Vuelve El Prisionero

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Definitivamente la fiebre del remake ha impactado de lleno en la televisión… era de esperar por otra parte. ¿Qué hace Hollywood cuando está seco de ideas? Hacer un remake. ¿Qué hace la industria televisiva ahora que nos hemos percatado de que la nueva edad de oro (Los Soprano, The Wire, El Ala Oeste, A dos metro bajo tierra, Deadwood, etc.) ha terminado? Pues lo mismo. Y si hace un par de semanas dedicábamos un texto a la nueva V – Los Visitantes hoy hacemos lo propio con El Prisionero, que vuelve en forma de miniserie de seis capítulos que se emitirán a razón de dos por noche en la estadounidense AMC (Mad Men, Breaking Bad), que empezó ayer y que termina mañana. Como puntos fuertes para captar audiencia tenemos el recuerdo de la original, a Jim ‘La Pasión de Cristo’ Caviezel y a Ian ‘Dioses y monstruos’ McKellen. Vamos a ver qué tal ha estado su debut…

El Prisionero: La serie original

Lo primero que hay que hacer es, sin duda, hablar un poco de la soberbia, excelente, majestuosa, impresionante y deliciosa serie original, ya que –espero equivocarme– El Prisionero original no es un material muy conocido por el gran público pese a que es una referencia obligada cuando se habla de grandes series de televisión. Compuesta por sólo diecisiete capítulos que se emitieron en Gran Bretaña entre 1967 y 1968, protagonizada por Patrick McGoohan (Eduardo I en Braveheart) y creada por el propio McGoohan y George Markstein, El Prisionero nació como una vuelta de tuerca al género de espías –que ambos habían desarrollado con no poco éxito en Danger Man/Secret Agent– para erigirse rápidamente como algo mucho más grande: un alegato contracultural en favor de la libertad individual con raíces en la ciencia ficción, popero, psicodélico, surrealista, vanguardista y camp que llegaría a convertirse en toda una pieza de culto.


McGoohan como número 6

Durante esos decisiete episodios se nos contaba la historia de número 6 (McGoohan), un espía británico con mucha clase del que sólo sabemos que de forma considerablemente irritada renunciaba a su trabajo, le armaba una bronca a su jefe y hacía las maletas para marcharse a un agradable retiro. Y así habría sido de no haber sido drogado, secuestrado y recluido en La Villa –The Village– una especie de resort ubicado en un paradero desconocido, aparentemente idílico y en el que viven otros espías en su misma situación (muchos de ellos locos). Dirigida con mano de hierro de forma interina por un número 2 que suele ir cambiando (aunque a veces un actor que lo hubiese interpretado con anterioridad reaparece), creada y coordinada por un misterioso número 1 que se resiste a aparecer, y con una fuerte seguridad, La Villa sólo parece tener dos normas claras: nadie escapa (gracias a unas burbujas flotantes llamadas Rover) y nadie se identifica por su verdadero nombre, sólo por un número. ¿El objetivo de la reclusión de número 6? Simple: desentrañar sus secretos, despojarlo de su intimidad y, en última instancia, averiguar el motivo de su renuncia.


El siniestro y desquiciante Rover

Comentar además que aunque la estructura de los capítulos siempre era autoconclusiva –dentro de la trama principal que suponía el encarcelamiento de número 6– éstos pueden dividirse en arcos: intentos de fuga, intentos de quebrar al protagonista, intentos del protagonista de fastidiar otros planes de sus captores (sin duda los mejores) y la gran traca final… dos capítulos absolutamente desconcertantes que harían palidecer al mismísimo Grant Morrison. En medio, tramas que implicaban el uso de alucinógenos, lavados de cerebro, manipulación del sueño, modificación de la personalidad. Hasta vimos un capítulo en el que se introducía a McGoohan en un western virtual para engañarlo y sacarle la información. Sí… justamente tal como suena.

¿Impacto? Pues brutal… El Prisionero forma parte del imaginario colectivo desde entonces como una de las mejores no-distopías jamás creadas, sus títulos de crédito –conversación incluida– son antológicos y su banda sonora toda una delicia. En el campo del cómic, por poner un ejemplo, Morrison o Milligan beben de él muchas veces, Matthew Sturges lo homenajea sin reparo en el primer arco de Fábulas presenta: Jack y, precisamente, nuestro medio fue el elegido para darle una secuela al material original. Por otra parte, cualquiera que guste de visitar Un tebeo con otro nombre sabe que Pedro García tiene otro blog llamado No soy un número en homenaje al trabajo de McGoohan y, en especial, a la proclama más famosa de su número 6: «I’m not a number. I’m a free man».


La Villa, en realidad el Hotel Portmeirion de Gales

Si alguien quiere hacerse con ella no resulta muy difícil en estos tiempos. En todo caso, la serie está editada en España en DVD con un doblaje sudamericano y por supuesto en formato 4:3, en un pack baratito que se puede –más bien se debe– disfrutar con la pista de audio inglesa. No obstante, antes de que alguien salga disparado hacia sus grandes almacenes favoritos, recomendaría esperar: Network DVD ha aprovechado el 40 aniversario para editar una versión en Blu-Ray restaurada, preciosa y con multitud de extras que pronto llegará aquí (y si no, a importarla).

El Prisionero: La miniserie

Hacía tiempo que se anunciaba un remake de El Prisionero… inicialmente se habló de una película, luego se extendió el rumor de que la dirigiría Christopher Nolan –sin duda habría sido algo interesante– pero al final el proyecto para la pantalla grande se extinguió y surgió la miniserie que se estrenó ayer (aunque aquél puede resucitar igualmente, claro). Las características ya las hemos dicho: seis episodios, dos ayer, dos hoy y dos mañana de unos 45 minutos de duración cada uno. La cuestión clave ahora es… ¿qué tal? Pues algunas cosas bien y otras cosas mal, pero a años luz de la original.

En primer lugar desde su mismísimo comienzo el material busca ser heredero del original mientras le lanza un guiño tras otro al connaisseur; y es que no sólo el personaje que «cede» el testigo a Caviezel, número 93, es claramente un trasunto de nuestro querido McGoohan –su «bloody» lo delata como británico, su aspecto y constitución coinciden, su indumentaria es idéntica y su «be seeing you!» resulta totalmente revelador–, sino que tanto la escena del taxi como la del mapa son clavadas y, de hecho, el título del primer episodio es el mismo que el del primero de la serie de 1967 –Arrival (Llegada)– y el resto de episodios guardan en su nombre algún homenaje a títulos de los capítulos originales. Por no hablar, claro, de la persistencia del Rover y de ciertas frases míticas. El mensaje que se transmite con todo ello es claro y llano: hemos tenido en cuenta lo anterior, pero vamos a hacerlo a nuestra manera. Para mí, toda una ejemplar declaración de intenciones que preconiza la reinvención frente a la fotocopia.


Caviezel cargando con número 93

La nueva Villa aparece por supuesto rápidamente y he de decir que su puesta en escena es muy efectiva… lejos del idílico paraíso original, lo que se nos ofrece es una mezcla del suburbio americano de los años cincuenta con las colmenas racionalistas de Le Corbusier, tamizadas por el Siza de la Malagueira eborense. Todo ello en mitad de un desierto totalmente incomunicado y con elementos más cercanos a la Cuba castrista (esas palmeras, esos autobuses, esos coches ajados más que nuevos) que a un complejo turístico demodé. Efectivo, como decíamos, pero también generador de una extraña sensación de deshumanización que comprendemos totalmente cuando empezamos a oír los acordes minimalistas, a menudo electrónicos y ligeramente étnicos de la banda sonora. Ya tenemos el primer problema: la falta de contraste emocional y la ausencia de ese cinismo tan inglés, dos de los rasgos más característicos del original. Mientras que El Prisionero (1967) jugaba a la anempatía con su entorno idílico, su ambiente festivo, su futurismo, su música desenfadada y su omnipresente flema británica, El Prisionero (2009) es desde un principio grave, tenso, dramático. Forma y fondo van exactamente en la misma dirección, como si quisieran darlo todo… mascadito.

Y he ahí el principal pero de esta adaptación: lo quiere dar, en efecto, todo mascado y bien mascado. Detalles que lo confirman hay muchos… desde su clara adscripción al género del thriller psicológico con dosis de intriga hasta la ausencia de elementos claros de ciencia ficción, pasando por el hecho de que el número 2 es siempre McKellen y de que se le proporciona a dicho personaje una vida privada –sospechoso el tema de su mujer y su catatonia– que en el original no tenía. Pero sin duda lo que más me ha alarmado son los flashbacks en los que número 6 revive la noche que transcurre después de su renuncia; una noche que pasa junto a una desconocida –Hayley Atwell– que se ve a leguas que no es quien dice ser y en la que el protagonista lo cuenta casi literalmente todo: dónde trabajaba, a qué se dedicaba y los motivos de su renuncia. Es decir, que allí donde su referencia se hizo fuerte y ganó capacidad de abstracción, esta adaptación opta por ser clara y concreta. Simple, como si el Joker de The Dark Knight hubiese dicho quién era y hubiese contado un origen verídico. Por supuesto todo esto puede cambiar esta noche o mañana pero… sinceramente, lo dudo mucho. La condición que se le intuye al protagonista parece ir en una dirección distinta.


La nueva Villa

Sí hay, empero, un aspecto de la trama que resulta enormemente positivo con respecto a la serie del 67: la creencia aparentemente impuesta de todos los habitantes de la Villa de que no han tenido una vida en libertad, de que nunca fueron nada en ninguna otra parte y de que, en definitiva, no hay nada más que la Villa. La existencia de un mundo exterior es negada y reprimida por todos los habitantes de la localidad y gran parte de la trama se centra en demostrar que, efectivamente, el «mundo real» existe. Literalmente hablando. Este nuevo hallazgo argumental –lo mejor de la adaptación de lejos– combinado con ese afán por concretarlo todo incide de dos formas principales en El Prisionero: por un lado, se potencian las triangulaciones de número 6 con sus compañeros –le hacen creer que tiene una familia y un pasado en la Villa, incluyen un interés romántico, le hacen dudar de su verdadero pasado y de su personalidad como en algunos capítulos del original– y se gana en carga dramática; pero por el otro se explicita mucho más el subtexto y el mensaje que hay tras la trama.

La creación de McGoohan había que reposarla, trabajarla; era poliédrica y estaba abierta a interpretaciones. El show de Caviezel/McKellen no: queda meridianamente claro que su reflexión se orienta a cuestionar la felicidad que lo gregario aporta a un ser humano que intenta, constante e infructuosamente, reafirmar su individualidad; una pulsión que él mismo termina reprimiendo en tanto en cuanto lo aleja de los demás. Encajar es claudicar; encajar es negarse a uno mismo; encajar es crear una comunidad y negar la de al lado. Encajar no deja de ser sino crear un sentimiento de pertenencia a un grupo y de rechazo hacia otro. Encajar es adocenar, aislar, alienar y negar al individuo. Y no escapan de la crítica en la minisierie ni los núcleos urbanos occidentales ni los regímenes dictatoriales autárquicos. Por otra parte, y en un sentido mucho más sutil, el material tambien deja caer una crítica velada hacia actitudes de raíces ateas: ese aferrarse a lo palpable, a la agradable cotidianeidad mundana y a lo que se puede ver y tocar choca con la actitud de unos protagonistas empeñados en afirmar que hay algo más allá de las fronteras de la Villa.


McKellen jugando a ser el malo

Sea como fuere, lo que El Prisionero (2009) nos ofrece es una potente reflexión bajo la forma de un convencional thriller psicológico, efectivo y entretenido, pero incomparable a la majestuosidad de El Prisionero (1967). El que no conozca el original pensará, viéndola, que ha descubierto la sopa de ajo; el que lo conozca asistirá atónito a cómo con el tiempo las formas y los mensajes necesitan darse procesados y listos para su consumo de cara a que el espectador no se esfuerce en exceso. Justo al contrario de como debería ser. Justo lo que este material critica. Justo lo que diferencia un remake necesario de uno que no lo es.

Conclusiones tras el final

Después de haber visto la miniserie al completo, mis peores sospechas se han hecho realidad: El Prisionero (2009) lo ha explicado TODO. No ha dejado la historia abierta a interpretaciones, no ha dejado el subtexto en una agradable abstracción que favorezca la discusión, sino que se ha reducido a un thriller psicológico interesante que ha fusilado a medias…

Aviso de Spoiler

…la explicación que ofrecía Shattered Visage y, en menor medida, el final original que tenía pensado George Markstein. Todo ello con una suerte de Matrix/Nivel 13 psicoanalítico de por medio (¡cuánto daño ha hecho a las construcciones argumentales el manido concepto de realidad virtual, heredero del desfasado «todo ha sido un sueño»!). Una explicación que intuí la primera vez que vi los agujeros, las torres y a la mujer de McKellen catatónica pero que descarté inicialmente por simple.


¡Ay! nunca se debe subestimar la capacidad de simplificación en los tiempos que corren…


Lo único salvable, quizás, son los conceptos ambivalentes que son usados para alienar al protagonista; los mismos que atacan la individualidad del ser humano pero que a su vez suponen los pilares de su vida: fe, familia, amistad y profesión, amor, pulsiones y responsabilidad/moralidad (uno por capítulo). Interesante, desde luego, pero demasiado explícito. Nada nos puede quitar de la cabeza la idea de que El Prisionero (2009) es en realidad El Prisionero (1967) «for Dummies».

Así que sí: nos lo explican todo, los personajes adquieren nombres, no hay otras interpretaciones posibles, el espectador recibe su dosis de filosofía ficcionalizada y todos contentos. De hecho, llegan tan lejos que la primera vez que se pregunta quién es el número 1, los párvulos de una clase responden con una explicación perfecta, imposibilitando llegar a ella en una reflexión posterior. ¿Qué nos queda? Un thriller decente, convencional y nada más. Final feliz –felicísimo– incluido. Sea.

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O.M.A.C.
O.M.A.C.
Lector
16 noviembre, 2009 20:25

No se a ustedes, pero la pelicula LA COLONIA de Jean claude Van Damme y Dennis Roddman, me daba a mi un aire de «plagio» a la serie el prisionero… un agente que es llevado a una isla, en donde se vigiliado las 24 hs del dia, y donde un escapes es casi imposible, a demas de la aparicion de varios agentes estudiando ataques terroristas».

Volviendo a la serie, la original solo fueron 17 capitulos!!, cuando era chico me parecio que duro años…

Rolo
16 noviembre, 2009 21:10

interesantisimo articulo, a aplicar download
yo si recuerdo al prisionero, se llevaban a Homero por publicar verdades en su blog, de las vacunas contra el resfrio y…. ah no, esa es otra serie, y Homero era mucho mas genial que todos los espias, con un mondadientes destruia el Rover

Tachuela
Tachuela
16 noviembre, 2009 21:55

¿Veis? Tanto forofo dando la matraca con el «no es Lobezno, se llama Wolverine», para que al final prime la lógica y alguien escriba «Homero» sin avergonzarse.

Pero para mí es Jomer, qué le vamos a hacer.

silfredo
silfredo
16 noviembre, 2009 21:55

Yo vi la serie original, hace años debido precisamente a los homenajes de Doble Team (o como maltratar en algunos mercados el titulo original, y tambien conocido por la peli en la que Van Damme, Rodman y Rourke competian en la peli a ver quien iba mas drogado), ademas del homenaje-parodia en los simpsons, tuvo homenajes tambien en un disco de iron maiden

zape
Lector
16 noviembre, 2009 22:04

Gran artículo Torralba, gran artículo, confirmas mis sospechas hacia este remake pero a la vez abres una cierta grieta de interés…veremos, veremos, al menos parece que han buscado plantear una cierta reelaboración del original, que si ya estaba salido de madre en los 60 ni te cuento ahora. Siguiendo con mi política vilmente publicitaria aquí un breve sobre la misma.

zape
Lector
16 noviembre, 2009 22:59

Bueno, bueno que me abrumas, la frase no está mal eso te lo concedo (podría decir aquello de Unamuno de «gracias, me lo merezco») es una manera de explicar el quid de la serie, a Nº6 simplemente, no le sale de los cojones dar razones, como Bartleby solo es que prefiere no hacerlo. Como tu bien expones eso ayudaba a aumentar el la abstración que ya de por si era morrocotuda. Y tienes razón , el material de partida es tan soberano que estropearlo si que tendría mérito, incluso muy rebajado de octanaje sigue carburando.

Pastor
17 noviembre, 2009 9:56

El prisionero (como otras grandes y británicas series) es una de las clásicas de culto que todo el mundo debería ver o al menos parte; el problema viene que al hacer un remake de una idea que estado 30 años siendo clásica y ganando peso con los años… pues nunca llegará a ser igual que la original.

Es verdad, en parte, que la edad de oro de las series está ahora parada pero siguen existiendo buenas emisiones a seguir.

En cuanto termine Doctor Who (ya a punto de terminarme la 4ª) me pondré a ver esta que, aunque no alcance al clásico, seguro que también tiene sus puntos d einterés como bien has comentado.

Rolo
17 noviembre, 2009 14:07

Los britanicos hacen las mejores series, ademas que cortas y cerradas, no 9 temporadas de darse vuelta
es cosa de ver Life on Mars

marc
marc
Lector
17 noviembre, 2009 15:31

creo que mas de uno va a tener un flashforward con esta serie. yo no vi la serie original. pero tengo la sensación que dentro de 15 años, cuando alguien haga el remake de Lost, me sentiré igual, que la gente que en su día si vio «El Prisionero» (original) y ahora ve la miniserie.
y bueno, el tema de si los British hacen mejores series, no sé, no estaría del todo de acuerdo. ojo tienen buenas series, pero donde estén los «Dexters, los Losties, Los Wireanos, los Nip-Tuckienses, los Entourages, los BattlestarGalacticos o los MadMen»….. (vale, no sigo demasiado los canales británicos, mas allá de los Manchester-Liverpool……..;) ).

solo una crítica a la crítica, leñe esperad que salga toda la miniserie para dar una opinión general de la misma 😉 (solo son 6 episodios y ya rulan 3 por la red).

sorprendido
sorprendido
17 noviembre, 2009 16:18

«¿Qué hace la industria televisiva ahora que nos hemos percatado de que la nueva edad de oro (Los Soprano, The Wire, El Ala Oeste, A dos metro bajo tierra, Deadwood, etc.) ha terminado?»

¿Cuando ha pasado eso? ¿Quién lo ha dicho?
Perdidos, Flashforward, Big Bang Theory, DEXTER, MADMEN,…
Afortunadamente, tenemos Edad de Oro para rato, 🙂

Sergio Robla
Autor
17 noviembre, 2009 16:26

Um… Hay una que no acaba de encajar en esa lista…

william_gull
william_gull
17 noviembre, 2009 18:55

Yo conocí la serie original gracias a dos canciones de Iron Maiden («The prisoner» y «Back in the Village»), y resulta interesante de ver.
Seguro que más que el remake, eso está claro.

Un saludo!

Tano Feru
Tano Feru
17 noviembre, 2009 23:04

conozco la original y me encanta, ahora bien consegui ver el principio de esta nueva y no llama nada la atencion, no voy a perder el tiempo en ver esto subproducto

El prisionero es y sera Patrick Mcgoohan y no Cristo Cavizel Caveziel, bueño como coño se escriba como dicen en padre de familia xDDD Caviezel

Dellius
18 noviembre, 2009 11:56

Otra referencia es la que hace en sus discos el proyecto «Devil Doll» (cosa de escuchar los dialogos, titulos de temas y demases).

Sergio Robla
Autor
18 noviembre, 2009 16:34

¿Y un aviso de spoiler :-S

Elyksir
Elyksir
8 febrero, 2011 5:56

Espero pronto poder ver la original y creo que tal vez para los tiempos que corren, como bien dicen, fue una buena propuesta en pocos capitulos, tal vez para los que conocen la original esta muy explicada pero yo disfrute de toda la confusión y casi conflictos emocionales que me causo, me ha dejado en una reflexión y no se aun si es el estilo de la música, lo que me causan sus escenarios o que, que me mantienen atrapado y viendola una y otra vez, creo que hay mucho que rescatar como producción, esa es mi opinion, aun asi disfrute mucho de leer la critica.