Kid Eternity: El orden en el caos

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Edición original: abr./oct 1991; DC Comics.
Edición España: I Zinco; II Planeta DeAgostini (ene. 2010).
Guión: Grant Morrison.
Dibujo: Duncan Fegredo.
Entintado: Duncan Fegredo.
Portadas: Duncan Fegredo.
Color: Duncan Fegredo.
Rotulista: Gaspar Saladino.
Precio: 13,95 € (Cartoné, 144 págs.)

 

En diciembre de 1942 –plena Edad de Oro– la cabecera Hit Comics publicada por Quality Comics vio en su número #25 cómo un chaval de nombre desconocido fallecía cuando un submarino alemán de la II Guerra Mundial hundía el bote de pesca de su abuelo con él a bordo. Sin embargo, por haber muerto setenta y cinco años antes de lo que estaba previsto en el plan cósmico, el muchacho no pasó a mejor vida, sino que fue devuelto al mundo con la misión de defender la justicia. A tal fin se le asignó un enigmático tutor –Mr. Keeper, la entidad que había causado el error– y se le concedieron dos poderes: la capacidad para conjurar a cualquier figura mitológica o histórica de buen fondo y la posibilidad de desaparecer y reaparecer a placer. Todo ello simplemente con pronunciar la palabra «Eternity». El Chico de la Eternidad acababa de nacer de la pluma de Otto Binder y del lápiz de Sheldon Moldoff.

De tan magna fecha saltamos nada más y nada menos que a 1956, cuando Everett M. «Busy» Arnold (dueño de la Quality) vendió su negocio y la propiedad de sus obras a una DC Comics que ignoró «el paquete» de activos superheroicos hasta la década de los setenta. Por aquel entonces, la editorial empezó a introducir paulatinamente los personajes de la Quality en su propio universo, lo cual incluyó al afortunado Kid Eternity. De esta manera el personaje no solamente consiguió ser bautizado con el nombre de Christopher “Kit” Freeman sino que además ganó en el proceso una familia –la Familia Marvel– y un hogar –Tierra S–. Entre sus aventuras allí y unas pocas incursiones en Shazam! parecía tener el futuro asegurado. Pero ¡ay! la realidad se empeñaba en lograr lo que la ficción no había conseguido: llegó 1985, llegó la celebérrima Crisis en Tierras Infinitas, y entre las decenas de personajes que se fueron al limbo en tamaña reorganización cosmogónica se incluyó a nuestro pobre chaval. Y todo acabó… hasta 1990. En aquellos tiempos DC Comics estaba emprendiendo una prolífica política de relanzamiento y redefinición de personajes clásicos olvidados; una política en la que tenía mucho que decir un joven escocés llamado Grant Morrison que ya había hecho maravillas con Animal Man, que había reflotado la Doom Patrol y que acababa de conseguir todo un espaldarazo con su Arkham Asylum en plena fiebre de la batmanía burtoniana. Según Morrison, ese año Karen Berger –futura fundadora del sello Vertigo– le envió una pila de material sobre Kid Eternity sólo para plantearle acto seguido la gran cuestión: «Tenemos todo este montón de horribles personajes viejos en los que nadie está interesado… ¿quieres quedarte con Kid Eternity y ver si puedes hacer algo con él? Todo el mundo lo odia». Y Morrison aceptó, claro.

Inicialmente, el escocés loco pensó en devolver a Kid Eternity su aspecto aniñado o como mucho juvenil de los años cuarenta, pero rápidamente se dio cuenta de que no podía porque «la idea no era ya aplicable al mundo de aquel entonces». Así que, sencillamente, la adaptó: «me basé en el adolescente americano contemporáneo, sin objetivos, nihilista… juventud de la blank generation. Era la misma idea básica acerca de un quinceañero, sólo que un poco más actualizada». Curiosamente hace unos años, preludiando lo que haría después con All Star Superman, Morrison comentó que con su enfoque «consiguió simplemente que todo el mundo odiara al personaje un poco más». «Si lo hiciera hoy en día –dijo– volvería a ser más como el antiguo Kid Eternity, porque al igual que mucha gente con un poco de sentido común, me he acabado aburriendo de los superhéroes oscuros y desagradables».


Las muchas encarnaciones de Kid Eternity:
Quality, Tierra-S, Morrison, Vertigo, Universo DC

Sea como fuere, Morrison y su compañero a los lápices, un Duncan Fegredo para el que este trabajo supuso su primer gran encargo, acometieron con éxito la tarea y obtuvieron un buen respaldo de la crítica y un moderado apoyo de los lectores. Suficiente para que se les propusiera hacer una serie regular. «DC lo mencionó y preguntó si queríamos hacer una serie regular, pero en aquel momento Duncan y yo no queríamos». Sin embargo, el encargo se retomó en 1993, con la línea Vertigo ya en marcha, de la mano de Ann Nocenti y un joven Sean Phillips. Para Nocenti, escritora de tendencias izquierdistas que venía de ser editora y guionista en la Marvel, supuso una libertad que buscaba desde hace tiempo, mientras que para Phillips la serie constituyó su primer encargo importante tras su paso por Juez Dredd y Hellblazer, justo antes de consagrarse de nuevo al amparo de la gabardina de John Constantine. No obstante, esta nueva redefinición (Nocenti y Phillips no siguieron la continuidad de Morrison) no tuvo el respaldo que se le suponía… la nueva Kid Eternity no pasó de 1994 y se cerró con apenas dieciséis números enormemente mediocres y totalmente olvidables.

Tras todo esto, los años pasaron, el chaval eterno se integró dentro de la continuidad del Universo DC –donde ha seguido dando guerra moderadamente– y la miniserie de Morrison se convirtió en una pieza de culto lo suficientemente sólida como para que en Estados Unidos se le dedicara un tomo recopilatorio. El mismo que ha sido usado por Planeta DeAgostini para preparar la edición que nos acaba de llegar en enero de 2010 –precediendo la publicación de la colección regular en un integral de bolsillo en marzo– y que viene a revitalizar un material que no se publicaba en España desde que Zinco lo hiciera en tres prestigios allá por 1992 (48 páginas y 525 pesetas la pieza).

¿Qué tal la edición de Planeta? Eficaz reproducción, notable rotulación (buena dirección la que está tomando la editorial en este sentido, pese a alguna que otra licencia cromática), una buena encuadernación y parquedad absoluta en cuanto a extras. Respecto a la traducción… absolutamente impresionante. Ésta era una obra compleja por todo el contenido referencial que incorpora Morrison, y el profesional responsable ha conseguido traducirlo todo con nota y con un apabullante dominio de vocabulario. El escocés, ya lo hemos dicho muchas veces, es engañoso a más no poder: parece que se inventa cosas, pero en realidad no se inventa nada, y ver bien traducidas cosas como «Leteo», «Dite» (la ciudad) o el empleo de jerga tan arcana como «bolo» (en el ámbito teatral), le llenan a uno de satisfacción por ver un trabajo muy bien hecho. Sólo una pega… traducir «mixed-up bonsai wants to live forever» como «el quinto elemento quiere vivir por siempre» cuando en la página contigua aparece un bonsai es realmente anómalo aunque esté plenamente justificado para mantener un difícil juego de palabras (entre «tiny tree» –árbol pequeño– y «eternity»). En mi opinión debería haberse especificado con una nota a pie de página, pero sea como fuere es un gustazo que el comentario de una traducción pueda dedicarse a evaluar estos matices.

Argumento

Una serie de eventos fortuitos permite que el ente conocido como Kid Eternity escape de una reclusión de más treinta años en el infierno e irrumpa en medio de una fiesta de intelectuales. Sin embargo, perseguido férreamente por unos misteriosos y sanguinarios seres conocidos como Schiririron, se ve obligado a ocultarse en la mente de uno de los asistentes para huir, un comediante que responde al nombre de Jerry Sullivan. Juntos, deberán viajar de nuevo al mismísimo Hades para rescatar a un amigo de Kid, el Señor Guardián (Mr. Keeper).


Kid Eternity haciendo acto de presencia

Qué papel ocupa en este drama una chica llamada Val Hoffman que también estaba en esa misma fiesta, cuáles son las intenciones de un despiadado psicópata conocido como el Reverendo Goodfellow o cómo puede importar todo esto a las arcanas fuerzas del Orden y el Caos son preguntas que encierran un enigma que deberá ser resuelto por nuestros protagonistas.

Palabra de Morrison

Sobre su voluntad conceptual: «Quería hacer algo acerca de la magia que tuviera en cuenta todas las teorías acerca del caos, porque la magia del caos está basada en la idea de que toda la materia y todas las manifestaciones se despliegan desde un caos primordial. Es bastante complicado de explicar ahora, pero estaba interesado en toda esa idea de la ciencia del caos. Lo que no me gusta es la forma simplista en la que orden y caos han sido tratados en DC Comics. He intentado mostrar algo de ese material de una forma diferente».

Sobre su percepción tras escribir el número #1: «Todo va acerca de la magia del caos. Hemos descartado toda esa cosa incetuosa de la Familia Marvel. Aunque el personaje sigue siendo torpedeado al principio, eso sí. En más de un sentido… El primer número ya ha sido dibujado por Duncan Fegredo. Hacerlo ha sido divertido, ya que ha supuesto una forma diferente de escribir para mí. Acababa de leer el Ulysses y pensé que podría hacer eso de la ‘corriente de conciencia’. Por supuesto no es Joyce, pero ya sabes… tenemos nuestras patéticas pretensiones. El oscuro secreto de Mister Keeper es revelado en el segundo número. Lo que quiero es hacer un cómic de terror. Quiero decir, todos los demás británicos han hecho uno, así que pensé que era el momento de que yo hiciera uno usando todo el ocultismo en el que estoy envuelto. Todo es considerablemente desagradable. Queríamos hacer algo sin valores morales en absoluto. Kid es un maravilloso personaje nihilista. La gente se va a sentir realmente mal cuando lea esto. El tipo no tiene ninguna redención moral».


Sobre la introducción de referencias: «Me sumerjo diariamente en arte y música y literatura. Obviamente, todo me viene solo. No es una cosa deliberada y realmente no entiendo a la gente que piensa que lo es. No anoto incluir una cita de Höderlin en la Doom Patrol o una referencia a Hugo Ball en Kid Eternity. Estas cosas están en mi cabeza y realizan su camino hacia la página junto a todo lo demás. Por otra parte, estas referencias pueden ser de una utilidad provechosa para animar a los lectores jóvenes a ir a gastar su dinero en libros interesantes en vez de en el último juego de rol [Morrison cita concretamente Advanced Dungeons and Dragons]«.

Sobre su relación con Duncan Fegredo: «Fue genial. Me gusta colaborar porque algunas veces ocurre eso que William Burroughs llamaba ‘la tercera mente’, cuando dos personas van juntas y se produce una ‘gestalt’ [un todo que es más que la suma de sus partes] completamente inesperada. En esos casos es cuando la colaboración está funcionando bien. La mayor parte de las veces no obtienes esa clase de cosas y resulta decepcionante, pero afortunadamente en el caso de Kid Eternity, Duncan es realmente bueno en lo que hace, y está aportando algo que es específicamente suyo».

Análisis integral

Es tal la integración de forma y fondo, de continente y contenido, de Fegredo y Morrison en definitiva, que hay en este tebeo, que resulta inapropiado dividir su análisis en los tradicionales apartados –conceptual y técnico– de esta sección. Es más, resulta también poco acertado analizar Kid Eternity una vez leído… para captar toda su esencia hay que acometer esa tarea mientras se lee aunque, como es mi caso, no sea ésta la primera lectura de la obra. Y es que si hay materiales cuyas relecturas se aconsejan, en éste deberían ser obligatorias. Cómo realizarlas es algo sobre lo que aún no sé muy bien qué indicar… personalmente recomendaría leer el tebeo e ir indagando e integrando cada referente, cada significado oculto, en una primera vuelta aunque ésta se vuelva entrecortada y poco placentera. Así, la segunda vez podremos leer Kid Eternity de una sentada aprehendiendo la obra como una totalidad plena. La alternativa, evidentemente, consistiría en acercarse al tebeo por primera vez, entender lo que podamos en un calmo proceso de lectura y después realizar una nueva aproximación más asimilativa. Todo depende, creo, de si nos gusta que las primeras impresiones que nos causa un cómic nazcan a partir de la mente o de las entrañas.

En todo caso yo voy a proceder a partir de ahora a seguir la sistemática que he comentado: releer el tebeo, ir analizándolo a medida que lo hago e intentar reproducir mi primera experiencia frente a sus páginas. Probablemente me saldrá una suerte de guía de lectura, de mapa oculto de Kid Eternity pero, aunque repasaré la ortografía y la sintaxis de lo que escriba una vez lo termine y añadiré imágenes, no modificaré más allá de esos detalles lo que se prodizca aquí y ahora. O en otras palabras: a lecturas complejas, reseñas complejas y desafiantes. Vamos allá…


Un comienzo, un tiempo delicado…

Lo primero que apreciamos en Kid Eternity es una declaración de intenciones; una voluntad de orden pero también de reinterpretación de los clásicos. «Canto I» reza una primera página que integra el número romano correspondiente en la tipografía de la palabra (concretamente, en la ene, aunque la rotulación de Planeta lo malogre) para evocarnos así los grandes clásicos, de La Divina Comedia a Homero, y recordarnos de paso que lo que viene a continuación es un viaje; un viaje físico pero también iniciático. Inmediatamente después vemos un escenario envuelto en sombras al que sube un personaje con un traje que le queda grande y que percibimos monocromo excepto por un único detalle identificativo… una pajarita roja. «He estado pensando en la muerte» nos dice, tan calmo como la sensación que transmite la composición de la escena: dos tiras de cuatro viñetas rectangulares verticales cada una, idénticas, que siguen al monologuista en su calmado ascenso a las tablas. Y sin embargo, al pasar la página, la muerte –o el concepto que tenemos de ella– llega en la forma de una soberbia splash page que representa la entrada a urgencias hospitalarias de un reciente accidentado; un accidentado al que le vemos, con su nudo deshecho, la misma pajarita roja que tenía nuestro cómico seminal.

La página, además, ha cambiado… ya no es una retícula perfecta, sino que empieza a complicarse: sobre una splash page de fondo vemos una larga viñeta trapezoidal sin bordes que representa el largo pasillo que atraviesa la camilla del protagonista; a su derecha, como un vestigio de la confortable composición de página inicial, observamos a un protagonista plácido en su inconsciencia que rememora visualmente el momento de su accidente, mientras escucha las conversaciones del personal sanitario que lo conduce hacia el quirófano. Visualmente pero también verbalmente, ya que el lector comprende de inmediato que los recuadros de la voz en off –entendida como esa corriente de conciencia que Morrison le toma prestada a Joyce para tamizarla bajo la escritura automática del surrealismo– van a jugar un papel importante en el drama. El personaje siente, piensa, integra y reflexiona… y nosotros, más que asistir a sus pensamientos, obtenemos retazos de los mecanismos que le permiten generarlos. Así, cuando oye que lo tuvieron que sacar del río en el que se precipitó con su automóvil, lo relaciona con viejas películas de gángsters y piensa en actores como Edward G. Robinson, Paul Muni y un George al que no llega a identificar con apellido –¿para qué? él sabe quién es y no pretende informarnos– pero que sólo puede ser George Raft. Y sí, la intuición del lector cinéfilo es acertada porque Morrison completa el nombre justamente en la viñeta anexa gracias a la palabra que alguien completa en un Scrabble. ¿Y qué significa «raft»? Pues «balsa» o «bote», uno como en el que murió según la historia original ese chico que sería perdonado por los dioses y cuya historia se reversiona en este tebeo.


A las puertas de la muerte

Después de esta carta de presentación llega el caos… la narrativa visual se disgrega en varias historias corales sin conexión aparente, las viñetas empiezan a superponerse y alterar su forma (cuadradas, rectangulares verticales, panorámicas, trapezoidales) y tamaño sin concierto alguno, la línea temporal se rompe y vemos presente y pasado –o pasados– a un mismo tiempo. Es el paroxismo de la transición non-sequitur de McCloud. Todo se precipita, es rápido, veloz, rítmico, tenso… la corriente de conciencia empieza a ser profusa y a través de ella Morrison se permite el lujo de ponerle banda sonora al tebeo (el Carmina Burana de Orff, y alguien ya piensa en Excalibur y John Boorman) al tiempo que nos da una pista crucial acerca del subtexto del mismo: los palíndromos silábicos R.O.T.A./T.A.R.O. acompañando la imagen de una ruleta rusa que gira imparable. T.A.R.O. las cuatro letras que pueden leerse en la rueda de la fortuna presente en la décima carta del tarot según la baraja hermética de A. E. Waite. R.O.T.A./T.A.R.O. como en «Rota Taro Orat Tora Ator» [La rueda de Taro enuncia la Ley de Ator], el mensaje que Waite habría querido introducir en esa rueda de la fortuna que siempre ha simbolizado tanto la suerte como los ciclos vitales o los acontecimientos repentinos. La misma rueda de la fortuna que estarán rememorando los que hayan escuchado alguna vez Carmina Burana y su «O Fortuna, velut luna, statu variabilis» inicial. Una rueda de la fortuna, en definitiva, que se relaciona clásicamente con otras dos cartas del tarot –El Mago (I) y El Sol (XIX)– para simbolizar que el mago inicia un viaje regido por la suerte y el sol renace de la ultratumba.

Y verdaderamente renace, pues el cúmulo de casualidades de cada historia lleva a que Kid Eternity, encerrado durante treinta años en el infierno y con pinta de ser un trasunto grunge de Andy Warhol, haga acto de presencia en nuestro mundo justamente debajo de una litografía de Pablo Picasso tras ser pronunciado su nombre tres –he dicho tres– veces. En estas estamos y hemos comprendido la aproximación que Duncan Fegredo está ejecutando en un terreno gráfico que se ha asegurado de dominar por completo. Heredero confeso de Bill Sienkiewicz, Fegredo oscila entre concesiones al fotoexpresionismo y un dibujo expresionista muy en la línea de Álvaro Delgado, basado en la profusión de líneas típicas del boceto –rápidas, intuitivas, caóticas, desasosegantes–, y que compone imágenes plásticas y muy sugestivas. Para los rostros que no aparezcen en primer plano, empero, usa líneas mas gruesas y en menor cantidad, dejando que las gradaciones de color y las manchas de negro definan los volúmenes. Todo ello con un hatching ocasional y difuminado, con guiños al surrealismo y al cubismo, con una composición de página adaptativa y con un dominio apabullante de la perspectiva y el escorzo. Mención aparte, por cierto, para la poderosa paleta cromática con predominancia de tonos sucios, compuesta a base de acrílicos usados inicialmente como acuarelas en áreas monocromas para delimitar los valores tonales y luego reforzados de cara a ganar en solidez y texturas.


La página transformada

Pero como decíamos… tenemos a Kid Eternity de regreso. Viene acompañado por Ricardo Corazón de León –los tres leones lo delatan– y por Al Capone (entra dentro de sus poderes convocarlos para protegerse), y está perseguido por unas entidades llamadas Shichiriron que parecen ocupar objetos inanimados. Shichiriron… demonios con poder sobre lo oculto, los no muertos, las sombras, el pasado o la Historia, con poder para encontrar lo que se ha perdido y que pertenecen a la jerarquía de los Qliphoth, los seres malignos que según el misticismo judío se oponen a las emanaciones a partir de las cuales Dios se revela y crea las realidades físicas y metafísicas. Sin embargo, nuestro comediante –de nombre Jerry– consigue escapar de ellos y, con él, el propio Kid Eternity, oculto en su mente. El Canto II comienza y lo hace de una forma discursiva, por lo que la composición de la página vuelve a tender a la regularidad… superviñetas eisnerianas con pequeñas viñetas rectangulares alargadas. Se nos informa de que Jerry es en realidad Jerry Sullivan, como suponíamos un comediante que ha conseguido un monólogo de éxito (probablemente el que se intercala entre la narración, el que abría nuestro relato). Mientras Kid Eternity cuenta su historia, seguimos a un personaje que hemos ignorado hasta ahora: un sádico asesino psicópata de tintes religiosos cuya relación con la historia general aún no está clara. Pero da igual… para el Chico de la Eternidad su misión, su viaje, consiste en rescatar a su antiguo tutor del infierno para levantar una Caosfera –motores del paraíso– y salvar al mundo. Jerry, por su parte, tiene que ayudarlo. Y yo, por la mía, tengo que parar ahora mismo este análisis para no desvelar más que el punto de partida de su gesta… ya tengo elementos suficientes para atacar, de raíz, el subtexto de este Kid Eternity; un subtexto en capas que se van desprendiendo a lo largo de la obra y que resulta mucho más rico de lo hasta ahora expuesto.

¿Qué subtexto es ése, se preguntará el lector? Pues bien, tras las muchas referencias que han sido expuestas y otras que el lector descubrirá por sí mismas –nada es aleatorio, y eso incluye las menciones a Alastor, Taiowa o la ceremonia africana del ukubuyisa– Morrison esconde su particular filosofía basada en la magia del caos; un sistema místico de naturaleza sincrética capaz de integrar con la misma facilidad elementos de profundas raíces culturales, libros de Lovecraft o Moorcock (mitología moderna, al fin y al cabo), ocultismo a lo Aleister Crowley, ciencia contemporánea o chamanismo para sustentar, en definitiva, un único axioma: el poder de las creencias como herramientas para cambiar un mundo en el que el caos se revela como motor de evolución y cambio y, el orden, como una fuerza inmovilista, reaccionaria e inadaptativa.


Conformación de la estrella del caos en 3D
(Caosfera)

Un mundo que, por otra parte, Morrison nos describe en Kid Eternity como sujeto a las pulsiones demiúrgicas de fuerzas antagónicas pero a su vez interdependientes, en cuanto se definen la una a la otra, y que hacen del hombre una marioneta alienada sujeta a una arquitectura pseudodeterminista. Frente a eso, Morrison propone a través de la figura de Kid Eternity la respuesta del nihilismo; es decir, la consistente en «la negación de todo lo que predique una finalidad superior, objetiva o determinista de las cosas pero que en cambio es favorable a la perspectiva de un devenir constante o concéntrico de la historia objetiva, sin ninguna finalidad superior o lineal». La negación, si hace falta, de la misma realidad y de esas pulsiones antagónicas que el protagonista, aquejado progresivamente de un cinismo nihilista y desencantado, acaba por identificar como la única y misma cosa. No hay diferencia entre Bien y Mal, entre Cielo e Infierno, entre Orden y Caos. Lo único que hay es un intrincado Helter Skelter que lo mismo sirve como canción de los Beatles, consigna asesina de Charles Manson, metáfora del descontrol o lema, como en este tebeo, de la puerta del Averno. Lo único que hay, en realidad, es cambio y, la gran pregunta es… ¿estamos dispuestos a seguir al Chico en su cruzada?

Hasta aquí este extraño y raro análisis integral. Después de desarrollarlo, estoy convencido de que no habría podido hacerse de otra forma. Habrá notado además el lector que apenas trasciende los detalles iniciales de la obra, aquéllos que están expuestos de forma sucinta en el apartado de argumento. Así que si esta ilusión ha ofendido, pensad, para corregirlo, que dormíais mientras salían todas estas fantasías. Y a este pobre y vano empeño, que no ha dado más que un sueño, no le pongáis objeción, que así lo haremos mejor. Os da palabra este redactor: si el silbido de serpiente conseguimos evitar, prometemos mejorar.

Valoración personal

Obra maestra. Sólo así puede clasificarse lo que Morrison y Fegredo consiguen con esta Kid Eternity que, con sólo tres entregas y un espíritu deudor del mejor Doctor Who, es capaz de cohesionar y revelar el sentido de toda la obra de su guionista. Aquí está todo: la experimentación, la complejidad bien entendida, la integración entre forma y fondo, la exigencia –brutal exigencia– al lector, las referencias culturales bien encajadas, la obligación de hacer segundas lecturas (y terceras, y cuartas), la exploración de la naturaleza de la realidad, la magia, la ciencia, la fe, la dualidad, lo demiúrgico, la fatalidad, lo cíclico, el inconsciente, el orden, el caos, la locura, el nihilismo, el trauma, el dolor… literalmente hablando, todo.


Tríptico compuesto por la unión de las tres portadas originales
de la miniserie (edición USA y Zinco)

Kid Eternity aporta una gran certeza al lector: los trabajos de Grant Morrison tienen muchísimo sentido. Como si fuera la dovela central de una estructura que se desplomaría sin ella, esta pequeña obra es efectivamente la clave del arco que compone gran parte de la obra de Morrison… un arco que comienza titubeante para elevarse gracias Animal Man, Doom Patrol y Arkham Asylum, que se refuerza y encuentra su punto de inflexión en Kid Eternity y que, después, baja en su parábola simétrica con Sebastian O –un nuevo comienzo en toda regla–, Los Invisibles, Flex Mentallo y El Asco. Un arco que, finalmente, se unirá a otros que el escocés ha ido edificando a su alrededor a lo largo de su carrera profesional y que, una vez construidos, cuando las cimbras que ahora no nos dejan contemplarlos se retiren, revelarán su verdadera naturaleza: una hermosa bóveda; un único tema central, una sola obsesión, que siempre ha sido, es y será el Conocimiento; así con mayúsculas. Ese Conocimiento que tanta luz arroja sobre los hombres, tanta desdicha les trae a veces, tanto poder les otorga, tanto esfuerzo les requiere y que siempre, en cualquier época, alguien intentará negarles para que, inconscientes, los seres humanos se anulen a sí mismos.

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Última actualización de este artículo: 26 de marzo de 2013

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Dicker
Dicker
Lector
27 noviembre, 2009 9:08

Una de las obras más interesantes de Morrison, de cuando quería hacer comics, como Animal Man, Doom Patrol, Mata a tu novio, El misterio religioso…luego le dió por otra cosa, que a mi me interesaba menos.

Un magnífico Duncan Fegredo, aquí un poco deudor de McKean.

Darío
Darío
27 noviembre, 2009 10:43

Impresionante la visión que daba del infierno, realmente tiene muchos aspectos sugerentes, aunque se hace de lectura áspera.

John Space
John Space
27 noviembre, 2009 11:55

E imposible de leer en Internet, lo que constituye otra razón para comprarlo en papel.

Raúl Martin
Lector
27 noviembre, 2009 12:17

Es imperdonable que desde los tiempos de Zinco esta obra haya estado lejos de las librerías españolas. Yo la leí hace mucho tiempo, y seguramente no la entendí al completo. De manera que una relectura es tan obligada como deseada. Lo que si retengo es la añoranza por el Morrison complejo y audaz, del que poco rastro queda ya. Este guionista, a lo más que se atreve hoy en día, es a sugerir en clave de humor en Seaguy aquellas cosas terroríficas que nos hacía presenciar en obras como Kid Eternity.

GatoSamurai
GatoSamurai
Lector
27 noviembre, 2009 13:36

A mi me pica la curiosidad, y seguramente acabe pillandolo, pero… ¿El final deja la historia mas o menos cerrada? Es decir, ¿es una obra lo suficientemente autoconclusiva?  No me he leido la sinopsis entera por si me hacia demasiado Spoiler, asi que si mi pregunta está respondida pido perdon.

Por cierto, usas varias veces la palabra espaldarazo como algo cojonudo, y yo siempre he entendido al revés, un espaldarazo es que la gente le da la espalda, es decir, que pasa del tema completamente…

Un saludo!!! 😀

Maesemediarock
Maesemediarock
27 noviembre, 2009 13:54

«E imposible de leer en Internet, lo que constituye otra razón para comprarlo en papel.»
Jejejeje nada es imposible, se puede encontrar facilmente la edición de Zinco escaneada.

Pero es verdad que esta obra hay que tenerla en papel en una buena edición.

GatoSamurai
GatoSamurai
Lector
27 noviembre, 2009 14:15

No no, Jose, no quería decir que repites mucho ciertas palabras a lo largo del post, sólo me refería a que usabas varias veces la palabra «espaldarazo» con un uso contrario al que estaba acostumbrado, pero buscando por internet, tienes tu razón y el uso que le das es el correcto. Me queda el consuelo tonto que he encontrado unas cuantas páginas con la misma discursión y con más gente que pensaba como yo. Pero Errar Humanum Est , y Rectificar es de sabios… 🙂

Sobre el tomo, me voy a fiar una vez más de vosotros y me lo pillaré. Un saludo!!!

Parábola Durden
Parábola Durden
27 noviembre, 2009 14:46

Gran análisis de la obra, José (para no perder la costumbre). Albergaba mis dudas hacia esta compra y las has disipado con la fuerza del Katrina. 😉 Lo compro fijo. El dibujo (es cierto, muy Mckean y un poco Bill Skiewnczxzz@#..¡¡) me gusta y la temática del caos me apasiona. La espera ya se antoja jodida.

Clavos
Clavos
Lector
27 noviembre, 2009 15:07

Bueno, bueno, vaya nivelón para la nueva ‘Vertigo Cartoné’ para los dos próximos meses: Skreemer en Diciembre y Kid Eternity en Enero. Compras más que obligadas ambas. Y luego le seguirán Enigma, Uncle Sam, y espero que The Extremist y El Asco. Bien, bien…

zape
Lector
27 noviembre, 2009 15:44

Gran trabajo y ya soy redundante, pero el estilo de dibujo no me entra, no me entra…que le voy a hacer, por cierto con lo de la Blnak Generation pensé que te referias a este temazo de Richard Hell and The Voidoids, lo que también sería perfectamente coherente con el universo de referentes punk «morrisoniano».

Dicker
Dicker
Lector
27 noviembre, 2009 16:17

Pues a mi me gusta más este Duncan Fegredo, que el posterior…reconozco que tambien me gustan McKean y SIenkiwicz (bueno, Sienki es punto y aparte), pero este Kid Eternity y este Morrison sí que molaban, esto, perdón, estabab bien.

Raúl Martin
Lector
27 noviembre, 2009 16:31

Por lo que recuerdo, el dibujo de Fegredo estaba bastante bien logrado, en la estela de Arkham A. A mí Sienki es el que menos me gusta (aunque me gusta) de los dibujantes «sucios» o «pictóricos». Prefiero al McKean pre-photoshop, a Sam Kieth y a Ben Templesmith. Y lo más horroroso que he visto últimamente en este estilo es el arte de Nic Klein para Viking de Image. No veas que despropósito, más que pintado a pincel, parece pintado a brocha gorda…

mariano
mariano
Lector
27 noviembre, 2009 16:45

Puf, pedazo reseña. No tengo tiempo de leerla al 100%. A mi en su época me dejó un regusto amargo. El primer tomo me encantó pero a medida que avanzaba la publicación notaba como que la historia iba perdiendo complejidad y el dibujo era cada vez menos trabajado. Total que me lo vendí, así que a recomprar tocan, que como bien decís, desde el Asco Morrison lleva 7 u 8 años sin tirarse a la piscina y darlo todo en un cómic.
Por cierto:
“Si lo hiciera hoy en día –dijo– volvería a ser más como el antiguo Kid Eternity, porque al igual que mucha gente con un poco de sentido común, me he acabado aburriendo de los superhéroes oscuros y desagradables”.
Muy revelador, Pero que MUY REVELADOR. De por dónde va Morrison hoy, con su estilo más «Kirbiesco» de escribir cómics.

Martin
Martin
28 noviembre, 2009 0:31

«Lamentablemente» me gusta como escribes jaja, y leo tus reseñas a pesar de que sean de obras de mi odiado megalómano escocés.
Por lo que veo en tu excelente artículo, K.E es un Morrison en estado puro, asi que no pienso leerlo jajaj. Gracias por ahorrarme el sufrimiento y el odio.

Felicitaciones por la reseña. Muy completa e interesante.

Silk Spectre
Silk Spectre
28 noviembre, 2009 10:38

¿Y los epsodios del Nocentti posteriores qué tal están? ¿Alguien que los haya leído? (por cierto, excelente post).

Survivor
Survivor
28 noviembre, 2009 18:20

Me gusta Morrison pero cuando se le da por idas de olla no lo aguanto y por eso no comprare Kid Eternity,me gusta mas su trabajo en pijameros(aunque me gustan Los Invisibles,curioso…).

Silk Spectre
Silk Spectre
29 noviembre, 2009 11:06

¡Muchas gracias! Es lo que tiene leer a toda pastilla… En cualquier caso esta miniserie, que leí en la época Zinco, me parece estupenda y yo también la recomiendo muchísimo!!!  

Micko
Lector
30 noviembre, 2009 10:03

Gran artículo.
Gracias.

Xavier Blas co Grau
Xavier Blas co Grau
13 enero, 2010 15:53

Excelente material + Buena y respetuosa edición ( a ser posible en cartoné)= COMPRA SEGURA.

bongo
bongo
Lector
13 enero, 2010 20:32

Con qué ganas lo esperaba!!!!!!!!

brodie
brodie
Lector
14 enero, 2010 12:18

me falta el prestigo 2 de Zinco pero me jode comprar el tomo por un tercio de la obra que me falta. MIraré en bookdepository a ver si está mas barato.

Armin Tamzarian
Autor
12 marzo, 2010 11:46

Gracias a tu análisis José me lo compré a ciegas y lo leí dos veces seguidas compulsivamente.

Me parece uno de los mejroes trabajos de Morrison aunando en una obra ajena todos sus temas recurrentes e inquietudes como narrador. El trabajo de Fegredo es soberbio (aunque me recuerda mucho al de Mckean en Arkham Aslylum, cosa que no es mala)

Sólo me asalta una duda, ¿es William Burroughs el escritor que le da a Kid Eternity y Jerry los Mapas del Infierno?

mindundi
mindundi
Lector
26 septiembre, 2019 16:34

Desconocía esta obra, menudo análisis, será casi un reto comprenderla.
Por lo tanto he de tenerla!.

Querubo
Querubo
Lector
En respuesta a  mindundi
26 septiembre, 2019 19:40

Esto es reflotar un tema y lo demás tonterías… ¡9 años!
Eso sí, muchas gracias por recuperar este análisis, que complementa al de Gustavo Higuero de hace unos días.
A ver si me animo a hacerme con él.