El pasado martes, 7 de febrero de 2017, las redes sociales se volcaban en la noticia del fallecimiento de
En el año 1978, el panorama audiovisual aún estaba sacudido por el inesperado éxito de La Guerra de las Galaxias. Fieles a la tradición de orbitar rápidamente en torno a cualquier cosa que oliera a negocio, las productoras decidieron aprovechar el tirón estelar y sacarse de la manga toda suerte de productos con esa ambientación, a ser posible para la gran pantalla. Así, la llamada «fase dos» que iba a suponer el regreso de Star Trek a la televisión se convirtió en la primera de trece películas, en tanto que los estudios
Para Hatch, el personaje del bizarro y gallardo Capitán Apolo le había brindado una popularidad cuyos papeles precedentes no le habían conseguido (así como una nominación a los globos de oro). Hasta ese momento, había sido carne de aparición puntual, siendo su único rol de cierto peso el que le había llevado a sustituir a Michael Douglas en Las calles de San Francisco. Antes y después de pasearse por el cosmos, sería un rostro relativamente habitual en seriales de la época como Cannon, Se ha escrito un crimen o Hawai 5-0. Su colega de vuelos cósmicos, Dirk Benedict –el ligón Starbuck- recalaría de rebote en El Equipo A y conseguiría otro motivo para la posteridad; su padre catódico, Lorne Greene –el venerable almirante Adama- estaba en los compases finales de su carrera, después de dejar impronta en la caja tonta en la interminable Bonanza. Por su parte, don Richard no se alejaría demasiado de la estrella de combate y, en cierto sentido, sería el responsable de que su legado continuara vigente, al menos entre la afición.
Durante la década de los noventa, Hatch se embarcó en varios proyectos para mantener viva la franquicia de Galáctica. En primer lugar, co-escribiría hasta siete novelas ambientadas en el universo de la serie de los años setenta. En segundo lugar, afrontaría la arriesgada empresa de intentar convencer a los estudios Universal de apostar por una continuación de la historia. Para ello, puso dinero de su bolsillo y enroló para la causa a algunos de los actores del serial original –como John Colicos, el traicionero conde Baltar-. El resultado fue un avance de cuatro minutos titulado Second coming. Juzguen ustedes mismos la premisa, a través de este homenaje a la memoria de su valedor:
La entidad propietaria de los derechos manifestó poco interés en financiar una continuación en los términos propuestos por Hatch. Era el año 1999 y los tiros apuntaban hacia una nueva versión, que finalmente se realizó bajo la batuta de
Recien me entero, muy triste noticia, guardo muy gratos recuerdos de la serie original, más allá de las limitaciones de la época.
Siempre voy a reconerle como bien comentan en la nota sus inagotables intentos por hacer resurgir la franquicia aunque no hayan tenido mucho exito.