En capítulos anteriores de Astro City. La editorial Image capitanea las listas de ventas con comics vacíos de contenido y calidad. Kurt Busiek ha alcanzado el éxito profesional con la serie Marvels. La propuesta para realizar una secuela de esta última nunca ve la luz por injerencias editoriales. Sin embargo, Busiek no se rinde. Junto con su colaborador habitual, Alex Ross, planea dar continuidad a su enfoque costumbrista del género superheroico en el seno de, precisamente, Image.
Los primeros seis números de la colección se estructuran al modo de pequeñas fábulas autoconclusivas dibujadas por el artista de culto Brent Anderson. En ellos, se presentan a los principales ciudadanos de Astro City. Samaritano, el principal protector de la ciudad, es el último superviviente de una civilización moribunda. Victoria alada es un icono feminista y mitológico. Jack caja-de-sorpresas es un amistoso vecino que defiende su barrio frente a supervillanos y criminales de poca monta. El soldado de plata es el protector prototípico de la era Kennedy, siempre luchando por el espíritu de América.
Pero todavía queda una figura esencial por presentar. Un protector obsesivo. Un cruzado encapuchado. Un caballero oscuro.
Pero no todo iba a ser un camino de rosas para Busiek, Anderson y Ross. Los retrasos en la miniserie original provocaron que el trío de creadores tuviera que tomarse un descanso y abandonar momentáneamente la colección. A ello se sumaban los compromisos profesionales de Busiek (que había empezado su nostálgica ofensiva, a la postre fracasada, del mainstream con Thunderbolts) y de Ross (que acababa de embarcarse en la revolucionaria novela gráfica Kingdom Come).
Sea como sea, Busiek no parara de recibir ofertas de diversas editoriales para llevarse la serie bajo su ala. DC volvió a postularse como candidato, pero seguía sin incluir un pequeño par de cláusulas que garantizarían la posesión creativa total por parte del trío de autores.
El ganador de la subasta resultó ser Jim Lee, uno de los fundadores de Image, que acababa de crear otra pequeña editorial de nombre Homage. Aceptó sin problemas las condiciones de Busiek, y este enseguida se puso a tramar la primera gran historia de Astro City.
Ciertos escritores parecen tener como segunda profesión regalar elogios a sus colegas de profesión. Neil Gaiman es uno de ellos, y en la introducción a este segundo tomo ofrece algunas palabras sabias: En mi opinión hay dos formas principales en que la ficción popular emplea a los superhéroes. En la primera, significan pura y simplemente lo que se ve a simple vista. En la segunda, significan lo que se ve a simple vista, sí, pero también más que eso.
Las cosas pueden significar más de lo que significan literalmente. Y esa es la línea divisoria entre el arte y todo lo que no es arte. O, por lo menos, una de las líneas. Astro City es lo que habría ocurrido si los comics antiguos, con aquella bonita simplicidad y sus personajes primarios de cuatro colores hubieran tratado sobre algo. O, más bien, da por sentado que si trataban sobre algo y nos cuenta los relatos que se quedaron por el camino.
Confesión comienza con una secuencia que es toda una declaración de intenciones. El joven Brian (nuestro protagonista) llega a Astro City y en la estación se encuentra con un predicador con cara de león. Un hombre le dice que no se fie de él. Brian le da las gracias. Al alejarse, una especie de secta superheroica/religiosa (de la que era miembro el hombre león) aparece para pedirle al hombre que le devuelve la cartera a Brian. De nuevo, las cosas nunca son lo que parecen.
El subtexto religioso está presente a lo largo de todo el arco argumental de Confesión. La situación descrita en el párrafo anterior se reproduce fielmente en el climax de la historia, si cambiamos al carterista por los invasores extraterrestres presentados en el tomo anterior. No por nada, el alias elegido por Brian es Monaguillo.
Sin duda, Busiek entiende la fe religiosa como una especie de extensión del sentido de la maravilla que se necesita desarrollar para disfrutar de los superhéroes. Aun así, es algo que pude provocar ciertas suspicacias en ciertos sectores del fandom. No obstante, esto último se olvida con facilidad frente al maravilloso desarrollo de un tropo clásico de la narrativa: un joven que aprende una lección. ¿Y cuál es la lección que aprende Brian? Que los héroes no luchan por la fama o la gloria, si no por lo que es justo. Cueste lo que cueste.
El tomo se cierra con una de las joyas más recordadas de la serie. Si en Confesión Busiek se explaya desarrollando una telemaquia muy particular, en Mientras tú estás cerca, nuestro guionista utiliza otro tropo clásico de la literatura: el amor perdido.
Conoces el tono y el timbre de su risa. Recuerdas el olor y el sabor de la piel de su cuello. Las pecas sobre el puente de la nariz. Como hablaba al dormir. Y no está a tu lado. Es muy fácil volverse loco cuando estás enamorado. Pero la cosa empieza a ser preocupante cuando conoces el timbre de la voz, el olor, las pecas y los sueños de una persona que nunca ha conocido. Eso es precisamente lo que le pasa al protagonista de esta historia. Y cree, efectivamente, estar volviéndose loco.
Todo cambia cuando El Ahorcado se presenta en su habitación y le cuenta una historia extraña. En una fecha necesariamente indeterminada, los protectores de Astro City tuvieron que enfrentarse a un terrorista temporal que había roto el espacio-tiempo. Para arreglar el desaguisado, los héroes tuvieron que asumir ciertas perdidas con el objetivo de que el mundo volviera a ser el que era. Ciertas personas desaparecerían. Sería como si nunca hubieran existido. Entre los afectados, la mujer de nuestro protagonista.
Volvemos al símil con La Odisea. En la obra, Calipso, después de siete años de convivencia con Ulises, le ofrece al viajero impenitente la inmortalidad, a cambio de quedarse con ella su isla y renunciar a Ítaca y a los suyos. Ulises, tras reflexionar unos instantes, responde que prefiere ser un hombre.
En Mientras tú estás cerca El Ahorcado ofrece a nuestro protagonista la posibilidad de olvidar. Sin vacilar, este último responde que no quiere olvidar. A continuación pregunta si la mayoría de la gente prefiere olvidar. El Ahorcado sonríe y responde (en una viñeta con ecos clarísimos de Watchmen): “Nadie olvida. Nunca”.
Tanto en La Odisea como en Mientras tú estás cerca, las decisiones que toman sus dos protagonistas son incómodas, aterradoras y solitarias. ¿Por qué las toman entonces? Descartemos la reconfortante e ingenua posibilidad del sacrificio. ¿Por quién iban a sacrificarse? Hace mucho tiempo que los dioses han abandonado los caminos de los hombres, y la naturaleza humana es sombría y traicionera.
Tanto Ulises como nuestro hombre enamorado entienden que su decisión conlleva asumir los riesgos de la muerte y el dolor, elementos inseparables de una condición humana que han aceptado en su totalidad. Calipso y El Ahorcado son figuras tentadoras y portadoras de olvido. De un olvido momentáneo, por lo demás, puesto que trae consigo la incapacidad de aceptar plenamente el lugar debido en la armonía del universo.
Suele decirse, más por tópico que por otra cosa, que los superhéroes son los mitos del siglo XXI. Si asumimos esta línea de pensamiento (y yo lo hago) la aparición de Astro City y de sus pequeñas fábulas aleccionadoras supone la irrupción del pensamiento laico en las ficciones superheroicas, del mismo modo en el que La Odisea desplazó el foco conceptual del universo desde los dioses hasta el hombre.
Y, por si esto no fuera suficiente, Busiek, Anderson y Ross consiguen que, a pesar de toda esta densidad, Astro City sea una de las lecturas más entretenidas, estimulantes y adictivas que podemos encontrarnos.
Este tomo es una auténtica joya. Si queda gente que todavía no se ha acercado a Astro City que no dude en leerlo
Cierto, este tomo es una maravilla.