Cuarta entrega de la exitosa saga de terror Insidious ideada por el cineasta James Wan junto al guionista y actor Leigh Whannell, ambos originarios de Australia y autores de otra famosa franquicia adscrita a una vertiente diferente de este género como es esa Saw que volvió a las carteleras de todo el mundo el pasado año 2017 con Jigsaw, su octava entrega. En el año 2010 ambos colaboradores idearon una humilde propuesta llamada Insidious que no dejaba de ser una especie de totum revolutum en el que se condensaban influencias de todo tipo de horror movies como El Resplador, El Exorcista, Poltergeist o La Semilla del Diablo (Rosemary’s Baby) con una más que notable eficacia. Con un presupuesto humilde y un excelente reparto formado por Patrick Wilson, Rose Byrne, Barbara Hersey o Lin Shaye entre otros la cinta supuso una agradable sorpresa que revelaba al director de Silencio Desde el Mal (Dead Silence) como un excelente narrador que sabía reformular los tópicos del género de terror para ofrecer productos tan estimulantes como efectivos. La secuela llegó dos años después y la misma daba inicio justo cuando terminaba la primera parte ofreciendo una pieza no tan redonda como su predecesora, pero lo suficientemente bien ejecutada como para ser merecedora del buen recibimiento que consiguió tras su estreno. En cambio con la tercera película comenzaron los cambios notables dentro de la saga.
James Wan abandonaba la silla de la dircción debido a que por aquel entonces estaba saturado de trabajo viéndose implicado como realizador en la séptima entrega de Fast & Furious y la segunda de Expediente Warren (The Conjuring), su otra exitosa gallina de los huevos de oro dentro del cine de terror que a su vez dio a luz otra a modo de spin off centrada en la diabólica muñeca Annabelle. Ante esta decisión su compañero al guión, Leigh Whannell, tomaba las riendas de la dirección poniéndose por primera vez detrás de las cámaras en labores de jefe de orquesta con Insidious: Capítulo 3, decente continuación que esta vez localizaba sus acontecimientos antes de los acaecidos en película primigenia convirtiendo el film en la primera precuela de la saga. La ópera prima como cineasta de Leigh Whannell seguía los pasos de tres de los personajes secundarios más memorables de las dos primeras Insidious, el grupo de parapsicólogos formado por la medium Elise Reiner (Lin Shaye) y sus colaboradores Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson) mientras investigaban el caso de una adolescente aparentemente poseída por una entidad sobrenatural. De nuevo Insidious funcionaba en la taquilla a nivel global y sus ideólogos vieron el filón para poder seguir ofreciendo nuevos capítulos sin tener que dar continuación a lo sucedido en el segundo film.
Esto nos lleva al recién estrenado 2018 y a la llegada de la cuarta entrega Insidious: La Última Llave, esta vez con un nuevo profesional, Adam Robitel (The Taking of Deborah Logan), haciéndose cargo del proyecto como cineasta y el habitual Leigh Whannell en labor de guionista. Nuevamente nos encontramos con una secuela centrada en Elise, Specs y Tucker, pero esta vez localizada solo unos meses antes de la primera Insidious y con los tres investigadores de lo paranormal implicándose en un caso que tiene lugar en la casa donde la ya citada medium pasó su infancia y adolescencia, junto a sus padres y su hermano Christian, bajo el violento yugo de su maltratador progenitor y dando por aquel entonces las primera muestras de sus peculiares poderes percibiendo la presencia de lo que parecían fantasmas que pululaban por el inmueble y a los que sólo ella podía ver. Contra todo pronóstico lo que apuntaba ser un nuevo capítulo de la franquicia sin más añadidos se convierte en un interesante análisis de comportamientos humanos mucho más realistas y asentados en lo mundano de lo que pudiera parecer dando a luz una atípica cinta que manteniendo el legado de sus predecesoras trata de relatarnos algo más profundo que una simple historia de terror.
Hasta este momento los tres capítulos previos de Insidious, aunque con algunas variantes entre unos y otros, eran una amalgama de influencias, homenajes y lugares comunes condensados con eficiencia para ofrecer algo al espectador que aunque cien veces visto funcionaba por la eficacia técnica y la solidez narrativa de sus artífices, sin facturar productos originales pero sí edificantes desde un punto de vista cinematográfico de género. Sería de necios negar que con Insidious: La Última Llave no sucede lo mismo, que Adam Robitel y Leigh Whannell toman como inspiración cintas previas alimentándose de ellas para unificarlas en un mismo todo y crear una pieza que sepa jugar bien con la referencialidad y la coherencia fílmica dentro de un microcosmos ya bien asentado después de tres entregas. Pero lo que llama la atención es que mientras las anteriores Insidious mamaban de Terror en Amytiville, Al Final de la Escalera (The Changeling) o Pesadilla Diabólica (Burnt Offerings) esta lo hace de Martyrs o Twin Peaks: Fuego Camina Conmigo utilizando la temática de casas encantadas, secuestros, torturas y posesiones demoníacas para realizar una alegoría sobre todo lo putrefacto que anida bajo la familia media americana confirmándonos que lo que acontece dentro de las cuatro paredes de un hogar pueda ser un secreto indescifrable para el resto de los mortales ajenos a dicha consanguinidad.
De esta manera el tándem formado por Adam Robitel y Leigh Whannel alterna con pericia las dos vertientes genéricas sobre las que se sustenta el entramado de Insidious: La Última Llave dando forma a una obra inesperadamente híbrida. Por un lado el tono de película de terror adscrito a los preceptos previamente asentados dentro de la saga Insidious por James Wan durante los inicios de la misma están ahí por medio de un adecuado uso de la atmósfera, los juegos de luces y sombras, la dirección de fotografía y la sugestión de cara al espectador, aunque el realizador en ocasiones cae en la trampa de ejecutar los famosos «jumpscares» por medio de innecesarios golpes de banda sonora, cuando en esta franquicia las secuencias más efectivas en cuanto a inquietar a la platea siempre eran las más visuales y las que jugaban con el in crescendo de tensión. Por otra parte encontramos un estimable poso dramático relacionado con la violencia en el seno familiar, los malos tratos a manos de uno de los progenitores y el miedo o el silencio del resto de miembros con respecto a estos hechos y aunque los mismos sean abordados desde una perspectiva sobrenatural y una terminología ficcional sus autores plantean temas interesantes con respecto a dicha temática enriqueciendo un poco más el relato al que están dando forma sin que por ello tampoco podamos hablar de un proyecto de profundo calado, ya que seguimos encontrándonos ante una cinta de género que sólo busca entretenimiento puro y duro.
Aunque evidentemente, y como era de esperar, es el terror el que prima en la propuesta que supone Insidious: La Última Llave es en ese subtexto dramático en el que Adam Robitel y Leigh Whannell se hacen fuertes focalizando todo el protagonismo en el personaje de Elise (una Lin Shaye que mejora en cada nueva entrega y en esta se muestra sencillamente espectacular, convirtiéndose en el corazón de la franquicia) no sólo marcando con un tono que alterna el terror con los apuntes de comedia que habitualmente añaden los personajes de Specs y Tucker en el presente, sino abordando la infancia de la medium por medio de flashbacks con un inteligente juego de espejos en el que los autores del largometraje subvierten los preceptos propios del género haciendo que lo que suponemos hechos sobrenaturales posiblemente no lo sean tanto afirmando de manera tácita que el mal más puro y corruptor pertenece a nuestra realidad y no a otros planos extraterrenales apelando así a discursos dentro de este tipo de celuloide cultivados en los años 70 con ese «terror rural y urbano» en el que autores como Tobe Hooper o Wes Craven con piezas clave como La Matanza de Texas o Las Colinas Tienen Ojos respectivamente pusieron nuestros miedos más atávicos en la «casa de al lado» en esa familia a la que considerábamos normal y corriente sin saber que eran el resultado de los peores instintos de nuestra sociedad y una alienación de corte inhumano por culpa de un progreso que les dio las espalda o los pisoteó impunemente.
Más allá de ese interesante subtexto Insidious: La Última Llave contiene prácticamente todas las señas de identidad de la saga con parapsicólogos, entidades extracorporeas, seres diabólicos que buscan poseer a adolescentes inocentes, casas malditas, ese «Más Allá» que se ha convertido en un personaje más, secuencias de terror notablemente bien ejecutadas centradas en la inquietante criatura a la que da vida de manera sublime nuestro Javier Botet aunque, como previamente hemos apuntado, en ocasiones recurran al susto fácil, tres protagonistas a los que hemos ido tomando cierto aprecio a lo largo de los años y un fin de ciclo más o menos claro ya que esta última entrega termina enlazando con la primera Insidious y la última escena dedicada al personaje de Lin Shaye suena a despedida o eso al menos parece. Con esta cuarta entrega indudablemente Leigh Whannell y James Wan siguen explotando su rentable producto sin intención de darle un final a corto plazo, pero lo cierto es que como «serial cinematográfico» funciona bastante bien, trata de ofrecer propuestas interesantes y sobre todo sigue siendo rentable para sus responsables, que en Hollywood es lo importante. Mientras esperamos qué se inventan los dos autores australianos para seguir sacando partido de esta Insidious antes de su continuación nos espera la película spin off de The Nun y la tercera parte de Expediente Warren (The Conjuring) de modo que por lo que parece tenemos terror a manos de la «factoría James Wan» para rato.
Dirección - 7
Guión - 7.5
Reparto - 7
Apartado visual - 7
Banda sonora - 6.5
7
Eficaz cuarta entrega de la saga Insidious que alterna con acierto pasado y presente, plantea temas interesantes más cercanos a la realidad que al plano sobrenatural y contiene un excelente trabajo interpretativo de Lin Shaye.