El día que comencé a coleccionar cómics

Siempre hay un principio para todo y coleccionar comics no va a ser menos. Nos reunimos unos cuantos para rescatar el momento de nuestras vidas que marcó un antes y un después.

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Comix + Ilustración Internacional #24 (Noviembre de 1982) por Tristan Cardona

GI Joe 8

En Menorca, a principios de los ochenta, había pocos sitios donde podías encontrar cómics de manera regular.
Los primeros tebeos que había leído de niño eran los tomos ya encuadernados de Buru Lan con las series de Flash Gordon, El príncipe Valiente o El Hombre Enmascarado que tenía mi padre y más tarde me sumergí de lleno en los Spirit que editaba Garbo. También leía Astérix y Tintín que me había comprado en algún viaje a París para ver a mi familia materna o los Mafalda que tenía mi tía Mari en su apartamento de la calle Madrazo, en Barcelona. Pero en aquella época no era nada fácil encontrar material nuevo. Por eso, cuando Sergio y Marianne – unos buenos amigos de mis padres – abrieron la librería Poussinet en Sant Lluis me sorprendió que entre su oferta tuvieran una docena de ejemplares de diferentes revistas mensuales con cómics que desconocía. Era en otoño de 1982 y tenía 14 años.

En la mesa de los cómics que tenía Poussinet, algo alejada del mostrador, podías encontrar casi toda la oferta de aquella época. A parte de algún álbum recopilatorio – se editaban muy pocos a principios de los ochenta – estaban las revistas mensuales con sus espectaculares portadas; el Creepy, el 1984 y el Comix Internacional de Toutain; el Tótem, la revista Vértigo, el Tótem Calibre 38 y Metal Hurlant de Nueva Frontera, el Cimoc y el Cairo de Norma Editorial, también El Víbora, Rambla, Metropol

Portadas de los primeros números de algunas revistas de los ochenta

Escogí el numero veinticuatro de Comix Internacional porque en la portada salía el Príncipe Valiente montado a caballo, pero en su interior también pude encontrar un episodio de The Spirit, otro de la serie Ciudad de Ricardo Barreiro y Juan Giménez, Starstruck de Elaine Lee y M.W. Kaluta, una historia corta de Milo Manara, aportaciones de Altuna, Corben, Mandrafina… ¡La hostia! A partir de entonces estuve perdido. Me atreví con otras y en seguida mis favoritas fueron Cimoc, 1984, Comix + Ilustración Internacional – claro – y las efímeras KO Comics y Vértigo. Luego, en 1983, empecé la colección de fascículos de La Historia de los Cómics dirigida por Javier Coma y editada por Toutain, que me puso todo lo leído en su contexto y me descubrió un enorme universo de posibilidades, un infinito territorio que explorar.

Mi colección de álbumes y de revistas fue incrementándose, con la aportación mensual de revistas y con algunos álbumes que me traían de Francia, hasta que tuve que irme a Barcelona para estudiar Bellas Artes. En este momento mis prioridades cambiaron y durante unos años los cómics pasaron a un segundo plano, hasta que un día, ya con un empleo más o menos fijo, pasé por delante de la librería Continuará, en Via Laietana, y decidí entrar. Todo volvió a empezar. Me aficioné a los cómics de John Byrne; descubrí el Daredevil de Frank Miller, Sandman, Predicador… Y sobre todo recuperé aquellas grandes series que había leído en las revistas pero que ahora estaban publicadas en álbumes, en recopilatorios, la mayoría editadas con cariño y profesionalidad. También descubrí una forma nueva y magistral de informarme sobre las novedades de la historieta. Empecé a leer en internet revistas y blogs especializados en tebeos como La Cárcel de Papel, ADLO, Zona Negativa, Un tebeo con otro nombre, Con C de Arte, Cómics en extinción… En el fondo era lo mismo que encontraba cada mes en aquellas revistas de los ochenta pero con más inmediatez y mejor presentado; los cómics en los álbumes y la información en los blogs. Desde entonces, de una manera u otra, no he vuelto a dejar de coleccionar tebeos.

Supongo que mi experiencia es muy parecida a la de miles, posiblemente cientos de miles, de aficionados de aquella época. La labor que las revistas mensuales de cómics hicieron para difundir y generalizar el medio en España aún no ha sido suficientemente reconocida, por muchas exposiciones y debates que se organicen. Por eso he querido hacerles este pequeño homenaje y sumarme así a esta iniciativa común de explicar como empezamos cada uno a coleccionar nuestros cómics.

Sigan leyendo y descubran las experiencias de mis compañer@s, les aseguro que hay historias realmente deliciosas.

Salut!

Thor #26 a #30 (Forum, diciembre de 1986) por Luis Javier Capote Pérez

Cuando se planteó la posibilidad de llevar a cabo este artículo colectivo me apunté casi sin pensarlo. Después de todo, este tipo de entradas tienen siempre un componente nostálgico en el que, inevitablemente, se juega a aquello de «tal como éramos» y se mira hacia atrás con una sonrisa. Sin embargo, cuando abordé la redacción de mi parte, caí en la cuenta de que me iba a ser un poco difícil escoger una fecha. ¿Cuándo empecé a coleccionar tebeos? ¿En el momento en el que me regalaron el primero de todos? ¿o, acaso, con ocasión del primero que yo compré? Después de darle unas cuantas vueltas, acabé decantándome por un acontecimiento especial: el día en que descubrí uno de mis tebeos favoritos.

Corría el año 1986. Más concretamente, el mes de diciembre. Ese otoño había iniciado los estudios de bachillerato y eran tiempos de cambio, aderezados con la inesperada enfermedad de un pariente próximo y un apresurado cambio de residencia. Después de dos meses pródigos en tribulaciones, disfrutaba de las vacaciones navideñas y, callejeando, me encontré con una librería-papelería en cuyo escaparate estaba el tebeo que ilustra esta sección: un tomo recopilatorio de cinco números de la primera colección que Comics Forum dedicó a Thor. Casualidades de la vida, recogía el primero de los arcos argumentales de la etapa de Walter Simonson. Lo compré y lo releí una y otra y otra vez, impactado por aquella estética que enlazaba la ciencia ficción con la mitología nórdica. Pocos meses antes, había descubierto la colección de los Vengadores y me había sorprendido encontrar unos súper-héroes tan falibles como el Henry Pym que contaba sus amarguras en el trigésimo noveno número de la serie. Ahora, veía que Thor, el dios del trueno asgardiano, era doblegado en dos ocasiones por Rayo Beta Bill (así se le llamaba en la traducción de aquel tomo) y aprendía una dura lección de humildad. Por obra y gracia de la distribución en una isla periférica como La Palma, tardaría tres años y medio en reencontrar obra, personaje y autor, de la mano de otro tomo recopilatorio -como contaba por aquí- mas, entre recopilatorios, reediciones y visitas al rastro de Santa Cruz de Tenerife, pude hacerme con toda la etapa Simonson. Desde entonces, la tengo entre mis lecturas preferidas y la considero la versión definitiva del personaje.

Treinta y cuatro años después, aún conservo, un tanto ajado, aquel tomo que leí y releí. En unos años en los que lo normal era que los tebeos fueran un entretenimiento de usar y tirar, aquel tebeo fue conservado y se convirtió en el primero de una larga fila de tomos recopilatorios, conseguidos aquí y allá. El inicio de una colección que, hoy en día, alberga de todo un poco y continúa incrementándose.

G.I. Joe #08 (Marzo de 1988) por Alejandro Ugartondo

GI Joe 8

Fui un niño al que le gustaba jugar con pistolas. Desde pequeño recuerdo haber tenido siempre alguna pistola con la que jugar, ya sean revólveres del oeste que me permitían convertirme en un vaquero como los que veías en las películas de la televisión, o metralletas que me llevaban a recrear los capítulos del Equipo A o de V que espoleaban mi imaginación.

No es extraño que mis juguetes favoritos por aquel entonces fueran los playmobil del oeste, ya que eran los únicos que llevaban pistolas, o los soldaditos de plástico escala 1/72 con los que recreaba batallas de las guerras napoleónicas o de la Segunda Guerra mundial que me contaba mi padre. Con todo esto, en 1988 sucedió algo que me alucinó, la llegada a nuestro mercado de las figuras de acción de los G.I.Joe de las que había oído hablar a través de un amigo de Chile. Aquellas figuras me fascinaron por sus detalles, su variedad y sus complementos. Enseguida se convirtieron en mi juguete favorito y ocuparon horas y horas de mi juego. Y con las figuras de acción llegaron los cómics.

Yo había leído cómics desde muy pequeño y siempre había tenido ejemplares de Mortadelo, Superlópez, Astérix o Tintín por casa. Incluso habían pasado por mis manos cómics de superhéroes que nunca supe muy bien de donde salieron como un Pocket de Ases de los Defensores y el Doctor Extraño o un tomo con aventuras de Superman obsequio de la desaparecida Caja de Barcelona. Por esto no es extraño que acabara en mis manos un ejemplar del cómic protagonizado por los G.I. Joes con los que tanto me gustaba jugar. En concreto se trataba del número 7 aparecido en febrero de 1988.

Aquel cómic me sorprendió y me extrañó por varios motivos. El primero es que en aquel cómic aparecían un montón de personajes que yo no conocía y el único que me sonaba era Ojos de Serpiente. Lo que sí aparecían eran intrépidos soldados que se enfrentaban a una organización terrorista llamada Cobra (bueno, Cupra por motivos de copyright que nunca llegué a entender). Lo que me sorprendió de aquel cómic de 32 páginas es cómo me atrapó la historia de una ciudad donde todos sus habitantes eran miembros de Cobra y un chaval ayudaba a la aguerrida Scarlet a escapar de los terroristas. Pero lo más terrible es que aquella historia queda inconclusa, ya que en los cómics de 32 páginas de fórum se incluían un número y medio USA por lo que una de las historias siempre estaba cortada.

Aquello no podía ser, yo quería saber cómo acababa aquella historia. Eso me llevó a buscar el siguiente número de la serie por los quioscos del barrio. Al final lo encontré en uno de la Plaza Catalunya de Barcelona y conseguí convencer a mi madre que me lo dejará comprar con mi paga. Ese fue el primer cómic que realmente coleccioné, el número 8 de G.I. Joe, aparecido en marzo de 1988. No fue fácil seguir la colección, la paga exigua y la dificultad para encontrar algunos números fueron los principales escollos, pero aquella serie parecía hecha para mi y seguí comprando cada número que aparecía. Incluso conseguí los ejemplares atrasados gracias a que en la librería del pueblo de veraneo tenían un buen surtido de retapados.

Aquel cómic donde salían pistolas fue el germen de una colección que fue creciendo con los años. Primero con más pistolas como las del Castigador o SHIELD, más adelante con los X-Men de Jim Lee y el resto de mutantes de los 90 y luego con el manga, Image o el cómic europeo. Una afición que compartí con mis compañeros del colegio y que nunca he abandonado, permitiéndome conocer a gente como Raúl que me permitió llevar mi afición a un nuevo nivel y experimentar el mundo del cómic como no había imaginado.

Y por cierto, todavía conservo esos cómics de G.I.Joe y me siguen gustando los cómics donde salen pistolas.

Millenium #01 (Octubre de 1988) por Gustavo Higuero

Octubre de 1988. El viento frío del otoño empezaba a recorrer las calles y plazas de la ciudad de Zaragoza y lejos quedaban ya los días de las vacaciones de verano. Las clases ya iban ganando ritmo, cursaba séptimo de EGB y disfrutaba de la alegría característica de tener 13 años a finales de la década de los ochenta.

Eran los tiempos del cubo de Rubik, las Game & Watch de Nintendo, los ordenadores de 8 bits, el walkman, los bollycaos, los yoyos, los cromos, el futbolín, las chapas y las canicas. Eran los tiempos en lo que lo analógico miraba con desconcierto y recelo a lo digital, mientras nos dejábamos las rodillas jugando al baloncesto en el recreo.

Un día, un lunes, para más señas, tras el habitual reencuentro tras el fin de semana con los compañeros de clase e intercambiar vivencias, comentar la película que habíamos visto en la sobremesa del sábado, devolvernos las maquinitas de videojuegos que nos prestábamos a fin de poder disfrutar de la agradable monotonía de otro modelo y repasar alguno de los deberes, tocaba subir al aula y afrontar una larga mañana de sociales, inglés, naturales y matemáticas, contando los minutos para volver al recreo de media mañana donde dar rienda suelta a las ansias de juegos de todo tipo, mientras el bocadillo desaparecía entre mordisco y mordisco.

Ese día en particular, en ese diminuto espacio de treinta minutos, ese oasis temporal, no lo dedique a botar un balón o a correr de un lado a otro en caótico movimiento evitando que los polis (pues era del equipo de los cacos) me pillaran, sino a estar sentado en un banco de los que rodeaban el perímetro del recreo. La razón para tener mi cuerpo en reposo, sobre gruesos trozos de madera barnizada anclada a un robusto armazón de metálico, no era otra que la de ojear un cómic.

El noveno arte no me era ajeno. Había leído de forma esporádica, Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, Superlópez, algún que otro del Capitán América, Transformers (durante la convalecencia de la operación de apendicitis), pero sin mayor prevalencia en mi persona que el momento de la lectura.

Aquí hay que hacer una confesión y es que mi amor por la lectura llegó muy tarde, pues no leí libros de manera regular y constante hasta bien cumplidos los 15 años. Sin embargo, ese lunes se iba a producir un pequeño milagro que sin duda creo fue el primer paso que acabó llevándome también a ser un lector regular de libros.

Volviendo a ese instante concreto del recreo, sentado con mi amigo Pablo, ojeando el cómic en cuestión, que no era otro que el primer número de Millenium, el tercer evento de DC Comics tras la publicación de Crisis, que afectaba a todos le Universo DC con los Manhunters como enemigo a superar. Por supuesto, nada de todo esto lo sabía en ese momento, pero a ignorancia no me desalentó en absoluto.

La portada mostraba a infinidad de personajes, muchos me resultaban absolutamente desconocidos, reconociendo tan solo a Batman y Superman, pero quedando absolutamente fascinando por todo los demás que me miraban con sorpresa como si yo fuera el enemigo oculto. En sus páginas se planteaba una historia que me resultaba ajena y distante, pero algo había en su propuesta que me fascinaba. Los héroes se iban reuniendo y entre ellos había de todo tipo y condición, mientras se iban dando detalles de la amenaza a la que debían enfrentarse. No lo leí de forma concienzuda, solo fue un vistazo por encima, pero suficiente para que la semilla quedara plantada.

Aquella tarde, a la salida del colegio, le conté a mí madre lo que había ocurrido en el recreo y que me gustaría mucho poder tener ese cómic. Así que, de vuelta a casa, antes de llegar, recorrimos juntos, con mi hermano, los quioscos del barrio buscando ese primer número de Millenium. Fue un paseo largo porque no todos tenían cómics de superhéroes y mucho menos este en concreto. La paciencia y dedicación que mostró mi madre aquel día nunca podré agradecérsela lo suficiente.

Finalmente lo logramos. En un pequeño quiosco lo tenían y tras comprarlo pude leerlo entero al detalle. Las sensaciones se fueron despertando. La incertidumbre era enorme, pues el 99% de lo que leía me era ajeno. Había un texto introductorio, una sección de noticias y un listado de novedades de ese mes de octubre. Para mi sorpresa había otro número uno de esa serie denominado Especial Millenium, donde la acción de lo narrado se ampliaba con historias de la una tal Liga de la Justicia.

Acababa de germinar la semilla.

Era necesario tener ese cómic, poder seguir leyendo, seguir descubriendo más de esos personajes, de tantos y tantos que me eran desconocidos. Y fue, a lo largo de aquella semana, cuando conseguí ese Especial (esta vez se lo encargue a mi amigo, Pablo, ya que el parecía tener mejor canal para el acceso a la compra. Un tiempo después descubrí la tienda especializada de Zaragoza que era donde él ya compraba sus comics). Como la entrega del mismo se hizo en el colegio puede aprovecharme de la sabiduría de mi amigo, mucho más versado en este terreno desconocido para mí, para que me explicara más cosas sobre ese personaje al que denominaban Rocket Red 7 y que no era lo que parecía.

Había empezado algo que fue creciendo sin penas darme cuenta. Más tarde llegó Excalibur y luego Historia del Universo DC, más tarde el Especial 50 Aniversario de Batman, What If?, Batman The Cult…

Y así, de una forma inocente, nada rebuscada, sin presión de nadie, de forma natural, empezó el afán por coleccionar comics y disfrutar de una pasión que se ha mantenido muy viva a lo largo de 32 años. Años en los que he conocido a infinidad de gente maravillosa y de la que he podido aprender mucho. Años de lecturas y largas conversaciones, de disfrute y placer atrapado en papel y viñetas. Años de ingeniería económica constante, de visitas a la tienda especializada, el descubrimiento de las ediciones USA, de todo ese mundo que hay detrás del cómic, la industria, para descubrir que nunca podré saberlo todo ni leerlo todo y aún así seguir en ello. Así que desde aquí va ese pequeño reconocimiento a todos los que estuvieron y están y a todos los que llegaran.

Lejos queda ese recreo, ese banco, ese cómic. Lejos queda ese mes de octubre ventoso en el que un niño pudo empezar a soñar. Lejos quedan las siguientes lecturas. Lejos y cerca, porque mientras el recuerdo siga vivo, no estará muy lejos.

Los vengadores #73 (Febrero de 1989) por Diego García Rouco

Aunque el cómic salió en febrero yo lo compre en marzo, mientras esperaba el autobús que traía a mis hermanos de vuelta tras pasar unos días en el pueblo. Ellos habían ido unos días antes con mis tíos y estaba previsto que unos días después yo fuera con mis padres en coche. Sin embargo, en pleno viaje los frenos del coche dejaron de funcionar y hubo que volver a casa, tras un enorme susto al descubrir el fallo. Así que esa Semana Santa no pude ir a ver a mis abuelos. En aquella época los autobuses que venían de Galicia paraban en Bilbao en la plaza Zabalburu, así en medio de un día de frio y lluvia, el clima habitual en la zona, me acerque al quiosco que había cerca de allí. ¡Qué tiempos aquellos en los que podías comprar tebeos en cualquier quiosco! No recuerdo muy bien que iba a comprar, pero la maravillosa portada de John Buscema me cautivo, así que el dinero que me habían dado para compensar la decepción de no poder viajar me lo gaste en ese tebeo*.

Como en aquella época no había móviles los horarios de llegado era estimativos, así que me dio tiempo a devorar el cómic, la primera de las muchas veces que lo disfrute, y acabe buscando todos los números anteriores. Hasta ese momento mis lecturas comiqueras habían sido de tebeos de SuperLópez, Astérix y Tintín, pero sin un afán coleccionista. Los números anteriores los conseguí gracias a los retapados que había en el quiosco del barrio y otros tras descubrir la librería Totem, la única especializada que había en Bizkaia en esos días. Años más tarde, cuando Panini reedito la etapa de Stern en Los vengadores en el formato Marvel Gold la volví a comprar para jubilar a mis gastadas grapas. La relectura me confirmo algo que ya sabía, había elegido una de las mejores etapas de los personajes y seguía siendo una maravilla.

Ese cómic, que era el inicio de la saga que enfrento a Los Vengadores contra los dioses olímpicos, fue el principio de un amor por Los Vengadores (con el paréntesis de la infame etapa de Rob!) que duró hasta que Bendis puso sus manos en ellos y me alejo de la colección para siempre. Afortunadamente para cuando sucedió, mis lecturas se habían diversificado y había empezado a conocer y redescubrir otros mercados como el manga, el indie y el europeo, además se produjo la explosión de la novela gráfica en España. Así mi ración de cómics mensual de superhéroes quedo muy menguada, pero mi visión del medio se amplió enormemente. Hoy en día solo me acerco a algunos títulos por la recomendación de mis buenos amigos Sergio Fernández Atienza y Igor Álvarez Muñiz. No echo de menos tener que comprar un gran número de grapas para saber que se cuece en el universo Marvel, pero cuando Raúl López me dice que lleva casi treinta años comprando Spiderman siento una punzada parte de envidia y parte nostalgia de la época en la que seguía colecciones mensuales.

*En esa primera compra también estaban el Especial Primavera de Los Vengadores de 1989 dibujado por el tristemente olvidado Don Newton (¡Señores de ECC queremos reedición de su Batman Ya!) en el que se enfrentaban a Arsenal y el numero 26 de los muy bizarros Nuevos Vengadores de Steve Englehart y Al Milgrom, pero el primero que leí fue el de Stern y Buscema, así que por eso lo considero el primero.

Asombroso Spiderman #232 y Motorista Fantasma #1 (Abril de 1991) por Raúl López

Desde muy niño me ha fascinado la lectura, en mi memoria recuerdo de muy niño leer Don Mickey y Hiper Disney, también que en verano me solían contentar mis padres con la compra de algunos Super Humor. Mortadelo y Filemon junto a Super López eran mis favoritos, ni se la de veces que llegué a releer obras como El sulfato atómico o La superproducción. Con ocho años (agosto de 1986) en una visita a un familiar al hospital me compraron antes de entrar el Spiderman 100 de Forum supongo que para tenerme entretenido y en la fiesta de mi décimo cumpleaños mi padrino se presentó en casa con Capitán América #46 (abril 1988), aquel en el que unas versiones octogenarias de Steve Rogers y Craneo Rojo luchaban a muerte con dibujos de Mike Zeck. Con estas lecturas es más que evidente que antes o después iba a dar el salto de los cómics de Disney y Bruguera a los de género superheróico, tuvieron que pasar exactamente 3 años desde mi último acercamiento al género y es que recuerdo como si fuese ayer que por aquel entonces iba cada quince días al dentista – mejor no hablemos de ese tema – y la visita se compensaba con la compra por parte de mi madre de algún cómic en el quiosco que había justo enfrente, normalmente al acabar la visita, de hecho, recuerdo que bajaba rápido a la calle para tener algo de margen para escoger cual de los Don Mickey iba a pedirle a mi madre y entonces algo hizo click en mi cabeza y mis ojos se pusieron en la portada del Motorista Fantasma #1 de Howard Mackie y Javier Saltares, cómo no fijarse en aquel impactante esqueleto en llamas montado sobre una moto, y al lado Spiderman #232 con el arácnido encadenado y Lápida dándole una tremenda paliza – obviamente no sabía quién era Lápida por entonces, tampoco quien era Robbie Robertson -, tenía claro cuales iban a ser mis compras, estamos en abril de 1991, esa semana cumplí trece años, a partir de ese mes y hasta hoy con cuarenta y un año no he fallado ningún mes en mi compra de las aventuras de Peter Parker. Recuerdo devorar varias docenas de veces aquellos dos cómics, y reunir algo de dinero para comprar un par de números anteriores de Spiderman con la saga de Complot por un magnicidio y de Motorista Fantasma lo duro que se hizo esperar un mes para ver como continuaba aquella emocionante historia con Danny Ketch, su hermana luchando por su vida, ninjas y un tío enorme que se llamaba Wilson Fisk. Recientemente he rescatado estos cómics y no sólo me trasladaron a aquel momento hace casi treinta años sino que los he vuelto a disfrutar como si fuese entonces, que maravilla de tebeos.

Haciendo memoria y poniendo las fechas sobre la mesa me doy cuenta de un detalle que quiero compartir con vosotros, en séptimo de EGB nos tocó como tutor en el colegio Joan, y aunque desde muy niño me apasionó la lectura buena parte de la “culpa” de ese cambio de chip la tuvo él. Recuerdo que en la hora de biblioteca no sólo subía cómics que había en la biblioteca del colegio, así leí Spirou, Asterix y Blueberry con once años; también traía de su colección personal varios cómics, de esa forma leí la saga de La última cacería de Kraven el Cazador o la Muerte de Gwen Stacy, recuerdo también que hizo un año un taller de cómic al concluir el curso donde nos habló de narrativa tomando como punto de partida los X-Men de Neal Adams, con un maestro así era inevitable que terminase dando el salto de Disney a Marvel, con lo que seguro que influyó sin saberlo en mi decisión a la hora de aquella tarde en el quiosco para comprar en aquella visita aquel Spiderman y Motorista Fantasma por encima de las aventuras de Mickey, Pluto y compañía.

Marvel Two-In-One: Capitán América & Thor vol.1 nº 72 – Forum (Marzo de 1992) por Juanjo Carrascón

Realmente mi primer comic desde el cual empecé a coleccionar de manera seguida y con cadencia regular fue Marvel Two-In-One: Capitán América & Thor vol.1 nº 72 (Forum).

Ahora, con una mirada al pasado aun me sorprende que fuere éste y no un comic de Spiderman el que me iniciase en lo que hasta la fecha de hoy ha sido una sed insaciable de coleccionismo.

Realmente tenía comics sueltos que compraba cuando podía del trepamuros, pero mis padres eran un poco reticentes a que tuviese acceso a este tipo de lecturas. Recuerdo con cariño también la compra de Spiderman vol.1 nº 242 (Forum), pero no seguí al trepamuros de seguido hasta que llegó a mis manos El Asombroso Spiderman Vol.1 (Forum).

Cuando vi el comic en cuestión en un kiosko de un centro comercial que hay en mi localidad, llamado “El caracol”, me quedé flipado. Como puede comprobarse la portada es muy simplona, pero me llamó poderosamente la atención. El interior a simple vista era un cúmulo de acción a raudales, pero me chocó que de un primer vistazo (bajo la atenta mirada del dueño del kiosko para que no lo robase) no aparecía Steve Rogers. Con el tiempo y analizando con cierta madurez (recalco cierta) el comic, el mismo trataba sobre el racismo en la EEUU más profunda, pero a ojos de un niño de 13 años solo eran «malos» contra el Capi.

Una vez que lo leí en casa me quedé tan impresionado con el interior del mismo que luché viento y marea en conseguir mes a mes la colección. ¿Qué podía haber ocurrido para que Steve Rogers no portase el manto del Capitán América?, y ¿quién era ese macarra inepto llamado John Walker?. Era mucha información para un crio que se adentraba en el mundo Marvel en toda regla. La historia se enmarcaba dentro de uno de los mejores momentos que Mark Gruenwald relató en la vida del Capitán América que debo decir está siendo publicada por Panini Comics en formato Marvel Heroes. Para desdicha mía seguí leyendo el comic y comprobé que Steve Rogers llevaba un traje espectacular de negro conjuntando las rayas de la bandera americana: era muchísimo más espectacular que el azul (y que me perdoné el resto de lectores y seguidores del Capitán).

No acabaron ahí mis problemas queridos amigos. Ni de lejos, pues era el principio del fin, o el comienzo de una historia que a fecha de hoy continúa. Steve Rogers dentro de las páginas de The Mighty Thor Vol.1 #390 levantaba el martillo de Thor. El impacto no fue como debiere, pero fue un WTF en toda regla. Impresionante, increíble, impactante, soberbio. Gracias a este comic hoy en día soy lo que soy como fan de Marvel. Poco más puedo decir.

Un gran recuerdo; una nostalgia de sabor añejo que recuerda la ilusión de ir cada mes a por mi comic nuevo y ver cómo continuaba la historia. Decir que ese sentimiento se ha difuminado con los años, pero pervive de maneras distintas.

Dragon Ball (Abril de 1992) por Fer García

En los primeros años de la década de los 90, un niño con un peinado llamativo y una cola de mono, que practicaba artes marciales, utilizaba un bastón mágico y se transportaba en una nube voladora, se colaba en nuestros hogares a través de las pantallas de nuestros televisores y daba comienzo a un fenómeno de inimaginables proporciones. Las aventuras de Son Goku en busca de las bolas mágicas, su empeño por ser más fuerte, sus entrenamientos, los combates en el gran torneo de las artes marciales, el humor universal que caracterizaba a la serie, la rica galería de personajes secundarios y de sus temibles enemigos o el desarrollo de nuevas técnicas fueron algunos de los muchos factores gracias a los cuales, la creación de Toriyama sedujo a la gran mayoría de niños de aquella época.

De esta manera se desató una dragonballmanía que provocaba una sed insaciable por conseguir todo tipo de productos relacionados con la serie. Así, los patios de los colegios se convirtieron en lugar de intercambio de fotocopias, se importaban videojuegos a un coste muy elevado, los kioscos hacían el agosto vendiendo cartas con ilustraciones de escaso parecido a las originales, y los supermercados estaban abarrotados de productos cuyo reclamo era algún tipo de regalo relacionado con Goku y compañía.

Poco tiempo después, Planeta Cómic (DeAgostini por entonces), conseguía la licencia de la gallina de los huevos de oro, que no ha soltado desde entonces y que ha explotado en forma de múltiples ediciones y subproductos derivados. En abril de 1992, apareció en los kioscos el primer número de Dragon Ball, siguiendo el formato imperante en la época, ya que el original japonés tardaría aún una década en imponerse. Por tanto, estábamos ante un comic-book con sentido de lectura occidental, una traducción que hoy en día se antojaría amateur y una reproducción muy mejorable. Con estos mimbres, daba comienzo el asentamiento definitivo del manga en el mercado español del cómic, consiguiendo que muchos aficionados abriesen su mente a nuevos horizontes, llevando a las editoriales a interesarse por el cómic japonés y haciendo posible que posteriormente nos llegase un gran número de nuevas series, siguiendo su estela.

Aquel primer número, que incluía el encuentro producido entre Bulma y Son Goku en el monte Paoz, con el que daba inicio la primera búsqueda de las bolas de dragón y gracias a la que conocerían al resto de personajes clave de esta etapa, no incluía ninguno de los combates espectaculares que ya habíamos visto en televisión, pero sí que nos permitía reconocer a los personajes que nos habían encandilado y alimentaba nuestra ilusión, puesto que todos sabíamos lo que estaba por venir, que aquello no era más que el comienzo de una gran aventura de la que nos sentíamos parte y de la que seríamos testigos durante muchas tardes de nuestra infancia.

De aquella edición solo conservo el primer número por razones sentimentales, ya que, dadas las carencias que tenía, la cambié por ediciones posteriores que la mejoraban en todos los sentidos. A pesar de todos sus defectos, de los que no éramos conscientes por aquel entonces, siempre la recordaré con mucho cariño, ya que esta serie fue mi puerta de entrada al manga y al coleccionismo de cómics, un lejano recuerdo de aquellas tardes doradas de mi niñez.

Spiderman #20 (Forum, Abril de 2001) por Nacho Pena

La primera película de Spiderman de Sam Raimi fue, junto al primer film de X-Men de Bryan Singer, el largometraje que enganchó a toda una generación a los superhéroes. En mi caso, entre la película y la serie de animación de los 90, necesitaba seguir leyendo cosas de Spiderman. Tenía 11 años y mi madre me había regalado algunos ejemplares del coleccionable rojo de Forum pero le tengo especial cariño al primer cómic que me compré con mi paga.

Lo había comprado junto a mi mejor amigo en el Centro Comercial Cuatro Caminos en Coruña en un kiosco. Sip, en la era en la que los cómics de superhéroes y bueno, quizá los cómics en general, poblaban los kioscos en vez de estar ahora solamente en las tiendas especializadas y las grandes superficies. En este caso el cómic del que hablo, el Spiderman Vol. 03 #20 de Forum (que contiene The Amazing Spiderman Vol. 2 #19, Peter Parker: Spiderman Vol. 2 #19, Spiderman: Death & Destiny #1 USA) fue el cómic que me compré. En aquella época yo no estaba para guiones y lo que me entraba más por los ojos eran los dibujos y vaya dibujantes más dispares había en ese tomo: Erik Larsen, John Romita Jr. y Lee Weeks.

Los guiones, siendo francos, eran muy flojos. Howard Mackie, uno de los guionistas más flojos de la historia del personaje pero muy presente durante una década del mismo, algo así como el Scott Lobdell del trepamuros, firmaba dos de las historias del tomo: La primera era un enfrentamiento con Veneno que se daba cuando Eddie Brock intentaba acosar a su ex-mujer. La segunda era como la aceptación de la «muerte» de Mary Jane Watson en un extraño arco argumental que se encaminaba a la (primera) separación de la pareja. Por otro lado, el tercero era el primer número de Spiderman: Muerte y Destino, una miniserie de tres números con Lee Weeks como autor completo que ofrecía una retrospectiva a la muerte del Capitán George Stacy, que no estaba nada mal y no estaría de más una reedición de la misma.

Pero lo importante eran los dibujos. Siendo un niño como lo era era muy pero que muy difícil no quedarse asombrado por el dibujo de Larsen. Era puro espectáculo y estaba a su máximo nivel, ya definido como artista y lejos de la sombra de Todd McFarlane. Romita Jr. estaba alucinante también, en sus mejores años, por lo que no era raro encandilarse con su trabajo. Weeks, en cambio, era más clásico pero su trabajo era de alto nivel. En definitiva, era un cómic impresionante a nivel artístico pese a que, al leerlo me encontrase con temas mucho más adultos que en las películas: en la primera historia había un suicidio y en las otras dos Peter Parker tenía que asumir las muertes de dos personas a las que quería muchísimo. Te dejaba el cuerpo raro.

Ah, ahora ese kiosco en el centro comercial es una tienda de Vodafone. Los tiempos, por desgracia, han hecho mella a este modelo de negocio. Al menos no se convirtió en una casa de apuestas como el salón de recreativos de al lado.

Coleccionable Spiderman nº 1 de Planeta DeAgostini (Amazing Spiderman #224-226 USA) (Junio de 2002) por Raúl Gutiérrez

Corría el mes de Junio del año 2002, yo acababa de cumplir catorce años, y no podía estar más enamorado del trepamuros. Todo comenzó con aquella serie animada que alegraba las mañanas de verano en el Club Megatrix de Atena 3 desde 1994. En ella, se me dio a conocer a Spiderman, el héroe arácnido que con su poder y responsabilidad acababa con Escorpión, el Doctor Octopus o incluso Veneno o el Duende Verde. Esa serie de televisión me abrió la puerta al mundo de los superhéroes, un mundo que, desde entonces jamás sería capaz de abandonar. Con las constantes reposiciones, dicha serie no terminaba de morir, y seguía siendo emitida una y otra vez en televisión, viendola yo todas esas veces en parte porque me encantaba, y en parte porque deseaba saber si continuarían la historia y Peter encontraría a esa Mary Jane perdida en el tiempo, habiéndose casado con un clon de la original.

Pues bien, volviendo al mes de Junio del año 2002, fue entonces cuando se estrenó la película de Spiderman dirigida por Sam Raimi y protagonizada por Tobey McGuire. Ver a mi héroe favorito en pantalla grande fue todo un sueño para mí, y cumpliendo años el 27 de Junio recuerdo ir emocionado al cine con mi hermana, mientras en la sala de al lado, mi madre, mi Tía Palé, y mi Yaya Teresita veían Infiel de Richard Guere, una de esas películas «para mayores» que a mí personalmente no me podían importar menos.

Cuando salí del cine tenía muy claro que quería más Spiderman, y que ya era hora de leer sus cómics, lo que llevaba bastante tiempo postponiendo. Para entonces, yo ya había leido varios Mortadelos, Asterix e incluso G.I. Joe, puesto que mi antes mentada Yaya Teresita me los compraba en unos maravillosos paks en la tienda el Hobbit que había al lado de su casa. Pues bien, quisieron los astros alineados (y una estrategia comercial muy acertada por parte de Planeta) que se reeditara la magnífica etapa de El Asombroso Spiderman de Roger Stern y John Romita Jr. justo a tiempo para la película de Raimi, y así, sin darme cuenta comencé a coleccionar cómics.

A partir de entonces comencé a experimentar no sólo la sensación de maravilla con la lectura, si no una compulsión inevitable a conocer todos los detalles del personaje. ¿Quién era ese villano acorazado llamado Juggernaut? ¿Por qué no salía en la serie de televisión? ¿Cómo es posible que serie de televisión, cómics y película contaran historias distintas si solo había un Spiderman? ¿Por qué ponía un 1 en el primer número del coleccionable si no se contaba la muerte del Tío Ben? Ese ansia por saber y por conocer más y más detalles, unido al hecho del placer que sentía cuando veía el coleccionable completarse poco a poco en mi estantería me llevó sin darme cuenta al maravilloso mundo del coleccionismo de cómics, el cual desde entonces, ya nunca abandoné.

Hoy, dieciocho años después, ese coleccionable ya no está conmigo (sospecho que se perdió en una mudanza) pero sí una edición más actualizada de su material, y el sabor a nostalgia y al comienzo de un amor eterno y arácnido que todavía hoy sigue conmigo, tan fresco (y obsesivo) como el primer día.

Civil War 01 (Panini, Julio 2006) por Pablo Menéndez

Fui un niño raro, lo reconozco. No coleccionaba insectos, no abría gatos en canal y desde luego no tenía fantasías homicidas; pero me hacía muchas preguntas y leía mucho. Con nueve años ya me había zampado no solo los coleccionables rojo y azul de Fórum protagonizados por el trepamuros, las (hoy tristemente denostadas) Bibliotecas Marvel, Thor de Dan Jurgens, The Spirit y hasta Maus. Por motivos que me guardaré para mi futura autobiografía reverteriana y funambulista, poseía un curioso punto de vista dual acerca de la realidad, definido por un anti-autoritarismo infantil muy poco coherente (¡soy el precursor desconocido de los partidos políticos contemporáneos y todavía no sé nada de lo mío!). Supongo que ese es el motivo de que mis problemas empezaran con Civil War #1.

Lo compré en un quiosco (creo que mi generación es la última que pudo encontrar tebeos en los quioscos…aunque de toda mi clase yo era el único que compraba tebeos; por cierto, el último tebeo que compré en un quiosco fue un Zero Year del Batman de Snyder) y recuerdo que al llevarme el tebeo pensé que me estaba llevando un tesoro. Algo secreto. Algo prohibido. Esas veintidós páginas me supieron a gloria.

El dibujo de Steve McNiven me impactó profundamente. Dibujaba cosas reales, violentas y peligrosas. Allí había urgencia, había peligro. A Johnny Storm le rompían una botella en la cabeza en una trifulca en una discoteca y acababa en el hospital. Thor atravesaba el pecho del Hombre Gigante con un rayo. Iron Man le saltaba los dientes al Capi con un puñetazo. Los héroes podían fallar y morir, matando a un montón de gente en algún punto intermedio del proceso. Más que eso. Los héroes se enfrentaban a dilemas éticos de altura: ¿Te someterías al poder de tu gobierno teniendo superpoderes?¿Aunque ese gobierno te ordenara matar por petróleo o política? ¿Y si te lo pidieran tus ciudadanos? ¿Lo harías? ¿Sí?

Por supuesto, solo puedo ser consciente de esto con la perspectiva del tiempo. El niño que fui solo podía entender (a nivel consciente) que al Capi le zurraban, le perseguían y le crucificaban por luchar en lo que creía. Punto. Aunque a día de hoy Mark Millar no esté ni de lejos en mi lista de autores fetiche, no puedo olvidar en que hubo días y años en los que vivía para saber que habían escrito el escocés y cierto calvo de Cleveland. Solo hoy puedo entender que esa pasión nacía de una habilidad muy poco frecuente entre los escritores: el sentido de la oportunidad.

Porque en realidad Civil War fue el hábil comentario de Marvel con respecto a las políticas represivas, neoliberales y globalizadoras de la Era Bush. Esa visión sigue vigente porque esas políticas siguen vigentes (bajo formas todavía más siniestras), aunque Civil War (como tebeo) no resista un análisis serio mínimamente riguroso. Tampoco es que la obra necesite que un montón de pedantes hablen sobre ella. Vibraba en la frecuencia adecuada, y eso bastaba. En 2006, chicos que eran apenas un poco más jóvenes que yo se desangraban y morían en Irak, ofrecidos en holocausto al dios negro del petróleo. Los niños que nos quedamos en casa tendríamos que enfrentarnos (en un futo que parecía lejano, pero que estaba increíblemente cerca) a amenazas no menos letales: desintegración de los núcleos familiares, desarraigo, enfermedades mentales, crisis económica, perdida de todos los referentes…Ah, podéis decir lo que queráis de los chavales de principios del milenio, pero lo cierto es que la mayoría de nosotros tuvimos que comer martillos y cagar clavos para sobrevivir.

Y en una era tan oscura, el Capitán América no podía seguir siendo simplemente un símbolo. Tenía que hacerse carne, sufrir y morir para volver a ser relevante (¡así de jodida fue esa época). Dicen que una época llega a su fin cuando se agotan sus ilusiones básicas. En mi caso (y supongo que en el de muchos) la dulce y segura burbuja de los años de Aznar en Las Azores y ZP en América se fue por el desagüe junto con la sangre derramada por Steve Rogers en el Capitolio.

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Dr Kadok
Dr Kadok
Lector
20 julio, 2020 19:48

Bueno mi primero sensación es que…me hicieron sentir joven, ojo algunos están cerca de grupo de riesgo COVID!! Insultados entonces, y mientras el que está encuarentenado e infectado es el que escribe (gajes del oficio…), muy buenas las reflexiones. Yo estoy cerca del grupo del medio, y la gran diferencia con uds es que en gran parte acá (Argentina) dependimos mucho del flujo de allá (o Mexico), así que alguna cosa editada x allá capaz nos llegó 5 o 7 años después. Como muchos ahi, primero arranqué en el jardín con cosas que estaban en cajones y cajas de mi viejo: Asterix, Mafalda, Patoruzú, Isidoro, Humor, Nippur de Lagash, Fierro, Condorito, etc. Después en los primeros años de primaria, seguia buscando completar esas colecciones (siempre en cumpleaños o navidad caía algun hermoso Asterix o Mafalda nuevo), y compraba en el kiosco lo que venga. Entre ellas, caia alguna de DC/Perfil, que habian empezado a editar en 1990 (Batman & los Outsiders, JLI de Giffen, Superman de Byrne, Batman post Año Uno, Flash -Flushman!!-de Messner Loebs). Les daba la misma bolilla que al resto pero un día de 1993 veo en la tele… SE MURIÓ SUPERMAN!! Y Perfil (que editaba cosas 7 años desfasados) lo editaba al toque (para ganarle a Zinco, obvio) con un especial lleno de mil preciosas notas, con el comic (el de la JL) que no estaba en otras ediciones. SI tuviera que poner el punto determinante del amor al comic, creo que fue ese. A partir de alli me gastaba tooooodas las chirolas en las colecciones de Perfil, y en las bolsitas 3x$3 y tacos de Zinco que, con esta en plena fundición, empezaban a inundar los quioscos (y a asesinar DC/Perfil). Otro hito para mi también fue La Broma Asesina, que entiendo que quizas no sea la mejor obra de su autor, pero resume tanto y es tan poderosa en 48 páginas, que sigue siendo lo primero que presto (presto dije!!! devuelva señor) cuando alguien me pide algo para empezar a leer. En el ´95 DC/Perfil cierra, la entrada de Zinco mengua un poco, yo terminaba la primaria y me fui desinteresando rápido. Durante la secundaria fui comprando alguna cosa que me llamara muuuuucho la atención o que me faltara de antes, sobre todo de DC/Vid que volvió a inundar los quioscos, pero nunca volvi al ritmo de compra que tenia antes. Despues con las carreras practicamente volvi a cero, y más o menos cuando arrancó el N52 (ok, no elegi el mejor momento…)descubri los blogs, los cbr…y chau, adentro de vuelta. También, ya con unos pesos más encima, volvi a comprar algunas cosas, sobre todo cosas que queria completar de Perfil o Zinco, y algunos de esos tomitos de Salvat. Pero nada volvera a ser como esa sensación cuando buscabas «ese» número arriba de la bicicleta kiosco x kiosco, y cuando lo encontrabas…ahhhh…

Linkin Boy
Linkin Boy
Lector
21 julio, 2020 15:01

Se nota de qué generación sois cada uno por el cómic con el que empezasteis a coleccionar xD

En mi caso, mi primer tebeo fue ‘El ascenso’ de Mortadelo y Filemón. Ya había leído tebeos de Bruguera que tenían mis padres, pero el primer álbum que me regalaron y que considero mío, fue este de la colección Olé!. Luego llegaron muchísimos más Mortadelos y SuperLópez.

En tema de cómic americano, mi primer contacto fue con Capitán América: Centinela de la Libertad #1, de Waid y Garney, aunque tardaría varios años en hacerme un asiduo a comprar material superheroico.

En plena fiebre por Marvel gracias a las películas de X-men y Spider-Man, pillé por casualidad un cómic de MK Daredevil y ahí ya me enamoré del personaje y empecé a comprar cómics con más regularidad, aunque casi siempre del cuernecitos.

A día de hoy sigo pillándome Mortadelos cuando tengo momentos malos o los regalo cuando alguien pasa por una situación delicada, creo que son el mejor remedio contra la adversidad.

Eddie Brock
Eddie Brock
Lector
21 julio, 2020 16:31

Yo empece con mortadelos, Zipy y Zape, Superlopez y en general Super Humor y toda la ristra de personajes patrios, pero era un chavalin y dependia de sacar notas decentes para pillar un tebeo. Luego enganche los «Gente menuda» el complemento de un periodico los domingos que te venia con una pagina de comic de diversos personajes. Mi tio compraba cada domingo el periodico religiosamente y me guardaba la revistilla, y luego cuando ibamos a visitarle me daba las acumuladas.
Mi entrada oficial y desde entonces un no parar fue con Matanza Maxima 5.Lo ojee en el quiosco y En aquel momento ver a Spidey hacer un team up con morbius y veneno me flipo. Luego todo lo de spidey desde entonces, mas marvel, mas dc…Entonces un amigo me dejo predicador y yo que no habia leido nada parecido hasta entoces alucine… y el resto es historia.

Enrique Doblas
Autor
21 julio, 2020 16:41

Genial artículo, gracias a los implicados. Es difícil saber el primero realmente coleccionado. Las grapas o retapados que más recuerdo los adquirí ya en plena fiebre coleccionista, recorriendo kioscos en peregrinación religiosa. Me quedo con La Patrulla X 54 (https://www.tebeosfera.com/numeros/patrulla_x_1985_forum_planeta-deagostini_54.html), por todas las sensaciones que aún me transmite su portada (y eso que era una viñeta ampliada!), porque le falta el cupón de detrás que mandé con la esperanza de ganar una figura de Secret Wars, por esa historia rarísima con potenciales futuros, presentes y pasados (gracias Mr Claremont por hacerme la picha un lío con sólo 10 años) y por eso, por ese recuerdo del placer de gastar el dinero en algo realmente deseado.

kursal
kursal
Lector
21 julio, 2020 23:11

Yo debuté con nada menos que Spiderman de Bruguera n. 1, donde salía el Enjambre. Me lo llevó mi tío a casa como regalo. Nunca olvidaré la increíble experiencia de descubrir este magnífico mundo.
Seguramente antes habría leído algún Mortadelo de mi padre y después cayó El Supergrupo, otro clásico.

Gusgus
Gusgus
Lector
2 agosto, 2020 17:25

Muy buena la nota, y las historias. La mía es simple. Yo empecé a leer directamente novelas a los 7 u 8 años. Con lo cual, para mí, leer Alguna revista de Columba (Fantasías, Nippur, Intervalo) solo servía para pasar el tiempo en la casa de mi tío que no me prestaba sus libros, y los Condoritos eran lectura de peluquería. Lo mío eran los libros, hasta el año 1992. Yo vivía en Jujuy, provincia al norte de Argentina, iba a 1ro de secundaria y Martín, un compañero, viajó a Buenos Aires y trajo comics sueltos de ZInco, recuerdo un par de números de la Patrulla condenada y unos de Escuadrón Suicida, y de Forum, un especial de Excalibur protagonizado por Kitty Pride y los X-babies. No me volaron la cabeza, pero si me llamaron la atención, por primera vez me parecían lecturas interesantes. En aquella época, Editorial Perfil publicaba algunas colecciones, con lo cual mi amigo comenzó a comprar, y me las prestaba. Hasta que decidió dejar de comprarlas. Entonces un día iba caminando y me llamo la atención en el quiosco dos de las tapas, la primera, la tapa simil diario del primer número de Invasión de Perfil, y, sobre todo, la tapa del número 24, edición Perfil, de la Liga de la Justicia Internacional, la cita de Hielo y Guy. Me sobraban unos pesos, así que pagué, el $1,50 que salía aquel número. Ese si me voló la cabeza. me encanto la historia, los personajes. No era lo que esperaba. Y ahí empezó, las dos ligas, Invasion, Batman Superman, la muerte de Superman (me compre dos de Perfil- ¡8 pesos salía, una fortuna!- porque le presté el primero a mi amigo y lo mancho con dulce así que se lo regalé y me compré otro, que aún tengo). Luego vinieron Zinco, Vid, Cono sur, Forum, y un largo etc. Con mayor o menos disponibilidad monetaria, continuo al día. de hoy.Saludos desde Argentina ( ya no desde Jujuy, sino desde Río Gallegos, que es en el otro extremo). Éxitos