Visiones del Murcielago – O´Neil y Adams

Analizcamos con detenimiento el tomo recopilatorio de O´Neil y Adamas, recopilado por ECC.

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Batman de Dennis O´Neil y Neal Adams: entre relatos góticos y noches arábigas.

La publicación por parte de ECC del Batman de Steve Englehart y Marshall Rogers es una buena excusa para presentar este “díptico” sobre las dos grandes visiones de Batman de la década de los setenta: la de Dennis O’Neil y Neal Adams y la ya mencionada de Englehart y Rogers.

Cada una en su estilo, ambas visiones conectaron al personaje con sus raíces originales y contribuyeron a soltar todo el lastre acumulado durante los años de predominio de la ciencia ficción y el pop televisivo, que resultaron fatales para la identidad del Caballero Oscuro.

Sin duda, las Visiones del Murciélago de estos autores resultaron decisivas para despejar el camino al imponente renacer de Batman en la segunda mitad de los años ochenta. Un renacer que lo ha elevado a la cumbre, de donde esperamos que ya no se mueva jamás.

Introducción: Batman entre la plata y el bronce.

En 1970 Batman ya no estaba de moda. Cuesta imaginar que hubo una vez un mundo donde el Hombre Murciélago no estuviera permanentemente en la cresta de la ola. Pero así era.
Había en esto algo de resaca, de agotamiento. Gracias a la serie de TV iniciada en enero de 1966, el mundo había experimentado la primera de las sucesivas batmanías que desde entonces han arrasado el planeta cada cierto tiempo. Sin embargo, el impacto del show televisivo en los cómics había sido profundamente contradictorio. Mientras la serie estuvo en antena, las ventas crecieron aupando al Cruzado de la Capa a la primera posición en las listas de ventas con más de ochocientos mil ejemplares de media mensual. Por primera vez, Batman superaba al hasta entonces imbatible Superman y se convertía en el cómic más vendido no sólo de DC sino de todo el mercado. Todo lo relacionado con Batman sufre entonces una intensa sobreexposición. The Brave & The Bold, hasta ese momento una serie de variados perfiles, se consolida como título de team-ups de Batman, Justice League of America ocupa sus portadas con el Caballero Oscuro e incluso incluye las conocidas onomatopeyas televisivas. Las colecciones principales se dejan influir por el show y adoptan el mismo tono colorido, desenfadado y sesentero.

Espoleado por las ventas, la audiencia y el merchandising, Batman está ascendiendo a una categoría hasta entonces reservada a Superman, la de icono. Sin embargo, el personaje está sufriendo una alarmante pérdida de identidad. El Batman que conquista las audiencias es una caricatura de sí mismo. De hecho la serie es una comedia y el drama y heroísmo presentes están tan impostados que funcionan como autoparodia.

Cuando el show se cancela en marzo de 1968, coincidiendo con el inicio de una tremenda recesión en el mercado del cómic, las ventas bajaron hasta los trescientos mil ejemplares. Pero ese no era el principal problema. No era sólo que Batman ya no estuviera de moda, es que además no se reconocía a sí mismo.

Bien es cierto que ese problema venía de más lejos. La serie de TV no hizo más que exacerbar una deriva que venía sufriendo el personaje desde mucho tiempo atrás. La resumimos en una apretada síntesis: tras los primeros años de predominio de un tono noir y pulp en las aventuras del Hombre Murciélago, el impacto de la campaña anti-cómics de los años cincuenta fue absolutamente demoledor. Fredric Werthman calificó de “fantasía homosexual” las aventuras de Batman y Robin en su infame La Seducción de los Inocentes (1954) y afirmó que fomentaban la homosexualidad entre sus jóvenes lectores. En los conservadores EE UU de la época una acusación semejante era una sentencia al ostracismo más absoluto. Los editores de DC se apresuraron en cambiar todo lo que pudiera resultar “sospechoso” del personaje. Para evitar su exclusiva colaboración con Robin le dotaron de una Bat-familia a la manera de Superman (que a su vez había copiado del pionero de las familias superheroicas, el Capitán Marvel), al liquidar todo crimen escabroso o delincuente inquietante eliminaron a toda la galería de villanos (sólo se salvó un Joker muy descafeinado) y la sustituyeron por monstruos y rarezas tipo Clayface II, y por último relegaron los escenarios y las tramas urbanas para apuntarse a la moda del momento, la ciencia ficción. Batman se ve entonces sumergido en historias disparatadas con alienígenas, viajes interdimensionales y demás parafernalia. Las ventas cayeron sistemáticamente.

Los años pasan y pese al renacer superheorico de la Silver Age Batman sigue en declive. La Silver Age bebía mucho de la ciencia ficción, pero eso era algo que se le atragantaba al Guardián de Gotham. Eran como agua y aceite. En 1964 la editorial coge el toro por los cuernos y sustituye al veterano editor Jack Schiff por Julius Schwartz, el gran renovador de ideas de la casa. Schwartz se trae a su dibujante de cabecera, Carmine Infantino, y ambos rediseñan al personaje. DC lo promocionó como el “New Look”. El New Look vino al rescate no sólo actualizando la imagen del hombre murciélago (es entonces cuando se incluye el óvalo amarillo en el logo), sino también eliminando los elementos de ciencia ficción, suprimiendo la Bat-familia, removiendo el escaso plantel de secundarios (adiós Alfred, hola Tía Harriet), convirtiendo al pre púber Robin en un adolescente de pleno derecho y recuperando poco a poco la galería clásica de villanos. El New Look ya resultaba un tanto pop y aunque mejoraba lo que había antes y las ventas respondieron no terminaba de reconciliar al personaje consigo mismo. Paradójicamente, la serie de TV casi parecía un desarrollo hipertrofiado de los elementos más cuestionables del New Look.

Sentado, con corbarta, el gran renovador de DC: Julius Schwartz.

Así que Batman pasó de seguir una moda (la ciencia ficción) a ser parte de otra (el pop art y flower power sesentero). La Silver Age se le había atragantado al Murciélago.

Y regresamos a 1970, a los albores de la Bronze Age. Se van imponiendo miradas más realistas, más actuales dentro del género, amén de la eclosión de los cómics underground, las revistas en blanco y negro y las historias de terror. Los nuevos tiempos son una oportunidad para Batman. Schwartz lo sabe. Como también sabe por dónde tirar y a quién necesita para la tarea.

1. O’Neil & Adams: un tándem aleatorio.

Batman ya estaba inmerso en múltiples cambios cuando O’Neil y Adams inician sus colaboraciones. Para empezar, en el apartado corporativo, DC había conseguido por fin librarse de Bob Kane, que retenía ciertos derechos (y recompensas) sobre el Hombre Murciélago en virtud a un contrato firmado en pleno conflicto de la editorial con Siegel y Shuster. El contrato expiraba en 1968. Hasta ese momento, Kane era oficialmente el autor de Batman. Existe incluso una carta de Kane a una de los primeros fanzines de la época (1965) en la que asegura que todavía dibujaba “el noventa por ciento de las historias de Batman” (sic). Recordemos: hablamos de 1965. Parece que a Kane no le bastaba con negarle el crédito de co-creador a Bill Finger, también tenía que obviar los méritos de Dick Sprang, Sheldon Moldoff, Charles Paris y tantos otros.

En el nivel creativo la serie introduce savia nueva. Son tiempos de relevos en DC. Marvel viene apretando fuerte, sus ventas son cada vez mejores. Si sigue la tendencia, en unos años DC perderá el liderazgo del mercado. Por ello, los veteranos autores de los años cuarenta dejan paso a una nueva camada salida de las entrañas del naciente fandom. Un nuevo pleito vuelve a apartar a Siegel de Superman, Weisinger se jubila, Kanigher está de retirada. En cuanto a Batman, se prescinde del injustísimamente tratado Bill Finger, Infantino cada vez está más centrado en tareas directivas. Nuevos autores empiezan a definir al Batman de la era post- serie de TV.

En lo argumentativo, Dick Grayson ha consumado su paso de “Chico Maravilla” a “Joven Maravilla” y se ha marchado a la Universidad, lo que ha devuelto a Batman a sus orígenes de solitario vigilante treinta años después. A su vez, esto ha motivado un discutible movimiento, trasladando la residencia de Bruce Wayne desde su mansión en las afueras al famoso y céntrico ático en la torre de la Fundación Wayne (Batman 217, 12/69). Por su parte, y como cada cierto tiempo, el Batmóvil ha cambiado su diseño, adoptando en esta ocasión una línea deportiva-años setenta en el más puro estilo Bullitt.

Caben pocas dudas del importante papel que Schwartz jugó en todos estos cambios a nivel creativo y argumentativo. Tiene claro que hay que aunar una vuelta a las raíces con amoldarse a los nuevos tiempos.

O´Neil el gran revolucionario.

Schwartz parece un tipo bastante competente a la hora de promocionar talentos. A finales de los cincuenta aupó a Carmine Infantino, que acabaría siendo Director Editorial de DC, y ahora ha puesto el ojo sobre Dennis O’Neil, que viene de la mano de Dick Giordano y un puñado de jóvenes autores curtidos en la editorial Charlton. O’Neil, como Schwartz, es un gran renovador de personajes. Esto daría para otro artículo, pero sólo señalaremos que, entre finales de los sesenta y principios de los setenta y al margen de su trabajo con Batman, O’Neil redefine con mayor o menor intensidad a Wonder Woman, Green Arrow, Superman o la Liga de la Justicia. En el caso de Wonder Woman iniciando la etapa de I´Ching, en lo que sería su apuesta más polémica y que menos resultados dio; en el de Green Arrow prácticamente reinventa al personaje con enorme éxito, pues le dotó de una personalidad diferenciada y reconocible; con Superman realiza la decisiva saga de “¡Kryptonita nunca más!” que perdura como un momento decisivo en la trayectoria del Hombre de Acero, pese a que en su momento su impacto se diluyó enseguida; y en cuanto a la Liga, es O’Neil quien excluye a Snapper Carr, empareja a Green Arrow y Canario Negro e instala al grupo en el satélite iniciando la época clásica de la Liga.


Si O’Neil es el gran renovador de tramas y personajes, Adams es el gran renovador visual. Venía curtido como ilustrador de cómics de terror, de recuperada popularidad, y ejerciendo de portadista para DC desde finales de la década de los sesenta. Se había consolidado en títulos como Deadman, amén de un impresionante trabajo en X-Men. Era sin duda uno de los dibujantes del momento. Su bagaje en las historias de horror sería decisivo a la hora de definir los nuevos escenarios en los que se movería el Cruzado de la Capa así como para recuperar su figura como criatura de la noche.

La idea está clara: redirigir las historias del Hombre Murciélago devolviéndolas a ambientes nocturnos, con enemigos lúgubres y destacando los aspectos sombríos y vengativos del personaje. Todos los autores de la época se orientan en este sentido. Y fueron varios: Irv Novick, Frank Robbins, Bob Brown, Dick Giordano… Sin embargo, fueron los episodios realizados por Neal Adams los que supieron fijar la imagen del nuevo Batman para los nuevos tiempos. Una imagen que conquistó a los lectores. Por su parte, O’Neil ayudó con sus guiones a afianzar esa nueva orientación y aportó elementos relevantes a los mitos de Batman.

A pesar de que sus colaboraciones no constituyeron el equipo creativo fijo de ninguna de las colecciones del Hombre Murciélago, fueron identificados desde entonces como los autores por antonomasia del renovado Batman post-televisivo, el Batman de los primeros años setenta. El Batman de la Bronze Age.

2. Historias de ultratumba.

Tomando con flexibilidad el criterio cronológico, se puede apreciar una división de los números realizados por el tándem en dos tipos de historias. Un tipo que queda reflejado sobre todo en los primeros números y que se basa en el uso de motivos macabros y otro tipo del que hablaremos más adelante.

Los episodios tipo “historias de ultratumba”, como los podríamos llamar, funcionan prácticamente como relatos góticos de terror, envueltos por un tenue romanticismo. Aquí incluimos las historias “El Secreto de las tumbas expectantes” (Detective Comics #395, 01/70), “Pintar algo peligroso” (Detective Comics #397, 03/70), “El Fantasma de los cielos mortales” (Detective Comics #404, 10/70), “Aguas rojas, muerte carmesí” (The Brave and The Bold #93, 01/71), “Un juramento desde la tumba” (Detective Comics #410, 04/71) y “La Noche del Segador” (Batman #237, 12/71).

Las historias buscan la emoción del lector, la compasión frente a unos sentimientos auténticos aunque a veces fatales o la presencia de personajes trágicos e inocentes marcados por un destino adverso. Desde el tierno patetismo de unos “monstruos de feria”, en lo que parece un homenaje a la película Freaks (Tod Browling, 1931), hasta una víctima convertida en verdugo de “La Noche del Segador” o un niño devenido en huérfano por la codicia de un empresario.

Hay bastante presencia de elementos sobrenaturales: flores que conceden la vida eterna, apariciones, fantasmas que ayudan a Batman, o la misma muerte, aunque en este caso como oportuno disfraz de un verdugo.

La acción transcurre en escenarios siniestros (cementerios, casas abandonadas, viejos castillos europeos) o en países exóticos para la mentalidad anglosajona (México, España) y no falta un episodio ambientado en Halloween (“La Noche del Segador” en Batman #237, 12/71). Un episodios éste lleno de curiosidades y fan services al representar el desfile de Halloween de Ruthland (Vermont), conocido por su fuerte presencia de motivos superheroicos hasta el punto de haber aparecido en varios cómics de la época, a parte de este que nos ocupa. La historia también tiene el detalle de incluir a Tom Fagan, fanboy artífice del perfil superheroico del desfile. En las carrozas y la fiesta en casa de Fagan podemos distinguir disfraces de personajes tanto de DC como de Marvel.

Batman #237

Los antagonistas no son los típicos malvados sedientos de poder y consumidos por el odio, aunque sean todos unos asesinos. Más bien están dominados por emociones malsanas que les llevan por el camino del crimen o la locura. Son ególatras (Los Muerto), fanáticos (Heinrich Franz, el “fantasma” de Von Hammer), vengativos (el Dr. Gruenen, el Segador), neuróticos (Orson Payne) o celosos (Goliat). Solo el empresario pesquero de “Aguas rojas, muerte carmesí” se comporta como un villano al uso.

También encontramos reiteradamente un elemento de suspense, de “crimen sin resolver”. De hecho, O’Neil suele interpelar directamente al lector sobre la resolución caso, un recurso que ha quedado un tanto desfasado pero que refuerza el tono de relato de misterio. El crimen se resuelve de manera bastante previsible en la parte final de cada episodio con algún giro o descubrimiento supuestamente inesperado. En algunos casos también hay espacio para una reflexión de Batman, a veces esperanzada, otras amargada.

Estos elementos son motivos románticos característicos de los relatos góticos. Es evidente que nos encontramos ante una revisión gótica del personaje. El dibujo de Adams ayuda enormemente a consolidar esta visión.

La naturaleza de los episodios que se acaban de comentar lleva a pensar que estuvieron influidos por la entonces renaciente moda de las historias y los personajes clásicos de terror. Esta influencia es obvia en el caso del The Brave & The Bold #93, donde Batman comparte protagonismo con The House of Mystery, el mítico título de terror de DC revitalizado a finales de los sesenta. Realmente es un episodio de The House of Mystery con Batman como invitado.

En todo caso, subir a Batman al carro de esta tendencia fue todo un acierto, sobre todo si se compara con las anteriores modas ante las que había sucumbido. Puede que a día de hoy, acostumbrados al realismo urbano que se ha impuesto en las historias de Batman desde hace décadas, muchos de estos elementos nos resulten fuera de lugar, pero lo cierto es que funcionan bastante bien. Tampoco el personaje era ajeno a ellos, recordemos las clásicas historias del Monje en Detective Comics #31 y 32 (1939) o del Clayface original en Detective Comics #40 (1940).

Con la excusa del cuento de terror, pudimos ver de nuevo a un Batman nocturno, vengativo, espectral. Los criminales y los viandantes vuelven a temerle y a estremecerse en su presencia. Ayuda, sin duda, el hecho de que Batman vuelva a actuar solo y no tenga un bulto amarillo dando saltos a su alrededor. Paradójicamente, la nueva ubicación de Bruce Wayne, en pleno centro de la ciudad, no concuerda con estas historias. Sobre todo si se compara con la sugerente mansión Wayne de las afueras. Como se ha comentado, estas historias son poco urbanas.

3. Renovando la galería de villanos.

El segundo tipo de historias se caracteriza por una breve pero intensa actualización de la galería de villanos de Batman. Podríamos decir que la relevancia de la colaboración entre O’Neil y Adams se encuentra aquí.

Para empezar, nos topamos con la que es la aventura más decisiva del tándem, ya que en ella debuta un villano que se convertiría en uno de los más acérrimos del Hombre Murciélago. Nos referimos, claro, a la Saga de Ra´s Al Ghul.

Curiosamente, a pesar de estar compuesta por seis números más un spin-off de los cuales Adams sólo participó en tres y el spin-off, esta saga ha quedado vinculada desde entonces al tándem O´Neil-Adams como el punto más representativo de su colaboración. De todas formas, los episodios de Adams son los más relevantes de cara a definir a Ra´s tanto gráfica como narrativamente. Se nota que la influencia de la visión de Adams era considerable, pues en algunos de los episodios dibujados por Irv Novick se pueden apreciar rostros y figuras copiadas descaradamente de Adams (algo que también se puede apreciar en otros números fuera de la saga).

No hay nada como los villanos para definir a un héroe. El auge y caída de los Bat-villanos tipo gánster en los años cuarenta auguraba el declinar de la Golden Age. Estos bizarros contrincantes aunaban pequeñas dosis de estética de cine negro con móviles “de un solo tema” para sus delitos: Joker humorísticos, Catwoman felinos, Pingüino aviares, Dos Caras duales y así hasta el ridículo.

Si los años cuarenta fueron los de los elegantes matones y los cincuenta los de los invasores alienígenas, los años setenta fueron los de los monstruos. Las editoriales empiezan a desafiar al Code (en esto son claves las historias sobre drogas de Spiderman y Green Arrow, esta última realizada también por O’Neil y Adams) y poco a poco regresan zombis (Los Muerto son, en parte, unos zombis), vampiros (Drácula, Morbius), demonios (Mefisto, Etrigan) y monstruos de todo tipo (Swamp Thing, Man-Thing). En esta estela se situaría Man-Bat, otro de los nuevos villanos de estos años cuyo diseño también corresponde a Adams.

Ra´s Al Ghul, sin embargo, responde a otras referencias. Tiene un origen más exótico, menos dramático. Conserva un vínculo “demoníaco” en su nombre y sus poderes “de ultratumba”, pues es capaz de regresar de la muerte. Pero con Ra´s no estamos ante un villano de relato de terror o de misterio. Su raíz parece estar en el pulp y en James Bond, como un híbrido entre Fu Manchú y el Dr. No. O Blofeld.

Se ha comentado repetidamente, y al propio O’Neil se le ha preguntado en este sentido, si para concebir a Ra´s se inspiraron en Fu Manchú. O’Neil siempre lo ha negado alegado que conocía al personaje pero no había leído ni un solo relato sobre él. En todo caso, ciertas similitudes creo que son innegables. No sería la primera vez que, por evitar posibles conflictos judiciales, algunos autores eluden hablar de las influencias de sus trabajos. Este podría ser uno de esos casos.

A pesar de que Fu Manchú y el Dr. No son asiáticos, Blofeld occidental y Ra´s es árabe, su posición como líderes carismáticos de una poderosísima y mundial organización secreta y su confrontación con la “civilización” (aunque con matices en cada uno) les dan un concepto similar. Aunque en esta primera saga no se percibe en demasía, y menos en los episodios de Adams, parece claro que la organización de Ra´s, además de contar con importantes recursos tecnológicos, financieros y humanos, juega algún tipo de papel en los bajos fondos de medio mundo, en algunos campos de la investigación y trata de aprovecharse de las tensiones geopolíticas. Nada que envidiar a Spectra. A esto se añaden las semejanzas entre el ejército de asesinos de Fu Manchú y la propia Liga de Asesinos, aunque su relación con Ra´s no es aclarada esta saga.

En cuanto al aspecto, los elegantes y austeros trajes del Dr. No y Blofeld palidecen ante las vestiduras imperiales de Fu Manchú. En esto Ra´s, aunque más discreto, tiraría por unas ropas que reflejen más claramente su cultura, como era el caso del “demonio amarillo”. Los finos bigotes, sin embargo, emparentan ya irremediablemente al famoso villano chino con La Cabeza del Demonio.

Desde el primer momento queda claro que Ra´s no va a ser un villano cualquiera. Para empezar va a conocer la identidad secreta de Batman, de una manera tan súbita y rápidamente naturalizada por ambos que resulta un poco forzada. Su finalidad no es otra que casar a Batman con su hija Talia (que debutó unos números antes) y convertirlo en su sucesor. Aquí está el punto más interesante: Ra´s respeta a Batman, lo valora. “El Detective”, como él lo llama, le parece la única persona digna de su hija y de ser su sucesor. No obstante, también hay un pequeño agujero, pues si Ra´s quiere que Batman lidere su organización primero debe convencerle de sus objetivos, cosa que no parece hacer en ningún momento. Y es que el objetivo de Ra´s no es otro que arrasar el mundo tal y como lo conocemos para devolverlo a un estado de pureza primitiva. Ra´s quiere un mundo dominado por imponentes montañas, amplias estepas y sobre todo, extensos desiertos. Se nos explica que por su procedencia tiene un vínculo especial con el desierto y su naturaleza serena, indómita e inhóspita. “Es el forjador de mi destino”, afirma. Esto le da un toque mesiánico muy atractivo.

Estamos pues ante un villano del tipo “noble” (es un decir), que no busca su propio beneficio sino un bien común que, por supuesto, responde a su única y exclusiva visión. Todos los que no la compartan, huelga decirlo, deben ser eliminados en nombre de ese bien superior. A su vez, posee su propio código de conducta, lo que le hace fiable hasta cierto punto.

Para Batman es una especie de oponente intelectual. Alguien que le supera en edad, experiencia y conocimiento. Además está, a su manera, cuerdo. Es alguien con una visión global que, sin ser un cosmopolita, se mueve por todo el planeta y lo conoce. Es, en buena medida, lo opuesto al enemigo habitual de Batman: urbanita desquiciado, obsesionado con abatir a su demonio particular al que odia y necesita al mismo tiempo. También tiene algo de figura paternal. La admiración con la que Ra´s habla a Batman es similar a la de un padre, no en vano quiere convertirse en su suegro. Se podría decir que en parte es su alter ego en el sentido de que está a su nivel. De hecho, se van a relacionar desde el principio con cierta familiaridad. Es una forma de trato bastante rompedora para el Señor de la Noche, acostumbrado a sentir cierto desprecio, cuando no ira, por sus enemigos más peligrosos.

El resto de datos sobre Ra´s está envuelto en misterio: procedencia (no se aclara su nacionalidad, pero se presupone que es de algún país árabe), edad (su aspecto es el de un hombre cercano a los sesenta años pero se insinúa que podría tener muchos más), fuente de recursos, origen de la enigmática fosa de Lázaro, etc. Todo quedaba en suspense, preparado para desarrollos posteriores que dieron pie a grandes historias.

No hay que olvidar a Talia: otro mérito de O’Neil es haber aportado un nuevo interés romántico para Batman, y de los más perdurables, siguiendo la vieja fórmula de vincular al héroe con una villana. El triangulo que se va a establecer entre Ra´s, Talia y Batman va a dar muchísimo juego y en esta saga ya vemos algún adelanto, con Talia frecuentemente situada entre dos aguas.

En cuanto a la saga en sí, su tono aventurero, el papel de Talia como mujer fatal (en parte una “agente doble”) y la presencia en la sombra de Ra´s recuerda a las tramas a lo James Bond. No hay un hilo conductor salvo los tres últimos episodios, los otros no son ni correlativos. Se trata de casos en los que, de una forma u otra Ra´s está involucrado.

A la saga le pasa un poco como al resto de los números del tándem: no parece que estemos ante una saga sino ante un puñado de episodios autoconclusivos dispersos que comparten un villano. La acción parece apresurada, avanzando a saltos. A veces queda la sensación de que las cosas pasan “porque sí”. Cosas como que se encuentren a una campeona de esquí y resulte que tiene cuentas pendientes con Ra´s y se una a su búsqueda. Esto puede deberse a la forma de contar la historia. Algunos números apenas tienen quince páginas. Tratar de desarrollar una trama en ese espacio es complicado. Sólo en el último tramo, al tratarse de episodios correlativos, hay cierta fluidez.

El final, con un duelo de espadas entre “dos hombres a su manera magníficos”, es el mejor momento de la saga. En él se concentra todo lo interesante: Ra´s y su vínculo con el desierto, su admiración por Batman, la difícil posición de Talia, con traición a su padre incluida, y finalmente el triunfo in extremis (y con ayuda extra) de Batman. Este duelo se convirtió en un momento clásico, versionado en otros cómics y hasta en el cine o la TV.

El spin-off es un episodio que no encaja en ninguno de los dos tipos de historias que desarrolla este artículo. Se trata de una intriga con tintes políticos (la única referencia política de todos los episodios, junto con los nazis de “La Noche del Segador”). Entretenida sin más pretensiones. Su vinculación con la saga se limita a atar el cabo suelto dejado por la muerte de Bruce Wayne que Batman había fingido para impedir que Ra´s usara su doble identidad contra él. Una buena maniobra, aunque de impacto limitadísimo: al reiterarse los enfrentamientos entre ambos se hizo imposible repetir el engaño. Este tipo de tretas le seguían dando a las colecciones de Batman, como a las del resto de DC, un tono repetitivo, falto de continuidad. A los pocos números Batman podía utilizar otro truco igual de drástico con nulo impacto en el decurso de la colección.

La historia “Media Maldad”, o “Un Mal a Medias” como lo traduce ECC, correspondiente a Batman #234 (08/71) tiene una importancia esencial en la revisión de la galería de villanos. Tras la friolera de diecisiete años desde su última aparición (Batman #81, 02/54), O’Neil y Adams nos traen de vuelta a Dos Caras.

Dos Caras había sido un villano típico de la Golden Age, mezcla de motivos gangsteriles, perturbaciones mentales y explícitas raíces en el Dr. Jekyl y Mr. Hyde (uno de los carteles promocionales de la versión protagonizada por Spencer Tracy en 1941 muestra un auténtico Dos Caras). El Code fue demoledor con el personaje. Su deformidad le hizo inaceptable para los nuevos estándares puritanos y ni siquiera pudo contar con la rehabilitación que la serie de TV supuesto para otros como Catwoman, el Pingüino o el Acertijo. Pero en este número está de vuelta.

Adams dibuja un Dos Caras bastante normal, sin su característico traje bifurcado, aunque la parte desfigurada del rostro presenta una deformidad claramente monstruosa, siguiendo la estética anterior. La coloración original apuesta por el gris para el lado marcado, frente al improbable verde habitual. Posteriores recoloraciones han sustituido el gris por tonos morados y violetas, que parecen haberse establecido como los canónicos desde hace un par de décadas, así como representaciones quemadas y cicatrizadas del perfil marcado.

En la historia de nuevo nos encontramos con algunos elementos de relato de misterio. Un viejo barco, un tesoro oculto, una antigua amenaza. La portadilla del número es un impresionante dibujo de Batman agazapado en un árbol propio de las ilustraciones de terror, de multitud de ramas alargadas. Dos Caras es, al mismo tiempo, uno de los villanos trágicos por antonomasia de Batman y el único que ha sido previamente su aliado. Amigo perdido, ángel caído, juguete roto, el drama personal de Harvey Dent queda bien reflejado tanto en la historia como en el flashback de su origen.

La recuperación de Dos Caras es una de las cosas que más debemos agradecerle a esta etapa, pues Batman recuperó a un villano de enorme potencial. Desde esta reaparición, Dos Caras se convirtió en un antagonista recurrente, incluso apareció en un número de la Liga de la Justicia (Justice League of America # 125, 12/75). Poco a poco, fue abandonando la condición de villano menor que arrastró durante un tiempo (producto en parte de su exclusión en series de animación y merchandising) hasta convertirse en uno de los mayores oponentes de Batman así como uno de los más queridos por los lectores.

Como gran colofón, el último episodio que realizaron O’Neil y Adams contó con el mayor antagonista posible para el Hombre Murciélago: el Joker (Batman #251; 09/73).

El Príncipe Payaso del Crimen llevaba cuatro años desaparecido de la escena (desde Detective Comics #388, 06/69). A él también le habían afectado los excesos televisivos y varios años de caracterizaciones dudosas. De nuevo se imponía una vuelta a las raíces. En este caso, la del loco asesino. Todos los viejos elementos marginados durante tantos años vuelven a estar en su sitio: el comodín como carta de presentación, la sonrisa en los cadáveres, las bromas asesinas.

Aquí, el Joker va liquidando uno por uno a los miembros de su vieja banda mientras Batman le pisa los talones. En un encontronazo fortuito, el Caballero Oscuro queda a merced de su némesis. Entonces nos queda claro que este Joker ya no es el villano de comedia en el que se había convertido. Este Joker vuelve a ser algo más. Tiene ocasión de liquidar a Batman pero no lo hace porque quiere que su triunfo no sea producto de la suerte sino de la superioridad de su locura sobre la hiper-racionalidad de Batman. El choque de caracteres está servido. Y también su complementariedad. “¡Esto es vida!” suspira el Joker mientras es perseguido por Batman. Le odia y le necesita al mismo tiempo. Puede que sea la primera vez que esta contradicción en la enfermiza obsesión que tiene el Joker por Batman aparezca tan claramente en una historia. Por su parte, este Batman todavía no refleja expresamente los dobleces de su relación con el Joker como lo hará posteriormente y se limita a tratarlo como el más peligroso y brillante de sus enemigos.

Estéticamente este es un Joker encantadoramente setentero: corbata y solapas anchas, pantalones acampanados y pelo cardado. Incluso uno puede imaginar que sus colores tradicionales (verde y morado, los colores más utilizados por los villanos) no destacan tanto en esa época. No hay sobrero, ni guantes, ni chaqué, ni chaleco. De nuevo una indumentaria bastante ordinaria, salvo por los colores.

Así que en esta suerte de actualización de la galería de villanos de Batman que O’Neil y Adams acometen nos presentan un oponente de inmensa categoría y trascendencia (Ra´s), rescatan del olvido a un viejo enemigo que desde entonces no ha parado de crecer como personaje (Dos Caras) y recuperan la mejor versión de la némesis por excelencia del Caballero Oscuro (el Joker). Un buen bagaje.

Estas dos últimas historias creo que llegan a estar por encima de la Saga de Ra´s, que a parte de la presentación del personaje y su logrado tono aventurero, presenta una historia un poco deslavazada, inconexa y a ratos forzada, que sufre sin los lápices de Adams. Los episodios de Dos Caras y el Joker, cortos y simples, parecen mejor realizados, más efectivos. Juntamente con las historias-homenaje al As Enemigo y a Freaks para mí son lo mejor del equipo O’Neil/Adams.

4. El impacto de una docena de cómics relevantes.

Dado el carácter aleatorio del tándem entre O’Neil y Adams, podría discutirse si estamos ante una etapa propiamente dicha o ante un puñado de colaboraciones puntuales. Hablamos de doce números repartidos en tres colecciones a lo largo de prácticamente cuatro años. Muy poco para lo que se publicó del personaje en todo ese tiempo.

Además, tanto O’Neil como Adams tienen una trayectoria propia con Batman más allá de esta docena de números con la suficiente entidad como para tener valor por sí misma.

El conjunto de cómics de Batman dibujados por Neal Adams no llega a la treintena entre 1968 y 1974, contando las cuatro series protagonizadas por el Hombre Murciélago (Detective Comics, Batman, World´s Finest Comics y The Brave & The Bold). Pueden no parecer muchos, pero están entre los más solicitados por los lectores, a juzgar por las recurrentes reediciones de la que son objeto. Las más recientes, por cierto, contienen viñetas redibujadas por el propio Adams que saltan a la vista y no precisamente por el aumento de calidad. Alguien tendría que explicarles a los dibujantes (pienso también en Brian Bolland) que esos retoques no aportan nada.

Sin duda, Adams es uno de los dibujantes por antonomasia de Batman. La suya fue una visión de época y representó la principal influencia para cualquier dibujante del Hombre Murciélago, al menos hasta la llegada de las versiones ultraviolentas y agresivas de Frank Miller o Norm Breyfogle.

Con Adams tenemos un Batman atlético y musculoso como nunca lo habíamos tenido. Pero también esbelto, ágil. Elegante. No es para nada hierático sino tremendamente dinámico: corre, salta, bucea, escala, se balancea, abre sus extremidades, todo en poses que son auténticos pin-ups pero que no enturbian la narración. Los cuernos de la capucha se alargan un poco y los ojos se achican confiriéndole una expresión más amenazante. La capa adopta unas dimensiones y un vuelo desconocidos hasta ese momento. Proyecta su sombra, pero también sobre ella se refleja la del entorno, con lo que Adams consigue una sensación de volumen muy realista. Realistas son también las expresiones de los rostros, que reflejan perfectamente el estado de ánimo de los personajes: el primer plano del Dr. Gruener que prácticamente nos pone sobre aviso de sus intenciones; el rostro de Heinrich Franz, todo nervio y misterio; la hipnótica mirada del carismático Ra´s Al Ghul; o los ojos suplicantes de Eddie Deacon, el entrañable “Flippy”. Con los lápices de Adams, Batman no sólo gana fuerza, dinamismo, elegancia y misterio sino también grandes dosis de dramatismo.

Al hilo de esto, un detalle que siempre me ha encantado de Adams es la expresividad de la que dota a las manos. Dibuja manos enormes en gestos dramáticos en un primerísimo plano, delante del rostro, pareciendo que el personaje se sale de la viñeta.

Como manda el sempiterno canon dominante, la mayoría de las escasas mujeres que aparecen (Dolores Muerto, Talia Al Ghul y Molly Post) son retratadas con rutilante belleza. Fuera de esta obligación quedan Caterina Valance y Maud, y por necesidades de la trama no por romper con el canon (Catie Valance es anciana por lo que ya no está obligada a ser guapa, y Maud es la “Mujer Gorda” de un espectáculo de feria). No obstante, la habilidad de Adams para dibujar mujeres guapas es notoria.

Aunque un conocido punto fuerte son sus composiciones de página, en estos números no vemos ninguna especialmente espectacular salvo la escena del rescate a “Flippy” y el duelo con Ra´s, aunque esta es más convencional. También escasean las splash page, pero podemos disfrutar de algunas absolutamente míticas como la de la aparición del Segador o la persecución final con el Joker.

A estas alturas, creo que tengo que reconocer que Adams es una de mis debilidades. Hay algo irresistible en sus dibujos. Algo que los hace perfectamente reconocibles y preciosos, más allá de las modas y las épocas. Si fueran sólo por el dibujo, estos cómics podrían publicarse hoy mismo y no desentonarían.

Su influencia creó una escuela que perdura hasta nuestros días. No es difícil encontrar cada cierto tiempo un dibujante cuyo estilo recuerda irremediablemente a Adams. El primero Bill Sienkiewitcz, en alguna medida Alan Davis, el mejor Bryan Hitch o actualmente Iván Reis. En algún lugar he leído que en el cómic de superhéroes tan sólo hay dos escuelas de dibujo: la de los que tratan de emular a Jack Kirby y la de los que tratan de emular a Neal Adams. No me parece una reflexión descabellada.

En cuanto al aporte de O’Neil, es más extenso pero se encuentra todavía más disperso en el tiempo, con más de ochenta números entre 1970 y 1980 en las mismas cuatro series mencionadas anteriormente. A esto hay que sumar su decisiva labor como editor de los títulos de Batman desde 1986 hasta 2000, una etapa enorme popularidad del personaje.

Puede que de la pareja el guionista aparezca como la parte floja. Y ciertamente, el guión esta varios peldaños por debajo del dibujo. Podría decirse incluso que no es de los mejores trabajos de O’Neil. Quizá la naturaleza esporádica de estas colaboraciones condicionara su labor o impidiera que se empleara a fondo. Se nota en las tramas: simples, lineales y autoconclusivas. Los textos de apoyo repiten, explican y reiteran lo que ya se ve en la viñeta, los diálogos están un poco acartonados y sobrecargados. Hay una continuidad pero es muy débil. En otras de sus renovaciones de personajes fue más osado y articuló tramas más extensas y profundas, que buscaban ser realmente un punto y aparte para el personaje. En este trabajo, sin embargo, parece lastrado por los antiguos usos y maneras.

A las ya mencionadas poco sorprendentes resoluciones de los relatos de misterio se suma una buena colección de casualidades inexplicables (un recluso mexicano invitando a Bruce Wayne a su boda), coincidencias poco creíbles (Batman/Wayne viajando por medio mundo y apareciendo indistintamente sin preocuparse de coartadas o excusas) o situaciones simplemente disparatadas (Gordon comprando pasajes de barco para que Batman tome unas vacaciones). Todo esto, sin embargo, muy propio del género y de la época. Estamos ya en la Bronze Age, pero el género está todavía lejos de las exigencias de verosimilitud propias de finales de los años ochenta.

En cuanto a la caracterización que propone O’Neil, lo que más me ha llamado siempre la atención (y hace ya algunos años que leí estas historias por primera vez) es que es un Batman bastante hablador. Nada que ver con el personaje lacónico de unos cuantos años después. Quizá se hace extraño porque como no tiene a Robin para justificar el dialogo se dedica a soltar desafiantes peroratas a los matones de turno. Su carácter es marcadamente orgulloso, arrogante incluso. También reflexivo y algo melancólico, cuestionándose en alguna ocasión aspectos de su vida y sus decisiones. Un punto novedoso, sin duda, propio de una época que ya exige mejores caracterizaciones, alejándose de los arquetipos impertérritos y sin fisuras tan de la DC clásica.

Se agradece que se reafirme su tono amenazante, pues forma parte de la idiosincrasia del personaje. Ver a Batman atemorizando delincuentes en azoteas y callejones es una imagen que no se prodigó mucho en los sesenta pero que sería moneda común de aquí en adelante. Por otro lado, el personaje se muestra consciente de la violencia que emplea. Esto es un punto importante, porque si el personaje se manifiesta autoconsciente del uso de la violencia no se elude acríticamente su presencia. Queda así al menos enunciado el problema de la violencia y su uso y no encubierto o frivolizado como es lo habitual en el género. Quizá las conocidas posiciones pacifistas de O’Neil tuvieron que ver en esto.

Hay que decir, no obstante, que los elementos con los que O’Neil y Adams componen su visión de Batman no son exclusivos de su colaboración. Como ya se ha comentado, esta era la nueva orientación de las Bat-series, producto de una decisión editorial. Así, en esos años se verían más historias de fantasmas, monstruos (Man-Bat) o misterios sin resolver con un Batman solitario y taciturno de la mano de otros autores.

Dicho esto, ¿dónde radica pues la importancia de estos cómics? Desde mi punto de vista, en que representan mejor que ningún otro el impulso de renovación y de vuelta a las raíces con el que DC trató de sacar a Batman de los altibajos comerciales y creativos de los años sesenta. Para los que somos de la Generación Zinco, en esos míticos tomos recopilatorios de “Las Mejores Historias Jamás Contadas” nunca faltaba una historia de O’Neil y Adams precisamente por eso, por que representaban el Batman post-serie de TV. La relevancia de estas historias, al margen de lo comentado de la orientación y el tono, radica en el debut de Ra´s, la recuperación de Dos Caras y el Joker y la introducción del interés romántico por Talia. El resto son un puñado de historias algunas mejores, otras peores, pero que captan como ninguna la nueva ambientación nocturna y lóbrega del personaje. Y además están condenadamente bien dibujadas.

Todos estos episodios pueden encontrarse en el volumen de “Grandes Autores de Batman” de ECC dedicado a Dennis O’Neil y Neal Adams. Sin embargo la labor realizada por ECC con este volumen es cuestionable. Partiendo de una idea seductora, reunir en un único volumen todas las historias de Batman realizadas por O’Neil y Adams, la ejecución deja bastante que desear. Desde la selección del material, donde se incluyen dos episodios no escritos por O’Neil mientras que se omiten los tres episodios centrales de la saga de Ra´s Al Ghul por no estar dibujados por Adams, hasta la exclusión de las portadas (salvo una), algunas absolutamente clásicas. Esto compone a mi modo de ver un tomo fallido pero que representa la única oportunidad de disfrutar compiladamente de los doce números que compartieron O’Neil y Adams y con los que cambiaron el aspecto y el tono de las historias del Hombre Murciélago.

Batman de Dennis O´Neil y Neal Adams: entre relatos góticos y noches arábigas. La publicación por parte de ECC del Batman de Steve Englehart y Marshall Rogers es una buena excusa para presentar este “díptico” sobre las dos grandes visiones de Batman de la década de los setenta: la de…
Guion - 6
Dibujo - 9
Interés - 8

7.7

Una docena de historias que representan a la perfección la vuelta a las raíces de Hombre Murciélago tras su desvarío "camp", la recuperación de viejos villanos como el Joker y Dos Caras y la creación de un nuevo y formidable oponente en la figura de Ra´s Al Ghul.

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Pedro Pascual Paredes
26 julio, 2017 16:16

Felicidades por el artículo Juan. Siempre resulta muy interesante el contexto previo y recordar – o descubrir- la situación del negocio o de la propia DC.
Respecto a la Edad de Plata, si creo que hay cosas que revindicar, por ello el trabajo de Morrison en Batman me parecio loable.
En cuanto a las historias de estos dos grandes autores, y son obviar el sobresaliente trabajo de Adams, si pienso que, visto ahora, en una época donde impera la descompresión de las tramas, la labor de O’neil, se ve incluso mejor que en su propia época. Al menos a mi, me encanta que me cuentan una historia notable en apenas 15 o 23 páginas, razón por la cual me enamoro fácilmente de muchas historias del Batman o Detective Comics de la Golden Age, como de los arcos que han realizado actualmente KIng con Gerads.
Finalmente, respecto a la edición de ECC, es cierto que no me sobran los 2 números no escritos por O’Neil (pues me gustan esas dos historias), pero si me faltan las de Rash, aunque creo que están editadas en otro tomo de ECC sobre esa saga. En lo que coincidimos plenamente es respecto a la ausencia de portadas, es una pena que por desgracia se ha repetido en el excelente tomo de Extrañas Apariciones.

Un saludo

Pedro Pascual Paredes
En respuesta a  Juan Iglesia Gutiérrez
26 julio, 2017 23:58

Por cierto Juan, como han cambiado los tiempos, las cifras de Batman ¡descendieron a 3000.000! Y aquello resultaba una hecatombe.

Captain Eo
Captain Eo
Lector
27 julio, 2017 9:27

que pena que las únicas reediciones disponibles de estos comics sean violaciones de la obra original con ese color de photoshop q no pega ni con cola…

TheQuestion
TheQuestion
Lector
31 julio, 2017 2:36

Unos grandes cómics que cuentan con la pésima y decepcionante edición por parte de ECC. Son incomprensibles las decisiones tomadas. Una nueva cagada por parte de esta editorial.