Thea es la hija de Jerome, el Abbá o líder del Clan Roto. Viven en un mundo post apocalíptico, un poco como el que nos pueda sonar por la saga cinematográfica de Mad Max, pero con restos de tecnologías más avanzadas que coches y armas de fuego, y digamos, el dial de fantasía subido un par de puntos: hay armas de rayos, naves aéreas, prótesis cibernéticas, extrañas bestias mutantes, o formaciones rocosas flotantes en el cielo donde algunos clanes humanos se asientan erigiéndose como una suerte de señores feudales sobre los páramos arruinados de la superficie.
Hace unos años, el Clan Roto sufrió un aplastante ataque por parte de sus enemigos, los Paznina. De ese modo Thea, que siempre había quedado vitalmente definida como una artista, una dibujante, una creadora de belleza en un mundo sórdido y hostil, perdió su mano derecha, amputada cruelmente por los incursores. También perdió a su madre, y el dolor del asesinato de su amada esposa ha retorcido con los años al antaño gentil Jerome, que solo es capaz de encontrar algo parecido al solaz maquinando su sangrienta venganza contra los Paznina. Thea está a su lado, preparada para repartir muerte, ahora que la hora de ajustar cuentas es inminente: por mucho que tenga una mano mecánica sustituyendo a la que le cortaron y de que haya tratado de aprender a dibujar con la izquierda, no es capaz ya de dibujar nada que ella misma considere a la altura de su antiguo talento. Y echa tanto de menos a su madre como Jerome, claro.
Pero Rollo, su hermano, amante de los viejos libros previos al apocalipsis de ese mundo, por mucho que comparta ese dolor con ella y con su padre, es reticente a afrontar las atrocidades que el Clan Roto va a cometer en las sangrientas y brutales incursiones en las que se embarcan para vengar los agravios cometidos. Tras encontrarse frente a frente con el horror de una de las batallas, descubrirá un arcaico robot de guerra que tras ser reactivado pasará a ser el único amigo con el que parece que puede compartir sus dudas acerca del camino que sus allegados han elegido transitar. Pero su padre, además de reprobar su actitud de no asumir la responsabilidad de la venganza, solo ve en Shiloh, el poderosísimo androide, una herramienta con la que asestar el golpe definitivo sobre los crueles Paznina.
Extremity, que con su nombre hace un juego de palabras entre los extremos actos que asoman en sus páginas y la extremidad perdida por Thea (la cual además viene a representar la gentileza que le ha sido arrebatada), es una maxiserie de doce números publicada en Estados Unidos en 2017 por el sello Skybound de Robert Kirkman bajo el paraguas de la editorial Image Comics. Ya nos llamó la atención con su arranque en su momento, y lo cierto es que fue uno de los títulos que con más interés siguió un servidor mes a mes durante todo el año de su publicación. Está firmada, como autor completo en guion y dibujo (con la colaboración del colorista Mike Spicer) por Daniel Warren Johnson, prácticamente un desconocido hasta entonces que, a través de este trabajo nominado para los Premios Eisner en 2018, ha pasado directamente a ser uno de los nombres a seguir de cerca en el panorama del cómic norteamericano.
Estamos por un lado ante una trepidante epopeya épica ejecutada de manera impecable, con abundantes escenas de acción descarnada que consiguen cautivar genuinamente según vamos pasando las páginas con un ritmo endiablado, y por otro, ante una reflexión llena de humanidad acerca del concepto de venganza —los círculos viciosos que engendra, el horror que puede desencadenar, y lo vacuo de su consecución— tratada con exquisito gusto.
Lo consigue no solo manejando la narrativa de manera espectacular en las escenas de violencia como si de Mad Max: Fury Road se tratase, sino aportando en su apartado gráfico un sentido de la maravilla muy reminiscente del japonés Estudio Ghibli, y una carga de humanidad y tratamiento de personajes también muy herederos de las producciones de Hayao Miyazaki. Sus protagonistas, secundarios y hasta villanos, están llenos de ricos matices, de dramas internos y pérdidas que explican —lo cual no quiere decir justifican— sus comportamientos.
El enajenado círculo de venganza de Jerome que le hace perder lo mejor de sí mismo se refleja en el que está también inmerso la Reina Nim de los Paznina. Por muy vil que la hija de ésta última nos parezca, no es tan distinta de Thea. Shiloh no quiere volver a ser una máquina de repartir muerte. Hobie es consciente de que lo que está haciendo en nombre de su líder y amigo Jerome no es correcto, pero no es capaz de dar la espalda a quien tantas veces le ha respaldado y salvado la vida en el pasado. Meshiba tiene un pasado de violencia, pero busca redención y poner su parte en, pequeño paso a pequeño paso, crear un mundo mejor.
Todo ello resulta exquisito, y es muy meritorio que comparta igual peso de manera orgánica con lo dinámico y visualmente espectacular que nos da ese apartado gráfico en el que a ratos nos parece reconocer cosas de Katsuhiro Otomo, de Loisel, de James Harren, y que nos sumerge de lleno en un entorno tan bello como hostil, con sus ruinas devastadas y sus monumentos a los fallecidos llenos de encanto; con sus horribles y gigantescos monstruos y las extrañas y maravillosas monturas aladas que surcan sus cielos; con sus restos de maquinaria avanzada y el aspecto medieval y tribal del ambiente. Tales mixturas, tanto temáticas como estéticas, podían haberse quedado muy fácilmente en un batiburrillo sin sentido, en un Cristo con dos pistolas. Y sin embargo Warren Johnson consigue que funcionen, que funcionen francamente bien y de manera compacta, en camino a la excelencia, con una trama que cierra perfectamente, sin revelaciones ridículas de última hora, coherente, pero no por ello exenta de estimulantes giros bien trabajados con antelación.
La edición de Planeta recoge la maxiserie completa de doce números en un bello tomo de buena tapa dura, que por su grosor uno se temía que tuviese un papel excesivamente fino y poco de baja calidad. Alivia comprobar que, aunque de poco gramaje, no es así, y nos llevemos las sensación de que hemos pagado un precio justo por esos 25 euros.
Estos se publican varias obras excelentes de temática más o menos fantástica en nuestro idioma, como Headlopper, La Espada de las Eras, el tercer tomo de Rumble… Extremity pasa directamente a ocupar una de las posiciones en cabeza dentro de ellas, de manera muy merecida a pesar de lo competitivo de la oferta. No se la pierdan, de verdad.
Errata y gorda, Miyazaki esta vivo
Pues toda la razón, Esfingo. No sé qué demonios me entró, que estaba seguro de todo lo contrario, de que había fallecido hace un par de años o así; tanto que ni lo comprobé, vaya.
Disculpas a todos por este grave error; con sinceridad, me resulta sonrojante haberla cagado en algo así; ya está corregido en el texto.
Un saludo y gracias por señalarlo, Esfingo.
El, su familia, sus fans y yo te lo agradecemos ja ja ja
Estarías pensado en Isao Takahata, otro de los fundadores de Ghibli y el responsable de grandes éxitos del estudio como ‘La tumba de las luciérnagas’, que murió el año pasado.
Hoy me he comprado éste, Headlopper, DeathBed y Babyteeth. Y ahorita mismo me pongo con Extremity, que es el que más me llama la atención.
Me lo he leído hoy en 1h 35mins. Es una pasada, me ha encantado
Una maravilla de tomo, genial de guión y con un dibujo espectacular. Y a un precio bastante ajustado, para los tiempos que corren. Muy recomendable…