Pocas figuras literarias han alcanzado una relevancia y una inmortalidad tan elevada como el detective Sherlock Holmes. El personaje ideado por el escocés Arthur Conan Doyle es todo un icono no solo para la sociedad británica, sino para todo el mundo. Su fama y el poso dejado por sus 56 relatos y 4 novelas han influido sin lugar a dudas en el desarrollo de la literatura detectivesca posterior al siglo XIX, y hoy día la maquinaria sigue girando, surgiendo cada dos por tres obras culturales que se basan, adaptan o vuelven a imaginar las aventuras y casos del infalible Holmes y su eterno ayudante, Watson. Ya hablamos hace un tiempo acerca del manga de Sherlock, basado en uno de esos productos contemporáneos que reinventan al personaje como es la serie de la BBC protagonizada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman. Sin embargo, como diría la tercera ley de Newton, cada acción tiene una reacción. Y en este caso cada héroe novelesco, tiene su antítesis, su némesis, su archienemigo. Y en el caso de Holmes ese papel siempre se ha reservado para el infame pero brillante James Moriarty, el “Napoléon del crimen”.
Un personaje que surgió casi por obligación, como recurso argumental para poner un cierre a la altura a la vida del detective de Baker Street, y que el imaginario colectivo se ha encargado de dar un papel mucho más destacado del que en un principio debería haber tenido. Y es que Moriarty, como tal, solo aparece en dos de las historias de Holmes, pero el halo de misterio que rondaba alrededor de los orígenes y motivaciones del profesor, así como la fuerza que suponía el ser una especie de reverso tenebroso del protagonista, hizo que en años posteriores las adaptaciones y reinvenciones aumentaran la dimensión del personaje, hasta el punto de ser casi tan icónico como el propio Sherlock. Y precisamente de una de esas adaptaciones hablamos hoy en esta reseña, en forma de manga en este caso.
El primero de los, por el momento, 7 volúmenes que componen la serie de Moriarty el patriota, arranca con la escena más clásica de los enfrentamientos entre Sherlock y su rival: la lucha final en lo alto de las cataratas de Reichenbach, lugar de fallecimiento del profesor y que estaba destinada a ser también la tumba de Holmes, aunque la presión editorial provocaría que le quedase un poco más de vida de la que debería. El arranque con este icónico momento nos hace especular desde la viñeta uno con la aparición de la figura de Sherlock, casi una obligación en cualquier obra que verse sobre el personaje de Doyle que se precie. Sin embargo, el guion de Takeuchi intenta otorgar el protagonismo que merece Moriarty, apartando a su némesis desde ese momento, y utilizando el recurso del flasback para comenzar a contarnos los orígenes de tan misterioso británico.
Nos situamos entonces en la Inglaterra de 1866, una de las épocas de mayor bonanza para el Imperio Británico en su historia. El mundo colonial y la revolución industrial estaban en su apogeo, y en la sociedad británica ya se podía ver, en toda su crudeza, esa jerarquía de clases tan extrema que siempre ha regido sus relaciones internas y externas, ese sentimiento de superioridad de unos pocos sobre unos muchos. La vida en la Inglaterra del XIX no era fácil a no ser que fueses de noble linaje, y eso era bastante complicado al ser estos tan solo un ridículo porcentaje de la población. Todo en la vida de una persona estaba determinado por su linaje, por su estrato social, y los límites entre clases eran de todo punto infranqueables, fomentando una discriminación insalvable. En este contexto conocemos la figura de un jovencísimo Albert James Moriarty, el primogénito de la familia Moriarty, una familia londinense de larga tradición aristocrática. Sin embargo, pese a sus orígenes, Albert tiene una manera de comportarse y pensar que no casa del todo con la rancia alta cuna de la ciudad. Los valores y la corrupción de la sociedad en la que vive le repelen, y el tener que ver día a día las injusticias provoca en su interior un intenso deseo de cambio. Esas ansias de revolución verán un día la posibilidad de ser satisfechas cuando conoce y adopta en su mansión a dos pequeños huérfanos, que a partir de ese momento pasarán a ser sus hermanos y su verdadera familia. Juntos deciden poner fin a las injusticias que asolan la sociedad de clases británica, comenzando por los propios Moriarty.
Uno de esos dos muchachos, William James Moriarty, demuestra tener un intelecto asombroso, algo nunca antes visto. Y ese muchacho es nuestro protagonista, el Moriarty que todos conocemos, y que ya desde pequeño apunta maneras en sus actos. Tras ese arranque centrado en los orígenes del personaje y que le proporciona herramientas y hechos suficientes para tener una motivación que lo convierta en el futuro en el “Napoleón del crimen”, el guion pega un nuevo salto temporal hasta 1879, época en la que ya si podemos hablar del presente de la obra. Allí, los tres hermanos Moriarty se han asentado en una zona más discreta del paisaje inglés, un lugar de aristocracia decadente donde trataran de poner los cimientos de su plan para renovar la jerarquía social de clases. De este modo, la nueva familia Moriarty tratará de ganarse el favor de las clases más bajas, demostrando que otra nobleza es posible, consiguiendo de este modo “mano de obra” para su plan. Un plan que se caracteriza precisamente por la dualidad, con el propio William James a la cabeza, siendo un reputado profesor universitario de matemáticas aun estando en su temprana veintena, pero realizando en la sombra el trabajo que realmente le gusta: asesor del crimen.
El misterio y la falta de datos, el hermetismo con el que Conan Doyle trató siempre la figura de Moriarty, siempre ha permitido una gran flexibilidad a la hora de utilizar su figura. Takeuchi hace un movimiento magistral en este sentido, sabiendo dotar al personaje de un contexto y unas motivaciones creíbles teniendo en cuenta la época y otorgándole todo el protagonismo que Holmes siempre le robaba, pero sin dejar de lado el gancho que tiene su figura. Y es que el Moriarty de este Moriarty el patriota sigue teniendo ese poder de atracción que le convirtió en el archienemigo favorito de los lectores de Doyle, esa fuerza que le concede el ser la versión especular de Holmes, la forma o personalidad que este hubiese adoptado si hubiese escogido un camino más oscuro en su vida. Moriarty es la versión negativa de Holmes, y eso se nota, ya que en los capítulos que pueblan el manga veremos un modo de actuar similar al bueno de Sherlock, pero enfocando sus esfuerzos en el crimen en sí, y no en su resolución. O al menos no del todo, ya que la obra, planteada desde el punto de vista de “los malos”, da razones suficientes como para empatizar con el plan de los Moriarty y deja entrever que todo lo que se hace se hace en aras de un bien común. Una loable misión que la familia Moriarty usa de escudo para justificar sus crímenes.
Y esa maldad a erradicar que justifica cualquier crimen que se cometa para llegar a su fin no es otra que el sistema social clasista del que hablábamos antes. Tenemos así a un Moriarty que, pese a pertenecer ahora a una familia de abolengo, viene directamente de las clases sociales más bajas. Ha sufrido en sus carnes la discriminación y el desamparo, y eso, mezclado con las vivencias de sus dos hermanastros, es el caldo de cultivo ideal para promover la revolución. Moriarty se nos presenta así como una persona de gran intelecto y carisma, e irreductibles ideales, la típica persona con la labia y el magnetismo suficiente para encandilar a cualquiera que le regale sus oídos. Se nos presenta como una especie de Robin Hood, un infiltrado en la nobleza que roba a los ricos para ayudar a los pobres. Y eso está bien, y en ningún momento de la lectura te planteas que Moriarty y sus hermanos Lewis y Albert no lleven razón en sus actuaciones. Sin embargo, hay algo más oscuro en los planes de James, algo que va más allá de la jugada definitiva que los Moriarty planean contra la nobleza. Y es que bajo su fachada amable esconde esa faceta de consultor del crimen que, al igual que ocurría con Sherlock, parece que le empuja a buscar excusas para realizar su ansiado crimen perfecto.
De este modo, en este primer tomo ya podemos ver el ritmo narrativo que Takeuchi quiere otorgarle a la obra, con el hilo conductor principal de la familia Moriarty y sus aliados (algunos personajes que vienen directamente de las novelas, como Sebastian Moran, la mano derecha del profesor) iniciando una cruenta lucha de clases que se paga con el ojo por ojo, pero que se estructura en capítulos autoconclusivos en los que se va formando poco a poco la red criminal de los Moriarty. Si en una obra de Sherlock Holmes encontraríamos con un caso por cada capítulo, en el caso de Moriarty el patriota tenemos un crímen por cada uno de ellos, y que suelen seguir la misma organización. La familia Moriarty va interactuando con personas de las clases bajas que han sufrido algún tipo de discriminación o abuso por parte de los poderosos, y se encargan no solo de resolver el misterio, sino también de impartir la justicia definitiva.
Lo interesante en todo este proceso está en la construcción de esos crímenes, en los juegos de ingenio e intelecto que llevan a los Moriarty a descubrir “el pastel” detrás del caso que les han encomendado, y como consiguen que su víctima acabe derrumbándose y postrándose ante su superioridad. Una manera infalible de granjearse la admiración y la lealtad de la gente que acude en su ayuda, y que ve en ellos la luz de esperanza para salir de la situación de abusos en los que se encuentran. Pero también un modo de actuar que propone un interesante debate moral sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre qué es en realidad la justicia o si en situaciones desesperadas hay que aplicar medidas desesperadas. Sin embargo, quizá el mayor problema que, de momento y teniendo en cuenta que es el primer tomo, se encuentra en la obra, es que las actuaciones de los Moriarty tienen poco de criminal y mucho de justiciero. Los casos en los que se ven involucrados ofrecen poca duda sobre si sus víctimas merecían realmente ese trato, pues son mezquinos, egoístas y se nota que de no ser por la intervención de Moriarty y compañía, seguirían tratando como basura a las clases bajas. La aristocracia está totalmente deshumanizada y nos enseñan poco sobre sus motivaciones, todo lo contrario que con los Moriarty, cuyo plan y pensamiento esta detallado y es coherente, y su humanidad es superior a la que cabría esperar del enemigo de Sherlock Holmes.
En el apartado gráfico, Hikaru Miyoshi realiza un trabajo que se puede calificar de elegante. Es un estilo que choca en cierto modo con la imagen que tenemos de Moriarty y del universo de Conan Doyle, pero que casa perfectamente con un contexto de la Inglaterra victoriana. El trazo es fino y limpio, bastante detallista en el diseño de los personajes, pero sin embargo se nota algo estándar y en cierto modo repetitivo. No se llega a apreciar la mano y el sello del artista en el dibujo, si bien cumple con su cometido en general. Pese a ello, la potencia visual en algunas escenas es bastante palpable, y se hace un buen trabajo a la hora de identificar el estrato social o el ambiente de un solo vistazo. La narrativa visual aguanta el tipo, aunque espero cierta mejoría en ese sentido cuando los juegos de ingenio aumenten de categoría según pase la obra. Lo mejor, sin ninguna duda, los protagonistas principales, que desprenden ese carisma y ese magnetismo que el guion también les otorga.
En definitiva, Moriarty el patriota es una obra interesante desde el momento en que plantea el punto de vista de la némesis de Sherlock Holmes, contando sus orígenes y motivaciones para llegar a convertirse en el genio del crimen que todos conocemos. La representación de la clasista sociedad británica es también un punto a tener en cuenta, ya que la utilización de ese contexto casa a la perfección con el original que creó Conan Doyle. Es un manga que se lee con facilidad, sobre todo gracias a su estructuración en capítulos autoconclusivos, y que gustará tanto a fans del personaje o el mundo de Holmes, y a aquellos que disfruten con un argumento plagado de suspense, misterios y batallas de intelecto. No estamos ante una obra maestra, pero si ante un producto más que válido al que asomarse si nos sentimos atraídos por todo lo que rodea al mayor detective del mundo y queremos tener otro punto de vista del mismo.
Valoración Final
Guión - 7
Dibujo - 6.5
Interés - 7
6.8
Interesante punto de vista del universo de Conan Doyle desde los ojos de James Moriarty, el rival por antonomasía de Sherlock Holmes. Una obra de orígenes y motivaciones repleta de misterio e intelecto, con una gran recreación del contexto social del la Inglaterra del XIX.