Puentes, ya sabes: construcciones arquitectónicas que sirven para comunicar dos orillas, dos márgenes, Y que, además, son muy especiales, porque son los primeros susceptibles de ser destruidos en caso de conflicto.
Habiendo nacido y pasado toda mi vida en Euskadi, he vivido el día a día del conflicto vasco de una manera inevitablemente cotidiana y cercana, por eso un cómic como
Alfonso Zapico es un historietista nacido en Blimea en el año 1981. Sin mucha trayectoria previa en el mundo del cómic debutó con La guerra del profesor Bertenev (Dolmen) publicada directamente para el mercado francobelga. Café Budapest es su primera obra publicada directamente en el mercado nacional y como todas las posteriores es publicada por Astiberri. A ésta le siguió Dublinés que ganó el Premio Nacional del Cómic 2012. Contó el proceso de realización de ésta en La ruta Joyce. Su siguiente obra fue El otro mar publicada en formato álbum a todo color. En 2015 apareció el primer tomo de la trilogía La balada del Norte y dos años después el segundo tomo vio la luz. Sin embargo la aparcó momentáneamente para trabajar en Los puentes de Moscú. Ahora que ya está publicado esperemos que el tercero no se haga esperar mucho.
En Los puentes de Moscú, Alfonso Zapico nos mete de lleno en la historia reciente de Euskadi y de España, en una novela gráfica que explora los orígenes y consecuencias de la sinrazón de la violencia de ETA, los GAL y el resto de actores que creían que las balas y las sangre derramada legitiman causas. Lo hace a través del diálogo entre Eduardo Madina y Fermín Muguruza, con sus dos historias cruzadas que bucean en el pasado para analizar las causas y tender los puentes que traigan una solución definitiva. No es un cómic ni sobre ETA ni sobre los GAL, es un cómic sobre Edu y Fermín, que a pesar de representar dos visiones enfrentadas tienen la valentía de hacer algo tan aparentemente fácil como dialogar. Algo que es lo que ha faltado durante muchos años en esta tierra, sobre todo por parte de algunas partes interesadas de ambos bandos, que sacaban y siguen sacado, réditos políticos de la situación, sin importarles las vidas que queden rotas por el camino.
Estamos ante una obra que es más un reportaje periodístico que un cómic al uso. El tomo se puede dividir en dos partes; la primera en la que nos narran las vidas de las familias de Madina y Muguruza desde el golpe de estado de los nacionales de 1936, para tratar de comprender el origen de la violencia en Euskadi, y la segunda parte es el relato del encuentro y la conversación entre los dos. Al ser un relato periodístico, Zapico se convierte en un simple observador y narrador del encuentro, prestando sus lápices a los dos pero sin hacer ningún tipo observación o juicio de valor. Algo que se demuestra en la escena en la que se narra el atentado de ETA contra Eduardo Madina, narrado con una gran naturalidad y fidelidad. Solamente juzga en el momento más brillante del cómic, el capítulo 9 titulado La trampa de lo absurdo donde nuestra lo mezquino, absurdo y demencial de las justificaciones de los asesinatos que se produjeron.
Al ser el origen de la novela gráfica una entrevista sobre música que Madina realizaba a Muguruza, el punto de encuentro entre los dos, es posible que Fermín tenga más protagonismo, además hay que tener en cuenta que, para bien o mal, la prensa española rara vez ha tratado las dos caras del problema de manera equilibrada. Es decir, también deberían haber dado voz a la sociedad vasca abertzale, sin necesidad de dársela a ETA. Algo que es uno de los principales valores de la obra, la valentía de dar voz a los dos. Otro gran valor es conseguir algo que no es fácil, ya que Los puentes de Moscú demuestra que ambos son seres humanos, con sus defectos y contradicciones, lejos de ser los santos o los demonios que le interesarían a las parte más radicales de ambos bandos para seguir justificando su ciego odio.
En el apartado gráfico y narrativo, Zapico hace tiempo que encontró su estilo y lo sigue usando, aunque en esta otra tiene un estilo menos elaborado y más suelto que en el resto de sus obras, salvo en La ruta Joyce con la que comparte muchas cosas. Este estilo tan orgánico no impide que sea una obra en la que se pueda apreciar el gran trabajo de documentación, algo que se puede ver en los lugares que aparecen, plenamente reconocibles. También sucede con las personas que aparecen, muy bien retratadas dentro del estilo claro de Zapico. El único que aparece caricaturizado es el propio autor que a ratos se asemeja a un personaje humorístico. Al narrar una conversación, hay gran abundancia de primeros planos, pero Zapico consigue que no se convierta en una obra monótona, intercalando otras escenas para que la narración sea más fluida. Un buen trabajo que, sin embargo, no llega a las cotas de calidad de La balada del Norte.
Astiberri Ediciones hace un gran trabajo de edición en una obra que pretende llegar al mayor número de lectores posibles, para ello cuenta con un formato atractivo y un precio ajustado. Cuenta también con edición en Euskera, titulada Zubigileak mucho más acertado pero de imposible traducción al castellano. Es un libro que hace años hubiera sido imposible publicar, su aparición es una señal inequívoca de que algo está cambiando para mejor.
Los puentes de Moscú es una obra notable que ojalá sirva para tender puentes y sacar a mucha gente de sus trincheras, aunque me temo que no será así ya que en la oscuridad de una, ni se puede leer, ni aprender, ni mirarse en el espejo para ver sus propias contradicciones. Una obra valiente, de un autor valiente empeñado en demostrar que el cómic como el arte es una poderosa herramienta para cambiar la sociedad.
Al fondo se ve el mar. Claudio Magris
Guión - 8.5
Dibujo - 8
Interés - 9.5
8.7
Necesario
Alfonso Zapico nos muestra las dos orillas de Euskadi, en una obra que esperemos que sirva para tender puentes.
Muchas ganas de leerlo, tanto este como cuando termine la Balada del Norte.
Siendo euskaldun, siento mucha curiosidad por ver como ha retratatado la historia
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