¿Dónde se encuentra el poder?
«Siento dentro de mí voces que gritan: ¡No es justo!»
A veces uno se encuentra con una obra que le hace reconciliarse con un medio, ya sea la música, el teatro, el cine, la literatura, o como sucede en este caso, el cómic. Para cualquiera que se encuentre en ese punto, Hom es su obra.
El ser humano desde hace miles de años, incluso mucho antes de ser un homo sapiens, ya conocía la necesidad de la unión de sus congéneres para ser más fuertes, menos vulnerables. Pero como en toda invención, la sociedad, tiene sus virtudes y sus defectos, unos que ahora son muy evidentes pero a los que ya no sabemos cómo enfrentarnos. Hemos creado unas entidades basadas en nuestras necesidades, como lo son el gobierno, el mercado, la cultura… que ahora han alcanzado estatus de sobrehumanas, sobrepasando al propio creador. No hay forma de enfrentarse a ese enemigo invisible que todo lo alcanza, y todo lo puede, que es omnisciente y omnipresente, y del que es imposible huir o refugiarse. Así es, los dioses existen, y los hemos creado nosotros. Bienvenidos a la mitología moderna. Bienvenidos a Hom.
La odisea de su publicación
La obra Hom fue publicada por primera vez en 1977 pese a que la historia fue creada en 1975. Este es un hecho importante dado que Hom es una alegoría nada velada sobre la situación política en España en un tiempo en el que Franco seguía vivo. El debate político de aquellos años, agresivo a todas luces, giraba en torno a tres pilares diferenciados: El primero, el de los continuistas que planteaban perpetuar el sistema imperante de dictadura que, según su ideario, les había ofrecido excelentes resultados hasta la fecha; el segundo, el constituido por los aperturistas, partidarios del gatopardismo cuya máxima era “debemos cambiar todo para que nada cambie”; y en tercero y último lugar , el formado por los opositores al régimen que deseaban la implantación de una democracia inmediata y sin paliativos.
En ese estado de efervescencia social y política, Carlos Giménez determina dejar de lado los nada estimulantes proyectos de agencia, como lo era Dani Futuro en la que trabajaba entonces, y arrancar, con sus nada desdeñables treinta y cuatro años de edad, un proyecto muy personal y arriesgado, una obra de futuro incierto y que no contaba con comprador; ni se le esperaba. Giménez sabía que era un riesgo invertir tanto tiempo y esfuerzo en unas páginas que podrían acabar no interesando a ningún editor, algo que dada la temática, el mensaje que encerraba la obra, y la situación de España en esos años, era algo poco atrevido de suponer. Pero el autor tenía gran fe en su arte, y veía aquel proyecto como una necesidad tanto a nivel creativo como personal, no como un trabajo más que realizar. Éste pensaba publicar la obra en una revista autogestionada titulada Bandera Negra que Luis García Mozos y él habían proyectado. Esta revista no llegaría a ver la luz, y durante los ocho meses de realización de Hom, Giménez se vió obligado a trabajar como ayudante en las historietas románticas de Mira Carmen Vila y Miguel Fuster para poder subsistir económicamente.
La crítica y gran parte del público aclamó la obra, pero Giménez, aparte de lo aprendido y de la satisfacción personal de terminar un proyecto de esa envergadura y dificultad, no parecía recibir nada a cambio por la parte editorial. Los editores le exponían que su público no recibirían bien una obra con un aspecto tan feista, con una historia tan agresiva y con un perfume político tan evidente. Lo que no decían, pero se intuía a la legua, era que este último factor era lo realmente determinante para no aceptar el proyecto, por temor a tener problemas con agentes externos al mundo exclusivamente editorial. Sólo se publicó en Italia en 1975, en formato serializado en la revista Linus, y por una cuantía monetaria bastante más reducida de la inicialmente acordada. No sería hasta dos años después, en 1977, que Hom vería la luz en España publicado en formato álbum gracias a Ediciones Amaika, la editora de El Papus entre otras. Hom no tuvo mucha suerte en el mercado, reeditada un par de veces por Ediciones de la Torre en su colección Papel Vivo en 1979, y finalmente por Glenat en septiembre de 2001. Giménez siempre pensó que su mensaje no alcanzó al gran público, algo que es una verdadera lástima. Pese a todo, la obra aún está a tiempo de encontrar el lugar que le corresponde, y hoy es el día y este el lugar de reivindicarlo.
Qué veremos a simple vista
La narración que se nos plantea en Hom, dividida en cuatro capítulos, es la adaptación libre, y menos densa, de la novela En el lento morir de la tierra del autor inglés Bryan Aldiss. Esta novela es en realidad un fix-up compuesto por cinco narraciones previamente publicadas en 1961. El volumen inicial se tituló The Long Afternoon of Earth, recogido como En el lento morir de la Tierra, en el volumen Ciencia ficción inglesa 1 de Aguilar. Posteriormente se publicó, ampliado, como Hothouse, o Invernáculo en la editorial española Minotauro.
La historia puede parecer ahora algo clásica, pero encierra en ella ideas muy modernas que aparecen en series como Futurama o Rick and Morty (admirable heredera la segunda de la primera). Nos encontramos en un mundo que es un trasunto del nuestro, menos globalizado pero a fin de cuentas igual de salvaje. Un hombre, Hom, es desterrado de su aldea, y comienza a ser consciente de lo difícil que es sobrevivir en el mundo estando solo. En su camino se verá abocado a una resignación constante del poder ejercido, ya sea sobre él como sobre otros, o incluso por él mismo, para su supervivencia. Un hongo que se adueña poco a poco de su mente y le dice qué hacer, unos pobres pescadores que se plantean como seres inocentes y confiados por no conocer otra cosa que la esclavitud sin juicio, conocimiento, ni aparente dolor, un profeta que necesita de otros para desplazarse y alcanzar su misión, pero sin el que no se puede sobrevivir. Estos son algunos de los personajes que aparecen en esta corta pero compleja historia.
En el apartado gráfico, nos encontramos con un Giménez a la altura, preciso y evocador. La obra está conformada por un dibujo en blanco y negro, con un sombreado a rayas que se reconoce como el clásico de la época en este registro de ciencia-ficción setentero-ochentero, pero que no defrauda en manos expertas, consiguiendo unos volúmenes agresivos y certeros. Los rostros de los personajes son muy reconocibles pese a que en algunos casos hay en una misma viñeta varios personajes similares, y eso es gracias a los pequeños matices que obtiene cada personaje. El estilo gráfico de la obra es una maravilla, pero el verdadero fuerte del dibujo en Hom lo encontramos en la narrativa que aflora en su concatenación de viñetas y la elección de los ángulos desde el que se muestra la imagen. Pasa el punto de vista del protagonista consciente al protagonista controlado de forma magistral, y juega con las vistas generales y acercamientos a los rostros para llevar al lector por el camino que él decide. Domina en todo momento el tiempo, dilatándolo o acortándolo en beneficio del impacto deseado. Controla así lo que se percibe del dibujo en consonancia con la historia. De esta manera consigue casi de forma subtextual hablar del poder ejercido por un agente externo como es el dibujante, sobre la historia a la que el lector accede, sin poder hacer nada para controlarlo, algo sobre lo que se tiene que resignar si quiere leerla; que es uno de los conceptos principales trabajados en la obra.
La obra escondida en Hom
Carlos Giménez no creó, pese a lo que algunas personas piensan, la mayoría de los simbolismos que aparecen en Hom, sino que los adaptó con maestría de la obra de Aldiss. El trasunto de España y de su situación, es solo una manera de ver su obra, pero hay muchas otras.
Su mensaje universal nos remite no solo a la visión concreta de un país, de una persona o de un gobierno, sino que se proyecta mucho más allá. Más incluso que la novela que adapta, que se presenta con mayor densidad y pesadez en contenido, y cuyos planteamientos se plasman con una visión más ilusoria y menos análoga con situaciones que atañen a la vida real. En la breve pero acertada adaptación de Giménez se condensa lo importante, lo preciso para entretener en la superficie y hacer reflexionar en el fondo.
En la obra se plantean temas tratados en libros como Sapiens del historiador Yuval Noah Harari, en la que nos encontramos una suerte de conformación de distintas sociedades primitivas o primigenias. En este sentido también se ven las diferentes formas de necesidades sociales por las que se comienza esa unión de grupúsculos de la misma especie. Se enfrentan de manera tangencial las visiones de sociedad y de moral universal que tenían los filósofos Thomas Hobbes (Leviatán, 1651) y Jean-Jacques Rousseau (El contrato social, 1762). En las que en el primer caso, en el de la visión de Hobbes, se habla del famoso “El hombre es un lobo para el hombre”, refiriéndose a que el estado natural del hombre lo lleva a una lucha constante contra su prójimo, y que el hombre era intrínsecamente malo y violento necesitando por ello del Estado para domeñar sus instintos; y en el segundo, en el de la visión de Rousseau, que se inclina por la idea de “El buen salvaje” con su famosa máxima “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, refiriéndose a la creencia de que los seres humanos, en su estado natural, son desinteresados, pacíficos y tranquilos, y que males como la codicia, la ansiedad y la violencia son producto de la civilización.
En esas visiones contrapuestas en las que se plantea, por un lado un estado con poder absoluto por necesidad de controlar la maldad inherente al ser humano, y por otro la soberanía popular por el hecho de que es el propio ser humano, o el grupo de ellos, quien debe gobernar esa maldad inherente al estado; se desarrollan en esta obra, con un carácter concreto en cuanto a la situación española de la época, pero también con el carácter universal que implica el debate de las diferente visiones.
En concreto hay una parte del cómic, en el tercer capítulo, que ocupa unas 8 páginas, en la que se narra la creación de una sociedad en base a la necesidad del grupo. Cómo surgen las diferentes facciones y un líder, la creación de la idea de poder, de la idea de pertenencia al grupo, y la de la sumisión. También hay claras referencias a Karl Marx y a su “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases”, pues se plantea la idea, por muchos expertos aceptada y por muchos otros denostada, de que la creación de las clases fue la creación de la opresión por la simple diferenciación proyectada del individuo dentro de un grupo.
El tema del poder como algo inventado también es tratado en esta obra con maestría. Podemos encontrar similitudes de conceptos con la novela, hace poco adaptada al formato de serie televisiva, American Gods, creada por el autor Neil Gaiman, en la que los dioses tiene el poder que deriva de quienes creen en ellos, siendo estos seres, o nuevos dioses, tan abstractos como el dinero o internet. Hay un momento en Hom en el que se trata este concepto, “Tú sin mi no serías nada” y la respuesta a esta frase es, “Precisamente porque lo sé digo lo que digo y hago lo que hago”. Planteando así la misma idea del dios todopoderoso necesitado de quien está a sus pies, pero que ha creado en ese ser inferior unas necesidades cuya finalidad última es la de hacerle sobrevivir a ese dios. Como un parasito que se alimenta de su portador pero a quien no le interesa que muera pues conllevaría su propia muerte.
Para terminar con este concepto, quiero dejar el dialogo que tienen, Varis la araña, y Tyrion Lannister, en el libro Choque de Reyes de la saga Canción de Hielo y Fuego del autor George R. R. Martin, adaptada al formato de serie por HBO con el nombre del primero de sus libros, Juego de Tronos. En él, uno de mis diálogos favoritos de toda la saga, se propone un acertijo: ¿Dónde reside el poder?
“¿Os dejo con un acertijo, Lord Tyrion? -No esperó la respuesta-. En una habitación hay tres hombres de gran importancia: un rey, un sacerdote y un rico. Frente a ellos se encuentra de pie un mercenario, un hombre sin importancia de baja cuna y mente poco aguda. Cada uno de los grandes quiere que mate a los demás.
-Mátalos -dice el rey-, porque yo soy tu legítimo gobernante.
-Mátalos -dice el sacerdote-: te lo ordeno en el nombre de los dioses.
-Mátalos -dice el rico-, y todo este oro será tuyo.
Y decidme… ¿Quién vive y quien muere?
(…)
-Le he dado algunas vueltas -reconoció Tyrion-. El rey, el sacerdote, el hombre rico… ¿Quién vive y quién muere? ¿A quién obedecerá el espadachín? Es un acertijo sin respuesta; mejor dicho, con demasiadas respuestas. Todo depende de cómo sea el hombre de la espada.
-Pero, en realidad, el hombre de la espada no es nadie -señaló Varys-. No tiene corona, ni oro, ni el favor de los dioses, sólo un trozo de acero afilado.
-Ese trozo de acero es el poder de la vida y la muerte.
-Exacto. Pero, si quien nos gobierna en realidad es el hombre de armas, ¿por qué fingimos que son nuestros reyes los que tienen el poder? ¿Por qué un hombre fuerte con una espada se plantearía jamás obedecer a un niño rey como Joffrey, o a un idiota borracho como su padre?
-Porque esos niños reyes y esos idiotas borrachos pueden llamar a otros hombres fuertes, con otras espadas.
-Entonces serían esos otros guerreros los que en realidad tendrían el poder. ¿O no? ¿De dónde salen sus espadas? ¿Por qué obedecen? -Varys sonrió-. Hay quien dice que el conocimiento es poder. Hay quien dice que el poder deriva de los dioses. Otros dicen que el poder lo da la ley.
-¿Vais a decirme la respuesta del maldito acertijo o sólo queréis empeorarme esta jaqueca? -Tyrion inclinó la cabeza hacia un lado.
-De acuerdo -dijo Varys sonriendo de nuevo-, ahí va: el poder reside donde los hombres creen que reside. Ni más ni menos.
-Entonces, ¿El poder es una farsa?
-Una sombra en la pared -murmuró Varys-. Pero las sombras pueden matar. Y a veces, un hombre muy pequeño puede proyectar una sombra muy grande.”
Nadie habló de respuestas, solo de preguntas
Como ha podido observar quien haya llegado hasta este punto, que una obra solo contenga 48 páginas o que sea de un género en concreto, no es motivo para que no esconda una enorme cantidad de información, o que no bucee por conceptos a gran profundidad. Este es el claro ejemplo de que no tiene porqué ser así.
En cuanto a lo que la obra refleja, el enemigo invisible solo precisa de nuestra sumisión para controlarnos. Las entidades han creado sus propios mecanismos de autodefensa para defenderse de nosotros, de sus creadores inconscientes. Tanto es así que creemos estar salvándonos a nosotros cuando es a esos seres sin cuerpo, con una consciencia colectiva de la que todos formamos parte, a quienes pretendemos salvaguardar. Pues solo hay una manera de acabar con esos seres, y es acabar con nosotros mismos, con nuestro constructo como persona en sociedad. Y ese es su verdadero poder, que viven en nosotros, nos parasitan desde que nacemos para hacernos dependientes de sus beneficios, de sus ventajas, con las que vemos satisfechas unas necesidades de las que no éramos conscientes hasta que esos seres nos las mostraron.
Siempre se puede encontrar una solución, que en este caso sería la destrucción de lo establecido, siguiendo ese “adaptarse o morir”, cambiando la última palabra por matar. Pero el cómic incluso para eso tiene un pequeño adelanto, pues tras todo el viaje, tras la lucha de nuestro protagonista, y con un horizonte que parece esperanzador en frente, Giménez nos regala una última viñeta en la que vemos otro hongo, como el que había estado controlando a Hom durante todo el trayecto. Pues siempre, por mucho que huyamos, luchemos o cambiemos, habrá conceptos e ideas que, una vez existen en nosotros, siempre viajarán a nuestro lado. Lo que nunca debemos hacer es dejar de pensar, de plantearnos preguntas como por ejemplo, ¿dónde se encuentra el poder?
Lo mejor
• Que se plantee una historia con tanta profundidad conceptual en tan poco espacio y que no peque de pretenciosa ni de grandilocuente.
• La capacidad analítica que se refleja de la naturaleza humana, enfocada muy en concreto en el aspecto del poder, planteada como un debate y no como una respuesta.
• La maestría del apartado gráfico, desde el estilo agresivo pero preciso, hasta el uso de la angulación o de la amplitud de los planos con el fin de guiar al lector al lugar deseado.
Lo peor
• Como obra no ocupa el lugar que le corresponde, que es el cielo.
• Tiene una carga política muy evidente, y si solo se lee de forma sesgada puede parecer panfletista.
• Que, como algunas de sus compañeras, lleva años pidiendo una reedición.
Guión - 9.5
Dibujo - 9.5
Interés - 10
9.7
Sublevado
La obra de Hom se presenta como una adaptación libre de una novela de ciencia ficción, con énfasis en el lado salvaje del ser humano y en el control del individuo por factores externos a su voluntad. Pero bajo esa apariencia se esconde una crítica al estado de represión en el que vivía España en la primera mitad de los 70. Crítica que a Giménez le costó tiempo, dinero y de alguna manera salud, pero que visto el resultado, bien valió la pena.