Género: Fantasía, Drama
Creador: David Benioff y D. B. Weiss
Reparto: Peter Dinklage, Nikolaj Coster-Waldau, Lena Headey, Emilia Clarke, Kit Harington, Aidan Gillen, Carice van Houten, Sophie Turner, Maisie Williams, Rory McCann, Liam Cunningham, Nathalie Emmanuel, Isaac Hempstead-Wright, Kristofer Hivju, Gwendoline Christie, Jonathan Pryce, Alfie Allen, Gemma Whelan, David Bradley
Producción: Home Box Office (HBO) / Management 360
Canal: HBO
País: Estados Unidos
La penúltima temporada de
En ZN, incondicionales de esta ficción, no podíamos dejar pasar la oportunidad de dar nuestra opinión e impresiones sobre esta última tanda de capítulos. ¿Y vosotros? ¿Ya estáis al día con la guerra por el Trono de Hierro? ¿Qué os ha parecido esta temporada?
La séptima temporada de Juego Tronos ha sido la primera que ha contado con material íntegramente escrito por
Durante muchas temporadas nos hemos acostumbrado a disfrutar de una serie donde los acontecimientos se desarrollaban a base de tensas y complejas conversaciones entre personajes que acababan desembocando en el algún momento de acción épica que suponía el momento álgido de dicha temporada. Esta forma de abordar las tramas permitió desarrollar los personajes con una gran profundidad y dibujar con esmero un gran tablero donde tenían lugar los acontecimientos que iban a marcar el destino de este mundo. Este desarrollo tenía dos pilares fundamentales: un presupuesto holgado pero que no daba para grandes excesos visuales y el material literario de
Llegados a la presente temporada las circunstancias han cambiado. Los personajes y el escenario están perfectamente asentados y son bien conocidos por los espectadores. Todavía quedan algunos misterios por descubrir pero básicamente se había llegado al punto que se había presagiado desde la primera temporada. Por un lado el retorno de Daenerys para reclamar el trono de los Siete Reinos y por otro la llegada del temible invierno y del ejército de la muerte que llega con él. Así pues ya no había margen para más desarrollo y tramas alargadas, las piezas estaban en su sitio y la acción debía comenzar y eso es lo que los responsables de la serie han hecho: desatar la acción y pisar el acelerador camino del final de esta inmensa epopeya.
Este cambio de enfoque ha tenido algunas consecuencias negativas que pueden haber contrariado a más de un espectador. Una de las más evidentes es la sensación que las distancias en Westeros se han acortado o que los personajes parecen haber desarrollado el don de la teletransportación. Otra es la tendencia a concurrir en el mismo espacio de personajes de distintos orígenes dando lugar a encuentros o coincidencias hasta cierto punto forzadas. Todo ello son, en efecto, defectos de una forma, por otro lado necesaria, pensada para avanzar la acción y llevarla hasta el punto que se necesita. Personalmente creo que aquí hay otro factor en juego y es la falta del material de referencia de
El lado positivo es que estos siete capítulos nos han dejado algunos de los momentos más espectaculares jamás vistos en una serie de televisión, con un notable aumento del presupuesto dedicado a los efectos visuales que nos ha permitido ver en todo su esplendor a los ejércitos de Daenerys, a los dragones y a los temibles caminantes blancos. También destacaría la gran capacidad que han tenido estos capítulos para enganchar a los espectadores dándoles en cada uno de ellos motivos para el goce, la sorpresa y engancharlos para la siguiente entrega. Diría que en ninguna otra temporada se ha hablado tanto sobre la serie y por donde iban a evolucionar las tramas.
En definitiva, esta ha sido una temporada notable que ha ofrecido un espectáculo visual de primer orden y que ha cumplido sobradamente con lo que se esperaba de ella. No ha sido una temporada perfecta pero sus aciertos superan sus defectos y nos ha dejado bien preparados para una temporada final que se intuye apoteósica.
Es prácticamente inevitable que una serie tras siete temporadas no se vuelva previsible, máxime cuando quedan pocos capítulos, y muchos personajes y tramas que cerrar que al final sigue un camino lógico para cualquier espectador. Si a eso le sumamos el hecho de que Benioff y Weiss ya no tienen un material literario concreto en el que basarse, más allá de los apuntes que haya podido darles Martin, estamos ante una serie que evidentemente ya no puede alcanzar las cotas de calidad. Y sin embargo, opino que esto último no tiene tanto peso, ya que la temporada pasada ya se había metido en terreno inexplorado en las novelas y nos sorprendieron con una de las mejores, sino la mejor temporada de la serie. Por lo que, el hecho de que esta temporada no sea tan brillante, seguramente se deba más al hecho de la celeridad con la que tienen que cerrar la historia. Tampoco ayuda la innecesaria reducción de capítulos, que en términos de minutaje realmente solo se restan dos con respecto a otras temporadas, pero que se nota bastante es según qué tramas.
Y hablando de tramas, la del norte no ha sido precisamente la mejor escrita. La confrontación entre las hermanas Stark, previo reencuentro en Invernalia junto con su hermano Bran, solo se sostiene por la enorme interpretación de Maise Williams y Sophie Turner, amigas íntimas fuera de las cámaras, y que consiguen transmitir un ambiente de tensión mascable desde el primer minuto. Pero la resolución que acaba con la muerte de Meñique, un personaje que por cierto se agradece que desaparezca porque llevaba tres temporadas dando bandazos y no sabían lo qué hacer con él, es precipitada, como casi todo en esta temporada y mal narrado, que no explicado ojo. Es evidente que algo ha fallado ahí, confirmándose después con la revelación de que hay una escena eliminada entre Sansa y Bran en la que éste le cuenta las maquinaciones de Lord Baelish.
Más tramas. Lo de Jon y Daenerys es otro cantar, algo inevitablemente previsible, como lo que ha ocurrido con Meñique o la caída del muro, pero que pese a todas las limitaciones, se ha llevado con la mayor naturalidad posible, sin ser desde luego la pareja más carismática, romántica, sensible y apasionada que se haya visto en la serie, pero que al menos culmina en uno de esos incestos que ya casi echábamos de menos. Tampoco se le puede pedir mucho más a dos de los actores más limitados de la serie, Emilia Clarke y Kit Harrington, que además posiblemente no hayan coincidido en un set de rodaje hasta esta temporada, y que poco tiempo han tenido para mejorar un poco una química que ni siquiera la propia trama permite desarrollar demasiado. Aún con todo, la escena de la cueva es sin duda el mejor momento entre ambos. Un Harrington que por cierto, tiene su mejor interpretación en una escena final con Theon, en uno de esos reencuentros extraños que nadie espera, y que se convierte en una de las escenas mejor escritas de toda la temporada con diferencia. Capítulo aparte merece la trama de Desembarco del Rey, en el que Lena Headey vuelve a brillar una vez más haciendo malabares entre el conflicto militar, ecónomico y familiar, en el que Jaime Lannister por fin se libra de las ataduras de una relación tóxica que hace tiempo que está lastrando su vida y al personaje en general. Aún con todo, insisto, bastante e inevitablemente previsible. Parece que el efecto cliffhanger tan característico de Juego de Tronos se ha perdido un poco esta temporada.
Poco más ha dado esta temporada que, eso sí, una vez más vuelve a brillar a nivel técnico de una manera espectacular. Parece que últimamente salen muchos expertos en CGI, y yo no soy uno de ellos, pero aún así me parece que no se le puede poner ni un pero a los dragones, y a esos excelentes y trepidantes momentos de acción y llamas durante la batalla del camino de las flores, uno de los mejores episodios de la serie, la batalla contra los caminantes y finalmente la caída del muro. Una vez más, Juego de Tronos vuelve a demostrar su poderío técnico sobre otras series de televisión, o incluso sobre el cine actual, lo cual ya es mucho decir.
Esperemos que en los seis capítulos que nos quedan, y el año y pico de espera, se cierre de la mejor y más digna forma posible, que si ya es difícil de por sí darle un final a una serie tan longeva, se multiplica exponencialmente cuando se trata de una de las mejores series de la historia así como uno de los mayores fenómenos de masas que la cultura ha conocido, por lo que las expectativas, pase lo que pase, nunca van a ser satisfechas por todos. Que se lo pregunten a una parte del fandom de Lost.
Tras la prueba de fuego que supuso la temporada pasada -en la que la serie basada en Canción de Hielo y Fuego demostró ser capaz de mantenerse a un nivel excelente, aun sin la guía de los libros de Martin-, Juego de Tronos se desmelena del todo en esta séptima vuelta, con una temporada que se antoja enteramente marcada por el afán de darle al fan todo aquello que ansiara ver. De igual lo nimio o lejano que fuera este anhelo. En un empeño nunca antes visto por satisfacer hasta los más recónditos sueños húmedos de sus seguidores, el nivel de eyecandy de esta nueva temporada de la serie de HBO se ha disparado hasta unos niveles tan insólitos, que hasta las mismas leyes del tiempo y el espacio parecían mostrarse prestas a combarse, siempre y cuando hubiera ocasión de ofrecer un momento deseado.
¿Llevabas años aguardando que esos personajes que tanto te molan se encontrasen? Ahí lo tienes. ¿Qué tal el regreso de ese otro por el que llevabas preguntando en todos los foros y grupos de aquí a los Siete Reinos? Dicho, y hecho. ¿Y si ahora, de repente, todos los personajes que te gustan se aliasen para formar un frente común? ¡Todo tuyo! ¿Te moló La Batalla de los Bastardos y quieres otro episodio Age of Empires similar? No te preocupes, que no nos hemos olvidado de ti. ¿Y qué pasa con todas esas teorías que llevaban años pululando por la red? No se lo digas a nadie, eh. Pero tu pide que (se te concederá).
Llegando a tal punto de sinvergonzonería y total falta de complejos, que hasta se atreven a colarnos una suerte de dream team a lo D&D, es imposible resistir el bombardeo de fanservice de está séptima temporada, sin alcanzar cierto grado de extrañamiento. Un claro caso de lo tomas o lo dejas, en el que no queda más opción que mirar al vacío de la existencia preguntándose que fue de la serie que se caracterizaba por hacernos sufrir con la crueldad de sus inesperados giros, o dejarse llevar por la euforia colectiva guiada por este nuevo empeño por conducir las tramas pendientes hasta su conclusión más lógica, pasando por todos y cada uno de los momentos de cara la galería que se puedan atravesar. Es como si los fans hubieran tomado como rehén a G.R.R. Martin en su estudio, y se hubieran apoderado de su criatura, con la intención de librarlos de su tiranía y brindarles el final feliz que consideran que se merece.
Así dicho, lo fácil sería pensar que David Benioff y D.B. Weiss han terminado por desecrar el legado de Juego de Tronos. Pero lo cierto es que la montaña rusa emocional a la que nos arrojan no solo es endiabladamente adictiva, sino que -revisada en retrospectiva- sigue manteniendo la solidez de un elefante de guerra de la Compañía Dorada. Una solidez tramposa como ella sola, es cierto. Pero, ¿cuando no lo ha sido Juego de Tronos? Quizás no tanto en el tema de la facilidad con la que los personajes se desplazan de un punto ‘A’ a uno ‘B’, pero sí en lo que respecta a hacernos pensar que cierta trama va a ir encaminada en cierta dirección, para que en cuanto menos esperemos golpearnos con algo que teníamos desde el primer momento delante de nuestras narices, llevándola en otra completamente diferente.
Esto es aplicable tanto a todo lo relativo a las indagaciones de Ned Stark en la primera temporada de la serie, como a la trama de sus cachorros en esta, y que a servidor le han hecho gozar de dos de los momentos que más he disfrutado en toda la Historia de la televisión. No ya solo por el momento en sí, que también. Los paralelismos con los que se han jugado hasta llegar a dicho momento, la forma de dosificar la información, y la nueva situación que se nos conduce -pasando de el hombre que dicta la sentencia debe blandir además la espada a un lema que hunde sus raíces en aquella camada de huargos con la que empezaba la serie- difícilmente podrían haberse ejecutado de una forma más genuinamente brillante. Conclusión aplicable también a otras resoluciones como el resurgir de Theon Greyjoy, el imperturbable rumbo de colisión al que se dirige Cersei Lannister o todo lo desarrollado en torno a la política de Rocadragón con Jon Nieve, Daenerys Targaryen y Tyrion, en general, la séptima temporada de Juego de Tronos puede describirse como un vibrante subidón de recocijo, antes de que la llegada del largo invierno nos devuelva al sufrimiento.
Una temporada que, aun con sus altibajos, ha terminado brillando tanto por el conjunto global como por su impecable episodio broche. Quizás no haya llegado a las excelsas cotas de la sexta, tercera o cuarta, pero desde luego mantiene a la serie en un nivel difícilmente superable, como aspirante a gran referente generacional para los amantes de la fantasía heroica, y la ficción televisiva en general.
Adoro
Con un arranque que quita el hipo y empezando a atar todos los cabos que se fueron abriendo a lo largo de seis años, esta séptima temporada parece enfocarse en los conflictos que se deben ir solucionando. Y menos mal. En momentos en que la serie parecía caótica en la sexta temporada, los guionistas han sabido ahora enfocar las tramas hacia donde deben ir, aportando los maravillosos cliffhanger a que nos tenían acostumbrados y manteniendo la tensión de un capítulo a otro. La profundidad de algunos personajes se ha visto enormemente aprovechada, como Jon Nieve, Bran Stark o Sansa. Los verdaderos protagonistas de esta han sido los reencuentros, y la tensión y las batallas que han traído consigo. Como mención especial, la aparición de personajes que estaban olvidados, la revelación de la verdadera identidad de Jon Nieve y las épicas batallas, que parecen rodadas en forma cine y que aportan una espectacularidad que no recuerdo haber visto en otra producción televisiva.
Como puntos negativos, el tratamiento del tiempo en la serie. Se cubren grandes distancias de una escena a otra, pasan meses entre algunas de estas, pero no creo que esto quede bien reflejado al espectador y que quede constancia de ello. Da la sensación de estas algo precipitado, de acercarse al final a grandes zancadas y con menos tiempo que nunca para hacerlo. Una pena este sentimiento de precipitación que a veces no deja que la trama respire con tranquilidad. Aún así, insisto en que esta ha sido mi temporada favorita hasta ahora.
Esta temporada
El problema de esta séptima temporada pasa por su ritmo. La velocidad de crucero en la que se ha adentrado la serie. Da la sensación de haber prisa por liquidar la historia y las escenas se suceden de una manera que narrativamente resta verosimilitud al conjunto. El montaje junta escenas que estarían pensadas para darse un espacio, para ser contadas con más calma. Los personajes hacen gala de una capacidad de teletransporte que rompe la inmersión de los espectadores. Sabemos que lo que se nos cuenta no sucede realmente de forma tan rápida y tampoco en el mismo espacio y tiempo pero las tramas que se han ido liquidando en los últimos tiempos no han sido acompañadas de un reajuste en los guiones que tengan dicha cuestión en importancia. Esto se suma a un afán por la interconexión que resta más que añade en algunos casos, haciendo de Poniente un universo realmente pequeño en el que todo el mundo se conoce. En ocasiones, sin mucho que decir u aportar. Es un mero fanservice de cara al espectador y lector y un regalo a los actores que llevan tanto tiempo sobreviviendo en la serie.
Si bien, la evolución de los personajes, y de los acontecimientos, sigue siendo lógica y coherente. Se nota que
Ya podemos hablar globalmente de la séptima temporada de Juego de Tronos y la segunda en la que sus showrunners,
Ya en la pasada temporada supimos que la llegada de los Caminantes Blancos comandados por el Rey de la Noche iba a suponer un punto de inflexión en Juego de Tronos de cara a que los distintos bandos enfrentados por años de traiciones, sangre y muerte se unieran para afrontar la mayor batalla de la historia de Poniente. Esta temporada se ha ocupado de ir colocando las fichas de ajedrez estratégicamente sobre el tablero para que esa alianza tome forma, pero el camino ha sido dificultoso y arduo a todos los niveles. Las intrigas palaciegas, los secretos susurrados en angostos pasillos de descomunales castillos y los “juegos de tronos” se han visto reducidos al mínimo exponente durante esta temporada y es algo que se ha criticado a los creadores de la serie, pero es lógico que durante este prólogo de lo que será la gran guerra el ritmo se acelere y la acción prime, ya conocemos a los personajes y sus aspiraciones, de modo que sólo queda que la estrategia y el ataque para dar empaque a la serie.
Primero me voy a centrar en los temas más controvertidos de la temporada, los mismos que se han convertido en la comidilla de las redes sociales. Por un lado se han criticado notablemente, y no sin motivo, las transiciones temporales del todo improbables que pueblan el metraje y aunque los creadores de la serie y el mismo
Teniendo en cuenta todas estas cuestionables características que merman en cierto modo el conjunto de la producción el que esto firma no puede hacer otra cosa que admitir lo mucho que ha disfrutado de esta última temporada de Game of Thrones. La interacción de los personajes se ha antojado sobresaliente, las secuencias de batallas multitudinarias colosales y los pasajes para el recuerdo como el ataque suicida de Jaime contra Daenerys, la conversación entre Tyrion y Cersei, la revelación de la traición de esta última a la alianza, la batalla entre los Greyjoy (¡qué grande es
Llega un momento en que las historias deben dirigirse hacia su inevitable final. En el mundo televisivo, con un poco de buena suerte, ese momento llega cuando toca. Con menos buena suerte, se añaden más temporadas de las necesarias y el descenso en calidad es evidente. Ninguna de estas dos cosas son males que vayan a aquejar a Juego de Tronos. El principal problema de esta temporada y la siguiente es que está casi todo el pescado vendido en lo que a sorpresas, giros de guión y revelaciones se refiere. Esto significa que hay una serie de caminos sobre los que los lectores vienen debatiendo desde 1996, y que una vez se andan no se deben interpretar como fanservice, sino como el destino que siempre fue.
Esto no quita, claro está, que presumibles adiciones por parte de los showrunners trastoquen lo que, en principio, en manos de
En Juego de Tronos hay dos clases de personajes: los que se teletransportan y los que se teletransportan un poco más lento. Una de las cosas que me fascina de Canción de Hielo y Fuego es que el viaje es tan interesante como el destino. Aquí esa ya parece dar absolutamente igual, con una temporada que va colocando a los jugadores clave donde los necesita sin preocuparse de la lógica temporal. Un desastre que en más de una ocasión distrae por lo obvio que resulta.
Otro desastre: el romance entre
Manteniéndonos en el Norte, la trama de
Y es que, a pesar de sus fallos, Juego de Tronos se disfruta. La serie sigue sabiendo emocionar y ofrecer batallas intensas. Te sigues preocupando por los personajes y su mundo sigue siendo tremendamente interesante. Siete capítulos se hacen cruelmente cortos, igual que la espera a la próxima temporada.
Y el invierno llegó. La séptima temporada arrancó con toda la expectación que se puede llegar a tener. Tras los espectaculares últimos episodios con los que cerraron la temporada anterior, como espectador, estaba deseando ver el evento seriefilo (mainstream) del año: el enfrentamiento defintiivo de todas las casas por el trono de hierro. El climax para el que nos han estado preparando durante todas las temporadas anteriores. ¿Ha estado a la altura? Lamento que no voy a mostrarme especialmente optimista.
Si bien la temporada anterior ganó como portento estético (para el recuerdo quedan la sucia batalla de los bastardos o la magnífica secuencia de montaje del décimo episodio, aderezada por un inesperado piano que puso banda sonora a buena parte de mi verano pasado), lo cierto es que argumentalmente he sentido que la serie se ha visto resentida por la ausencia de la figura inmisericorde de
Y es que, desgraciadamente, esta séptima temporada ha estado lejos de estar a la altura de lo que prometía. Y, lo que es peor, se le ven las costuras sin hacer demasiado esfuerzo. El hecho de que el ritmo se haya visto alterado arbitrariamente, los ex machinas de manual, la construcción forzosa de las relaciones entre personajes, los planes absurdos de las distintas casas: ¿Un hombre con mil hazañas militares a sus espaldas como Jamie Lannister, Va a encarar de esa forma a Daenerys? ¿En serio a estas alturas creen nuestros protagonistas que van a convencer a Cersei, desviarla de sus verdaderos objetivos, de nada? ¿Y no hay mejor forma de hacerlo que arriesgar la vida del mismísimo rey del norte yendo a una misión suicida? ¿A ninguno de los que se embarcan a la misión se le ocurre llevar vidragón o fuego? ¿En serio nos tenemos que creer el manejo temporal desde de Gendry sale (desarmado, porque, por supuesto, no se va a encontrar ningún obstáculo) hasta que Daenerys acude al rescate? ¿Meñique, maestro de la manipulación, va a llevar a cabo un plan tan facilón, y no ha tenido en cuenta el escenario más que evidente de que se le puede volver en su contra? ¿Es verosímil toda la estrategia de Cersei en el último episodio? Me temo que la respuesta a todo es que no, pero como a los guionistas les conviene que las cosas deban suceder aunque atenten a la lógica argumental, es lo que tenemos.
Pero, aún así, a este león todavía le quedan garras. A pesar de haberse convertido en una caricatura. A pesar de los mil y un sin sentidos que ha contenido esta temporada. A pesar de que todo se precipita lo suficientemente ágil como para que el espectador no se plantee nada. A pesar de todo ello, la serie sigue teniendo momentos dorados como todo el encuentro entre los personajes, los movimientos de Euron Greyjoy, el plano de la caída de Jaime al lago, las conversaciones entre los distintos personajes en el episodio 6, el reencuentro entre Tyrion y Cersei, la psicopatía deshinibida que exhibe la reina a lo largo de esta temporada… Y son esos pequeños detalles donde todavía queda un ligero vestigio de lo que es Juego de Tronos: una serie de personajes. No de dragones que vuelan mejor que nadie ni de batallas multitudinarias por el poder (que no deja de ser mera peripecia, acciones que llevan a cabo dichos personajes para conseguir su objetivo)… No es suficiente como para salvar la temporada en su conjunto, pero sí para que sigamos viéndola. Y, con esto, parecen conformarse de cara a la recta final.
Antes de comenzar mi análisis de la séptima temporada de Juego de Tronos (el cual incluirá spoilers, por lo que si no queréis saber nada de lo que ocurre, por favor, no leáis mi crítica), pongo sobre aviso a la comunidad de ZN: Soy muy fan de los libros y relatos de este universo, los he leído todos varias veces, pero ello no significa que vaya a hacer un análisis en el que juzgue la serie en comparación con los libros. Literatura y Televisión son dos mundos diferentes que se comunican en lenguajes diferentes con su público objetivo, y mi intención es juzgar la serie como lo que es, un producto televisivo. Si hay quien desprecia la serie porque ésta no se parece a los libros que adapta, como ocurre en estas ocasiones, basta con no verla. Sin embargo, cuando una serie no funciona como el producto televisivo que es (independientemente de si su origen está en una obra literaria o no) es que algo falla.
Entiendo que lo primero que la comunidad pensará al leer la última frase que acabo de escribir, es que estoy equivocado. Que es evidente que la serie funciona como tal. Y es que, es innegable que su audiencia es enorme, que su comunidad fan crece temporada a temporada, y que es la serie de la que todo el mundo habla, ya sea al día siguiente mediante “memes” en las redes sociales, o simplemente para alabarla o ponerla a parir.
Pero sí, sigo manteniendo que la serie no funciona como tal. Y es que, por muy grande que sea la audiencia de la misma, para mí eso no es suficiente, no como el espectador que soy, que exige que una serie de este calado, con tantísimo dinero invertido por capítulo, tenga un guión que como mínimo sea coherente.
En efecto, este es el principal problema de Juego de Tronos: Su deficiente guión. Las cosas ocurren porque sí, porque tienen que ocurrir, porque es lo que se espera que ocurra, y porque son bombazos que encantarán al espectador. Pero el problema no es el “Qué” si no el “Cómo”. Realmente, esta situación no es algo que me sorprenda, pues era algo que ya venía pasando desde más o menos la cuarta temporada, cuando la serie se siente incapaz de gestionar tanto personaje junto y tira de tijera y de momentos espectaculares para seguir encandilando al lector.
El problema es que en esta séptima temporada (de la que recordemos acabamos de ver su primera mitad, faltando la segunda mitad y final de la serie) la serie se aproxima a su conclusión, aquella en la que la gran batalla entre el Hielo y el Fuego tendrá lugar con el resultado que proceda, en la que el Bien y el Mal en términos absolutos se enfrentarán a muerte, por lo que ya no ha lugar a tramas palaciegas, o a discutir qué Rey debe sentarse en el Trono de Hierro, siendo ya hora de que todos entiendan que existe un enemigo común más grande que todo eso.
Y otra vez, ese no es el problema. Como he dicho antes, no es el qué, sino el cómo. No pasa nada porque se vayan cerrando estas tramas de corte por mucho que nos gusten, pues es obvio que la serie se dirigía a esta gran confrontación más grande que cualquier complicación política desde su primer capítulo, en el que dos Hermanos Negros mueren a manos de muertos resucitados más allá del muro, sin que nadie en Poniente les crea. La cuestión es que estas tramas se cierran a toda mecha, sin dejar tiempo al espectador para que respire y obviando toda lógica en el guión de la serie, o en el juego de los tiempos que marcan la trama.
Yéndonos a ejemplos concretos, en el capítulo 5, Davos va desde Rocadragón a Desembarco del Rey, vuelve a Rocadragón y Jon Nieve sale de dicho enclave junto con Gendry para ir al Muro. Todo eso en un capítulo. A Bran Stark le costaba temporada y media llegar desde Invernalia hasta más allá del muro, pero cuando a la serie le conviene, el mapa encoge de tamaño.
Otro ejemplo, y podría dar al menos dos por episodio, es que las cosas ocurren porque tienen que ocurrir, y así, por casualidad, Samwell Tarly se encuentra en la Ciudadela de Antigua (de la que es un simple novicio sin acceso legítimo a sus muchos documentos que por lo visto no están custodiados) con un libro aleatorio que guarda uno de los secretos más importantes de todo Poniente, el del linaje de Jon Nieve. Este secreto se completa con la revelación de Bran Stark, la cual decide dar a Sam nada más verlo después de varios años, pero no a sus hermanas o a otro personaje.
Como en Juego de Tronos no utilizan la técnica del resumen previo a cada episodio (más que aquella vez en la quinta temporada en la que nos recordaron como Robert comentaba a Ned Stark su odio por Rhaegar Targaryen) y es una serie con muchísimos personajes, por lo que es lógico que el espectador medio, que no es lector de los libros de George RR Martin, y que sólo ha visto la serie una vez no recuerde del todo quién es quién, sobre todo cuando hay un lapso de un par de temporadas entre la última aparición de un personaje concreto y su regreso. Por ello, al no existir la técnica del resumen, los personajes tienen que recordar todo lo ocurrido mediante diálogo, generando situaciones muy artificiales y raras en pantalla, en la que parece que los protagonistas tienen que hacer ejercicio constante de memoria.
Daenerys, esa gran Emilia Clarke que siempre nos brindó una Joven Dragona con más valor e integridad que muchos grandes señores de Poniente, incluso cuando no tenía nada, se ha convertido en esta temporada en un personaje bipolar y borderline que hoy te otorga piedad, y mañana te quema vivo.
De todas las tramas que conforman esta temporada, la única que me resulta medianamente creíble es la del complot de Meñique en Invernalia y la resolución de éste, ¿por qué? Porque es la única que se cocina a fuego lento, y por tanto es verosímil.
En conclusión, es evidente que hace tiempo que Juego de Tronos decidió dejar de apostar por un guión trabajado y con sentido común, habida cuenta de que las audiencias se disparaban año a año con independencia de la calidad de éste, por lo que esta temporada no ha sido sino una consecuencia lógica de este mal hacer que la serie lleva arrastrando desde al menos su cuarta temporada, dando la impresión de que todo lo que importa es sacar Caminantes Blancos o Dragones haciendo de las suyas, porque HBO es consciente de lo mucho que eso emociona al espectador.
Es por ello que la serie tiene a mi juicio un 4, una nota bajísima para una producción de estas características, a la cual no le pongo un 1, porque en lo que respecta a efectos especiales y a las coreografías de batalla, sigue siendo la más espectacular.
Ha finalizado la séptima temporada de
Vaya por delante que entiendo mucha de las decisiones tomadas por los guionistas, enormemente condicionados por el hecho de tener solo dos temporadas más (y cortas para más inri) para rematar una obra tan magna como esta, y que el ir con el acelerador pisado y no ser tan detallado en muchas tramas es algo casi obligado. De hecho es algo que también temo que le ocurra a
Quizá lo más notorio de todo esto ha sido el paso total a una fantasía épica de manual, a una historia de dragones y mazmorras muchas veces vista, del bien contra el mal, perdiendo por el camino todo ese mundo de matices que caracterizaban a la serie. Ahora tenemos bandos muy claros y hay poco espacio para la traición, la maquinación, el uso del caos como una escalera. De hecho eso se hace evidente en el prescindir o eliminar a ciertos personajes que eran los máximos exponentes del Juego de Tronos. Grandes como
Ese giro en el ritmo y el enfoque ha hecho que por el camino solo veamos de soslayo tramas que podrían haber sido mucho más: demasiado fugaz la aparición de
También se ha perdido ese miedo a enamorarte de un personaje porque nadie estaba a salvo de la muerte en esta serie, ahora es enormemente complicado que alguien doble la rodilla, y eso hace que los momentos de clímax pierdan algo de empaque al saber que la muerte es solo una amenaza artificial, efectista. Solo en un par de momentos en la temporada, con
Lo mismo digo del nivel de la producción, a nivel visual, localizaciones, efectos, música… Todo eso ha sido muy redondo esta temporada y pocos peros se le pueden poner, llegando a mostrar escenas que sin duda serán icónicas de la serie (la muerte de
Una vez hecha la digestión de esta séptima temporada, mis sensaciones son un tanto frías y, me temo, no tiene que ver con la cacareada llegada del invierno. Juego de Tronos ha sido, es y será uno de los mejores productos en la historia de la televisión. Debido a esto y con el paso de los años, las expectativas para con la serie son muy elevadas. Actualmente nos encontramos en la fase de desenlace por lo que las intrigas palaciegas han dejado de reinar en Poniente para dar lugar a la acción más desenfrenada ¿Es esto un problema? En absoluto. ¿Qué ha ocurrido para que mi efusividad haya bajado varios enteros? El tiempo, amigos lectores, y no me refiero al atmosférico…
Gracias a la suspensión de la incredulidad disfrutamos de la ficción en general dejando de lado las posibles incoherencias que una obra pueda tener para, de esta forma, poder disfrutar de la misma adentrándonos en ella. Debido a las constantes elipsis temporales (lo del episodio 6 resulta sonrojante) los guionistas han conseguido sacarme más de una vez del visionado con el consiguiente Pfff brotando de mis labios. Da la impresión de que todo se podría haber solucionado si en vez de 7 capítulos hubieran utilizado los habituales 10 por temporada. Pero como dijo Bill Clinton en la campaña electoral de 1992 “¡Es la economía, estúpido”! Poderoso caballero es don dinero y el tema de la renovación de los contratos (
Ha sido esta una temporada en la que varios personajes que no habían cruzado sus caminos por fin han podido hacerlo. El encuentro más sonado ha sido el de Daenerys y Jon Nieve (¿o deberíamos llamarle Aegon a partir de ahora?). No soy una de esas personas que detesten que la Madre de los Dragones y el Rey en el Norte acaben juntos, pero el calzador con el que han forzado la relación es del tamaño de Invernalia. Hablando de la cuna de los Stark, aquí también hemos podido ¿disfrutar? de los fríos encuentros (el verano les sentaba a todos mejor en este reino) entre hermanos. Bajo la atenta mirada de Meñique (¡¡por fín se hace justicia con este malparío!!), hemos podido comprobar como Sansa tiene hechuras de gobernanta, como a Arya ya no la reconoce ni su huargo y como Bran… bueno Bran ha tenido muy mal crecer. La adolescencia en un cuervo de 3 ojos nunca fue sencilla.
Lo que si que me ha gustado, y mucho, es la tensión in crescendo entre Cersei (la madre de todas las malas) y Jaime. Los Lannister siempre pagan sus deudas y estos dos, después de años compartiendo cama, parece que van a acabar pagándolo el uno con el otro. ¿Las apuestas? A) Jaime mata a Cersei o B) Arya mata con la cara de Jaime a Cersei. Por cierto, hay una parte de la conversación entre Tyrion y su hermana mayor en el último capítulo que, estoy seguro, no se nos ha mostrado y puede resultar clave para lo que nos espere en la octava y última temporada.
Me he quedado con ganas de ver más en acción a los caminantes blancos. Aunque ya nos contaron su origen, ansío seguir descubriendo su funcionamiento y objetivos. El giro haciéndose con el dragón y su posterior transformación me pareció genial. Confieso que la forma de fundir el muro en el último capítulo para así poder cruzar me pilló de sorpresa.
Se me antojan muy pocos los 6 capítulos que quedan para cerrar tanto la guerra en el norte como el destino del trono de hierro y los principales opositores al mismo. No obstante, albergo mis esperanzas en que volvamos a tener un capítulo con la epicidad de “La batalla de los bastardos”, un capítulo con la agonía de “Las lluvias de Castamere” o un final a la altura de “Vientos de invierno”.
“Deja un lobo vivo y las ovejas nunca estarán a salvo.” Arya Stark.
Esta temporada nos ha maravillado, emocionado, fascinado y … en parte, defraudado, pues aunque han pasado muchas cosas importantes la manera de contarlas en esta ocasión no ha estado, en mi opinión, a la altura de lo que nos tenían acostumbrados en años anteriores. Han faltado más escenas intensas, conversaciones que giraban la trama, batallas más épicas y, en cambio, han sobrado escenas que han rellenado minutos y contado muy poco en demasiado metraje, o al revés, han tirado de demasiadas elipsis narrativas. Vayamos desarrollándolo.
He disfrutado enormemente del encuentro, tan esperado, entre Jon Snow (a partir de ahora será Aegon Targaryen) y Daenerys, con ese primer cara a cara tan intenso, en el que ambos se echan en cara el pasado de sus familias y reclaman mirar hacia adelante, con la madre de dragones exigiendo al Rey en el Norte que se arrodille y le jure lealtad como legítima heredera de los Siete Reinos. También con la unión de los ejércitos de los Inmaculados, Dothraki, Greyjoy, Tyrell y Martell/Sand, para dividirse la conquista de Westeros. Pero me decepcionó la rápida derrota de la flota comandada por Yara, la huida de Theon y el secuestro de Ellaria Sand y la superviviente de sus hijas a manos de Euron Greyjoy para luego desaparecer de la trama, así como la ausencia de metraje sobre la batalla entre los Tyrell y los Lannister, aunque Olenna tuvo una despedida digna. Otro asunto que no me ha convencido ha sido la eliminación de algunos personajes que prometían más, como las hijas de Ellaria Sand, la muerte de Thoros de Myr, las de Randyll y Dickon Tarly, realmente esperaba que todos esos personajes hicieran algo con mayor relevancia.
Me han encantado los regresos y reencuentros de los Stark en Winterfell, ha sido muy emotivo ver a los pequeños, ya crecidos, volver a casa después de vivir y sufrir un sin fin de aventuras y calamidades que les han hecho madurar, crecer y, sobre todo, evolucionar. Me encanta Sansa, para mi, uno de los personajes que más y mejor han evolucionado. Ha pasado de ser una niña rica con aspiraciones de princesa a una auténtica líder política y férrea defensora del Norte, de su casa, sus tierras y sus gentes. Jon será el rey elegido por las casas del norte, el líder militar, pero en esta temporada Sansa ha sido la mano que mece los hilos necesarios con cabeza para mantener unidas a todas las casas frente a la verdadera amenaza que viene más allá del muro. En muchos lugares de la red la han calificado como la Cersei del Norte, me parece un apelativo de lo más acertado, pues si algo podemos decir de la actual reina es que siempre ha velado por los intereses de su familia, cueste lo que cueste. Algo a valorar, por supuesto. Arya, por su parte, ha jugado un papel que no me ha terminado de convencer, con muchas escenas fan service para lucir sus nuevos dones tras su adiestramiento en Braavos. Así como su empeño en perseguir injustamente a su hermana, acusándola de preocuparse solo por el poder. Sobre el Bran Cuervo de Tres Ojos solo diré que podrían haber enfocado su carácter de una manera menos modorra y que han aprovechado, hasta ahora, muy poco sus poderes.
Las aventuras de Jon Snow y la compañía del anillo la Hermandad Sin Estandartes, Jorah Mormont y Gendry en el norte, en busca de un caminante blanco para llevárselo a Cersei y pedir su apoyo me estaban encantando hasta que llegó esa resolución tan desastrosa. Antes de eso, ¿qué pretendían Thoros de Myr, Beric Dondarrion, El Perro y los demás yendo al Muro? ¿Iban a luchar ellos solos contra todo el ejército del Rey de la Noche? ¿Por qué no se mostró su encuentro con Tormund y los acontecimientos que los llevaron a esa celda? En cuanto a la resolución de la trama: ¿a qué velocidad corre Gendry y vuela el cuervo? ¿Y el Dragón? Son pequeños detalles que podrían pasarse por alto en favor de la trama, pero que me sacan de la misma. En otras temporadas se jugaba perfectamente con los tiempos, para que el espectador entendiera que unos acontecimientos y otros transcurrían con un espacio en el tiempo. Es un detalle que molesta, como que Ser Davos vaya a King’s Landing en una barquita con Tyrion a buscar a El Toro (que por cierto, vaya solución a su misterio más sin sabor y qué alejada queda su versión del personaje de las novelas) y parezca que vuelve en el día a Dragonstone quita lustro a la serie. Al igual que ver a Jaime Lannister salir del fondo de un lago con toda la armadura y la espada envainada. ¿En serio? ¿Bronn tiene poderes para levantar a peso muerto a un tipo de su embergadura con una armadura de metal? ¿Dónde han quedado las leyes de la física y el rigor?
Volviendo al tema de la búsqueda del caminante blanco, me decepcionó la llegada de Daenerys en el último segundo. Estuvo bien, claro, pero no fue tan épica como la llegada de Sansa, Meñique y el ejército del Valle en la Batalla de los Bastardos, pues se estuvo anunciando durante todo el episodio que iba a ir. Además, la vimos subir al dragón antes de marchar. Es un detalle que indica que la serie ha perdido su capacidad de sorprender, girando más hacia una historia de aventuras que empieza a tornarse predecible. Por último, la aparición del tío Benjen para salvar a Jon y el regreso in extremis de este tuvo el mismo problema de edición que la carrera de Gendry por la nieve. Me falta un poco más de cuidado en la narración para que no parezca que están a cien metros del muro. Pequeños detalles…
Entiendo que el recorte de episodios ha provocado que la historia deba avanzar más rápidamente. Y eso es muy positivo, era algo que la serie necesitaba, acercarse a su final. Pero de ahí a recortar tanto el tablero del juego sin mimo va un trecho. Si miramos cómo ha quedado el resultado, eliminando la mayoría de subtramas y centrando la acción sólo en la amenaza de los caminantes blancos, con la traición al pacto de Cersei de fondo, nos queda una muy buena situación de cara a la última temporada, pero el camino hasta llegar aquí no ha sido todo lo perfecto que esperaba. Hemos tenido una temporada en la que el planteamiento de la acción creaba expectativas pero siempre se han cumplido las resoluciones más evidentes. Al menos, en la mayoría de los casos. Se han enamorado Jon Snow y Daenerys, los caminantes blancos han cruzado el muro, en Winterfell gobiernan los Stark, los Tyrell se han quedado fuera del juego, Jaime ha abandonado por fin a su hermana… son cosas importantes, sí, pero se han desarrollado tal y como se veían venir, apenas ha habido giros de guión que sorprendieran. A excepción del último episodio, donde sí se vieron momentos de tensión y alguna sorpresa.
El descubrimiento de que Jon Snow es hijo legítimo de Rhaegar Targaryen, pues su boda con Lyanna Stark fue válida, su nombre real es Aegon Targaryen y es el legítimo heredero al Trono de Hierro ha sido un momento culmen de la temporada. Tardó en llegar un poco de luz sobre este asunto, pero lo hizo de manera muy emotiva. Ahora bien, los lectores de los libros saben que hay un Aegon Targaryen que es hijo del primer matrimonio de Rhaegar con Elia Martell. Es un personaje interesante que, seguramente, se quedará fuera de la serie, como tantos otros. De todas formas, dejando las novelas a un lado, se me plantea una cuestión acerca de la identidad de Jon Snow: ¿realmente George R. R. Martin tenía este plan para él al principio de las novelas? ¿Y al principio de la serie televisiva? ¿Han improvisado con él en función de su éxito y popularidad? ¿Será coronado como fan service?
Ya lo veremos. Aunque tendremos que esperar demasiado para verlo.
¿Qué te ha parecido la séptima temporada de Juego de Tronos?
- Notable. Han sabido seguir muy bien la historia. (27%, 48 Votes)
- Regular. Tiene agujeros del tamaño de un dragón. (25%, 44 Votes)
- Buena. Todo va bien... Tyrion sigue vivo. (22%, 39 Votes)
- Excelente. Ya casi ni echo de menos los libros. (21%, 38 Votes)
- Mala. Los responsables deberían ser sacrificados al Señor de la Luz. (5%, 8 Votes)
Total Voters: 177
Valoración Final
Alejandro Ugartondo - 8
Cristian Miguel Sepúlveda - 7.8
Daniel Gavilán - 7.5
Francisco Miguel Espinosa - 9.5
Jordi T. Pardo - 8
Juan Luis Daza - 8
Nacho Teso - 6.8
Pedro de Mercader - 4.5
Raúl Gutiérrez - 4
Rubén Merino - 7
Sergio Fernández - 7
Víctor José Rodríguez - 6.7
7.1
Buena
La redacción llega a la conclusión que pese a lo que se podría temer la séptima temporada de
Gracias por vuestras interesantes opiniones. La mia es que ha sido un poco decepcionante, la primera parte del escrito de daniel gavilan expresa mejor lo que pienso de la temporada de lo que yo podria hacerlo. Sin embargo no me satisface tanto y mis sensaciones van mas en la direccion de pedro mercader. Ademas fanservice para todos menos ,previsiblemente, para mi , que queria ver a tyrion a lomos de un dragon y parece que ya faltan efectivos. Nada , salvo lo de meñique ,a sorprendido en toda la temporada . Antes la veias y posiblemente te quedaras pensativo ,ahora es un entretenimiento mucho mas ligero. Siendo justos ,en su contra va que los libros no esten acabados , lo que convierte la historia televisiva en canon ,y es mas facil sentir rechazo hacia ella pues no puedo evitar pensar muchas muchas veces, esto martin no lo habria hecho asi. Con todo pienso en perdidos y en el desatroso final , en parte por lo poco de fanservice que tuvo, y creo que es mejor escapar de esta forma que con jack en el purgatorio 🙂
Lo citáis varios pero a mi lo de Meñique así como su tratamiento las ultimas temporadas me ha parecido de vergüenza ajena
Fanfiction de alto presupuesto, justo lo contrario del espíritu de la saga. Los actores y los directores salvando la pésima labor de los guionistas, que han tenido años para preparar el momento en que adelantaran completamente a Martin y ni por esas. El sexto capítulo, un despropósito que casi se carga la serie.
Siempre no quedará Jaime Lannister.