Creo que cualquiera que se haya acercado a la obra de
Según pasan los años, vemos en Taniguchi un interés en la naturaleza, en el mundo del que se rodean los personajes y cómo el entorno en el que viven les afecta más que lo que les pasa. Vemos obras a medio camino como Blanco, en la que el gobierno persigue a un perro modificado artificialmente. Tenemos el thriller de siempre pero mostrando todo ese interés y mezclándolo con temas más maduros como el impacto de nuestras acciones en el medio ambiente y la gente. En El Rastreador, Taniguchi nos retrata una sociedad corrupta y dominada por la ambición y el capitalismo, y lo hace poniendo en escena a un personaje casi ermitaño, un montañero que hace que el contraste entre lo moderno y la tecnología con la naturaleza sea mucho mayor. Esta obra es especialmente interesante porque es un thriller, sin duda alguna, pero también utiliza las montañas y los edificios como escenario y nos muestra cómo dependiendo del mundo en el que se muevan los personajes su personalidad cambia y es afectada de una manera u otra.
Obras como K o La cumbre de los dioses son claros ejemplos de ese deseo del autor por hablar de la naturaleza que nos rodea y la importancia de cuidarla y respetarla. El viajero de la tundra muestra la transición a la siguiente época, en la que podemos leer obras como El almanaque de mi padre, Barrio lejano o Un zoo en invierno, obras en las que se mezcla la importancia del espacio donde viven los personajes con un interés mayor por los sentimientos; es decir, Taniguchi traslada la acción de sus obras al corazón de las personas y los hace interactuar con el lugar donde viven. En Barrio lejano, el protagonista vuelve al pasado, a la casa de su infancia y el pueblo donde vivía, algo muy parecido a lo que hace en El almanaque. Tal vez estos cambios son producto del estado existencial del autor en cada momento, pero lo cierto es que, aunque diferentes, se puede ver claramente el camino que Taniguchi siguió en sus años como dibujante.
Esta colección reúne relatos publicados entre 1994 y 2004, y pertenecen a la época en la que Taniguchi había entrado ya en su última etapa temática como autor pero en la que aún mostraba un gran interés en temas de la etapa anterior. Nos encontramos con relatos como la que da nombre a la colección, que utiliza al escritor
Hay otros relatos como «Shokaro» o «Kaiyosejima» que siguen más la estela del anterior. Se centran en personajes y nos hablan de su relación con determinados lugares. En el primero, la relación de un joven con el edificio en el que tiene alquilada una habitación y sus vecinos, en una época en la que se está intentando ganarse la vida dibujando; el segundo nos lleva a una isla en la que el protagonista vive en un momento dramático a causa de una tormenta y la recompensa que encuentra tras ese mal trago. «Regreso al mar», el último relato, nos habla de la obsesión de un hombre con una ballena a la que ha estado visitando durante diez años en su paso por los mares de Alaska, una historia que profesa amor y respeto a la naturaleza y cómo esta influye en la creación de tradiciones y mitos en las poblaciones que habitan a su alrededor. El viajero de la tundra es una colección de relatos donde veremos un poco de todo lo que es característico de la obra de Taniguchi. Veremos acción, animales y relaciones personales darse la mano en historias que hablan siempre de la naturaleza humana y su relación con el entorno.
Guion - 8
Narrativa - 9
Interés - 8
8.3
El viajero de la tundra es un buen muestrario en el que ver todos los talentos de Taniguchi: su amor por la naturaleza, sus sensibilidad para retratar los sentimientos humanos y escenas de acción inmejorables.