Antoine Deregnaucourt vive y trabaja en París y se acaba de casar en segundas nupcias con Iria Otero, una emigrante gallega que planea volver a su casa en A Coruña. La pareja se instala en la ciudad atlántica y deciden montar un restaurante de tapas llamado O bistro. Una vez allí Antoine empieza a sentir el choque cultural que le desconcierta y le aturde. En un primer momento, mientras le favorece, la situación le parece inofensiva pero cuando las cosas se tuercen el francés descubrirá como 40 años de dictadura y siglos de represión han acabado con todo atisbo de respeto a los derechos de las personas.
Es importante destacar que Antoine no resulta un personaje nada edificante. Su afición desmedida al alcohol lo convierte en muchos momentos en un ser despreciable. Su desaforado machismo – que le lleva incluso a agredir físicamente a su esposa –, su falta de solidaridad y la propensión al autoengaño son los principales motivos de su paulatino descenso a los infiernos. Sin embargo, un personaje así es especialmente vulnerable en un régimen donde las libertades individuales no se reconocen y todo se mide en función del bando en el que militas. Un completo inadaptado como Antoine tiene todos los atributos para salir damnificado por la represión de un sistema autoritario como el franquista.
Y es esta descripción del régimen franquista, que se está reinventando para sobrevivir a la inminente muerte de su fundador, lo que resulta más interesante de este álbum. La mirada del extranjero – en este caso tanto la del personaje Antoine como la del guionista Philippe Thirault (1967) – resulta extremadamente útil para ver las cosas desde un prisma diferente, desde una perspectiva que resulta esclarecedora.
El complejo entramado político, económico y policial formado durante los cuarenta años de dictadura tiene como resultado el miedo. Un miedo cerval que impide a la mayoría de la gente expresarse libremente por la calle, en los locales públicos e incluso en familia. Como le explica un amigo coruñés a Antoine: en el bar se puede hablar de toros, de fútbol e incluso criticar a los vecinos. Pero nunca, nunca se puede hablar de política. Evidentemente más aún si esta conversación es crítica con el régimen…
La descripción del sistema de delación entre vecinos y de la infiltración de los agentes encargados de la vigilancia política es contundente y puede resultar algo sorprendente en la actualidad, hasta que uno asimila que hoy este papel lo están realizando determinados medios de comunicación y entidades cívicas subvencionadas por el Estado.
Y es que esta es la reacción natural que suscita la lectura de ¡Salud!; la instantánea tentación de comparar aquella época – hace más de 40 años – con la actual. Aquí cada uno verá la realidad según su prisma y su experiencia particular, pero es evidente que sociológicamente la evolución ha sido escasa.
El franquismo ha tenido la capacidad de mutarse y adaptarse a los tiempos actuales, pero su filosofía básica, sus elementos esenciales no han cambiado en absoluto. La falta de respeto a las opiniones discrepantes, la persecución del opositor y la concepción de la sociedad como una masa sin derechos individuales persiste bien arraigada hoy en día en la sociedad española y condiciona el devenir cotidiano de cada uno de nosotros.
Por todo ello resulta significativo el breve episodio que los autores sitúan en el pueblo de Santa Eugenia de Rivera. En este entorno nacionalista gallego se respira otra atmósfera, es uno de los pocos momentos de paz del protagonista y es donde Xosé, dueño de una taberna del pueblo, le lanza un discurso lleno de esperanza en el futuro de España que visto hoy resulta conmovedor y nada profético. Es revelador que Thirault identifique las auténticas esperanzas democráticas en el ámbito nacionalista y no en la Corona o en el de los partidos como el PCE, UCD, PSOE u otros. Se me antoja una forma elegante de exponer el fracaso de la Transición Española y una constatación de que el régimen lo dejó todo atado y bien atado a la muerte del dictador.
En todo caso es muy de agradecer que en ningún momento las circunstancias políticas descritas resulten una excusa para justificar los actos del protagonista. Éste comete sus propios errores y paga por ello. Con creces.
Nadar (Pep Domingo, 1985) realiza en este álbum un trabajo sobrio y eficaz no exento de atractivo. Estructura sus páginas en tres tiras de tres viñetas, esquema que rompe con bastante asiduidad. Su descripción de los personajes es muy acertada y con pocos trazos traza un perfil físico y sicológico de cada uno de ellos. La ambientación es excelente y la narrativa es fluida. Quizás el aspecto que más sorprende del apartado artístico de ¡Salud! sea el color. El artista castellonense utiliza una paleta nada convencional donde destacan los tonos azules, los rosas y los ocres. Mi primera impresión al hojear las páginas de este álbum fue que estaba ante una colección de fotos hechas con polaroid, que además habían resistido mal el paso del tiempo. Supongo que algo de esto hay detrás de tan original elección.
La edición de Astiberri es espectacular; tapa dura, buen papel, buena impresión y en este caso también buen precio para un libro de estas características.
La mirada del extranjero sobre un determinado entorno suele resultar esclarecedora, turbadora y a menudo incómoda. Pero es un ejercicio muy sano que todas las comunidades deberían practicar. Por esto ¡Salud! deviene una lectura necesaria. Este repaso del pasado, lejano pero tremendamente influyente en la actualidad, por parte de Thirault y Nadar nos permite vernos en un espejo nada favorecedor pero fiel con la realidad.
La peripecia de Antoine termina en Francia donde seguramente seguirá repitiendo las mismas equivocaciones de siempre. Pero este destino no es exclusivo de las personas, las sociedades suelen caer también en esta espiral de autoengaño y descomposición. Quizás cuarenta años no hayan sido suficientes para aprender de los errores, pero esperemos que no se necesiten cuarenta más…
Salut!
Guión - 8
Dibujo - 7.5
Interés - 8
7.8
Esclarecedora
Una obra interesante que describe problemas cercanos con la mirada de un extranjero
Recién terminado de leer, me encuentro ante un buen tebeo que me ha dejado un regusto amargo. La mezcla de un protagonista al que he odiado por sus actos en gran parte del relato con un contexto sociopolítico desolador hace que, aunque estemos ante un buen cómic, me sienta mal al acabarlo. Eso sí, me encanta el dibujo de Nadar y pienso seguir atento a cada una de sus obras.