Ascenso y Caída de la familia real de Wakanda
«No estamos en guerra con Wakanda: Ni el ejército ni la milicia del estado ni la gente. Nuestra batalla es contra los criminales que han robado este país: Vosotros»
La llegada del Siglo XXI marcó un antes y un después en muchos sectores culturales y económicos del mundo contemporáneo. El cambio de centuria y de milenio hacía llevar el pensamiento colectivo hacia la idea de que se avecinaban nuevos tiempos, tiempos de cambio; y por eso los cómics, videojuegos, películas, series etc, de la primera década del actual siglo además de, como todo producto cultural, ser hijos de su tiempo, se caracterizan por reflejar esa especie de gran cambio y modernización definitiva de conceptos.
Dejando de lado el hecho de que, por supuesto, el paso del tiempo nunca se estanca y que, por tanto, no existe la obra, ni la versión definitiva de ningún personaje, la realidad es que en el caso del cómic superheroico, se hizo notar especialmente la llegada del nuevo siglo, máxime en Marvel Comics.
Y es que, sin ánimo de ahondar en la crisis del cómic Marvel de los noventa, baste con decir que la compañía venía de una situación que casi la llevó a la bancarrota, que estuvo motivada por la especulación y por la generación de producto anodino y de mala calidad que solo ponía el acento en las estrellas que lo dibujaban (sin dejar de lado que no todas las obras de a época fueron malas y que existían notables excepciones).
Por ello, cuando el nuevo siglo llegó a la casa de las ideas, con Joe Quesada como Editor en Jefe, los cambios llegaron, en todas sus colecciones, y fruto de aquella labor editorial, llegan algunas de las mejores obras de la misma, consiguiendo Marvel Comics volver a ponerse en el radar.
En el caso de Pantera Negra, Reginald Hudlin fue el elegido para revitalizar al personaje creado por Stan Lee y Jack Kirby que en su momento, ya había modernizado Christopher Priest, convirtiéndolo en un hijo de la blaxplotation, y que ahora tenía que afrontar su nuevo hito editorial.
Como hemos reseñado en otros tomos que componen la presente etapa, Hudlin quizás no fuera el escritor definitivo de Pantera Negra, pero comenzando con una serie fuera de continuidad que hablaba del pasado del legado del personaje (que dado su éxito después sí que se imbricaría dentro de la historia del héroe africano), pero sí el que consiguió que éste formara parte del Universo Marvel.
Sí, por supuesto que T’Challa, aparecido por primera vez en la serie de Los Cuatro Fantásticos, siempre fue un personaje más del enorme cosmos de ficción que forma Marvel Comics, pero sus apariciones en las colecciones de otros personajes eran más anecdóticas que relevantes para él, y sus colecciones en solitario, si bien contaban con algún que otro team-up superheroico, no dejaban de ser series hechos por y para el soberano wakanda y no para el resto del Universo Marvel, como por otro lado era lógico tratándose de un personaje de segunda en lo que se refería a su peso dentro de la editorial.
Pues bien, Hudlin fue quien cambió este paradigma, situando al personaje por primera vez en confrontación con el Capitán América, al menos al antepasado de T’Challa que hacía las veces de Pantera Negra durante la segunda guerra mundial y, después, retomando su relación amorosa con Tormenta de La Patrulla X, algo sobre lo que ya había trabajado Priest hacía años.
Todo ello llevó a una boda con la reina mutante del clima, una participación razonablemente significativa del personaje en los eventos Marvel del momento, como Dinastía de M, Civil War e Invasión Secreta, y por último, la sustitución de un T’Challa enfermo y hastiado por su hermana Shuri, creación del propio Hudlin, que pasaba a ser soberana y protectora de Wakanda a pesar de haber sido rechazada como tal por el Dios Pantera.
Aquí es donde comienza este volumen que, como indicamos en el resumen de la presente entrada cuenta con Hudlin al guion, pero no exactamente. El guionista ya había dicho lo que tenía que decir con el personaje, y lo que había hecho era señalar a su sustituto para este fin de fiesta que conforma este quinto tomo.
El sucesor no era otro que Jonathan Maberry, amigo de Hudlin que quizás no fuera negro como su predecesor, y no hubiera vivido en sus carnes el sufrimiento de la comunidad afroamericano de Estados Unidos que todavía hoy está muy presente en el país, pero sí que se trataba de un novelista muy comprometido con la lucha contra el racismo, hijo de un padre miembro del Ku Klux Klan, que además había dedicado parte de su vida a enseñar defensar personal a mujeres y víctimas de abuso, ahí es nada.
El novelista reconvertido en guionista de cómic había firmado hasta el momento novelas como las que forman la trilogía Pine Deep, o Patient Zero y por tanto ya sabía “una cosa o dos” en esto de sentarse delante del teclado y dar vida a personajes.
La obra que analizamos está toda ella en realidad guionizada por Maberry, puesto que Hudlin lo único que hace es asesorarle, y definir a grandes rasgos el “plot” de los últimos seis números de la colección del personaje, para después dejarle volar solo en el especial Doomwar incluido en este volumen.
Con la sustitución de T’Challa por Shuri, en lo superheroico y en lo político, lo que Maberry hace nada más llegar es contarnos como afecta este hecho a algunos ciudadanos de wakanda, los cuales no pueden ver a una reina extranjera (Ororo) sentada en el trono, ni a una mujer gobernando y protegiéndoles (Shuri). Ello hace que los conatos de revolución curiosamente antimonárquica pero a la par fascistas, comiencen a aflorar entre el pueblo wakandés, al tiempo que un T’Challa enfermo se mantiene al margen de toda la problemática, buscando la recuperación de los males que le aquejan.
Paralelamente, las mentes pensantes detrás de este intento de golpe de estado, que en realidad no quieren un gobierno más justo y distinto para Wakanda, sino tan solo su beneficio personal nacido de la oportunidad que les otorga la inestabilidad política, comienzan a mandar expertos asesinos a por una Shuri que nada más comenzar su carrera superheroica, tiene al enemigo en casa.
En este aspecto en concreto, en el de Shuri ejerciendo de Pantera Negra, se nota que Maberry es fan del género de espías, puesto que Shuri además de ser ágil y fuerte como su hermano, es más una agente de campo usuaria de geniales e imposibles artefactos de infiltración que la hacen más interesante y temible.
Por si esto fuera poco, se descubre que quien realmente estaba detrás de todos los ataques contra la familia real de Wakanda no era otro que el Doctor Muerte, que realmente está utilizando a los políticos disconformes de Wakanda para agitar la inestabilidad de su gobierno y así hacerse con las reservas del bien más preciado del país africano: El Vibranium.
En ese momento entramos dentro del especial (o si lo preferimos, evento autocontenido) Doomwar, en el que T’Challa, Tormenta, Shuri, Los Cuatro Fantásticos, La Patrulla X y otros héroes de Marvel tratan de salvar Wakanda de su desaparición económica, al tiempo que Muerte se gana el afecto del Dios Pantera para lograr desentrañar los secretos ocultos de la Wakanda más mística.
El dibujo, por su parte, es llevado a cabo por varios ilustradores, destacando especialmente Will Conrad en la primera mitad del tomo, y Scott Eaton en el especial Doomwar, sin ser ninguno de ellos grandes dibujantes, pero sí artistas cumplidores y notables que consiguen dar vida y verosimilitud a un guion a priori más político y sesudo de lo que pueda parecer en principio, sin dejar por ello de lado las escenas de acción que nunca faltan en este tipo de productos.
El resultado es un tomo que más que una continuación de la etapa de Hudlin supone un cambio de paradigma y un epílogo para la misma, llevado a cabo por un novato pero hábil Jonathan Maberry que hará las delicias de los fans del personaje.
Lo mejor
• La dimensión política que Jonathan Maberry da al relato.
• Sacar a Víctor Von Doom de su zona de confort, lugar en el que siempre brilla más.
• Shuri.
Lo peor
• Que como suele ser habitual en este tipo de cómics, Doomwar se zanja rápido y tiene cero consecuencias para el personaje y para el universo.
• Se echa un falta un dibujo un poco más espectacular.
Guión - 7
Dibujo - 6.5
Interés - 6.5
6.7
Recomendable
Llegamos al epílogo de la etapa de Reginald Hudlin al frente de la colección Pantera Negra, en la que quien realmente lleva las riendas es Jonathan Maberry.
Gracias por la reseña.
Me parece un error pensar que por no ser de la raza o género del personaje de turno uno es menos capaz para escribir una buena historia o que en su defecto se encuentra incapacitado para tal asunto.
Hay sobrados ejemplos que indican lo contrario.
En cuanto al arte, se que para gustos los colores pero me encantaria tener en cualquier colección a Scott Eaton a cargo de los lapices, me parece un artista de gran calidad.