Un traje para gobernar la luna
«Le gusta que le vean venir porque está loco»
Warren Ellis, Declan Shalvey y Jordie Bellaire eran los elegidos para golpear al Caballero Luna con la renovación de Marvel Now. Tiempo de cambio en la editorial, tiempo de buscar formulas nuevas, con las que mantener vivo el tebeo de superhéroes. Aceptando estilos distintos, tradicionalmente desechados por desgracia en las dos grandes, y visiones menos respetuosas con la continuidad.
Apenas seis números, que comprenden seis aventuras distintas, con un enfoque predominantemente urbano, en las que regresaremos a la mente de Marc Spector (y otros) para respirar lo nauseabundo del crimen de la Gran Manzana.
El arranque, con una voz en off relatando la vida y obra del protagonista, mientras se observa la entrada en escena del señor Luna, es una lección de narrativa y construcción de personaje. En apenas tres páginas, los autores condensan la información necesaria sobre la cual se va sostener la etapa, sin concesiones con respecto de muchos de sus actos más aberrantes (“le cortó la cara a un tío una vez”) y una estética cargada del lenguaje del puro género negro, que el color de Jordie Bellaire imprime en la personalidad del tebeo.
Como sucede en su etapa de Hellblazer, Ellis se define como escritor por su conocimiento de las grandes ciudades (Londres entonces, Nueva York ahora) haciendo que el espacio sea fundamental en la travesía del Caballero Luna, desde los sórdidos callejones donde yacen cadáveres a diario hasta los túneles del metro, que comportan peligros y secretos.
Es un primer número dinámico, que está en constante movimiento tanto por lo comentado en el párrafo anterior como por la estructura de viñetas y color. Declan Shalvey está particularmente inspirado en la captación del espíritu del entorno, cómo el protagonista interacciona con el terror y se embriaga de él para adentrarse en el misterio.
El arte cautiva por su crudeza en los detalles, retorciendo las formas y abrazando la complicidad del lector de un modo orgánico y cautivador. Sabe corresponder la introducción del problema con el juego de sombras en el blanco y negro casi puro para, con posterioridad, demostrar una violencia profunda, visual e inquietante. Bellaire pasa de estos tonos más grises y negros, con incidencia ocasional del azul para, con la aparición del villano, llenar la narración del rojo, explosivo y salvaje, que lo envuelve todo.
Para el número dos, de igual modo, contamos con un asesinato que se cuenta a la perfección por la estructura y la decisión de entregar la historia al dibujo, dejando apenas unas líneas de conversación por teléfono. Poco a poco, vamos viendo como las viñetas blancas van ganando terreno sobre las restantes, de manera que el lector entiende que algo va a ocurrir sin que pueda hacerse nada para remediarlo. Una vez este se produce, se enlaza con una nueva presentación del Caballero Luna, que se verá en el medio de lo primero. Hay una belleza que solo puede ser recogida en un medio como el cómic en las páginas que siguen. La relación intima entre el protagonista y la noche, y los movimientos imposibles en esta de un superhéroe.
Y luego, por supuesto, el francotirador; con el que apenas se tiene cuadros de texto. Lejos de lo que pueda parecer, la escasez de diálogo no va en demérito del guion, sino que este resulta tan estimulante precisamente por entender dónde debe situarse cada intervención, cómo el dibujo puede no solo contener sino ampliar las posibilidades de la historia y contribuir, además, al halo de complejidad asociado al Caballero Luna.
En el siguiente, el señor Luna pierde una pelea y termina ensangrentado entre la nieve. Como ocurría con el anterior, es un tebeo prácticamente mudo, en el que Shalvey realiza un viaje a partir de la derrota para elaborar con posterioridad el lado más villanesco del personaje. El centro del número está en la conversación de personalidades, en las que se explora por parte de Ellis muchos conceptos que resuenan en la totalidad de la etapa.
La facilidad de los autores para convencer con una construcción de argumento en apariencia tradicional (números de historia completa) es la principal cualidad que ensalzan estos seis números. Esto unido a los cierres tan brutales, eléctricos, que se entregan.
Conscientes de la magnitud de lo que pretenden contar, continúan con un nuevo espacio, llevando a las profundidades de la mente humana, con un color infinito, en el cuarto número, para regresar de inmediato al negro y las ratas. Es terrorífico cómo Shalvey y Bellaire se emplean para que la historia funcione.
El quinto tiene las características de una película de policía del cine de los setenta o un western protagonizado por un personaje atormentado. El señor Luna entra en un edificio, sin más compañía que sus monstruos internos, para afrontar un rescate. De nuevo, los detalles son los que perviven en la memoria. El rojo en el bate, los cuerpos carmesí del suelo, los tonos purpura en el villano y el final, de nuevo, inquietante.
El final convence, aunque se sienta parte de un arco más elaborado que jamás pudimos ni podremos leer. No sacia el hambre de más y más historias que define al lector de cómic de superhéroes, tampoco, por la poca vigencia temporal, alcanza la importancia de otras etapas, pero no acusa falta de frescura en ningún momento y es perfecta para introducirse en los enrevesados universos del héroe.
Una etapa que no necesita reivindicarse en absoluto, habiendo sido tomada como inspiración por la serie de televisión, y que con una nueva edición entretendrá a viejos y nuevos aficionados del personaje.
Lo mejor
• Es una etapa corta, que cuenta con dibujo sobresaliente y se lee en un tomo apenas.
Lo peor
• Deja con el convencimiento de que podrían haber continuado varios arcos más con esta estructura.
NOTABLE
Guion - 8
Dibujo - 9
Interés - 8.5
8.5
Una aportación histórica al personaje, que mantiene el pulso e interés a lo largo de seis números.