Edición original: Marvel Comics – enero 1993 – enero 1994
Edición España: Comics Forum – febrero 1994 – enero 1995
Guión: John Francis Moore, Ernie Colon
Dibujo: Pat Broderick, Ernie Colon
Entintado: Pat Broderick, John Beatty, John Nyberg, Ernie Colon, Enrique Alcatena
Color: Christie Scheele, Ernie Colon, Mike Thomas
Portada: Pat Broderick
Precio: 175 pesetas (maxi-serie de doce números en formato grapa de 24 páginas) 300 pesetas (el número duodécimo es doble).
En la tercera parte de este particular regreso al futuro, es el momento de hablar sobre uno de los títulos mejor valorados de la línea 2099. Después de Spider-Man y de Ravage, llegaba el turno del villano. El Doctor Muerte, veterano enemigo de los Cuatro Fantásticos y némesis de Reed Richards, sería el tercer elegido para la gloria futurista. Su trayectoria en el otrora futuro oficial de Marvel dejaría para la posteridad una serie que profundizaría como pocas en el mundo en el que se producían las aventuras del 2099. Los elegidos para la tarea serían el guionista John Francis Moore -que, en aquellos días, era reconocido por su colaboración con Howard Chaykin en la primera serie televisiva de Flash- y el dibujante Pat Broderick -que volvía a la casa de las ideas, después de una larga y fructífera temporada en DC-.
La historia comienza cuando en la Latveria del final del S. XXI hace su aparición un individuo que viste como el Doctor Muerte que conocemos. La armadura de aterradora máscara y el sobreveste color verde tapete / mesa de billar son fácilmente identificables, pero convierten al recién llegado en un curioso anacronismo, evocador de los ecos de la perdida edad heroica. Con la calmada y humilde actitud que le caracteriza, el caballero intenta convencer amablemente a las gentes del lugar de que él es el monarca legítimo de esas tierras, pero pronto descubrirá que su puesto está ocupado por otro dictador. Tiger Wylde, un ciborg, antiguo componente del Ojo Público de Alchemax -la multinacional en la que trabaja Miguel O’Hara- le derrota con suma facilidad, planteando una serie de misterios que serán las tramas secundarias de la colección durante buena parte de su existencia. Este supuesto Doctor Muerte no parece haber sufrido los efectos de la edad y carece de la faz desfigurada por la que el auténtico era bien conocido. ¿Estamos, pues, ante un impostor? ¿O quizá un clon? ¿Qué pinta un monarca absoluto del pasado allí? ¿Tiene algo que ver con la reaparición de otros iconos relacionados con la era de esplendor de los seres súper-poderosos? A la dolorosa derrota se unirá el deseo de conocer la verdad sobre su identidad. Pocos meses después, Tom DeFalco y Paul Ryan orquestarán la desaparición de Doom y Richards en la colección de los Cuatro Fantásticos, por lo que se planteará la posibilidad de que ambos hayan caído (je, je, je) o de que el buen Doctor hubiera dado un salto hacia delante en el tiempo. El hecho de que don Víctor no tenga la memoria completa, añadirá un factor de intriga a una mixtura que, como premisa, se presentaba interesante.
En las primeras entregas de la colección, Moore y Broderick orquestan un arco argumental en el que el pretendido Doctor Muerte abraza la tarea de recuperar el trono de Latveria. Derrotado, pero no cautivo, encuentra ayuda y apoyo en el clan Céfiro, un grupo latveriano que, como el Doom original, pertenece a la etnia gitana. Para esta parte del pueblo romaní, el antiguo monarca es un héroe que luchó contra la tiranía de los reyes precedentes y trató de tú a tú a las grandes potencias del pasado. La imagen del rey Víctor como una versión oscura de Arturo -esbozada en aquel memorable viaje a Camelot con el Hombre de Hierro- se plantea aquí en unos términos más próximos a la visión que el mundo contemporáneo tiene de los mitos artúricos. Poco importa lo que el Doctor Muerte fuera como personaje histórico; su dimensión mítica se ha superpuesto y casi impuesto entre los romaníes latverianos. Es su campeón, su defensor, su patrón y, como Arturo Pendragón, ha vuelto a la patria en una hora de necesidad. Los integrantes del clan Céfiro -que guardan una relación muy próxima con el legado de Doom- serán sus cicerones en un mundo que le es extraño.
A través de la derrota infligida por el nuevo amo de Latveria, los autores aprovechan para dar a Doom una lección de humildad que ayuda a que el personaje pierda parte de su proverbial y bien conocida arrogancia. Eso y las dudas -nunca reconocidas- sobre su identidad harán que el buen Doctor tenga una actitud menos prepotente, pero no por ello menos determinada. Quizá este nuevo mundo le dé la oportunidad de alcanzar el anhelo que en el pasado se le negó pues, no lo olvidemos, verdadero o falso, este buen señor va a actuar como quien dice ser. Ello no será óbice para que muestre una actitud menos orgullosa y soporte ciertas actitudes del tipo de las que en el pasado hubieran producido por su parte una reacción letal.
La serie dedicada a Muerte sirve para que los autores profundicen, como indicaba en el prólogo, en el contexto político del mundo del 2099. El hecho de que el Doctor pretenda recuperar su trono, lleva a la reflexión sobre el papel de los Estados en un futuro dominado por las mega-corporaciones y la tecnología relacionada con la sociedad de la información. ¿Busca el protagonista un objetivo obsoleto? ¿Puede sobrevivir un reino de reminiscencias decimonónicas en ese contexto? A través del elenco de personajes secundarios, el propio Víctor -y con él, la audiencia- conocerán del funcionamiento de ese nuevo mundo. Entre ellos hay que destacar a Fortuna, líder del clan Céfiro y servidora contra su voluntad de Tiger Wylde (en un papel muy parecido al de Solitaire, la echadora de cartas de Vive y deja morir) y a Wire, un surfista de la realidad virtual. La primera renovará el compromiso entre Víctor y su pueblo; el segundo, ilustrará al recién llegado sobre las posibilidades del mundo virtual, haciendo patente que las batallas pueden librarse en dos niveles de realidad (un poco al estilo de Tron). Pronto comprobaremos si un hombre que se jactaba de ser el mejor de su tiempo, sigue pudiendo sostener tamaña afirmación cien años después.
La colección fue, con diferencia, una de las mejores de la línea 2099. Moore y Broderick construyeron una serie en la que los trajes, los poderes y los combates estaban supeditados a una trama en la que la detentación del verdadero poder era y es el objetivo. Un cuarto de siglo después, hay que decir que las historias contenidas en esta cabecera aguantan bien el paso del tiempo, tanto desde el punto de vista literario como gráfico. Don Pat no era en ese momento un artista de primera línea, pero contaba con un estilo sólido, que dotó de cohesión a la serie. Nada mal, para un caballero que tuvo que abandonar la casa de las ideas durante la década anterior porque el editor en jefe de entonces, el todopoderoso Jim Shooter, consideraba que su estilo de dibujo era horrendo.
Como apunte, hay que destacar los números de relleno elaborados en la colección por el artista Ernie Colon haciendo de autor total. Ambientados en el mundo digital, sirven para conocer un poco mejor las posibilidades que se imaginaban para la realidad virtual en aquellos días.
Para mí sin duda alguna la mejor de las series del 2099. El rollo ciberpunk (el arco argumental en el ciberespacio me pareció increíble), la ciencia ficción, las intrigas políticas y el misterio en torno a la identidad de Muerte la convertían en una de las mejores series de los 90, en mi opinión. Una pena que nunca acabaran de aclararnos el misterio de la presencia de Muerte en el futuro ni su identidad (aunque leí en una entrevista con John Francis Moore que ellos desde el principio tenían pensado que fuera el verdadero).
Creo recordar que si que lo explicaban, con todo el tema de la isla Myridia. Era el autentico Muerte, pero con los recuerdos e incluso el físico de otra persona, que tenía los recuerdos de Muerte. Todo orquestado por Margaretta, su amante/rival, con la que había estado jugando al risk con el planeta desde el final de la edad de los héroes. Ese arco tiene uno de los finales más Víctor que he leído, terminando con un me da igual todo este tema, que tengo mucho lío, a invadir los USA…
A mi tambien me gusto bastante. Recuerdo que lo consegui en un retapado de forum a muy buen precio en la cogiendo el el tren estacion de Leon (o en la de Oviedo). No es la leche, pero si un comic razonablemente bueno. Y mas para la epoca.
Es curioso que el Infame Ironman tenga ciertas similitudes con el comic analizado.
Ah, y otra cosa que me gustó de la serie, es la primera vez que yo recuerdo que salga Madrid (aunque sea un Madrid irreconocible) en un cómic Marvel 😛
No sé si el Madrid de el Águila es anterior. Salía en una historia corta de Marvel Comics Presents escrita por Scott Lobdell. Había un molino de viento y todo.
El molino no estaba en Madrid, estaba en San Nosequé, un pueblo de las afueras. De hecho, creo recordar que lo único que veíamos de Madrid era la mansión del Conquistador, el malo del episodio
Y sí, lo del Aguila (sin tilde aposta) es anterior, pero no es la primera aparición de Madrid en Marvel:
http://marvel.wikia.com/wiki/Category:Madrid/Appearances
Don Miguel Provenza, dueño de la mayor parte de la ciudad. La verdad es que Lobdell podía competir con Englehart con su uso del español.
Pero lo mejor de todo es que alberga la sede de una de las megacorporaciones que dominan el mundo. Es como si teléfonica de aquí a 100 años se convirtiera en una multinacional al nivel de Apple y se cambiara el nombre por Píxel 😛