Con el paso de los años, uno va conociendo autores en las convenciones y en los salones. Aquí y allí. Y estos siempre te sorprenden. Algunos porque no son como te los habías imaginado y otros porque son exactamente igual que como habías intuido. También hay decepciones. Ya saben lo que dicen: “no conozcas a tus ídolos”. Pero, de vez en cuando, en las convenciones irrumpen auténticos terremotos que dejan una huella tras de sí auténticamente inolvidable. Esto ocurrió con la presencia de Bernard Chang en las pasadas Jornadas del Comic de Avilés. El dibujante de Batman Beyond o Teen Titans fue la sensación de las Jornadas, haciendo disfrutar a los aficionados y organizadores durante el día… y la noche. Un festival hecho a su medida. Un autor hecho a medida del festival, este festival único que no puede compararse con ningún otro. Y eso es aplicable a la figura de Bernard Chang. Desde una MUY particular forma de ponerle precio a los originales que vendía y que incluía el uso de cartas hasta la sensación continua que estaba preparándose para el papel de “Resacón en las Vegas 3” (en el mejor sentido posible), su estancia en la ciudad asturiana estuvo repleta de anécdotas. Y de la siguiente entrevista.
Pedro Monje: ¿Cómo empezaste a leer cómics?
Bernard Chang: Cuando tenía cuatro o cinco años. De hecho, con esa edad recuerdo no solo leer cómics sino empezar ya a dibujar. Crecí en Taiwan y allí tenían un montón de manga. De manga japonés, manga chino… No leía como tal, solo miraba a las imágenes. Pero ya desde entonces los cómics han formado parte de mi vida.
P.M.: ¿Recuerdas aquellos mangas?
B.C.: Mazinger Z. Había más, pero no me acuerdo del título de todos. Uno que me gustaba mucho era de boxeo, sobre un adolescente que descubre que le gusta boxear para escaparse de sus problemas en la escuela. Y luego también me gustaban los que estaban basados en dibujos animados de la tele. Cuando tenía seis años, mi familia se mudó a Estados Unidos. Mi primer sábado allí, cuando encendí la tele, descubrí que todos los canales tenían dibujos animados. Era como estar en el paraíso. En Taiwan tenían dibujos en un canal como mucho, y no todo el día. Estamos hablando de mitad de los años setenta. Mi familia cambió de país en 1978.
P.M.:¿Y de la producción de cómics USA cuáles se convirtieron en tus favoritos?
B.C.: De todas aquellas series de dibujos animados la que más me llamó la atención fue SuperFriends. Ya conocía a Superman, Batman, Spiderman… También vi Star Wars cuando había salido. De hecho, también había visto una de Spiderman con unas gafas gigantes y unos lanzarredes muy particulares. Todo ello en Taiwan. Pero en USA… SuperFriends se convirtió en mi favorita instantáneamente. Así que cuando mi madre iba a comprar al supermercado yo aprovechaba para sentarme allí en la entrada a leer todos los cómics que tenían en las baldas sin pagar [Risas]. Allí conocí a Richy Rich, Scooby Doo, Mad Magazine, Iron Man… Todo el consmuo. E intentaba memorizarlo para dibujarlo cuando llegaba a casa.
P.M.:¿Recuerdas ese momento en el que empiezas a prestar más atención a los nombres de los autores que hacen los cómics que a los propios personajes?
B.C.: Con trece y catorce años en el instituto conocí a mucha gente que le gustaban los cómics. Y ahí es donde di un poco el paso. Pasar de “comprar cómics” a “coleccionar cómics”. Ya sabes: no perderte ningún número, guardarlos en bolsas free-acid, prestar atención a los créditos, comprar cómics anteriores de esos nuevos autores… En aquel momento muchos cómics me llegaban al correo, sobre todo los de Marvel. Así que cuando algo me gustaba mucho yo iba a la tienda a comprar más. Los X-Men eran mis favoritos. Dave Cockrum, Chris Claremont… Luego llegó John Byrne. Alpha Flight se convirtió en mis preferidos. Por allí estaba Mike Mignola, empezando a hacer sus primeros trabajos. Me parecía alucinante. Y también me acuerdo de flipar mucho con Jim Lee. Había algo en su dibujo que me fascinaba, y cuando hizo los X-Men… BOOM. También Paul Smith, Barry Windsor Smith… Su Weapon-X o sus cómics de Tormenta. Estaba muy metido en esto.
P.M.:¿Y cómo entras al mercado profesional del cómic?
B.C.: En mis últimos años de instituto pasaba mucho tiempo dibujando. Muchas veces lo que hacía era directamente calcar o copiar otros dibujos de cómics. Me pasaba con Arthur Adams y sus portadas de Asgard. Intentaba replicarlo como fuera. Y de John Romita Jr. No era fácil imitarles. Después de esto fui a una facultad a estudiar dibujo, bellas artes. Y los profesores nos prohibían dibujar cómics. Queríamos que pintáramos o que esculpiérmaos… Pero nada de dibujar superhéroes. Solo los artes que ellos llamaban fundamentales. Fueron tres o cuatro años así, pero al final sí que me sirvieron porque sirven para coger las técnicas y conocimientos básicos para poder dibujar bien. Cuando eres joven, si no, tienes demasiadas cosas en la cabeza y dibujas muchas veces sin pensar, solo lo que más te gusta. Pero no lo que te vendrá bien en la carrera. Es como si te gusta mucho el baloncesto, pero cuando juegas tan solo intentas hacer mates. Nada más. Así no se aprende. Es divertido, sobre todo si estás con amigos, pero eso no te convertirá en un profesional del baloncesto. Tienes que saber defender, pasar, atacar… En el dibujo hay muchas capas, muchos niveles que son los que te convierten en un buen dibujante.
P.M.: Y encima hacerlo de forma mensual.
B.C.: [Risas] Eso no se aprende nunca [Risas]. Luego fue a una facultad para estudiar arquitectura. Pero en el fondo no me gustó. Demasiado metódico. Tienes que medir, tienes que calcular, tienes que tenerlo todo en cuenta. Demasiado inglés. A mí me gusta más estar más suelto. Así que un día que estaba en Nueva York me dio por probar. Marvel y DC estaban en Nueva York, así que intenté conseguir un trabajo allí. Quizá podría dibujar un par de números al año y encima conseguir que me pagasen. Eso sería una gran satisfacción. Pregunté a la gente en el campus a ver si conocían a alguien que trabajaran en Marvel o en DC y que pudieran conseguirme un guión para acostumbrarme. Estamos hablando, claro, de épocas pre-Internet…
P.M.: Empezaste trabajando en Valiant, en una época en la que estaban allí Jim Shooter, Barry Windsor-Smith, Bob Layton…
B.C.: Bueno, nunca llegué a conocer a Jim Shooter. Hemos coincidido un par de veces años después, ya como profesional, pero allí no me lo presentaron. Uno de mis mejores amigos durante el instituto fue John Paul Leon, que también acabó dibujando cómics. Tras el instituto, él fue a una universidad distinta, de Artes Visuales. Allí conoció a otros tantos aficionados del cómic. A través de ellos conoció a Michael Davis, que es uno de los fundadores de Milestone. De hecho, es uno de los coc-creadores de Static. Michael Davis le insistía a John Paul Leon para que fuera a San Diego, con su portfolio. Lo típico. Vas allí, te presentas delante de Dick Giordiano y compañía y les enseñas lo que puedes hacer. En el último día, antes de volver a casa, vimos que había un stand que ponía “Valiant”. Era una editorial pequeña pero que estaba recibiendo mucha atención y se había puesto en ventas por detrás de Marvel y DC. Así que le dije a John… “Tenemos tiempo antes del avión, ¿por qué no probamos suerte?”. Allí Barry Windsor-Smith revisó el portfolio de John y a mí me tocó Bob Layton. Bob le echó un vistazo, le pareció que estaba bien y que si me entraba durante un año más, quizá podría conseguirme trabajo. Le pregunté a ver si quería quedarse alguna muestra de mi trabajo, para acordarse. Pero me dijo que no, y yo eso lo interpreté como una mala señal. Porque otros revisores de portfolios si se habían quedado varias páginas de muestra de mi trabajo. Ninguno de esos otros que me prometieron darme trabajo me llamó. Pero Bob sí.
Yo el siguiente curso volví a la universidad y seguí mejorando. A John Paul le dieron trabajo dibujando Static. Así que cuando a John le dieron trabajo, yo decidí volver a las oficinas de Valiant a mostrarles de nuevo mi trabajo. E inmediatamente me lo dieron. Un número de Archer & Armstrong. Esa era una serie que estaba haciendo Windsor-Smith, que creo que iba por el número cinco o seis. A mí me tocó el número nueve. Lo que significaba que yo iba a ser el primer fill-in de BWS. Bob me llevó a su oficina y me enseñó a dibujar a Archer y Armstrong. Cada semana tenía que dar cinco o seis páginas de la historia, las cuales las hacía al salir de la universidad. Las llevaba a la oficina y me las revisaba, tanto la fase de diseño como de lápiz. Y al acabar este primer número ya me ofreció mi primera serie mensual.
P.M.: Con Doctor Mirage…
B.C.: Si. Me pareció estupendo. Pero le dije que dibujaría la serie para él con una condición. Si hacía al personaje principal un hombre de raíces asiáticas… pero que no supiera nada de kung-fu [Risas]. No hay muchos actores o actrices asiáticos en la televisión o en el cine en Estados Unidos, y en los libros pasa más o menos lo mismo. Y la mayoría de los que sí hay, son luchadores y hacen kung-fu. Creí que teníamos una oportunidad de cambiar un poco eso. Me parece que pensó que yo tenía muchos cojones [Nota del traductor: Bernard Chang dice cojones en castellano, recreándose todo lo que puede], pero al día siguiente me dijo que estaba de acuerdo conmigo. Aunque por un segundo pensé que me iba a decir que no y no volvería a trabajar con él… Yo creo que pensó que yo podría aportar algo de autenticidad a la serie, ya que yo tengo raíces asiáticas y americanas. Podría imaginarme el pasado, la personalidad, la parte cultural… Así que todo surgió así.
P.M.: A raíz de esto, antes comentábamos brevemente tu opinión sobre el hecho de que eligieran a Scarlett Johansson para protagonizar Ghost in the Shell…
B.C.: Si, estas cosas tienen su parte negativa y su parte positiva. El “white-washing” no debería ocurrir, pero si te fijas en la historia de Hollywood ha pasado desde siempre. Cada vez que sale un actor o actriz asiático, no suele ser en el bando de los buenos. Y cuando es para adaptar alguna historia en la que esos personajes son buenos, lo que hacen es elegir a algún actor americano. Muchos de mis compañeros de la universidad tenían ese problema. Cuando tenía algún casting, no iban salvo que especificara “hombre asiático” o “mujer asiática”. Cualquier otro papel en el que solo se indicara la edad, el trabajo o similar, estaban destinados por defecto a hombres y mujeres blancos. Mis amigos no podían ganar esa batalla. Los del casting nunca les dejaban. Solo podían ir si era para papeles de dueños de un restaurante chino, ninjas o prostitutas. Esto ocurría en los años noventa. El estereotipo es muy difícil de quitar. En la vida real nos cruzamos todos los días en la calle con gente asiática. Pero no en las películas. Hay que dar un toque de atención a todo esto. Igualdad de oportunidades. Ahora es cierto que ocurre menos. Lo sé porque mi ex-mujer es actriz, y en algunos papeles, aunque no especifique la raza, puede que sea para una persona de raíces asiáticas. No significa que te lo vayan a dar, pero al menos te dejan entrar a la sala de la entrevista. Ahí, eso sí, tienes que ser al menos dos veces mejor que el resto para que te cojan, pero por lo menos está la oportunidad… Hay una película, 21, con Kevin Spacey. Es una película basada en una historia real. Está escrita por un asiático-americano. En la realidad, les sucedió a asiáticos-americanos. Pero cuando la rodaron, tan solo había uno en todo el reparto…
P.M.: Estuviste trabajando en Valiant durante tres o cuatro años, antes de dar el salto a Marvel, donde hiciste varios números mutantes.
B.C.: Estuve allí durante un poco más de cuatro años, porque al poco de entrar firmé un contrato de exclusividad de cuatro años. Yo tenía poco más de veinte años. Y todavía me quedaban un par de años para acabar la carrera, ya que había dividido los años y las clases para poder compaginar entre la universidad y dibujar para Valiant. Yo dibujaba muy rápido, pero no podía hacerlo todo a la vez. Tras el contrato en exclusiva, decidí picotear en otros lados. En ese momento John Paul Leon estaba trabajando en Marvel, con Alex Ross. Su editor era Mark Powers, así que pude tener una reunión con él. También estuvo presente Bob Harras, y me preguntó a ver qué quería dibujar. Así que le dije lo que más quería, lo mejor del momento: X-Men. Y pude dibujar un cómic de X-Men. De hecho, os diré una cosa. Justo en aquel momento estaban buscando un dibujante titular para la serie, pero yo pensé que prefería explorar otras cosas antes de caer en la rutina de una serie mensual. Fue una experiencia interesante, de todas formas. Tras eso también pude conseguir una entrevista para Disney, justo cuando cumplí los veinticuatro años. Y decidí apostar por un cambio radical en mi carrera. Y en mi vida. Porque trabajar para Disney iba a implicar cambiarme de costa e ir a vivir a California. Vivía en Nueva York, en un piso que comprartía con Sean Chen [dibujante también invitado a las Jornadas del Comic de Avilés del 2018 y al que entrevistamos en la Dolmen del pasado mes de enero] Pero no tenía mujer ni hijos así que… ¿por qué no? Con esa edad es el momento idóneo. Negocié un contrato de tres años. Total, si algo salía mal… siempre podía volver a la industria del cómic. Disney me hizo una oferta que no pude rechazar, financieramente.
P.M.:¿Y cómo recuerdas esta etapa de tu vida?
B.C.: Aprendí muchísimo, sobre todo nada más llegar. Trabajaba sobre todo para la parte de videojuegos, Disney Animado. Como venía con un pasado de dibujante de cómics, me asignaron al departamento de diseño de personajes y conceptos. No llegué a ser el Director Artístico, pero si el Dibujante Senior. No tenía ni idea de cómo usar un ordenador al principio, pero hice mucho diseño para años. Pero, cosas que pasan, aunque había firmado para tres años… a los ocho meses de llegar yo allí tuvieron un gran despido masivo y me echaron. Fue una locura. Locura de las grandes corporaciones. Por mi sueldo podían mantener a tres o cuatro recién llegados de la universidad. Es lo que hay. Así que al día siguiente me presenté en Disney Imaginary, que es la filial de Disney que se encarga de todo el diseño de parques de atracciones. Ya sabes: Disneyland, Disneyworld… Fui a la entrevista un poco a ver si sonaba la flauta, pero la entrevista se fue alargando con el paso de las semanas… de los meses… tenían varios candidatos y no acababan de decidirse. A los tres meses me contrataron. Y lo hicieron en función de mi conocimiento de los cómics y de arquitectura. Estuve allí trabajando con ellos cuatro años.
Y esa sí que fue una gran experiencia. Pude reunirme muchas veces con gente que habían diseñado los parques temáticos y parques de atracciones que me habían encantado de niño: Four Flags, por ejemplo. Gente que habían trabajado con el mismísimo Walt Disney. Yo era el más joven de todo el departamento, porque tenía casi veinticinco años y todos los demás tenían casi cincuenta años. Fue todo un desafío. Y muy divertido. Creo que aporté mucha energía. Lo hacían casi todo en papel, no usaban todavía nada por ordenador, así que les pude ayudar. Empiezas con una hoja en blanco y tienes que crear a partir de ahí. Ellos te van diciendo si está bien o está mal según lo que crees, pero el responsable eres tú. En parte es una pena, porque el 90% del trabajo que realicé nunca vio la luz. Te puedes pasar tres meses diseñando un parque de atracciones y luego no se hace. Porque es muy caro. O porque la empresa ha decidido ir en otra dirección. Era muy impredecible. Y encima puedes entrar a los parques gratis y cuando no están abiertos al público. Aunque no es muy recomendable, porque a veces ves a Micky Mouse sin cabeza… [Risas]. En definitiva, no solo ves la magia… sino que ves cómo se hace la magia. Y eso es grandioso.
P.M.: Me gustaría hablar también sobre tu trabajo en DC, donde sobre todo has realizado varios trabajos en su catálogo. ¿Has cambiado tanto de serie por deseo personal o ha sido cosa de la editorial?
B.C.: Creo que es un poco de ambos, depende de en qué etapa. Empecé con Wonder Woman. Tuve una reunión con Dan Didio, donde nos sentamos y hablamos de qué cosas quería dibujar. Fue en 2008. Ellos querían que yo dibujara a los Titanes… pero una serie de grupo puede ser mucho trabajo. Acababa de terminar en Disney y prefería una serie de un solo personaje. Quería Wonder Woman. Ya tenían un dibujante regular, y no me importaba ser el sustituto, porque sabía que iban a necesitar tres o cuatro números al año de un dibujante sustituto. Lo cerramos así. Pero tras siete u ocho números de la serie, habíamos hecho los mismos números el titular y yo. Tras esto tuvieron una plaza disponible en Superman, con James Robinson. Ya había trabajado con aquel editor y me pareció interesante. Lo que empezó como un número acabaron siendo cinco o seis… y entonces es cuando decidieron un cambio editorial en la franquicia, con nuevos equipos. Así que me ofrecieron otras series disponibles. Supergirl. Con Nick Spencer. Al menos el primer número, porque justo tras eso Nick Spencer se fue a Marvel. Yo aguanté cinco o seis números. Y justo entonces llegaron LosNuevos52. Ahí me ofrecieron cuatro o cinco series para que dibujase la que más me apetecía. Pero justo las que yo quería ya estaban ocupadas. En este punto llevaba ya varios meses dibujando para DC y no quería ser un dibujante sustituto, así que preferí encargarme del mini-proyecto de Deadman y esperar a ver si en cuatro meses había algún puesto titular libre. Luego salió lo de Vandal Savage… Pero Deadman fue muy divertido. Y para documentarme empecé a ver Juego de Tronos [Risas]. Antes de empezar a dibujar cada serie, lo que suelo hacer es dibujar a cada personaje varias veces en una página. De prueba. Así puedo cambiar cosas aquí y allí antes de empezar y me familiarizo con los personajes.
P.M.: Nos queda poco rato para hablar sobre tu serie actual, Teen Titans.
B.C.:¡Si, es que me enrollo mucho! [Risas] ¡Teen Titans! Con Adam Glass, que es el showrunner de Supernatural. Tres personajes que vuelven (Robin, Kid Flash y Red Arrow) y tres nuevos personajes: Djinn, Roundhouse y Crush. Crush es la hija de Lobo, así que es como la nueva tipa dura del grupo, lo cual no le sentará bien a Damian Wayne. Y yo, como gran fan del X-Men versus Teen Titans de Walter Simonson, estoy emocionadísimo con esta etapa.
P.M.: ¡Pues esto es todo! Muchas gracias por tu tiempo.