#ZNCine – Crítica de El Hombre de las Mil Caras, de Alberto Rodríguez
Crítica de El Hombre de las Mil Caras, película inspirada en hechos reales sobre Francisco Paesa a manos de Alberto Rodríguez, director de La Isla Mínima.
Aviso de Spoilers: Esta reseña contiene información importante sobre los hechos reales en los que se inspira la película y que pueden desentrañar la trama de la misma
«Nadie dijo que hacerse rico fuera barato»
Dirección: Alberto Rodríguez Guión: Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, basado en el libro de Manuel Cerdán Música: Julio de la Rosa Fotografía: Álex Catalán Reparto: Eduard Fernández, José Coronado, Carlos Santos, Marta Etura, Emilio Gutiérrez Caba, Luis Callejo, Tomás del Estal, Israel Elejalde, Pedro Casablanc Duración: 123 min Productora: Zeta Cinema / Atresmedia Cine / Atípica Films / Sacromonte Nacionalidad: España
Después del enorme éxito de aquel superlativo thriller policíaco a los pies de las marismas del Guadalquivir llamado La Isla Mínima con el que tomó el pulso a la España de la transición el cineasta andaluz Alberto Rodríguez vuelve a ponerse detrás de las cámaras con El Hombre de las Mil Caras, su último trabajo con el que una vez más ejerce de cronista de la historia reciente de nuestro país como lo hizo en la ya mencionada cinta protagonizada por Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo o la potente Grupo 7, el largometraje que le hizo despegar definitivamente como uno de los mejores directores del celuloide hablado en español. Con su última producción el sevillano aborda la controvertida y escurridiza figura de Francisco Paesa, un agente de los servicios secretos españoles que durante la primera mitad de los años 90 se vio implicado en la huida, ocultación y posterior detención de Luis Roldán, director general de la Guardia Civil que durante el mandato de Felipe González fue acusado de cohecho y malversación de fondos del estado y condenado a treinta años de cárcel. El largometraje de Alberto Rodríguez se basa en el libro Paesa: El Espía de las Mil Caras, escrito por el periodista Manuel Cerdán y está centrado principalmente en el ya mencionado Caso Roldán y la repercusión internacional que este tuvo en su momento. Con un pulso ferreo en la dirección, un guión de una solidez intachable que bascula entre varios géneros y un reparto sobresaliente con un grupo de protagonistas en estado de gracia El Hombre de las Mil Caras se revela como una de las propuestas españolas más interesantes de un 2016 que está dándonos muchas alegarías en forma de celoluide patrio.
Para disfrutar adecuadamente de un producto como el último largometraje de Alberto Rodríguez es conveniente, en la medida de lo posible, no compararlo con su trabajo inmediatamente anterior detrás de las cámaras. El Hombre de las Mil Caras no es La Isla Mínima, ni es su intención serlo o necesitarlo, no lo es en sus intenciones, construcción narrativa, tono o ejecución técnica. El acercamiento a la figura de Francisco Paesa del director de la también reivindicable y generacional 7 Vírgenes se vertebra como el celuloide de espionaje internacional con sus escuchas encubiertas, dobles juegos, traiciones y engaños, pero el cineasta sevillano y su habitual co guionista Rafael Cobos saben inyectar al relato una pátina de fino humor que en no pocas ocasiones nos pondrá los pies en la tierra para afirmarnos que hasta en el mundo de los agentes dobles y la seguridad nacional «Spain is different» y la caspa propia de nuestro entorno social y político es ineludible, no ya sólo gracias al acertado retrato que se hace de algunos de los protagonistas, sino también a la hora de exponer en pantalla la ineptitud de los servicios de inteligencia de las grandes potencias que creían conocer el paradero del ínclito Luis Roldán en países tan distintos como Estados Unidos o Venezuela cuando nunca abandonó París tras su huida de España.
Con una scorsesiana voz en off, que siempre se mostrará didactica pero nunca discursiva, por parte de Jesús Camoes, el piloto de Iberia que era amigo íntimo y colaborador de Francisco Paesa al que da vida José Coronado, desde su mismo arranque El Hombre de las Mil Caras sitúa al espectador en su localización espaciotemporal para conocer de primera mano cómo era la España a la que engañó nuestro inefable protagonista. Alberto Rodríguez consigue un retrato soberesaliente de nuestro país durante los 80 y 90 y con ayuda de Rafael Cobos va tejiendo una intrincada trama al más puro estilo Alan J. Pakula o Sidney Pollack con la que nos irá presentando a las piezas de ajedrez con la que jugará su extensa partida. Una vez asentada la historia la narración por parte de Camoes se va espaciando cada vez más y es la misma historia, ya solidificada por medio de la escritura y la puesta en escena, la que habla por sí sola. Rodríguez sabe aunar con pericia intachable la facilitación de copiosa información al espectador para conocer los hechos que el largometraje dramatiza sin que este se sienta saturado o asediado por datos y un trabajo en la dirección acerado en el que nada sobra o se echa en falta gracias al pulso del sevillano con el que sabe medir los tiempos, tensar el suspense en las escenas más dinámicas y dejar reposar los encuadres cuando son sus actores los que llevan el peso del relato sobre sus hombros.
Ya desde los tiempos de sus primeros trabajos junto a su amigo Santi Amodeo (El Factor Pilgrim) Alberto Rodríguez mostró un especial talento no sólo para sacar lo mejor de sus actores, sino también para rodearse de intérpretes con mucho talento independientemente de su edad. Ahí están los Manuel Morón y Jimmy Roca de El Traje, los Juan José Ballesta y Jesús Carroza de 7 Vírgenes o los ya mencionados Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez de La Isla Mínima para dar fe de ello. El Hombre de las Mil Caras no es una excepción y una vez más el realizador de After sabe llevar por el buen camino a un reparto que ejecuta su trabajo con una profesionalidad intachable. Sí, Eduard Fernández no es sólo uno de nuestros mejores actores, también ganó merecidamente esa concha de plata al mejor intérprete masculino en el recientemente finiquitado festival de San Sebastián por su enorme labor dando vida a un Francisco Paesa que el catalán saber mover entre la inteligencia y la suspicacia o el patetismo y la mezquindad. Al actor de Fausto 5.0 o Alatriste le cubren las espaldas un José Coronado que mejora con los años aunque en esta ocasión casi hace de sí mismo, una Marta Etura magnífica como siempre y en roles más pequeños, pero de capital importancia, unos sobradamente creibles Emilio Gutiérrez Caba y Luis Callejo, este último dando vida a un papel complicado (el del ex ministro de Interior y Justicia Juan Antonio Belloch que no queda nada bien parado en el film) y para colmo teniendo que luchar con unos postizos capilares terribles.
Pero si hay que destacar a alguien del excelente reparto en opinión del que esto suscribe es a Carlos Santos dando vida al huidizo Luis Roldán. Los que conozcan al murciano sólo por dar vida al torpe agente de policía José Luis Povedilla en la serie de televisión Los Hombres de Paco desconocerán lo que algunos ya descubrimos en su excelente papel de actor que pierde todo su compromiso social como artista cuando empieza a temer por su integridad física de la magnífica También la Lluvia, de Iciar Bollaín, que es un excelente intérprete con una gran cantidad de registros, los mismos que le permiten en esta ocasión dar vida con una fidelidad pasmosa al ex director general de la Guardia Civil, ofreciendo un personaje del que llegamos a compadecernos tras meterse en una situación que le supera por todos lados y de la que sale escaldado y totalmente engañado por un buitre como Paesa cuya codicia supera a la suya. Pasajes como el del balcón, el de la música clásica con Bach/Händel en el coche, el de los pendientes como regalo para su mujer o su arrebato inconsciente al salir sin previo aviso de su automóvil durante la negociación de Paesa con los ingleses dan buena muestra de lo mimetizado que estuvo Santos con su criatura durante el rodaje de la película. Los gestos, el tono de voz, esos «correcto» que espeta regularmente, su tendencia a transpirar en exceso o su obsesión con que no fumen en su presencia permiten al intérprete de Mataharis o Fuga de Cerebros ofrecer todo un recital que debería ser reconocido en la próxima gala de los Goya.
El Hombre de las Mil Caras es la prueba definitiva que nos confirma a Alberto Rodríguez como uno de nuestros cineastas más talentosos y consolidados. Por medio de figuras como la de Francisco Paesa y Luis Roldán el director sevillano realiza un fresco de nuestro país que deja claro que la corrupción no nació ayer, ya que parece adherida al ADN español desde tiempos inmemoriales. Gracias a unos apartados técnico y artístico de nota y unos medios totalmente aprovechados para dar empaque al conjunto de la obra la última cinta de este analista del lado más pútrido de nuestras sociedad se suma a la lista de producciones patrias que han hecho del 2016 una temporada muy a tener en cuenta con respecto al celuloide hecho aquí y que todavía nos guarda alguna que otra sorpresa como esa Que Dios Nos Perdone, dirigida por Rodrigo Sorogoyen y protagonizada por Antonio de la Torre o Roberto Álamo entre otros, que guarda en común con el largometraje que nos ocupa no sólo haber compartido proyección en el festival de San Sebastián y las alabanzas de la crítica, sino también el hecho de abordar un contexto real (la visita de Benedicto XVI a España en 2011) aunque en esta ocasión para narrar un thriller de ficción con asesino en serie. Con respecto a El Hombre de las Mil Caras el que esto firma sólo puede recomendarla encarecidamente como una de las propuestas más estimulantes de la actual cartelera, un tipo de celuloide que aúna con mucho oficio entretenimiento de calidad y sátira incisiva con el que se retrata a un perdedor que aprovechándose de un golpe de suerte y su talento para el engaño pudo reírse de todo un país, algo que, por desgracia, sigue a la orden del día en España.
Aviso de Spoilers: Esta reseña contiene información importante sobre los hechos reales en los que se inspira la película y que pueden desentrañar la trama de la misma "Nadie dijo que hacerse rico fuera barato" Dirección: Alberto Rodríguez Guión: Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, basado en el libro de…
#ZNCine – Crítica de El Hombre de las Mil Caras, de Alberto Rodríguez
#ZNCine – Crítica de El Hombre de las Mil Caras, de Alberto Rodríguez
2016-10-01
Juan Luis Daza
Dirección - 8
Guión - 8.5
Reparto - 8.5
Apartado visual - 8
Banda sonora - 7.5
81
8.1
Excelente mezcla de drama y thriller a manos de Alberto Rodríguez, el sevillano se rodea de colaboradores de primera línea para realizar una interesante radiografía de la España de los 90 por medio de la escurridiza figura de Franciso Paesa.
Sin haberme resultado tan evidente como Grupo 7 o La Isla Mínima en cuanto a virtudes -aunque también creo que es una película que es conveniente dejar reposar su tiempo hasta tener una opinión del todo clara-, Alberto Rodríguez se ha vuelto a marcar una clase magistral de brío narrativo, como otro galón más para erigirse como ese ojo quirúrgico de la historia reciente de España que nuestro cine estaba necesitando.
Aunque si tuviera que destacar un aspecto de todos los que hablas, Juan Luis, lo haría con el finísimo vitriolo de su condición como sátira de esas mezquindades y miserias tan nuestras. Momentos como el de
Aviso de Spoiler
Roldan viniéndose abajo entre lágrimas para proclamar «¡Yo solo hice lo que hacia todo el mundo!»
eran para levanzarse en la sala a aplaudir como un descosido
Sin haberme resultado tan evidente como Grupo 7 o La Isla Mínima en cuanto a virtudes -aunque también creo que es una película que es conveniente dejar reposar su tiempo hasta tener una opinión del todo clara-, Alberto Rodríguez se ha vuelto a marcar una clase magistral de brío narrativo, como otro galón más para erigirse como ese ojo quirúrgico de la historia reciente de España que nuestro cine estaba necesitando.
Aunque si tuviera que destacar un aspecto de todos los que hablas, Juan Luis, lo haría con el finísimo vitriolo de su condición como sátira de esas mezquindades y miserias tan nuestras. Momentos como el de
Roldan viniéndose abajo entre lágrimas para proclamar «¡Yo solo hice lo que hacia todo el mundo!»
eran para levanzarse en la sala a aplaudir como un descosido