Vivimos tiempos editoriales complejos. Nadie puede negar que el impacto del cómic en el ámbito audiovisual se haya trasladado a un plagado tejido editorial donde se publica la mayor cantidad de material que el aficionado del lugar recuerda. Pocas veces, si echamos la vista hacia al pasado, se ha editado tanto y de la manera más óptima. También es cierto que se perciben signos preocupantes, como el progresivo encarecimiento del producto, marcando una peligrosa tendencia hacia el abandono de los formatos populares, más allá de la sempiterna grapa. Que una editorial puntera se marque un crowfunding para publicar un Kirby nos debe dar una idea de cuan peligroso se puede llegar a poner el asunto. En el aficionado se crea una falsa disyuntiva entre el sector coleccionista y el sector lector. Uno de los primeros adalides del sector coleccionista en España fue la línea Marvel Limited Edition. Un acuerdo entre Panini Cómics y SD Distribuciones donde se daría salida a títulos minoritarios, en una edición de lujo y numerada. Desde su nacimiento en 2015, este producto se ha ido expandiendo, abarcando diversos arcos temporales, además de incluir licencias que ahora mismo están fuera del ámbito marvelita (los Archivos de El Planeta de los Simios, propiedad de Boom!, o el próximo tomo de El Prisionero, cuyos derechos obran en manos de Titan). Su extensión y difusión en el mercado nos marca una tendencia clara de un tipo de comprador que parece dispuesto a asumir el valor de los tebeos como artículos limitados.
Otro nuevo formato que apela al gusto visual del coleccionista es el Marvel Omnibus. De reciente llegada a España, es un tipo de publicación que lleva circulando en USA desde hace unos cuantos años. Ese ha sido el formato designado por la editorial italiana para recibir a Conan de nuevo en su catálogo. Por si alguien pensaba que habíamos perdido el hilo, tenemos muy claro que esta es una entrada para hablar largo y tendido sobre el cimerio. Grandes fastos por la vuelta a Marvel Comics del personaje creado por Robert E. Howard comportaron que sus derechos revertieran, en el terreno europeo, para las arcas de Panini.
Planeta, que lleva publicando sus aventuras desde hace más de treinta años, y que había hecho la transición silenciosa entre Marvel y Dark Horse, en su momento, ha continuado sacando al mercado material (precisamente el de Dark Horse, con su característico recoloreado) durante este 2019. Lo que ha dado lugar a que dos compañías inunden ahora mismo los puntos de venta con la reconocible cara de Conan en su portada. Lo dicho, son tiempos magníficos para ser un seguidor de cómic.
Lo que Planeta ha dejado completamente de lado es la recopilación de La Espada Salvaje de Conan. En su momento publicó un coleccionable, a un precio muy competitivo, aunque en algunos tomos los materiales no hacían justicia a la obra reproducida. Estamos hablando de 2015, cuando no se podía si quiera ni adivinar la recompra de Marvel de los derechos del cimerio. Por tanto, un material complicado de localizar en las tiendas especializadas. Con la asunción de Conan por parte de la Casa de las Ideas, muchos esperábamos una edición en las mejores condiciones para una de las cabeceras de más calidad de los años setenta. Finalmente Marvel, y consecuentemente Panini, han proveído, con la publicación serializada de La Espada Salvaje de Conan. Algo que nos lleva a nuestra reflexión inicial. El formato elegido para nuestro terreno patrio es el Marvel Omnibus, no el Limited Edition, que en esencia le acerca al de su homónimo en comic-book. Pero en una jugada extraña se ha decidido pasarlo a tiradas limitadas, lanzando un mensaje de urgencia al lector. Es realmente triste pensar que un material de tal calidad como La Espada no esté disponible siempre en el mercado y se juegue con el aficionado de esta manera. Lo dicho, signos de preocupación sobrevuelan el mundo del lector de cómic.
Pasando ya de irrelevantes reflexiones, lo importante es que se ha dado comienzo a la recopilación de este clásico marvelita. Una edición que viene con unas calidades superlativas, dispuesta a ser la versión definitiva, hasta nueva orden. El primer paso se ha convertido en un número cero, con la agrupación de los cinco primeros ejemplares de Savage Tales, el lugar donde Conan debutó, en el terreno del blanco y negro, previo paso a tener su propia colección en el territorio Curtis. Panini y SD no se han ceñido únicamente a las aventuras del Bárbaro, sino que se han reproducido los magazines en su integridad, exceptuando aquellas partes de las que Marvel actualmente carece de derechos (Red Sonja, Kull, Blackmark, etc.). Aunque también hay que ser contundentes a este respecto, la gran mayoría del tomo pertenece a Conan, además de recordar que hay parte de ese material publicado en otros MLE, al confeccionarse por personajes (casos de Ka-Zar y el Hombre-Cosa).
La serialización de una colección tan extensa (235 números más los cinco de Savage Tales) se antoja un proyecto más que faraónico para esperar a su conclusión. En Zona Negativa no cabemos en sí de gozo por la noticia, por lo que se ha decidido montar un especial a la altura. Se han reunido algunas de las espadas y hachas (literarias) afines al personaje de Robert E. Howard para dejar sus impresiones sobre el cimerio. Por aquí tendrán a Sergio Aguirre, Tristan Cardona, Arturo Porras, Raúl Gutiérrez y Luis Javier Capote Pérez, como aspirantes a aedos, para cantar las excelencias de la Era Hiboria. Pero antes, se antoja necesaria una introducción al magazine homenajeado, conocido en nuestro país como Relatos Salvajes.
Savage Tales
La extraña simbiosis que se reconoce entre Conan y Marvel surge incluso antes de su publicación en viñetas. En 1966, un recién llegado al medio como Roy Thomas descubre su primera novela con protagonismo del Bárbaro. Conan The Adventurer se llamaba el ejemplar, que para un licenciado en literatura inglesa, supuso un refrito de conceptos pulp, medianamente bien escrito pero sin nada a destacar. Los cuatro relatos que formaban parte del libro le descubrieron un mundo bastante apegado al suelo cuyo protagonista y ambientación se imbricaban en el género denominado “Espada y Brujería”. Thomas empezaba a disfrutar moderadamente de una temática, de la que no era particularmente partidario, por su formación académica. Y eso que hablamos de un declarado entusiasta de la fantasía, escritor de tebeos de superhéroes. Una vez más, el empuje necesario vino del exterior.
A finales de los años sesenta, los cómics Marvel disfrutaban de un acomodado estatus. Los pijamas habían consolidado una estructura editorial, que zozobraba peligrosamente en los años cincuenta hacia su desaparición. La compañía de Martin Goodman puso su fe en Stan Lee y su idea de la Era Marvel, resultando un completo acierto. Conforme la editorial fue ganando lectores, cada vez de más avanzada edad, también se fue llenando de sensibilidades distintas. Y uno de las reclamaciones más demandadas era la temática de la Espada y Brujería. Stan era muy permeable a los requerimientos de los lectores y no dudó en trasladar esas misivas a Thomas, que rápidamente se sumó a la tormenta de ideas. La solución más fácil hubiera sido crear un personaje propio. Pero ni Stan ni Roy se reconocían como sabedores de los rudimentos del género, por lo que optaron por algo que tuviera ya un trasfondo creado. Eso implicaba la compra de licencias, que tuvieron que plantear a Goodman, bastante conocido por ser un tacaño en esas lides. Martin, pese a su fama, aceptó el intento de compra de licencias, pero con cantidades controladas. Lee le cedió a Thomas la potestad de negociar con agentes varios. 1969 se convierte en el año de la búsqueda de una licencia de Espada y Brujería.
Stan y Roy pusieron tres nombres claves sobre la mesa: Thongor, Kull y Conan, los dos últimos creaciones de Robert E. Howard. La primera intentona se dio con Thongor, el favorito de Lee, pero Lin Carter se mostró como un hueso duro de roer, exigiendo más dinero del que Roy podía asegurar. El siguiente testeo resultó más provechoso puesto que el guionista se puso en contacto con Glenn Lord, agente que gestionaba los derechos de Conan para los herederos de Howard y estuvo de acuerdo en recibir doscientos dólares por cada número que apareciera el Bárbaro. Eso sí, en el trato inicial se especificaba que siempre se tratarían de historias nuevas, nunca adaptaciones de obras escritas por el autor original. Marvel ya tenía el derecho legal de usar al cimerio en la mano, a Thomas como guionista designado y a John Buscema como dibujante titular. El gasto provocado en adquirir los royalties obligó al staff editorial a buscar un artista con menos caché, ya que Goodman quería recuperar la inversión a no muy tardar. Un joven dibujante inglés llamado Barry Smith se quedaría con los galones y desde luego, no salió nada mal la jugada.
El primer comic-book de Conan The Barbarian salió al mercado en octubre de 1970, iniciando una larga serie que acabaría convertida en un superventas de la editorial. Thomas fue allanando el terreno con la presentación de Arkon en el Universo Marvel o la introducción de Starr el Asesino, el que se considera primer héroe de Espada y Brujería en la compañía. Pero el plato fuerte era la versión Marvel del cimerio, que venía con ganas de triunfar. No estamos aquí para hablar de la versión a color del Bárbaro, sino de la que corresponde a magazines. Si tienen interés en ampliar datos solo hace falta que consulten este colosal artículo realizado por Raúl Gutiérrez o sigan paso a paso las Leyendas de Conan, que Tristan Cardona está componiendo poco a poco en esta nuestra revista.
El caso es que a la revista a color le costó despegar. No fue hasta su #8 cuando el título comenzó a levantar el vuelo. Pero su #1 trajo números muy vigorosos, a ojos de los editores, por lo que Stan Lee ya se veía sacando toda una serie de revistas sobre Espada y Brujería. A eso le añadimos que, a primeros de 1970, Roy Thomas le había presentado a su editor jefe un proyecto basado en una colección para adultos, en elegante blanco y negro. Stan, partidario como el que más de crear una línea para lectores maduros, había apoyado enérgicamente la propuesta. El nombre, sonoro como pocos, era Savage Tales. Perfecto para héroes musculosos dispuestos a descuartizar cuantiosos enemigos. Comienza así la confección de estos Relatos Salvajes, aunque al principio no estaba muy claro que fuese a tener protagonismo de Conan.
Stan tomó la iniciativa para determinar el contenido. Como siempre, esbozaría las ideas y otros se encargarían de desarrollarlas. Las partes vendrían tal que así: una historia dedicada a Ka-Zar, el selvático oficial de la casa, otra apelando al género del terror, con un concepto sin pulir llamado Hombre-Cosa, una fusión de ciencia ficción y aventuras con las Femizonas, una trama centrada en el África negra y un reclamo de la Espada y Brujería, el rey Kull. Lee no quería a Conan en dos revistas a la vez, por lo que se fijó en esta creación de Robert E Howard, para ser cabeza de cartel en Savage Tales. No sabemos bien el por qué (ni siquiera Roy recuerda cómo ocurrió; apunta a la llegada de las ventas del #1 de Conan The Barbarian, aunque con escasa seguridad), pero el editor jefe cambió de parecer. Thomas, que sería el editor y guionista destacado del magazine, pensaba que la estrella primordial sería Ka-Zar. Su sorpresa fue mayúscula cuando Lee le aseguró que no, que sería el bueno de Conan el que sostendría sobre sus hombros la revista. El guionista, junto a su colaborador en comic-book, Barry Smith, debía darle una pátina más adulta a las tramas del cimerio, cosa que el entorno del personaje facilitaba sobremanera.
Savage Tales #1 se difunde en puntos de venta en mayo de 1971. Una revista en blanco y negro con un logo inventado por el propio editor, tratando de enfocar el título para lectores maduros. Abre el ejemplar la adaptación de un relato de Howard, “La Hija del Gigante de Escarcha”, a cargo del dúo mágico formado por Thomas y Smith. Dejemos de lado un momento a nuestra estrella y fijémonos en el resto del contenido. La siguiente trama cuenta con el debut de las Femizonas. Estas correosas guerreras surgen del deseo de llamar la atención sobre el movimiento de liberación de la mujer. Reconocido por Lee y Thomas en uno de los editoriales, la historia corre a cargo de Stan. En ella se nos presenta un futuro distópico donde la hembra es la especie dominante y la totalidad de los hombres son esclavos. Como decimos, en aras de sublimar las capacidades de la mujer como personajes relevantes. Pero claro, cuando en el desarrollo seguimos las peripecias de un macho que ha sido injustamente subyugado y mientras la única que parece comportarse de una manera misericorde es aquella que pretende ayudarle, a la vez que sus compañeras son presentadas como déspotas, el mensaje que le queda al lector es un tanto confuso. A nivel artístico, eso sí, ninguna pega. John Romita Sr. se hace cargo de todo el aparato artístico, es decir, lápiz, tintas y grises, dejando un auténtico catálogo de saber hacer, una pequeña maravilla gráfica, para deleite de los afortunados seguidores marvelitas.
El siguiente de la terna en saltar a escena es el Hombre-Cosa. Creación que tenía que imbricarse en el popular género del terror, se trata de la adaptación propia de un personaje de la Golden Age conocido como The Heap. Su vuelta al terreno de las revistas del horror, gracias a la editorial Skywald, estimuló a Roy Thomas para darle una vuelta de tuerca en Savage Tales, cosa que también ocurrió en la acera de enfrente, con el nacimiento de La Cosa del Pantano, de Len Wein y Bernie Wrightson. Para su finalización, se contó con los guiones de Gerry Conway y el excelente arte de tono realista de Gray Morrow. En este #1 observamos su historia de origen y las características básicas con las que debía contar el personaje, un monstruo informe sin capacidad de habla o raciocinio, unido al mundo que le rodea solamente por la empatía.
El argumento sobre el Hermano Negro tiene más tela que cortar. Resulta que esta es la trama que debía versar sobre el África salvaje. Thomas se la ofreció a un viejo amigo suyo, Denny O’Neil, y las tres partes implicadas se reunieron para ver hacia dónde dirigir el relato. Lee expuso el nombre del personaje, M’Tumbu el poderoso, un carismático líder de una nación localizada en el continente negro. Al bueno de Denny no le interesaba el enfoque propuesto, pues parecía la típica historia pintoresca sobre un negro a disfrutar por blancos. El guionista pensaba que ese nombre no generaba más que tipismo y que el verdadero problema del África era que el hombre blanco abusaba de ella. Stan no terminó muy contento la reunión pero accedió a que pusiese las diferentes notas por escrito. Sin saber el cómo o el por qué, el guion llegó sin pulir al artista designado, Gene Colan, que lo dibujó de una manera magistral, terminando las tintas su compañero habitual, Tom Palmer. A Lee casi le estalla la cabeza cuando vio que su M’Tumbu se había convertido en el Hermano Negro y la historia en un thriller político sobre un hombre fiel a sus ideales. O’Neil, que entonces estaba en plantilla de DC, decidió firmar este encargo como Sergius O’Shaugnessy, pseudónimo extraído de una novela de Norman Mailer, para evitarse cualquier tipo de problema en la Distinguida Competencia.
El cierre de Savage Tales #1 pertenece a Ka-Zar y a su fiel Zabú. El Señor de la Jungla Escondida era un personaje habitual del entorno compartido. Ya fuera como estrella invitada o como protagonista de su propia serie regular, Ka-Zar era alguien relativamente bien conocido en el entorno marvelita, pues si miramos hacia atrás en el tiempo, lo podemos rastrear hasta en tiempos de la Era Timely. Stan Lee, el encargado de reintroducirlo en continuidad y de abrir el primer segmento dedicado a él en la compañía (pese a que lo abandonó rápidamente, con la salida de Jack Kirby hacia DC), se pone al frente del procesador de textos para presentar una trama autoconclusiva donde el enemigo, de nuevo, proviene de la civilización exterior, empeñados en romper el clima de tranquilidad de la jungla escondida. Con los elementos habituales al personaje, añadiéndole un punto de mayor erotismo, esta historia muestra que Ka-Zar se defendía muy bien en el terreno para adultos, como luego pondrá en práctica a partir de Savage Tales #6, heredando el protagonismo total de la misma. Dibuja un pletórico John Buscema, en rotundo blanco y negro. No creo que sea necesario añadir nada más.
Este es el modelo de la revista Savage Tales. Antología de historias, con importancia capital para Conan, enfocada para adultos, en el terreno del blanco y negro. Y sus autores se mostraban satisfechos con el trabajo realizado y resueltos a laborar para su segundo número cuando Martin Goodman cortó de raíz todas la expectativas. No habría Savage Tales #2, al menos de momento. Comienza una serie de cancelaciones, relanzamientos, retrasos, pseudo cierres y demás incidencias que deja los inicios de la andadura de esta revista como algo demasiado accidentado. El número dos fue autorizado por Stan Lee, ascendido recientemente a Publisher, en el año 1973.
Octubre del 73 (fecha de portada) es la fecha oficial para el relanzamiento de los Relatos Salvajes. De nuevo, al estilo magazine de Curtis, lo que incluye artículos y pin ups varios, con protagonismo esencial de Conan. La recreación (en tres partes) de “Clavos Rojos” supone uno de los hitos de Thomas y Smith con el personaje. De hecho, entre el #2 y el #3 de la colección, solo encontramos un argumento que no trate del cimerio (recordamos, de aquello que ahora mismo es publicable para Marvel). Se trata del relato llamado “Un Lúgubre Futuro”, donde Gerry Conway y Gray Morrow nos traen una breve fantasía futurística, sin ninguna relevancia ulterior.
Tras la publicación del #3 USA, Thomas decidió cancelar la colección. Él mismo se justificaba en un editorial. A esas alturas, y con los vaivenes de la incierta publicación, no se sabía si la revista vendía lo necesario para continuar. El proceso de confección de un magazine era más caro que el del comic-book, por lo que se necesitaban resultados concluyentes para seguir con la empresa. Ante la incertidumbre, Roy Thomas prefirió aplazar sine die el #4, hasta que los tiempos fueran propicios. Para sorpresa del Bullpen, las reacciones fueron realmente airadas, exigiendo la vuelta del magazine. Por tanto, sí que había un público que demandaba el producto. Pronto, esa sensación ser vería refrendada con las cifras de venta, convirtiendo a Savage Tales en una cabecera bimestral, de forma fija.
El único detalle negativo de ese #4 es que sería el último en el que participaría Barry Smith. Cansado de las presiones del mainstream, decide retirarse a pastos más tranquilos. Otros dibujantes se harán cargo del personaje, nombres nada irrelevantes como Neal Adams, Gil Kane o Jim Starlin.
La cuestión es que los Relatos Salvajes se consolidan como colección en el mercado del blanco y negro, gracias a Conan el Bárbaro. De ahí que para su #5 se prepare una jugada muy especial. Se trae de nuevo a Ka-Zar, en una historia guionizada por Stan Lee y dibujada por John Buscema, el equipo artístico que se presentó en el #1. De hecho, esta segunda colaboración estaba pensada para el Savage Tales #2 que tardó demasiado en salir, por lo que este contenido se coloreó y adaptó para salir en comic-book, en la serie regular del Señor de la Jungla Escondida. Aquí la tenemos tal y como se concibió de origen. A Roy le sirvió para testear a Ka-Zar como posible sustituto de Conan, ya que el editor había conseguido la aprobación de un magazine exclusivo para el entorno del cimerio, The Savage Sword of Conan. Nuevas posibilidades se abrían para Conan, esta vez con el dibujante pensado en aquel lejano inicio, el gran John Buscema. Savage Tales continuaría con Ka-Zar como eje fundamental; su cometido había sido cumplido con creces, convertir a cierto Bárbaro en una estrella de los magazines para adultos.
Nos encontramos ante el inicio de una leyenda. Unas páginas que valen su precio, además remasterizadas de una manera magistral por parte de Marvel USA e igualmente reproducidas de manera intachable en la versión patria, obra y gracia del binomio Panini-SD. Observar el increíble trabajo de talentos como Barry Smith, Gene Colan, John Buscema, John Romita, Gray Morrow, Gil Kane, Neal Adams o Jim Starlin, por cierto, a su tamaño original, como debe ser, es uno de los mejores regalos que nos deja este Marvel Omnibus. Un formato impecable para degustar este clásico del cómic norteamericano. No vamos a decir que las tramas argumentales sean deficientes, ni mucho menos; eran historias que trataban de arriesgar, no en vano estaban pensadas para el público adulto. Roy Thomas se muestra especialmente inspirado, en relación a su trabajo con el cimerio. Pero es que el apartado artístico es tan sobresaliente que cuesta mucho no destacarlo, para interés del público interesado.
Así finalizamos esta reseña del tomo que corresponde a Savage Tales. Indicando a todos los posibles indecisos que no se arrepentirán si se hacen con este material y que es con diferencia la mejor edición que podrán encontrar en el mercado hispano. Desde las magníficas portadas pintadas por John Buscema, Pablo Marcos y Neal Adams, hasta los cuidados interiores, pasando por interesantes artículos y editoriales, este volumen es disfrutable de principio a fin. Si han seguido el texto hasta aquí habrán notado que se ha pasado de puntillas por las historias de Conan propiamente dichas. En este punto nos hemos centrado en la génesis de la revista y en el material que no tenía como protagonista al cimerio. Todo tiene una explicación. El grupo selecto de redactores aquí congregados va a hacer uso del derecho a réplica para dar su propia versión de los hechos. Sin más dilación, que comience el espectáculo, mientras los participantes gritamos al unísono, una última vez……¡¡Por Crom!!
El mito de la Espada y Brujería en forma de viñetas, por Raúl Gutiérrez
Quienes nos lean en esta gran casa que es Zona Negativa, estarán habituados a que mostremos un amor infinito por el arte secuencial en todas sus formas, comic-book, tiras de prensa, BD francobelga… el mundo de la viñeta es aquello que motiva el ansia viva de los redactores de esta página, que en cuanto vemos una adaptación a cómic de cualquier tipo de historia, o se nos cuenta algo en forma de tebeo, sentimos nuestra sangre latir y nuestro corazón vibrar.
Dentro de todo este inabarcable mundo que es el del cómic, existen un buen puñado de tebeos que se han dedicado a trasladar historias y creaciones que vieron la luz por primera vez en otros medios. Por ello, es fácil encontrarse con adaptaciones de películas, como ocurrió con El Planeta de los Simios, o franquicias como Alien, Predator o Star Wars que han llegado a tener en cómic una vida más longeva que en su medio original, o de clásicos de la literatura, como Tarzán, Drácula, o… Conan. En efecto, nuestro Bárbaro Cimmerio favorito, hijo predilecto de su creador, el sempiterno Robert E. Howard, fue llevado al mundo del magazine por primera vez en el año 1971 dentro de la antología Savage Tales.
Que yo amo al Cimmerio por encima de casi todos aquellos pretéritos e inmortales conceptos heroicos que surgieron en la literatura pulp es algo que en esta página es tan notorio que no hace falta ni decirlo.Es momento de hacerle honor con unas palabras sobre su primera revista en blanco y negro.
Savage Tales, es como tantas aquellas antologías de la década de los setenta y los precedentes sesenta que se estilaban dentro del comic-book americano (Strange Tales, Amazing Fantasy, Journey into Mistery) un compendio de historias que aúnan las aventuras de distintos personajes que más o menos tienen el mismo tono. De este modo, en los Relatos Salvajes lo que se estilaba era la espada y brujería, inaugurada por el ya mentado Robert E. Howard, que nos presentó dicho género en su Conan el Bárbaro, con la creación del Rey Kull (que más tarde sería cuasi absorbido por el propio Conan) o incluso con la del puritano cazademonios Solomon Kane, poblando sus páginas personajes que más tarde serían una pieza más de esa increíble suma de engranajes que forman el Primer Motor Inmóvil Marvelita, como el Hombre Cosa, con su primera aparición, al igual que Conan, en Savage Tales #1, o Ka-Zar, recuperado del pasado unos pocos años antes en X-Men #10 (trasuntos ambos, respectivamente, del monstruo del pantano y de Tarzán, los cuales en la Distinguida Competencia tenían su propia versión, con la Cosa del Pantano y Kamandi).
De estos primeros números de Savage Tales hemos decidido dedicar estas líneas a la recreación del proyecto inicial de Conan en blanco y negro, nada más y nada menos que «La Hija del Gigante de Escarcha» (The Frost Giant’s Daughter) una de las obras más míticas de Robert E. Howard sobre el Bárbaro, que curiosamente fue rechazada por la revista Weird Tales en la que se publicaban las primeras historias del cimmerio, en la que el título era «La Hija del Rey de Hielo» (The Frost’s Kings Daughter), siendo la versión final y más perfeccionada de la historia aquella que Howard dejó escrita y que no fue publicada hasta 1976 por Donald M. Grant en una edición recopilatoria de Rogues in the House.
Por ello, podríamos decir, que la versión más fiel al texto original de Howard sobre «La Hija del Gigante de Escarcha«, apareció antes en cómic que en prosa, aunque se inspirara en un relato previo de Howard. Este relato, este cómic que tenemos la oportunidad de leer en Savage Tales #1, y que hoy en día está incluido en el primer Omnibús de Panini Cómics dedicado a las series del Bárbaro, fue guionizado, como no podía ser de otra manera, por Roy Thomas y dibujado por Barry Windsor-Smith, en la que sería su primera colaboración en los magazines de Conan el Bárbaro, los cuales quedaban inaugurados con esta historia (salvedad de aquellas novelitas ilustradas de los Cuentos de la Abuelita procedentes de México y de la edición sin tener en cuenta derechos de autor de ninguna clase).
Pero… ¿Qué podemos encontrar en «La Hija del Gigante de Hielo«? Básicamente, lo mismo que en la obra original, muchos años más tarde vuelta a adaptar por Kurt Busiek y Cary Nord, para un nuevo siglo, en el año 2003 dentro de la editorial Dark Horse: Conan viaja con una compañía de Aesir, en sus ansias de ver mundo y vivir aventuras, cuando de repente se ve solo, y en la lejanía atisba a una bella mujer cuya piel destila tonos azulados, y se le antoja fría como el hielo, lo que lejos de aplacar el calor que crece en su corazón, hace bombear aún más rápido si cabe la ardiente sangre Cimmeria que corre por sus venas.
Dejando de lado toda lógica, y sin plan en mente alguno más allá de poseer al objeto de su deseo, Conan parte en busca de esta muchacha, que juega con sus sentimientos y anhelos, y le dice ser la hija de Ymir, el mítico Rey de los Gigantes de Hielo de la mitología Asgardiana, lo que solo motiva que para Conan esta conquista se convierta en una auténtica gesta en la que debe triunfar a costa de todo, incluso de sí mismo.
Quizás, la lectura de este cómic en pleno 2019 se nos haga un tanto arcaica, no tanto por el tono del mismo (mucho más proclive a la descripción en cajas de texto restando peso al diálogo) y por su dibujo que aunque realizado con un increíble arte y oficio todavía no procedía de un Barry Smith pulido como el que veríamos más adelante, sino porque el catalizador de la historia, convertido en auténtico leit motiv en muchos relatos de Conan, no deja de ser la conquista del sexo femenino de la forma más desconsiderada y a su vez más clásica, a través de la persecución del objeto del deseo masculino sin preguntarnos si esa mujer, convertida en auténtica presa, desea ser perseguida.
Sin embargo, al igual que en las historias y cómics de Conan, la lucha contra perversos hechiceros y peligrosos monstruos, debe ir de la mano y acompañar al saqueo de opulentas civilizaciones, la persecución y salvación de damiselas era un elemento más que tampoco debemos juzgar con el mismo ojo crítico que ahora, al ser historias enclavadas cuarenta años más tarde en cómic, y más de medio siglo en prosa.
Sea como fuere, Savage Tales resultó ser una antología muy recordada en nuestros tiempos, por ese sabor a auténtico pulp de sus historias, sobre todo en aquellos hoy míticos cinco primeros números que sentarían las bases de lo que podemos llamar la Espada y Brujería Marvelita que hoy, con la re-adquisición de los derechos de Conan el Bárbaro, está más viva que nunca.
Relatos salvajes de la Era Hyboria, por Sergio Aguirre
La Hija del Gigante de Escarcha
En una nevada llanura yacen los restos de una sangrienta escaramuza. Todos los contendientes del choque entre dos facciones de hombres del norte han visto segadas sus vidas por la brutalidad de la contienda. Todos, menos dos, que todavía siguen en pie, blandiendo sus armas, dispuestos a pesar del agotamiento y las heridas, a dar un resultado final a la batalla. Pues cada uno pertenece a un bando distinto, y el consiguiente duelo entre ellos decidirá la victoria. Uno, es un pelirrojo guerrero del pueblo de los Vanires. El otro, es Conan, el Cimmerio: un joven aventurero que ha dejado atrás su tierra natal para unirse a una partida de guerra de los Aesir, enemigos ancestrales de los Vanir. Las hojas de las espadas vuelan en el frío norte de la era Hyboria. Pero quizás, incluso aquel de los dos que sobreviva, solo obtenga una victoria pírrica, ya que después, las crueles deidades de esos parajes decidirán jugar con peones humanos.
«La Hija del Gigante de Escarcha» fue uno de los primeros relatos que Robert Erwin Howard, creador literario de Conan, escribió para el personaje, allá por 1934. Al editor de la revista pulp, The Fantasy Fan, por alguna razón no le convencía mucho aquel héroe Cimmerio todavía no demasiado conocido, y Howard reescribió la historia retitulándola «Dioses del Norte» y cambiando el nombre del protagonista por el de Amra (que luego acabó siendo uno de los sobrenombres de Conan). No fue hasta 1953, ya fallecido Howard, y siendo Conan ya un personaje popular, que «La Hija del Gigante de Escarcha» fue publicada, reescrita a partir del manuscrito original por L. Sprague de Camp para que fuese una historia del futuro rey de Aquilonia como inicialmente Howard había previsto.
Cuando en 1971 la revista de Marvel Savage Tales lanzó su primer número, fue ese precisamente el relato que Roy Thomas y Barry Windsor Smith (por aquel entonces solo firmaba como Barry Smith) eligieron para adaptar al cómic en blanco y negro. Un año después, en el número 16 de la colección a color de Conan el Bárbaro, fue reeditado con algunos cambios aparte del coloreado, para, con amplio margen de prudencia, hacerlo más idóneo de cara al público dirigido, más juvenil. A pesar de ser bastante breve, es merecidamente una de las historias más populares del Cimmerio.
Nos encontramos con un Smith cuyo estilo propio todavía está por pulir, (reminiscente aún, en una medida, del de Jack Kirby, como en sus primeras incursiones en X-Men, Daredevil y Los Vengadores), pero que ya empieza a despuntar, del que ya intuimos el artista en el que se convertirá. Prueba de ello es la doble splash page que abre el relato, que, con contundencia, nos pone en situación. O la carrera entre Conan y Atali, que quizás también merced a los certeros textos de Thomas, consigue transmitirnos sensación de prolongarse mucho en el tiempo, de ser agotadora, a pesar de transcurrir en escasas viñetas.
Hoy por hoy nos llaman la atención las viles intenciones de Conan, que tras la traición de Atali, no la persigue ya como parte de un pícaro juego amoroso (inspirado, por cierto, por la historia mitológica griega de Dafne y Apolo, pero con los roles humano-divino invertidos), sino básicamente para darla una lección, usando para ello algo tan reprobable como la agresión sexual. Quizás, dado el giro argumental final, nunca estuvo en mente de Robert E. Howard que su personaje consumase tal acción, pero sin duda, para los ojos del lector actual la situación sugerida resulta bastante inquietante.
Clavos Rojos
Se dice a menudo que esta es la historia definitiva de Conan, una de las mejores, o incluso la mejor. Y uno entiende por qué ha pasado a ser mítica: después de todo, fue la última que el escritor tejano de pulps escribiese para el personaje, antes de abandonarlo dados los irregulares pagos de sus editores, y de lanzarse a ficciones algo más lucrativas, pero menos fantasiosas, y finalmente acabar con su propia vida en 1936. Por ello, su escritura quizás represente la madurez literaria del autor con el Cimmerio. Además, también se da la circunstancia de que fue la última historia que Barry Windsor Smith dibujó para el melenudo y musculoso bárbaro en los años 70, por lo que «Clavos Rojos» es doblemente la última palabra de dos de los autores más asociados al protagonista para con éste.
Curiosamente, en realidad «Clavos Rojos» es un remake encubierto de otro relato de Conan anterior (The Slithering shadow de 1933, también conocido con el título de Xuthal of the dusk) y que sin embargo, es mucho menos apreciado: el escritor Fritz Lieber no dudó en 1968 en calificarlo como una de las peores historias de Conan. Sin embargo, a pesar de seguir tramas similares, con el cambio de Nathala la Brythunia por Valeria de la Hermandad Roja, el permutar de escenario (del desierto a paisajes cubiertos de vegetación), prescindir del tipiquérrimo monstruo final, y sobre todo, la reelaboración de la prosa y otros ajustes, la cosa es cierto que mejoró bastante.
«Clavos Rojos» fue una historia larga, casi una novela corta, serializada en las entregas de entre julio y octubre de 1936 de la revista pulp Weird Tales. De igual modo, cuando se adaptó al cómic en el magazine Savage Tales, se decidió dividirla en tres partes, probablemente para que, lógicamente, cada una apareciese en un número distinto de la revista. Y así, su primer tramo efectivamente se publicó en el número 2 de aquella revista de Marvel-Curtis, posiblemente con la idea de que el segundo apareciese en la tercera entrega de la cabecera, y la tercera parte de la historia en el cuarto número del magazine. Sin embargo, de nuevo el fantasma de la cancelación sobrevoló al recién reanudado magazine, así que para que el lector no se quedase colgado, la segunda y tercera partes vieron la luz las dos en el tercer número de Savage Tales, concluyendo la historia, y como hemos dicho, la andadura de Barry Windsor Smith con Conan.
La trama sitúa a Conan encontrándose con Valeria, a la que ha estado siguiendo básicamente por lujuria, en las frondosas inmediaciones de una extraña y antigua ciudad, amurallada y techada como si todas las estructuras de su interior formasen parte de una misma y enorme edificación. Tras enfrentarse a una monstruosa criatura, acceden al interior de la encajonada urbe, llamada Xuchotl, para encontrarse con que no está totalmente deshabitada: dos decadentes bandos viven en ella, enfrentados desde hace décadas en una lucha fratricida y malsana originada por antiguas y alambicadas disputas. Los dos aventureros protagonistas tomarán partido inicialmente por una de las facciones, que les promete riquezas a cambio de sus servicios con la espada para terminar de aniquilar de una vez por todas a sus oponentes vecinos. Pero no es que los patrones que han elegido sean precisamente virtuosos o modelos de salud mental: por ejemplo, llevan la cuenta de sus enemigos caídos insertando en una columna un clavo rojo (de ahí el título de la historia, claro) por cada muerto del otro bando.
«Clavos Rojos«, según Novalyn Price, la novia de Robert E. Howard, iba a ser titulada originalmente «Pasión Roja«. Y no nos extraña mucho, porque tiene cierta carga pseudoerótica, digamos kinky, como ilustra el interrogatorio de Valeria mediante látigo a una esclava atada, o la actitud homoerótica que hacia la aventurera despliega la inquietante reina Tascela cuando la encadena desnuda en un altar para su sacrificio. Todo ello resulta descriptivo de la peculiar mentalidad de Robert E. Howard, para el que la civilización era una lacra para el hombre, y llevaba siempre la semilla de su propia decadencia que abocaba a lo que, para el tejano, eran degeneraciones como el lesbianismo. Resulta curioso que, para condenar tanto otras orientaciones sexuales, tanto él como sus editores las usasen tan flagrantemente para así añadir un toque picantón y atraer a sus lectores mediante cierto fan service. Denota claramente esto que decimos la portada del número de julio de Weird Tales, bastante explícita para la idea que podamos tener de los años 30 del pasado siglo. Ésta fue obra de la artista Margaret Brundage, y que para hacer el asunto un punto más curioso, por lo visto usó a su propia hija como modelo.
Fuera de estas consideraciones, Roy Thomas adapta la historia con tino y belleza en la prosa, pero no consigue esconder alguno de sus defectos originales. Sí, lo diremos ya: «Clavos Rojos«, a pesar de su fama, está lejos de ser perfecta. Por ejemplo, como ya dejábamos caer antes, la trama de fondo, la historia entre los dos bandos de Xuchotl, es algo alambicada, y no está contada todo lo claramente que debería, con lo que las revelaciones finales, pierden cierta fuerza.
Sin embargo, esta traslación a las viñetas cuenta con un valor clave, que no es sino el arte de Barry Smith. Tanto tiempo había pasado entre el primer y el segundo número de Savage Tales, que al inglés le había dado tiempo a completar su transformación de estilo, a culminar su evolución como artista asimilando influencias de los Prerrafaelitas y el Art Noveau, y el apartado gráfico es simplemente para quedarse boquiabierto, maridando la violencia y brutalidad con una belleza inconmensurable.
Además, en el número dos del magazine, junto a la primera entrega de «Clavos Rojos«, también se incluyó una adaptación a las viñetas del poema de Howard titulado «Cimmeria«, en la que mediante unas pocas páginas, mostrando una secuencia muda de Conan en su tierra natal disputándose con un lobo una pieza de caza, todas las virtudes gráficas de Windsor-Smith alcanzan el paroxismo. Los textos acompañantes incluyen el escrito de Robert E. Howard, y las viñetas están cercadas por una cenefa de intrincada vegetación que las engloba en cada página, y que lleva la firma del artista al pie central. Y así, podemos disfrutar de unos de los pasajes más bellos que nos ha dado el noveno arte, tan lleno de brutalidad como de un preciosismo equiparable a, y esto son palabras mayores, el Príncipe Valiente de Harold Foster.
La Noche del Dios Oscuro
Esta historia de Conan es una debilidad particular de un servidor, así que vaya de antemano que no va a ser un texto demasiado objetivo. Y no lo es solo por el increíble apartado gráfico a varias manos, con Gil Kane haciendo los lápices, con Neal Adams embelleciendo a las tintas (con una mano apenas apreciable y no acreditada de Vince Coletta y Frank McLaughlin), y con Pablo Marcos dando las bellas tonalidades de gris en los acabados finales. No, esta historia es especial por ser una de las pocas en las que el siempre decidido e impasible Conan dudó sobre el camino que debía tomar su vida.
Después de todo, si nos ponemos a considerar su andadura, tras salir de su aldea en Cimmeria, aquel joven aguerrido de repente se encontró con un mundo lleno de batallas y violencia más allá incluso de las que ya había vivido, de hechiceros, de monstruos, y de una profecía que le emplazaba como futuro rey en algún punto de su futuro. De horrores de otros mundos, de imperios chocando, viles traiciones por parte de los más refinados y decadentes exponentes de la llamada civilización, ritos innombrables, compañeros muriendo, prodigios, peligros, y más ocasiones de estar a punto de morir que las correspondientes a mil vidas ordinarias. Todo ello, en tan solo unos pocos años por la geografía de las tierras hyborias. Mucho que digerir para cualquiera, incluso para el más valiente y sediento de aventuras. Y una noche, borracho y con el alma tan cansada como el cuerpo, en un burdel de Shadizar, Conan recordó su infancia y adolescencia. Y a la chica llamada Mala, junto a la que creció en su aldea, y con la cual, si sus pasos no le hubiesen llevado fuera de allí, sin duda se hubiese asentado, formando una familia, llevando una vida más simple, de dimensiones más pequeñas, con menos emociones, pero más estable y feliz.
Y así, Conan, movido por un impulso, la añoranza, y quizás incluso lo más parecido al miedo existencial que alguien como él pudiese llegar a sentir, se levantó sin mediar palabra y se embarcó en un viaje de regreso al norte del que procedía, a buscar a su amor de juventud y renunciar a su aventurera existencia. Sería muy complicado culparle por ello, sopesando todo. Pero, claro, el cruel destino no iba a dejar escapar al Cimmerio tan fácilmente de los grandes designios que tenía preparados para él; y lo que Conan se encontrará será algo distinto a un tierno reencuentro.
«La Noche del Dios Oscuro» es una adaptación libre de un relato de Robert E. Howard titulado The Dark Man, que no estaba ubicado en la era Hyboria. Roy Thomas lo trasformó para que pudiese ser una historia de Conan, y aunque uno ha de confesar que no ha leído el original para comparar, sospecho que solo tienen en común el núcleo de la trama de acción sobrenatural. Es solo una intuición, pero tiene pinta de que el tema del hastío vital de ese guerrero no demasiado propenso a la introspección, es cosecha del guionista de cómics. Y la relación entre el ídolo negro que da título la historia con un personaje secundario de Kull el Conquistador, interrelacionando aspectos de un mundo ficticio, es después de todo una de las señas de identidad de la carrera de ese primer gran organizador de cronologías preexistentes del Universo Marvel.
El tono es quizás un poco más profundo o relevante de lo habitual, y su melancólica y cruda narración alcanza una de las mayores cotas literarias de la carrera de Thomas. Lo sobrenatural apenas asoma, y cuando lo hace es de manera sutil. A pesar de ser una atípica historia personal sobre Conan, no se escatima en invertir una breve, pero eficaz pincelada, en el personaje figurante de un pescador, en su historia, y en la silenciosa justicia que se le termina haciendo. Todo ello, combinado con ese tour de force en lo visual de esos ilustres artistas que hemos mencionados, hace de «La Noche del Dios Oscuro» una joya, y uno de los relatos más memorables de Conan a los ojos de quien escribe estas líneas.
El que habita en la oscuridad
En la misma entrega que «La Noche del Dios Oscuro«, la cuarta de Savage Tales, nos encontramos también con esta otra historia de Conan. No me entiendan mal, no es mal relato, pero al lado de lo excelente que hemos visto ya, pues resulta un tanto típico y sin nada sobresaliente. Además, se trata de una reimpresión en blanco y negro de parte del contenido del número doce de la serie regular en color del Cimmerio, aparecido de 1971, tres años antes. Y se nota. Tenemos a Barry Smith dibujando, y en justicia hay que decir ya está casi tan espléndido como en «La Hija del Gigante de Escarcha«; pero tras haberle visto secuencialmente primero en aquella historia y luego en «Clavos Rojos«, con su evolución artística culminada, pues el veredicto de «El que habita en la oscuridad«, inevitablemente sufre.
La trama urdida por Thomas en sí es más bien rutinaria, con Conan capturado en las inmediaciones de una ciudad-estado de la frontera de Zamora, y obligado a ser el concubino de su caprichosa y celosa reina. Una esclava virtuosa, un malentendido, injustos castigos, y monstruos tentaculares en las catacumbas, y ya tiene ustedes todos los ingredientes para hacerse en su cabeza una historia que, sin echarle mucha imaginación, no va divergir mucho de la que se encontrarán en estas páginas. Lo dicho, es tal cuál una historia de Conan más: no es mala, pero no es que aporte demasiado.
El Secreto del Rio Calavera
De nuevo, estamos ante una historia ante la que no me puedo mostrar imparcial: soy un ferviente admirador de Jim Starlin, especialmente de su periodo de los años 70, y aquí, en la labor de dibujante, con su colaborador a las tintas en la serie del Capitán Marvel de aquellos entonces, Al Milgrom, nos lo encontramos de lleno en ese momento tan sumamente dulce.
El secreto del río de las calaveras abre con una splash page en la que, mientras Conan se aproxima en la lejanía, parece de entrada que en primer plano se nos presenta a un personaje narrador inquietante que rompe la cuarta pared y se dirige al lector, un poco al estilo de los cómics EC de los años 50. Sin embargo esta circunstancia no va a pasar de esa primera página, y tal anfitrión pasa a no ser más que otro secundario fugaz en la historia, que simplemente pone al corriente al Cimmerio (y con ello a nosotros, eso sí) de la situación que va a encontrarse en esos parajes.
La verdad es que el «Secreto del Río de las Calaveras» es un relato bastante hijo de su tiempo: basándose en un argumento de John Jakes, Roy Thomas nos cuenta una historia en la que un malvado noble y su alquimista contaminan un río con los subproductos de los experimentos del segundo para transformar materias comunes en oro y enriquecer al primero. Los residuos que surgen del castillo se vierten en el río, y estos llegan a una población cercana; como consecuencia, claro, sus habitantes sufren enfermedades y repugnantes mutaciones. Así que los humildes vasallos contratan a Conan para que pongan fin a esos desmanes, a cambio de cualquier cosa que el Cimmerio pueda desear que haya en la modesta aldea.
Como pueden ver, las metáforas sobre la polución y el vertido de residuos, temas punteros en esos principios de los 70 para una sociedad norteamericana, que empezaba a no tener más remedio que comenzar a concienciarse ecológicamente, no son precisamente sutiles. Quizás lo parecían más en aquellos tiempos, por novedad; pero desde la perspectiva actual, casi hasta nos hace gracia la bienintencionada torpeza con la que se exponen. Podemos en general decir que el guion, de nuevo, está bien y es correcto, pero poco más, excepto tal vez por el drama del monstruoso Grandall y el respeto que Conan y la narración brindan a tan trágico personaje.
Pero como les comentaba al principio, uno es fan de Starlin, y es éste (en mi quizás algo sesgada opinión) quien roba el show. Su estilo, a medio camino entre lo superheroico y el cómic más pretendidamente adulto le sienta como un guante a Conan, y el creador de Thanos, nos brinda secuencias tan maravillosas como la de la infiltración del Cimmerio en el castillo, con una poderosa narrativa directamente deudora del Nick Furia de Jim Steranko. Sus lápices vienen entintados por una figura tan divisiva entre los fans como es la de Al Milgrom, cuyos trabajos como guionista y dibujante activamente nos desagradan a muchos. Pero sus tintas, y especialmente las que en este periodo aplicaba sobre el dibujo de Starlin, resultan excelentes y muchas ganas habría que tener para ponerle alguna enmienda, y no ser justo reconociéndole que los resultados no son meramente correctos, sino directamente brillantes.
La Era Hiboria de los cómics, por Arturo Porras
Conan siempre ha sido un elemento a su aire, mientras estaba en el catálogo editorial de Marvel. Es cierto que participó en varios episodios de What If?, donde paseaba por los terrenos de la Tierra 616, aunque eso no debe sorprendernos, dada la naturaleza de la cabecera en sí, ya que hablamos de mundos y realidades alternativas. Otra cosa es el contexto de fantasía que rodeaba al cimerio. Si algo sorprendió a Thomas, cuando se acercó de primeras a los mundos de Robert E. Howard, es la amalgama de tradiciones míticas que se agolpaban en unas pocas páginas. Te podrías encontrar realidades imaginadas, como el continente perdido de Atlantis, junto con lejanos grupos humanos que se entroncan con poblaciones que existieron realmente (los brithunios son un trasunto de los britanos, por poner un ejemplo) y toponimias reconocibles. El propio Howard sabía de la importancia de otorgar un entorno coherente a sus personajes, por lo que escribió un texto titulado “La Era Hiboria” donde organizaba de manera cronológica los tiempos históricos que le tocó vivir a Conan, al igual que al rey Kull de Atlantis. Ese mismo proceder se llegó a implantar en el Universo Marvel, lo que representó un acomodo, con el paso del tiempo, de diversos elementos extraídos de la Era Hiboria, ahora imbricados en el entorno compartido.
Robert E. Howard hablaba del inicio de los tiempos como una suerte de Pangea, aunque poco basada en criterios científicos. De aquellos lejanos años, que Marvel asume también como canon, tenemos un continente similar a Atlantis llamado Lemuria. De hecho, en 1969, previa compra de los derechos del material de Howard, en el entorno compartido ya se había jugado con los conceptos de Atlantis y Lemuria en la serie de The Sub-Mariner, protagonizado por Namor, adscrito a la raza atlante desde su actualización a la Era Marvel. En el #10 de la colección se presenta esta civilización perdida y con el tiempo su cronología se retrotraerá hacia la llamada Era Pre-Cataclísmica, un concepto prestado del entorno “howardiano”. Muchos de aquellos lemurianos originales fueron subyugados y convertidos en los Hombres Serpiente, unos enemigos random que debutan en Kull The Conqueror #2 (septiembre de 1971, fecha de portada). Roy Thomas, que de todo esto sabía algo, introduce su mitología en un episodio del Dr. Extraño durante su periplo en Marvel Premiere #4 (septiembre de 1972, fecha de portada).
El paso definitivo para la consolidación de cualquier elemento es el cruce con Spiderman. En Marvel Team-Up #111 (noviembre del 81, fecha de portada), el trepamuros debe enfrentarse con algunos de estos Hombres Serpientes, para, a renglón seguido, es decir, en el #112, marcharse al pasado para seguir batallando contra esta belicosa especie al lado del Rey Kull, en la propia e increíble Valusia original. Los Hombres Serpiente nos sirven para recordar un artefacto arcano, que tuvo unos orígenes nada especiales, pero que pasó a conectarse con estas tradiciones. Hablamos de la Corona de Serpiente, nacida en The Sub-Mariner #9 como un simple mcguffin y luego transmutada en un poderoso elemento recogido de la Lemuria mítica, además, uno al que se le reconoce como el responsable de la conversión de los antiguos lemures en los propios Hombres Serpiente.
La inclusión de las ideas de Howard se iba haciendo de manera paulatina, comenzando desde su práctica adquisición. What If? #13, de Roy Thomas y John Buscema, es el momento histórico en que Conan pisa por primera vez el Universo Marvel, aunque sin verse con nadie popular. Estamos en el lejano año 1979. En la misma colección repite, en su volumen uno, en dos ocasiones. El #39 presenta una batalla entre Thor de Asgard y el cimerio, algo que la mitología propia del autor original permitía, ya que introdujo a los Vanires y a los Aesires, extraídos directamente de las leyendas nórdicas, como rivales de Cimmeria. Este episodio se data de junio de 1983. Al año siguiente, en el #43, se pasa a cotejar al Bárbaro con el entorno actual marvelita, provocando un conflicto con el Capitán América. El último de los cruces en este territorio alternativo proviene del volumen dos de What If? En su #16 observamos el esperado enfrentamiento entre Conan y Lobezno. Nos hallamos en 1990, un año que anunciaba la era de la testosterona y qué mejor que ver pelear a dos de sus mejores representantes.
Quizás el personaje que más se ha implicado y más ha pervivido en el entorno compartido es el brujo Kulan Gath. Creado por Roy Thomas y Barry Smith para Conan The Barbarian #14, la versión a color del cimerio, mantuvo un rudo feudo con nuestro protagonista, durante un par de ejemplares, y desapareció del mapa. Chris Claremont y John Byrne lo volvieron a traer de vuelta, en tiempo presente, para su etapa conjunta en Marvel Team-Up. En el #79 de la colección vemos a Spidey formar equipo con Red Sonja para luchar contra una poderosa amenaza venida de la Edad Hiboria, y esa no es otra que el mago Kulan Gath. Nuestro Chris le cogió cariño al escribirlo, por lo que no dudó en enfrentarlo en varias ocasiones con la Patrulla X, además de crearle una enemistad de siglos con otro personaje de creación propia, la vampiro Selene, que se estima que ya estaba presente en tan lejanos años. Desde entonces se le ha podido ver, de manera ocasional, enfrentado a los Vengadores de Kurt Busiek y George Pérez, o como principal antagonista de la mini serie que protagonizaron Spiderman y Red Sonja, a inicios del S. XXI. Hay quien dice, que comenta, que también ha aparecido en cierta cabecera vengativa con un grupo muy salvaje de héroes Marvel. Lo cierto es que Kulan Gath es un antagonista propio de la compañía, pese a que nació en el entorno del cimerio.
Estos son algunos de los ejemplos que conectan el universo creado por Robert E. Howard (o al menos el derivado de él) con el propio del entorno Marvel. La salida de los derechos hacia Dark Horse no hizo que ninguno de estos datos fueran cambiados o modificados. Se establece una cronología que parte del llamado Gran Cataclismo, donde el planeta se terminó de terraformar, un periodo en el que ya teníamos continentes míticos como Atlantis o Lemuria. Se calcula que sobre el 16.000 A.C. se forma el primer reino conocido, Hiperbórea, donde dragones y criaturas sobrenaturales son todavía parte consustancial al paisaje. Alrededor del 13.000 A.C. se configura la Era Hiboria, un mundo rudo, lleno de luchas, de reyertas entre reinos y gobernantes, donde sobresale un imperio sobre todos, el gobernado por Aquilonia. Aesires, Vanires o el vasto imperio de Turan se muestran como barreras para los conquistadores, aunque Cimerios y Pictos fueron algunos de los más resistentes rebeldes ante la tiranía aquilónica.
El momento exacto de las andaduras de Conan se fecha en el 10.000 AC. Es en estos lejanos años cuando nuestro bárbaro favorito se encuentra en su vigorosa plenitud. Las historias contenidas en este tomo, “La Hija del Gigante de Escarcha”, “Clavos Rojos”, “La Noche del Dios Oscuro” o “El Secreto del Rio Calavera” se enmarcan esta cronología, observando el lector, de primera mano, algunos de los puntos fuertes de lo que es una serie sobre Espada y Brujería. Se concluye que la Era Hiboria finaliza en la fecha exacta del 8.000 A.C.
Los cronistas del Universo Marvel han tenido cuidado de cuadrar los acontecimientos, para que no hayan posibles fallas en la continuidad. Así por ejemplo, la llegada de los Kree a la Tierra, para experimentar con humanos, se produce en el 11.000 A.C. De ahí surgen los Inhumanos, pero al tratarse de una civilización esquiva, muy metida en su propio terreno, no se llegó a interactuar con lejanas civilizaciones como la cimeria. Igualmente podríamos hablar de los Eternos, creados por los Celestiales en los tiempos del previos al Gran Cataclismo. Como seres inmortales, se recrearon en una vida ociosa en sus Panteones o directamente se involucraron con civilizaciones terrestres, adquiriendo sus apariencias y costumbres, por lo que no es incompatible que algún Eterno estuviera haciendo de las suyas en Aquilonia. Mucho más complejo es el caso de los Desviantes, los enemigos acérrimos de los Eternos, que llegaron a controlar el mundo con miles de sus congéneres, hasta la que la Horda Celestial los diezmó, de manera abrumadora, pasando a refugiarse, y aquí viene lo interesante, en el olvidado continente llamado Lemuria.
Todo esto indica un interés en cuidar los elementos aprendidos. Durante los sesenta, setenta y ochenta se tenía un especial mimo en garantizar la continuidad, que ningún elemento pudiera contradecir a otro. De ahí que, aunque Conan estaba destinado a vagar de manera solitaria en su propio entorno, dado que su cronología pertenecía a miles de años con respecto al presente, algunos autores pudieron tomar prestados detalles de aquí y de allá para consignar que el cimerio era tan parte de Marvel como lo podía ser Spiderman, Hulk o el Capitán América. Incluso cuando éste partió rumbo a Dark Horse para vivir renovadas aventuras.
Y en esas se anuncia que, para 2019, la Casa de las Ideas recupera en su totalidad los derechos del personaje de Robert E. Howard. No se repara en gastos; una serie principal, a cargo del guionista con más renombre de la editorial, una cabecera antológica, volviendo a traer un título tan recordado como La Espada Salvaje de Conan, y varias mini series para secundarios de su entorno. El Bárbaro retorna con fuerza, de eso no hay duda. Pero hay un proyecto que quizás llame poderosamente la atención del lector marvelita, Savage Avengers. Una serie de los Vengadores con protagonismo de Conan. Sí, así como suena. Se trata de un órdago que puede resultar un arma de doble filo para la editorial, puesto que la posible pérdida de los derechos en el futuro dejaría una buena cantidad de material en un limbo de cómics impublicables. El caso es que esta cabecera demuestra la fortaleza de la apuesta; Marvel no tiene intención de dejar marchar al cimerio y esta es su forma abierta de decirlo. Podrá gustar más o menos el concepto. Lo que importa es que Conan es Marvel y así se vuelve a abrir la página del libro que se había quedado interrumpido, cuando el personaje marchó a Dark Horse, por un tiempo limitado. La Era Hiboria de los cómics comienza de nuevo. ¡¡¡Larga vida al Conan de Marvel!!
Roy Thomas, el arquitecto del terreno Hiborio, por Luis Javier Capote Pérez
Si hubiera que destacar una figura autoral dentro de la dilatada historia de Conan de Cimmeria en los tebeos, creo que habría unanimidad a la hora de escoger a Roy Thomas. La trayectoria en viñetas del bárbaro de las novelas de a duro ha contado con dibujantes de primera línea, empezando por Barry Windsor-Smith y John Buscema, pero, desde el punto de vista literario, fue este buen señor, cuyo currículo abarca medio siglo de historia del cómic estadounidense, el responsable de convertir a Conan en lo que es.
Sin embargo, no toca hoy hablar de los trabajos de Thomas en la franquicia hiboria, pues ya hay en esta página artículos y reseñas que documentan los mismos. Mi aportación a esta entrada colectiva viene al hilo de la introducción con la que maese Roy presenta el tomo recopilatorio dedicado al antecedente de La Espada Salvaje de Conan. Sus memorias constituyen una bonita lección de historia y nos remontan a un tiempo que, a la luz de los avances tecnológicos -y de su aplicación práctica en la vida cotidiana- se nos antojan doblemente lejanos.
El inicio de su relato comienza con los experimentos que llevaba a cabo Marvel Comics, en unos tiempos en los que el género de pijamas poderosos mostraba preocupantes signos de agotamiento. Al mismo tiempo, la generación lectora que había crecido con los tebeos de los años sesenta, había crecido y se había convertido en la potencial destinataria de otro tipo de productos. Parecía que los tebeos de temática súper-heroica iban a dejar paso a otros géneros, aún por descubrir, de modo que Roy Thomas se embarcó, como aprendiz, escudero y mano derecha de Stan Lee, en la tarea de buscar una nueva gallina de los huevos de oro. Se consiguieron los derechos de transformación respecto de diversas obras, se adaptaron al tebeo personajes que ya eran dominio público y, en definitiva, se lanzaron las redes en todo tipo de aguas.
Una de las ideas que, leyendo a Thomas, queda patente, es la que está vinculada al deseo de Lee de tener una revista de corte más adulto, en blanco y negro. El hecho de que la apuesta por Conan el Bárbaro estuviera saliendo bien -pese a los titubeantes inicios de unas ventas descendentes hasta su séptima entrega- decantó la balanza hacia la temática de la espada y la brujería como integrante fundamental. Sin embargo, también habría espacio para contribuciones de otro tipo, todas ellas con el año sabor de la novela de a duro y sin la espada de Damocles de la censura de la autoridad competente. La lectura, a medio siglo de distancia, permite descubrir que, como en todas las antologías, hay material para todos los gustos: algunas historias se convirtieron en referentes y otras pasaron al olvido; algunos personajes se incorporaron al patrimonio de la empresa como propiedades explotables y otras no pasaron de su primera aparición; algunos conceptos han perdurado y otros resultan desfasados.
La historia de estos Relatos Salvajes es un capítulo que permite evocar el paisaje marveliano de esos años. Stan Lee seguía siendo el director de orquesta en una editorial cuyos cambios empresariales le permitirían negociar su conversión en jefe cuasi-supremo de una compañía que iba alcanzar plena autonomía. Sus crecientes ocupaciones en este campo le harán apoyarse y delegar en Roy Thomas, el cual aprovechará con creces la experiencia para convertirse de discípulo asesor en autor y editor con nombre propio. A su vez, esta progresiva asunción de responsabilidades abrirá la puerta a otros autores que empiezan a llamar a la misma, bien en sus inicios –Gerry Conway– bien con experiencia en la competencia –Dennis O’Neil-. Con todo, la implicación de Lee en el proyecto -y, en general, en el proceso creativo-productivo de Marvel- se deja sentir, como refleja el propio Thomas en la discusión relativa al inicio de «Clavos Rojos» o en el particular reparto que su jefe hace de las aventuras que han de aparecer en esta nueva revista. Estos pasajes traen a la mente, una vez más, la vieja e interminable discusión en torno al peso de «el Hombre» en la propia empresa y en los tebeos cuyos guiones firmaba, al tiempo que reflejan cuál ha sido la postura de don Roy sobre el particular.
Otro de los detalles que me ha llamado la atención es el relativo a la colaboración entre Thomas y Smith, a la hora de preparar materiales para la publicación. A día de hoy, la comunicación puede realizarse de múltiples maneras y no por nada se ha definido a esta época como la de la sociedad de la información. Sin embargo, el recuerdo que el guionista hace de aquellos tiempos casi nos transporta a un tiempo que, desde mi punto de vista, casi hemos olvidado. Thomas comenta que el dibujante había sido deportado de vuelta al Reino Unido, al no contar con permiso de residencia en los Estados Unidos. Consecuentemente, los términos de su nuevo trabajo conjunto se gestionaron por teléfono, enviando el ilustrador los resultados del mismo por correo regular. En unos tiempos en los que la informática ha simplificado las conferencias internacionales y el envío de documentación, la situación rememorada plantea unos tiempos para nada románticos. El coste de una llamada intercontinental, el envío de originales a través del servicio postal, la incertidumbre de su llegada o del tiempo de arribo, el riesgo de deterioro o pérdida… definitivamente, cualquier tiempo pasado no siempre parece mejor.
Otra anécdota más de las que me han hecho reflexionar en torno a lo mucho que ha cambiado el cuento, es aquella que plantea la necesidad de «mirar la peseta» que comenta Thomas en varios párrafos. A día de hoy, tenemos la imagen de Marvel como una poderosa empresa, que cuenta con su división cinematográfica como su activo principal y que es, a su vez, una propiedad relativamente autónoma dentro de ese gigante corporativo que es el conglomerado Disney. Hace medio siglo, las cosas eran bien distintas y, desde luego, no se puede decir que fueran particularmente boyantes. Se reciclaban materiales, se re-publicaban obras que eran ya dominio público y, en resumidas cuentas, como el veterano autor reconoce, se intentaba ahorrar algún dinero aquí y allá. Eso, en mi opinión, da un doble valor a la cabecera, por cuanto refleja el esfuerzo desplegado por una serie de personas, para sacar adelante un producto digno, en el que se procuraba un equilibrio entre calidad y costes. Antiguos materiales de complemento, publicados antes del regreso de los súper-héroes, fueron recuperados y adaptados para la revista, basándose en la premisa de una cierta cercanía temática con las novedades.
En este punto, creo que merece la pena reivindicar artículos divulgativos como el dedicado a la figura de Robert E. Howard o a la película Jasón y los argonautas. Una vez más, resulta difícil evocar -incluso para mí, que viví la llegada de la Red como producto de consumo masivo- un tiempo en el que la búsqueda de información pasaba necesariamente por el formato físico. Hoy, a golpe de tecla, podemos encontrar contenidos de todo tipo relacionados con Howard o con el cine de espada, sandalia y arte de Ray Harryhausen -por citar los mismos ejemplos-; sin embargo, en los setenta los ordenadores aún no habían desembarcado en los hogares y el acceso a fuentes bibliográficas dependía de la cercanía de unos establecimientos -bibliotecas, hemerotecas, tiendas de libros…- que, a su vez, estaba relacionada con el lugar de residencia. A día de hoy, el formato en papel se bate en retirada en unos quioscos cada vez menos poblados y cabeceras añejas de todos los géneros y para todo tipo de públicos han ido cayendo, bien convirtiéndose al mundo digital o bien desapareciendo definitivamente. Sin embargo, hubo un tiempo en el que la inmediatez estaba vinculada a una cadencia periódica -diaria, semanal, mensual…- y la información más específica y actualizada se obtenía a través de ese papel. Los artículos que se recuperan en esta edición dan buena cuenta de ello y, en el caso del que recupera la película de Don Chaffey, permite recordar qué era lo que se cocía en el ámbito del cine fantástico y constatar cuál fue el impacto de una cinta que ha alcanzado la categoría de clásico. Una interesante lección sobre el talento de Harryhausen y su bolsa de trucos para hacer unos efectos especiales que, después de tantos años, aún aguantan el tipo.
En resumidas cuentas, la lectura del artículo de Roy Thomas ha servido para ilustrar un período en el que la labor editorial era sensiblemente distinta y, en mi caso, para recordar que no siempre tuvimos las facilidades de acceso a la información con las que contamos ahora. En todo caso, sirve de testimonio explicativo de algunas de las muchas razones que convirtieron a Conan en la franquicia multifacética que ha sido en las últimas décadas, así como de repaso del origen de algunos conceptos que, con variable fortuna, han seguido paseándose por el universo marveliano.
La huella de Barry Smith en Savage Tales, por Tristan Cardona
El primer número de Savage Tales (mayo de 1971) se abre con una espectacular viñeta a doble página que nos ofrece una panorámica asombrosa de un campo de batalla en medio de unas majestuosas cumbres nevadas. Conan el cimmerio se yergue en un paisaje sembrado de cadáveres y se encara salvajemente al único superviviente de las hordas enemigas de Vanaheim. Las amenazadoras espadas cortan el aire helado de las cumbres de Nordheim. Es un momento de máxima tensión…
Estamos ante una entrada rotunda, espectacularmente dibujada por Barry Smith, que nos invita a seguir leyendo la revista y que da sentido a una colección.
Savage Tales fue una cabecera de Marvel Comics en blanco y negro que estaba dedicada a personajes que no eran superhéroes. Nació con la intención de competir con las revistas editadas en aquella época por James Warren y que estaban cosechando tanto elogios de la crítica como buenas ventas. La intención de Stan Lee y compañía – el guionista Roy Thomas ejercía también la labor de editor asociado – era la de ofrecer un producto ecléctico, de argumentos algo más atrevidos que los de los comic books tradicionales y de mayor calidad artística.
Para ello, los responsables de la nueva publicación prepararon una parrilla de contenidos bastante curiosa que incluía a personajes secundarios del universo superheroico con gancho como Ka-Zar, conceptos experimentales como El Hombre-Cosa o las Femizonas e ideas adelantadas a su tiempo como el Hermano Negro, un concepto de Denny O’Neil que no prosperó. Pero la estrella de la publicación era sin duda Conan el bárbaro, aunque al principio no estaba previsto que apareciera en el primer número.
Stan Lee prefería incluir en la revista a un personaje también creado por Robert E. Howard llamado Kull el conquistador – esto según Roy Thomas – pero finalmente accedió a las pretensiones del guionista y el cimmerio acabaría teniendo su espacio.
Por esto cuando en la redacción de Nueva York de Marvel Comics recibieron por fin desde Inglaterra las hermosas planchas de Smith con la primera historia de Conan, todos respiraron tranquilos. Con este relato y con este personaje la revista adquiría personalidad propia y ya nada volvería a ser lo mismo.
La hija del Gigante de Escarcha
La página descrita al inicio de este artículo pertenece a la adaptación de un cuento corto de Robert E. Howard titulado «La hija del Gigante de Escarcha«. Este relato salvaje, con guion de Roy Thomas, tiene como principal protagonista a un Conan adolescente. De todas las historias que Robert E. Howard escribió sobre su personaje, esta es la que debería figurar en primera posición si se tiene en cuenta la biografía del cimmerio. Se trata de un episodio posterior a su participación al asalto a la fortaleza aquilonia de Venarium, una escaramuza con posterior saqueo en la que participó con tan solo quince años.
Aquí, Conan se ha unido a una banda de aesires para luchar contra los vanerios, enemigos ancestrales de los cimmerios. El joven bárbaro es el único superviviente de una terrible batalla y, malherido, se encuentra con una visión extraordinaria; con Atali, una hermosa muchacha semidesnuda, de pelo dorado que utiliza su enorme belleza para llevarlo directamente a una trampa.
Las once páginas de «La Hija del Gigante de Escarcha» destacan por su gran calidad gráfica y por su eficacia narrativa. Barry Smith realiza un excelente trabajo, ajustándose perfectamente a la ausencia de color y entintando su propio trabajo. La encarnación de Conan, más fiera e indómita, resulta mucho más atractiva y convincente que la realizada en los primeros números del comic book a color. Con esta historia, Smith encuentra el tono exacto del personaje y pone las bases para su éxito posterior.
«La Hija del Gigante de Escarcha» se volvió a publicar un año más tarde, a todo color, en la colección regular del cimmerio titulada Conan the Barbarian, concretamente en su número dieciséis. Se trata de una versión coloreada posteriormente y con varias viñetas censuradas. En concreto el Comic Code exigió que se taparan algunas partes del cuerpo de Atali que según su criterio estaban demasiado descubiertas, se supone que su principal preocupación no era porque la muchacha pasase demasiado frío, sino que sus desvelos eran por otras causas.
Clavos rojos
El parón de más de un año entre el primer y segundo número de Savage Tales propició que Barry Smith tuviera tiempo para realizar su proyecto más ambicioso dentro de la franquicia bárbara. Se trata de la adaptación de la novela corta de Robert E. Howard titulada «Clavos Rojos» (Red Nails), uno de los mejores relatos de escritos por el tejano sobre su personaje proveniente de Cimmeria.
La historia es sencilla pero contundente. Conan y Valeria – una compañera de armas – se adentran en una hermética y misteriosa ciudad situada en medio del desierto al sur de los Reinos Negros y mucho más al sur de Estigia. Dentro de la clausurada villa se desarrolla un conflicto terrible entre sus habitantes, que están divididos en dos bandos que luchan por ejercer la supremacía y eliminar completamente al oponente. La intervención de los dos extranjeros altera un macabro equilibrio que dura varios años y que va minando lentamente la población. La claustrofóbica contienda – pues sucede exclusivamente dentro de las murallas de la fortaleza blindada – se salda con un incierto resultado y con la pareja protagonista huyendo de tan angustioso escenario.
La traslación al cómic de este salvaje y decadente relato a cargo de Thomas y Smith consta de 58 páginas en blanco y negro, divididas en tres capítulos que se publicaron en los números 2 y 3 de Savage Tales correspondientes a octubre de 1973 y febrero de 1974, respectivamente.
BWS da lo mejor de sí mismo en estas páginas. Su narrativa es clara y exacta. Divide las páginas en una cuadrícula de tres tiras con tres viñetas, pero es un esquema que modifica a menudo. Tanto las escenas de acción – la inicial de la lucha contra el dragón es asombrosa – como las de diálogo están resueltas con naturalidad y solvencia, alterna todo tipo de encuadres y tamaños de plano de manera que el lector posea siempre la mejor perspectiva para seguir la historia. La evolución que experimenta su arte en tan solo un año y medio es asombrosa. Sus personajes son equilibrados y elegantes, las posturas corporales mucho más naturales. Además, el artista inglés prescinde de las tramas mecánicas y se luce con rayados manuales y todo tipo de detalles ornamentales. La iluminación de las escenas es modélica, ya sea en las cegadoras rocas del desierto como en las lóbregas y oscuras callejuelas de la ciudad amurallada. Todo en el aspecto artístico es orgánico y atractivo.
Con «Clavos Rojos» la pareja formada por Thomas y Smith alcanzó una de las cimas artísticas de la producción bárbara de Marvel. Lo único malo es que no tuvo continuidad.
Cimmeria
Barry Smith le propuso a Roy Thomas adaptar un poema de Robert E. Howard llamado «Cimmeria«. Para ello realizó un alarde visual y artístico de cinco páginas donde un Conan vagabundo se enfrenta a los lobos de las tierras del norte y las duras condiciones de su tierra natal.
Para acentuar la sensación de lirismo y de fluidez el inglés prescinde de la división clásica entre viñetas y encuadra todas las páginas con un marco ornamental formado por ramas, hojas y motivos guerreros, marco que es igual en cada página y que está encabezado por el título del poema y rematado por la firma del artista. Todo el aspecto visual remite más a la ilustración que al cómic convencional, aunque la narrativa secuenciada es impecable. Destaca la escena de la penúltima página donde se describe con detalle la lucha del cimerio con un lobo hambriento. Thomas se quejó de que Smith cambió alguna palabra del poema original de Robert E. Howard pero que no pudo corregirlo antes de publicarlo porque el texto forma parte de la ilustración. «Cimmeria» se publicó en el número dos de Savage Tales correspondiente a octubre de 1973.
El habitante de la oscuridad
Finalmente, la última historia que Barry Windsor-Smith publicó en Savage Tales fue «El habitante de la Oscuridad«. Son dieciséis páginas en blanco y negro que explican el paso de Conan por la ciudad Corinthia de Zahmahn. Allí el cimerio es apresado y participa de un triángulo amoroso que se completa con una despótica y atractiva reina y con su criada Yaila. El que habita la oscuridad al cual se refiere el título, es un terrible monstruo cefalópodo y lovecraftiano que habita en unas catacumbas donde Yaila y Conan acaban presos.
Se trata de un relato planificado para el segundo número de la revista y que finalmente apareció en el cuarto, de mayo de 1974. Es por lo tanto una historia realizada antes que la de «Clavos Rojos» y se nota, aunque no está en absoluto exenta de calidad. En el acabado visual destacan algunos fondos con tramados mecánicos, aunque Smith se luce en el acabado de melenas y en los fondos que describen el lujoso palacio. La estructura de la página es más variable, aunque tienda a utilizar un esquema de dos tiras de cuatro viñetas alargadas horizontalmente. Destaca especialmente la primera página, muy espectacular y con una coreografía de personajes muy fluida.
Debido a la irregularidad de publicación de Savage Tales, esta historia, prevista para su segundo número, acabó estrenándose en el número doce del comic book de Conan the Barbarian, en diciembre de 1971. Era, sin embargo, una versión coloreada posteriormente y con viñetas censuradas; la versión en blanco y negro de Savage Tales es la original, sin color ni mojigaterías.
Roy Thomas quería darle cancha al novato Smith y que finalmente su trabajo en Marvel le propiciase la oportunidad de vivir de manera estable en los Estados Unidos. Es por eso que le encargó también numerosas ilustraciones para la revista que se utilizaron en sumarios, para embellecer textos y cuentos cortos o para publicidad de la editorial.
En 1974 Barry Smith empezó a cuestionar las condiciones de trabajo de la industria del comic book. Al mismo tiempo sus ambiciones personales crecían y empezaba a querer firmar como Barry Windsor-Smith. Todo esto le impulsó a centrarse en la ilustración y a empezar a auto publicar sus obras. Por esta época se produjo su primer alejamiento de la industria mainstream.
En el quinto número de la revista ya no aparecía ninguna historia dibujada por Barry Smith y a partir de la sexta entrega la publicación eliminaba cualquier personaje bárbaro salido de la imaginación de Howard para centrarse en la figura de Ka-Zar y otros personajes exóticos.
A mediados de 1974, la editorial Marvel lanza la revista The Savage Sword of Conan, el producto genuino en blanco y negro y sin el Comics Code, una cabecera dedicada a Conan y sus compañer@s bárbaros. Entre las páginas del primer número, además de algunas aventuras del cimmerio, otras Red Sonja y de un personaje de Gil Kane llamado Blackmark, nos encontramos – como no – con la historia que lo empezó todo, con «La hija del Gigante de Escarcha» de Barry Smith, Roy Thomas y Robert E. Howard.
El círculo acababa de cerrarse, para poder iniciar así una nueva aventura. Savage Tales se aproxima a su lento pero inexorable declive y The Savage Sword of Conan nace para reinar durante varios años en el mercado de las revistas de cómics en blanco y negro. Esta hegemonía empezó a gestarse con el nacimiento de Savage Tales y con la aportación decisiva de un joven talento de las islas de la Gran Bretaña que discretamente y con un extraordinario talento lo cambió todo…
Relatos Salvajes
Guion - 7.6
Dibujo - 8.5
Interés - 9.5
8.5
Valoración Global
La fuerza y la potencia de Conan se aprecian mejor en el terreno del blanco y negro. Además, Ka-Zar, el Hombre-Cosa, la Femizonas..... Talento puro en las manos de creadores como Stan Lee, Roy Thomas, Barry Smith o John Buscema
Tengo claro que esto no va a peso, pero el ómnibus de Conan el bárbaro eran 776 páginas a color por 48€ y este tomo tiene 320 páginas en blanco y negro a 36€.
De acuerdo que el precio del primero fue sorprendente bajo en relación a lo que nos tienen acostumbrados (y en relación al ómnibus americano, que creí que eran 125$), pero¿no está la cosa un poco descompensada?
¿Será que el primer tomo no tuvo la acogida esperada, que se espera que este venda peor por no ir a color o que al no estar editado por planeta recientemente pueden subirse a la parra con el precio?
¿Se sabe algo de futuros tonos? Porque si esta relación €/páginas se mantiene en posteriores tomos, siendo una colección tan extensa, mal lo veo, al menos en mi caso, para seguirla.
Ahhh, se me olvidaba. El primero de La Espada sale para septiembre
http://www.sddistribuciones.com/LA-ESPADA-SALVAJE-DE-CONAN-MAGAZINE-01-LIMITED-EDITION-Isbn-978-84-16986-67-5-Codigo-MLE,SESLI01N
A razón de nueve números, aproximadamente, y en torno a 45,95 euros, uno se puede hacer a la idea del esfuerzo que va a suponer completarla
Me ha gustado mucho el artículo de Conan, que habéis publicado, incluyendo varias fotografías y explicando toda la trayectoria del personaje desde sus inicios. Yo soy seguidor de Conan desde la adolescencia, y cuento ya con más de 40 a mis espaldas… Aquel día en que yendo con mis padres de vacaciones, siendo un chaval que leía cómics ocasionalmente, me compraron en un mercadillo los 3 primeros números de Conan el Bárbaro, vi aquellas portadas tan bien dibujadas y me quedé maravillado, tanto que aún a día de hoy todavía recuerdo muchas de esas historias y esos dibujos que tanto me marcaron en mi juventud.
Sobre el tema que aquí se debate, pues yo ya me compré el 0 de Marvel Limited de la Espada Salvaje y creo que me iré comprando los que salgan, por el momento, sí, aunque coincido con vosotros, en que el precio me parece abusivo, cuando es un material que aquí en España debería estar accesible para todos los aficionados al cómic, viendo el tirón y la trayectoria que ha tenido el personaje. Es una lástima que la industria del cómic esté convirtiendo a éste en artículos de semi lujo, debido a los precios que nos imponen y a las ediciones de coleccionista, limitadas, de lujo, serigrafiadas y demás milongas, que muchos no se pueden costear.
Sobre los comentarios que hacéis al relato «La noche del dios oscuro», decir que la trama del cómic es casi igual al relato y ese hastío e introspección sí están en el héroe original, aunque no son muy propios del cimerio. Por otra parte, la estatua de Brule del cómic también está en el relato, solo que esta es de Bran Mac Morn en el relato original que se ambienta años después de los tiempos del héroe picto. Otros dos relatos del protagonista de este relato, Turlogh O’brien, fueron adaptados en la colección en color de Conan, en el número 3 y en los números 17-18.
Hola!
Sobre la «Edición Limitada para Especuladores! de La Espada Salvaje de Conan, me parece una política elitista y exclusivista.
Agotados antes de ponerse a la venta, solo se encuentra algún tomo en el el mercado de segunda mano (Wallapop, Todocolección…) y el precio mínimo es de 100 €, otros tomos ni se encuentran.
Solo se pueden conseguir con reserva previa y, dada la falta de publicidad y promoción, es difícil, o imposible, hacerse con un tomo si no eres amigo de algún tendero. En la web de Panini ni siquiera aparecen.
Me consta que algunos de los vendedores de segunda manos, son los propios tenderos.
Los verdaderos aficionados a los cómics nos sentimos ninguneados y despreciados, me extraña la falta de clamor popular sobre este aspecto.
Buenas, Corazón Blanco. Primero recordar que esta entrada se realizó cuando los arriba firmantes no podían imaginar lo que se ha organizado con respecto a estos tomos. Desconozco cuáles fueron los motivos que llevaron a Panini a pensar que el mejor material de Conan debía ir en un edición limitada. Probablemente pensaron que tras 30 años de publicación ininterrumpida del personaje, con un núcleo duro de fans en posesión de aquello que le interesa, pues reducía muchos sus posibilidades… O qué se yo lo que se les pasó por la mente. El caso es que este puede que sea el mayor fiasco editorial de los últimos años. Han cabreado a sus compradores, convirtiendo la compra de un cómic en una odisea y han dado pábulo a una cohorte de especuladores, aprovechándose de las ilusiones de simples aficionados. Lamentable. Ahora bien, el motivo del acuerdo entre SD Y Panini ( de ahí que estos productos no aparezcan en la página web de la editorial italiana) es que se agote en la distribuidora. Por tanto, si mañana Panini decide lanzar una nueva edición, de tirada amplia y exclusiva de ellos, lo podría hacer. Creo que el descontento está bastante extendido y el escándalo se ha oído hasta en las oficinas de Italia. Espero que se ponga fin a este dislate, a no muy tardar.
La espada especuladora de Conan?
Tal que así……. se podría decir que es un caso análogo al resto de MLE (aunque este es un Omnibus) con respecto a sus homólogos en OG, material limitado, lo que hace que se encarezca el producto. Otro tema es el por qué se utiliza esta extraña mezcla para la Espada Salvaje, un material que se merece estar siempre en el mercado, a disposición de cualquier lector
Vale, estoy oficialmente perdido.
Mi conocimiento de Conan es bastante escaso, pero tenía la sensación de que esta era la serie «adulta»…, por lo que deducía que con los precios que estamos hablando, que no van orientados a niños con paga semanal, está sería la serie que vendería bien y tendría tirón. Y por lo tanto, mayor tirada y precio más contenido.
Gracias Ignacio, por compartir esta info que, por ejemplo, yo desconocía. La sensación mayoritaria es que nos encontramos ante el material de mayor calidad sobre Conan, por lo que pasarlo a una edición limitada, en principio, resulta como mínimo cuestionable. Ahora bien, me dices que la otra opción eran tomos de más de mil páginas y a más de cien euros de precio….. pues la percepción cambia bastante. El caso es que al no poseer toda la información, muchas veces ejercemos nuestro libre y necesario derecho a la pataleta, como consumidores.
El primer ómnibus americano de Conan el bárbaro cuesta 125$, tiene 776 páginas y costó 48€ en España.
El primer ómnibus americano de la espada salvaje cuesta $125 (aunque por 88€ te lo mandan a casa en alguna web) tiene 1072 páginas y contiene SAVAGE TALES (1971) 1-5; SAVAGE SWORD OF CONAN (1974) 1-12, SPECIAL (1975) 1.
Si no me equivoco, entre los 36€ e este tomo y los 46€ del siguiente ya estamos en 82€ con menos material (SAVAGE TALES (1971) 1-5; SAVAGE SWORD OF CONAN (1974) 1-9)
No sé cómo de caro hubiera salido la coedición con Italia, lo que está claro es que la edición limitada no va a suponer ahorro alguno, si acaso un pago en diferido y un probablemente lucrativo mercado de segunda mano.
Yo creo que me voy a pasar por la tienda de Internet.
Según Internet, porque no tengo ninguno de los dos tomos a mano:
El ómnibus de Conan el bárbaro son 28.2 x 19.4 cn
El tomo de espada salvaje son 28 x 21,5 cm
Si esto es cierto, la diferencia de tamaño deben de ser márgenes en blanco, porque ambos tienen la misma altura.
Eso sí 1072 paginas son muchas páginas.
Pero 118 €, que serían el tomo recién salido, el anunciado y uno hipotético que recogiera los 5 números que faltan hasta completar el ómnibus americano (esto último son pajas mentales propias) son muchos dineros. Y no sé si la coedición hubiera sido tan cara, viendo en precio del omnibus de Conan el bárbaro. Pero eso ya nunca lo sabremos.
Efectivamente, acabo de ver una review en Youtube del tomo americano, y cada página presenta una banda superior y otra interior que «enmarcan» el contenido original.
No es una mala solución, y estéticamente queda bien, pero es cierto que la página queda a menor tamaño que en la versión española (porque supongo que está carece de dichas bandas y el arte ocupa toda la página)
Da gusto hablar con alguien tan bien informado.
Muchas gracias por la ayuda. Tendré que repensarme qué versión cogerme.
Por si puedo hacer que te decidas, hoy lo tienes a 79,89 el de las 1072 paginas 😉
Lo vi, ya está camino de casa.
Muchas gracias por el aviso.
Y con la diferencia de precio ha caído también el segundo integral de deadly Class.
Hay que aprovechar portes
jaja ya somos dos,a esperar que llegue a casa. Hay que avisar cuando hay un chollo
El de Deadly es verdad , está muy barato el deluxe, no lo había visto tan bajo, lástima que lo tengo hace tiempo. Es una pasada.