Crisis de Identidad: Counterstrike

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Hace poco Alvaro Pons publicó un post en su weblog (www.lacarceldepapel.com, si no la habéis visitado estaréis en pecado mortal por el resto de vuestros días) sobre la miniserie de DC Crisis de Identitdad, bombazo de ventas y un tema de conversación fijo para los fans desde hace seis meses día sí y día también. Y como uno no se calla ni a tiros, querría opinar sobre el temita, ya que mi posición si bien coincide en algunos puntos, es distinta:
Para empezar, decir que quien diga que estamos ante el nuevo Watchmen exagera, y mucho. Identity Crisis no sólo no es Watchmen, sino que no quiere serlo, no lo pretende y hay una zanja bastante grande separando ambas. Si nos ponemos puntillosos se puede establecer una similitud entre ambas con la verosimilitud de los personajes y las historias como puente, el realismo con el que se tratan las situaciones o incluso el ambiente oscuro que se puede respirar. Pero poco más. Mientras que Watchmen analizaba unos aspectos mucho más intimistas y personales de la mano de unos personajes que tenía que presentar al detalle en un contexto absolutamente distinto al de IC y se despreocupaba mucho más por el desarrollo número a número y el «continuará», fijando sus esfuerzos en las características de los personajes más que en la intriga; Identity Crisis juega infinitamente más con el suspense y la duda apuntando lo más alto posible sin medianías, creado una verdadera sensación de riesgo, de derrumbe inminente, de que hay alguien ahí afuera que lo sabe todo y va a usar ese conocimiento para golpear a los héroes donde más les duela, donde no pueden protegerse eternamente. Número a número crea una situación de angustia contrarreloj, de indefensión y de miedo a lo desconocido y lo imparable que atrapa, que te obliga a leer el siguiente número como si te fuese la vida en ello. También se preocupa por ofrecer una visión más realista de los superhéroes. Puede que sea una visión oscura, pero es un punto de vista como otro cualquiera: algunos emplean el humor (Formerly Known), otros las aventuras de gran magnitud (JLA), etc. Los superhéroes son personas con una vida, una familia y en ocasiones una identidad que mantener que se enfrentan a tipos que quieren matarlos, hacerles daño, hacerles sufrir, que quieren humillarles y tirar por el barro todo lo que representan. Meltzer retrata a la perfección esa sensación de peligro real, de que deben tomar medidas extremas para contrarrestar peligros extremos, de que no todo son buenos y malos pegandose alegremente, sino que de fondo, como en todas las cosas bonitas, hay muchísima basura que ocultar.
En cuanto al tratamiento de temas más adultos, como la violación, decir que sí que tiene mérito. Se ha visto en el cine, la literatura y la televisión. Pero, afrontémoslo, son medios mucho menos censurados y con mayor libertad que el cómic americano mainstream en una sociedad tan conservadora como la del vecino del otro lado del charco. En el cine está vista cualquier forma de violencia sexual o a hostias, en la literatura se han tocado todos los temas y en la televisión…en fin, lo que no se haya visto en la televisión no se ve en ningún lado. ¿Pero violaciones, juego sucio, trastocar mentes, buenos no tan buenos, pánico? ¿En el mundo de los superhéroes? ¿En el casto, limpio y resplandeciente mundo de los iconos de la cultura moderna norteamericana? Difícil. Y no sólo eso: si fuese una serie minoritatia con personajes desconocidos que van a leer cuatro gatos, a DC le importa un guano que el autor meta elementos más fuertes porque la repercusión va a ser escasa. Pero estamos hablando de una serie destinada a ser un superventas, con una maquinaria publicitaria enorme, anunciada a bombo y platillo. Es decir, decenas de miles de lectores van a verlo, juzgarlo y criticarlo. No creo que sea correcto restarle mérito en este aspecto, y menos comparándolo con otros medios que tienen más posibles, más libertad y más resplado, tanto económico como de público. Ha sido valiente retratar los aspectos más oscuros de los superhéroes tradicionales. Moore lo hizo con personajes de su invención. Y en Identity Crisis se pone en peligro a personajes con décadas de historia a sus espaldas. Mensaje de nuevo para quienes equiparan esto con la obra de Moore: chicos, la situación es distinta.
Otro aspecto muy, muy bueno de la obra no es sólo el realismo, los puntos fuertes o la intriga, sino la multitud de detalles, guiños, ideas, diálogos geniales que la pueblan. Muchos incluyen la caracterización como uno de los puntos más fuertes, pero ésta sencillamente sigue una formula, y es la de ser fiel al personaje. La caracterización en Identity Crisis no es especialmente remarcable, sino que explota los aspectos más interesantes de los personajes haciéndolos claros, distinguibles y con personalidad. No daré detalles porque hay muchos lectores que todavía no le han echado el ojo encima a esta serie, pero les diré que permanezcan atentos y hagan memoria a cada página y las difrutaran el doble.
Por supuesto, la serie no es perfecta (no, no lo es, sintiéndolo mucho). Es buena, pero tiene sus pecadillos. Algunos números son un poco de lentos, el #03 tiene una pelea absolutamente estúpida para glorificar al malo y recopilada en tomo se va catapultada al carajo. Si en formato comic-book tiene el cenit de su intriga y su interés, el que lo lea en tomo se va a estar perdiendo toda la miga descubriendo de una tacada todo el pastel y quedándose con un sabor a poca cosa muy desagradable. Y es una pena para los lectores que sólo compran ediciones españolas, ya que Norma Editorial siempre publica en tomo, y no creo que con Identity Crisis haga una distinción especial. Pero de todas formas, leída número a número es una gran miniserie. No tiene la caracterización más brillante, ni el dibujo más portentoso (pese a que este es bueno y se le nota la mejoría número a número), pero está trufado de buenas ideas, de emoción, de intriga. Y sobre todo, es un vistazo diferente al mundo de los superhéroes. Sus métodos de investigación, su relación entre ellos, su modo de vida pendiente de sus seres queridos, sus miedos y dudas, sus secretos, sus soluciones desesperadas, incluso las miserias que pretenden ocultar. A día de hoy, todo esto está relfejado en la miniserie con crudeza, con verosimilitud, con fuerza y sin medias tintas. No es Watchmen, amigos. No es la mejor obra del mainstream de la década. Decir que es la genialidad suprema es, desde mi punto de vista, exagerar. Pero ha causado mucho impacto, y ha conseguido que las legiones de lectores que la siguen mes a mes con nervios, preguntas y emoción vean a sus héroes desde una perspectiva distinta.
Y el abajo firmante se muere de ganas de ver el desenlace.
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