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El panorama del terror en el Universo Marvel
Debemos remontarnos muchos años atrás para comprender el impacto de este género en la editorial. El comic-book surgió a rebufo de la democratización de la cultura, a principios del S.XX, en los países desarrollados. Tal y como resultaba la literatura pulp, el cómic era una forma de acercar ocio barato a los sectores de la sociedad más desfavorecidos, en este caso, centrado mayoritariamente en los niños y jóvenes. Como se suponía una forma creativa “menor”, se tenía una baja consideración sobre ellos, en general, pero eso no les impidió convertirse en toda una industria, una que llegó a su culmen durante los dolorosos años de la II Guerra Mundial. La razón para tal eclosión, aparte del talento natural de muchos de aquellos creadores, es que había un poco de todo para todos. No había género que no se tratase en comic-books, ya fuera aventuras, bélico, western, superhéroes, terror, policiaco, romance o ciencia ficción, por hablar de los más relevantes pues había más, muchos más. La única cortapisa que se ponía surgía de la creatividad de los autores. Cierto es que hubo momentos donde las modas puntuales marcaban el devenir de la industria. Así, tras la contienda armada, el mercado demandaba temáticas realistas, como el romance, el policiaco o el terror. Entrando en los años 50 del pasado siglo, eran las joyas de la corona en la mayoría de editoriales, expandiendo guionistas y dibujantes los niveles de intensidad, ante la fuerte competencia del mercado. Sin duda, la gran compañía de estos días es EC Comics, regentada por un brillante editor como era Bill Gaines. El material que surgía de su imprenta era pura delicatesen para los amantes del horror.
Por la narración que hemos desplegado, líneas arriba, parece que todo era de color de rosa en el futuro de los tebeos. Pero no hemos olvidado que estamos en la América del Macartismo, una época reaccionaria como pocas y que también tuvo su impacto en el inocuo terreno del comic-book. En 1954 se llevó a cabo una subcomisión en el Senado sobre la delincuencia juvenil en los EEUU. Dentro de los variados factores que se señalaron como problemáticos, no podían faltar nuestros amados cómics. Utilizando como guía el infame libro de Fredic Wertham, “La Seducción del Inocente”, editores y creadores pasaron por el estrado como si fueran delincuentes comunes, fuente de una hipotética mala influencia sobre la conciencia de los jóvenes americanos. El resultado fue la instauración de la censura y la peor crisis que se recuerda en el mercado yankee; casi consiguen acabar con la totalidad del medio. El Comic Code Autorithy rápidamente marcó aquello que resultaba pernicioso para las tiernas mentes de los lectores y entre tales sujetos se encontraban géneros como el de los crímenes o el horror. Este último es el que nos interesa, ya que varias generaciones de lectores se vieron privadas de cualquier atisbo de las características del terror en el comic-book norteamericano, ya que únicamente se permitía en las revistas para adultos. Las editoriales, para mitigar el desastre, se plegaron a los designios del Code, dado que aquellas que no lo hicieron, como EC Comics, acabaron desapareciendo.
Mucho más sangrante era el caso de compañías modestas, como Atlas Comics, germen de Marvel. La empresa de Martin Goodman había tenido sus intentos con la temática, tal y como se puede señalar las cabeceras tituladas Menace, Astonishing o Uncanny Tales. Pero no dudó en cambiar su orientación cuando se observó el clima negativo que se respiraba en el ambiente. Eso no quiere decir que los colaboradores estuvieran de acuerdo con ese proceder, empezando por el editor jefe, el risueño Stan Lee. The Man es una de las figuras claves para comprender el repunte del terror en los años setenta, con la editorial ya asentada como Marvel Comics. Fue un activo luchador contra el Comic Code, cuando tuvo algo de autoridad para enfrentarse a ello. Así, se empeñó en publicar la “Trilogía de las Drogas” en Amazing Spider-Man, pese a que el organismo censor tumbó toda la trama, por lo que salió a la luz sin el sello. También apoyó a su mejor pupilo, Roy Thomas, cuando éste se propuso introducir en una cabecera tan mainstream como la del trepamuros a toda una criatura de la noche, un no-muerto llamado Morbius, aunque de cariz científico, para burlar al propio Comic Code. Todo ese empuje, esa renovada demanda de la libertad, propició una bajada de los requisitos del organismo censor a primeros de la década, algo que a la larga se tradujo en una vuelta, moderada, del género del horror.
Ya hemos hablado de dos creadores que supusieron un aldabonazo para que las criaturas del terror volvieran a pasear por la editorial Marvel. Nos referimos, claro, a Stan Lee y a Roy Thomas. Ambos, como autores y como lectores, disfrutaban con los rudimentos del género, por lo que propulsaron una nueva oleada de series protagonizadas por tenebrosos monstruos de la noche. Se da la circunstancia de que Lee era un entusiasta del formato magazine, algo que siempre le había negado el jefe de la compañía, Martin Goodman. Por lo que cuando éste se vio retirado del negocio, de manera forzosa, propulsó una renovada línea de revistas en blanco y negro, pensadas para adultos, sin necesidad de pasar por el Comic Code. Este formato, de manera nítida, era un medio muy propicio para que los protagonistas del terror vieran desfilar sus aventuras por aquellas páginas. Así pues, Marvel se vio inundada por colecciones basadas en un género tan añorado como el terror y no se puede negar que el público respondió favorablemente a este repunte de la temática. La larga ausencia hizo que la demanda de revistas se multiplicara de manera exponencial y había que aprovechar ese tirón.
El año 1972 se marca como el pistoletazo de salida para la avanzadilla del horror en la Casa de las Ideas. Nosotros nos vamos a quedar con aquellos que van a integrar esta nueva encarnación de los Espíritus de la Venganza, pues somos conscientes que personajes hubieron unos cuantos y que a buen seguro merecen su parcela de reivindicación, pero no estamos aquí para esto. Comenzamos con el más longevo y popular de nuestros protagonistas.
En agosto de ese mismo 72, debuta en revista contenedor, Marvel Spotlight, el Motorista Fantasma (Ghost Rider, en su idioma original). Creado por el talento conjunto de Gary Friedrich (cuyo fallecimiento hemos descubierto en fechas recientes), Roy Thomas y Mike Ploog, se puede considerar como uno de los pioneros, además de ser una figura muy influyente para desarrollos posteriores. El concepto provenía de varias tradiciones, desde el influjo de las sectas satánicas, pasando por el impacto de las bandas de moteros, para llegar al reciclaje de un personaje importado del western (co-creado por un fijo de aquellos días, Dick Ayers). Para la actualidad Marvel, nos interesa lo siguiente. Johnny Blaze es un especialista acrobático que vende su alma al diablo para salvar a su padre adoptivo. Pero si hay algo que hemos sacado en claro durante nuestra experiencia lectora es que no se obtiene nada bueno de hacer tratos con el demonio. No hay atajos, ni caminos directos. Y así es; Johnny debe pagar un peaje demasiado grande, puesto que tendrá que convivir con un espíritu atormentado milenario, que le pondrá en peligro en numerosas ocasiones. Al principio, la transformación ocurre de manera programada, al caer la noche, pero paulatinamente pasará a ser algo más complejo, al producirse la lucha entre dos entes distintos para dominar un único receptáculo. Blaze tiene un indudable trasfondo terrorífico, pero su cabecera termina por definirse por la dinámica superheroica, con toques sobrenaturales, pero pijamera como cualquier otra. Tanto es así que Johnny llegó a formar parte de una efímera formación llamada los Campeones, quedando su papel muy desdibujado en aquella.
La colección del Ghost Rider duró más de ochenta números, si juntamos sus apariciones en Marvel Spotlight y su serie homónima. Los años ochenta supusieron un claro declive en la popularidad del Rider, por lo que la editorial regentada por Jim Shooter no dudó en darle un final adecuado. A su conclusión, en el #81USA (fechado en 1983), dejamos a Blaze libre de su maldición, dispuesto a emprender una vida tranquila y feliz como feriante, casado con Roxanne, la que había resultado ser el amor de su vida. Un paisaje idílico que se mantendría durante una buena temporada, por lo menos hasta inicios de los noventa, donde el Espíritu de la Venganza resurgiría de sus cenizas. Nuevos aires de renovación se intuían en la compañía, por lo que el editor jefe de la época, Tom DeFalco, aprobó la vuelta del Ghost Rider a la primera plana.
Se trata del volumen más longevo que ha disfrutado el personaje, en toda su historia. Howard Mackie buscó un enfoque diferente, alejando la imagen típicamente setentera, por lo que tocaba aparcar la Harley-Davidson y diseñar algo más moderno. Javier Saltares y Mark Texeira esbozaron el nuevo Motorista Fantasma para esta década, Danny Ketch, y Mackie orquestó toda una mitología en torno a este flamante protagonista, con importancia capital para el demonio Zarathos. Pero el guionista tampoco quiso olvidarse de los aficionados veteranos, por lo que, en un golpe de efecto, reintrodujo a Johnny Blaze en el entorno de Ketch. El perfil variará ostensiblemente, ya que pasa a convertirse en secundario, desplazado por su protagonista principal. En forma de humano corriente, su personalidad cambia de ser un personaje trágico, al verse sometido por una maldición que nunca debió de ocurrir, a una aguerrida y chulesca, propia de los tiempos que estaban a punto de comenzar. Mackie tuvo la intención de unir los destinos de Ketch y Blaze, más allá de su colaboración en la lucha contra fuerzas malignas, por lo que configura una relación de parentesco rocambolesca a más no poder, hermanos, para más señas, que ríanse de la historia de origen de Mercurio y la Bruja Escarlata.
La colaboración fue ascendida a team-up cuando surgió un spin off de la cabecera madre titulado Ghost Rider/Blaze: Spirits of Vengeance, una colección que duró veintitrés números, surgida al amparo de todo lo sobrenatural. Tras la década de los setenta, la gran eclosión del terror en Marvel, fue la de los noventa la que recogió el testigo de la popularidad del género. Indudablemente, son los pináculos en cuanto a la temática en la editorial. En estos días, se unificó casi todo en torno al concepto Rise of the Midgniht Sons, acercando a esos páramos todo tipo de criaturas de la noche (y otras no tanto, como Veneno y Doctor Extraño), con gran éxito para con el aficionado. Se notaba que había ciertos sectores que se habían cansado de la típica narrativa superheroica y que abrazaron todo este viraje hacia lo truculento con los brazos abiertos. Lo que había comenzado como una colaboración entre Blaze y Ketch, terminó por convertirse en la colección donde Johnny vivía sus aventuras en solitario, atendiendo a infortunados asuntos como la muerte de su mujer, Roxanne, y la desaparición de sus hijos, todo ello obviado por los continuadores de Howard Mackie, que jamás prestaron atención a los problemas familiares de John Blaze. También es importante para nuestra narración puesto que la moderna mini serie que vamos a analizar toma su encabezado de forma directa de aquí, aprovechando esa reunión de criaturas sobrenaturales por motivos interesados.
Pese a las distintas encarnaciones del Ghost Rider, entre las que podemos citar la de Ketch (reducida a los años 90, prácticamente), Alejandra Jones (su efímera contrapartida nacida en Miedo Encarnado) o la más contemporánea de Robbie Reyes (miembro de los Vengadores de Jason Aaron), no se pude negar que el primer portador siempre tiene ese algo especial. Es por eso que las principales historias acerca de la mitología del Motorista Fantasma en este siglo hayan recuperado a Blaze como protagonista. Así lo atestiguan las etapas de autores como Davin Grayson, Garth Ennis, Daniel Way o el mismo Jason Aaron. En ellas supieron incluir jugosas novedades, siendo la más destacada el papel del Ghost Rider en una supuesta guerra entre el Cielo y el Infierno. Un Ángeles vs. Demonios en el que los papeles no eran tan obvios como se suponía. Y así localizamos a Johnny al comienzo de este Spirits of Vengeance. Descreído, cansado de ser utilizado en juegos ajenos, cuando, sin comerlo ni beberlo, se ve involucrado en peleas que no son las suyas. De todas formas, los problemas para Johnny en Legacy no acaban aquí, puesto que pronto pondría dirección hacia la Damnation, un mini evento en la parcela del Doctor Extraño, pero eso es ya otra historia que merece ser narrada en otras líneas.
El siguiente de la terna, siempre siguiendo fechas de debut, es Blade, el caza vampiros. Como hemos dicho líneas arriba, el año 1972 se orquestó como la paulatina salida de una oleada con personajes provenientes del horror clásico (exceptuamos al ya famoso Ghost Rider y al Hombre-Cosa, creaciones originales, a grandes rasgos): el Hombre Lobo, el Monstruo de Frankenstein o la recuperación de los vampiros. La más longeva de las cabeceras protagonizadas por chupasangres es Tomb of Dracula, con el príncipe transilvano como protagonista en comic-book. Se inaugura en abril de 1972 (fecha de portada), con Drácula como principal reclamo y situada la acción en tiempo presente. Eso da lugar a que se busquen lazos con secundarios clásicos de la novela de Bram Stoker, en las figuras de descendientes lejanos, tal y como es el caso del mismo antagonista del conde, el joven Frank Drake, Rachel Van Helsing o Quincy Harker. A todos ellos les une el oficio de ser resistentes buscadores de vampiros, en proceso de caza de la mayor de las presa, el mismo Drácula en persona.
Pues bien, en el #10 de la colección (con fecha de portada de junio del 73) conocemos que el fenómeno del cazador de vampiros está más extendido de lo esperado, ya que se presenta a Blade, un producto que bebe de lo vampírico, sin duda, pero también de un movimiento ajeno como era la Blaxploitation, un fenómeno cultural con respecto a la comunidad afroamericana que se centró en la producción cinematográfica, como exaltación de unos lazos comunes, y que llegó a ser realmente popular en los setenta. El personaje posee trazas de la Blaxploitation pero no es de origen estadounidense. Nacido en las islas británicas como Eric Brooks, la trágica historia de Blade comienza desde su misma gestación. Un vampiro conocido como Deacon Frost se hizo pasar por médico para aprovecharse de una mujer en estado de buena esperanza, la madre de Eric. El resultado es que el niño consiguió la proeza de nacer, en buenas condiciones de salud, pero su sangre se vio contaminada por la influencia del vampirismo, sin determinar nada más por el momento; simplemente, se mostraba resistente a la mordedura básica de estas criaturas de la noche. Ese desgraciado suceso le indujo su camino en la vida pues decidió que todos los vampiros pagarían por la impía acción de Frost. Y de ahí a las páginas de Tomb of Dracula solo hay un paso.
Blade fue un secundario habitual en las manos de Marv Wolfman y Gene Colan, los creadores del personaje y los nombres asociados a la cabecera por definición (pese a que fue abierta por Gerry Conway). Se le otorgó un pequeño segmento en Vampire Tales, la revista para adultos adictos a la sangre, en el terreno de los magazines, pero su popularidad no llegó a despegar. Se vio abocado al papel de ligero secundario hasta la práctica desaparición de los vampiros, a mediados de los años ochenta. Parecía que su estrella quedaba apagada, al igual que otros ilustres como Hannibal King, Lilith o el propio Drácula.
Pero, del mismo modo que citábamos al Rider líneas arriba, Blade retornó con el repunte noventero de los Midnight Sons. Aventuras sobrenaturales y truculencia fueron foco de atención para las aficionados de la época, por lo que en 1994 se le otorga la primera serie regular con su nombre en el encabezado, además anunciando el esperado regreso de Drácula. Blade, The Vampire Hunter, escrita por Ian Edginton y “dibujada” por Doug Weathley, entre otros (Terry Kavanagh se encargó de cerrarla), solamente duró diez ejemplares, relegando en un papel secundario el interés en el cazavampiros, que tardaría mucho en ser erradicado. Y es muy curioso que ese sambenito fuera eliminado por el éxito de una desconocida producción cinematográfica de New Line Cinema.
Los años noventa fueron momentos complicados para Marvel Comics. Un cruenta bancarrota, por malas decisiones editoriales, obligó a vender los derechos de sus personajes a diversas productoras, para intentar obtener algo de liquidez, entre otras muchas decisiones de negocio. Es singular que, en un momento de hartazgo superheroico en el celuloide, gracias a la mala recepción de la interpretación del Batman de Joel Schumacher, surgiera una cinta basada en un personaje de cómic en 1998, pero del que solo los entendidos supieron de su procedencia, puesto que el logo de Marvel Enterprises brilla por su ausencia. Hablamos claro, del Blade de Stephen Norrington, protagonizado por Wesley Snipes y escrita por el ínclito David S. Goyer, el inicio de una flamante trilogía cinematográfica y el punto de arranque, para muchos estudiosos en la materia, del boom del superhéroe en el séptimo arte, refrendado por el Spider-Man de Sam Raimi y los X-Men de Bryan Singer. Obviamente, el renombre recién obtenido por otras vías debía ser aprovechado por su editorial madre, que contó con todo un veterano como Don McGregor para adaptar su imaginería cinematográfica al papel impreso.
El año 1998 fue el año de Blade, sin ningún género de duda. Variados especiales, mini series….pero nos vamos a quedar con la redefinición del personaje, ocurrida en un Marvel Team-Up, la colección donde Spiderman hacía equipo con otros héroes Marvel. En la película, el protagonista se define como el vampiro que puede caminar a la luz del sol, teniendo en consideración un origen que se basa, en lo principal, en la mordedura de Deacon Frost. Bien, en cómics no era así. Brooks era un cazador de vampiros inmune a su mordedura, por el incidente ocurrido entre Frost y su madre. En la editorial deciden asumir ese importante cambio y para ello recurren a su creador original, Marv Wolfman. En vez de desdecir la continuidad tradicional, el guionista organiza una enrevesada trama en Marvel Team-Up Vol.2#7 para llegar a su objetivo. Vemos a Blade, humano inmune a la mordedura vampírica, aliarse con Spiderman en busca de Henry Sage, un chupasangres que ha elaborado un suero con el que los vampiros van a ser capaces de caminar a la luz del sol. Por el camino localizamos a un clásico como Morbius, dominado por una entidad ancestral, conocida como Hambre, y vampiro por motivos científicos, no esotéricos, y cuyo destino final será morder a Eric Brooks, con lo que el propósito queda asentado: asimilar la versión del cómic a la que circula en la pantalla grande.
Finalizado el impulso facilitado por la pantalla grande, tampoco es que se haya convertido en una superestrella de Marvel. Más conocido que en épocas anteriores, sí, pero no ha sido capaz de sostener una serie regular de manera continuada, y ha contado con varios intentos desde finales de los noventa. Ha formado parte de variados grupos (Vanguard, MI-13) e incluso ha sido Vengador, al pertenecer a los Mighty Avengers de Al Ewing. Recordamos especialmente su implicación en la crisis vampírica a la que tuvo que hacer frente los X-Men en San Francisco, instaurada por Victor Gischler, precisamente el guionista que lo vuelve a recuperar para Espíritus de Venganza. En esta tesitura, con Brooks haciendo lo suyo, es decir, eliminado congéneres, es avisado de que un problema de gran calado está a punto de poner patas arriba nuestro mundo. Es hora de que Blade vuelva a hacer de héroe, por una breve temporada.
Nuestros dos últimos integrantes, Daimon Hellstrom y Satana, provienen de un origen común, pues son los vástagos del Demonio. Ambos nacieron a la vez, en la misma reunión creativa, surgidos del deseo de Stan Lee de tocar un tema tan complejo como el satanismo, y pertenecen a la segunda ola de personajes terroríficos datada ya en 1973. Así, de aquella se puede decir que da comienzo con el lanzamiento de Supernatural Thrillers, una cabecera contenedor donde se probarían diversos conceptos (It, el monstruo cenagoso que dio origen al Hombre-Cosa, el Hombre Invisible, el Jinete sin Cabeza o el Doctor Kekyll & Mister Hyde) pero que acabó siendo la colección de la Momia (The Living Mummy). El Hermano Vudú, Satana y Hellstrom fueron los representantes más reconocibles de aquella andanada, una que realmente no trajo el reconocimiento esperado, pues todos ellos no han pasado de ser simples secundarios en el Universo Marvel.
Hellstrom, el Hijo de Satán, fue un personaje perfilado en comic-book. Auspiciado por Lee, cincelado por el editor jefe, Roy Thomas, y finalmente rematado por Gary Friedrich, el primer guionista que asumió sus aventuras individuales, y Herb Trimpe, su creador gráfico. Daimon es alguien con una estudiada dualidad, religioso exorcista de día, acechante malvado por la noche. Friedrich determina, inicialmente, que hay dos mitades y que cada una de ellas tiene su momento. No será hasta la llegada de Steve Gerber como responsable literario cuando el Hijo de Satán, en sus aventuras individuales narradas en Marvel Spotlight, dé su salto de calidad. Primero, elimina la simétrica partición y es partidario de una lucha interna entre sus dos partes, la malvada y la benévola, siempre teniendo en cuenta de que se trata de un cómic Marvel, regulado por el Comics Code. Su lucha contra demonios y demás seres del averno, pero sobre todo con su padre, nos recuerda que nos encontramos ante un personaje heroico, pese a que en su poso reside un alma malvada. Gerber, con algo de ayuda de Mike Friedrich y Chris Claremont, comandó al Hijo de Satán por las páginas de Marvel Spotlight, justo a tiempo para que lograra hacerse con una colección propia. Dirigida por un especialista en el terreno adulto como es John Warner, Son of Satan apenas mantuvo en el mercado ocho ejemplares, dando por terminadas sus aventuras hasta nueva orden.
Después de esto, su figura se vio asimilada a la del no-grupo, los Defensores, donde entraría en contacto con Patsy Walker, la que a la postre terminaría siendo su mujer, con una relación bastante accidentada (muerte de Patsy, mediante). También lo vimos en los noventa, asociado a los Hijos de la Medianoche, con una meritoria serie, Hellstrom, en la que participó un primerizo Warren Ellis, y poco más, ya que desde hace largo tiempo solo le observamos aparecer en proyectos puntuales, alguna colaboración y pare usted de contar. Sus consejos sobre lo esotérico siempre son bienvenidos, por lo que es la primera persona en la que piensa el Ghost Rider para pedir auxilio, en previsión de lo que se nos viene encima.
Satana es la otra cara de la moneda. Mientras que Daimon fue criado por una madre bondadosa, que pudo inducir un aspecto caritativo, para paliar su lado oscuro, la pequeña de la familia abrazó totalmente su vertiente demoníaca, ya que fue criada por su padre. De ahí que las aventuras de Satana fueran pensadas para circular en el terreno de los magazines para adultos. Roy Thomas y John Romita Sr. se encargaron de su debut en Vampire Tales, continuando la labor Gerry Conway y Esteban Maroto, en el segmento dedicado a la hija del demonio en la citada revista. Las peripecias de Satana no duraron largo tiempo en el magazine, por cuestiones tan increíbles como la pérdida de materiales por el camino, lo que provocó la salida del personaje de Vampire Tales. Se le buscó nuevo acomodo en The Haunt of Horror, con renovado dibujante, Enrique Badía Romero (otro español haciendo las Américas), manteniéndose Conway al guion, al menos por una vez más. Allí puedo establecerse hasta el #5, escrita por Tony Isabella y Chris Claremont. Parece ser que la mala suerte acompañaba a la buena de Satana porque, cuando estaba preparada la siguiente historia de Claremont-Evans, la revista fue cancelada. Todavía se la vería de nuevo en el terreno del blanco y negro en Marvel Preview#7 (fecha de portada 1976), una historia en la que Chris debía organizar todo su bagaje, desordenado por sus distintas apariciones y dotar de un final aparente, al menos digno, por si no volvía a la circulación. Recordamos que el propio Claremont la había introducido en la continuidad del comic-book, primero con su asociación con su hermano en Marvel Spotlight#24, y en aventura individual en Marvel Premiere#27, donde conocíamos a la figura del Basilisco, ambas dos datadas en 1975.
La suerte estaba echada. La personalidad de la hija del Demonio era algo demasiado asociado a la forma de publicar de Curtis, es decir, las revistas para adultos. Cuando éstas desaparecieron, el papel se Satana se vio reducido a ser un bello recuerdo o, como mucho, una simple figura ornamental, asociada a lo esotérico. Y es que con ella no existen las medias tintas, es una malvada de manual, un súcubo que vive de robar almas a los desdichados mortales que se cruzan en su camino. De ahí que el fichaje para el grupo comandado por Daimon sea un recurso desesperado de su hermano, ante la negra perspectiva que se cierne sobre nuestro plano de la realidad. No hay otra razón por la que alguien quiera contar con Satana como compañera de armas.
Hasta aquí el recorrido editorial del grupo que forma el flamante Spirits of Vengeance, la obra que tenemos entre manos. Auspiciada por el editor Chris Robinson, todavía bajo mandato de Axel Alonso, se buscaron los servicios de un guionista que ya trabajó habitualmente para la casa, algunos años atrás, el novelista Victor Gischler, y un fijo del catálogo como es el español David Baldeón, actual dibujante titular de Domino. El resultado final del producto es lo que vamos a analizar en líneas subsiguientes.
La Guerra a las Puertas del Infierno
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El fondo del armario de Marvel Comics, en cuanto a personajes se refiere, es como mínimo digno de alabar. La cantidad de caracteres con posibilidades que posee bajo su paraguas es lo suficientemente potente como para intentar, de vez en cuando, salir del sota, caballo y rey. Es algo que trató de impulsar el periodo de Axel Alonso como Editor Jefe, donde multitud de secundarios habituales trataron de hacerse un hueco con series y mini series. Si echamos un vistazo parcela a parcela, pocos hay tan desaprovechados como los provenientes del sector del terror, prácticamente olvidados y relegados a ser simples segundones, si se tercian en alguna cabecera no prioritaria. Es por eso que se torna motivo de celebración cuando alguno de ellos aparece seleccionado para un renovado proyecto. El Motorista Fantasma, el Hijo de Satán, Blade y Satana son el elenco elegido para revivir a los Espíritus de Venganza, un concepto extraído de los años noventa y que se presenta como una limitada de apenas cinco números. Los autores designados son el novelista Victor Gischler, el artista cántabro David Baldeón, como autor total del dibujo, y el italiano Andres Mossa al color. Veamos de qué punto parten para poner en marcha esta historia.
El eje principal de este viaje es Johnny Blaze, el Ghost Rider original, con permiso de Carter Slade. Suyos son los primeros compases de la trama y se convierte en la más poderosa baza para su resolución. Blaze se encuentra en su zona de confort, las carreteras solitarias y polvorientas de la Ruta 66, cuando un inesperado visitante interrumpe su tranquilo momento del café. Este personaje se halla malherido por una misteriosa bala y le pide ayuda al Rider: “Llévasela a Hellstrom. Él sabrá”… y después de esto ¡Pum!, se volatiliza delante de toda la parroquia, dejando una silueta angelical a su paso. Obviamente, esto no parece una situación estándar, por lo que Blaze decide hacer caso al extraño, localizando acto seguido a dos demonios en busca de esa bala. Los indicios marcan claramente que es algo más que un casquillo corriente y moliente, hay algo más sobre ella que el lector todavía desconoce, por lo que no debemos perderla nunca de vista.
El guionista articula la trama como una suerte de novela de misterio con toques de terror, gracias a las pesquisas y conocimientos de un Daimon que se convierte en una especie de investigador de lo sobrenatural, un papel que le queda que ni pintado. Por el camino, el lector es consciente de quien es el enemigo en la sombra (aspecto que mantendremos así, para descubrimiento del que todavía no sea conocedor de la obra) pero la foto se va haciendo cada vez más grande, por lo que nuestros dos protagonistas pronto necesitan algo de músculo para hacer frente a tanto ataque demoníaco y ese es Blade, el cazador de vampiros. Después de recorrer los submundos esotéricos, lugares que quedan muchas veces alejados de la primera plana Marvel, el equipo descubre algo llamado la Alianza, un pacto entre el Cielo y el Infierno que puede perjudicar muy mucho a nuestro plano de la realidad, como bien sabe el Motorista Fantasma, pasto de los tejemanejes de ambos contendientes en el pasado. De ahí que se opte por tirar de Satana, ya que Daimon es sabedor de que, tarde o temprano, deberán consultar a su padre, y que mejor que la súcubo como cara amigable para el gran Satán. Que el mundo explote o no en mil pedazos depende de este puñado de inadaptados, que a duras penas podríamos llamar héroes, pero que son los únicos apercibidos de la magnitud de lo que está en juego.
Cuatro personajes provenientes del terror que no casan mucho entre sí, una guerra entre el Cielo y el Infierno, misterio, ángeles, demonios…Gischler dispone un catálogo de bondades que rápidamente engancha a todos aquellos amantes de la temática. El propio guionista admitía, en una entrevista en CBR , que fue el mismo Alonso, con el que ya había trabajado como editor en el entorno mutante, el que le llamó personalmente para el proyecto. Según el ya ex Editor Jefe, era un encargo en el que encajaría perfectamente. Victor es un novelista y guionista de cómic que ha dejado una sugerente producción en el entorno del horror, por lo que se suponía la pluma indicada para una serie con tales mimbres. Sin dejar de ser un producto mainstream de superhéroes, se nota el influjo de los elementos del terror. En cuanto al casting principal, es obvio que ya estaba decidido cuando el barco se puso en marcha, ya que Gischler admite desconocimiento acerca de alguno de ellos. Tal es el caso de Satana, ya que, siempre siguiendo sus palabras: “sabía que era un personaje que existía, pero realmente no conocía mucho sobre ella. Tuve que hacer un proceso de investigación y repasarlo bien porque nunca leí los cómics en los que ella salía”. Otro tanto de lo mismo se podría decir de Hellstrom, aunque el autor se esforzó en darle una atribución importante en la trama. Más sencillo fue laborar sobre Johnny Blaze, puesto que “era mi Ghost Rider mientras iba creciendo”; trabajar sobre la nostalgia es algo ventajoso. Blade es un viejo conocido de Victor, de su pasado en los X-Men, y pese a eso es el que menos clara tiene su función en la historia. El cazavampiros pasea junto al resto del equipo pero no parece tener mayor atribución que ser alguien molón y asestar algún que otro sablazo, de vez en cuando. Un papel bastante desdibujado para el potencial real del personaje.
Así, a nivel de guion, podemos decir que la historia engarza bien con respecto a los temas esbozados. De forma orgánica, el tapiz se va componiendo sin ninguna estridencia, ni ninguna prisa. Gischler articula de manera envidiable toda la imaginería del Cielo y el Infierno, además de establecer las relaciones necesarias entre los protagonistas y sus indagaciones. Alejada de cualquier concepto cercano a la obra maestra, hay que aclarar, pero es una trama realizada con mucho oficio y saber hacer. Si adolece de algún defecto es que se hace demasiado escasa para lo que hay que ofrecer. Se necesita explotar más a estos cuatro personajes, darles más cancha, y ampliar esos espacios cubiertos con submundos demoníacos. Pero claro, luego caigo en la cuenta de que probablemente sea un deseo personal de este redactor y que no debo de sonar muy justo en estos momentos…
Con el aspecto gráfico hay menos dudas, ya que David Baldeón (Nova, Guerreros Araña, Araña Escarlata, Domino) ejecuta un trabajo soberbio de composición y narrativa. El dibujante español no es que sea conocido por su trazo realista, algo que en principio sería requisito sine qua non para una cabecera de corte terrorífico. Pero parece que el cántabro se aplicó desde los estadios iniciales, realizando unos diseños que abogaban por un aspecto crepuscular de los personajes, algo que al final fue desaconsejado por el editor, Chris Robinson, lo que le llevó a diseños más joviales. Uno de los aspectos que tuvo que trabajar, por expreso deseo del guionista, fue en un nuevo atuendo para Daimon Hellstrom. Gischler no le quería, de inicio, a pecho descubierto, por lo que se le buscó un aspecto más sofisticado, ya que, entre otros detalles, su inteligencia y su saber estar iban a conducir la investigación paranormal. Se optó por un look de traje y chaqueta, buscando una cierta forma en la indumentaria que recordara a su pentagrama infernal. Si bien los diseños son excelentes, es en su narrativa donde Baldeón se luce en esta obra. Y no es que sea algo fácil debido al enfoque que se propuso utilizar: “mi herramienta narrativa principal fue darle a cada escena, según el personaje que llevara la voz cantante, un referente de narración visual distinto, y hacer que las ramas crecieran desde ahí. Cuando el “prota” es Johnny, es un western de John Ford. Cuando lo es el Motorista, una versión macarra y desatada de Dragon Ball. Cuando lo es Daimon, el cine británico de la Hammer. Para Blade estaban las pelis de acción de los noventa. Satana, al ser el personaje más versátil y completo, iba saltando de registro en registro. A los malos los dirigía Sam Raimi…..”. El resultado es una extravaganza visual, que otorga puro deleite al confiado espectador, donde la acción y el tratamiento de personajes se ven magníficamente representados por los acabados digitales de David.
Andres Mossa se encarga de otorgar el color a toda la mini serie, siguiendo los patrones actuales de coloreado digital. Aunque se pueden citar efectos meritorios en su trabajo, como la transformación del Ghost Rider o “cierta” fragua donde se trabajan “ciertas” piezas, sigue resultando llamativa la cantidad de colores vistosos y luminosos en una cabecera que se supone que pertenece a la parcela del terror. Uno tiende a pensar que hay ciertas directrices por parte de Marvel en este aspecto, pues no se entiende de otra manera. El tomo también incluye lo que se conoce como «Primer Pages«, un pequeño resumen acerca de los personajes, que ha hecho acto de aparición en todo Marvel Legacy. En este caso está prologado por Robbie Thompson y Anthony Piper, apenas tres bocetos introductorios. Como última nota a pie de página, resaltar que las portadas no son obras de David Baldeón (como sí ocurría en Monsters Unleashed!), sino de Dan Mora, un portadista (no se le reconocen trabajos en interiores) bastante reputado que está dejando una ingente producción durante Legacy y Fresh Start.
La mini serie ha sido publicada por Panini en uno de sus formatos estrella, el llamado HC, con las calidades que se le suponen, tapa dura y papel de alta calidad. Aparte de los cinco números que componen la historia, al final del tomo contamos con un “Making of” a cargo de David Baldeón en cuanto a su parcela, es decir, el dibujo y entintado, de lo más interesante. Resaltar la importancia de estos pequeños extras que ayudan a una mejor comprensión de la obra.
Hasta aquí lo que ha dado de sí estos Spirits of Vengeance. Como hemos dicho líneas arriba, exceptuando a Johnny Blaze, que ha hecho acto de aparición en Condenación, el resto del elenco ha pasado a dormir el sueño de los justos, hasta nueva orden. Lo que nos da pie a nuestra última reflexión, puesto que la veta que tiene la editorial en cuanto a personajes del horror es incalculable. Con un equipo artístico capaz, como ha demostrado ser el tándem Victor Gischler-David Baldeón, se hace complicado pensar que no se pueda sostener una cabecera, al menos una, con la temática del horror por bandera. Y es que en fechas recientes, exceptuando todo el fenómeno de los Marvel Zombies (que sí, que vuelven otra vez) y el final de Damnation, que anunciaba una reunión de magos que todavía no ha ocurrido, apenas hemos tenido intentonas al respecto. Pero bueno, estos personajes son muy agradecidos. Seguro que cuando la editorial reclame a Drácula y sus vampiros, a Jack Russell, al Monstruo de Frankenstein, a la Momia, a Satana, al Hombre-Cosa, a Simon Garth o Daimon Hellstrom, por no hablar de los Motoristas Fantasmas varios, y por citar solo algunos, es indudable que acudirán en su ayuda. Es una cuestión de justicia entre freaks.
Espíritus de Venganza
Guion - 7
Dibujo - 8.5
Interés - 6.5
7.3
Valoración Global
Una trama milimétricamente montada, un dibujo notable y unos personajes añorados dejan la impresión de objetivo cumplido con esta mini serie. Añadimos un toque de sangre, maldad, fuego y azufre.... voilá!, Espíritus de Venganza está lista para ser degustada.
Ya va siendo hora de que panini publique marvel heroes del motorista fantasma noventero de Mackie, Saltares y Texeira, así como del resto de los hijos de la medianoche.
Y los marvel limited edition del motorista de los 70 ya estan tardando.
Julius, me sumo a su propuesta. El problema es la digitalizacion de materiales, mucho más flagrante en el caso de Johnny Blaze, que Marvel no ha recuperado nada en condiciones, es decir, remasterizado a color. Por lo que tenemos bastante complicado ese añorado MLE. Respecto al material noventero, habría que filtrar porque broza hay a patadas, pero seguro que algo de público objetivo tendrían los Hijos de la Medianoche.
Gracias por comentar y un saludo.
Muchas gracias a ti, Arturo, por responder.
La verdad es que tengo muchas ganas de que Marvel publique en USA el ghost rider setentero a color y digitalice los materiales para poder tenerlo aquí cuanto antes.
Creo que es un personaje que se ha dejado bastante de lado, por lo menos en cuanto a reediciones de clásicos se refiere. Tanto en USA (con ediciones que dejan bastante que desear como los essentials) como aquí en España. Siempre creí que la «movida» que Marvel tuvo con Friedrich por los derechos del personaje hace años influyó en la recuperación de materiales.
Es un personaje que siempre me ha dado curiosidad, y hype. He leido mucho de marvel, pero este me atrae por la dificultad para encontrar cómics clásicos suyos en castellano.
Buen artículo.
No te creas Julius, que soy de los que opinan también que la lucha de derechos por el Motorista ha sido la que ha cortado sus reediciones. Y mira si es curioso que, por ejemplo, la parte del Sargento Furia a cargo de Gary haya quedado colgada, tras las etapas de Lee y Thomas. Casualidad.? No lo creo.
Agradecerle, de nuevo, por leer y comentar.
Para mi esta mini serie ha sido una gran decepción, parece más una mala temporada de Supernatural que algo que recoja el testigo de estos personajes.
No la recomiendo y menos a los que tengan cariño a los personajes, que están completamente desdibujado.
Hola Nadaquedecir. Es obvio que no compartimos la misma conclusión. Personajes desdibujados.? Johnny recoge el mismo enfoque que tiene desde principios de siglo, golpeado por estar en medio de los asuntos del cielo y el infierno. Satana y Hellstrom no es que hayan sido personajes muy utilizados, pero sus roles son claros y diáfanos en la historia. La entrevista con su padre, Satan, está perfectamente confeccionada y ese momento, entre hermanos de «está procastinando» es genial. Sí admito, y así lo he reflejado en el texto, que Blade queda algo fuera de lugar, que el guionista no supo otorgarle una función clara en toda la trama.
La historia, pues es sencilla pero no simple. La manera de tratar el asunto del Cielo y el Infierno, como se introduce la mitología bíblica para explicar el origen de la balas, la resolución del conflicto…. A mí me parece todo muy bien hilado en una historia en la que te sumerges y que, en mi caso, me ha parecido demasiado breve. Me ha dejado con ganas de más.
En fin, para gustos colores. Los lectores pueden hacerse su idea con variados puntos de vista.
Saludos
Me gustó mil veces más que cualquier otra cosa de Gischler para Marvel.
Gran artículo, Arturo.
Muchas gracias José María! Y pongame en el lado de los que aquello de los vampiros y mutantes le pareció ni fu ni fa, pero sin embargo no recuerdo sus aportaciones al Punisher o a Masacre como malas… Tendré que echarles una relectura.
Saludos!
No me acordaba de sus números de Punisher MAX, que estaban muy bien. Pero de Masacre mejor no hablar.
Quizás le esté atribuyendo erróneamente algún cómic. Recuerdo que Gischler desembarcó en Marvel al mismo tiempo que otros escritores de novel negra, todos con estilos y tics muy similares entre sí (véase Gregg Hurwitz, Charlie Huston, Mike Benson y derivados… solo se salva Duane Swierczinski).
Cómic y literatura tienen forma de circular distintas y lo que funciona en unos, en otros no….todavía recuerdo la ilusión de ver a Orson Scott Card guionizando el origen del Iron Man Ultimate y vaya truño nos soltó….sin embargo, recelaba de Rainbow Rowell, por venir de la literatura juvenil, y está haciendo unos Runaways muy apañados.
Concuerdo con Duane de apellido impronunciable. La serie de Cable, huyendo de Bishop y cargado con Hope, y la continuación del Puño de Hierro de Fraction, Brubaker y Aja son obras notables.
Tremendo artículo. De todos los personajes Marvel que aparecen aquí mi favorito, como supongo de la mayoría, es el Motorista Fantasma. Y mi Motorista es Johnny Blaze, con quien crecí en la época Forum, aunque solo le leí en sus apariciones en otras series, no en la principal. A Ketch no le he conocido, solo he sabido de él con la vuelta al mundillo y no he leído nada suyo. Y a Blade pues creo que ir le leí alguna aparición en Spiderman, el resto de la primera película.
Del resto de personajes lo que he leído en alguna ocasión en esta misma página.
Gracias por el articulazo y enhorabuena, nunca defrauda, señor Porras.
Muchas gracias amigo Dynamo. Para mí, lo mejor de estos personajes está en sus series de los setenta, incluido Blade.
Un saludo!!
Gran artículo, desde el repaso de los personajes a la reseña. A Gischler lo pude leer en el segundo volumen de X-Men, que en esa etapa era un Team-Up y empezaba precisamente con ese arco junto a Blade que comenta. Un pequeño apunte, no sé en Marvel, pero Dan Mora sí que ha realizado interiores, es el dibujante del Klaus de Grant Morrison y también aportó su arte en otra serie de BOOM!, Hexed.
¡Un saludo, don Arturo!
Correcto el detalle, compañero.Al señor Dan Mora lo conocía de series independientes pero en Marvel se ha especializado en hacer portadas, nada más. Lo que es algo llamativo, mire usted.
Gratitud, por leer y comentar, y nos vemos a la próxima 😉