La fantasía es un género tradicionalmente muy vinculado con lo mágico, lo maravilloso. Sin embargo, el género fantástico se nutre en gran medida de las emociones y los sentimientos, que muchas veces son los desencadenantes de esa magia que inunda sus narraciones. En
Lo primero que hay que remarcar de Children of the Whales es que, una vez más, es una obra que rompe con el etiquetado de género que se suele utilizar en el manga. Cada año que pasa y con una mayor base de lectores y una mayor madurez en el sector, tanto por parte de estos como de los propios autores, se va haciendo más evidente que las obras están lejos de poder encorsetarse dentro de los típico shônen, shôjo, seinen, y demás términos a los que estamos acostumbrados y que, en más de una ocasión, sirven para discriminar a cierto tipo de obras. En el caso de Children of the Whales, encontramos el nombre de shôjo, pero por su historia, concepción y sentimientos que genera en el lector, está bastante lejos de ser el manga para chicas adolescentes que puede esperarse al leer esa etiqueta. Children of the Whales es un relato fantástico sobre las emociones y la sociedad, sobre el misticismo y la filosofía, una fábula sobre la magia, el amor, la amistad y la muerte mucho más humano de lo que se podría esperar.
El argumento de Children of the Whales no es que sea revolucionario, porque, sobre todo en el mundo del manga ya lo hemos visto en más de una ocasión. Nos encontramos en medio de un mundo postapocalíptico en el que, por un motivo que desconocemos tanto nosotros como los personajes, todo está inundado por océanos de arena. Debido a ello nuestro protagonista, Chakuro, vive dentro de una especie de isla denominada como la Ballena de Arcilla, junto con un reducido grupo de humanos que vaga a la deriva intentando, sobre todo, sobrevivir. Este grupo de habitantes de la Ballena forma una sociedad nueva, marcada por el hecho de que los humanos ahora poseen, o pueden poseer, una extraña condición que les da la posibilidad de usar el poder de la saimia, una especie de psicoquinesis que les permite dominar distintos elementos de la naturaleza. Cuando esta saimia se manifiesta en alguno de los portadores se genera en ellos un aura, unas marcas brillantes que se pueden ver en sus cuerpos y reflejadas en el aire a su alrededor.
De esta manera, aquellos que poseen la saimia se denominan como marcados y el resto de la población, un 10%, que no la posee, son los no marcados. Sin embargo, la única diferencia entre estos no solo está en el uso del poder, sino que los marcados poseen una corta esperanza de vida reducida a unos 30 años, mientras que los no marcados tienen una esperanza de vida similar a la de un humano normal. De esta manera, los no marcados son los que se encargan de las tareas de mando, tienen la obligación de conocer la historia y el pasado de la Ballena cuando alcanzan cierta edad, y recaen sobre sus hombros el peso de la toma de decisiones, en un cuidadosamente desarrollado organigrama jerárquico para el que los no marcados se van preparando desde jóvenes hasta la edad en la que puedan entrar en el consejo de los “Ancianos” y conocer toda la verdad que hay detrás de su mundo.
Por su parte, los marcados son liberados de esas responsabilidades para aliviar cualquier tipo de carga que pudiera angustiar esa corta vida que tienen. Del mismo modo, debido a que la saimia surge principalmente de las emociones, la “religión” que se profesa en la Ballena les obliga a reprimir estas y evitar demostraciones de poder (y por tanto de emociones) en público. Sin embargo algunos de los jóvenes marcados de la Ballena hacen caso omiso a esas “recomendaciones” y anhelan poder dar rienda suelta a su saimia y conocer el mundo exterior, dejar atrás esa vida feliz y segura, pero rutinaria y obligada y cambiarla por una vida de riesgo y desconocimiento, pero elegida por ellos. Sin embargo, pese a esos deseos, estos alborotadores son rápidamente neutralizados y enviados durante cierto tiempo a las mazmorras de la ballena, conocidas como “Las Entrañas”.
La vida de esta sociedad pasa así, entre tareas de agricultura y recolección, y ciertos viajes al exterior cuando se otea alguna estructura a la deriva en el océano de arena de la que se puedan extraer recursos. Chakuro, el protagonista, es también uno de estos marcados, y sufre de una “enfermedad” denominada hipergrafía, que le obliga a escribir constantemente la crónica de todo aquello que ocurre en la Ballena para que en el futuro pueda servir a alguien que quiera conocer la historia, algo extraño dentro de personas que van a tener una vida corta y por tanto no deberían preocuparse por el futuro. Sin embargo, toda esta vida anodina y controlada se pone patas arriba cuando en una de esas misiones de recolección, Chakuro encuentra a Lycos, otra joven que se convierte en la primera humana del exterior que los habitantes de la Ballena conocen en muchos años. Lycos también tiene la saimia y parece carecer de emociones, pero no de manera natural como Chakuro y compañía, sino debido a la utilización de una máquina que se alimenta de esos sentimientos y humanidad. Poco a poco la chica parece recobrar esas emociones y empieza a hacer surgir las dudas a los habitantes de la Ballena sobre su sociedad, su vida y su condición.
La historia de Children of the Whales está perfectamente hilvanada y muy bien construida. A muchos niveles me recuerda a obras como
Esta sociedad paternalista está también muy jerarquizada, y en este caso tenemos una curiosa elección por parte de la autora. En las obras de fantasía, generalmente, aquellos que gozan de poderes suelen ocupar puestos de privilegio en la toma de decisiones o en el liderazgo, o incluso son capaces de romper con la sociedad normal y crear una nueva solo para ellos. Sin embargo, en la Ballena los que dirigen el cotarro son la gente normal, relegando a los poseedores de la saimia a meros “niños” que parecen no tener posibilidad de elegir sobre nada y a los que se les da una muy sesgada visión e información del mundo en el que viven. De hecho incluso se les dice como deben sentir y expresarse, con la aparente intención de evitarles disgustos por esas emociones, pero a la vez limitar su poder. La Ballena es por tanto una sociedad en apariencia feliz, pero con una felicidad artificial, lograda gracias a la alienación de los individuos, a los que condicionan su personalidad y sus emociones con mecanismos sociales que mantengan a cada persona donde debe estar, sin que se cuestione nada. Una construcción también bastante religiosa de la sociedad, en la que el individuo se disuelve en el rebaño gracias a impedir que piense y dude, e imponiendo un sistema de “castigos”, algunos hasta autoimpuestos, para reprimir la libertad de ese ente.
Hablando de esta saimia, de este poder, me lleva a hacer otra relación con otra obra fantástica que vino a mi mente en varias ocasiones mientras leía este primer tomo, y es la
Pese a lo intrincado que parece todo al analizarse minuciosamente, el guión y el buen hacer de Umeda en la narración hace que estas ideas se mimeticen solas junto a un montón de elementos mágicos, bellos y fantásticos, que siguen un buen ritmo de narración y de exposición, que poco a poco nos va descubriendo más de ese mundo idílico en un principio, que poco a poco se torna más oscuro e inestable. De hecho en este primer tomo ese buen dominio del tempo narrativo hace que las escenas finales sean muy sorpresivas por el cambio de tono que coge la historia y que deja con ganas de más. Una historia muy bien construida, que se apoya mucho en el mundo y en el contexto, que son casi un personaje más, y que cuenta las cosas con una sensibilidad especial. Este primer tomo es una mera introducción, pero ya deja para el lector muchas preguntas e interrogantes, un avance lento pero seguro en la trama, que además se encuentra repleta de detalles y explicaciones que hace ver la complejidad interna y la cohesión que tienen todos ellos entre sí. Abi Umeda crea un mundo especial, con una mitología interesante y contundente, muy bien trabajada y con mucho potencial.
Además Abi Umeda pone mucho empeño en trabajar cada detalle de la historia, con la introducción de secciones denominadas
Este buen trabajo en la construcción de mundos se apoya mucho también en la ambientación, una ambientación que tiene sus pilares en el uso y representación de las emociones y en el apabullante diseño gráfico del que hace gala Umeda. Pilares que a su vez se dan la mano, ya que el arte de Umeda es capital a la hora de reflejar ese mundo de emociones que es Children of the Whales a través de una genial composición de páginas y viñetas y un sentimiento especial a la hora de narrar visualmente, con especial mención al uso de los elementos, las expresiones y los plano secuencia. El dibujo es muy artesanal, con un uso adecuado de los fondos y las tramas y muy luminoso, con un trazo a veces casi bocetado que da personalidad y magia al diseño. Los diseños de los personajes son quizá su punto más flaco, satisfactorio en cuanto a su nivel, pero que a veces hace difícil distinguir el género de algún personaje. Todo lo contrario al diseño de las construcciones, con un toque impresionista que recuerda en ocasiones al estilo arquitectónico de Gaudí.
En definitiva,
Valoración Final
Guión - 7
Dibujo - 7.5
Interés - 7.5
7.3
Una obra especial y con mucha sensibilidad, como suele ser habitual en las apuestas de Milky Way. Una historia de fantasía y emociones salpicadas por gotas de filosofía y humanidad, con un precioso apartado gráfico. Si acostumbras a leer obras de la editorial, no te decepcionará.
Empecé con el anime y al tercer capítulo lo dejé aparcado en cuanto me enteré que iban a publicar el manga. Tengo los dos primeros tomos para leer este finde.
Sólo decir una cosa, viendo el primer capítulo del anime lo que más me venía a la cabeza es que es Brandon Sanderson total. Parece una obra creada por Sanderson, con eso ya me ganó.