Guión: Mike Richardson
Dibujo: Stan Sakai
Edición España: Planeta DeAgostini (2014)
Contiene: 47 Ronin Nº 1-5 USA (Dark Horse, 2012)
Formato: Tomo rústica de 152 páginas
Precio: 12,95€
injustamente acusado, será un honor»
El popular relato de los 47 Ronin, también conocido como el apelativo de La historia de los samuráis leales, recoge unos hechos reales acontecidos en Japón a principios del siglo XVIII. El mito y la historia se han acabado fusionando en él de manera indisoluble para dar lugar a una de las más grandes leyendas nacionales del país. En una época de cambios definida por la confrontación entre la férrea tradición japonesa y los cantos de progreso y modernización acontecidos durante la era Meiji la tragedia de los 47 Ronin, una historia de justicia y lealtad ligada al ensalzamiento del código de honor samurái del bushidō o «camino del guerrero», correría como la pólvora calando en el espíritu y el imaginario colectivo. Las primeras versiones serían estarían ligadas al folclore teatral del país, en el bunraku y el kabuki, para acabar con el paso del tiempo siendo pasto de mil y un acercamientos y aproximaciones diferentes sea en la literatura o en otro tipo de representaciones artísticas. Llegado el siglo XX la leyenda saltaría en numerosas ocasiones a la gran pantalla, siendo una de las últimas La leyenda del samurái protagonizada por Keanu Reeves, al anime y también el manga.
No hay japonés ignorante de la misión de Oishi Kuranosuke y sus hombres, leales servidores y samuráis de su señor Asano, cuando decidieron vengar la muerte de su daimyō obligado a cometer seppuku por culpa del maestro de protocolo Kira Kozukenosuke, funcionario del gobierno del shōgun Tokugawa Tsunayoshi. La suya resulta ser una magnífica historia de sacrificio y renuncia llevada hasta sus últimas consecuencias y, posiblemente, la mejor muestra del concepto de honor y entrega de los antiguos samuráis. Se suele decir que conocer esta historia es conocer Japón y Mike Richardson, guionista y fundador de la editorial Dark Horse, lo descubriría por sí mismo en 1986 cuando tuvo conocimiento de los 47 Ronin, quedando cautivado por él y forjándose en su cabeza la idea de publicar su propia versión de la leyenda. Pero este proyecto no vería la luz hasta hace unos años, hubo muchos autores y artistas relacionados al mismo pero nunca se llegarían a comprometer y, finalmente, el propio Mike Richardson asumiría las riendas con el apoyo de dos destacados autores de talla internacional: el mítico mangaka Kazuo Koike (El lobo solitario y su cachorro, Crying Freeman) y el genial historietista estadounidense de origen japonés Stan Sakai (Usagi Yojimbo).
El trabajo de Mike Richardson requeriría de una gran labor de documentación e investigación para intentar buscar separar el hecho histórico de los aspectos más exagerados por el mito, aunque siempre preservando la leyenda porque, como explica su compañero Stan Sakai citando el filme El hombre que mató a Liberty Valance de John Ford, «cuando los hechos se convierten en leyenda, imprime la leyenda». Esto auspiciaría múltiples versiones y reescrituras del guión de 47 Ronin revisadas por Kazuo Koike en calidad de supervisor y asesor del proyecto, porque aunque Mike Richardson es un gran conocedor de la cultura japonesa resulta indiscutible la gran aportación que supone tener en el barco a un verdadero mangaka con tanta experiencia en el género chanbara. La ecuación la acaba de completar Stan Sakai, un autor ligado a Dark Horse desde hace más de quince años debido a su Usagi Yojimbo en el que el fundador de la editorial encontró a ese artista capaz de «evocar, aunque sin copiar, los grabados xilográficos sobre madera de Ogata Gekko«. Este pintor y grabador japonés de la escuela ukiyo-e, continuador del gran Katsushika Hokusai, retrató la historia de los 47 Ronin en sus trabajos siendo estos la principal inspiración gráfica para Stan Sakai.
El aporte del colorista y entintador canadiense Lovern Kindzierski, creador junto a su compañero Chris Chuckry del desaparecido estudio Digital Chameleon, logra también captar la atmósfera de los grabados de Ogata Gekko mediante una paleta cromática muy suave y apegada al ritmo y el espíritu del guión de Mike Richardson. En términos generales, la confluencia de talentos se deja notar en 47 Ronin, no hay grandes defectos que podamos achacarle a una obra cuya labor de condensación resulta loable, bien narrada y con un apartado gráfico a la altura de las circunstancias. No obstante, no estamos ante una obra maestra, Mike Richardson propone un acercamiento realista al suceso, cuidado y medido en cada uno de sus pasos respecto al universo que retrata y en el que rehúye cualquier rastro gratuito de acción o épica que no encaje o se justifique en el propio argumento. En resumen, podemos decir que 47 Ronin viene a resaltar el triunfo de la moderación y el equilibro sobre el exceso, un principio muy ligado a la cultura a la que rinde homenaje, una filosofía bien plasmada por el agradable y detallista trazo de Stan Sakai capaz de otorgar especial relieve al drama y los personajes envueltos en el mismo y sobrellevar con austeridad los pasajes de acción del relato.
El problema principal de 47 Ronin puede estribar en el exceso de respeto a los sucesos relatados en detrimento de su propia personalidad, sobre todo cuando se intenta mantener ese siempre complicado balance entre el necesario espacio para reflejar la visión propia de su autores y su intento de preservación de la misma alma de la historia que se adapta. Posiblemente, aunque eso nunca lo llegaremos a saber, la versión de Mike Richardson, sin el incisivo y reiterativo asesoramiento de Kazuo Koike y su autoimpuesta deuda con el relato, hubiese sido muy distinta a la que aquí podemos hoy disfrutar, mejor o peor pero seguramente más libre y personal y menos intimidada y celosa a la hora de rendir tributo a sus referentes. En cualquier caso, los 47 Ronin de Mike Richardson y Stan Sakai, sin llegar a la excelencia, consiguen un resultado notable y leyendo esta obra tal vez no acabemos de comprender Japón, como asevera el dicho, pero no estaremos muy lejos de ello si conectamos con ella porque, como comentaba hace un tiempo el compañero Enrique Ríos al hablar de esta obra, «que guste o no ya depende de las sensibilidades de cada uno». Esta interpretación de La historia de los samuráis leales puede resultar una buena introducción para el lector aunque para los más familiarizados con los relatos de samuráis el regusto puede ser algo más agridulce.
Pues yo me llevé un chasco. Me autocopio lo que puse en la reseña de Enrique Ríos.
«Aviso de entrada de que yo no conocía la historia de los 47 ronin.
A ver; me sonaba, sí. Y, a grandes (muy grandes) rasgos, sabía de que iba.
Entre eso, que sentía curiosidad por conocer la historia y lo bien que pintaban la reseña y las ilustraciones que la acompañaban, me decidí a pillar un tebeo que, en principio, no pensaba pillar. Y me lo leí hará ya cosa de un par de semanas, día arriba día abajo.
Y la verdad es que estoy bastante de acuerdo con Mathieu. Es un tebeo correcto. A ratos, incluso bueno. Pero no acaba de despegar.
Es cierto que dedicar 20 años a un proyecto es digno de alabar (Bueno; si ese proyecto es acabar con la vida de todos tus seres queridos, pues seguramente no, pero ya me entendéis…) y, a buen seguro, el bueno de Richardson tuvo más cosas de las que ocuparse al margen de esta historia. Pero, visto el resultado, no sé si el esfuerzo ha valido la pena. Quiero decir… sí; está bien, pero, hombre, incluso (o esa es mi percepción) para un neófito como yo hay más trabajo de documentación -y, sobre todo, mejor empleado- en cualquier álbum de Kogaratsu que en este cómic. Vamos; que igual no hacían falta tantas alforjas para este viaje.
En cuanto a la historia… No sé; hay drama, hay épica, hay tragedia… Es decir, están todos los elementos. Y, aún así, algo falta. O falla. No sé si es que la “cantidad” no es la suficiente o si lo que falla es la “coción”. Porque el caso es que yo echo en falta más drama, más épica, más tragedia…
Ignoro si la culpa es de un guión que nos expone la historia sin atreverse a ir un paso más allá, o de un dibujo quizá demasiado luminoso (¿incluso blando?)al que le falta la crudeza que la historia parece demandar. Pero el caso es que si pienso en un calificativo con el que definir esta obra el que me viene a la mente es el de anémica. Esta es una obra anémica. Le falta vigor.
Otra cosa. Y no diría que es algo que me haya influído a la hora de valorar el tebeo (aunque tampoco podría descartarlo)… Ya me lo pareció cuando lo ví en la tienda, sobre todo atendiendo al formato. Luego, ya leído, y con lo poco que satisfizo las expectativas en él despositadas la cosa fue a peor.
Me ha parecido caro de cojones. Desde luego, mucho más que otros de los que suele/solemos quejarse/quejarnos todo dios.»
Retranqueiro ha dicho: «Es cierto que dedicar 20 años a un proyecto es digno de alabar (Bueno; si ese proyecto es acabar con la vida de todos tus seres queridos, pues seguramente no, pero ya me entendéis…)» y no sé porqué, me he acordado de George R. R. Martin y de «Juego de Tronos».