soluciona nada, y que los hijos de papá( los “señoritos”) no tienen suficiente con llamar a sus fornidos protectores para quitarse de encima lo que les molesta. El dinero no lo compra todo.

En definitiva es un buen manga, pero algo me hace resistirme a subirle una décima más. Será por la primera impresión de la lectura (compensada después) o que al fin y al cabo uno siempre es partidario de historias largas, aunque esto tampoco tendría que pesar tanto en la valoración objetiva del cómic. Si ya conocéis a Maruo lo disfrutaréis, pero sabiendo que, en parte, nos ofrece otro tipo de historias, más inocentes (en un principio). Si os acercáis a Maruo por primera vez recomiendo primero leer La sonrisa o algún recopilatorio de historias “en su salsa”.


El Monstruo de color de rosa

 

Edición original: Barairo No Kaibutsu JAP
Fecha de edición: Abril 2004
Guión y dibujo: Suehiro Maruo
Color: Blanco y negro y color a bitono
Formato: 176 págs.
Glenat (8)

 

El cómic que reseñamos a continuación vuelve a ser un recopilatorio de historias cortas de Suehiro Maruo. Después de un par de relatos cortos a modo de presentación, nos encontramos con la primera historia con algo de argumento. Es cierto el hecho de que algunas de las historias son más situaciones puntuales narradas en pocas páginas más que un relato con pies y cabeza. Pero por suerte hay suficientes momentos genuinamente Maruo como para perdonar esto. El autor usa todos sus recursos a pleno rendimiento, como pueden ser la obsesión por los falos cortados (incluso si son de tiernos infantes), relaciones en el borde del mal gusto y una extraña forma de dibujar todos los hombres de mediana edad como obsesos sexuales que solo tienen en mente violar a niñas jóvenes con sus órganos sexuales aún muy tiernos. El autor refleja a la perfección las ansias sexuales de los protagonistas, irrefrenables hasta el punto de usar una pierna cortada y cangrenada como objeto fálico. La abundante salivación de algunos de los protagonistas en búsqueda de algo de carne acaba resultando una solución gráfica muy efectiva y cercana a la realidad.
Otra constante del autor son las referencias cinéfilas: si en GichiGichi Kid, el chaval Gichi tenía que vérselas con una secta disfrazada de atracción barata de feria de monstruos del cine como Frankestein o Drácula, con un foto realismo evidente, en El Monstruo…. nos encontramos con un circo muy parecido al de Freaks de Tod Browning, que ya en 1932 conmocionó a la audiencia (y sigue haciéndolo con golpes bajos al estómago a todo aquél que se acerca a su obra) con personajes como la chica retrasada, la mujer barbuda, el binomio hombre + mujer o el hombre sin extremidades. Estos personajes hijos especiales de la naturaleza pueden ser magníficos compañeros, pero no les tientes con la presencia de una frágil niña porque dan rienda suelta a sus perversiones, intentando mutilarla de alguna forma para que se incorpore al circo de los monstruos. Esto compone un ensayo de la historia que más adelante veríamos con el título de Midori, la niña de las camelias, publicado en un tomo aparte. Hay otras referencias cinéfilas al movimiento expresionista alemán como El Gabinete del Doctor Caligari o El Ángel Azul con Marlene Dietrich.


Si no había quedado claro que el tomo no está dirigido a todos los públicos, cuando te encuentras con un par de casos de coprofagía, te queda diáfano. Maruo retrata en uno de ellos la subversión sexual de considerar el compañero como un recipiente para tus necesidades fisiológicas, y aunque le ames, lo usas como retrete. En la siguiente historia, un bebé es abandonado en las cloacas a través de un lavabo porque su madre no puede hacerse cargo de él. Acostumbrado a la mierda porque es lo único que ha visto en su vida, el relato se convierte en una alegoría de aquellos que viven en la inmundicia o el estercolero de la sociedad. Una vez tiene la oportunidad de salir del agujero (literalmente del agujero del lavabo donde vemos gente hacer sus necesidades) y convertirse en persona aceptada por la sociedad (encarnado por el traje de estudiante), se da cuenta que lo que hay afuera es aún peor que su reino de aguas fétidas, y decide volver. ¿Qué ocurrirá cuando por azar se encuentre con su madre? Esta es una de las historias más pictóricas e icónicas del libro, con más trasfondo y segundas lecturas, compensando así algunos relatos que no son mucho más que una descripción de un hecho muy puntual.

El amor, aunque extremo, vence en cualquier situación. Y si no preguntadles a la pareja que se ve obligada a complacer los instintos sexuales de un depravado para con la chica. A la mínima ocasión planean matarlo, pero él es más listo y los encierra lisiados, totalmente ensangrentados y amputados de brazos y piernas. Incluso así, se buscan en la oscuridad para dar rienda suelta a su nuevo status de pareja, cualquier parte del cuerpo es buena para disfrutar. Mientras, el hombre que los encierra no puede más que masturbarse con una carga de soledad bárbara al contemplar esta situación. Y él sabe que está solo, y le pesa.

En cuanto al dibujo, sigue la estela de La sonrisa…. Si en GichiGichi Kid era más standard, posiblemente para rebajar el tono de las historias, aquí nos encontramos con un entintado muy fino que añade ciertos elementos a la narración. Combina momentos de sencillez con otros de dibujo gótico y abarrotado. En todo caso es algo único que se aleja, como los argumentos de las historias, de lo habitual en el manga. Usa eficazmente el blanco y negro, y vemos unas páginas a bicolor ¿sangre? (muy apropiado) al principio del tomo.


Valoración: Cuando uno se encuentra con tal cantidad de barbaridades por página, tiende a pensar que eso tiene una finalidad. Creemos que el autor quiere enseñarnos las bajezas humanas, el portal que comunica el ser humano con la bestia que llevamos dentro, el mamífero que solo busca reproducirse y que no tiene ataduras sociales que le retengan. Todas las depravaciones de la sexualidad (in)humana. No es difícil quedarse en la provocación y no ir más allá, buscar lo que quiere decirnos en autor. Un visitante causal se quedará horrorizado de abrir una página al azar, y exclamará lo soez y extremo de esos dibujos. Incluso te preguntará / recriminará como puede ser que estés leyendo tal basura. Pero como siempre la ignorancia es lo peor, y a este libro, junto con otros del mismo autor, le puede ocurrir lo que comentamos: que la gente lo deje en la estantería asustada de lo que ve, y no de lo que quiere hacernos ver el autor. Desde aquí animamos a que probéis con algo de Maruo, no os dejará indiferentes. Ya sea con los infantes degollados, los excrementos engullidos o con los amantes lisiados, en algún momento u otro tendréis que separar la vista del papel. Un sentimiento de horror, rechazo pero a la vez curiosidad corroe nuestro ser mientras visitamos la parte más oscura del ser humano. Veros reflejados en alguna de las situaciones puede horrorizaros, pero ciertos mecanismos internos se activarán leyendo alguna de las barbaridades de estos tomos. Algo se remueve en nuestro interior. Entrad en el circo del guiñol de Maruo, una visita al lado oscuro de nuestra existencia.

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Servobot
Lector
30 abril, 2008 15:38

No dudo de que hay gustos para todo, pero sigo pensando que habiendo cosas mucho más divertidas para leer, este autor resulta desagradable e innecesario.
En mi opinión.

Argggh..!!
Argggh..!!
30 abril, 2008 20:13

Que miedo ver esto reflejado sobre un papel… Aunq lo peor no es verlo dibujado, sino ver que la realidad supera incluso lo escrito por este Maruo.
Para muestra lo del impresentable austriaco ese x ejemplo… y ya se q no tiene nada que ver con los comic… o quizás…

Dicker
Dicker
Lector
30 abril, 2008 23:37

Maruo es un dibujante enfermizamente fabuloso, de lo mejor que he visto.

Y además, inventó el baile del gichi-gichi.

Sí, vale, es malo el chiste, y que, es gratis.

shleyf
shleyf
1 agosto, 2009 4:13

alguien me podria decir donde descargar el mounstro color de rosa?

RYU
RYU
17 mayo, 2010 16:58

Honestamente, después de leer todo Maruo -incluyendo la extraña isla panorama- Gichi Gichi es mi obra favorita..¿por que? por que no tuvo que recurrir a situaciones enfermizas para hacer un relato ameno.

Gichi Gichi y panorama, en mi opinión, es lo mas normal de este mangaka. El resto, es demasiado eroguro…Y esto demuestra que igual que Shintaro Kago, tiene paralelismos en su obra.