Entrevista con Javier Olivares, hablando de Las Meninas

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El 2014 se acaba y como dicta la tradición, este último mes de año nos trae las omnipresentes y clásicas recomendaciones navideñas y listas con lo mejor del año. En el apartado de producto nacional, será inevitable encontrar en esos rincones de «lo mejor de lo mejor» referencias a la última obra colaborativa de Santiago García y Javier Olivares. Cocinada a fuego lento durante más de un lustro, al fin hemos podido degustar Las Meninas, basada en la vida y obra de uno de los genios de la pintura histórica patria, Diego Velazquez. Cuando este libro se puso a la venta allá por el mes de Septiembre, no tardamos en reseñarla en Zona Negativa, pero aprovechando el paso de Javier Olivares por el Salón del Cómic de Getxo a finales de Noviembre, estuvimos un buen rato agradable hablando con el co-autor y dibujante de la obra en una entrevista que os traemos a continuación. Así que ya sabéis, si habéis dejado para última hora las compras navideñas, Las Meninas puede ser una opción estupenda.

Entrevista con Javier Olivares

Pedro Monje: Bueno, Javier, para empezar nos gustaría que nos contaras el germen del proyecto, cómo empezó. Porque tenemos entendido que no ha sido cosa de hace un año o dos…

Javier Olivares: No, no. Empezamos a pensar en esto hace seis años aproximadamente. Fue un poco rocambolesco, porque yo me iba a Perú a un viaje a un taller de una semana y la noche antes de mi viaje me llamó Santiago a la dos de la mañana (ojo, cuando todavía vivía aquí en España) y me dice “Mira, se me ha ocurrido una idea para presentar un proyecto y un cómic al Premio Fnac-Sins Entido, que termina el plazo dentro de dos semanas. Tengo una idea sobre Velázquez y me gustaría hacerla contigo.” Claro, yo le dije que sí, pero que teniendo en cuenta que yo me iba de viaje una semana a Lima y que luego sólo me iba a quedar una semana para hacerlo. Iban a ser dieciséis páginas y me envió el story por email y yo pude ir estudiándolo en el avión y cuando volví me hice las dieciséis páginas en una semana. Pero claro, una noche antes de presentarlo, nos dimos cuenta de dos cosas. Una, las fechas. Porque luego íbamos a tener sólo seis meses para poder desarrollar el libro completo, y todavía no teníamos el guión completo. Y dos, y de eso se dio más cuenta Santiago que yo, nos dimos cuenta de que el material que teníamos nos pareció que el proyecto tenía potencial.

Decidimos que en vez de llevarlo al concurso, se lo íbamos a pasar a Astiberri. Conocíamos a la editorial, porque teníamos con ellos un proyecto que nunca salió (Beowulf) y entonces derivamos las mismas páginas a Astiberri y les encantó, les entusiasmó y dijeron que adelante. Lo que pasa es que luego hubo cuatro años de impasse parcial, porque Santiago aprovechó para mudarse a Estados Unidos, yo hice otros libros… Mientras Santiago iba leyendo cosas sobre Velazquez, recopilando información… Y anda que no había cantidad de libros para leer. Podría estar años y años. Y luego ya, hace año y medio, quizá un poco más, me dijo que ya tenía la idea en la cabeza y yo me puse a dibujar. Me pareció un guión tan bueno que mi única preocupación era no estropearlo. Por un lado me sentí muy seguro, porque sabía que si tenía eso debajo yo podía hacer muchas cosas como los trapecistas con una red debajo, pero por el otro no quería estropearlo.

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P.M.: Una curiosidad. Esas dieciséis páginas que comentas de hace seis años, ¿las has utilizado?

J.O.: Sí, sí. Se han utilizado. De hecho, luego te las enseño. Algunas las redibujé, pero hay dos de las que hicimos en su día que las hemos usado tal cual. Nos gustaron tanto como quedaron, que las hemos utilizado. Reflexionando luego sobre aquello que hicimos tan rápido, me di cuenta que tuve que seleccionar un estilo muy sintético para poder hacerlo en una semana y luego porque el proyecto me pedía, al contrario que otros proyectos que hago de épocas pasados donde si intento abrumar al lector con mucha documentación en las viñetas, una puesta en escena estética, de hecho casi teatral. Una pared, una cortina… Pocos objetos pero que definen una época mucho mejor que la abundancia de detalles pequeñitos en vestuario y demás. Como tuve que hacer aquellas páginas tan rápido, me di cuenta luego que el tono era perfecto para el libro. Que ya lo tenía y no hacía falta darle muchas vueltas y tan solo matizarlo. Había que darle cuerpo, claro. Y diseñar los personajes. He cambiado completamente el personaje principal de la historia. Es el caballero de la Orden de Santiago, el que hace toda la investigación. Ese en su día lo hice como se me ocurrió en su día…

P.M.: Ah, ¿la idea de utilizar ese caballero como elemento narrativo en la historia alejándose de la biografía al uso ya estaba en la propuesta original?

J.O.: Sí, sí. Todo eso ya estaba. La idea era prácticamente igual, una biografía relativamente al uso. Recuerdo que tenía la característica de ir hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. El hilo conductor era la investigación de la Orden de Santiago y de vez en cuando íbamos al pasado. Esa estructura de dos líneas narrativas ya estaba en el principio del proyecto. Durante esos cuatro años que estuvimos planificándolo, Santiago pensó que esas dos líneas le parecían poco y le pareció más interesante enfocarlo menos en el personaje de Velazquez y más en el cuadro. El punto de vista del libro cambió ligeramente de Velazquez al cuadro, y por lo tanto se amplió porque el cuadro no tiene una época. En el momento que se pinta tiene una vida que sigue viva, y tienes que hablar de Picasso, de Dalí, etc. Ahí Santiago se dio cuenta de que el alcance del libro era otro.

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P.M.: ¿Así que podemos intuir que quizás el título también se cambió respecto a los primeros pasos?

J.O.: No, el título era Las Meninas desde el principio. Hay pocas cosas, pero importantes, que se han quedado desde el principio. Y esta era una de ellas, como el enfoque, el tono gráfico… Y luego fuimos añadiendo detalles y por supuesto un guión, porque teníamos una sinopsis, una idea básica sobre la que construir y un guión de dieciséis páginas, pero luego todo está articulado y expandido dentro del libro.

P.M.: Toda la labor de documentación me imagino que habrá sido enorme, porque cualquier mínima búsqueda que hagas es un 0,001% del total que puede existir. ¿Cómo has llevado esta fase?

J.O.: Santiago está muy documentado por lo menos en lo que respecta al guión. No pretendíamos en ningún momento ser un manual de historia. Como decía Santiago, con mucho humor, es que nadie se pensara que por leer Las Meninas iban a aprobar un examen de historia. No queríamos tanto una fidelidad escrupulosa como una visión más grande. Nada de fechas ni detalles pequeñitos. Hemos cambiado alguna cosilla, pero lo que se cuenta es real. Todo teniendo en cuenta como se ha escrito la historia del arte. Porque no la escribe la realidad, sino lo que interpreta mucha gente de la realidad. Muchas veces se basa en cosas que ha escrito alguien del hecho en sí. La realidad no la conocemos, pero la transcripción sí. También nosotros somos más parte de esa historia-ficción, donde nos apoyamos en ciertas cosas de la realidad para contar nuestra historia.

Yo hice el mismo camino que Santiago. Me documenté muchísimo de la época, de los cuadros. Me encontré con muchas dificultades, sobre todo con la representación de la vida cotidiana. Porque hay que tener en cuenta que la mayoría de los cuadros de la época (y anteriores) en general lo que reflejaban era más bien la vida de los ricos, de la corte, de los nobles. El pueblo no aparecía por ningún sitio. No se sabe como vestían, como vivían… Ni siquiera como se comportaba la corte cuando no estaban en presencia de los nobles. Cómo se comportaba un pintor. No sabes cómo se vestía cuando estaba con su mujer, etc. Esos pequeños detalles de la vida cotidiana no los conocemos, y eso es algo que como narrador debes tener en cuenta como mínimo.

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P.M.: ¿Se puede decir que has llegado a tener cierto vértigo o presión a la hora de realizar el proyecto?

J.O.: No, tampoco es eso. A mi edad me he vuelto muy inconsciente y no tengo miedo escénico porque me vaya a enfrentar a Velázquez. Yo tengo la tranquilidad del narrador. En general el tema me parece tan interesante como Picasso, como Jekyll y Hyde, como Sherlock Holmes… Hay un peso, sí, que da la tradición gráfica en este caso de todos los personajes y que sabemos que iba a tener mucha repercusión porque tiene un peso en el arte histórico mundial. Sabíamos dónde nos metíamos y lo hemos hecho con mucho cuidado.

P.M.: Te voy a hacer una pregunta que no quiero que se entienda mal. ¿A qué publico va dirigido esta obra? Porque yo intuyo que Las Meninas va más allá de lo que estamos acostumbrados.

J.O.: Pero no más allá porque vaya a un público superior sino porque va a más público.

P.M.: Eso es, eso es.

J.O.: Nuestra intención era… Bueno, me gustaría que fuera la intención de cualquier historietista a partir de ahora. Debería haber sido así desde hace mucho tiempo, pero ahora está mucho más claro que nunca que el medio ha conseguido convencer a más gente de que es un medio en el que se pueden contar otras cosas. Hace años era difícil incluso convencer a alguien, porque el propio medio era un hándicap para nosotros. La gente no leía cómic porque la línea cómic no le parecía un medio adulto, interesante ni con capacidad de contar nada más allá de aventuras o cosas más o menos ligeras. De vez en cuando había una obra, un Arrugas… o incluso antes… Spirit, Corto Maltés… Algo que tenía cierta pátina adulta, pequeños acontecimientos. Pero el medio no había llegado a esa normalidad. Y es algo que yo reivindico, pero sin que parezca que es algo dicho de ningún pedestal. El cómic, como la pintura o la literatura, tiene que tener esa normalidad. Luego puedes ser un mal escritor o un buen escritor, un mal cineasta o un buen cineasta… pero el medio ya no se cuestiona. La gran cuestión sería que el medio no está cuestionado, puedes estar tú como autor, pero no el medio. A mí eso me gusta. En el momento que se consigue eso, y parece que se está consiguiendo en pequeñas zonas y épocas. Gracias a que los medios parece que se están haciendo más eco y a que los autores están haciendo buenas cosas (aunque eso ya pasaba antes), pues todo está normalizándose.

Para nosotros era una manera también de hablar de un libro que pueda interesar a cualquiera. Alguien que pueda ir al cine, o que lea libros, puede leer esto. De hecho, estoy viendo y estoy notando que el público que está comprando Las Meninas es un público muy heterogéneo. En las firmas, en la gente que viene a felicitarte, en amigos, en amigos de parientes… Estoy viendo que a la gente que le gusta leer, le está gustando esto. Me gusta porque estamos rompiendo un poco el gueto este cerrado de los cómics, de los especialistas o aficionados… Es un poco lo que también ocurre en el cine o en los libros, pero aquí lo estamos consiguiendo. Que sea una obra que pueda estar al lado de cualquier otra obra y que sea juzgado por la obra en sí, no por el medio.

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P.M.: Otra cosa que quería comentar es la longitud de la obra, porque esta obra es la más larga, y con mucha diferencia, de toda tu carrera.

J.O.: Sí, me he lanzado por fin, ya a mi edad. He dicho “hasta aquí” y ya me he animado. Aguantaba mucho las bromas esas que me hacían de “¿Cuándo vas a hacer algo que pase de las treinta páginas?”. [Risas]

P.M.: [Risas] Eso, eso. Eso es sobre lo que quería preguntarte. ¿Cómo lo has llevado?

J.O.: Ha sido un año y medio y para mi sorpresa no ha sido para nada un sufrimiento. Hay una característica disciplinaria que tienes que mantener. Con veinte o treinta páginas te puedes permitir no ser muy constante y al final lo acabas haciendo en un mes, mes y medio. Y mientras vas haciendo otras cosas. Esa había sido mi forma de trabajar durante los últimos tiempos. Y sigue siéndola. Ninguno de nosotros, al menos en mi caso, no puedo permitirme encerrarme durante cuatro-cinco-seis meses dedicándome a hacer una sola cosa. No nos pagan lo suficiente como para tener el privilegio de dedicarme un año entero a hacer la misma obra. En este caso sí, porque tenía ahorros de cosas que había hecho y trabajos que me venían muy bien para compaginar con este libro sin perder jamás la constancia. Con esto último me refiero a que no pasen dos o tres días sin avanzar. Yo mismo me puse un plan bastante estricto y me lo puse fácil. No quería hacer muchas viñetas, hacer un dibujo relativamente legible, establecer el tono del libro desde el principio y mantenerlo bastante. Hice los deberes antes de empezar el libro, porque es una obra en la que hay pasajes que se cambia de registro, porque tiene historietas que se cambia. Quería un registro madre, un registro central, para luego ir por arriba y por abajo. Para que cada página no fuera un nuevo desafío que me hiciera plantearme muchas preguntas. Eso lo hice al principio. Y luego, claro, intentar estirar un poquito el dibujo a lo más caricaturesco o a lo más realista según hiciera falta. En definitiva, cercar el dibujo. Que tuviera una coherencia gráfica, que no fuera una explosión de estilos. Un libro de complejidad en texto al que yo tenía que acompañar en un tono similar. Es complejo pero no difícil. Yo tenía que hacer que el lector no se perdiera en ningún momento, además de que fuera legible y que no hubiera que explicarlo.

P.M.: ¿Qué nos puedes contar de la paleta gráfica?

J.O.: El color también lo elegimos al principio. Esa es otra de las decisiones iniciales. Es que eso es algo que hay que decidir al principio del proyecto. Cuando estás rotulando eso ya tiene que haberse elegido. No puedes estar parando. Para mí y para Santiago, en el story inicial ya tomamos estas decisiones. Luego puedes revisarlo al final o antes de mandarlo a imprenta, eso siempre puedes, pero son matices. Pero las decisiones importantes siempre hay que tomarlas al principio. Y una de ellas era el color.

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Como te dije, la idea inicial del libro era más sencilla y había dos tonos de color. Uno para el presente de Velázquez y otro para el pasado. Pero al introducir a los personajes contemporáneos que salen de esa línea narrativa, salen colores diferentes y entonces tuvimos que reajustar la parte de Velázquez para no hacer que el lector se pierda. Porque el color es un código. Y si el lector se pierde, tienes un problema. Este código nos ahorró muchas veces tener que poner bocadillos con fechas y con explicaciones. Llega un momento del libro que cuando llega el amarillo ya entiendes que es un tiempo pasado y ya no hace falta poner “Hace muchos años…” o lo que sea. De hecho, fuimos bastante poco generosos con las fechas y con los datos. Es un libro un tanto austero en ese sentido. Solo las que necesitas y ninguna más. Me gusta porque este libro trata al lector como una persona inteligente y lo asumimos. Y una de las cosas que más me ha llamado la atención de este público que decimos, de este que no es lector de cómics habitual, es que nadie me ha reprochado que las escenas de color de Velázquez sean distintas. Nadie se ha extrañado que unas veces sea caricatura, otras veces realista… Han entendido, sin leer normalmente cómic, que es todo simbólico. Esa cosa de que los dibujantes de cómics nos hemos planteado muchas veces de hacer que los personajes de las historias permanezcan siempre en el mismo registro es una quimera. Todo tiene un sentido dentro del tebeo. No se es coherente porque esté dibujado siempre igual. De hecho hay pasajes en los que el personaje entra por una puerta y cambia automáticamente pero cuando vuelve a pasar por la puerta de su casa, se le echa el mundo encima y vuelve a cambiar automáticamente. Eso es fantástico y se puede hacer porque son dibujos.

P.M.: También nos gustaría hablar de algo que has mencionado antes, Beowulf. No queremos dejar pasar la oportunidad de preguntarte qué sentiste cuando supiste que lo hacía Santiago con David Rubín y qué te pareció la obra.

J.O.: Hombre, para mí fue como un funeral vikingo en toda regla. Yo necesitaba, y también Santiago, esa catarsis simbólica que es lo que en el fondo tratan los ritos. Estamos basados como sociedad en ritos. Santiago lo entendió en su día cuando puso aquel artículo en su día la incapacidad del dibujante de asumir ese trabajo, una especie de exorcizar esa herida, de decir que eso ha ocurrido y que se va a hacer público y que ahora ya no lo vamos a hacer y centrarnos en otra cosa. Eso también me quitaba la incomodidad de poder hablar con Santiago de hacer otros proyectos, aunque es cierto que ya habíamos hecho juntos el Jekyll y Hyde aunque no dejaba de ser un encargo, menos importante en nuestro trabajo aunque nos lo tomamos en serio como todos. Sin embargo, eran 24 páginas y las hicimos en un par de meses. Sin embargo, plantearnos un libro nuevo era difícil porque teníamos ese fantasma por ahí. Yo creo que ahí David Rubín nos salvó porque vino y dijo “No, no. Lo hago yo. Yo me lo cargo en la espalda y lo hago”. Para mí fue una liberación, porque para mí el proyecto ya no me pertenecía y no era un cadáver para mí. Ellos le iban a dar otra fuerza distinta, lo reescribieron entero, porque el proyecto llevaba siete u ocho años ahí guardado. Era otro Santiago y era otro dibujante, así que tiene lógica que el proyecto sea diferente. Y gracias a esa liberación, estoy seguro que yo he podido hacer Las Meninas. Esto ya estaba dando vueltas, pero cuando tuve aquella liberación es cuando pude ponerme mentalmente a tope con Las Meninas. Siempre se lo agradeceré. Y eso es lo que contaba un poco en el prólogo. La liberación.

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P.M.: Antes de acabar, nos gustaría hablar de un par de cosas más. Lo primero, ¿cuáles son tus próximos proyectos? Más allá de la promoción de Las Meninas, ¿qué nos puedes contar?

Sí, promoción sobre todo. Porque todavía a día de hoy (finales de Noviembre de 2014) todavía estamos de promoción, lo cual me encanta porque ahora mismo cualquier tipo de producto cultural desaparece a una gran velocidad, sepultado por otros cincuenta mil libros, cómics, revistas… Las novedades desaparecen de las mesas en una o dos semanas, así que me gusta que este libro más de un mes después de su salida suscite este tipo de comentarios, pues ayuda a pensar que es un libro que sigue vivo. Y eso gusta, porque lo importante no es la novedad, sino el libro. Y si el libro vence a la novedad, eso es bueno.

Y ahora mismo tengo un par de proyectos de ilustración encima de mi mesa, uno de ellos con Nórdica y otro con Anaya, que son ilustración. Un libro de Jack London para Nórdica y unos relatos de Poe para Anaya. Y luego tengo varios proyectos de cómic. Con Santiago tengo un par de ideas pero de momento nos vamos a dar un poco de tiempo, porque él también está metido en otras cosas. Como acabamos de hacer esto, creo que vamos a darnos un tiempo para hacer otras cosas. Siempre que podemos tratamos de engordar nuestro proyecto de arte que tenemos entre los dos, haciendo historietas cortas que van saliendo en varios sitios. Seguimos haciendo cosas. También tengo ganas de hacer alguna recopilación de mis ilustraciones.

P.M.: También quiero preguntarte sobre tus lecturas actuales. ¿Qué es lo último que te ha gustado?

J.O.: Pues últimamente estoy bastante encantado con Olivier Schrauwen, el autor que está publicando Fulgencio Pimentel. Acaba de publicar un segundo libro que se llama Arsène Schrauwen, que es sobre su abuelo y es una majarada y me ha gustado muchísimo. Me tiene fascinado el dibujante este, que puede parecer que no tiene nada que ver conmigo aunque yo creo que sí. Eso es lo último. Y ayer me leí lo de Albert Monteys (Universe), que la idea me parece muy interesante. Me gusta que los dibujantes estén encontrando nuevas vías para contar sus historias más allá del papel, porque creo que el papel va a tener una vida complicada. También Internet es un medio que no sabemos cómo va a funcionar, no sabemos si va a sostener una industria, no sabemos si va a dar beneficios o no… Es un momento un poco de vértigo del soporte. Pero vamos, yo sigo leyendo un poco de todo, aunque últimamente leo un poco menos que hace tiempo. De Astiberri sigo leyendo cosas. Pero si tuviera que mencionar a alguien ahora mismo, sería Olivier Schrauwen.

P.M.: Bueno, pues esto es todo…

N.A.: [Una dicharachera reportera hace aparición para plantear una última pregunta…] ¿Cuántas veces visitaste el Prado?

J.O.: Ah, muy interesante pregunta. Pues mira, durante el proceso de la obra, ninguna. Lo visité alguna vez cuando era pequeño y luego más tarde cuando era mayor, pero durante la obra ninguna. Porque… sin ninguna razón concreta. No pensaba que visitarlo me fuese a plantear ningún problema, y no visitarlo tampoco. Siempre que venía Santiago durante el año y medio que estuvimos trabajando durante la obra, hablamos sobre la posibilidad de ir un día junto a ver el cuadro. Pero me daba la sensación que una vez metidos en el proceso, no era tan necesario ver el cuadro, porque yo lo tenía puesto en mi estudio. Tenía una reproducción delante que estuve viendo durante año y medio. De hecho, las principales decisiones gráficas del libro las saqué del cuadro, diseminadas, deconstruidas… Esa frontalidad está en el libro porque está en el cuadro. Me estuvo influyendo mucho de forma inconsciente. Lo que si hicimos cuando acabamos el libro y vino Santiago a España y entonces sí, fuimos a verlo.

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N.A.: Un paso catárquico, ¿no?

J.O.: Sí, lo mismo de antes. El rito, el ritual. Fuimos, nos pusimos delante del cuadro con el libro, estuvimos un rato, vimos todos los cuadros de alrededor que todos los personajes salen en el libro (Conde Duque de Olivares, la reina, el rey…) y ya para nosotros fue como cerrar el capítulo.

Y luego yo hace poco estuve otra vez porque la televisión, la segunda cadena, quería hacer un reportaje y consiguieron que yo estuviera delante del cuadro completamente solo porque todavía no había entrado el público. Me metieron un cuarto de hora antes de abrir las puertas y para mí fue una experiencia… todavía no la he asumido bien. Cuando salí de allí no me di cuenta de lo que había pasado. Solo yo, en la sala vacía, delante de las Meninas y delante de todos los personajes mirándome.

N.A.: En los que habías estado pensando durante año y medio…

J.O.: Eso es. Llevaba año y medio hablando de ellos. La carne de gallina. Ostia, ostia. Y fue como en las películas de la Casa Blanca que meten al presidente con el walkie-talkie. Igual. Me metió la gente del museo a toda velocidad porque tenían quince minutos. Estaban allí ya la regidora y el cámara. Todo vacio. Y no fue consciente hasta que me sacaron… Fue abrumado. No pude asimilarlo en aquel momento. Lo haré con el tiempo. La imagen… Y ahora supongo que volveré…

P.M.: Se nos pone la carne de gallina casi hasta nosotros… Bueno, Javier. Muchas gracias por la entrevista.

J.O.: ¡A vosotros!

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blumini
blumini
Lector
23 diciembre, 2014 14:54

Muy interesante la entrevista y muy buen comic. Tanto guión como dibujo. Me ha gustado mucho.

Creo que entra perfectamente en la lista de «Sugerencias para regalar estas Navidades»

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
24 diciembre, 2014 7:28

Gracias por la entrevista, Pedro Monje (y reportera dicharachera).

Bueno (y ya de paso), gracias también a Raúl Silvestre, ya que fue su reseña la que me animó a hacerme con este tebeo. Un tebeo que disfruté como un enano.

Jose Manuel
Jose Manuel
Lector
24 diciembre, 2014 11:39

Me ha sorprendido. Me ha gustado mucho el guion de Santiago y por supuesto el magnifico trabajo de Javier Olivares. Para mi, uno de los mejores tebeos publicados este año.