40 años de las Tortugas Ninja

Con motivo del 40 aniversario del nacimiento de las Tortugas Ninja repasamos un poco su historia

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Cuarenta años que se dice pronto, así que, para conmemorar una fecha tan especial, hoy vamos a revisar la historia de las Tortugas Ninja, una de las grandes creaciones del cómic independiente norteamericano, a nivel económico, y un caso que podemos llamar único y a la vez precursor, por su propio modelo, del devenir actual del cómic independiente. No es tanto el caso de profundizar en su historia sino más de dedicarles un pequeño homenaje, al fin y al cabo la historia de las Tortugas Ninja es muy interesante, tiene mucho que ver con cómo se mueve el cómic hoy en día, pero lo cierto es que su caso es uno entre un millón.

Ahora mismo las Tortugas Ninja vuelven a estar en la palestra, si es que alguna vez lo dejaron de estar, con una nueva película de animación, con serie de dibujos, con muñecos y, lo que aquí nos interesa, desde hace unos años con una serie de cómics de IDW que tiene detalles muy curiosos, hasta el punto en que se puede hablar de ella como un intento de redención por parte del autor hacia el batiburrillo que hicieron en su día, o algo así. Evidentemente no se puede cambiar el pasado, pero nadie ha dicho que no se pueda revistar, rehacer, relanzar o volver a empezar, se puede volver a pintar un cuadro, se puede reescribir un libro, hacer una nueva versión de una canción y como no, volver a comenzar con la historia de las Tortugas Ninja.

Pero empecemos el repaso por el principio, por el origen de las Teenage Mutant Ninja Turtles.

Su historia es bastante conocida. Las Tortugas Ninja nacen de la mano de Peter Laird y Kevin Eastman, dos autores que intentaban salir adelante sin mucho éxito. Trabajaban en casa de Peter Laird, donde este había montado su pequeño estudio, que no era más que su salón. Las Tortugas nacen a partir de un dibujo algo aleatorio de Eastman y que luego Laird rehizo a su manera. A ambos les hizo gracia y decidieron, con muchos cambios por medio, realizar un cómic con cuatro tortugas y su maestro rata, eso sí, la decisión la tomaron esa misma noche.

Hay que tener en cuenta que el tipo de historias de esa época no es exactamente como las de ahora, no hay grandes planificaciones a largo plazo, toman más la línea de historias cortas, pues ninguna de estas series se plantean para durar los cien números a las que pueden llegar hoy en día, así que para pensar en ellas hay que cambiar un poco el chip. Se hace un número con una historia y luego se piensa en el siguiente. Con suerte se pueden hacer varios y ya está.

Hay quien habla de las Tortugas Ninja erróneamente como una parodia, en realidad eran un homenaje a todos aquellos cómics que disfrutaban pero creando su propia historia, más o menos. Las cuatro palabras que forman su título, Teenage Mutant Ninja Turtles, tienen mucha importancia, Laird y Eastman han dicho en varias ocasiones que cada una es una referencia: Teenage a los Teen Titans, Mutant a los X-Men, con ambas querían heredar ese espíritu de jóvenes que están aprendiendo, que avanzan y que están bajo la tutela de alguien mientras buscan su identidad propia; Ninja quizás sea las más importante por el tipo de aventuras, aunque su referencia aquí es por fundamentalmente por Daredevil, y Turtles, bueno, porque les salieron así, les salieron tortugas. Eso no tiene mucho misterio pues por aquella época había varias revistas y cómics que utilizaban animales antropomorfizados como protagonistas, simplemente hay que mirar que Maus, de Art Spiegelman o que en ese mismo año aparecía Usagi Yojimbo, de Stan Sakai, un personaje muy importante en el mundo del cómic de creación propia y que tendrá mucha relación con las Tortugas Ninja. Usagi empezó su andadura en otra editorial, Fantagraphics, pero se mudó a Mirage Studios por su buena relación con Eastman y Laird, donde sacó 16 números. El hecho de que su protagonista fuese un conejo samurái les sirvió para cruzar camino con las tortugas en varias ocasiones, cruces que llegan hasta el día de hoy, pero también para lo que vendría luego, los juguetes y los dibujos animados. Nunca llegó al éxito de estos jóvenes mutantes pero sus autores no se olvidaron de él para compartir un pedazo de su fama. Eso sí, en el mundo del cómic la relevancia de Usagi Yojimbo es impresionante y Sakai recibió multitud de premios por una serie que sigue adelante hoy en día. Pero eso es un tema para otro día, que en nada cumple también cuarenta años.

Volviendo a los cuatro hermanos, la intención era hacer una serie que tratase a los jóvenes como lo hacían las colecciones de Marvel y DC. Que tratasen los problemas internos como las chicas y chicos de la época, y en cierta manera consiguieron dinámicas similares, pero lo cierto es que a lo que más se parecían era a Daredevil. Estamos hablando de 1984, aún no había salido el famoso Born Again, pero Frank Miller ya estaba con su etapa en El hombre sin miedo, que pasaría a la historia y que no estaba dejando indiferente a los aficionados del momento. Eastman y Laird toman ese tono callejero, algo de genero negro, acción y mucha violencia, que hace que la serie de adolescentes no sea para nada infantil, palabra con la que se relacionará años después.

Lo cierto es que parecía fusilar ciertos conceptos de Daredevil, no hay que ser un lince para ver que Splinter es Stick o que el clan del Pie son La Mano, hasta el propio origen de las tortugas es muy similar, un chico que evita un atropello y una sustancia extraña que cae al suelo, solo que en vez de darle a él cae sobre unas tortugas. Pero es cierto que el enfoque era diferente, fresco y atractivo. Otra de sus influencias, y que se nota mucho en diseño y dibujo, es Jack Kirby. De hecho los autores afirman que se hicieron amigos por compartir su afición hacia el dibujante. El propio Laird tenía originales de Kirby en su poder.

El tema es que los autores tardaron poco en llamar la atención. Su primer número fue autopublicado con su propia editorial, los estudios Mirage, los del salón de su casa, y comenzó vendiendo las tres mil copias que habían realizado. No deja de ser gracioso que ellos mismos no se esperasen este “éxito” (entre muchas comillas) hasta el punto de que su gran villano desaparece porque lo matan en ese primer cómic. Con lo que pensaban darle la continuidad justa, de hecho no llegaron a hacer el segundo número hasta 1985. Por suerte a día de hoy podemos encontrar toda la etapa clásica en siete tomos, seis más uno lleno de extras, disponibles en España por ECC (cuya reseña del primer volumen podéis leer aquí).

De aquella Leonardo, Donatello, Michelangelo y Raphael solo se distinguían entre ellos por sus armas. Cabe decir que el cómic era en blanco y negro, con lo que las portadas los mostraba con enmascarados todos con el color rojo, pero sin nada más que los hiciera diferentes. El dibujo era brusco, el guion dejaba poco lugar al misterio, explicando todo desde el principio, las tortugas eran demasiado violentas, llenas de ira, pero todos los conceptos estaban ahí, eran atractivos y triunfaron de manera underground. Todo muy hecho en casa.

La cuestión es que era una serie hecha muy “al aire”, sin pensar demasiado la trama, primando por delante el tono. Eso sí, con un magnetismo brillante, hasta el punto de que un comercial de una empresa juguetera se fijó en ellos. Ahí empezaron los cambios, pero no en la colección principal, que siguió unos años con ellos dos al frente, sino en lo que la gente conocería tiempo después. Digamos que los conceptos estaban ahí, los personajes también, tanto los héroes como los villanos, al menos en su mayoría, pero todo muy ensuciado, muy oscuro y lleno de rabia. Muy adulto, en definitiva.

Saltamos unos pocos años, a cuando Eastman y Laird otorgaron la licencia de los personajes a Playmates Toys. No la vendieron, solo la cedieron y lograron mantener el control sobre lo que se hacía con sus personajes. Eso los hizo millonarios, pero no desde el principio, fue ese control lo que les hizo ganar dinero con tiempo, pues Playmates no lograba dar con la tecla. Era una empresa China que vendía muñecas en Estados Unidos y para ellos esta era su primera figura de acción, la cosa no arrancaba y fueron haciendo cambios.

Con la intención de que los niños distinguieran quiénes eran las diferentes tortugas, la empresa de juguetes les cambió los colores de sus máscaras. Ese fue el primer cambio, las personalidades más juveniles, la considerable bajada en el nivel de violencia y el tono humorístico de algunos de ellos, en especial de Michelangelo, fueron muchos de los que siguieron. Playmates Toys hizo lo mismo que estaba realizando su competencia, y que ya era una tradición propagandística para vender juguetes, una serie de dibujos para la televisión. El éxito fue inmediato, todos los niños querían sus figuras y sus autores ganaron mucho dinero.

No contentos con eso, las Tortugas Ninja tuvieron su película de imagen real, que tiene el honor de ser una de las películas independientes, hecha por un pequeño estudio, que más dinero recaudó, y tuvo sus secuelas. Así como videojuegos, algunos de ellos todo un éxito que les dio la condición de clásicos, siendo relanzados incluso a día de hoy. La Tortugomanía estaba a la orden del día y así nos pasamos los años noventa. Incluso hubo una serie de televisión de imagen real, que no llegó a tener la fama de sus rivales, los Power Rangers, que iban en la misma línea, de hecho su realizador era el creador de los famosos Rangers, Saban.

Hasta aquí hay que tener en cuenta que todas las decisiones se toman en conjunto con los autores, no las impone ninguna empresa, aunque sí que en algunos casos las sugieren, pero la decisión de aceptar o no es de Peter Laird y Kevin Eastman. Decisiones que van desde infantilizar los diversos productos hasta crear para la serie de televisión una tortuga chica con forma de mujer, algo que no tenía sentido ni en la irrealidad del propio concepto y de lo que se arrepintieron, donde el propio Eastman lo calificó de horrendo.

¿Y qué pasaba con el cómic mientras tanto? Pues que Eastman y Laird pasaron mucho del tema. Sí que hubo cosas, la serie se movió por diversos sitios, saltó de Mirage a Archie Comics, pasó por Image, acabó brevemente en Dreamwave, e incluso sacó cosas interesantes, como Bodycount o Turtles in time, reeditadas recientemente en España y realizadas por autores apegados al cómic underground pero de gran relevancia, como son Richard Corben o Simon Bisley. Pero lo cierto es que no le hicieron el caso que debería y su serie seguía siendo un conjunto de historias que bailaban de un lado para otro. No era mala, ni mucho menos, pero no estaba muy pensada. Ni de lejos tanto como sus otros productos.

Es el turno de ir a los 2000 y parece que las Tortugas ya han caído, después de más de una década desde que saltaran a la fama. Así que Kevin Eastman toma una decisión muy curiosa, deshacerse de todo y vender su parte del negocio a su compañero, Peter Lair. No se sabe la cifra, la que sí se sabe es la siguiente, la de la venta de Laird. Entre la venta de Eastman y la de Laird quiso haber como un pequeño relanzamiento que no acabó de cuajar del todo, volvieron los juguetes, se sacó algún cómic más con una pequeña serie en Dreamwave por otros autores, se hizo una película de animación en 3D y, especialmente, se hizo una nueva serie de animación que sí llamó la atención de los jóvenes. Lejos del éxito anterior pero hubo otra generación que se crió con las Tortugas Ninja. Peter Laird llegó a un punto en que ya dijo basta, en el que ya se quiso bajar del carro y recibió una oferta de Viacom en 2009 por la cifra de 60 millones de dólares para quedarse con los derechos. No sabemos cuánto recibió Eastman de Laird seis años antes, pero cuando se le pregunta pone una cara que lo dice todo. No debió de ser ni una décima parte.

Especulaciones aparte digamos que había un plan de Viacom que pasaba por: Turtles Forever, película de animación (2009), nueva serie de animación (2012/2017), películas de imagen real con Michael Bay involucrado (2014 y 2016) , Raphael: Mutant Apocalypse (2017), nueva serie de animación: Rise of the Teenage Mutant Ninja Turtles (2018/2020) finalizada con una película (2022), un cruce animado con Batman (2019) y la exitosa Mutant Mayhem, Caos Mutante, estrenada el año pasado y de la que hay secuela planeada.Juguetes a montones, como no podía ser de otra manera, y que conste en acta que no he querido meterme en el terreno de los videojuegos, que en los noventa, entre arcades y consolas hubo 19 diferentes y de los 2000 en adelante 20 y otros dos en desarrollo, sin contar el recopilatorio que salió con los juegos clásicos para plataformas modernas. Y os podéis imaginar el dinero que generó eso, sobre todo teniendo en cuenta que algunos de ellos fueron muy exitosos. Conclusión: las Tortugas Ninja siempre han estado ahí con un éxito que es como una montaña rusa, pero siempre presentes.

No solo es un caso entre un millón por haber sido un éxito creado por dos jóvenes en el salón de su casa, sino porque son de las pocas franquicias que han acompañado a diversas generaciones durante muchos años, presentes y evolucionando con los gustos de los más pequeños. Las Tortugas Ninja nos pueden hacer recordar nuestra infancia pero también eso nos puede hacer juzgar de manera incorrecta los cambios actuales. Ahora April O’Neil es negra, en la última peñícula, pero ya con la serie de televisión del 87 era pelirroja, cuando en el cómic no. ¡Qué leches! Si las tortugas llevaban las cintas rojas! Vamos, que esta franquicia siempre ha sabido evolucionar a tiempos modernos, desde el minuto uno.

Pero ¿Qué fue del cómic? Volvamos a 2011 para hablar de la serie de actual, porque sigue saliendo a día de hoy, mes a mes, doce años después y no tiene pinta de acabar pronto.

En ese 2011, la empresa independiente IDW llega a un acuerdo con Viacom (que luego sería parte de la Paramount y por tanto las Tortugas pasarían a la división de Nickelodeon). Ese acuerdo supone sacar los cómics de Las Tortugas Ninja. Esto es algo normal, Dark Horse sacaba los de Star Wars antes de que fuera parte de Disney, BOOM! Studios tienen a los Power Rangers y un largo etcétera. De hecho IDW también sacaba o estaba al sacar series de Transformers o G.I. Joe. Pero el caso de las Tortugas Ninja fue especial porque hablaron con los autores originales, sin que hubiera ninguna obligación por su parte de hacerlo, para ver si se querían involucrar en la serie.

Peter Laird seguía en las suyas, al vender la franquicia ya no quiso saber nada más de su creación, pero lo de Eastman, que recordemos no quedó tan bien económicamente, era harina de otro costal. Nickelodeon lo había llamado para actuar de consultor, y él se había involucrado activamente en todos los productos que salieron después de la venta, pero ahora sí, por fin se volcó de verdad en los cómics de las Tortugas Ninja.

Junto a otro guionista, Tom Waltz, y un plantel de artistas variados, de buena calidad, que modernizaban a los personajes pero sin perder su esencia, Eastman se embarcó en contar la historia de las Tortugas Ninja. Y, dentro de lo que es el cómic independiente, tuvieron éxito comercial, metiendo algunos de sus números en el top 100 de ventas. Cosa poco habitual en las colecciones de IDW durante esos años, claro, que no hay que olvidar que en su momento IDW llegó a ser la tercera editorial en ventas de Estados Unidos, a una distancia considerable de Marvel y DC, por supuesto.

Todos esos cambios de los que hablaba antes, toda esa evolución en los conceptos de diversas series llevados a su actualidad para los públicos más juveniles e infantiles de cada época, hacen un batiburrillo que, si bien tiene sentido en cada una de sus series, hacen que no pueda existir una historia única y coherente de las Tortugas Ninja. Se contradicen incluso en algunos aspectos.

Tom Waltz y Kevin Eastman consiguen aquí que por primera vez las Tortugas Ninja estén bien contadas. Por poner un ejemplo, algo tan sencillo como las máscaras ¿rojas o de colores? Pues simplemente explica que Splinter se las dio a todos rojas mientras aprendían, y cuando cada uno escogió su camino recibió su propio color, menos Raphael, que fue el hermano perdido, por eso le cuesta más conectar con el resto. Por resumir, todo exactamente como lo conocemos, pero organizado, hilado y con sentido. Por añadir algo más, todo con autonomía, pues independientemente de que conozcas bien la franquicia o llegues de nuevas, la serie es totalmente disfrutable. Y esto se debe a que no estamos ante una serie que se dedique a hacer referencias a tiempos pasados, sino a construir de forma bien cimentada lo que ya se tenía. Así las referencias las captamos nosotros como conocedores pero se nota que la intención de Eastman es contar la historia que, por sus propias decisiones, nunca pudo contar. Y también llevarla hasta donde nunca creyó poder hacerlo, pues la carta blanca de esta serie supone que no está atada a productos externos, IDW y Nickelodeon son empresas distintas, por lo que tampoco hay una presión económica externa, por decirlo de alguna manera. Con otras palabras, las Tortugas Ninja de ahora son como nacieron originalmente, como cómic de autor. Si es cierto que hay menos violencia que en la serie de los ochenta, también es cierto que por el tono que usa no es necesaria, ni tampoco es que se deshaga de ella, solo es menos cruda.

Por dar algunos datos, la frescura de las Tortugas actuales las llevó a cruzarse con otras series como los propios Power Rangers, Street Fighter o incluso Stranger Things, pero si hay que destacar una historia fuera de la serie es El último Ronin. Un futuro distópico en el que Laird sí que colaboró, pues fue una idea que tuvieron los creadores originales años antes, pero que Eastman desarrolló. En él tres de las cuatro Tortugas habían muerto y solo quedaba uno para vengarlos. Las ventas fueron tan buenas como para hacer continuaciones o incluso precuelas.

Desde hace algo más de dos décadas la industria audiovisual ha ido creciendo, el cine tiene y ha tenido sus más y sus menos, pero el auge de las series de televisión es innegable. La caída de la industria discográfica ha convertido a las grandes productoras de cine y televisión en auténticos monstruos a nivel económico. A eso hay que sumar el mundo del videojuego. Bueno pues todos ellos están continuamente buscando nuevas y buenas ideas, y todos ellos se han fijado en el cómic. Seguramente porque ya estamos hablando de generaciones que se han criado con cómics de todo tipo y no orientados casi de forma exclusiva a un público juvenil. Estos estudios, estas productoras, se han acercado al cómic y para ellos, con la cantidad de dinero que manejan, el comprar o licenciar los derechos para adaptar un cómic de autor o del mercado independiente en general es algo muy barato. La cuestión es que mucho del cómic independiente a día de hoy vive de esto, sus ventas son modestas, quizás no dan ni para aguantar una tirada normal, pero en el momento en que una productora compra esos derechos, aunque no haga nada con ellos, los autores ya se llevan un sobresueldo que hace que merezca la pena. y para la inmensa mayoría de ellos el poder vivir de sus creaciones es un logro personal muy gratificante.

Cuando hablamos del modelo actual del cómic independiente siempre hablamos de un hito, The Walking Dead, pero como podéis ver las Tortugas Ninja no dista mucho del modelo de Los Muertos Vivientes, es decir, el encontrar realmente el éxito fuera del cómic para realizar la historia que ellos quieren de verdad dentro del cómic. Y hay más ejemplos, El Cuervo, de James O’Barr, que tuvo varias adaptaciones al cine, o Spawn, donde Todd McFarlane empezó con sus juguetes para luego expandirse en la empresa juguetera y lograr que Spawn sea rentable, hasta el punto de ser el cómic independiente que más números ha sacado en la historia.

Pero al final aquí hay un círculo, el cómic llega tan lejos gracias a las ventas generadas por la publicidad de otros medios, desde series de televisión a merchandising, mientras que en ellos, en los cómics, se sitúa la historia que realmente quieren contar sus creadores y en es en estos donde se llega hasta donde se quiere llegar. Es más, quizás si no fuera por el éxito de The Walking Dead y su influencia en el cómic, haciendo que el mercado independiente se volviera más fuerte, quizás IDW no se animara a hacer una serie tan de autor como es la que estamos viendo ahora. Con Kevin Eastman como conductor absoluto de la colección, uniendo esas piezas y dando sentido a toda su historia, a la vez que se permite ir donde parece que siempre quiso. Además Eastman y Waltz hacen el tipo de serie que se hace ahora, pensada a largo plazo.

De hecho hace nada que se anunció que la serie cambiaría de dirección, ya sin Eastman y con Jason Aaron como guionista a partir del número 150. Aunque el universo creado con El último Ronin sigue adelante. Y todo ello ha llegado a España, bien ordenado y con múltiples publicaciones que abarcan desde los grandes clásicos hasta miniseries menores pasando por cómics para los más jóvenes, por ECC.

En definitiva, Leo, Raph, Donnie y Mickey nunca nos abandonan.

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