Con motivo de la gira de Seth por España hemos tenido la inmesa suerte de poder entrevistarle en su paso por Bilbao. Desde la redacción de Zona Negativa queremos expresar nuestro agradecimiento al propio autor, a Salamandra Graphics, a la librería Joker, al Azkuna Zentroa y a Borja Crespo por hacer posible esta entrevista.
Antes de comentar la entrevista nos pregunta de qué medio somos. Le decimos que somos de Zona Negativa y nos comenta que recuerda que la página web estuvo nominada a los premios Eagle en 2012 en la categoría de Favourite Comics-Related Website.
Zona Negativa: ¿Quién es Seth y en qué se diferencia de Gregory Gallant?
Seth: Supongo que ya no hay muchas diferencias. Seth era una personalidad inventada que cree puesto que quería ser una persona diferente. Gregory Gallant es mi nombre y venia de una ciudad pequeña pero cuando me mudé a los veintipocos años a una gran ciudad quería empezar de nuevo, redefiniendo quién era. Pero también era para pasar página de una juventud en un pueblo pequeño. ¿Cambiar de nombre te convierte en otra persona? Posiblemente no, pero los treinta años que han pasado si me han convertido en otra persona. Cambiarme el nombre a Seth no me convirtió en una nueva persona, pero ahora Seth es una nueva persona, porque es el nombre que uso. Gregory Gallant sigue siento mi nombre y me siento más conectado a ese nombre y a esa persona, pero no hay vuelta atrás. Así que Seth es quien soy ahora ya que es un alias que es un valor de éxito.
ZN: Has afirmado que los mejores comics son los que más despiertan la imaginación del lector. Personalmente, ¿Cuáles consideras que son las obras que más han hecho trabajar a tu imaginación? ¿Cuáles son los cómics que acompañaron su niñez?
S: Es una pregunta muy complicada, pero trataré de responderla. Cuando era un niño el primer cómic que me intereso realmente fue Peanuts de Charles Schulz. A los cuatro o cinco años miré en la esquina y puede ver escrito Schulz. Por supuesto yo leía otras tiras en los periódicos, pero hasta Peanuts nunca me plantee que las tiras las hacían persona. Schulz fue el primero que pude reconocer como artista y que me hizo preguntarme quién ha hecho esto. Yo no lo calificaría como un evento que cambio mi vida, pero mirando atrás diría que fue muy importante porque Schultz dibujaba distinto del resto de la gente. Su trabajo era personal y quizás fue la primera tira cómica de los periódicos que funcionaba como lo hace un autor, ya que usaba el formato para expresar la tristeza, la soledad, la complejidad de la vida… Algo que no encontrabas en ningún periódico, eso no lo ibas a leer en Beetle Bailey que era más comercial. Esto me causo un gran impacto, pero en la manera adulta, sabía que Schulz era bueno y lo copiaba e imitaba.
Cuando era un adolescente comencé a leer los cómics Marvel. Y como todos los adolescentes yo amaba los superhéroes y me encantaba Jack Kirby. Todavía me gusta y todavía tengo todos sus cómics, a pesar de que no tengo todos lo que leí de joven porque ya no me interesan, pero Kirby es un importante para mí. Estudiando su trabajo aprendí cómo ser un historietista. Aunque lo que aprendí de él tuve que desaprenderlo, ya que la mayoría de su trabajo es sobre el poder y es muy dinámico, icónico y poderoso, pero cuando empecé a escribir mis primeras historias eran mucho más sosegadas y sus técnicas no funcionan con este tipo de historias. Pero él sigue formando parte del proceso de mi evolución como historietista.
Cuando era veinteañero, descubrí a Robert Crumb justo cuando perdía el interés en los cómics de superhéroes y no sabía qué tipo de cómics iba a hacer. Después de él descubrí a los hermanos Hernández. Estos tres autores fueron realmente importantes para mí. Crumb porque me enseñó que los cómics podían ser algo más y los hermanos Hernández porque hacían unos cómics que eran sobre mi generación. Yo tenía 22 o 23 y ellos 24. Me mostraron que podías hacer cómics sobre tu vida. Ellos eran punkrockers como yo y vi que estaban contando mi mundo, lo cual fue muy excitante para mí porque ellos tienen mucho talento. Ellos tres fueron los más importantes, pero también Harvey Pekar y Linda Barry. Pekar escribía sobre su propia vida y Barry no lo hacía, pero sus comics daban la impresión de ser autobiográficos. Ellos dos me permitieron pensar en lo que se podía hacer con la idea de “vida real”.
Luego me convertí en amigo de Chester Brown y Joe Matt. La experiencia de hablar de cómics con ellos sobre qué es un buen y un mal cómic, que hace que funcionen… fue extraordinariamente importante para mí. Después descubrí a cientos de autores del pasado como los del New Yorker, que influenciaron mucho en mi trabajo. Mas adelante conocí a Chris Ware que fue una gran influencia. Pero cuando más aprendí fue con Chester y Joe.
ZN: Tu primer trabajo publicado fue en la serie de Dean Motter Mister X, ¿Cómo surge esa oportunidad?
S: Fue de una manera muy tonta como me pusieron en esa serie. Yo no tenía ningún trabajo publicado ni experiencia, lo cual dice mucho de cómo funcionaba esa empresa. Eran muy jóvenes y poco profesionales. Los hermanos Hernández habían dejado la serie y ellos no tenían ningún sustituto, y literalmente me preguntaron si quería hacerla. En cualquier otra editorial hubieran buscado un dibujante profesional, lo que hubiera sido la manera correcta de elegir un sustituto. Yo era muy joven y estaba influenciado por los hermanos Hernández, pero más que eso al sustituirles trate de imitarles, pero no tenía la habilidad, ni entendía el lenguaje del cómic para hacerlo. Era muy crudo. Cuando veo esos cómics, veo número a número lo que aprendía y los fallos que cometí. Fue un momento muy difícil, pero ese trabajo fue el origen de lo que vino después. Si no lo hubiera hecho no sé cómo habría evolucionado mi arte ya que me enseño mucho acerca de la claridad de la línea y el diseño, puesto que la serie era sobre los años veinte y treinta. Estudie la Bauhaus, el art-deco… todo ese tipo de cosas entraron por primera vez de manera profunda en mi vida y me influenciaron enormemente. Ahora veo ese comic y mi trabajo me parece terrible. (Risas) El trabajo de los Hernández en los números anteriores me sigue gustando, pero no es una serie muy importante en su trayectoria. Sin embargo, reconozco que para mí fue un gran aprendizaje y fue sobre todo gracias a que yo no la escribía. En esos primeros tiempos mi dibujo era mejor que mi escritura, ya que no tenía claro que quería contar ni cómo hacerlo. Así que fue buena para practicar y ver mi trabajo impreso, que es una experiencia dramática ya que tú crees que estás haciendo un buen trabajo y cuando lo compruebas ves que es terrible. Tu trabajo impreso cambia mucho, así que fue una experiencia de aprendizaje muy enriquecedora.
ZN: ¿Cómo surge Palookavile y cuál es el espíritu de la serie?
S: Cuando estaba trabajando en Mr. X, me di cuenta que no era la clase de trabajo que deseaba hacer. Estaba muy interesado en hacer algo autobiográfico y quería hacer mi propio cómic, pero sabía que no podía hacer dos a la vez. Apenas podía hacer Mr. X y eso que no tenía una periodicidad regular, al mismo tiempo estaba teniendo problemas con Vortex la editorial que la publicaba. Si me despidieron o yo me fui depende de a quien preguntes. Cuando me fui, yo tenía un amigo, otro dibujante canadiense llamado Maurice Vellekoop, que era un ilustrador de revistas. Y se ganaba muy bien la vida haciéndolo, y yo pensé que además de hacer comics también podía hacer ilustraciones. Así que puse todo en mi portfolio y me puse a buscar trabajo de ilustrador. A mismo tiempo estaba trabajando en el primer número de Palookavile, que iba a ser una historia biográfica que iba intentar publicar en Fantagraphics o en Kitchen Sink Press. Ambas eran las dos grandes editoriales que publicaban comic underground, pero en un golpe de suerte, en Toronto conocí a Chris Oliveros que acaba de publicar el primer número de su magazine de Drawn & Quarterly. Fui a cenar con él, con Chester Brown y Joe Matt y le conté que estaba trabajando en un cómic y él me dijo que estaba interesado en publicarlo. Parecía más inteligente intentar publicarlo en las otras compañías, pero tenía un buen presentimiento sobre él. Así que le dije que sí. En ese momento, Chester también iba a publicar con él así que nos convertimos en los dos primeros autores de la editorial. Por supuesto fue una gran decisión ya que resulto un maravilloso editor. De muchas maneras, las personas con quienes trabajas te convierten en un artista mucho mejor. Él me abrió la puerta y me permitió hacer las cosas a mi manera, me dio las herramientas para hacerlo, me dio el tiempo necesario para que mis comics fueran mejores. Fue una elección muy afortunada. Muy inteligente.
ZN: Mi compañero Raúl Silvestre en su reseña de Un verano en las dunas, hablaba del contraste de entre la dulzura de tu estilo y la cierta melancolía nostálgica de tus protagonistas, ¿es algo buscado?
S: No estoy seguro porque me cuesta recordar en que estaba pensando en el momento que escribí esas historias. No era un trabajo muy calculado, muy planeado. En los dos primeros números de Palookavile trataba de recordar cosas que me habían pasado de la manera más honesta. Aunque si miro esas historias no me parecen tan honestas porque cuando eres joven la manera en la que te presentas cuando tú eres el personaje principal está muy calculada para presentarte como alguien bueno o malo, pero creo que intentaba presentarme como alguien sensible. Hace mucho que no las leo, pero creo que me trataba de mantener a un lado. Me resulta difícil hablar de esas historias porque odio esos cómics. Son de hace mucho. No dejo que se reediten en Ingles, pero se han publicado en castellano porque nunca habían aparecido. Tengo una opinión muy negativa de ellos.
ZN: Tus personajes que luchan por encontrar su lugar en el mundo. ¿Es un reflejo de tus sentimientos tanto en lo personal como en lo artístico?
S: Claro, en mis primeros trabajos ser un historietista y contar mi vida era una manera de buscar mi sitio en el mundo. Fue un periodo divertido porque la gente no estaba interesada en los comics como con una disciplina artística seria. Puedo recordar como estaba en la facultad de arte y los profesores no tenían ningún interés en el cómic. Después conocí a mucha gente de mi edad que pensaba lo mismo. Que los comics no podían contar historias “serias”. Así que tenía un peso sobre mi espalda ya que sentía que el medio no servía para mis propósitos, por esa causa sentía la fuerte necesidad de probar algo. Todos los historietistas de mi generación en América tenían la misma necesidad. Era difícil vender nuestros cómics y encontrar una audiencia. Así que cuando las novelas gráficas se convirtieron en algo exitoso, tuvimos una sensación de triunfo ya que el medio fue más reconocido. Ahora los jóvenes no tienen ningún tipo de prejuicio con los cómics como disciplina artística, aunque la gente mayor todavía lo piensa. Una idea tonta.
Para mí los cómics han sido esenciales a la hora de encontrar mi sitio en el mundo. Pude dejarlos y convertirme en pintor si lo que hubiera querido es ser aceptado como un artista “real”. Suelo decir que gaste muchos días de mi adolescencia aprendiendo a hacer cómics. Después perdí el interés en mi plan, que era dibujar superhéroes, pero no tenía otra opción porque había decidido que sería historietista. Así que tenía que encontrar algo que contar, ese proceso ha durado hasta ahora y ha sido muy arduo, buscando mi sitio en el mundo. Ahora ya no siento ninguna presión haciendo cómics, me siento como un a artista que trabaja en muchas cosas, una de las cuales son los cómics. Ahora se trata más de mí no como en los viejos tiempos donde era sobre los cómics. Ahora a veces hago esculturas, hago bocetos y otras veces cómics, es otro tipo de expresión.
ZN: Tus personajes aparentemente miran al pasado por nostalgia, pero en el fondo es una excusa para no afrontar el futuro. ¿Es una forma de exorcizar tus propios sentimientos? ¿De dónde surge esa nostalgia? ¿No piensas que puede ser un obstáculo para poder evolucionar como seres humanos?
S: Lo es, no sé si mis personajes tienen tanto miedo al futuro como yo. Pero no es tanto del futuro como del presente. Sin duda, una de las razones por las que yo dibujo y escribo de determinadas cosas tiene que con no estar necesariamente interesado en el presente. Ahora estoy trabajando con algunas ideas en mi cuaderno de bocetos que no tienen nada que ver con el pasado, excepto que si las lees no veras ninguna referencia actual. Yo no dibujo ese tipo de cosas, los coches que dibujo son genéricos, nunca parecen modernos, ni siquiera sé dibujar un coche moderno ni tengo intención de aprender. (Risas) Yo diría que lo que hago es algo “genérico atemporal”.
En mis libros hay partes que suceden en el pasado o están estructurados en torno a las cosas que me interesan de él. Cuando era más joven estaba mucho más interesado en separarme del presente y todo lo que me gustaba era viejo, así que si venías a mi apartamento en Toronto todo era viejo y si necesitaba algo nuevo trataba de conseguirlo. Si necesitaba una regleta trataba de conseguir una vintage, era muy extremo. Pero ahora ya no soy así, si la necesito voy a la tienda de un dólar y compro una. Pero mis gustos son de la vieja era, veo películas nuevas, pero prefiero las viejas, lo mismo me sucede con los libros. Leo mucha novela contemporánea, pero es más fácil que me enganchen las que se desarrollan en los veinte, en los cincuenta, en los sesenta. Tengo una sensibilidad que conecta más con esos tiempos y me hace feliz. En mis libros no sucede lo mismo, son personajes que están en conflicto con su pasado y eso es problemático porque no son felices. Todos estamos conectados en la experiencia de vivir, en descubrir el sentido de la vida. Pero lo que tratas de descubrir es de que va tu vida, en que consiste esa experiencia de vivir, si todo tiene un significado, qué has dicho y qué significa, qué ha dicho la otra gente, todo este mix entre la memoria, el tiempo y el pasado es lo contra lo que luchan mis personajes. Pero yo tengo otra visión más parecido al resto, me estoy haciendo viejo y ahora pienso más en los setenta que en los cincuenta porque mi infancia fue en esa década.
ZN: ¿Es importante para ti dejar un legado y preservar el de los que te precedieron en los cómics?
S: Lo es en ambos casos. Cuando más viejo me hago más importantes se vuelve esas cosas. Me gusta mantener vivo el nombre de los artistas que me gustan, sobre todo de los menos conocidos. Los artistas tenemos dos responsabilidades: honrar a los que nos precedieron y ayudar a los que vienen detrás. Me siento involucrado en la preservación del trabajo de mis antecesores, escribiendo artículos, libros, etc… y del otro lado formo parte de los Doug Wright Awards con los que tratamos de ayudar a los jóvenes creadores. Siempre que trato con ellos intento animarlos y ayudarles.
El legado es una idea interesante porque no tienes ningún control sobre el legado de tu trabajo. Solo tienes control sobre tu trabajo. Únicamente puedes interferir con tu legado destruyendo tu trabajo. Me gusta la idea de mi trabajo sobreviviendo, aunque no tenga ningún poder de hacerlo posible. Pero pienso en mi relación con los artistas del pasado y creo que de algunos soy una de las pocas personas en el mundo que se interesan en su trabajo. Y eso siempre me interesa porque tú no puedes saber si serás popular en el futuro. Hay una buena posibilidad de que una o dos personas se interesen en lo que yo hacía así que debo hacer un esfuerzo para hacerlo bien. Está muy bien ver tu trabajo continuamente publicado, pero eso solo les pasa a unos pocos. ¿Quién sobrevive? Es un porcentaje muy pequeño. Así que debes trabajar el ahora que es donde está tu público.
ZN: Durante toda tu carrera mezclas los elementos reales con los imaginarios para construir la mayoría de tus relatos, ¿Cuáles son los motivos?
S: Me divertí mucho cuando lo hice por primera vez en La vida es buena si no te rindes. Y lo hice por un motivo específico ya que pensaba que la historia funcionaba mejor si se leía como no ficción. No recuerdo exactamente porque lo hice, pero quería que fuera creíble. En el resto de trabajos en los que lo he hecho de nuevo ha sido porque pensaba que era divertido crear un mundo que mezclara los dos elementos. Algo que siempre es interesante, aunque el resultado puede ser bueno o malo. Cuando veo ejemplos de gente haciendo lo mismo, siempre mezclan a gente imaginaria con grandes personajes, siendo el mejor amigo de Picasso, dando una vuelta con Alfred Hitchcock… eso siempre se ve que es mentira. Es mucho más interesante crear un mundo con elementos extraños que no te permitan discernir que es cierto y que es mentira. Esto funciona como gancho para la historia, no por el misterio porque cualquier puede buscar en Google si es verdad. Pero sirve para crear una realidad plausible, con elementos fantásticos, pero no tan fantásticos que lo hagan parecer demasiado bueno para ser real. Me interesan los elementos que te hace dudar si algo es real.
ZN: ¿Cuánto de verdad hay en los personajes de Chester Brown, Joe Matt y Seth que aparecen en vuestras obras? ¿Cuál de los tres os retrata de manera más fiel?
S: Somos muy diferentes entre nosotros. Chester es el que nos retrata de manera más cercana a como somos, porque hace unos comics muy cercanos a la realidad, aunque con algo de comedia. El trabajo de Joe está más pensado para ser divertido. Él juega con los personajes de muchas maneras. Como he dicho al principio somos muy diferentes, yo nunca los hubiera conocido si no fueran historietistas. En años los noventa había muy pocos autores en Norteamérica haciendo unos cómics similares a los míos, así que si uno de esos autores iba a vivir a Toronto se convertía en tu mejor amigo, si Joe Sacco o Chris Ware hubieran estado allí también lo habrían sido. Era algo determinado por la geografía, Adrian Tomine y Daniel Clowes también lo son porque viven en la misma ciudad. En mi caso fueron Joe Matt y Chester Brown.
A Chester lo conocí antes de que Joe llegara, yo quería ser su amigo porque me gustaba su trabajo, pero cuando le conocí teníamos muy poco en común. Yo soy muy extrovertido y él es muy, muy callado y tímido. Así que pensé que no quedaríamos más veces, pero seguimos quedando para comer una vez a la semana. Yo hablaba mucho y él solo decía una o dos palabras. Así fue durante un año o dos, pero yo quería que fuéramos amigos porque los dos nos dedicábamos a lo mismo. Y finalmente nos convertimos en muy buenos amigos. Y Chester se volvió más comunicativo.
Entonces llego Joe Matt. Joe es un tipo completamente distinto de persona, es irritante, muy, muy neurótico, alguien con quien es muy difícil tratar. Un historietista muy talentoso y muy divertido, pero nos volvía locos. El llegó a Toronto hace mucho y estuvo allí durante diez años hasta que se fue a Los Ángeles, tras su marcha Chester y yo coméntanos que nuestras conversaciones pasarían a ser más inteligentes porque con Joe todas nuestras conversaciones giraban en torno a él. (Risas) Lo más interesante es que fuimos un buen grupo de amigos porque a pesar de todo éramos tres historietistas que estaban aprendiendo juntos a hacer su trabajo. Quizás Chester siempre ejercía más de mentor. Ese fue un tiempo muy importante en mi vida. Nunca he tenido dos amigos en los que confiara más, podíamos hablar y criticar cualquier cosa. Fue como ir a una escuela de cómics.
ZN: Releyendo La vida es buena si no te rindes vemos cómo internet ha cambiado nuestras vidas ya que la búsqueda de Kalo hubiera sido mucho más breve ¿Crees que el acceso a tanta información ha sido un cambio a mejor?
S: Es una respuesta complicada. Ahora solo funciona si la gente no hace el esfuerzo de buscar en internet, pero todavía me encuentro con gente joven que le gusta el libro y que no saben que Kalo no existió realmente. Así que sienten las mismas cosas que la gente que la leyó hace veinte años. Me preguntan si he encontrado más viñetas suyas o he descubierto más cosas sobre él. Nunca le digo a esa gente la verdad, solamente les digo que no he encontrado nada más en estos años. Creo que el secreto es que esa gente no encuentra ninguna razón para buscar información sobre ello. Pero saberlo no afecta a la historia, podría hacerlo si lo buscaran antes de acabar la historia, pero una vez leída no importa. El libro trata sobre algo diferente a encontrar a un viejo historietista, al igual que Ventiladores Clyde no trata sobre como vender o George Sprott no es una historia sobre la televisión. Son las cosas que mueven la historia, pero no son los temas centrales.
La respuesta a si es bueno tener mucho acceso a información debería ser sí, pero me gustaba más el mundo antes de Google. Me gustaba cuando crecía y encontraba las cosas por accidente, viendo cosas en la televisión que no sabía de donde eran. Leer algo en un libro en lo que no volvías a pensar, pero al cabo de diez años que te lo volvías a encontrar. Esas experiencias de serendipia son muy, muy poderosas y me han convertido en lo que soy. Y es algo que me apena porque ahora al igual que el resto cuando descubro algo que no sé voy al ordenador y lo busco. ¿Quién actuaba en esa película? ¿Qué significaba esto? Igual no importa, lo que me importa es que tengo una visión muy romántica de mi juventud y adolescencia y mis historietas favoritas de esas épocas tratan de los difícil que es obtener respuestas.
A los jóvenes historietista no les importa mucho la historia del medio y la razón es que no tienen que descubrirla, ya que gracias a internet tienen el acceso a cientos de cómics e imágenes. Les falta la pasión de descubrir y entender los cómics porque todo es muy accesible. La gran razón por la que los autores de mi generación y la anterior éramos coleccionistas, no era por la historia de los cómics sino por descubrir y comprender el medio. Descubrir autores como Harvey Kurtzman, Charles Adams o cualquier otro es importante, para crear tus propios referentes. El hecho de descubrirlos fue transcendental para nuestra generación.
ZN: En Ventiladores Clyde hay un momento en el que Simon recuerda su obsesión en la adolescencia intentando fijarse así mismo en el tiempo. Si hicieras ese particular juego con tu carrera, ¿dirías que eres el mismo autor que hace quince años o que eres una persona nueva, renacida pero unida por tus obras creadas?
S: Eso tiene que ver con la vida. Yo creo que nunca eres una persona totalmente diferente, en el fondo sigues siendo la misma persona que cuando tenías tres años. Y cuando pienso en la persona que era con dieciocho años y en la persona que soy ahora, sé que el interior es el mismo pero la forma de actuar, de sentirte ha cambiado tremendamente. Esa persona de dieciocho estaba llena de emociones, excitación… pero la experiencia te cambia y aprendes a hacer las cosas correctas. La madurez proviene del cambio y tú debes elegir cual es la dirección correcta. Y tomas buenas y malas decisiones.
Hay una cosa muy interesante sobre la persona que soy y como he cambiado, aunque siga siendo la misma persona en el fondo. Siempre hay un deseo de sentirte conectado con todos los periodos de tu vida. Cuando estaba en Madrid fui al Museo del Prado y mientras estaba viendo Las meninas recordé como cuando era estudiante de arte pasamos una clase entera analizándolas, esos dos momentos en el tiempo me interconectan a pesar de que el joven de dieciocho años no prestaba atención en clase. Según pasa el tiempo estos puntos focales interconectados se vuelven más complejos. Algo que es fascinante, en estos días en España he escrito varias postales una de las cuales hablaba sobre la experiencia de comer sobre el Guggenheim, y ahora estoy hablando con vosotros, pero no sé qué estaré haciendo el año que viene. Me resulta imposible no escribir sobre la identidad y el tiempo.
ZN: Ventiladores Clyde es un compendio de todos tus trabajos anteriores en el que tienen cabida todos tus temas y con homenajes a los clásicos del cómic como por ejemplo Gasoline Alley de Frank King (la página 262 del tomo español), ¿crees que es tu obra más representantiva?
S: En este libro se puede ver como evoluciona mi forma de dibujar, de ver lo cómics y de diseñarlos. Por supuesto, se pueden ver las diferentes influencias, no muchas, solo unas pocas. Cuando ahora veo esa página la haría de un modo diferente ya que la persona que era es diferente a la que soy al final del libro. Cuando la miro ahora tengo un gran deseo de arreglarla. Leyendo el libro es obvio que el dibujo cambia, pero es más importante ver que la forma de pensar también lo hace y lo mismo sucede con la forma en la que cuento la historia y esas son las partes más significativas.
ZN: ¿Nos puedes hablar de tus próximos proyectos, además de Nothing lasts?
S: En cómic estoy con una nueva novela gráfica de la que no puedo decir mucho solo que serializare en los próximos tres números de Palookavile. Serán tres capítulos autocontenidos, porque siento que uno de los problemas de Ventiladores Clyde es que no se podían leer de manera individual. En este caso cada capítulo tendrá sentido por sí mismo. El primero podría salir en un año más o menos. Además, he empezado a tomar notas en mi skecthbook, una especie de cómics abocetados en los que hago algunos experimentos escribiendo ciencia-ficción, pero no estoy seguro a donde me van a llevar y si acabare publicándolas en Palookavile. Son algo más sobre el carácter que sobre el periodo o el lugar, son unas historias extrañas. Veremos que sale…
Se nos acaban los 45 minutos que se nos han quedado cortísimos porque es un placer indescriptible conversar sobre cómics con alguien tan especial como Seth.
Así que solo nos queda agradecerle su amabilidad en nombre nuestro y de nuestros lectores.
La fotos de portada de la entrevista es de Basilio Allende, un tío genial al que tengo la suerte de poder llamar amigo, y un fotógrafo excepcional, si queréis ver sus espectaculares fotos de Bilbao buscadle en Facebook como Basil Alle.
Reseña de Un verano en las dunas.
Reseña de La vida es buena si no te rindes.
Reseña de Wimbledon Green: el mayor coleccionista de cómics del mundo.
Reseña de la primera parte de Ventiladores Clyde.
Reseña de George Sprott. 1894-1975.
Reseña de Ventiladores Clyde. Edicción de Salamandra Graphic.
Ficha de la reciente edicción de Ventiladores Clyde.
Interesantisima. Que pena no haber podido ir a la charla.