La buena salud del sector del cómic en nuestro país hace que cada vez más editoriales se atrevan a traer a nuestras estanterías obras de todo tipo, tanto en formato como en contenido. En los últimos tiempos
Pero dejando a un lado las peripecias vitales de este viajero empedernido, hay que hablar de uno de los trayectos que más le marcó en su vida, hasta el punto de dedicarle este Un mal viaje al oeste por completo al mismo. Mickeyman nos cuenta aquí, con pelos y señales, las mil y una experiencias que le acontecieron durante el viaje desde su Taiwán natal hasta España y Francia, y la dura y graciosa supervivencia que tuvo que pasar durante su estancia por la vieja Europa. El tomo, pese a que en un primer momento puede parecer una amalgama de anécdotas sin ton ni son, contadas eso sí con mucha gracia y apoyadas por un estilo artístico más que interesante, en realidad tiene un estructura muy bien definida. Un mal viaje al oeste comienza con la preparación de su viaje por parte de Mickeyman. Su novia ha decidido aprovechar una beca de Erasmus para estudiar durante un tiempo en España y nuestro protagonista ve una visita a su chica como una oportunidad ideal para cumplir tres deseos en uno: pasar un tiempo con su pareja y mitigar las penas de una relación a distancia, turistear por un país con tan buena prensa en Asia como España y asistir al
Mickeyman se pasa toda esta primera parte contando su tendencia a ir por la vida con el puño cerrado, sus trámites para solicitar un visado de 90 días en el extranjero, los preparativos de su viaje lo más económico posible, su obsesión con el valor de su moneda con respecto al euro… Un montón de cosas que se van al garete cuando la distancia de la que hablaba antes provoca que su novia corte con él a través de videoconferencia. Sentimentalmente destrozado, Mickeyman decide aun así mantener sus planes y realizar el viaje para olvidar sus penas… o más bien por no perder el dinero del billete y asistir al Festival de Angulema.
El segundo gran acto del cómic es quizá el más interesante para el lector español porque nos toca muy de cerca, ya que narra las peripecias y penurias de Mickeyman durante el tiempo que vivió con dos estudiantes chinas de intercambio en Valencia. El autor hace en esta parte un genial ejercicio narrativo para ofrecernos el que probablemente sea mejor cuaderno de viajes sobre nuestro país que se ha podido realizar en este formato, gracias sobre todo al estilo ágil y cercano que utiliza, que hace que sientas casi como si un amigo te estuviese contando sus penosas y accidentadas vacaciones. Más allá de lo divertido que resulta ver como un taiwanés va más perdido que un pingüino en el Caribe por la ciudad del Turia, resulta muy edificante y didáctico poder ver la visión que un asiático tiene de cosas que para nosotros son el pan nuestro de cada día. Al mismo tiempo que te tronchas leyendo como duerme en un cuchitril y se tira a lo barato para poder mantener su estilo rata de vida, sus problemas con el idioma y los horarios, su cruzada contra el consumo habitual que hacemos de pasta en lugar del arroz o su obsesión por poder comer jamón y beber vino, también se puede observar lo curioso que resulta para un asiático el hecho de que vivamos en una sociedad tan multicultural y no tengamos miedo o recelo de ello, que en nuestros productos no se acompañe el diseño del packaging con una foto para que la gente sepa bien qué está comprando con un vistazo, su curiosa teoría sobre la forma de ser de cada país a través de los dibujos de las monedas de 2 euros o el hecho de que considere que en España es muy fácil montar en bici porque los conductores te respetan mucho, a comparación con Taiwán.
Como veis, un montón de hechos, que como digo, siempre te acaban sacando una sonrisilla, pero que son una manera genial de ver el choque cultural y la visión que otros tienen de nosotros, al mismo tiempo que nos puede invitar a pensar que no estamos tan mal o tan bien como nos lo parece al verlo solo desde nuestra perspectiva de españoles. Resulta curioso también ver como Mickeyman disfruta como un niño de cosas que para nosotros, ya adultos, se ha perdido la ilusión como una cabalgata de Reyes, una feria de barrio (impagable el momento en el que el autor cuestiona nuestra cordura al montarnos en según qué atracciones de feriantes) o la Navidad. Y no solo momentos graciosos, sino también buenas reflexiones del autor, como el hecho de que durante los viajes solo demos a los demás la visión de lo bueno que hemos pasado, y nos callemos lo malo.
Por último, la tercera parte del volumen va destinada a los amantes del cómic, ya que Mickeyman se marca un monográfico sobre la composición y el desarrollo del magnífico Festival del Cómic de Angulema y sobre la propia localidad francesa, dejando patente su ilusión por ver como todas las calles están dedicadas al mundillo, hablando de la delegación que Taiwán mandó al festival para darse a conocer, el fallo de los premios, su posibilidad de conocer a autores como
En definitiva, Un mal viaje al oeste es un retrato muy acertado e interesante de la manera de vivir en occidente y nuestra forma de ver los cómics, aderezado con todo el humor del que Mickeyman es capaz y adornado con un formato bastante curioso y un estilo narrativo original y variado. No esperéis un cómic al uso, solo con viñetas, dibujos y cuadros de texto, porque en esta obra vais a encontrar bastante texto, con formas de entrada y tipologías muy diversas, acompañados de dibujos e ilustraciones del autor con anotaciones que también nos narran cosas y también algunas tiras de viñetas más clásicas, como las que podríamos encontrar en un tebeo clásico. Esta manera de narrar de Mickeyman ayuda muchísimo a que el ritmo de lectura sea ágil, rápido, muy ameno y visual, y pega mucho con su cercanía. Es imposible no empatizar y encariñarse con el autor, ya sea porque has vivido experiencias similares, porque te gusta lo que cuenta y cómo lo cuenta o porque su estilo de dibujo y su acierto a la hora de ilustrar determinados pasajes te hace reír. Es un estilo muy desenfadado y juvenil, que sin embargo esconde realidades y pensamientos de los que merece la pena ser leídos. Y conseguir eso en una obra, la parte cómica y la parte didáctica y fundirlas de tal manera, es un punto muy positivo de Un mal viaje al oeste.
También tenemos la gran baza de ese estilo de dibujo tan característico que tiene Mickeyman, con diseños simples y básicos, de los que podríamos encontrar en una tira cómica, pero muy vistosos gracias al trazo utilizado y, sobre todo al color. Mickeyman usa el rotulador como su herramienta principal de trabajo, combinada con lo digital, para crear unas ilustraciones geniales, minimalistas a la par que detalladas y que le van como anillo al dedo a la narrativa. Ya digo que este no es un cómic al uso, y aunque hay viñetas en ocasiones, casi todo el tiempo encontraremos unos cuantos párrafos acompañados de ilustraciones a todo color, aunque en otras ocasiones será una splash page ilustrada la encargada de contarnos todo lo que necesitamos saber, con una gran capacidad de síntesis y concreción del autor. La traducción del subtítulo de la obra, “el viaje a lo rata de Mickeyman”, viene que ni pintada en este caso ya que el autor se representa a sí mismo como un ratón antropomorfo, sencillo pero tremendamente expresivo, al igual que pasa con el resto de personajes que aparecen en la obra (su pareja, compañeros de trabajo, amigos…).
Por último, hay que hacer especial mención al magnífico trabajo de Fandogamia en la edición, que es mucho mejor de lo que cualquiera hubiese soñado al anunciarse la licencia hace unos meses. Tenemos un tomo en formato A5, rústica con sobrecubierta, de una calidad altísima, con 128 páginas de papel satinado y a todo color que dan mucho más de sí de lo que parece. El diseño de la cubierta interior es muy acertado, plagado de viñetas de la obra y, en general, el trabajo de maquetación y rotulación, las portadas y demás elementos son de un nivel altísimo. Y a ello se le añade la guinda de la traducción. O no tan guinda porque su función en una obra de este tipo es fundamental y el trabajo realizado por Juan Diego Fernández Rosado y Zhou Cuijun (con la revisión de Clara Serer Martínez) es titánico y perfecto, con una localización genial para cada término tanto en el grueso del texto como en las anotaciones en los dibujos, encontrando siempre la palabra o expresión idónea para que no se pierda el sentido del autor, su gracia y su peculiar manera de contar las cosas. Una labor magistral y una de las grandes culpables del buen sabor de boca que se te queda mientras lees el tomo, y que encaja a la perfección con el estilo y la proximidad que la
Valoración Final
Guión - 8.5
Dibujo - 9
Interés - 9.5
9
Un mal viaje al oeste es una de las obras más originales, frescas y divertidas que hay en el catálogo actualmente. Un tronchante cuaderno de viajes con el particular estilo narrativo y visual de Mickeyman y el plus de su visión de nuestra sociedad y costumbres. Todo ello con una impecable edición y traducción de Fandogamia.