Guerra en Riverdale
«¿Sucede alguna cosa vagamente graciosa?»
Hace seis años Archie Comics, endeudada hasta las cejas, concluyó que su futuro se encontraba fuera de los quioscos y supermercados de Estados Unidos y Canadá. Era necesario crear cómics que pudiesen alcanzar a un público adolescente, a un público internacional. Mark Waid, acompañado por dibujantes como Fiona Staples, se hizo cargo de un reboot que adaptaba el universo de Archie a los gustos de ese público con mucho acierto. A Chip Zdarsky y Veronica Fish les correspondió relanzar los cómics de Jughead, el mejor amigo de Archie. Y
Adam Hughes. Este nombre evoca una imagen muy particular: mujeres esbeltas, con pechos de generosas proporciones, que desprenden sensualidad, un aire de elegancia. Miran al lector con una expresión juguetona o desafiante en el rostro y sus poses son las de modelos profesionales pero con algo más de naturalidad. El dibujante de series como Justice League International y un millar de portadas se ha labrado fama como uno de los mejores dibujantes de mujeres bellas en el cómic americano (y sin sexualizarlas en extremo como hacen otros muchos en la profesión), una fama que no le molesta en absoluto y que a veces parece querer preservar a toda costa. Incluso en una serie tan seria como Before Watchmen: Dr. Manhattan, recomendable precuela de la obra de Alan Moore y Dave Gibbons, dibujaba mujeres bellas como solo él sabe dibujar aunque no fuese apropiado en el contexto de la historia.
Resultaba difícil imaginar a un autor como Hughes escribiendo y dibujando a dos adolescentes que no tienen edad para todo el repertorio de poses en las que suele dibujar a féminas, pero Archie Comics siempre ha sido una editorial kamikaze. Prueba de ello son sus cómics de Sonic the Hedgehog. Además, si Hughes se contenía dibujando, nada difícil, su visión de Betty & Veronica estaría destinada a ser una de las series más bonitas en las tiendas, justo el reclamo que la editorial necesitaba para atraer público a su reboot del universo Archie.
Era un plan perfecto, pero la editorial se olvidó de un pequeño detalle. Hughes es un dibujante lento, muy lento. Para tres números necesito casi un año entero. Hoy podemos leer esos tres números en un tomo recopilatorio y juzgar si la contribución de su autor al universo de Archie justificó las demoras.
Betty & Veronica evoca memorias muy personales. Hace dos años, antes de que la pandemia devastase la economía mundial, tuve la oportunidad de de ver Capitana Marvel en el cine con un amigo de América, la tierra de la libertada y las armas de fuego. Recuerdo quedarme sorprendido con las risas de mi amigo y los otros espectadores estadounidenses (estábamos en el cine de películas en versión original más popular de la ciudad). Cada chiste les hacía gracia. En cambio, a mí me dejaban indiferente. Esta experience me hizo reflexionar sobre lo subjetivo que es el humor. O quizás, también pensé, los americanos tienen un sentido del humor pésimo.
Me volví a hacer esas preguntas al concluir mi lectura de Betty & Veronica. No me gustó nada el trabajo de Hughes, no me reí con ninguno de los chistes del cómic y no estaba seguro del motivo. ¿Se debía a que no soy parte del público al que va dirigida esta serie? Puede ser que un lector americano se parta de risa leyendo las desventuras de Betty y Veronica. Eso pensé al principio, pero una breve reflexión me hizo cambiar de opinión. Betty & Veronica no me gustó porque Hughes no supo escribir una historia divertida.
El guion adolece de una alarmante falta de imaginación y creatividad. Un buen ejemplo son las primeras páginas de la serie. En ellas, Archie y Jughead mantienen una discusión acerca de qué personaje de la cultura popular americana ganaría un combate a muerte, recurso cómico que ya hemos visto en muchas otras ocasiones. Después, bromean acerca de varios personajes del universo Archie que no aparecerán hasta mucho más tarde, un grave error pues se asume que los lectores tienen conocimientos previos para entender los chistes. Tras un puñado de diálogos con los que mostrar las personalidades de los personajes centrales, vuelven inmediatamente los chistes sin gracia. Hughes tiene la valentía de pensar que nos reiremos con el viejo chiste de «estamos trabajando en equipo, ella lo hace todo y yo superviso». Betty se queja de que Veronica solo sabe supervisar, mientras que Veronica se ríe del cutis de Betty y presume de sus excelentes genes. Y la madre de Betty comenta que a su hija le crecen muy rápido los pechos. Así son la mayoría de los chistes de la serie, que, recordemos, está destinado a un público joven y sofisticado.
Nótese que en mi descripción de esas cuatro páginas todos los chistes provienen de los diálogos que mantienen los personajes. Hughes rara vez tuvo en cuenta el contexto, la situación de los personajes y sus alrededores, cuando escribió los chistes de sus guiones. No supo extraer humor de la historia que plantea en las páginas de la serie, y me atrevería a decir incluso que gran parte de su guion podría readaptarse con muy pequeños cambios en los chistes a un argumento diferente dada la poca creatividad del humor. Esa dependencia de los diálogos para generar humor también es muestra de la poca experiencia que tiene Hughes como escritor. Hay muchos ocasiones en las que no sabe contenerse con su prosa, dejando que su dibujo se ahogue con los bocadillos de los diálogos en los que quiere contar otro chiste.
Os preguntaréis por qué no he mencionado el argumento de la serie. Como suele ser habitual en un cómic de Archie, el argumento es lo de menos, lo importante son los personajes, y ahí falla nuevamente Hughes. Conoce a los personajes, pero no los entiende. Su Betty y su Veronica son lo que él cree que son chicas adolescentes modernas, pero paradójicamente son menos modernas que las de las historietas que Archie Comics considera que tienen un sabor anticuado para los jóvenes lectores. Así es, Betty y Veronica están mejor caracterizadas en una de las historietas de Archie de ocho o diez páginas que en los tres números de esta serie. En manos de Hughes, son estereotipos andantes.
Mejor opinión tengo sobre el dibujo de Hughes, que, como era de esperar, no defrauda. Betty & Veronica es una preciosidad de cómic con la que su autor nos recuerda que sabe hacer algo más que portadas. No hay más que ver lo expresivos que son sus personajes, todos ellos adolescentes atractivos hasta extremos irrealistas. La forma en la que se mueven, en la que gesticulan o miran al lector solo podría dibujarla alguien con habilidad y experiencia. Irónicamente, Hughes es tan buen dibujante de comedias como mediocre escritor de comedias. Desafortunadamente su excelente labor al dibujo se ve socavada en parte por el coloreado de
No me negaría a leer más comics escritos por Hughes, pero la persona adecuada para escribir este proyecto era otra. Tras un año de demoras, lo que el autor ofrece al lector es un cómic cuyo mayor aliciente, el dibujo, es insuficiente para compensar una historia carente de creatividad, imaginación, diálogos ingeniosos y una caracterización de personajes adecuada.
Lo mejor
• El dibujo de Hughes.
• Algún que otro chiste ocasional.
Lo peor
• Un guion superficial y aburrido
• El coloreado desentona con el dibujo
• El tomo recopilatorio incluye un número de Jughead irrelevante para aumentar el número de páginas y el precio.
Guion - 3.5
Dibujo - 8
Interés - 4
5.2
Mediocre
Decepcionante miniserie que demuestra que no todos los dibujantes están preparados para guionizar cómics.
Mala época para señores mayores que entienden mucho más de anatomía que de psicología femenina. Lo lógico sería que se hubiera buscado un/una guionista.
Y oye, yo no veo tan mal el color…