Llegamos al ecuador de esta fantástica obra con el cuarto tomo de
El tercer tomo de Desaparecido dejaba un panorama desolador, con Satoru fracasando estrepitosamente en sus intentos de proteger a Hinadzuki y su propia madre, y finalmente caía en las redes de su misterioso enemigo y era detenido por las fuerzas policiales. Sin embargo, una mirada familiar de un enigmático personaje entre los curiosos que asisten a su arresto provoca en él un flashback que da arranque a este cuarto tomo. Satoru recuerda que en el pasado ya vio esos mismos ojos en un momento en el que jugaba con una amiga cerca de un almacén, y pensando en ello con su mente adulta cae en la cuenta que también estuvieron a punto de ser secuestrados ese día. Debido a esta tensión emocional, Satoru logra tener otro revival que le devuelve a 1988, justo al momento en el que disfrutaba del museo de ciencias naturales con sus amigos. Decidido de una vez por todas a no cometer ningún error y salvar la situación en esta última oportunidad, el protagonista comienza a urdir un plan con la ayuda de su amigo Ken’ya, que descubre que algo extraño pasa detrás de las ausencias de Hinadzuki y la incesante y repentina preocupación de Satoru por la niña.
Lo primero que hace Satoru es cerciorarse que Jun Shiratori, el supuesto culpable de los secuestros, está fuera de toda sospecha, y para ello crea una coartada que le permita al joven tener testigos de que se encontraba en casa con su padre en el momento de los hechos. Posteriormente la idea de Satoru consiste en eliminar de la ecuación a la madre de Hinadzuki con un táser, pero es disuadido por Ken’ya que le hace ver que una decisión violenta traerá más conflictos que ventajas. De ese modo deciden que lo mejor es confiar también en Hiromi, otro de los niños del grupo de amigos, para esconder a Hinadzuki en un viejo autobús abandonado cerca de otra de las escuelas del pueblo. Esto supone a la vez matar dos pájaros de un tiro, ya que Hiromi es otra de las futuras víctimas del secuestrador, por lo que dejándole tomar parte en el plan consiguen al mismo tiempo ponerle a salvo. Con todo esto Satoru pretende dos cosas: por un lado evitar que la niña este en su casa el día que se produjeron los malos tratos de su madre y su secuestro y asesinato; y por el otro desenmascarar las agresiones y el comportamiento de la progenitora y movilizar a la policía para que medie en el caso. En este segundo aspecto toma un papel fundamental el tutor de los niños en el colegio, Gaku Yashiro, al que Satoru comenta que lleva días sin ver a Hinadzuki para provocar que se ponga en contacto con los asuntos sociales y que investiguen el caso.
Todo parece ir viento en popa con el plan, con los adultos ya trabajando en su resolución, cuando un suceso inesperado altera la hoja de ruta de los chicos. Una noche un misterioso personaje visita, en un estado bastante colérico, el bus en el que se esconde Hinadzuki, y cuando esta se lo cuenta a Satoru y Ken’ya, descubren que en realidad el vehículo es la base de operaciones del secuestrador, donde guarda diversos pasamontañas, cuerdas y guantes para cometer sus crímenes. Ante el peligro inminente, Satoru decide echar toda la carne al asador y se lleva a su amiga a casa para explicarle el caso a su madre y conseguir que esta acceda a refugiarla hasta que el asunto se solucione definitivamente. Sachiko accede, orgullosa de su hijo y se pone en contacto con Yashiro, el tutor, para tender una “trampa” a la madre de Hinadzuki, que lleva días ilocalizable. Al día siguiente Satoru, Sachiko y Hinadzuki visitan la casa de esta última y tienen una fuerte discusión con la madre, llegando incluso a la agresión física, que se ve interrumpida por la irrupción de Yashiro con los agentes de servicios sociales. Pese a que se desvela que el comportamiento de la madre viene dado por haber sido víctima de malos tratos por parte de su pareja en el pasado, los agentes ponen a buen recaudo a Hinadzuki, que se despide de Satoru rumbo a su nuevo hogar en casa de sus abuelos. Un tomo con final feliz y la incertidumbre de ver qué consecuencias originan las acciones que se han producido en la línea temporal original.
Kei Sanbe vuelve a solventar con maestría el trabajo que conlleva hilar una historia con más de una línea argumental, dedicando este tomo por entero al pasado de Satoru y consiguiendo el segundo clímax de la obra, mucho más benevolente que el primero, pero con la pizca de sal que aporta el saber que nada está cerrado hasta que en el siguiente volumen veamos la magnitud de las consecuencias que haya desencadenado el chico con el cambio del pasado que acaba de realizar. Desaparecido es una obra que versa sobre el ensayo y el error, sobre el sobreponerse al determinismo con esfuerzo y el cómo superaríamos los obstáculos que nos pone la vida si se nos concede una oportunidad más. En el tomo anterior ya vimos que el hecho de tener una nueva opción de arreglar las cosas no supone que consigamos hacerlo al 100%, lo que era una ruptura del tradicional esquema narrativo de las obras que incorporan estos saltos temporales y regresiones. Sin embargo, Sanbe se encuentra aquí con el problema de tener que volver al cauce narrativo tradicional en el que el protagonista “salva el día” y a la vez evitar la repetitividad de ser otro de los recurrentes revival la mecha que inicia los acontecimientos. El lector puede acabar cansado de esta estructura circular de acontecimientos, pero el autor consigue superar los mismos obstáculos que propone en su historia gracias a dos elementos: la creatividad y realismo de la trama y la magnífica utilización de los personajes.
En cuanto a la trama, Sanbe parte del problema que tienen otros mangas de su corte, como
La historia de Desaparecido estaba hasta ahora totalmente centrada en la figura de Satoru, algo lógico y coherente con la propia idiosincrasia del personaje, tendente a la soledad y a buscarse las habichuelas por sí mismo, con poca empatía y confianza en los demás. Sin embargo, los obstáculos y palos que Sanbe le ha puesto al personaje a lo largo de la trama, han hecho que la historia y el propio Satoru pidan a gritos un cambio lógico y coherente en ambos aspectos: que los otros personajes se involucren mucho más. Y de eso se trata casi todo en este cuarto volumen, de la confianza y el compartir el peso que Satoru y Sanbe llevan a cabo con el resto del plantel. De este modo vemos a los niños del grupo de Satoru, encabezados por Ken’ya, mucho más implicados en la resolución del conflicto, a un Gaku Yashiro más participativo, Sachiko y su decisión de tomar cartas en el asunto con el tema de Hinadzuki… Todos están más activos, se nota que sus acciones tienen peso en l que ocurre y no son solo elementos pasivos de la trama. Esta explotación de más personajes para dar un nuevo aire y evitar caer en el bucle, se vuelve totalmente lógica y acertada al necesitar Satoru de ellos para poder seguir adelante, tras darse cuenta que el mayor de sus errores estaba en ser cómo era. De este modo Sanbe consigue ganar en varios frentes de la estructura de la historia sin despeinarse, sorprendiendo al lector y consiguiendo que el realismo, el costumbrismo y el desarrollo lógico de sus personajes y sus historias sigan presentes.
Por otro lado, la propia estructura general de los tomos que ya podemos determinar tras 4 volúmenes, con un tomo en el presenta y el siguiente en el pasado, permite también al lector evitar caer en la pérdida de interés, escapar del bucle al ver la misma historia desde diferente prisma cada vez y observar como lo que ocurre en uno tiene consecuencia en el otro. La historia, por otro lado, sigue siendo maravillosa, con un grado de interés en el misterio espectacular y que pese a cerrar algunos frentes deja abiertos la gran mayoría sin que esperes para nada por donde va a continuar la trama. Este es un tomo además con una gran carga emotiva y, de nuevo, bastante crudo sobre todo en su final, cuando se analiza el comportamiento y pasado de la madre de Hinadzuki. Desaparecido es un manga en apariencia ligero, de resolución de misterios y saltos en el tiempo, pero encierra algunos temas verdaderamente ásperos de abordar y Sanbe lo hace de manera elegante y dándoles un trato y un peso muy acertado.
En cuanto al apartado artístico, las líneas generales siguen siendo las mismas que en tomos anteriores, si bien es cierto que debido a la emotividad de algunos tramos de este volumen se puede decir que Sanbe logra ir un paso más alla a la hora de transmitir sentimientos con su trazo, todo ello unido a una muy buena composición de páginas y un mejor equilibrio entre la narrativa visual y escrita. Desaparecido continúa en este cuarto tomo por la senda marcada anteriormente y se afianza cada vez más como una de las mejores apuestas a la hora de elegir un manga de misterio y suspense, llegando al ecuador de su serialización sin perder un ápice de frescura e identidad.
Valoración Final
Guión - 8.5
Dibujo - 7.5
Interés - 8.5
8.2
Desaparecido llega al punto intermedio de su historia en este cuarto tomo en el que el desarrollo e implicación de los personajes secundarios ayudan a Sanbe a manter el buen ritmo narrativo y el interés del lector. Un volumen importante, cuyas consecuencias veremos en el siguiente tomo.
Me empecé esta serie por vuestras reseñas de los primeros tomos y la verdad es que me está encantando. Justo me toca este número, si mantiene el nivel de los tres primeros como decís, yo ya me quedo contento.
Este número es un punto de inflexión total, que marca el inicio del camino hasta el desenlace, así que a partir de ahora todo es un in crescendo genial. Ayuda mucho el número de tomos y lo bien que gestiona Sanbe la estructura y el reparto de la trama por ellos. Me alegro mucho de que te animases a leer la obra gracias a las reseñas, y sobre todo, que la estes disfrutando.
Gracias por comentar, saludos!!
Yo me acabo de terminar el tercero y no pude soltar el manga hasta que lo acabé.
Si la calidad se sigue manteniendo será uno de los mejores mangas que haya leído este año.