Lo Mejor de 2011: Marvel y el año en el que Alonso se convirtió en el nuevo Quesada

Introducir una nueva serie en los superpoblados macrouniversos de ficción y conseguir que esta se mantenga estable más allá de la década en la que fueron creadas es hoy por hoy un logro al alcance de unas cuantas elegidas. Gracias a una potente premisa y a saber reinventarse constantemente a si mismos, los más buscados fueron unos de los últimos en conseguirlos. Y es que desde 1998 a la actualidad, la serie creada por Kurt Busiek ha concatenado una sucesión de etapas encomiables a la que ahora hay que sumar la de Jeff Parker. Si con Agentes de Atlas el guionista ya nos demostró su habilidad para reunir elencos distópicos en historias invadidas por el espíritu del Pulp, ahora nos sumerge en la interminable lucha por la redención de Piedra Lunar, el Fantasma, Juggernaut y sus compañeros. Con Luke Cage como nuevo maestro de orquesta y un enfoque que recuerda a los añorados Suicide Squad de Ostrander, Parker sabe moverse con tanta elegancia entre los intereses de guardianes y presidiarios como lo hace entre la fina línea del bien y del mal. Con el poderío visual de Walker como guinda con la que coronar este dulce manjar, entre los dos hacen de esta serie uno de los títulos más disfrutales de la actualidad.

Cada vez que el nombre de la gallega Emma Ríos aparece ligado a uno de los títulos de la casa de las ideas este se convierte inmediatamente en un imprescindible ineludible para el grueso de los redactores de nuestra web. Prodigándose con suma generosidad desde que nos dejara boquiabiertos con la miniserie de Extraño, no terminábamos de tener claro si quedarnos con la miniserie de Osborn o la protagonizada por Capa y Puñal durante el evento de la Isla Araña. Y es que si a parte del equipo nos seducía la angustiosa atmósfera y los monstruosos diseños que era capaz de crear en la obra protagonizada por la eterna némesis de Spider-Man, al final tuvimos que rendirnos ante las aguerridas composiciones de páginas y la belleza onírica del relato centrado en la pareja de justicieros creados por Bill Mantlo. Con un Nick Spencer que demuestra su manejo con esos personajes atrapados en encrucijadas vitales usualmente ligadas a edades muy concretas, la única pega es que lo que podía haber sido una serie regular para el deleite de todos ha terminado reducida a un exquisito bocado que nos ha seducido imaginando todo lo que podía haber dado de sí. Al menos tenemos muy claro que a Emma le queda cuerda para rato, y si no, os recomiendo encarecidamente haceros cuanto antes con el crossover entre Spider-Man y Daredevil que anda desarrollando Mark Waid.

De las profundidades del espacio a los bajos fondos de Nueva York y otros entornos urbanos nada recomendables, los DnA siguen estando entre nuestras principales referencias cuando buscamos entretenimiento superheróico como el de antes pero con esas dosis de ingenio con las que hacer nuevo lo viejo. Por desgracia su etapa en los Heroes de Alquiler no han conseguido conectar con el público como lo hicieran sus trabajos en la franquicia cósmica y nos va a tocar pagarlo con la cancelación prematura de la colección. Reclutando a un tropel de segundones con carisma de esos que pueblan el lado más urbano de Marvel Comics, los guionistas convierten a Misty Knight y Paladín en sus particulares Oráculo y David Addison mientras nos sumergen en pintorescas tramas que van desde contrabando de pistolas demoníacas hasta luchas clandestinas con dinosaurios. Alternando momentos de pura acción con diálogos cargados de chispa, los guionistas dan forma a una compleja red del crimen a la que deben hacer frente mientras los personajes vienen y van. Con unos expresivos Brad Walker y Kyle Hotz a los lápices, la serie se nos ha antojado como una iniciativa fresca con la que recuperar todos esos elementos urbanos más secundarios de la editorial con cierto tono a lo Marvel Team Up nada desdeñable.

¿Qué podemos decir de la serie a estas alturas? De entre los guionistas de los 80 Peter David es sin duda es el que más en forma sigue y X-Factor la prueba de que todavía tiene mucho por dar. Manteniéndose más o menos al margen de los grandes eventos editoriales, las aventuras de este peculiar grupo de detectives privados con más tendencia a enredarse en los más extravagantes jaleos que en resolver casos siguen tan frescas (o más) como el primer día. Y es que tras un breve bache en el que la serie parecía haber perdido el rumbo, David ha vuelto con las pilas cargadas demostrándonos que solo estaba tomando aire antes de zambullirnos en una vertiginosa carrera de vueltas de inesperadas vueltas de tuerca e impactantes sorpresas que ha estado labrando desde los inicios de la colección. Pero lo mejor de X-Factor es que con sus divertidos diálogos, el arrollador carisma de sus personajes y ese tono a medio camino entre un despreocupado noir sobrenatural y una desacacharrante sit com americana. De vuelta a nuestro país en formato de tomo y atravesando un glorioso momento en su edición americana estaba claro que teníamos que incluirla entre nuestras favoritas de este año. La suma de los fantásticos Emanuela Lupacchino y Leonard Kirk al apartado gráfico son un punto extra para hacer de la serie un imprescindible actual.

Volvemos a la carga con Abnett y Lanning en el año que han puesto fin a su laureada etapa al frente de la parcela cósmica de Marvel Comics. Habiendo cerrado a lo largo de 2011 los últimos capítulos de un vertiginoso viaje que nos ha mantenido en vilos desde que hace media docena de años la Ola Aniquiladora arrasara Kyln penetrando en nuestro universo llevándose por delante todo lo que alcanzara a su paso. Desde entonces hemos sido testigos de la consagración de Nova como uno de los mayores héroes de la Galaxia, los planes de Ultron para erradicar todas las formas de vida del Universo, el debut de la genialerrima encarnación de los Guardianes de la Galaxia de nuestro tiempo o la guerra fraticida entre los emperios Kree y Sh’iar que daría como resultado la apertura de una gigantesca brecha a través del tiempo y el espacio. Como culminación de todas estas historias con las que la pareja de guionistas nos ha tenido pegados a nuestro sillón de lectura a lo largo de 2011 no tenemos más remedio que incluir el Imperativo Thanos entre nuestras favoritas del año. Con el regreeso del avatar de la destrucción y la lovecraftiana amenaza de un universo en el que la muerte ha sido erradicada y se extiende como un imparable cáncer más allá de sus fronteras, la miniserie es la definición de la épica encarnada rematada por un final digno de Butch Cassidy & The Sundance Kid. Cierto es que luego todavía nos quedaría disfrutar de sus Aniquiladores y todavía nos tiene que llegar la segunda miniserie protagonizada por estos, pero nos quedamos con esta epopeya cósmica a la que da vida nuestro compatriota Miguel Ánguel Sepúlveda por todo lo que significa dentro del entramado cósmico construido por la pareja.

Cumplir más de una década al frente de una serie, con casi dos centenares de números entre la serie regular y especiales varios, y conseguir que esta siga que crítica y público se rindan tan unánimemente y prácticamente con la misma entrega con la que lo hicieran el primer día es algo al alcance de muy pocas. Tan firme y segura como se nos ha presentado durante los últimos años, 2011 ha sido un magnífico año apra la serie con un Brian Michael Bendis que no deja de superarse a si mismo llevando al protagonista hasta límites impensables para su contrapartida original. Si en España hemos podido disfrutar de la mayor parte de la etapa de David LaFuente en la que veríamos como Peter Parker hacía frente a una cadena de cambios personales debiendo afrontar su madurez como superhéroe mientras su hogar se convertía en un caótico entorno a medio camino entre Spider-Man y sus Asombrosos Amigos y el Instituto Xavier, en Estados Unidos veríamos como la desgracia se cebaba sobre su persona viviendo uno de los puntod de inflexión más importantes de su carrera. Con un plantel de artistas a cada cual más dotado y trayendo consigo una remodelación completa de la línea Ultimate que promete el regreso de buenos tiempos para la misma, el Hombre Araña definitivo sigue demostrándonos que todavía le queda mucha vida y mucho camino por explorar.

Considerado ya por muchos como uno de los mejores guionistas de su generación, la llegada de Jason Aaron a la franquicia mutante ha sentado como agua de Mayo siendo unos de los principales artífices de lo que ya se antoja como el inicio de un nuevo período de esplendor en la línea de la X. Tras conseguir que recuperasemos la fé en Lobezno con sagas como Atrapar a Mística, Los Hombres de Adamantium o Loco de Remate el guionista se convrtiría en el eje central de la actual reestructuración de la línea del personaje enviándo al canadiense al infierno en una sórdida epopeya de catastróficas consecuencias para su persona. No contento con herirlo como nadie lo hubiera hecho antes, el guionista de Scalped lo convertiría en mitad activa de un conflicto ideológico que dividiría en dos facciones enfrentadas a la Patrulla-X. X-Men: Cisma no solo le sirvió para retratar como nadie la relación entre Cíclope y Logan, sino que además fue su puerta de entrada a las series grupales de la franquicia. Actualmente al frente de Lobezno y los X-Men, su serie reune ese demencial gusto por la imaginación desatada del que ya hizo gala en Astonishing Spider-Man y Lobezno sirviendo como culmen a un magnífico año en el que Aaron nos ha brindado algunos de los productos más estimulantes publicados en la casa de las ideas.

Es curioso como alguien con unos rasgos tan poco «comerciales» y tan ligados a lo que denominamos como comic independiente ha conseguido asentarse comodamente en la maquinaria editorial de Marvel hasta el punto de convertirse en uno de sus principales arquitectos. Mucho probablemente haya tenido que ver el buen ojo del editor responsable de sus proyectos al pensar que su capacidad para evocar y su facilidad para acercarnos a conceptos más grandes que la vida eran perfectos para recuperar esa sensación de grandeza en los Cuatro Fantásticos. Con el final de su etapa en Guerreros Secretos, ese inclasificable experimento que ha resultado ser SHIELD y el atronador arranque de su etapa en Ultimates, 2011 ha sido el año de la consagración de Jonathan Hickman como guionista dentro del comic mainstream de superhéroes. Sin embargo, la serie que le ha servido de escaparate para darse a conocer ante los aficionados del comic de todo el mundo ha sido su trabajo en los Cuatro Fantásticos. Reciclando su mitología con ese sentido de familia y de sense of wonder que la caracterizaba en sus mejores tiempos, el guionista de Pax Romana ha orquestado un diabólico puzzle repleto de piezas e hilos que se entrecruzan de la forma más inesperada y en cuyas manos reside el destino del Universo Marvel mismo. Con la muerte de uno de los más queridos miembros de la familia, la reconversión del cuarteto en la Fundación Futuro y las últimas revelaciones a ritmo USA, su serie puede incluirse sin en el menor ápice de duda entre lo más destacado del año.

Pese a que cuando la mayoría pensamos en el personaje solemos hacerlo en la versión noir y oscura que nos brindaron etapas tan inolvidables como la de Frank Miller o Brian Michael Bendis, las posibilidades del diablo guardián van más allá del contínuo festival sadomasoquista de desgracias y sufrimiento en el que estaba atrapado. La llegada de Mark Waid junto a los incontestables talentos de Rivera y Martin recupera maravillosamente toda la luminosidad que el personaje ha pertdido tras una larga sucesión de crisis personales a cada cual más pasada de rosca y terrible que la anterior. De vuelta a su hogar en la cocina del infierno nos encontramos con un Matt seguro, optimista y revosante de vida al que bien podría dar vida un pícaro Errol Flynn en continua lucha contra el crimen. Demostrando que es posible hacer auténticas delicias un enfoque alejado de tales tenebrismos sin caer en lo naif de sus primeros años ni convertir la serie en un psicotrópico ejercicio conceptual, la serie no sería lo que es hoy sin contar con un insuperable desfile de artistas que hacen de este renacimiento un todo un auténtico deleite para ese sentido del que, irónicamente, carece su protagonista.

Aunque con su radical etapa en Punisher, Remender ya nos había dejado claro que era un guionista cargado de ideas capaz de dotar a sus historias de una fuerza arrolladora, ninguno esperábamos que en la veintena de números que ha durado su primer acto al frente de este escuadrón de la muerte mutante ibamos a encontrarnos con una de las mejores etapas modernas de la Patrulla-X. Sin ninguna necesidad de cruces ni de tie ins, el guionista de Fear Agent y The End League da forma a la más grande historia que se haya contado nunca sobre Apocalipsis… sin que salga Apocalipsis (o al menos, no en su forma clásico). Con un ritmo endiablado que no te suelta hasta que uno alcanza la última página y empieza a contar los días a la espera de la siguiente ración, un elenco protagonista que brilla como una de las alineaciones desde los New X-Men de Morrison y una lucidísima reinvención de la mitología en torno al inmortal villano mutante conjugando elementos que van desde La Era de Apocalipsis hasta Asalto a Arma Plus, estamos ante una de esas grandes sagas que crean escuela con visos a convertirse en una etapa de referencia. Pero nada de esto sería posible sin las virtudes del equipo de talentos que se esconde detrás de estas páginas, desde un Remender tocado de gracia hasta el poderío visual de Jerome Opeña y Ribic o el fantástico coloreado en Dean White. O por decirlo de otra manera, cuando reúnes un equipo creativo en un momento de gracia, una gran historia con todos los elementos necesarios y una editorial que les deja hacer lo raro es que no salga algo grande.