Formato:. Tomo apaisado en tapa dura
29.90 euros
Es increíble el influjo que nos provoca la ilusión de volar. Desde los viejos mitos griegos, con Ícaro y su impetuoso deseo de alejarse lo más posible de la Tierra, esta pasión se identifica con la atracción hacia la aventura y el placer del riesgo. Imaginen por un momento que somos parte de un teatro de guerra activo, nada más y nada menos que la II Guerra Mundial. Sigamos elucubrando que somos un curtido y temerario piloto de la aviación norteamericana. Tenemos carisma, arrojo e infinita fe en nuestras posibilidades. Nos convertimos, pues, en Johnny Hazard, el arquetipo por antonomasia del aventurero en tiempos convulsos. Este personaje está confeccionado en su totalidad por el artista Frank Robbins, que dio inicio a unas tiras periódicas en 1944 y que tuvo el empuje de continuar hasta bien entrados los años setenta. Como se puede comprobar por el arco cronológico apuntado, todo un hito en la producción de King Features Syndicate Inc. (parte del entramado empresarial de Rudolph Hearts). Ahora, en pleno 2017, la editorial Dolmen nos ha dado la alegría de la recuperación de sus tiras diarias, divididas en varios volúmenes, como primer paso de una prometedora andadura de la colección Sin Fronteras. Este primer ejemplar recorre el periodo que va de 1944 hasta 1945, pese a que en la portada se indica que cubren hasta 1946 (una errata que tampoco nos va a afear el producto). Y es que volver la vista a los clásicos es un sano ejercicio que puede reportar inesperados beneficios. Dejamos los rodeos y nos centramos en lo que nos interesa, la obra de Robbins.
Franklin Robbins (1917-1994) nació en Boston, Massachusetts, como parte de una familia con el suficiente riñón para proveerle de una educación en tiempos difíciles. Su gusto por el dibujo decidió rápidamente su futuro ya que fue seleccionado por la prestigiosa National Academy of Design de Nueva York. Nos hallamos en un época propicia para el desarrollo artístico en los EEUU pues el mercado de la tira de prensa se encuentra en su apogeo, al que pronto se unirá el del novedoso comic-book. De todas formas, fue en el campo de la publicidad donde dio sus primeros pasos en el mundo profesional, por lo menos hasta 1939, fecha en que documentamos su entrada en las «daily strips» sindicadas. Scorchy Smith es su primer trabajo acreditado en viñetas y tiene su importancia para el concepto de Johnny Hazard. Scorchy era una tira surgida a rebufo de la popularidad de la hazaña de Charles Lindbergh, que ni corto ni perezoso, se cruzó el Atlántico en avioneta en el lejano año 1927. De esa influencia surge Scorchy Smith en 1930, pero también Talspin Tommy (1928) o Barney Baxter (1935), con el prototipo de aviador intrépido deseoso de aventuras. El creador de Scorchy fue John Terry aunque se reconoce como principal impulsor a Noel Sickles, en cuyo estilo observamos trazos del maestro Milton Caniff. Ajustándonos a lo concreto, cuando se incorpora Robbins estaba siendo dibujada por Bert Cristhman, en una aparente bajada de popularidad de la tira. La llegada de Frank volvió a propulsar el proyecto, logrando un gran éxito en apenas un año, recuperando esa estética deudora de Sickles (y por ende, de Caniff), tanto que es el escogido para realizar la página dominical. Su nombre comienza a sonar en los ambientes de la tira americana y en su cabeza comienza a forjarse una idea muy personal, basada en muchos aspectos en todo este totum revolutum que incluye aviación y aventuras con personaje carismático.
Su buen hacer llamó la atención del gigante King Features, que le propuso hacerse cargo de Secret Agent X-9. Este era el momento, pensó Robbins, y declinó amablemente el ofrecimiento a la vez que supo venderle un nuevo propósito a la interesada editorial. Hablamos ya de Johnny Hazard, una tira de corte bélico, pues nos encontramos en plena contienda mundial (año 1944), protagonizada por un aviador versado en todo tipo de arriesgadas misiones, el teniente (luego ascendido a capitán) que da título a la strip. A ella y por mucho tiempo de forma casi monástica, Robbins dedicó gran parte de su vida profesional, ya que se consagró en cuerpo y alma a esta obra magna. Se mantuvo, como autor completo, detrás de la misma hasta su cierre en agosto de 1977 (aunque hay que precisar que en los últimos años trabajó con ayuda debido a sus otros compromisos; el propio artista reconoció que supervisaba guiones y únicamente entintaba páginas en el tramo final de la tira).
Johnny Hazard es la gran aportación de Robbins al mundo del noveno arte, aquella por la que debe merecidamente pertenecer al Olimpo de los elegidos. Una genialidad incontestable que ha sido estudiada hasta la saciedad por su capacidad narrativa y que ha influenciado a autores de todo tipo y condición, entre los que podemos citar a gigantes como Hugo Pratt, Jordi Bernet o Carlos Giménez. El arquetipo que representa Johnny ha sido imitado en personajes tan diversos y diferentes como Blueberry, Corto Maltés, James Bond o Indiana Jones. Sin embargo, no fue lo único que hizo el bueno de Frank a lo largo de su carrera. Aparte de numerosas tiras publicitarias, que le reportarían pingües beneficios, a finales de los años sesenta probó de forma tardía con el comic-book. Y aquí es donde nos encontramos su vertiente más polémica. Una artista total, que ingeniaba, dibujaba y entintaba una tira con el prestigio de Johnny Hazard, se vio rodeado por un ambiente no demasiado óptimo cuando paseó su arte por el mundillo de los superhéroes. A pesar de su buen trabajo en cabeceras como Batman, The Shadow o Invasores junto a Roy Thomas, no pocos eran los que recelaban en los correos del lector acerca de las características gráficas de Robbins. ¿Dejadez por parte del autor? Absolutamente no, simplemente que su característico estilo no casaba del todo con el modo con que se trabajaba en las dos grandes. Trató de adaptar su forma de proceder a una temática con la que no terminaba de encajar. No sabemos si ese aparente rechazo fue la causa del abandono del cómic, pues a partir del 1979 se retiró del negocio, abandonando el país incluso. Refugiado en México, se dedicó al relajante oficio de la pintura. Todos aquellos recelosos de su trabajo en las majors en los setenta cambiarían de opinión si hubieran disfrutado previamente de su prodigiosa labor en las tiras de prensa, y a ese menester nos dedicamos a partir de ahora.
El tomo que tenemos entre manos nos cuenta las peripecias del teniente Hazard, acompañado de sus inseparables Michael Scott (Scotty) y Lucius Feinshreiber (Loopy), dos tipos que en los albores de la aventura le siguen allá donde vaya. Estamos en plena Guerra Mundial y los tres oficiales van de misión en misión. A las órdenes del mayor Hanks, acometen diferentes encargos, enfrentándose a villanos de corte pulp, como el general Mariwana o el Coronel Kiri. Por el camino se irán sumando al plantel un buen puñado de secundarios, destacando por encima de todos a la reportera Brandy. Las mujeres pertrechadas por Robbins pueden parecer clichés en un principio, pero logran alcanzar un registro propio tan pronto como indagamos en su personalidad. Eso es algo que podemos constatar desde el minuto uno, la brillante caracterización de personajes. No solo en cuanto a definición gráfica, donde Frank es capaz de otorgar todo tipo de variantes expresivas, sino también a nivel de guion. Se puede decir que es un aspecto más estimulante que la trama rio que une las tiras, ya que no existe otro objetivo que la diversión, alejándose del tratamiento realista de la guerra (esto no es contrario a que haya muertes y momentos dramáticos) y donde se observa un frenético desarrollo de acontecimientos, con cliffhangers incluidos, que te mantienen pegado a la lectura. Conforme vaya avanzando en el tiempo, se de por terminado el tema bélico, y se entre en el terreno aventurero, el artista nos dejará unas brillantes composiciones de famosas ciudades y desconocidos paisajes exóticos. En este primer tomo, más que el entorno, destaca su tratamiento de la maquinaria de guerra (sobre todo, claro está, aviones), recreada con sumo detalle.
Llegamos al aspecto gráfico del volumen, sin duda la mayor aportación de Frank Robbins. Es necesario constatar que las tiras diarias son en exclusivo blanco y negro. Las dominicales sí que son a color, pero no se hayan incluidas en la recopilación, pues se articulan en torno a una trama bien diferenciada. El bueno de Frank utiliza el juego entre las masas de negros y las superficies blancas para dar el empaque necesario al acabado final. Si bien es un recurso embellecedor, muchas veces es utilizado como aspecto narrativo, al acudir al sombreado total o parcial de personajes cuando se encuentran en determinadas posiciones, consiguiendo que el espectador se desplace de un punto de vista a otro de forma orgánica (valga como ejemplo la maravillosa presentación del Mayor Sun Tan). El autor despliega todo un torrente de saber hacer en cuanto al storytelling. Normalmente, suele dividir la tira en tres viñetas. Es la forma más utilizada en este volumen, pese a que en ocasiones recurre a las cuatro viñetas y de forma muy excepcional, únicamente a dos. Cada una de esas viñetas es una manual para estudiar, tanto en el cómo es capaz de variar los distintos encuadres de viñeta a viñeta, pasando a la espectacularidad cinética cuando se desarrolla la acción. En este sentido es memorable la lucha física entre Johnny y el general Mariwana, que dio inicio el uno de enero de 1945 y se prolongó hasta el día 17 de ese mismo mes. Sin apenas diálogo, Robbins cede todo el protagonismo a un continuo baile entre los dos personajes, que mantuvo en vilo a los lectores durante dos semanas. Una pequeña joya de la que dejamos constancia, en parte, a continuación.
Poco más podemos decir de uno de los grandes hitos de la historia de las tiras de prensa. Pese a que nos encontramos en los instantes iniciales de la andadura de Hazard, donde es palpable todavía el influjo de Noel Sickles y Milton Caniff, es un comienzo tan prometedor que merece la pena subirse a este aeroplano, si permiten el chascarrillo. Paso a paso, y con la prometida continuación (larguísimo proyecto, si se llega a recopilar de forma íntegra), seguiremos obteniendo una mirada privilegiada a la evolución gráfica del maestro, perfeccionando si cabe aún más la narrativa y ese sentido de la aventura cercana a lo imposible, para deleite de todos aquellos que ansiábamos una edición en condiciones de este clásico. Dolmen ha cumplido con lo esperado, con un formato apaisado que facilita la lectura de las strips y una buena reproducción de las tintas aplicadas por Robbins (se dice, se comenta, que incluso los textos originales estaban rotulados con pincel; hasta ese punto llegaba su maestría). Con este proyecto se cumple un debe histórico para con el artista, pues no existía una edición que le hiciera justicia, hasta este momento. Es el instante de abandonar nuestros recelos y subirnos a un carrusel sin control, pleno de peripecias y disfrute, del que seguro no se arrepentirán.
Así pues, como despedida y cierre, solo queda recomendar encarecidamente a todos aquellos que estén interesados en el medio, en la propia esencia de la narrativa gráfica, y, por qué no, también a los buscadores de calidad per se, este volumen de Johnny Hazard, a la vez que aplaudimos a manos llenas la iniciativa de la nueva colección Sin Fronteras, a cuyo frente tenemos al gran Rafa Marín. Se ha hecho de rogar, ha costado lo suyo, pero ya podemos disfrutar de Frank Robbins tal y como lo merecía.
Johnny Hazard 1944-1945
Guion - 7
Dibujo - 9.1
Interés - 10
8.7
Valoración Global
Uno de los grandes artistas de la viñeta norteamericana en el inicio de su creación más inspirada. Calidad a raudales con el único defecto de que a su cierre nos quedamos con ganas de más. Imprescindible es poco.
Si nos llegan a decir que dolmen iba a editar tiras de prensa y francobelga para todas las edades!bien por ellos,con el gran Vicente García a la cabeza
A ver si la gente se anima y tenemos mas suerte que con Steve Canyon.
A ver, ¿Se trataba de hablar de Frank Robbins o de reseñar la edición española? Porque si es el segundo caso, como creo, que ni siquiera se haga referencia la más que malísima rotulación, que afea todo el resultado final, parece indicar o una dejadez lamentable o un amiguismo intolerable. ¿A esto lo llamáis reseña?
A ver, por partes. No te ha gustado el texto, okay, lo acepto… todo es mejorable. Y sí, mi intención era hablar un poco de Frank Robbins pues considero que es un artista poco conocido en general.
La rotulación es mejorable? Pues también te doy la razón. Para mi gusto, un poco pequeña. Eso afea el producto hasta el punto de no recomendar esta edición?? Respondo que no. En mi humilde opinión, un detalle nimio con respecto a lo que ofrece el tomo. Repito, es mi opinión y puedes refutarla las veces que quieras. Pero pasar de eso a » dejadez lamentable» o » amiguismo intolerable» va un buen trecho. Ni lo uno ni lo otro, es solo mi reseña basada en mi percepción de la obra
Quizás me he pasado un poco, pero ciertamente esto es una reseña de la edición de Dolmen, y creo que al menos merecía un mínimo comentario el tema de la rotulación, ¿No?
No niego la mayor. Puede que se pasen cosas o como en mi caso particular no lo considere trascendente. Y para eso están los comentarios, para los tirones de oreja si hace falta, pero dentro de un respeto. Con honestidad manifiesta, me preocupaba mas la reproducción de las tintas y negros de la obra. Y ahí que quedado bastante contento
Me quito el sombrero , sr. Porras. Gran reseña, se agradece el repaso a la figura de Robbins, autor que no conocía más que de oídas. De nuevo resulta más que didáctico y transmite una auténtica y contagiosa pasión por los clásicos del noveno arte.
Me sumo al entusiasmo. La edición es buena y la strip es una gozada para los sentidos. Una peli de Indiana Jones sin fin… la sensación de vertiginosa aventura del capi de Lee y Kirby… villanos rocambolescos… Ojalá se eternice
Coincido con Mimico, no conocía más que de oídas al personaje, pero el detallismo de la reseña y la pasión que se nota en su redacción vende la obra de manera brutal. Y las tiras que salpican el artículo ayudan mucho también.
Muchas gracias por los últimos comentarios, Mimico, Albierzot y Dynamo. Estas tiras de Johnny son adrenalina y pura diversión. Y Robbins un maestro. Espero que el camino a recorrer con la publicación de Hazard sea largo y provechoso.
Un saludo a todos y gracias por sus impresiones
Johnny Hazard de Frank Robbins fue uno de los cómics preferidos desde hace 30 o 40 años cuando empecé a leerlos. Los guiones y el dibujo son extraordinarios y pareciera que estuviese viendo y leyendo una serie como las que ahora pasan por la televisión. Me agradaría que pudieran poner a nuestra disposición algunos capitulo para poderlos descargar via digital. Gracias.
Ojala se pudiera poner a disposición capitulos de Johnny Hazard para poder descargarlos por mi PC. Gracias
Comparto su pasión por Johnny Hazard, un clásico imprescindible. Respecto a lo que solicita….ZN es una web de información, no de descarga. Para ese tipo de menester debe ponerse en contacto con Dolmen, por si hubiera versión digital, aspecto, que siendo honesto, desconozco.
Un saludo
Voy a exponer mi teoría Krokopiana de los clásicos:
Yo lo que he notado con el paso del tiempo es que, cuando uno se aficiona, sigue principalmente lo que esté de moda o sea vanguardista en el momento y se comente más. Siempre terciando algún clásico absoluto, tipo este Johnny Hazard, Tintín o lo que sea. Se compra un poco de todo, pero me refiero a la tendencia general y a dónde tiran las ansias de completismo.
Pero lo que a mí me ocurre, no sé si la teoría es universal, es que luego se va recuperando hacia atrás, casi por décadas y en sentido inverso temporalmente.
Por ejemplo, partiendo de la actualidad, pues primero se haría arqueología hacia los noventa descubriendo Vértigo, los independientes y esas cosas, después hacia los ochenta. Luego se van pillando más cómics de los setenta, los sesenta, y supongo que con el tiempo me irá dando más por los años cincuenta, la E.C., y esas cosas, los d la 2º GM…
Por el contrario, los cómics cada vez pierden más atractivo por su componente de actualidad, de modo que prefiero esperar en la mayoria de los casos una tapa dura que seguir los títulos en presente.
Algo que, por ejemplo, en la época de ‘Predicador’ no hacía sino que, al contrario, estaba pendinte de cuándo aparecieran las siguientes cincuenta páginas, mientras que ahora espero la edición definitiva de ‘Lazarus’ e intento hacerme con los Crepax o Corben que encuentro por ahí.
Ya digo que no sé si ocurre lo mismo a la mayoría de aficionados o son manías propias.
Infame la traducción. Hay viñetas q no se entienden sin imaginación. Un ejemplo, página 150 última viñeta, utiliza el término » estraperlador» por lo que parece debería ser » portador’ . Parece q se ha utilizado un traductor automático. Lástima !!!