Esta mismo mes de Agosto han confluido un par de publicaciones que han hecho que el lector Marvel del siglo XXI añore uno de los grupos de fundación reciente de la Casa de las Ideas. Por un lado, Panini Comics ha publicado en un Marvel Deluxe Now! la etapa de los Jovenes Vengadores de Kieron Gillen y Jamie McKelvie (con un grupo ligeramente distinto al original). Y por otro lado, dentro de los muchos homenajes que se han incluido en el Marvel Comics #1000, hay una breve aparición de los Jóvenes Vengadores originales. Así que en un arranque de nostalgia reciente y de deseo futuro de nuevas apariciones, aquí va esta reseña que recoge no la serie original sino la secuela que protagonizaron los personajes creados por Allan Heinberg y Jimmy Cheung. Y es que con el comienzo de la Edad Heroica y el relanzamiento de la franquicia vengativa en masa, se produjo el ansiado regreso de Heinberg y Cheung a los Jóvenes Vengadores, en forma de maxiserie de nueve números titulada Vengadores: La Cruzada de los Niños. (Nota: Aunque la serie se comenzó a publicar en verano de 2010, esta aventura de redención y traiciones se sitúa cronológicamente inmediatamente después de Miedo Encarnado y es previa a los sucesos de Spider-Isla o X-Men: Cisma). Sin embargo, la presencia de los Jóvenes Vengadores perdió peso para convertirse en una colección coral del Universo Marvel. Por sus páginas desfilaron Los Vengadores (incluyendo a Wonder Man y Mercurio), Magneto, La Patrulla-X, X-Factor, El Doctor Muerte, Iron Lad y, sobre todo, La Bruja Escarlata, protagonista absoluta de esta historia junto a Wiccan. Tras haber centrado las tres sagas del primer volumen en Iron Lad, Patriota y Hulkling respectivamente, en esta ocasión Allan Heinberg iba a poner en marcha los planes que le tenía reservado al cuarto miembro fundador del grupo: Wiccan. En las pocas pinceladas que le había dedicado, Allan había demostrado que este era su personaje favorito: un novio gay, incomprensión paterna, un hermano perdido, poderes incontrolables… Y sobre todo unas cada vez menos crípticas menciones a la posibilidad de que Billy fuera el hijo, en espíritu, de La Bruja Escarlata, un argumento sobre el que se va a edificar esta maxiserie.
La idea era clara. Situarlos en el centro del Universo Marvel. Para ello, Allan Heinberg retomó algunos argumentos de Brian Michael Bendis (Vengadores: Desunidos, Dinastía de M) y los utilizó para enremezclarlos con los suyos propios para dar forma a una macro-historia en la que las juventudes vengadoras parten tras la pista de la desaparecida Wanda Maximoff, acompañadas por un aliado inesperado, que hace acto de presencia en el primer gran cliffhanger de la serie: “Es hora de que conozcáis a vuestro abuelo: Magneto”. Dicho y hecho (entiéndase todo esto en la continuidad Marvel en la que el recelo editorial desde las altas esferas a los mutantes en general y al parentesco Wanda-Magneto no fue retconoeado posteriormente). Preparen las maletas y abróchense los cinturones. Destino: Montaña Wundagore, Transia, lugar de nacimiento de la Bruja Escarlata. La llegada de otro familiar de esta disfuncional familia, Mercurio, deriva en un cruce de recriminaciones verbales y físicas que, convenientemente, acaban con la vida de una pelirroja ciudadana del pueblo montañero: ¿Wanda? No, un robot. Concretamente, un doom-bot. “Con razón nadie ha podido encontrar a la Bruja Escarlata… es prisionera del Doctor Muerte”. Golpe magistral de un habilidoso Allan Heinberg en el segundo gran cliffhanger de la serie. La Bruja Escarlata pasa de ser la persona más buscada de la Tierra, una antipática y peligrosa genocida, a ser una damisela en peligro que necesita ser salvada por los héroes, redimida automáticamente a ojos del lector. De villana a víctima. Y por si fuera poco, a punto de casarse con el Rey de Latveria, el peor villano del Universo Marvel, el mismísimo Doctor Muerte.
Tras estos cliffhangers XXL, en el siguiente número el lector tiene tiempo de recuperar el aliento y de volver a encajarse la mandíbula. Se descubre que una amnésica Wanda había llegado a Latveria para suplicar clemencia a Muerte, quién aparentemente se había enamorado de ella. Ambos tenían mucho en común: madre hechicera, sus poderes emergieron de niños y enemigos en común. Cuando la visión de su hijo Billy empieza a despertar algo dentro de Wanda, Los Vengadores (con el ex-novio de la Bruja Escarlata, Wonder Man, entre ellos) llegan a Latveria, desatándose la mayor de las batallas en el patio del castillo. Magneto en un lado, El Doctor Muerte en el otro. Los dos grandes villanos del panteón Marvel frente a frente, un hito que, en cincuenta años de historia Marvel, tan solo ha ocurrido dos veces más: en una historia de dos partes (X 77) Super-Villain Team-Up y Los Campeones, y en el cuarto anual de X-Factor (X 89), aparte de verse las caras a lo lejos en Secret Wars o Actos de Venganza. En plena refriega, un furioso Lobezno se abalanza sobre Wanda, vestida de novia, dispuesto a acabar con ella y vengarse por lo que hizo a su especie. Su salvador, en un nuevo final de infarto, resulta ser Iron Lad.
Y como eramos pocos… A la ecuación se suma este joven Kang. Iron Lad ayuda a los Jóvenes Vengadores y a Wanda a escapar de Latveria entrando en el flujo temporal, viajando a un momento del pasado donde no puedan ser detectados. Casualmente el final de este viaje es uno de los días más trágicos de la historia vengadora: desunidos, minutos antes de la explosión de Sota de Corazones y la muerte del Hombre Hormiga, Scott Lang. Misterios de los viajes en el tiempo (no pregunten), los Jóvenes Vengadores consiguen rescatar casi sin querer al padre de Cassie. Este es un hecho significativo, porque cierra el círculo de muertes y resurrecciones que comenzó aquel dia. Todos los que murieron en manos de Wanda han regresado de una forma u otra, liberando a la Bruja de dicha condena emocional. En el lugar donde empezó su calvario personal, Wanda recuerda por fin quién es: “Tenias razón, Billy. Soy la Bruja Escarlata… y lo recuerdo todo”. Nuevo final agónico, esperado por los aficionados durante siete largos años. La Bruja Escarlata está de vuelta, y tiene intención de reparar sus errores devolviendo los poderes, uno por uno, a la raza mutante. Su primera parada les lleva a Investigaciones X-Factor. Entre el grupo que dirige Jamie Madrox, hay un mutante deseando recuperar sus poderes: Rictor. Dicho y hecho. Wanda, con la misma facilidad que truncó el desarrollo potencial de la raza mutante, le devuelve sus poderes sísmicos. Aunque no todo podía ser tan bonito, y más teniendo en cuenta que en la puerta trasera se presentan La Patrulla X y Los Vengadores (en la antesala del futuro evento Marvel: Vengadores vs X-Men). Ni siquiera el emotivo reencuentro de Wanda con su hermano y su padre evita la batalla entre ambos bandos. En una nueva muestra de poder, Wanda detiene a todos los contendientes y escapa del lugar a refugiarse en manos del Doctor Muerte, ante la atónita mirada de unos divididos Jóvenes Vengadores.
En la calma antes de la tormenta final, existe por fin tiempo para las explicaciones y para responder a la pregunta: “¿Qué le pasó a la Bruja Escarlata en Desunidos?”, algo que Bendis aparentemente no tenía mucho interés en explorar (como le pasó con los jovenes mutantes que trajo del pasado y cuya historia quedó a medio-contar). Heinberg la responde haciendo un homenaje a una de las historias clave de Marvel Comics: la redención de Jean Grey. De la misma forma que la joven mutante fue corrompida por La Fuerza Fénix, aquí se demuestra que Wanda fue poseída y corrompida por “La Fuerza Vital”. En un intento de recuperar a sus hijos perdidos y con la ayuda de Muerte, Wanda recurrió a esta inmanejable fuerza mística con desastrosas consecuencias. Tras haber vivido una vida difícil, en la que ha sido manipulada de una forma u otra por figuras tales como Magneto, Mefisto, Inmortus y ahora el Doctor Muerte, la Fuerza Vital es más de lo que Wanda puede soportar y la gota que colma el vaso del cóctel mental explosivo de la pobre mutante. Esta fuerza fue quien le obligó a hacer esas cosas, y no ella como ya le pasara a Jean Grey (o a Hal Jordan con Parallax en DC Comics). Definitivamente, de villana pasa a héroína, y queda redimida por completo a ojos de Los Vengadores, de Ciclope y del lector. Wanda intenta deshacerse de la Fuerza Vital, pero en pleno exorcismo este poder acaba en manos del manipulador Doctor Muerte, quien alcanza una vez más el poder absoluto. La alianza de los héroes será lo único que se interponga en su camino. Lamentablemente, la victoria tiene un precio demasiado elevado y la batalla se salda con una baja en su bando: Cassie Lang. Estatura es asesinada por Muerte.
La energía vital de Cassie se disipa ante los ojos de sus compañeros y amigos, Visión e Iron Lad incluidos. La iniciativa de este último de viajar en el tiempo para salvarle la vida encuentra la oposición de todos los héroes y en un ataque de ira, Iron Lad asesina a sangre fría a La Visión, escapando inmediatamente en el flujo temporal, tras haber cometido el primer crimen que le llevará a convertirse en Kang. Todos ellos nunca más volverán, ¿verdad? Acabada la batalla y tras los reencuentros, Wanda decide tomarse un tiempo de descanso. En cuanto a los Jóvenes Vengadores, dos bajas son más de lo que pueden soportar, así que tras la batalla disuelven el grupo. Patriota se siente culpable por lo sucedido, Kate cree que no está a la altura de los demás, la pareja Wiccan/Hulkling busca una vida sin aventuras superheroicas y tan sólo Tommy tiene ganas de seguir peleando. De esta forma tan trágica, Heinberg y Cheung completan el viaje emocional de los Jóvenes Vengadores. El futuro editorial les alejaría de las manos de sus creadores, más interesados en contrar otras historias y de trabajar en otros pastos. Y aunque el tandem Gillen/McKelvie retomó muchos conceptos, lo cierto es que su estatus como Vengadores de pleno derecho (así les nombra el Capitán América al final de esta maxiserie) apenas ha sido explorado en los casi diez años que han transcurrido desde entonces, enterrados en muchas ocasiones por el ciclo de aparición de nuevos grupos juveniles en la editorial.
Pues a mí esta mini me pareció malísima: personajes actuando totalmente fuera de su personalidad, situaciones absurdas, diálogos malos. Ya sé que muchos de los que no les gustó Desunidos alabarán la revelación de que Wanda estaba manipulada por Muerte, pero a mí me pareció que es cargarse el fundamento de la historia. La caída en desgracia de un héroe y su posterior redención no tienen ninguna gracia si al final todo fue causado por el enésimo plan del villano de turno.
¿Se volvió a tocar el tema siquiera?
Tampoco tiene gracia si es por imposición del editor o guionista cortos de miras y pasándose de listos de turno. Y a veces parece que hay algunos con alergia a la idea de que una persona puede pifiarla pero bien por sí sola, darse cuenta, y enmendarse. Mira a Magneto y sus desordenes de personalidad.
Considero muy valido cargarse una historia, si esa historia se cargo varias, ¿recuerdan al dr strange de disassembled diciendo que no existe la magia del caos , cuando siempre ha sido un pilar en la historia de wanda? Young avengers vol 2 fue una historia para recuperar a Wanda del daño que le hizo Bendis y para mi esta bien
Coincido con @ultron_ilimitado: soy un fan total de los personajes y de la primera y la última miniserie (obra de Kieron Gillen y Jamie McKelvie), pero este saga me pareció un despropósito. Entiendo lo que Allan y su equipo quieren contar pero no está a la altura.
El paradero de la Bruja Escarlata era uno de los grandes misterios de Marvel tras Dinastía de M. Lo era hasta el punto que afectó directamente a varias colecciones y parecía imposible encontrarla. Pero Allan acelera la historia por pura cabezonería y lleva a los personajes hacia donde a él le interesa sin pararse a reflexionar sobre si merece o no la pena. La saga rezuma un drama y unos giros de guión forzadísimos que buscan un «más y mejor» insulso.
Hay poco espacio para la evolución lógica de los personajes y se abren varios conflictos que, en manos del editor adecuado, habrían servido de sólida base para uno de esos «eventos Marvel del año» que tanto le gusta sacar a la editorial de la manga.
Pero aquí todo pasa en un segundo o incluso tercer plano. Una historia que incluyendo al Doctor Muerte, los X-Men, Los Vengadores, Los Jóvenes Vengadores y la aparición de Wanda, poco o nada afectó al resto de series de la editorial restándole todo el efecto y drama que Heinberg se empeña en forzar. Muchos personajes para una historia cuyo epicentro debía ser la agrupación de Jóvenes Vengadores pero que no cumple en ningún momento con ese objetivo. Los personajes «invitados» se convierten en sátiras de si mismos sin ningún tipo de presencia o profundidad: Wanda está infantilizada hasta el absurdo y representa en el tramo final una inocencia o pureza sacada de la manga, Lobezno se reduce a ese personaje impulsivo al que tantos guionistas recurren cuando no saben tratar al personaje, Magneto y Pietro muestran (por milésima vez) esa relación paternofilial de odio que no ha evolucionado nada a pesar de años de desarrollo, los Vengadores son esa brújula moral que no tienen ningún conflicto con la nueva situación del mismo modo que los X-Men no presentan tampoco ningún punto de vista interesante sobre la aparición de Wanda y como tratarla. El Doctor Muerte (que a estas alturas debería ser un personaje infinitamente poderoso tras lo ocurrido en la increíble etapa de Los 4 Fantásticos de Mark Millar) vuelve a ser ese villano de segunda con un plan absurdo y obsesionado por una mujer y por el poder fácil.
¿Y qué ocurre con los Jóvenes Vengadores? Nada: son ese grupo que siempre está unido (aunque el guionista juega a hacernos creer que no) y que consigue poner en jaque a toda la plantilla del Universo Marvel y al mismísimo Doctor Muerte.
Esta serie, en mi más sincera opinión, parte de un objetivo muy interesante y prometedor (desarrollar al personaje de Wiccan y Veloz al tiempo que reúne a Los Jóvenes Vengadores otra vez) pero cae en su prepotencia y forzada épica que no le beneficia en absoluto porque exige una continua suspensión de la credibilidad por parte del lector.
Por poner un ejemplo: el lector tiene que creer que aunque Bestia, Red Richards, Doctor Extraño o Tony Stark no encontraron a Wanda, sí pudo hacerlo un grupo de adolescentes acompañados por Magneto.
Esta premisa tan sencilla y aparente acaba restando valor e importancia a todas las historias anteriores donde se planteaban la premisas de «¿dónde está Wanda?, ¿cómo la encontramos?, ¿qué hacemos para que nazcan más mutantes?» (puntos de arranque, por ejemplo, del célebre crossover de los X-Men, «Complejo de Mesías»).
Como ya he dicho antes, creo que esta historia tenía el suficiente potencial para ser una gran evento si hubiese sido desarrollada por el equipo y con el tiempo adecuados. Pero Allan Heinberg la vuelca en una colección menor de 24 números donde pasa a un tercer plano y con unos personajes pobremente desarrollados que anulan los posibles discursos más interesantes de todo este conflicto: ¿cómo afecta a los antiguos compañeros, amigos e intereses románticos reencontrarse con Wanda tras lo sucedido en Desunidos Vengadores y Dinastía de M?, ¿cuales son los conflictos internos de cada grupo con respecto a su decisión de intervenir con Wanda -matándola o protegiéndola-?, ¿qué implica para Wanda reencontrarse con Magneto después de lo ocurrido en Dinastía de M?, ¿y con Pietro?, ¿acaso encontrarse cara a cara con su hijos no le provoca ningún tipo de inestabilidad emocional?, ¿como hizo Doctor Muerte para que nadie pudiese encontrar nunca a Wanda salvo los Jóvenes Vengadores?, ¿tan fácil es colarse en el castillo de uno de los grandes villanos de Marvel que lo consiguen unos adolescentes sin apenas experiencia ni entrenamiento pero en las Secret Wars hace falta todo un plan de acción a la desesperada?, ¿todo se perdona fácilmente con un discurso y un conjunto blanco a juego?, ¿qué implica realmente que Wanda esté viva y que Wiccan tenga a su madre biológica?, ¿cómo afecta esto a su relación con sus padres adoptivos?, ¿reencontrarse con la Visión no afecta de ninguna forma a la psique de Wanda?, ¿no se supone que es inestable?, ¿y como afecta a la propia Visión?,…
Todas las tramas fuertes que permitirían componer unos personajes emocionalmente interesantes desaparecen o se resuelven pobremente en favor de una acción baratera y la búsqueda de una épica aburrida y sin gracia.
Una pena.
Menos mal que pocos años después llegarían Kieron Gillen y Jamie McKelvie y deconstruirían la historia hasta convertir a los Jóvenes Vengadores en uno de los mejores cómics de adolescentes que he leído en mi vida.