Capitán Meteoro Vol. 2 Cap. 1: Atrapado en la Zona Negativa

13
369

Me sorprende que tanta gente pida una segunda parte de mi novela “Núbilus”. Me sorprende y, he de reconocerlo, me halaga y me alegra mucho. Empezó a ocurrir con mi guión para el cómic, debería de estar ya acostumbrado. Incluso el propio Vicente Cifuentes me pidió en muchas ocasiones que continuara la historia… Sin embargo, cuando la escribí tenía claro que un argumento así, quedaba tan cerrado que difícilmente podría crear una continuación coherente. Además, me habría parecido una especie de traición a Joe, mi protagonista, el seguir viajando por su mundo sin su presencia. Por eso nunca me había planteado realmente el hacer una segunda parte…

No obstante, un día, Raúl me convenció para que escribiera un serial de superhéroes en su página, en esta Zona Negativa, y no se me ocurrió otra cosa más que utilizar al Capitán Meteoro, otro de los personajes de Núbilus, para contar las vivencias en primera persona de un ser dotado de superpoderes increíbles… El Capitán, el personaje que daba nombre a la serie de comics que los protagonistas de mi novela leían de pequeños, es pieza fundamental en la oscura narración que cuenta las últimas peripecias de Joe Foster. Hasta tal punto es así, que llega un momento en el que ambas vidas, la del hombre vulgar y la del campeón dibujado, se entrecruzan de manera inseparable…

Me he dado cuenta tras varios meses junto al Capitán Meteoro, aquí, en la Zona Negativa, de que en ambos casos, en la novela y en estos relatos, he elegido la narración en primera persona para hablar por boca de mis personajes sobre sus experiencias y sentimientos. Me he dado cuenta de que ambos, a su manera, son hombres nobles que se esfuerzan por derrotar al mal, por superarse a sí mismos… Me he dado cuenta de ambos son tan parecidos, que he tenido que terminar admitiendo que, de alguna forma, estos archivos del Capitán Meteoro, pueden ser, quizás esa segunda parte de mi primera novela que tantas veces me han pedido…

En realidad, aún tratándose de narraciones diferentes, he de reconocer que quizás, el subconsciente ha terminado traicionándome… Por eso, hace unos días le comenté a mi mujer la posibilidad de escribir un capítulo que uniera ambas obras, dándole a estas páginas una coherencia que las conectara con las otras. Ella se mostró entusiasmada ante mi idea y me dijo que lo hiciera. Aunque es muy crítica con todo lo que hago es también una entusiasta seguidora del capi… Como si de una conjura del destino se tratara, esa tarde recibí dos correos de dos buenos amigos, Raúl y José, que me animaban a participar en el aniversario de la página escribiendo algo… Bueno, pues si el destino quiere que así sea, así será…

Aquí está mi repuesta. Pido disculpas a todos aquellos que no hayan leído Núbilus, porque para ese grupo, quizás este capítulo resulte algo extraño. Soy consciente de que sólo cobrará sentido total para los que lo hayan hecho… de cualquier manera me atreveré aquí a animar a los rezagados a leer la novela, de manera que tanto su curiosidad como mi ego de autor queden satisfechos… Estoy seguro de que a los más fieles, a los que hayan seguido a Joe en su lucha y al Capitán en la suya, este episodio les gustará… Si algún día consigo publicar estos relatos, este capítulo será el último. Con él cerraré las aventuras del Capitán Meteoro.

Sirva así, ahora, como pequeño homenaje a todos esos hombres negativos que han compartido dimensión alternativa conmigo en estos meses, a sus amos y señores, altos creadores de mundos paralelos, y a todos los viajeros iterdimensionales que se atrevieron a acompañarnos en este viaje.


Por José Antonio Fideu Martínez con ilustraciones de Vicente Cifuentes

“En la escala de lo cósmico sólo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero”.

Pitágoras de Samos (aproximadamente 582 a.C. –507 a.C.) Matemático y filósofo griego.

Tendré que morir para escapar…

Sí, ahora lo veo con total claridad.

Ocurre muchas veces eso, que un problema que durante el día se ha presentado frente a ti con aspecto de dilema sin solución posible, se transfigura al anochecer, cuando a punto estás de zambullirte en las inciertas aguas del infinito océano del sueño. Por un instante, de manera fugaz, todo está claro, todo es sencillo… En esos momentos tu único miedo es el de perder la certeza, el de no poder recordar al despertar, pero ya no temes a la ignorancia. Dejas de estar perdido para saber exactamente dónde te hayas y tratas de retener con todas tus fuerzas esa información, esperando que luego, en la vigilia, no se evapore, perdiéndose para siempre…

Yo duermo. Estoy dormido, y en sueños he podido descubrir la verdad. Quizás en este reino de vaguedades en el que me hallo, los hechizos de mi enemigo tengan menos poder, o puede que todo se deba a una cuestión física sencilla que yo desconozco. Quizás la fisiología humana esté preparada para vencer, mientras se duerme, las barreras con las que la realidad nos constriñe. Puede que mis ondas cerebrales, cercanas a la fase de sueño R.E.M., hayan conseguido contactar con mi otro yo, el hombre que en realidad soy, ahora mismo varado, sin cuerpo, en un universo paralelo…

¡Universos paralelos, realidades alternativas, zonas negativas…! Yo, que soy científico, me he reído siempre de esos conceptos tan abstractos, considerándolos superchería, pseudociencia o, al menos ciencia fallida. Más de una vez he discutido con mis colegas –Conan, Nemo, Daniel, ahora sois apenas sombras en mi recuerdo, los desvaríos de un loco que sueña-, al respecto de la posibilidad de existencia del multiverso, y ni siquiera cuando se me han presentado pruebas fehacientes, cuando me he topado de bruces con una criatura extradimensional o cuando he sufrido el impacto de un arma disparada desde una realidad paralela, he dado mi brazo a torcer del todo. Siempre he buscado explicaciones más racionales, más realistas, cuando mis colegas han admitido encontrarse frente a un fenómeno venido desde otro universo.

La verdad es que no sé muy bien porqué, seguramente la causa haya sido el miedo o quizás la soberbia… El caso es que aún siendo científico, por un motivo extraño que ni yo mismo sé reconocer, me he negado siempre a ver esa realidad que algunos me señalaban con el dedo. Es cierto que los sabios de mi época -y los de otras pasadas-, han tratado siempre de buscar explicaciones, y sin embargo yo he mirado para otro lado cuando se han presentado ante mí. Será que no soy tan sabio como me creía. Nunca, como digo, llegué a prestar atención a las teorías que hablaban de otros universos. Desde que el hombre es hombre, la meta en la búsqueda de la mente científica ha sido la misma: todos los físicos han soñado con tener una teoría del todo, una explicación que dé sentido a la realidad entera, y esa búsqueda los ha llevado, finalmente, fuera de las fronteras de nuestra propia realidad. Yo pensaba que ese empeño era una quimera, que se lanzaban a ella olvidándose de que, quizás, nuestra mente es demasiado pequeña como para entender algo tan grande, tan profundo, como el universo… ¡Qué obstinado he sido…! ¡Qué ciego…! Ahora, mientras duermo, perdido en un universo que no es el mío, miro a esos compañeros desde la lejanía, a sus revolucionarias teorías, y maldigo mi soberbia.

En 1974, dos brillantes científicos, Jöel Scherk y John Schwuarz, publicaron un artículo en el que exponían una teoría basada en objetos unidimensionales o «cuerdas» que podía descifrar un arcano tan impenetrable como es la fuerza gravitatoria… pretendían arrojar luz sobre algunos de los misterios más oscuros de la ciencia, explicando así, de un plumazo, todo lo inexplicado. Los objetos cuerda de Scherk y Schwuarz se alejaban tanto del concepto de partícula puntual tradicional que resultaron difíciles de entender para gran parte de los miembros de la comunidad científica. Al principio muchos se rieron de ellos, y los que no lo hicimos, apenas les prestamos atención. No sería hasta la década de los ochenta, con la llamada, “Primera Revolución de las Supercuerdas”, cuando todos giramos la vista hacia esas nuevas teorías para observarlas con el detenimiento y el respeto que merecían. De repente, la tesis de las cuerdas podía explicar muchas cosas. Supuestos, en apariencia inverosímiles, como el modelo de Kaluza-Klein, -una generalización de la teoría de la relatividad general enunciada por Theodor Kaluza en mil novecientos diecinueve y perfeccionada por Klein en el veintiséis; una tesis que trataba de unificar gravitación y electromagnetismo usando un modelo geométrico en un espacio-tiempo de cinco dimensiones-, empezaron a cobrar sentido. Así los sabios comenzaron a hablar de otras dimensiones extrañas más allá de las tres que nos son habituales, y esas dimensiones nos llevaron a nuevos universos, infinidad de ellos ordenados en paralelo… Según estos postulados, los objetos básicos de la teoría no serían partículas puntuales sino elementos unidimensionales extendidos, algo parecido a finísimas cuerdas fundamentales. El espacio-tiempo en el que, según ellos, existirían estas cuerdas, no sería nuestro clásico espacio-tiempo de siempre, con sus cuatro dimensiones, sino un nuevo espacio de tipo Kaluza-Klein, compuesto por esas cuatro dimensiones convencionales y por otras seis más. Para ellos, existiría, por tanto, una dimensión temporal, tres dimensiones espaciales –nuestra altura, largura y profundidad clásicas-, y otras seis dimensiones inobservables en la práctica. Es difícil de explicar, yo reconozco que nunca lo entendí del todo y que quizás por eso disfracé mi ignorancia de incredulidad o de prepotencia, alegando la falta de demostraciones para rechazar estas teorías revolucionarias, pero el caso es que a través de ellas, se llegó al concepto de multiverso. Un aspecto tan ligado a la ciencia ficción, saltó de improviso a la palestra científica: de repente existían infinitas realidades, apenas ligadas unas a otras como cuentas de un collar divino. En esos universos, pequeñas variaciones cuánticas provocan cambios, de manera que unos serían radicalmente distintos a todo lo que conocemos, pero otros serían calcos mínimamente diferentes del nuestro. ¡Cómo no me di cuenta! ¡Cómo no lo ví! A través de una justificación científica se explicaba de golpe el infierno, el cielo, los fantasmas, la mayoría de los misterios del pasado y del futuro…. Existen infinitas realidades. En una soy un superhombre de poderes casi ilimitados, en otra soy un humilde escritor que trata de explicar una historia demasiado compleja, tecleando sobre una vieja máquina de escribir sin estar seguro de llegar a terminarla… En otra soy un fracasado, en una triunfo sin paliativos, en una soy rico y en otra soy pobre, soy hombre y mujer, soy bueno y malo…

¡Qué irreal parece todo! Y sin embargo, ahora mismo, sumido en sueños, puedo verlo todo con total claridad…

Me siento idiota. Ignoré durante años un conocimiento que se me ofreció de manera generosa por miedo a sentirme demasiado insignificante… Por desgracia, mis enemigos no lo hicieron, y por eso, ahora me encuentro aquí, atrapado en un sueño…

Me resulta difícil de explicar. Al despertar soy un hombre vulgar, sólo por la noche, cuando duermo, consigo recordar la verdad… Estoy atrapado, mi enemigo, el malvado Doctor Núbilus ha sido, como casi siempre, mucho más inteligente que yo: para derrotarme de una vez por todas, me ha mandado lejos, quitándome así, a la vez, casi todas mis armas. Me ha privado hasta de mis recuerdos… pero no me dejaré vencer… Volveré…

Aunque sé que tendré que morir para hacerlo…

Los recuerdos terminan de regresar. Era de noche. Levitaba yo sobre el tejado de la comisaría Central, escuchando las frecuencias policiales en busca de algo de entretenimiento. Tras un par de atracos, un incendio y el accidente de un camión, he de reconocer que casi deseaba poder escuchar la clave que señalaba una alarma por ataque superhumano. No miento si digo que me apetecía oír el nombre de uno de mis queridos supervillanos, uno que me diera algo de entretenimiento… Puede sonar frívolo, pero lo cierto es que muchas veces me pasa, y no soy el único. Lo he hablado en muchas ocasiones con Conan, con el Halcón, con Mike… Ellos me han confesado que les ocurre a menudo también. No es que esperara una invasión intergaláctica a escala planetaria, ni un asalto mutante que pusiera en peligro la ciudad, pero sí un par de buenos golpes y algo de ejercicio. Un villano de segunda con el que hacer guantes… Las noches se hacen muy largas cuando el mal descansa también…

Sin embargo, el destino había preparado una buena aventura para mí ese día, quizás con el único objetivo de darme una lección. De repente, los chasquidos habituales, las voces metálicas y las claves se interrumpieron. Un pitido muy agudo detuvo la jerga policial, la retahíla de delitos y localizaciones dictada por una voz metálica y desganada de mujer, e inmediatamente se hizo el silencio en la concurrida frecuencia policial. Durante un segundo quedé perdido en la extrañeza de aquel mutismo… Sólo durante un segundo; las respuestas llegaron muy pronto. Una voz gélida, una que yo conozco muy bien, la hiriente voz del Doctor Núbilus, comenzó a sonar transmitiéndose desde un lugar lejano, sustituyendo el discurso, profesional e inocuo, habitual de la operadora, por palabras venenosas, siempre peligrosas…

-Querido Capitán –dijo el malnacido-, sé que me escuchas… Entre tú y yo sobran ya las formalidades. No voy a perder el tiempo con tonterías, vamos a lo nuestro -Núbilus, que siempre ha usado una dialéctica engañosamente bella con los demás, conmigo, quizás porque sabe que yo conozco su verdadero rostro y nunca me dejaría engañar, es extrañamente parco en palabras. Va siempre al grano, y sólo se entretiene para reírse en mi cara cuando me cree vencido-. Verás, hoy, como me aburría, he tomado la base de misiles de Elmendorf, al sur de Alaska, justo al norte de esa bonita ciudad llamada Anchorage. Ya ves, me apetecía hacer algo distinto… Comenzaré a lanzar cohetes de manera indiscriminada en una hora si no te presentas aquí inmediatamente y me rindes pleitesía… Vamos a ver auténticos fuegos artificiales… Así que no pierdas tiempo, hombretón… Ya he empezado a contar.

Nada más terminar de escuchar el mensaje me arrepentí de lo que había deseado unos segundos antes. Sin perder un momento, me lancé hacia la oscuridad del firmamento a gran velocidad, en dirección a la base de Elmendorf. Se trataba de Núbilus, me aseguré de que Conan y los chicos de la Guardia del Sol recibieran un mensaje de alarma clase Alfa, aunque, por esa misma razón, no me atreví a esperarlos.

Vuelo rápido, muy rápido cuando quiero. En tierra soy más torpe, pero cuando de lo que se trata es de catapultarse a través del vacío, soy capaz de saludar a los fotones que quedan tras de mí con una sonrisa… En la atmósfera terrestre limito mi capacidad de vuelo por miedo a accidentes o a causar algún trastorno inesperado de tipo atmosférico, pero aún así, soy capaz de moverme mucho más rápido que cualquier vehículo creado por el hombre, y cuando digo “mucho”, quiero decir “mucho de verdad”… Un par de minutos después de haber alzado el vuelo, me encontraba ya observando desde el cielo las instalaciones militares en las que me había citado el Doctor Núbilus. En realidad, una base de misiles es una de las cosas más sosas que se pueden ver desde las alturas, desde luego yo no incluiría ninguna en una visita turística guiada: apenas unos barracones, unas cuantas vallas metálicas y unas torres de vigía, perdidas en medio de la nada, en un desierto, junto a una montaña o en el centro de un erial de hielo aparentemente olvidado por los hombres. Lo sorprendente de esos lugares se encuentra bien enterrado, en el subsuelo; desde las alturas, lógicamente, es complicado ver algo interesante. Por suerte, desde que me convertí en un superhombre, soy capaz de entrever en la estructura de la materia, de manera que, muchas veces, la energía, los cambios magnéticos y la radiación, se vuelven para mí tan claramente visibles como los titulares en el periódico por la mañana. Ese poder mío me ayuda, a veces, a notar variaciones en la densidad de los materiales, a detectar fluidos eléctricos y ondas de todo tipo, que, al rebotar, dibujan perfectamente el perfil de objetos ocultos a la vista normal. Así, ya desde la estratosfera, comencé a hacerme una idea aproximada de la profundidad del silo y de la disposición de los túneles y corredores que conformaban las entrañas de la base. Puedo notar a los seres humanos, moviéndose lentamente, como si fueran pequeños insectos incandescentes que van de un sitio a otro, brillando levemente en la oscuridad. Aparentemente todo allí dentro trascurría de manera normal, el trajín y el vaivén de soldados aburridos era el habitual. Por desgracia, los villanos brillan de la misma manera que las buenas personas. Nada en su fulgor advierte de lo avieso de sus intenciones… Sólo un palpitar de energía en uno de los almacenes principales, un golpeteo obstinado, muy parecido al que producen los grandes generadores eléctricos en las centrales al girar movidos por la fuerza de las corrientes de agua, me advirtió de que algo allí abajo se salía de lo normal. Alguien se había entretenido construyendo un cacharro muy grande y ruidoso con la única intención de darme una sorpresa… No imaginaba hasta qué punto el ingenio me sorprendería…

Sin pensármelo demasiado descendí en picado hacia las entrañas del complejo. Todo mi astuto plan se reducía a entrar horadado la tierra directamente hasta el almacén en el que notaba la reverberación energética, evitando así los pasillos y las vías habituales, seguramente, pensaba yo, protegidas ante la inminencia de mi llegada. No me costó demasiado esfuerzo proyectar la energía suficiente como para fundir la piedra. Me convertí en una broca imparable que fue excavando un túnel perfecto directamente hacia mi objetivo, a través de la oscuridad. Como queso colocado en un horno caliente, la roca fue deshaciéndose. Lentamente fui cavando mi propia madriguera humeante de pareces incandescentes, y en menos de diez minutos me planté en el corazón del complejo militar sin que nadie pudiera evitarlo. Ni siquiera los gruesos muros reforzados, de hormigón y acero, que los ingenieros militares habían diseñado para proteger sus mortales secretos, pudieron hacer nada para contener mi avance. En realidad hay pocas cosas en la Tierra que puedan detenerme cuando mi determinación es continuar… La última barrera que me separaba de mi objetivo se derritió de la misma manera, queso fundido también ante el ímpetu de mi descarga de fuego púrpura, dejándome el paso franco. Cuando los vapores se disiparon por fin, pude ver la sala entera, iluminada por el fulgor intermitente de las luces de alarma que indicaban un fallo en la seguridad del complejo. Efectivamente, en aquel gran bunker, alguien había construido un extraño aparato que rugía al funcionar, advirtiéndome quizás de lo peligroso que podía resultar el acercarme mucho a él. Resulta difícil de explicar, no puedo decir por qué, pero lo cierto es que el enfrentarme a aquel monstruo tecnológico me produjo una extraña sensación de inquietud. Me costó controlarla para que no se transformara en puro miedo. Es curioso, las máquinas, normalmente no me asustan. En todos estos años de carrera me he enfrentado a todo tipo de aparatos extraños. He luchado con robots de todos los tamaños, con objetos enviados desde los más lejanos rincones del universo con la intención de aniquilar toda forma de vida, con artefactos forjados por demonios en yunques infernales… Ninguno de esos aparatos consiguió asustarme tanto como aquel absurdo mecanismo del que lo desconocía todo. Quizás mi mente, de alguna manera, intuyó que allí delante se encontraba uno de los peligros más grandes contra los que haya luchado nunca, que pronto tendría que hacer cara a un enemigo mucho peor que la muerte… Recuerdo que me pareció una gran bestia de metal, una suerte de primigenio demonio ancestral de hierro, enigmático y violento, dispuesto a devorarme al primer movimiento…

-Nunca dejas de sorprenderme, Capitán –era Núbilus, que me hablada desde el otro extremo del almacén, desde lo alto de una tarima de metal que alguien había levantado a los pies del gran aparato. De repente un foco de luz se encendió para iluminarlo directamente, y cómo un actor de teatro que hiciera su gran aparición, se puso en pie y me señaló con el dedo. Tuve la tentación de arrojarme directamente sobre su cuello para terminar con aquel asunto de manera rápida y limpia. Por desgracia, la prudencia me persuadió para que no lo hiciera-. No entiendo cómo alguien tan tonto, ha conseguido entretenerme durante tantos años. Todo ese poder que manejas no me parece explicación suficiente…

-Vamos al grano, Núbilus. Es lo que te gusta ¿no? –le contesté muy serio, poniéndome en jarras e hinchando el pecho.

-Bien, si así lo quieres…

-No tienes mucho tiempo para discursos…

El doctor dio un paso adelante y al desplazarse la luz que lo escoltaba pude ver un enorme panel de mandos, plagado de luces, pantallas e interruptores, situado a su derecha. Comprendí la utilidad de aquel escenario…

-Bueno, si te refieres a la señal de alarma que has enviado a tus amigos –debió sonreír bajo la máscara porque hizo una breve pausa y sentí como aprovechaba el momento para golpearme con su siguiente revelación-, creo que no te servirá de mucho… He puesto en alarma otras doce bases de misiles como esta a lo largo del mundo y he distribuido miembros de mi hermandad por los alrededores para que se ocupen de ellos. Los entretendrán lo suficiente, y así tú y yo podremos discutir con tranquilidad… Por una vez nos dejarán en paz, a solas…

-Bueno, Núbilus, dime para qué me has traído aquí…

-Ya lo sabes… quiero acabar de una vez por todas contigo… Quiero humillarte, destrozarte, desmembrarte, hacerte daño… Derrotarte, en una palabra…

-Es bueno tener aspiraciones en la vida –dije tensando los músculos y apretando los puños, presto a saltar sobre él-. Lo malo es que yo también tengo las mías…

-¡Espera! –gritó alzando la palma de la mano-. Escucha sólo un momento más…

Contuve mi ataque porque pensé que sus palabras podían ser importantes. Cuando juego con Núbilus, no soy yo sólo el que se arriesga. Cuando pierdo, pierden otros muchos conmigo…

-Es inútil que te lances a golpearme como haces siempre. Esta vez me he preparado para tus malos modales, de la manera más sencilla –otra pausa teatral y otro gesto sobreactuado-. Simplemente no estoy allí contigo… Puedo verte y escucharte, pero la figura que se encuentra frente a ti no es más que un holograma –de repente la imagen del doctor del fondo de la sala mutó transformándose en una gran reproducción de su oscuro rostro metálico, una gigantesca máscara de unos dos metros de alto que sólo desvelaba su naturaleza incorpórea al parpadear de vez en cuando, temblando por unos instantes como la imagen en un viejo aparato de televisión mal sintonizado. Levitaba sobre el escenario metálico ligeramente inclinada hacia delante. Al menos en eso no mentía-. Verás, mi ingenuo enemigo, lo importante no es que yo esté ahí, lo importante es que lo estés tú. Hoy, por una vez, pretendo cederte todo el protagonismo…

-¿Qué vas a hacer…?

-No qué voy a hacer, di mejor, qué he hecho… He estudiado, me he formado… El conocimiento es poder ¿no dicen eso?

Nuevamente una mutación repentina de la imagen me sorprendió. La careta de hierro de mi enemigo se descompuso formando una compleja simulación cambiante. Esferas de diferentes formas y tamaños unidas por haces finísimos de luz, fórmulas y diagramas, comenzaron a oscilar frente a mí, tratando de ilustrar las complicadas explicaciones que la voz de Núbilus vomitaba sin parar…

-Hasta ahora el multiverso era un territorio sólo explorado en los libros de ciencia ficción –dijo terminada la teoría-, pero hoy dejará de pertenecer al ámbito de la fantasía. Vamos a realizar un experimento científico en el que tú serás protagonista… Vas a hacer un viaje Capitán –me dispuse de nuevo a lanzarme sobre mi enemigo. A esas alturas ya había comprendido que en este caso el adversario era la máquina-. Te conozco, sé lo impetuoso que eres, y por eso quiero que me escuches una vez más antes de hacer algo de lo que termines arrepintiéndote… Mira –los gráficos que explicaban la teoría del multiverso, los de las cuerdas y las esferas móviles, se transformaron en un plano perfectamente dibujado de las instalaciones de la base. Una luz roja intermitente en el silo de misiles reclamaba mi atención de manera obstinada-. Esta es la base en la que te encuentras. Me imagino que habrás reconocido el plano. Como imaginarás no he elegido el lugar al azar. Todo en ella es normal menos esta sala. Todo sigue la obstinada y absurda disposición establecido en las ordenanzas. Por supuesto, ninguno de esos idiotas de uniforme que trabajan ahí, sospechan lo que va a ocurrir. Los pobres ignorantes creen que mi maravilla tecnológica es su nuevo juguete, un radar experimental de alta potencia del que se sienten orgullosísimos. Cuando me planteé realizar este juego científico busqué un grupo de sabios que me ayudaran. No te imaginas la facilidad con la que se entregaron a mi, lo sumamente baratos que fueron de comprar. Conseguí hasta unos cuantos premios Nóbel de saldo. Todos coincidían en que era posible llevarlo a cabo, sólo hacía falta dinero y una gran cantidad de energía que sirviera para detonar mi visión… El dinero, ya lo sabes, no es problema… la energía tampoco. El mundo está lleno de bombas olvidadas deseando que alguien las detone… Bombas como la que contiene el silo que tienes al lado. Así que he construido mi máquina precisamente en ese lugar para obtener la potencia que necesitaba… Si intentas huir el misil explotará devastando la zona… Todos morirán, e inmediatamente una señal de radio activará la secuencia de ignición en otras cincuenta bases más que controlo… Ni siquiera tú, podrás evitar que millones de personas mueran –de nuevo la máscara tomó forma-. Si intentas destruir mi experimento particular, si haces el burro como en ti es habitual, el proceso se iniciará también…

-Dime qué quieres Núbilus…

-Sólo te queda una opción: la de estarte quieto y escuchar. Mira, antes de crear eso que tienes delante, yo lo llamo la “Catapulta Cuántica”, mi equipo de sabios ha desarrollado otro aparato igualmente sorprendente. La palabra con la que designamos el proyecto es rusa, pero puede traducirse más o menos como “El Catalejo”. Es un ingenioso artilugio con el que pudimos comprobar la veracidad de todas esas teorías que hablaban de universos paralelos. Con él pudimos echar un ojo a esas otras realidades tan lejanas –Lentamente una extraña galería de imágenes comenzó a desplegarse a los lados del rostro de Núbils. Algunas eran cuadros extrañamente parecidos a lo que podríamos haber encontrado en nuestro propio planeta, otras eran tan radicalmente distintas, tan incomprensibles, que apenas pude interpretarlas-. Te interesará saber que existes en una miríada de realidades. En algunas eres básicamente igual a como eres aquí, igual de previsible, de beato y de aburrido, pero en otras eres muy diferente. He encontrado una realidad en la que eres mucho más malo que yo, un villano sin conciencia que ha conseguido conquistar toda una galaxia. Esa versión de ti me ha conquistado a mí también… Me encanta… En otro universo eres una bacteria y en otro un depredador de gas. He visto versiones tuyas hermafroditas, enanas, esféricas, inmortales, cobardes, con base molecular de silicio, vegetales, compuestas de pura energía… de todo tipo. Hay un universo en el que eres una estrella, y en otro eres una especie entera…

-Muy didáctico… seguro que en todos esos universos soy mejor que tú…

-No me interrumpas por favor. Intento explicarte algo que quizás no estés preparado para entender. No seas grosero. Valora mi esfuerzo –tras una pausa continuó-. El caso es que mi máquina se activará en unos segundos. El misil contenido en el silo hará explosión y de ahí obtendré la energía que necesito para iniciar el proceso. Si te mantienes en tu lugar y no haces nada malo, mi catapulta absorberá el poder nuclear desencadenado por la detonación y nadie saldrá herido. El resto de bases se mantendrán quietecitas con sus misiles a buen recaudo y la reacción en cadena se detendrá. Si mis cálculos son correctos, mi máquina utilizará la energía de la explosión como combustible y creará un túnel, una especie de agujero negro portátil que te conducirá a otro universo… Todos ganaremos. Yo me libraré de ti y nadie morirá…

-Todos ganáis, menos yo, claro está –utilicé toda la fuerza del cosmos para tratar de contener mi rabia…

-Bueno, sí… Esa es la letra pequeña…

-¿A dónde iré?

-Te envío al mundo que te mereces, un mundo gris en el que eres un don nadie sin esperanza ni futuro. Un mundo en el que los campeones son sólo de papel. En ese universo yo me encuentro disperso en el fondo del alma de cada hombre. Desde allí te vigilaré, estaré acechándote siempre –un sonido agudo, pertinaz y recurrente, me avisó de que la última fase en el experimento de Núbilus se había iniciado. La máquina comenzó a rugir con una furia amenazadora y una secuencia de cuenta atrás, números gigantes que sustituyeron a las proyecciones anteriores, comenzó a correr decreciendo hacia el cero-. He llamado a ese universo la Zona Negativa. Allí los héroes son hombres vulgares que mitigan sus frustraciones deseando ser como los personajes de sus cómics favoritos. Simples mortales sin otro poder que el de su propia imaginación. Tu amigo Conan es médico y escribe artículos absurdos sobre personajes dibujados que no existen. Daniel Rivers es un sencillo maestro de música, el doctor Rafael Kosgüorz trabaja para una empresa eléctrica malgastando su talento, y el Íncubo es un joven scout en paro… El Hombre de Ceniza se llama Raul “nosequé” y me parece que no tiene ningún demonio dentro. También escribe tonterías sobre superhombres… Te aseguro que ninguno de ellos podrá ayudarte. Para esos seres no eres más que ficción… Espero que lo disfrutes; yo lo haré, te lo aseguro.

-Sabes que volveré –dije antes de desintegrarme…

La explosión se produjo cuando el marcador de cuenta atrás marcaba el siete.

Estoy atrapado, mi enemigo, el malvado Doctor Núbilus ha sido, como casi siempre, mucho más inteligente que yo: para derrotarme de una vez por todas, me ha mandado lejos y me ha quitado casi todas mis armas. Me ha privado hasta de mis recuerdos… pero no me dejaré vencer… Volveré…

Aunque sé que tendré que morir para hacerlo… No sé cómo, pero he llegado a convencerme de ello. Es sólo una intuición, no tengo fórmulas que avalen mi convencimiento, pero estoy seguro de que así será. Núbilus me ha recluido aquí y ha puesto el umbral de la muerte como única cerradura a mi prisión. Piensa que soy tan cobarde como él, que no me atreverá a traspasarlo…

Ahora duermo y todo está meridianamente claro para mí, pero al despertar la bruma del olvido enturbia mi determinación.

Núbilus llevaba razón. En este universo me llamo Joe, y malvivo desde hace años alquilando mis puños al mejor postor. Me he convertido en un matón que se gana la vida recaudando “impuestos” para un mafioso local.

Hace unos días recibí un mensaje. Se trataba de una nota escrita con prisas en una servilleta de bar. En ella, Simon, un viejo amigo de la niñez, quizás mi único amigo, me pedía que me reuniera con él. Simon es, era, todo lo contrario que yo: inteligente, honrado, guapo… Hace años que nuestros caminos se separaron, pero ambos mantenemos todavía vivo el recuerdo de nuestra amistad de niñez. Simon se casó, tuvo una hija, completó sus estudios y se convirtió en policía, mientras que yo fui incapaz de prosperar en la vida…. Tras mucho tiempo, volvimos a encontrarnos una tarde en lo alto de la azotea de la casa de mi abuela. Me costó creer lo que vi. Simon, desesperado, me contó algo increíble, me dijo que había cometido una horrible serie de crímenes. Me dijo que lo había hecho engañado por una mujer, un demonio con cara de ángel, su amante Lucy Liefeld. Me dijo que estaba maldito por ello… No podía perdonarse por lo que había hecho…

Luego, se arrojó al vacío y murió sobre la misma sucia acera en la que ambos habíamos jugado mil veces siendo niños. Es curioso, recuerdo cada uno de esos juegos como si los estuviera jugando ahora, como si siempre hubieran sido míos. Yo era siempre el Capitán Meteoro y él escogía a Batman o al capitán América, por contentarme a mí… No pude hacer nada para evitarlo… No pude hacer nada para salvarlo. Sobre un charco en la azotea, rodeada de macetas marchitas, la foto de esta hermosa mujer, quedó flotando a mis pies, como último recuerdo de los pecados de mi amigo. La odié profundamente… es siempre igual, siempre odio la oscuridad, el mal, en todas sus formas. Da igual el universo en el que me encuentre…

A los pocos días comencé a buscar. Simon me pidió ayuda. Me dijo que yo era su Capitán Meteoro y que el Núbilus nos estaba acechando. No pude negarme. Esas palabras me dieron la fuerza que necesitaba. Empecé a moverme y sin darme cuenta me fui enredando en una madeja de mentiras y misterios de la que no sé muy bien cómo escapar… Al menos hasta esta noche no lo he sabido. Ahora lo veo todo claro: alguien me está dirigiendo como a un títere, obligándome a obrar de manera extraña. Los villanos en esta historia también son peligrosos. Quizás no lancen rayos, ni puedan volar, pero aún así tienen poderes capaces de destruirme, capaces de acabar con cualquier hombre bueno.

Ayer, parte del misterio quedó resuelto. Un amigo de Simon, un cura que sirvió con él en el ejercito, me contó una historia muy extraña, difícil de creer, pero misteriosamente coherente. Me ha hablado de corrupción, de la entrega al mal más absoluto, de un ritual que concede poder total al oficiante a cambio de una minucia: el alma…. Muy bien. Usaré esa energía maldita. Me dejaré poseer por ella, les haré creer que soy suyo, y cuando todo el poder sea mío lo usaré contra ellos… Cada vez me acerco más a mi destino en esta Zona Negativa. Mi enemigo me cree vencido, piensa que aquí no soy más que un pobre desgraciado sin futuro, un ratón atrapado en un cepo invisible. Ha trazado un plan diabólico para destruirme de manera definitiva. Está bien, fintaré, aceptaré el golpe para devolver otro más fuerte…

Está seguro de derrotarme…

Ha olvidado con quién está jugando.

Soy el Capitán Meteoro.

Volveré a casa, aunque tenga que morir para abandonar este universo… Usaré su poder para destruirlos y luego me marcharé, no me dejaré atrapar…

Sí, aquí también, tengo que partirle la cara antes de marcharme… Tengo que darle una lección. Lo haré por Simon, por su familia, por todos aquellos a los que ha hecho sufrir…

Esta vez, al despertar, recordaré.

Puede que Joe esté acostumbrado a perder, pero en esta última ocasión le ayudaré a ganar. “He venido a llevarte a juicio una vez más, Núbilus”, le diré. Escuchará un sonido que retumbará más allá de los confines de este universo.

Sonará justo antes de que lo derrote aquí, justo antes de que emprenda mi camino de regreso a casa.

-¡Khaboooom!

Y el Núbilus habrá perdido.

Subscribe
Notifícame
13 Comments
Antiguos
Recientes
Inline Feedbacks
View all comments
mag_jonas
mag_jonas
29 septiembre, 2009 14:40

SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!!!!!
Toma Ya!!!

Que ganas tenía de volver a leer las historias del Capitán!!

Y que regreso!!!

Gracias por alegrarnos los días con historias tan buenas…

Gracias a JAF y a Zona Negativa por continuar confiando en él

Ailegor
Ailegor
29 septiembre, 2009 15:16

Hola a todos: por fin las nuevas aventuras del Capitán Meteoro. He estado nueve meses esperando que continuaran estas historias (como un parto, ja, ja, ja) y aparece con este capítulo, que después de haber leído Núbilus… me ha encantado. No podía imaginarme que Fideu pudiera unir así TODO, dos mundos tan diferentes. Este escritor se supera con cada capítulo. ¿Con qué nos sorprenderá la próxima semana?
Muchas gracias a Zona Negativa por proporcionarnos estos momentos de diversión y por supuesto gracias a Fideu y a Vicente.
Un abrazo a todos.

gurguik
29 septiembre, 2009 17:36

Que pasa Fide de vuelta con el meteor captain, ten cuidado que no te compre los derechos virgin o alguna asi.
Animo Stephen

Némesis
Némesis
29 septiembre, 2009 18:13

Ha sido una enorme alegría encontrarme de nuevo con el Capitán Meteoro. Muchas gracias por la sorpresa a Zona Negativa, y Fideu, felicidades por la novelización de Núbilus.

El relato del Capitán Meteoro/Joe ha sido impresionante. En el fondo, sabíamos que Joe es un héroe formidable. Sólo espero que hasta que se cierren las aventuras del Capitán Meteoro tengamos muchos más relatos memorables.

Y a todos los amigos que hemos compartido las aventuras de Meteoro y Joe, me alegro de volver a leeros.

José Torralba
29 septiembre, 2009 20:14

Increíble, José Antonio… ya te lo dije por mail cuando leí el relato: convierte Núbilus en un Meteoro 1.5 (o Meteoro en un Núbilus 2 según se mire) de una forma elegante y estilosa. ¡Bienvenidos de nuevo (tú, Meteoro y Vicente) a casa! ¡Nos vemos la semana que viene… y la otra… y la otra…! 😉

Miguel Angel
29 septiembre, 2009 23:06

Mira, me he leído la introducción, y me he frenado en el fascinante epígrafe pues, ¿es posible conseguir tu novela? Soy de México, y costaría encontrar aquí una edición en papel de tu novela. ¿Habrá manera de conseguirla en otro formato? Aclaro, lo menos en el mundo que deseo es hacer mal uso de la misma. De no ser posible, ¿podrías proporcionarme un resúmen para dentrarme dentro de este volumen dos?
Por cierto, décimo aniversario… yo apenas tengo unos meses frecuentándolos (di con ustedes por los resúmenes de la Guerra de Siniestro). Adelante.

Miguel Angel
29 septiembre, 2009 23:07

Válgame, «adentrarme dentro»….

Fideu
Fideu
29 septiembre, 2009 23:17

Hola a todos:
Muchas gracias por vuestros comentarios… me dan fuerza…
Me alegro de que os guste este punto de encuentro entre Núbilus y Meteoro. A mi me encanta eso de cambiar totalmente el sentido de una novela con un pequeño cuento como este… Y me encanta que ql Capi esté de vuelta y que pueda tener el privilegio de participar en el aniversario de la Zona.
Miguel  Ángel, al respecto de lo de conseguir mi novela por México, no sé cómo estará el tema. Puede que te la puedan servir por correo a través de alguna tienda de internet… Yo miraré a ver cómo está la cosa para mandártela desde España y te cuento… Sigue por aquí.
Abrazos para todos…

Miguel Angel
30 septiembre, 2009 1:14

Pues bien, hombre.
Me he topado con un «respaldo digital» de novela gráfica.
Me ha parecido genial, aunque un pelín predecible en un aspecto (Dark Knight, Dark City, de Milligan te ha gustado, eh?), aunque el final es deslumbrante. A pesar de que leo cómics en gran cantidad, no sabría qué decir sobre el apartado gráfico, excepto que me parece apropiado al tono de la historia.
Ahora, procedo a leerme el volúmen II.
Gracias por compartilo.

Fideu
Fideu
30 septiembre, 2009 9:45

Pues no, aunque soy un gran aicionado a los comics y trato de leer todo lo que cae en mis manos no he leído ese Dark Knight de Milligan que comentas… De todas formas está todo inventado, sólo aspiro a tomar los clichés del género y darles un toque personal y humano.
Abrazos.

Mickel
30 septiembre, 2009 16:01

wow

habia leido y disfrutado tanto Nubilus como Las Aventuras del Capitan Meteoro. El tono intimista, reflexivo, que Joe y el Capitan Meteoro usan es bastante similar(habia pensado que Joe usaba ese tono a fuerza de creerse el Capitan Meteoro, de interiorizarlo) pero no me habria atrevido a soñar un epilogo como este, un final abierto que permite varias interpretaciones sin cambiar nada de los personajes y sin embargo que permite darles un cierre de hoja a ambos…

A mi parecer lo unico que lo haria perfecto seria el «esta vez gano yo» que usa Joe al final o un comentario a Venus y la Princesa…

gracias Fideu!

Miguel Angel
30 septiembre, 2009 17:51

Bueno, en ese caso, te recomiendo la lectura de Batman #452-454. Editorial Zinco publicó en su Batman Vol. II, los números 50-52.
Saludos.

Anika
30 septiembre, 2009 17:58

Cauntas ganas y por fin todo llega…Me ha parecido si cabe aun mejor….espero ansiosa la proxima entrega.Saludos para todos.