Con Vertigo sacrificada por parte de DC, a España continúan llegando algunas de las últimas obras del sello que cambio la forma de hacer y entender los comics a finales de los 80 y principios de los noventa. Obras como la El Club de los Supervivientes (2015-2016), centradas en recuperar la esencia del terror a través de la historia de seis niños traumatizados por acontecimientos que escapan de la comprensión humana.
Terror, manifestación máxima del miedo. Estado de excitación que supera a los controles del cerebro, sobreviniendo el pensamiento irracional, asociado a un trauma de proporciones muy intensas… Así es como se define el terror, la emoción que atenaza a los seres humanos cuando el miedo ya no es suficiente. Y bajo este nombre se adscribe un género, el del terror, anclado a la literatura, el cine, el teatro y el cómic, con el objetivo de lograr generar en el espectador y lector, esa sensación de miedo extremo.
El género, como tal, posee desviaciones sobre sus propias normas y herramientas, existiendo a su vez subgéneros dentro del género global que exploran y explotan otros factores asociados a este sentimiento. El cine y el teatro donde se juega con la imagen, la música, la ambientación y la iluminación, logran triunfar la mayoría de las veces en su objetivo, mientras que la literatura precisa de un talento especialmente fino y depurado a la hora de poder alcanzar el estado narrativo necesario para atrapar al lector y llevarlo a un estado de tensión y desasosiego tal que sienta pavor por lo que esta leyendo. ¿Y el cómic? ¿No es el cómic la mezcla de imagen y texto? Por lo tanto, debería jugar con cierta ventaja sobre la literatura y estar cerca de los éxitos del cine o el teatro… Y sin embargo se enfrenta a los mismos retos que la literatura a la hora de alcanzar su meta.
Escribir un relato de terror en muy difícil, combinar ese texto con imágenes resulta un ejercicio solo apto para los más válidos, los más capaces, los escritores más habilidosos como Lauren Beukes y el guionista Dale Halvorsen, que logran conectar el mundo real con el horror de un mundo oculto a la vista pero que observa de forma libidinosa desde las sombras.
Lauren Beukes, es una novelista sudafricana de 43 años, que cultiva con éxito el género de ciencia ficción (The Shining Girls, Zoo City), así como la no ficción (Maverick mujeres extraordinarias del pasado de Sudáfrica) y que ha publicado en Vertigo con anterioridad. En esta ocasión se sumerge en el terror con una historia que arranca cimentada sobre los cánones más clásicos del cine dedicado a este género. La casa encantada, la muñeca infernal, el videojuego maldito, el vecino monstruoso, el fantasma vengativo, el amigo imaginario asesino… para construir un relato humano que se esconde en el pasado de seis supervivientes a una oleada de horrores que asoló en 1987 seis localizaciones distintas de los Estados Unidos.
Retomando la idea de la dificultad que entraña poder despertar sentimientos tan primarios como el terror en el lector, El Club de los Supervivientes, se adentra de lleno a la hora de tocar todos los subgéneros inherentes al terror secuencial. Hay acontecimientos sobrenaturales, infecciones biológicas, manipulación tecnologicas, posesiones, sadismo, gore… con el único fin de resultar perturbadora. No hay dos lectores iguales y por tanto acertar en el objetivo de la obra resulta más fácil si esta toca, con destreza, las diferentes cuerdas del laúd del terror.
El ardid funciona bien y mantiene al lector dentro de la historia, de las seis historias, que van discurriendo con fluidez de manera que se va generando un misterio en paralelo que añade interés por una trama que si adolece en algunos momentos menos inspirados. Sin embargo, como si los autores lo supieran, actúan con rapidez y eficacia, cambiando el registro en el momento adecuado para poder insuflar de nuevo un balón de oxígeno con el que poder continuar adentrándose en está insana historia de muerte, locura y angustia.
Saber que une a los seis protagonistas, mientras se enfrentan a situaciones cada vez más violentas, atroces y escalofriantes, culmina sin llegar a alcanzar un estado similar al terror, pero si logra un desconcertante desasosiego que inquieta a lo largo de la lectura lo suficiente como para que resulte atractiva a los amantes del género. El pasado y el presente de las vidas de los personajes discurren de forma paralela a lo largo de la historia y añade un fondo adicional a la trama, puesto que favorecen el vinculo emocional con los protagonistas, que llegan a importar lo suficiente como para ser relevante. Y aún así es el punto más flojo, puesto que, aunque hay interés por el bienestar de los personajes, este no acaba de coagular de forma clara, con momentos en los que no llega a importar lo que pueda pasarles. La disparidad de caracteres y una puesta en escena carente de fuerza, con pasados excesivamente anclados en el estereotipo, no logran la tridimensionalidad deseada para que todo el conjunto funcione adecuadamente.
Hay que dedicarle espacio a la parte gráfica, fundamental en todo cómic pero que, en uno focalizado en el terror, adquiere el carácter imprescindible a la hora de lograr alcanzar el ya citado objetivo de aterrorizar. Ryan Kelly realiza un trabajo notable, con un más apreciable esfuerzo visual tanto en el control anatómico, el diseño de personajes y su lenguaje y expresividad facial. Resulta muy complicado plasmar mediante imágenes estáticas la abrumadora marea de sensaciones y emociones que los personajes experimentan, por lo que es algo primordial ser capaz de transmitirlo de forma muy clara y directa para que impresione al lector. Kelly, en este aspecto, resulta algo irregular en su propuesta, con escenas brillantemente narradas, innovadoras y muy inquietantes, en contrapunto a otras con un pobre desarrollo, convencionales y poco estéticas, virando al mal gusto visual por lo ineficaces que resultan.
Cabe destacar las impresionantes portadas de maestro Bill Sienkiewcz, que introducen de lleno al lector en este particular mundo de forma cruda y directa… y todo eso sin necesidad de abrir el cómic.
El Club de los Supervivientes es una obra que no aporta nada nuevo al género, que se mueve bien a través de los clichés más manidos, siendo capaz de desarrollar una historia interesante, misteriosa, inquietante, visualmente perturbadora y tóxica, con la que satisfacer a la inmensa mayoría de paladares. Sin embargo, dista mucho de ser una obra capaz de fascinar por su forma y fondo, quedándose en mera anécdota global para aquellos aficionados al género más intenso y desarrollado.
A medias.
Guion - 6
Dibujo - 7.5
Interés - 6
6.5
La miniserie funciona a niveles muy superficiales y primarios, pero se pierde en el fondo al no ser capaz de transmitir una mayor profundidad narrativa y conceptual en el planteamiento tanto narrativo como visual.