Cuando en el pasado Salò del Còmic de Barcelona tuve el placer de conocer por fín a Luis Durán, surgió en la conversación la obra que motivó el inicio de un cierto intercambio de misivas entre nosotros: Algebra. Esta obra, entroncada en los mitos artúricos, ha tenido, según Durán, escaso éxito y no muy buenas críticas. Entre cerveza y cerveza dijo el autor algo que me sorprendió: que las notas de opinión que yo le había mandado sobre dicha obra, eran la “reseña” que mejor había sabido captar la esencia de la misma. Honrado por el elogio y decepcionado por la falta de éxito de Algebra, le propuse entonces a Luis Durán de desempolvar ese mail de reseña y colgarlo en Zona, a lo cual el accedió. Espero que sirva para que podamos acercarnos a esa historia con algún detalle que nos la haga aún más disfrutable.
Admirado señor Durán
Hace pocos días terminé de leer Álgebra y ahora me encuentro a punto de
acabar sus «Colinas de arena«. Ya le escribí hace un tiempo a su correo de hotmail (creo que inservible hoy por hoy) a raíz de la lectura de Antoïne.
¿Qué más puedo decir ahora, aparte de reiterar ese ensoñado placer que me provoca la lectura de cada una de sus obras? Quizás poco.
En Álgebra me ha parecido encontrar una pequeña explicación a esos estados «postDuraneos» mios. En el capítulo sobre la otra realidad habla usted de apelar al inconsciente, de planteamientos que rayan en lo místico, de realidades que son inabarcables para la simple razón. Como la poesía, creo que sus obras tienen la capacidad de escaparse de la lógica, de la linealidad, para llevarnos más allá. Penetra usted de pleno en lo simbólico (a mi entender) y ya se sabe que este terreno está lleno de múltiples discursos que se entrelazan sin agotarse.
Sinceramente, sus obras me admiran y me interpelan a partes iguales. Esas espadas que todos debemos arrancar de la piedra, ese camino que debemos seguir para que nos toque verdaderamente la muerte que nos corresponde… Cuando usted decía, en la entrevista que concedió para La opinión de Málaga, que los narradores deben plantear preguntas mayores, no estaba faroleando. Vida y muerte, infancia y sueños, sentido, coherencia, misión y trascendencia, son realidades que con frecuencia me sugiere la lectura de sus obras, aunque quizás de una manera especial Atravesado por la flecha, Caminando por las colinas de arena y Álgebra.
Compartiré con usted que estoy estudiando en la actualidad Fenomenología religiosa. Siempre aficionado a la historieta, no me acerco a ninguna obra con especiales preconcepciones. Espero, sí, algo en ellas que me ayude a entreveer un poco más de lo que supone ser hombre. Pero si normalmente muchas de esas obras no me llevan más allá de la cotidianeidad, las suyas ciertamente me transportan hasta lo profundo.
La lectura de Atravesado por la flecha me sorprendió sobremanera porque, sin yo estar preparado para ello, me llevo por senderos parejos a la mística trascendente. Ahora Álgebra ha provocado otra vez esa reacción en mí.
Supongo que usted, en esa busqueda de lo que constituye la esencia del hombre, habla más desde lo esotèrico, lo poético y lo onírico que no desde lo religioso. Pero ciertamente, en lo simbólico, muchos son los caminos que se encuentran.
Agradecido
Toni Boix