El 19 de marzo de 2003 y tras unas semanas de gran tensión en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, los Estados Unidos de América lanzaban la operación Libertad Iraquí cuyo objetivo principal era derrocar a Saddam Hussein. Las justificaciones que se dieron en aquel entonces para el ataque eran acabar con un régimen dictatorial, dar finalizada la protección que Hussein daba a grupos terroristas y encontrar y deshabilitar las armas de destrucción masiva del país. Con el paso del tiempo, fue cada vez más evidente para la opinión pública que estas dos últimas razones eran, en el mejor de los casos, resultado de fallos en las agencias de inteligencia estadounidenses; en el peor, flagrantes mentiras. Mucho antes de las marchas contra el clima, la guerra de Irak hizo salir a la calle a millones de personas en todo el mundo protestando por una intervención bélica que se percibía como una acción interesada de la primera potencia mundial.
Las invasiones de Afganistán e Irak, las dos principales acciones de la conocida como “la guerra contra el terror” se justificaron en base a una retórica que apelaba al derecho de los EE.UU. a defenderse, incluso preventivamente, de futuros ataques por parte de organizaciones terroristas; pero también a la “responsabilidad” norteamericana a la hora de difundir la democracia y la libertad en todo el planeta, especialmente en Oriente Medio. Se trataba de otra forma de ver las intervenciones de EE.UU. en el exterior y la Guerra contra el Terror, no como un nuevo tipo de contienda militar sino como una guerra de contra-insurgencia en los límites del control del Imperio estadounidense. Sea como fuere, no es extraño que la retórica de Bush hablando de capturar a los malvados (evil-doers) o referirse a ciertos países como “El Eje del Mal”, nos recuerde al lenguaje de los cómics de superhéroes.
En el discurso del Estado de la Unión previo a la invasión de Irak en el que Bush utilizó el término “Eje del mal”, otros estados fueron señalados como amenazas potenciales a la seguridad mundial: Corea del Norte, Siria, Irán, Irak. La Operación Libertad Iraquí consiguió acabar en menos de 6 meses con el régimen de Saddam Hussein pero EE.UU. se enfrentó con un problema mucho más grave en su tarea de estabilizar el país y tratar de convertirlo en un sistema de democracia liberal. El ejército estadounidense se enfrentó en varias zonas de Irak con una resistencia o contrainsurgencia que, hasta la retirada de las tropas de la coalición en 2011, ocasionó más de 4.500 bajas en las fuerzas armadas de ocupación.
Invadiendo países
La reacción de los cómics de superhéroes a la guerra de Irak no fue comparable, ni en posicionamiento ideológico ni en cantidad de páginas dedicadas, con la de los primeros meses después del 11-S. Las dudas, si no abierta oposición, que la opinión pública internacional tenía hacia esta intervención se reflejó en pocas narrativas superheroicas. Los lectores de cómics, sobre todo los que hemos leído los clásicos de la editorial publicados en los años 60, recordamos que no era raro por entonces leer historias en la que el héroe viajaba a un país extranjero gobernado por un sátrapa local que era derrotado y derrocado por el buenhechor estadounidense (o mitológico como hace Thor en Journey into Mistery #84 al acabar con El Diablo, malvado tirano de la nación latinoamericana de San Diablo). Pero aquello tiempos habían quedado atrás y las sensibilidades modernas ya no veían con tan buenos ojos los golpes de estado, aunque fueran los “buenos” quienes los llevaran a cabo.
En este caso, DC sería quien realizaría un cómic que podríamos calificar casi como profético de la invasión de Irak. En 1999, la editorial de Burbank editaría el especial/novela Gráfica llamado JLA: Superpower por John Arcudi y Scot Eaton en el que los héroes viajan a Kira, un trasunto de Irak, en el que también hay inspectores de la ONU buscando armas de destrucción masiva y los personajes se encuentran con refugiados Vudish (asemejando a los Kurdos). La narración se centra en un nuevo superhéroe, Mark Antaeus, que es quien se hará las preguntas incómodas sobre porqué Superman y compañía no deponen al dictador Gosnar Mehtan (Saddam Hussein). JLA: Superpower es un extraño ejercicio de reflexión sobre la verdadera labor de los superhéroes cuando se enfrentan a situaciones complejas. Derrocar a un tirano no convierte un Estado fallido en una utopía y la escala de grises que permite a Arcudi el uso de un personaje totalmente nuevo como Antaeus desemboca en una lectura muy estimulante.
También en DC, a finales de 2003, Geoff Johns presentaba un cross-over entre la JSA y Hawkman titulado «Reinado Oscuro» (Sí, Marvel tendría también su Reinado Oscuro unos años después). El incidente que ponía en movimiento la trama consistía en la invasión /liberación de Kahndaq, en la que Rompeátomos asesinaba a sangre fría al dictador del país y Black Adam se erigía en su nuevo gobernante. El cross-over era una historia centrada en la acción que acababa dejando un statu quo muy importante para el futuro cercano de DC al dejar la JSA que Black Adam se quede con el país a condición de que no intervenga fuera de las fronteras de Kahndaq.
La más importante influencia en Marvel de la guerra de Irak tendría como protagonistas a los Héroes más Poderosos de la Tierra. Hay que recordar que en 2002, los Vengadores habían pasado, en su colección, a ser monitorizados por la ONU. La primera de sus actuaciones dentro de este nuevo status jugaba con importantes analogías de la realidad geopolítica del momento. En Avengers vol. 3 #58-60 (2002-2003) y de nuevo con Geoff Johns a los guiones, los Vengadores invaden el ficticio país de Slokovia (Irak) para detener a un supervillano conocido como Scorpio (Saddam Hussein) que se ha hecho con el inmenso poder de un artefacto mágico llamado La Llave del Zodiaco (Armas de Destrucción Masiva). Aunque Scorpio es derrotado, Slokovia continua dirigida por un brutal régimen militar que oprime al pueblo. Posteriormente en Thor vol. 2 #58, Iron Man vol. 3 #64 y Vengadores vol. 3. #63 Thor decidirá, unilateralmente, invadir el país, en este caso para derrocar a los militares y, según él, proteger los derechos humanos de la población civil. El resto de los Vengadores mostraran su preocupación ante cómo los actos de Thor pueden desestabilizar la región, especialmente teniendo en cuenta que Latveria es país fronterizo con Slokovia. Iron Man y el Capitán América viajan a Slokovia para intentar detener a Thor, lo que resulta en una batalla entre ellos que causa enormes daños materiales. Finalmente, Thor se da cuenta que su invasión del país sólo ha llevado a más muerte y sufrimiento del que pretendía evitar.
Con la perspectiva que nos da el tiempo desde que tuvo lugar el 11-S, es interesante constatar que uno de los cómics más poderosamente influidos por los atentados de Nueva York, pero también por los sufridos por las tropas estadounidenses en Irak, se publicara casi una década después. En Invasión Secreta (2008-2009) una raza alienígena con la capacidad de transformar sus rasgos físicos en los de cualquier otra persona, los Skrulls, se infiltra en la tierra para invadirla y conquistarla. El listado de analogías e imágenes simbólicas que retrotraen al lector a experiencias del mundo real y expresan el estado de ánimo de toda una sociedad envuelta en su particular Guerra contra el Terror, pueden encontrarse en esta miniserie. Es especialmente llamativa, por inusual, la asociación que en el cómic se hacen entre los alienígenas y el islam radical. Nos encontramos aquí con una raza alienígena que ataca la tierra con motivaciones religiosas y que consideran sus acciones parte de una cruzada (Jihad), con su habilidad para transformarse pueden esconderse en cualquier parte haciéndose pasar por cualquiera, hacen uso de soldados suicidas que se autoinmolan detonando bombas o lanzando aviones contra edificios; y anuncian en los medios de comunicación que, cuando la tierra sea conquistada, convertirán a la población a su religión. Invasión Secreta funciona, sobre todo, como relato que expresa los miedos e inseguridades de occidente en un mundo post 11-S y presenta la incertidumbre de los superhéroes ante los conflictos políticos y culturales del siglo XXI, especialmente el fanatismo religioso.
Guerra preventiva y operaciones encubiertas
Probablemente el aspecto más controvertido de esta nueva visión geopolítica del mundo post 11-S que tuvo un trasvase en los cómics de superhéroes fuera la aparición y mayor importancia dada a grupos de operaciones encubiertas (Black-ops). En DC, la Liga de la Justicia da luz verde, en JLA #100 (Joe Kelly y Doug Mahnke, 2004) a la creación de un subgrupo llamado Liga de la Justicia Élite, encargado de lidiar con misiones que la Liga convencional no puede permitir que se hagan públicas. Por otra parte, Marvel utilizara este argumento del grupo de operaciones especiales con un tono mucho más político. En Secret War (Brian Michael Bendis y Gabrielle Dell’Otto, 2004-2005) S.H.I.E.L.D. crea un grupo especial para infiltrarse en el Reino de Latveria y evitar que este estado “fallido” sea utilizado como mercado para vender armas de destrucción masiva a supervillanos. Aunque cualquier referencia a este tipo de armamento, nos recuerda inmediatamente al caso de Irak; creo que lo más importante de esta miniserie es la normalización de las operaciones encubiertas en un universo donde la mayoría de los personajes ya operan por encima de la ley y lo hacen, además, amparándose en máscaras o trajes que no permiten conocer su verdadera identidad.
Como si trataran de contar historias reales en lo que no deja de ser un mundo de fantasía, los guionistas utilizan estas narrativas para involucrar a los superhéroes en acciones y actividades más violentas y posiblemente ilegales que ni siquiera los superhéroes vigilantes se atreverían a acometer. En el periodo 2003-2006, estas intervenciones paralegales de los héroes todavía serán justificadas como actos necesarios para proteger a la población civil, emulando la ideología tras el discurso estadounidense para la invasión de Irak pero conforme la guerra vaya perdiendo el favor de la opinión pública, los grupos de operaciones especiales comenzarán a ser criticados y finalmente se transformarán en grupos no de superhéroes, sino de supervillanos. El punto de inflexión será otro ejercicio de retrocontinuidad desarrollado esta vez en New Avengers: Illuminati (Bendis y Jimmy Cheung, 2006), miniserie de 5 números donde se narra cómo algunos de los más influyentes representantes de las más importantes comunidades superheroicas del Universo Marvel (Vengadores, Cuatro Fantásticos, X-Men, Inhumanos, etc.) se reúnen para intentar crear un sistema de comunicación y alianza entre ellos que facilite la actuación conjunta de los superhéroes ante amenazas extraterrestres contra la tierra. “Cuando la tierra sea atacada de nuevo, nosotros seremos quienes tendremos que salir en su defensa. No hay nadie más. Ningún ejército está preparado. Para el resto del universo somos los protectores de este planeta” dice Iron Man en la primera reunión de los Illuminati. Sin embargo, rápidamente, lo que parece el embrión de una coalición de héroes se transforma en una sociedad secreta que se erige como última autoridad moral a la hora de decidir quién es una amenaza para la tierra y cómo enfrentarse a ella. Todos los reunidos aceptan formar parte de esta sociedad excepto Pantera Negra que abandona la reunión pronunciando unas palabras que vaticinan muy bien las repercusiones que la creación de los Illuminati tendrá en el Universo Marvel durante años:
“Acabáis de decidir por vosotros mismos que sois los protectores de la tierra. Y que sólo vuestros compañeros o familia son lo bastante dignos de confianza para ser incluidos en el proceso. ¿Qué ocurrirá cuando no estéis de acuerdo? ¿Cuándo uno de esos momentos importantes os encuentre enfrentados unos con otros en una reunión secreta? ¿Qué pasará entonces?»
La PATRIOT Act
De las consecuencias políticas del 11-S, la redacción de nuevas leyes para prevenir futuros ataques terroristas ha sido una de las menos conocidas por la opinión pública internacional pero la que más ha afectado a los ciudadanos que la conforman. Sin duda, la más controvertida de estas nuevas leyes sería la Uniting and Strengthening America by Providing Appropriate Tools Required to Intercept and Obstruct Terrorism Act o más conocida como USA PATRIOT Act, aprobada con amplio apoyo en Octubre de 2001. Varios autores han estudiado cómo la PATRIOT Act se creó como una pieza fundamental en la Guerra contra el Terror, al modificar leyes ya existentes con el objetivo de eliminar cualquier impedimento legal a la hora de monitorizar actividades sospechosas de estar relacionadas con un acto terrorista.
Las repercusiones de una ley como la PATRIOT Act en el mundo del cómic de superhéroes son difíciles de rastrear en un primer momento. Al fin y al cabo se trata de una normativa bajo cuyo paraguas el Gobierno de EE.UU. ha justificado toda una serie de actuaciones cuestionables desde el punto de vista humanitario como la detención sin cargos de prisioneros en la cárcel de Guantanamo y la intervención de las comunicaciones tanto dentro como fuera de los EE.UU. como dejó al descubierto la información filtrada por Eduard Snowden en 2013. Si bien es cierto que este nuevo statu quo legal proporcionaba mucho material interesante para poder enriquecer la narrativa de las historias de superhéroes, también es verdad que era arriesgado presentar relatos abiertamente hostiles con la administración del Presidente Bush en los primeros años post 11-S. Cuando el Capitán América viaja a Guantánamo en la saga “Homeland” perteneciente a Captain America vol. 4 #21-25 (Robert Morales y Chris Bachalo, 2004) lo hace como invitado a formar parte de un Tribunal Especial para juzgar a miembros de Al Qaeda capturados en Afganistán e Irak. Se entiende que la presencia de un icono como el Capitán valida de alguna forma no sólo el proceso judicial sino también el encarcelamiento previo. En esta historia, si bien se plantean dudas acerca de la legalidad del encierro de muchos de los prisioneros en Guantanamo y se insinúa que no todos los prisioneros tienen que ser, necesariamente, terroristas; acaba haciendo propia la versión del Gobierno estadounidense referida a las conexiones entre Al Qaeda y Saddam Hussein al introducir un giro de guión en el que un grupo de prisioneros escapa de Guantanamo y, con armas de destrucción masivas que afirman Saddam le proporcionó a Al Qaeda, pretenden atacar Cuba y culpar de este ataque a los norteamericanos. La nueva realidad geopolítica es presentada al lector en toda su intensidad cuando el ejército cubano y el Capitán América colaborarán para evitar que este plan se lleve a cabo, e incluso el propio Fidel Castro aparecerá en el cómic para ofrecer asilo a un prisionero iraní de Guantánamo que ha ayudado a abortar el complot.
Dejando aparte esta clase de historias que obligan a un enorme esfuerzo para suspender la incredulidad del lector, hablar de la PATRIOT Act en universos superheroicos en hacerlo de una de las sagas más importantes publicadas en Marvel en lo que llevamos de siglo XXI: Civil War. Con ella, Marvel introducía de lleno su universo dentro del comentario político y cultural del momento al presentar una nueva Acta de Registro Superhumano que obligaba a todos los superhéroes, a los humanos al menos, a revelar su identidad secreta y aceptar trabajar para el gobierno norteamericano si no querían ser declarados delincuentes al margen de la ley. Rápidamente se formaran dos bandos dentro de la comunidad superheroica, los que están a favor del registro, dirigidos por Iron Man, y los que están en contra, comandados por el Capitán América.
En primer lugar, Iron Man, prefigurando el que será su origen fílmico, reinventa de nuevo su posición de centralidad dentro del Universo Marvel pero esta vez lejos de las connotaciones con Vietnam y la guerra fría sino como producto de la Guerra contra el Terror, convirtiéndose en más que el enlace, la personificación del gobierno de Bush en los cómics. Esta relación se hace patente en la saga “La Mejor Defensa” publicada en The Invencible Iron Man vol. 3 #73-78 (John Miller y Jorge Pereira Lucas, 2003-2004) donde Tony Stark acepta el puesto de Secretario de Defensa de los EE.UU. y vuelve a desarrollar tecnología armamentística para el ejército norteamericano. Iron Man será, precisamente, quien impulse y defienda el Acta de Registro Superhumano en Civil War, lo que llevará a un conflicto abierto entre superhéroes que surge de los debates post 11-S sobre la PATRIOT Act y la vigilancia por parte del gobierno a sus propios ciudadanos. En dicho conflicto, Iron Man representará el bando de los que buscan la seguridad de la población incluso si eso conlleva suspender algunas libertades civiles.
Por lo tanto, si recordamos la evolución del personaje desde su “resurrección” en la década de los sesenta, no es extraño que el bando contrario esté dirigido por el Capitán América, quien se erige como defensor de los derechos y libertades de los superhéroes que no quieren registrarse. El bando que lidera el Capitán se posiciona en la clásica visión del superhéroe como individuo que opera por encima de la ley únicamente impulsado por su propio código ético. En la historia “Rubicón” publicada en Iron Man Captain America Casualties of War #1 (Christos Gage y Jeremy Haun, 2007), ambos personajes discuten sobre el conflicto que mantienen respecto al Acta de Registro, intentando convencer al otro de que su postura es la correcta. Esta confrontación dialéctica e ideológica acaba deslizándose al terreno personal, algo normal teniendo en cuenta la intensa relación personal que ha unido a estos personajes durante años. “Siempre has pensado que tú sabes lo que es mejor para todos porque eres un genio, y cuando tomas una decisión ya no hay más que hablar” afirma el Capitán mientras que Stark responde que “no puedes ver las cosas desde mi perspectiva porque se basa en la premisa de que los superhéroes cometen errores. Y tú eres el Capitán América. Tú no cometes errores”.
Desgraciadamente, el debate político de la saga queda desdibujado cuando el bando pro-Registro es presentado como “los villanos” en el momento en que comienzan a tomar decisiones no sólo cuestionables sino abiertamente censurables desde el punto de vista moral. Stark y Reed Richards crean un clon de Thor que acaba asesinando al héroe anti-registro Goliat; implantan chips para controlar a supervillanos, los lanzan a cazar héroes renegados y construyen una prisión dentro de otra dimensión para encerrarlos en clara analogía con Guantánamo. “Ya no vivimos en 1945. La gente no quiere máscaras ni identidades secretas. Quieren sentirse a salvo cuando nos ven y esta es la única manera de recuperar su respeto” le dice en otro momento Iron Man al Capitán. Y, si bien es cierto lo que dice, el lector también puede preguntarse si merece la pena pagar el precio por sentirse “seguro” en un mundo donde habitan seres superpoderosos. Iron Man defiende una posición en la que el fin justifica los medios, un controvertido utilitarismo que potencia el dramatismo en la narración por encima de la coherencia del personaje. En el acto final de Civil War, el Capitán e Iron Man luchan cruentamente en Nueva York y, justo cuando el Capitán, va a dar el golpe de gracia a un derrotado Iron Man, es detenido por un grupo de personas entre los que se distinguen bomberos, policías y personal de emergencias, quienes le recuerdan a Steve Rogers que la opinión pública está a favor del Registro y que, además, su enfrentamiento con Iron Man ha provocado un alto índice de destrucción por toda la ciudad. El Capitán, al tomar conciencia de lo que han ocasionado sus acciones, se rinde ante las autoridades. La interpretación es clara: la batalla termina porque el Capitán América toma conciencia de que la confrontación entre ambos bandos está tanto real como metafóricamente a los EE.UU. La capitulación del bando anti-Registro puede interpretarse como una aceptación de que en el mundo real la ciudadanía no permitiría a superhéroes disfrazados tomarse la justicia por su mano, pero también de las consecuencias que tiene para la población cuando los héroes que defienden la libertad pierden de vista el que debería ser su objetivo principal, proteger a la gente.
El epílogo a Civil War provocó gran atención de los medios de comunicación al publicarse en Captain America Vol. 5 #25 (Ed Brubaker y Steve Epting, 2007) cómo Steve Rogers es asesinado de un disparo al salir esposado de unos juzgados. El impacto de esta muerte en los medios de comunicación, sobre todo estadounidenses, fu reseñable. Para Los Angeles Times, la muerte del Capitán América era un símbolo de la decepción de los norteamericanos con la política del gobierno estadounidense referente a la Guerra contra el Terror; el Washington Post hablaba de la muerte del personaje como una pérdida en los ideales del viejo sueño americano; mientras que ABC News se refería al fallecido como una víctima de los tiempos que corrían. Con el Capitán muerto y Iron Man como nuevo director de S.H.I.E.L.D. desarrollando “La Iniciativa”, su proyecto de defensa y seguridad dentro del Universo Marvel, la editorial reiteraba su idea de que, si Marvel debía conectar sus narrativas con los acontecimientos del mundo real, no se presentaban buenos tiempos para los superhéroes.
El apoyo, no sólo del gobierno, sino de la mayoría de la población a medidas que coarten las libertades individuales para prometer una mayor seguridad, es la idea que subyace en Marvel con la publicación de la saga “Reinado Oscuro” (2008-2009). Al final de Invasión Secreta las televisiones de todo el mundo retransmiten cómo quien acaba con la líder de los invasores extraterrestres no es ningún superhéroe sino Norman Osborn, también conocido como el Duende Verde e histórico villano de las historias de Spiderman. Osborn desposee a Iron Man del control de S.H.I.E.L.D. y asume el control de la comunidad superheroica con permiso del Presidente. Lo primero que hace es juntar a su propio equipo de Vengadores, formado por villanos, monstruos y asesinos, eso sí, disfrazados con la identidad de varios superhéroes; utilizando los amplios recursos puestos a su alcance para dar rienda suelta a su megalomanía mientras que los clásicos Vengadores se convierten en un grupo en la más absoluta clandestinidad. Al lector se le lanzaba alto y claro el mensaje “los buenos no tienen porqué ganar siempre”, algo que, en un mundo post 11-S y post Guerra de Irak, resonaba no sólo con fuerza sino con una extraña familiaridad. En el Universo Marvel, ni la población, los medios de comunicación, o los políticos cuestionaban el creciente poder de Osborn; lo único que les importaba es que en él veían a alguien capaz de protegerles.
La oscura y en muchos momentos desesperanzadora etapa abierta en el Universo Marvel con Civil War llegó a su fin con la saga “Asedio” (Bendis y Olivier Coipel, 2010), en la que Thor, Iron Man y el “renacido” Capitán América/Steve Rogers unen de nuevo sus fuerzas para derrotar a Osborn y sus Vengadores Oscuros cuando éstos últimos lanzan un ataque contra Asgard, el hogar de Thor. Con la victoria de los auténticos Vengadores, el statu quo se restablecerá plenamente en una nueva línea argumental que Marvel titulará “La Edad Heroica”, y en ella tendrá también su importancia el nuevo Presidente de los EE.UU. que todos conocemos puesto que será Obama en persona quien le dará a Steve Rogers el perdón presidencial por ir contra la ley durante Civil War, a la vez que derogará el Acta de Registro Superhumano lo que permitirá al Capitán América recobrar su puesto como legítimo líder de los héroes más poderosos de la tierra.
Cuando los villanos ganan
Grant Morrison afirma que la tendencia más importante que han presentado las historias de superhéroes en el siglo XXI es la de un mundo distópico en el que los héroes han sido derrotados y los villanos reinan triunfantes. Él mismo habla de cómo una miniserie publicada en Image titulada Wanted (Mark Millar y J. G. Jones, 2003-2005) sería la que que mejor define el mundo del cómic en el nuevo siglo. En Wanted, el universo que se nos presenta es uno prácticamente idéntico al nuestro pero que esconde un oscuro secreto. Veinte años atrás, los supervillanos se unieron y derrotaron a los superhéroes para siempre, haciéndose con el control del mundo. Para su guionista, Mark Millar, nuestra realidad sería una en la que los villanos ya han ganado, puesto que lo que quiere un criminal es no sufrir las consecuencias de sus actos ilícitos, y, según el escritor, eso es justo lo que pasa en nuestro día a día, donde los peores criminales corporativos o políticos no se enfrentan a las consecuencias de sus acciones.
El cómic mainstream de superhéroes abordará estas narrativas de villanos, temporalmente victoriosos, de dos maneras. En la primera de ellas el villano se infiltrará o accederá a un puesto de alta responsabilidad dentro de la administración política de los EE.UU. El caso más llamativo será el de la archinémesis de Superman, Lex Luthor. Luthor, con el reboot de la colección en los años ochenta después de Crisis en las Tierras Infinitas, había pasado de ser el clásico mad doctor ha convertirse en un empresario maquiavélico y multimillonario. En el año 2000, coincidiendo en el tiempo con la polémica elección de George W. Bush, Lex Luthor se convertía en el Presidente de los EE.UU. del Universo DC, lo que habría todo un campo de posibilidades en lo referente a su relación con Superman. La nueva posición del villano le convirtió en un personaje recurrente no sólo en las historias del Hombre de Acero sino también en la de otros héroes como Batman o la Liga de la Justicia. El clima político y social post 11-S permitió a DC utilizar al personaje para analizar las consecuencias que, dentro de la administración estadounidense, podrían llegar a tener la corrupción generalizada y el abuso de poder. Es el caso de la historia publicada en JLA #83 (Joe Kelly y ChrisCross, 2003) donde Luthor se aprovecha de su posición como Presidente para solicitarle a Superman que invada el ficticio país de Qurac, en Oriente Medio, para evitar que puedan hacer uso de armas de destrucción masiva. Los superhéroes compañeros de Superman y él mismo rechazarán llevar a cabo esta invasión y Luthor retirará a Wonder Woman sus credenciales como embajadora en EE.UU. y no dudará en criminalizar las protestas que se están sucediendo en varias ciudades del país en contra de sus planes de invasión; todo ello en clara analogía con la oposición de la opinión pública internacional a la invasión de Irak ese mismo año.
Igual de crítico pero muy distinto en desarrollo es el camino tomado por Marvel a la hora de mostrar cómo las instituciones de EE.UU. pueden ser utilizadas como herramientas para hacer el mal. En la saga “Zona Roja”, publicada en Avengers vol.3 #65-70 (Geoff Johns y Olivier Coipel, 2003), los Vengadores acuden a un Parque Nacional donde, al parecer, se ha producido un ataque con armas biológicas que ha acabado con la vida de casi 2000 personas. Los héroes descubren que el gas mortífero procede de una fábrica de armamento del gobierno de EE.UU. destinada a la guerra bacteriológica, y que, Cráneo Rojo, el clásico enemigo del Capitán América, se ha infiltrado en las altas esferas del estado y, bajo un disfraz, ejerce de Secretario de Defensa. Su plan consiste en desarrollar nuevo armamento y usarlo en territorio norteamericano para así engañar a los EE.UU. para que ataquen a países como Corea del Norte y provocar de esta manera que EE.UU. continue empantanado en guerras exteriores. El villano reconoce a los EE.UU. post 11-S como una tierra fértil para que crezcan el odio y la desconfianza pero, finalmente, es derrotado por los Vengadores. Esta saga presenta una visión de la política como susceptible no sólo de fallar a la ciudadanía sino, lo que es peor, de albergar auténticos criminales y gente malvada en su interior. Cráneo Rojo no deja pasar la oportunidad de definir a la sociedad estadounidense como “dominada por el miedo” y madura para evolucionar de un sistema de libertades a un gobierno fascista.
The Ultimates
Cualquier recuperación del impacto de la guerra de Irak y del gobierno de George W. Bush en el cómic estadounidense estaría coja sin mencionar el tebeo que mejor expresa la evolución de la visión de un universo superheroico entroncado con la realidad geopolítica: The Ultimates. Para entender de dónde surge The Ultimates tenemos que retroceder hasta el año 2000 cuando, el por aquel entonces presidente de Marvel, Bill Jemas, propone lanzar una serie de colecciones que cuenten los orígenes de los personajes más famosos de la editorial como si tuvieran lugar hoy en día. A priori, se trataba de un intento más para aproximarse a un nuevo lector que, presuntamente, se asustaría al coger un cómic de Marvel y ver que la mayor parte de los héroes cargan con casi medio siglo de historia a sus espaldas. Jemas apostó por guionistas sin mucha experiencia en las grandes editoriales y que apenas habían trabajado en cómics mainstream como Brian Michael Bendis y Mark Millar. El proyecto dio en llamarse Universo Ultimate y sus primeras colecciones estuvieron dedicadas a los superventas de Marvel. Ultimate Spiderman y Ultimate X-Men se lanzaron en 2000 y 2001 con gran éxito de crítica y público. El siguiente paso sería “ultimatizar” a los clásicos Vengadores.
Tras los problemas con la censura sufridos en The Authority, Mark Millar, en vez de renegar de su estilo crítico y contestatario, decidió asumir para la colección de los Vengadores “definitivos” una aproximación que, dependiendo del punto de vista del lector, parecería bien posicionarse a favor de la política exterior intervencionista de EE.UU., o bien de todo lo contrario, criticándola de forma irónica y exponiendo sus contradicciones. El guionista decide presentar a los héroes en un mundo lo más parecido a la realidad, eliminando cualquier elemento fantástico (al menos en sus dos primeros años de publicación) y apoyándose en narrativas claramente inspiradas en lo que estaba ocurriendo en la sociedad de la época. Aunque la mayor parte de sus componentes son civiles, los Ultimates serán creados y financiados por el Gobierno estadounidense como una extensión de las operaciones de EE.UU. en su Guerra contra el Terror; es decir, superhéroes como parte integrante de la estructura militar-industrial de la nación. A nivel moral, los personajes son representados lejos de ser heroicos. Iron Man es un cínico, mujeriego y alcohólico obsesionado con las relaciones públicas tanto propias como las del grupo; Bruce Banner es un científico miedoso que libera una bestia hiperviolenta y sádica cuando se transforma en Hulk; Hank Pym es un depresivo con un gigantesco complejo de inferioridad que maltrata a su esposa; el Capitán América es un soldado que defiende unos principios basados en el ultranacionalismo estadounidense lo que incluye matar si sirve para completar la misión, mostrar unos inquebrantables valores conservadores y un sonoro desprecio a resolver los conflictos de cualquier otra forma que no sea violenta. Como contrapeso ideológico Thor es un hippie que se mueve entre grupos anti-globalización, denuncia la actitud criminal e imperialista de los EE.UU. y es tachado por loco cuando se refiere a sí mismo como un Dios. Cuando Banner y Nick Furia tratan de reclutar a Thor, el guionista británico no tiene problema en poner en boca del Dios nórdico lo que muchos pensaban de las estrategias de seguridad ejercidas por la Administración Bush:
Banner: Los Ultimates no son un ejército, amigo. Es un equipo de superhéroes que hemos reunido para ocuparse de los problemas post-humanos que las fuerzas armadas no pueden manejar.
Thor: Me da igual que llevéis capas o botas de combate, hombrecito. Solo sois matones uniformados que aplastareis cualquier amenaza al sistema corrupto. Volver con vuestro amos y decidles que el hijo de Odín no está interesado en trabajar para un complejo militar-industrial que organiza guerras y asesina inocentes. Ahora habláis de supervillanos, pero es sólo cuestión de tiempo que os envíen a matar por el petróleo o el libre comercio.
Nick Furia: (…) Dijiste que ibas a salvar el mundo.
Thor: Claro que voy a salvar el mundo, General Furia. De gente como tú.
La primera intervención del grupo tendrá lugar cuando Hulk aparezca descontrolado causando el caos en Nueva York. La intervención del gobierno norteamericano en la creación de Hulk será ocultada a los medios de comunicación y los Ultimates aparecerán ante la opinión pública no sólo como los héroes que han salvado a la ciudad sino como la justificación del programa gubernamental que los vio nacer. El volumen uno de la serie finalizará en un tono decididamente más superheroico cuando los Ultimates detienen la invasión de la tierra por parte de una raza alienígena. El segundo volumen de la colección ahonda en los conflictos internacionales y en la posición de los Ultimates como herramienta militar de EE.UU. El Capitán América realizará una incursión en Irak para rescatar a unos rehenes y posteriormente el grupo decidirá intervenir a mayor escala en un país extranjero, invadiéndolo y ocupándolo en una situación que ya anticipaba Thor al aparecer en un programa de televisión declarando que el juicio que se está llevando a cabo contra Bruce Banner/Hulk en realidad sólo sirve “para distraerles de la verdadera atrocidad, que son las tropas superhumanas en los llamados estados rebeldes. Olviden este teatrillo con el que les están atontando. Nuestra principal preocupación debería ser los rumores de que se están desplegando Ultimates en Siria e Irán”. No es extraño que, por tanto, Thor acabe siendo considerado un enemigo para el resto de miembros del grupo, derrotado en combate y encerrado en una celda de máxima seguridad privado de sus poderes. A continuación, los Ultimates invadirán varios países de oriente medio, incluyendo Irán, con el objetivo de desarmar a sus ejércitos.
Los Ultimates acaban convertidos (y son definidos) como “Personas de Destrucción Masiva”, equivalentes al armamento nuclear del mundo real. Y al igual que ocurrió cuando se comenzó a utilizar la energía nuclear como arma, dentro del Universo Ultimate, otros países además de EE.UU. buscarán la forma de crear sus propios supersoldados. En la última saga escrita por Millar para la serie, “El Gran Robo de América”, un grupo de superseres llamados los Liberadores, formados gracias a una coalición entre Rusia, China, Siria y Corea del Norte, invade los EE.UU. y, en un primer momento, derrota a los Ultimates. Los Liberadores consideran que EE.UU. es una amenaza para la paz mundial y culpable de cometer actos terroristas por todo el globo. El guionista se preocupa mucho de no presentar al líder de los Liberadores, el Coronel Abdul Al-Rahman, como un villano de opereta sino como un personaje con unas motivaciones antiamericanas claras que además está lejos de comportarse de manera cruel (“la prioridad ahora es mantener las bajas al mínimo. El pueblo estadounidense no debe sufrir por los crímenes de su gobierno”) y más preocupado por las consecuencias de las políticas neoliberales de EE.UU. que por obtener una satisfacción personal en la derrota de su enemigo. Como afirma en un momento dado, “No vine buscando venganza (…). Me ofrecí voluntario para dirigir este colectivo internacional porque los planes de EE.UU. tenían que ser detenidos. El mundo es un lugar más seguro ahora que este nuevo Imperio Romano ha sido frenado”.
“El Gran Robo de América” es un corolario de simbología contraria a la política de EE.UU. en la era Bush que además apuesta por poner a los estadounidenses frente al espejo de sus acciones y para ello el guionista juega hábilmente con las analogías entre la invasión real de EE.UU. a Irak y la ficticia de los Liberadores a EE.UU. En el cómics vemos cómo las fuerzas de “liberación” derriban la estatua de la libertad como se hizo con la de Saddam Hussein, ordenan detener a George W. Bush acusado de crímenes contra la humanidad, o afirman que organizarán elecciones libres lo antes posible. Y al igual que la población iraquí acabó gestando a la insurgencia que se levantó frente a sus “liberadores” norteamericanos, así también el pueblo de EE.UU. y los Ultimates se revelarán contra las imposiciones de los Liberadores. En unos últimos números dedicados a batallas bigger-than-life, los “villanos” serán derrotados, la mayor parte de ellos muriendo de forma brutal, y el statu quo será restaurado en el planeta.
A pesar de este final donde la crítica quedaba eclipsada por el espectáculo, el poso ideológico de Millar es más que evidente. Los Ultimates no son antihéroes, son superhéroes que actúan y piensan como supervillanos pero que no tienen ni idea de que son supervillanos (lo que recuerda a las palabras de Warren Ellis sobre The Authority a los que a él mismo consideraba supervillanos). A pesar del retrato que el guionista hace de personajes como el Capitán América, The Ultimates es el cómic mainstream en este siglo XXI más crítico con el complejo militar-industrial estadounidense, siendo casi una parodia que se toma en serio a sí misma de los excesos de héroes que lo son casi por accidente.
La guerra en el cómic independiente USA
La última parte de este artículo está dedicado una serie distinta de obras. Hablo de aquellas que desde fuera de los superhéroes Marvel y DC, tuvieron más libertad para hablar de la guerra de Irak. Muchas de estas obras nunca se han publicado en España pero componen un conjunto de cómics de indudable valor histórico dentro del noveno arte y que funcionan, bien como testamento de una época, o (si nos referimos a cómics más recientes) como ejemplo del impacto de un evento histórico en narrativas posteriores.
Y aunque pueda parecer contradictorio con el párrafo anterior, la primera obra que destaco fue precisamente publicada por Marvel aunque se trataba de un cómic alejado de su universo ficticio repleto de superhéroes. Estoy hablando de Combat zone. True tales of Gi’s in Iraq #1-5 (2005) donde el periodista Karl Zinsmeister adaptaba su propio libro en el que contaba sus peripecias empotrado en una unidad del ejército estadounidense durante la invasión de Irak. Ilustrado por Dan Jurgens y sobre el que Marvel ejerció un férreo control editorial que hizo al escritor quejarse de retoques en su historia, Combat Zone es un relato saneado e incluso diríamos que blanqueado de la labor de los militares norteamericanos y que resalta poderosamente frente a la idea que la opinión pública internacional tenía por entonces de la intervención.
En este género de narrar en forma de cómic las vivencias de periodistas en la guerra también se incluye War Fix de David Axe y Steve Olexa publicado en 2008 en España por Glenat y Editores de Tebeos. En este caso, el protagonista/reportero es el eje de una historia que le retrata como un adicto a la guerra y al chute de adrenalina que le proporciona estar en primera línea de fuego.
En DC, pero dentro del sello Vértigo, encontramos una de las obras más famosas dentro de este grupo, Los Leones de Bagdad de 2006 por Brian K. Vaughan y Niko Henrinchon. Visualmente precioso, el cómic muestra un punto de vista de la invasión USA tan particular como lírico (la de un grupo de leones que a raíz de los bombardeos se ven liberados de su cautiverio en el zoo de Bagdad), con unos personajes que crean algo parecido a una fábula moderna que puede ser disfrutado por el lector independientemente de su edad. También en Vertigo pero claramente fallida tenemos una miniserie de 5 números publicada en 2009, Haunted Tank. En este caso, se intenta adaptar la historia del personaje, conocido por ser un tanque encantado de la segunda guerra mundial, a un entorno moderno en el que tenemos a un militar afroamericano al mando de un moderno M1 Abrams que tiene que hacer team-up con el fantasma de un general confederado.
En el polo opuesto y presentado un visión crítica y mordaz de la invasión, tenemos Special Forces de Kyle Baker, publicado por Image en 2007. Las “Fuerzas Especiales” del título son un puñado de críos enviados a la guerra, ansiosos por matar lo primero que se les ponga por delante y que conforman una troupe llena de criminales, estafadores y, en general, personas no aptas para llevar un arma encima. Con la perspectiva que da el tiempo, el lector puede disfrutar de la exagerada comedia de Baker sin pensar en las atrocidades que se cometieron en sitios como Abu Ghraib.
Sin abandonar la crítica pero desde un tono más periodístico, no puedo olvidar tres piezas creadas por Joe Sacco entre 2006 y 2007 para el periódico The Guardian («Complacency Kills» y «Trauma on Loan!) y la revista Harper’s («Down! Up! You are in the Iraqi Army now»). Con su particular estilo, el multipremiado autor de Palestina, realiza una crítica sin tapujos de la ocupación americana y sus excesos criminales como las torturas a los sospechosos de terrorismo. En España, se pueden encontrar en Reportajes, antología de historias cortas del propio Sacco y publicado por Reservoir Books.
Con la perspectiva del tiempo, se han publicado obras que han permitido a sus autores un uso de la guerra de Irak menos condicionado por la actualidad del conflicto. La reflexión que se apoya en los años pasados puede dar lugar a obras de gran calado emocional como Walking Wounded: Uncut Stories from Iraq de 2015. En esta excelente novela gráfica, Olivier Morel y Maël ya tratan la guerra como un pasado cercano y se centran en las vivencias de los veteranos que volvieron de Oriente Medio con varias secuelas físicas y psicológicas.
Por supuesto, no podemos terminar este segmento sin hablar de Tom King. Ex-oficial de la CIA y actualmente uno de los autores estrella del cómic USA, King no ha tenido reparo alguno en hablar en varias de sus obras como guionista de sus experiencias o reflexiones acerca de su experiencia en la Irak ocupada por los estadounidenses. El Sheriff de Babilonia, la obra que le lanzó a la fama en el mundo del cómic, publicada como maxiserie de 12 números entre 2015 y 2016, narra de forma efectiva (y algo efectista) un policiaco en una Bagdad donde el protagonista trata de resolver un asesinato sin caer en la paranoia del que se siente amenazado incluso dentro de la Green Zone estadounidense. Soy de los que opinan que este es un muy buen cómic que se beneficia de un trabajo magnífico de Mitch Gerads y que se puede disfrutar en cualquiera de las múltiples ediciones que ha publicado ECC.
Quien quiera rastrear el impacto de la estancia de King en su obra tiene varios ejemplos pero creo que merece mucho la pena reivindicar Strange Adventures, de nuevo una maxiserie de 12 números (2020-2022) y en compañía una vez más de Mitch Gerads (sin olvidar a Evan Shaner). Adulta, compleja, nada complaciente con el lector, llena de lecturas y detalles, Strange Adventures es una de las reflexiones más honestas sobre la guerra y el precio que pagan las personas que pretenden salir indemnes de la misma.
En conclusión
Para cuando las tropas de EE.UU. se retiraron de Irak en 2011, se calcula que entre 250.000 y 460.000 personas, más de la mitad de ellos civiles, habían muerto a raíz de la invasión al país en 2003. La violencia sectaria y la aparición del ISIS convirtieron a Irak en un infierno para sus habitantes. La, a todas luces, equivocada estrategia de ocupación estadounidense provocó más daño a la población civil de lo que los planificadores de la guerra habían siquiera imaginado. Es especialmente esclarecedor, en este sentido, releer el magnífico libro La Puerta de los Asesinos de George Packer, donde este periodista republicano y a favor de la guerra queda completamente consternado ante la labor en Irak del gobierno que él apoya. En el caso del cómic, como una de las industrias creativas más apegadas a la cultura popular, las reflexiones más críticas necesitarían años para poder ver la luz. Aún así, creo que hemos constatado cómo el noveno arte sigue siendo un vehículo extraordinario para reflejar problemáticas geopolíticas e ideológicas desde todo tipo de prismas y aproximaciones. La guerra de Irak también puede ser recordada con un cómic
Esa generación que creció quejándose de Bush y sus políticas hostiles… ¿Por quien rayos votaron en el 2016?? Tendrían que haber hecho una multisaga Joker Presidente por estos años.
Y muy buena Los leones de Bagdad. Muy triste también.
Discrepo. Del mismo modo que el candidato del complejo militar industrial en aquella época era Bush Jr. ahora lo es Biden, no Trump. Ojalá Biden nos estuviese conduciendo a un escenario de paz internacional.
El problema era las opciones que había sobre la mesa, empecemos por decir que Bush no debió ser elegido presidente ya que hicieron un fraude tremendo a Gore, pero en la nación de «la democracia perfecta» en ese entonces se guardaban las formas o al menos las apariencias ya que los democratas se quejaron pero hasta ahí, cosa que con Trump se dejo de lado para siempre.
Se que resulta contrafáctico prever que Gore no haría lo mismo, pero con el diario del lúnes y por todos los sucesos que siguieron dudo que hubiera hecho lo mismo.
Y ojo, que todo lo que vino despúes fue nefasto, Bush se va por la crisis económica más que por la guerra, y Obama que era la nueva política fue de terror por donde se lo mire y la frutilla del postre fue enviar de candidata por el partido democrata a Hillary Clinton que solo tenía más a la derecha a Trump; ninguno de los candidatos eran decentes por no decir que eran de terror.
Respecto a los comics que era el tema, en el especial Superman Action Comics 1000, una de las historias es una excelente analogía entre la candidatura de Luthor y la de Trump, donde para colmo en esa cena aprovechan para criticar solapadamente a Obama por todos los crimenes de guerra que comete.
Mención especial a los trabajos de Jurgens y Johns en Marvel reflejando esa situación, como así también el de la JLA: Superpower.
Pareciera que cada vez mas nos quedamos sin muchas opciones mas alla del mal menor.
Y lo digo pensando en que esto se puede aplicar a cualquier estado.
Totalmente, lo triste es que pasa en todas partes del mundo.
Gran iniciativa, aunque un poco coja por no mencionar siquiera la Primera Guerra del Golfo. En todo caso queda claro que el mainstream por su enfoque pop ni quiere ni puede comentar la realidad ya que ni tiene guionistas capaces para eso ni osa salirse de lo que en cada instante se considera aceptable. Bien es cierto que por esos años muchos aficionados no habrían tolerado historias serias o críticas sobre los temas en cuestión. Son las redes sociales las responsables de que hoy el mainstream sea más cobarde que en el siglo XX?