Si por algo existe un cariño singular por los Teen Titans es debido a sus personajes. El hecho de que fueran adolescentes extraños a la primera línea del Universo DC (aunque cercanos, eso sí) y que tuvieran un desarrollo incipiente por delante, les convertía en una masa jugosa de manejar de cara a desarrollarlos y convertirlos en unos personajes interesantes, cuyas relaciones interpersonales podían ser, cuanto menos, cautivadoras. Marv Wolfman supo captar ese potencial y, mirando de reojo a la Patrulla X, descifró el fondo de estos personajes y los llevó, junto con los villanos que les fueron apareciendo en el camino, a un desarrollo y complejidad como pocas veces se había visto antes en los cómics de superhéroes.
Esos Robin, Wonder Girl, Kid Flash, Beast Boy, Raven, Cyborg y Starfire se ganaron el cariño de los aficionados con el paso de los años ya que el lector lograba empatizar con ellos tal y como lo había hecho con los personajes de Claremont. Y terminada la etapa de Wolfman, esas raíces, a pesar de haberse ido difuminando, se mantuvieron en épocas intermitentes que lograron mantener el calor del aficionado en torno a este peculiar grupo de superhéroes.
Con esto del Rebirth, a Ben Percy le ha tocado el premio gordo. Una de las claves de este relanzamiento es, precisamente, aferrarse a las raices de los personajes. Atrás quedaron las tentativas de innovación cuya incertidumbre acompañaba haciendo sombra desde el primer número. Tras Green Arrow, al guionista le ha tocado la mayor y ha optado, como no podía ser de otra forma, de intentar atraer a los fans del grupo –que hay muchos– a volver a adentrarse de nuevo en esta colección.
Sin embargo, con el cómic en la mano lo único que nos llevamos tras su lectura es un símbolo interrogante. Apenas suelta prenda un Percy que intenta, de una manera loable, presentarnos a los personajes. Quiere partir de cero: nos presenta a todos y cada uno de los personajes mediante su situación actual de vida y, queriendo abocar al orígen, nos cuenta como este grupo va a ser creado y por qué. Todo ello a pesar de hacerlo de una forma un tanto inverosímil, haciendo de la muerte de cierto personaje un conducto que parece metido a calzador a lo largo de las 22 páginas del tebeo.
El estado actual del cómic me hace, no obstante, desconfiar. Lo que antes era posible ahora no lo parece tanto. Me explico: lo que hizo Marv Wolfman en su tiempo fue tratar a estos personajes como adolescentes con problemas a los que iba desarrollando a través de desgracias, amores y momentos buenos; lo que viene siendo, en definitiva, la vida. Actualmente, sin embargo, con lo volátil que es el cómic y las dificultades que hay de hacer planes a largo plazo, parece arduo que Percy pueda emular, aunque sea en un porcentaje bajo, el éxito de caracterización que logró el neoyorquino. Quizá no sea el cómic y sea el hecho de que nosotros hemos crecido. ¿Acaso hemos dejado de empatizar como hacíamos antaño y ahora simplemente nos quedan vestigios de nostalgia?. Percy, con esta importante colección, es el encargado de disipar estas incógnitas. Tendrá que ser, eso sí, a partir del próximo número.
Guión - 6
Dibujo - 7
Interés - 8
7
Benjamin Percy se marca una presentación de manual con la clara intención de volver, siempre que los tiempos actuales se lo permitan, a la época de Wolfman.