La obra reciente de Frank Miller, que sin dudas es uno de los más grandes autores de la contemporaneidad del cómic (norteamericano y global), ha sido objeto de muchas críticas, unas cuantas de ellas muy duras; con más o menos motivos, y podemos estar más o menos de acuerdo con ellas, pero así ha sido. Intentando ser lo más objetivo posible (cosa difícil en el arte) hubo trabajos que recibieron malos comentarios con más justicia que otros. De hecho, el propio Miller hizo autocrítica por esos (sí, estamos refiriéndonos exactamente a Holy Terror), y el Miller que encontramos en
Quedémonos con esa referencia y esa obra, que es la más apropiada para esta reseña. Es raro de por sí leer la continuación de una obra de hace 20 años (en efecto, 300 ya cumplió 20 años, datando de 1998) y más aún considerando lo que vivió su autor en esas dos décadas. Cualquier lector que se aproxime a las páginas de Xerxes sabe (o debería saber) que estará ante otra obra muy distinta, firmada por una persona y un artista que también es otro al que hizo la obra original. Diferente no es mejor ni peor, y una valoración tan acotada como esa quedará en la lectura de cada uno, pero sí no dudaría en afirmar que es una segunda obra que está a la altura y no tiene nada que envidiarle a la primera.
Tomando a Xerxes desde diferentes aristas, en esta oportunidad estamos ante una historia que abarca mucho más que el momento de una batalla como fue la de las Termópilas que duró algunos días, y por el contrario aquí a lo largo de cinco capítulos seguimos la narración de lo que ocurrió años antes y años después de ese enfrentamiento. Hablando históricamente, la de los 300 espartanos fue una batalla durante la Segunda Guerra Médica y esta comienza en la Primera Guerra Médica, refiere brevemente a aquel momento y sigue hasta la caída del Imperio Persa y el surgimiento del Imperio alejandrino, como bien dice el título del cómic: La caída de la Casa de Darío y el ascenso de Alejandro. Se trata, entonces, de una precuela y una secuela de 300 a la misma vez, que probablemente mantiene el título de Xerxes porque es como se comenzó a hablar del proyecto; y también, claro, porque se sostiene como una figura central de esta historia y es el punto de enlace con la original.
Al abarcar un tiempo histórico más amplio, la narrativa del cómic también es otra si se mantiene la comparación con 300. Ahí es donde entra en acción lo que se señalaba sobre Xerxes como centro y conexión, ya que representa al enemigo de Grecia y está presente en toda la obra: como hijo del Emperador, como Emperador él mismo, y como difunto antecesor del Emperador de entonces, Darío III. Miller con ello apela por momentos al ida y vuelta en flashbacks y flashforwards, para conducir la narración y mantener el protagonismo de Xerxes aunque no sea del todo el protagonista.
Por otro lado, la narrativa gráfica del autor demuestra un completo dominio de los tiempos utilizando predominantemente el recurso de la página completa como impacto al lector y para marcar un ritmo más acelerado… o también para ralentizarlo, cargando de detalles ese solo dibujo. Hay muchos más recursos narrativos utilizados a lo largo de toda la serie, como por ejemplo atenerse a las tres viñetas horizontales del mismo tamaño por cada página, sobrecargarla de recuadros y de texto, darle prioridad a la voz en off o dejársela a los diálogos… y tantísimo más. Se nota un autor que domina el medio y lo usa a su antojo para contar su historia como mejor quiera hacerlo. Y la verdad que menos no podría esperarse de una firma con tanta historia como la de Frank Miller, aunque si referimos a lo dicho al comienzo de este texto sí es grato leerlo así.
Manteniéndonos en el apartado gráfico, el color aquí es de Alex Sinclair y no de Lynn Varley como fue en 300, lo cual es una diferencia grande entre obras. Una vez más, ni mejor ni peor, pero visualmente se hacen muy distintas, aunque en lo que respecta específicamente a Xerxes funciona perfectamente para acentuar la narrativa del trabajo de Miller y ser parte de ese ritmo que mencionaba el párrafo anterior.
En cuanto al texto o al sentido ideológico de Xerxes, algo que se hace relevante de comentar justamente por Holy Terror, notamos aquí también a un Miller mucho más reflexivo, que puede empatizar con ambos bandos en guerra que a su vez representan a dos ideas antiguas de civilización que se han opuesto en la historiografía y también en el comentario cotidiano. En el mismo sentido, se lee además otra manera de hablar sobre la guerra, sopesando el sentido y los motivos por los cuales se lleva adelante y se sostiene tal cosa.
Esto se permite, asimismo, por no tratar con un pueblo tan reconocido en su aspecto guerrero en la historia y en el imaginario popular como lo es el espartano, y presentar el aspecto guerrero de la sociedad ateniense, de la que suele referirse y destacarse sus capacidades científicas, filosóficas y políticas, pero también tenían lo suyo a la hora de combatir. Es probable que Miller optara por este enfoque también para modificar su abordaje de 300 y autocriticarse dentro de su misma bibliografía, y desde Xerxes con la obra original y también por qué no con Holy Terror.
De este modo, una de las conclusiones a las que se puede arribar es que estamos ante un Frank Miller mucho más conceptual tanto en lo gráfico como en lo textual, con un dibujo que se aleja deliberadamente cada vez más del realismo pero que tampoco cae en un feísmo como en otras oportunidades y genera piezas gráficas impactantes, y con una narración que busca referencias históricas reales y deja transpirar un mensaje menos panfletario aunque sin dejar de decir lo que piensa.
En definitiva, habrá quienes se alejaron de la obra de Frank Miller por diferentes cuestiones y quieran sostenerlo de esa manera, y quienes no disfruten de su arte en absoluto, lo cual al ser arte por supuesto es respetable como cualquier gusto y opinión. Quienes no hayan decidido dejar de leerlo, sea por darle más oportunidades a un autor que valoraron, o sea que siempre lo siguieron con placer, considerando todo lo dicho hasta aquí, en Xerxes encontrarán un gran disfrute.
Guión - 8
Dibujo - 9
Interés - 8.5
8.5
No es fácil valorar con puntajes a un nombre de la talla de Frank Miller y que siempre genera opiniones tan dispares, pero aquí va la de este reseñista.
Desde luego no ha debido ser fácil puntuar con un 9 semejante churro de dibujo.
No voy a repetir lo que ya dije en la reseña, unos vemos una cosa, otros verán otra, y está perfecto que así sea.
Saludos!
A mi personalmente no me gusta el dibujo actual de Miller, pero si el conscientemente ha decidido evolucionar su estilo hasta lo que hace en la actualidad, alla el.
Cada uno es libre de hacer lo que quiera. Si te gusta bien, y si no, con no comprar su trabajo ya bastaría.
Eso mismo es lo que digo, exactamente.
Yo creo que ni tanto ni tan poco. A mí me ha gustado en general. Sobre todo, el hecho de reencontrarme con Miller como autor completo después de tanto tiempo. Bueno, como autor completo y también parcial porque estoy convencido de que en esa gran decepción que fue el DK III, Miller tuvo poco que ver más allá de poner la firma y abocetar esos mini-complementos de ocho páginas. No había nada, ni en tono, ni en historia, ni en diálogos, que me recordase a él.
Aquí, en cambio, sí he visto a Miller, versión 2018. Muchos dicen que su dibujo feísta en estos años (y también en este Xerxes) es porque pasa de todo y ya no se esfuerza. Yo creo que sí, y que aquí ha puesto todo lo que actualmente puede dar de sí. Porque el hombre, de salud está como está. Aparte está el hecho de que artísticamente quiera evolucionar a algo que yo quizás llamaría «alegórico» más que conceptual.
Miller nunca ha sido un prodigio en el dominio de la anatomía, pero se dio cuenta pronto de que ese no era su terreno y supo aprovechar el enorme arsenal de recursos estilísticos que tenía en su cabeza (más las influencias comiqueras que importó desde todo el globo a EEUU) para compensarlo con creces y hacer de la necesidad virtud. Hoy, que ya no tiene el pulso, lo intenta sacando nuevos conejos de la chistera, pero no le sale igual.
Lo de buscar viñetones simbólicos, conceptuales o alegóricos que quieran servir como resumen de una secuencia completa, a veces le sale y a veces no. Cuando sirve para cubrir grandes elipsis y saltos temporales de la historia, queda bien. Cuando quiere representar la acción de batallas multitudinarias, en mi opinión no funciona. Y además se nota que ha sido algo medio improvisado como ‘solución’ en mitad del serial, porque el estilo de los dos primeros números no es ese, y es donde más se le ven las carencias intentando dibujar unos grandes ejércitos que deberían impresionar por su número, y no lo hacen porque para ello harían falta muuuuchos más detalles y muchas más horas de tablero (o mejor dominio de los programas de diseño en los que apoyarse).
Pero, en fin, es Miller, se le perdona mucho cuando se le ve trabajando a gusto (como aquí) y se disfruta con esos monólogos interiores y esa voz de narrador, tan imitada, pero que él hace como nadie.
Aparte, estoy de acuerdo en que este Miller de hoy quiere ser mucho más pedagógico en su obra, y Xerxes casi se puede ver como un curso acelerado de historia antigua para millennials. En lo de los viñetones apaisados a doble página veo un Miller que casi se sale de los márgenes narrativos del cómic para entrar en el terreno de los libros ilustrados, usando imágenes ‘genéricas’ que sirvan para resumir-acompañar bloques de textos, y dejar que sean las palabras quienes cuenten básicamente la historia.
Esto, para un autor que tradicional ha sido tan de narrar con la imagen, sin necesidad casi de texto, es desde luego un salto a un terreno distinto.
Como resumen, no me extraña que haya anunciado su intención de ilustrar libros juveniles entre sus proyectos futuros. Porque en Xerxes ya apunta hacia allí. De nuevo Miller haciendo de la necesidad virtud y reciclándose a un terreno que se amolde más tanto a sus inquietudes como a sus facultades actuales.
Gracias por tu comentario! Me gusta esta argumentación, y justamente porque no compartimos en todo.
Acuerdo con lo de hacer de la necesidad una virtud, y creo que ahi va el dominio del medio y de las herramientas. También noté la cercanía a los libros ilustrados en esas páginas completas y la verdad que yo creo que sí funcionan a la perfección en su narrativa.
Puede ser que no impacte en los dibujos de ejércitos multitudinarios, la verdad que no me pareció a mí eso, pero de todos modos creo que sí lo hace con la composición e ilustración que yo llamé más conceptual y vos decís alegórico, aunque usemos otro término me parece que nos referimos a lo mismo.
De nuevo, yo salí encantado de esta obra. Quizás jugara, como suelen jugar siempre, las expectativas, porque yo no esperaba mucho de Xerxes y me encontré a un Miller disfrutando y haciendo disfrutar. Y eso lo celebro.
A mí también me sorprendió para bien encontrar algo mejor y hecho con más ganas e interés de las que esperaba.
Para mí, Miller siempre es mucho Miller y a medio gas ya es capaz de adelantar a la mayoría.
¡Bravo por la reseña! Y también muy de acuerdo con el comentario de Imparcial Enmascarado.
A mí me recuerda a Ronin, yo qué sé. Más rudo, claro, con un Miller que ya no es joven. Pero muchísimas, tantas y tantas de estas splash—pages dobles — páginas apaisadas, en fin, a pesar de la grapa, y como la primera parte— son para enmarcar. Y la narrativa es maravillosa. Donde el detalle no llega — los ejércitos numerosos que comentabais—, lo suple el gozo de narrar de Miller. Y esa capacidad de sintetizar en alegorías, también como comentabais, totalmente poderosas e icónicas.
El poderío de esta última etapa de Miller lo aprecié en DKIII. Claro que Kubert es «mejor», la historia principal tiene bastante mejor aspecto en guión y en dibujo al principio. Pero lo releí entero cuando me hice con todas las grapas y me encontré con una historia sin alma, que me dejaba frío. Justo al contrario que los cuadernillos de Miller.
Que nos dure muchos años el maestro.
En varios momentos pensé algo parecido con eso de enmarcar, y me imaginaba páginas de este cómic expuestas en una galería de arte.
En mi humilde opinión, es uno de los peores trabajos que le recuerdo. Después de esto, dudo que vuelva a picar y comprar algo firmado por él. Miller siempre será un referente en este mundo, pero eso no le exime del paso del tiempo. Y en esta obra, se nota muchísimo.
Hace unas semanas, escuché en uno de vuestros podcasts, el titulado «Arqueología de DC» (maravilloso, por cierto) una anécdota sobre Kirby. Se decía que a su vuelta a Marvel después de su aventura en DC, sus compañeros de trabajo ya no le tenían el respeto que antaño tuviera. Se mofaban de su forma de dibujar, algo que me dejó, literalmente, con el culo torcido.
Es curioso que leyendo este post me haya venido a la memoria esta anécdota. Kirby no era Dios, no era perfecto, sobre todo en sus últimos años. Como tampoco lo viene siendo Miller.
Me da la sensación que Mariano Abrach ha votado más con el corazón que con la cabeza. No le culpo, hablando de quién estamos hablando y el bagaje que arrastra, es difícil no dejarse llevar por aquéllos increíbles momentos leyendo Daredevil o Batman Año Uno….o 300.
En fin, para gustos…. Un saludo.
Al ser una obra artística me parece justo y natural que se hable más con el corazón que con la cabeza, no tengo por qué negarlo. Pero no es por cariño emocional hacia el pasado de la obra de Miller sino por lo que me generó esta obra en particular.
No digo que sea dios ni que sea perfecto, digo que Xerxes me gustó mucho y que el estilo de trabajo actual de Miller me gusta y lo valoro y me conmueve aunque no sea el mejor de su carrera, y aunque a muchos pueda no gustarle en absoluto.
En efecto, como dijiste al final y yo mismo también dije más de una vez acá, va en gustos.
Me da qué pensar lo que dices…. Soy de los que piensan que es mejor retirarse a tiempo, esto se puede aplicar muy bien en el mundo del deporte o en otras disciplinas, pero quizá no en el mundo del arte. Al leer tu respuesta, si Miller todavía es capaz de emocionar y conmover a gente con su arte ¿quiénes somos nosotros para retirarle?
Me alegro mucho que te provoque esos sentimientos y, sobre todo, que Miller siga trabajando, aunque a mi no me guste.
«curso acelerado de historia antigua para millennials», sólo he leído hasta el nº 3 pero espero que nadie, milenial o no, se lo tome así porque cualquier parecido con la realidad es un error cometido inconscientmente por Miller. 300 ya era bastante delirante y manipulador (precisamente los defensores de la libertad en su Estado eran una pequeña minoría rodeados de siervos y nacionales y mujeres sin derechos políticos), pero esto lo es aún más. Y Atenas no fue jamás una potencia militar como lo fue Esparta. Tuvo algún buen general pero en tierra fueron mediocres (su única victoria histórica fue Maratón) y en la flota fueron los mejores, pero sólo durante un tiempo, y porque era la única polis griega grande volcada al mar. Se impuso durante casi 50 años porque su flota era la más grande, pero cuando eso no era así…