Tenemos nueva edición de las Secret Wars, las de Jim Shooter, Mike Zeck y Bob Layton. Hace unos años, vimos la recopilación de este evento, por parte de Panini en nuestro país, además en dos formatos, el desaparecido coleccionable Marvel Héroes, dividido en dos tomos, y en su reconversión en la línea Marvel Héroes, en un único volumen, que hasta ahora era la última edición en curso. Mucho se ha escrito sobre estos cómics, con diferentes aproximaciones; en esta santa casa, hicimos un artículo en profundidad allá por 2015, con el motivo del lanzamiento de las Guerras Secretas de Jonathan Hickman. Es un cómic de sobra conocido por el aficionado, por lo que poco más podríamos añadir. Lo que parece evidente es que es una obra que vende y mucho. Ya lo han dicho importantes elementos editoriales de Marvel, que tanto Secret Wars como Civil War son los dos eventos que más beneficios les reportan, pasados los años de su original publicación. Pero claro, eso podía ser una característica propia de los EEUU y no extenderse al resto del globo. Pero aquí estamos, con dos ediciones agotadas y nueva dispuesta para recorrer ese camino.
Las Secret Wars originales son unos tebeos que suelen dividir bastante a la parroquia. Algunos lo sienten como parte de su crecimiento como lector; otros lo rechazan, por todo lo que trajeron a continuación; por último, tenemos la zona fría, en la que se sitúa un aficionado que le gustará o no el evento, pero que no le llega a afectar. Cada uno tendrá su opinión al respecto y es perfecto. No estamos aquí para abrir ese debate, sino más bien para tratar de comprender el influjo y el impacto de una obra que nació con un propósito muy pequeñito, vender muñecos, y terminó por convertirse en un gigantesco fenómeno editorial, desde su principio, elevándose en lo alto de las listas de ventas. Jim Shooter lo ha dicho por activa y por pasiva: en su etapa como editor en jefe, cada día recibía 10 o 12 cartas de aficionados pidiendo un ciclo donde aparecieran todos los héroes de editorial, juntos. Supo aprovechar ese empuje para que una idea mercantilista pudiera superar ese limitado espacio, el ser un cómic promocional de otro producto.
Para este cometido, dos redactores que vivieron in situ aquellos momentos nos van a mostrar sus impresiones sobre el impacto de las Secret Wars. Pero antes, nos introducimos en los entresijos de la confección del evento.
El proyecto. Una introducción
El mundo editorial del cómic americano tiene curiosos vasos comunicantes. En 1983, la juguetera Kenner había licenciado personajes de DC, que además vendrían acompañados con su correspondiente cómic. En Mattel pensaron que ese movimiento podía ser replicado desde sus filas, proponiendo a la rival de DC, en este caso Marvel Comics, su participación en el proyecto. La empresa de juguetes sacaría al mercado una serie de figuras articuladas, basadas en los caracteres de la Casa de las Ideas, con un gran despliegue promocional. Pero claro, una de las exigencias de Mattel es que se lanzara desde la editorial un tebeo promocional para que los muchachos supieran de la iniciativa.
Es aquí donde comienza una serie de largas reuniones de negocio entre la juguetera y la empresa de cómic, con Tom DeFalco a la cabeza de las decisiones por parte de Marvel. El buen DeFalco era el segundo al mando, tras Jim Shooter, por lo que informaba religiosamente del estado de la cuestión a su superior. De aquellos encuentros se conocen detalles como la obligatoriedad de la duración, doce entregas, o la complicación para establecer el nombre. Los editores habían presentado el proyecto como Cosmic Champions, algo que tenía cierta lógica intrínseca ya que la anterior vez que se probó algo de ese calado fue con la iniciativa Contest of Champions, aunque esta era a mucha menor escala. Pero Mattel traía sus estudios de mercado bajo el brazo, que venían a demostrar que la muchachada sentía atractivo por dos palabras, secreto y guerra, de ahí que exigieran el Secret War en el encabezado. Ni para ti, ni para mí; al final se optó por Marvel Super Heroes Secret Wars. Sí, sabemos que al final se ha impuesto la versión reducida, pero Marvel luchó porque al menos una referencia hacia su compañía estuviera en el título.
En lo que respecta a la duración, DeFalco es el que nos deja la explicación más sincera: “teníamos la licencia de los juguetes por el espacio de un año, era lógico hacer una etapa de doce números. Además, creo recordar que Shooter empezó a trabajar en un argumento y vino con algo lo suficientemente grande para durar doce ejemplares”.
Para la editorial no es que fuese su primer rodeo con el mundo de los juguetes. Parece algo peyorativo, el hecho de montar un cómic con un objetivo tan simplón como el de vender figuritas; es algo que se había hecho con asiduidad y de manera más que digna. Si indagamos un poco en el pasado de la compañía, vemos que era una práctica habitual desde los 70. Cabeceras, algunas con gran prestigio, como ROM, Micronautas, Crystar, G.I. Joe o Shogun Warriors eran resultados de acuerdos licenciatarios (en casos, con la propia Mattel) para exponer líneas de juguetes a un mayor público. Y Shooter continuaría esa dinámica en su mandato con ThunderCats, Pirates of the Dark Water o Air Riders. Por tanto, esto era el día a día en el Bullpen.
Al no encontrar DeFalco ningún interesado a llevar a término el proyecto Secret Wars, fue el momento en que Shooter decidió ponerse al frente. Y a partir de aquí fue cuando todo comenzó a crecer, a hacerse más grande. El relato que tienen a continuación viene en primera persona, ya que está extraído de una conversación a varias bandas entre los implicados, realizada a finales de 2019 en el portal SyFy Wire. Todas las citas textuales están sacadas directamente de allí.
El gran editor se propuso que iba a ser el fenómeno más importante de la temporada y como tal, puso todos los resortes que tenía para llamar la atención. Así nos lo cuenta Bob Layton, uno de los implicados en el proyecto, cuando le presentaron estas Secret Wars: “Ha habido títulos que se han cruzado en el pasado. Pero nada tan ambicioso se había intentado previamente en cómics. ¿Una maxiserie, con continuidad con otras cabeceras importantes y una línea de juguetes para acompañar el proyecto? Me parecía imposible de llevar a cabo cuando lo oí por primera vez”.
Se sabe, porque Shooter lo ha comentado en numerosas ocasiones, que había una demanda, por parte del aficionado marvelita, de una reunión multitudinaria de héroes enfrentándose a una caterva de villanos. Por lo que la ocasión era perfecta para conjuntar ambas intenciones. Curiosamente, en la acera de enfrente se estaba gestando un gran acontecimiento para celebrar el 50 aniversario de DC, Crisis en Tierras Infinitas, con unas motivaciones muy distintas; una historia que buscaba arreglar la continuidad, preparando el terreno para el futuro, frente a un proyecto que trataba de llenar el gigantesco ego de un todopoderoso editor en jefe.
Para empezar a laborar se necesitaba un equipo creativo y de momento solo contamos con un guionista. A los lápices se selecciona a Mike Zeck, que venía de una larga etapa en Captain America, entintado por John Beatty. Cansado de estar tanto tiempo en la misma colección, era el momento para cambiar: “me gustaba Captain America, pero lo llevaba haciendo tres años, y pensé que ya era suficiente”. Zeck aceptó el ofrecimiento de Shooter e incluyó a Beatty en el proyecto: “recuerdo que Mike me llamó y me dijo que había algo que nos habían ofrecido. Estábamos ocupados trabajando en el Capitán América y pasándolo bien. Esto significaba dejar al Capi, que era, y todavía es, uno de mis héroes favoritos. Iba a ser una serie de 12 números, o permanecíamos en el Capi. Por eso yo le dije a Mike ‘me uno a aquello que quieras hacer, si quieres hacer la nueva serie, estoy contigo. Si quieres permanecer en el Capitán, allí estaré’…”.
La grandiosidad del proyecto provocó problemas en la agenda, debido al ritmo vertiginoso, algo que a Zeck no le sentó nada bien. Por eso siempre debemos incluir a Bob Layton en la terna de creadores, porque su aportación fue muy importante para que la maxiserie saliera en los tiempos previstos. En palabras del propio Bob: “como en toda guerra, hay voluntarios y luego reclutas. ¡Fui reclutado! En los días en los que la producción de Secret Wars dio comienzo, acababa de finalizar mi segunda miniserie de Hércules…. Cuando Mike empezó a tener problemas con las fechas de entrega, principalmente por la escarpada dificultad de la serie, me preguntaron si me involucraría en ella y así comprarle algo de tiempo, dado que no tenía ninguna asignación mensual en aquellos momentos. Simplemente estaba rellenando huecos para un buen amigo muy cansado”.
En los colores, tenemos a Christie Scheele, que realiza un trabajo muy sobrio, sabiendo de las limitaciones de la paleta en la época. Aun así, el ritmo afectaba a todos los miembros del equipo creativo y para el #11 hubo una crisis muy importante, que como resultado dio que tuviera que sustituirle, en un tiempo record, Nel Yomtov: “(DeFalco) me explicó que Secret Wars #11 iba desesperadamente tarde y que había que colorearle rápido… durante esa misma noche….”
Tenemos ensamblado al grupo que debía sacar adelante tan faraónico proyecto. Hasta tal nivel se pensaba a lo grande, que en un instante concreto se detenían las series en curso en un mismo punto, volviendo al mes siguiente con los resultados de la Guerra Secreta, de la que los lectores no conoceríamos su resolución hasta pasado un año. Pero a Shooter no le tembló el pulso para supeditar a la totalidad de la editorial para su evento: “los 12 números de Secret Wars se desarrollaban entre los cómics de diciembre y los de enero. Así que le dije a todos los escritores que llevaran a los personajes a Central Park al final de diciembre. Iban a desaparecer y volverían en enero. Muchos de ellos serían algo diferentes de cuando se fueron”.
Esto, la ruptura de las tramas en curso, es un fastidio muy grande para los guionistas y artistas que trabajan en un título mensual. Debió caer como jarra de agua fría el requerimiento de Shooter, aunque hay que advertir que la mayoría de creativos salieron airosos del envite, y en casos muy concretos (el traje negro de Spidey o la inclusión de Hulka en los 4F) resultó muy beneficioso. Así nos lo explica un editor implicado, Bob Budiansky, que se nota que barre para casa: “siempre que un escritor/equipo editorial es preguntado por interrumpir el discurrir normal en su cómic, para permitir que otra trama se entrometa, puede crear problemas, pero también dar lugar a oportunidades. Agitar a los 4F como resultado de los eventos de Secret Wars creó una intriga y una excitación en el título que de otra manera no hubiera ocurrido”.
La historia es bien sabida, pero, de nuevo, vamos a dejar al propio ideólogo explicarlo con sus propias palabras: “Así que cociné esta historia tan loca. Tenemos a dos grupos. Uno de ellos es una selección de la Patrulla-X (más Magneto), Vengadores y los 4 Fantásticos; el otro incluía al Doctor Muerte, Galactus y otros villanos importantes de Marvel. Ambos equipos son trasladados a un mundo extraterrestre formado por piezas de la Tierra y de otros planetas. Son enfrentados el uno contra el otro por el omnipotente Todopoderoso con la promesa de la recompensa definitiva para el vencedor”. A partir de aquí, comienza la batalla, algo en lo que no nos vamos a recrear.
Lo que sí vamos a dejar, como despedida y cierre, es un pequeño homenaje a aquellos juguetes. El trabajo editorial estaba preparado, por lo que le tocaba a Mattel hacer lo suyo y esta no se esmeró mucho. Optaron por minimizar el gasto para cada muñeco y el resultado no fue lo óptimo que se esperaría por parte de una juguetera de renombre. La totalidad de las figuras compartían uno de los tres cuerpos básicos, dejando la personalidad en los detalles, como el uniforme. Estos eran pintados, en vez de esculpidos, una forma menos elaborada de terminación. Los movimientos de los juguetes eran muy básicos ya que solo tenían hombros, cadera y cuello articulados. No habría personajes con figura disonante, tal que la Cosa o el Increíble Hulk, porque el molde debería ser distinto, además de la caja de embalaje. Sobra decir que no había espacio para las féminas, que también se partieron el callo en Mundo de Batalla, por esas mismas razones. Apenas tenían accesorios, más allá del Escudo Secreto que venía de fábrica. Una digna excepción era el Doctor Octopus, con sus currados tentáculos.
La conclusión es que tenemos un producto inferior al de su rival, Kenner, en cuanto a calidad. Pese a ello, las ventas no funcionaron mal y se lanzaron dos series de figuras. La primera de ella fue la más popular y contaba con personajes como Capitán América, Spiderman, Iron Man, Lobezno, el Doctor Muerte, Magneto, Kang y el Doctor Octopus. La segunda ya incluía héroes y villanos que ni siquiera habían pisado Mundo de Batalla, como el Halcón, Daredevil, el Barón Zemo o el Duende, aprovechando ese molde maestro que les permitía un tipo concreto de muñeco. La estrella de esta oleada fue el Spiderman vestido de negro. Luego tenemos algunas rarezas que solo salieron en Europa, puesto que cuando se canceló el proyecto, Mattel había dispuesto algunos diseños en producción, pero sin generar la suficiente cantidad para distribuirlos en EEUU. De ahí que solo se vendieran en Europa y de manera residual. Personajes muy menores como Electro, Constrictor o el Hombre de Hielo, ninguno de ellos fue parte del elenco original que batalló en las Secret Wars. Las joyas de la corona eran los vehículos y escenarios, muy difíciles de conseguir debido a su abultado precio.
Económicamente, pese a ratear en el proceso de producción, la juguetera no quedó muy contenta, tras cotejar las ventas de la segunda oleada. No es que fueran malos números, pero se quedaban lejos de los estándares que habían logrado con He-Man y los Master del Universo, un auténtico pelotazo. Si ese era el nivel, las figuras de Secret Wars lo tenían complicado. Además, el entonces presidente que había negociado con Marvel el proyecto, Ray Wagner, fue obligado a dimitir en 1984, por unas malas gestiones de inversión. Sin su principal valedor, y con unos números buenos pero sin destacar, la tercera serie, que ya había empezado a producirse, fue paralizada, cancelando definitivamente todo el asunto de las figuras de Secret Wars.
Estos muñecos pertenecen al imaginario de una generación muy concreta. Solo la nostalgia te hace apreciar la posesión de alguno de ellos, ya que de calidad eran muy justitos. Sin embargo, son productos demandados dentro del campo del coleccionista, como decimos, movido principalmente por el recuerdo idealizado de unos años donde podías disponer de tus propios héroes y villanos para organizar las historias a tu antojo. Qué tiempos aquellos…. y cómo hemos cambiado.
Un nuevo amanecer en Mundo Batalla, por Arturo Porras
Cuando tratamos de entender las Secret Wars de 1984 se necesita algo de contexto. En España se empezaron a publicar en junio de 1985. Antes de eso, los aficionados estábamos habituados a las apariciones estelares de otros héroes en las cabeceras que seguíamos, dando esa sensación de universo interconectado. No era algo tan complejo, pues podías comprar los números correspondientes a Thor, Iron Man o al Capitán América, y luego verlos a los tres, tan ricamente, compartiendo camaradería en Vengadores. Por no hablar de colecciones que hacían de eso su fuerte, como Marvel Team-Up, Marvel Two-in-One o Super Villain Team-Up (los malos también tenían derecho a sindicarse, vaya que sí). Eran momentos, hay que aclarar, que no solían pasar del número de rigor (como mucho, un par), por lo que no aportaban gran cantidad de información extra para el lector. Secret Wars vino a cambiar ese panorama y abrir nuevos horizontes en la colaboración entre personajes.
En 1985, podíamos degustar los 4 Fantásticos de John Byrne, el Capitán América de Mark Gruenwald, la Patrulla-X de Chris Claremont, los Vengadores de David Michelinie, el Thor de Walter Simonson…. unos cómics que se recuerdan como evolución natural del género hacia una mayor maduración de los superhéroes. En todos ellos tenías personajes fijos, secundarios y villanos propios. Así, era muy complicado, que no imposible, que los antagonistas salieran de sus franquicias. Es decir, ver a Kang fuera de Vengadores, a Galactus sin que estuvieran presentes los 4F, el Lagarto sin la sombra de Spiderman o a Magneto alejado de la Patrulla-X (cierto es que durante la cancelación del título, pudimos ver al Amo del Magnetismo en el Capi de Kirby o en los Avengers de Englehart; como decimos, una excepción a la regla).
Imaginen un mundo en el que no existía información de lo próximo, más allá del añorado correo del lector, tan importante en los días Forum. Llegar al quiosco de turno y ver aquella portada de Mike Zeck fue un gran impacto. Empezabas a contar, vamos a ver, tenemos a Spiderman, Hulk, la Cosa, Lobezno, el Capitán América, Pícara, la Avispa….¡¡¡todos juntos!!! Sin dudarlo, eso destrozaba el exiguo presupuesto en duros y pesetas que llevabas para comprar los cómics. Era obligado llevarlo a casa. Ya tranquilo, abrías el tebeo y veías la magnífica splash page con la reunión de héroes (más Magneto), seguida de la más grande agrupación de villanos, mientras que el Todopoderoso les explicaba las reglas del juego. Aquel número uno, que debe servir de ejemplar explicativo, terminaba anticipando la primera batalla entre los dos equipos, por lo que el cliffhanger te obligaba a esperar un largo mes para ver la resolución. Secret Wars pasó a ser compra obligada en la lista de la compra.
Jim Shooter, Mike Zeck y Bob Layton organizaron un panorama donde el aficionado sentía la peligrosidad del momento. Llenaron de disensiones a los dos grupos, una característica muy Marvel, el choque entre personajes, y poblaron de imágenes icónicas las páginas de Secret Wars. El impacto de estos cómics venía por esas escenas que, de lejos, nunca habíamos observado en este tipo de tebeos, quedándose grabadas en una generación. Pues eso son la Guerras Secretas, entre otras muchas escenas, Hulk soportando una montaña, la lucha entre Spiderman y la Patrulla-X, Thor luchando contra las tormentas del planeta, la paliza mortal a Hulka, la pelea a muerte entre el Todopoderoso y el Doctor Muerte, el traje negro de Spidey o el escudo roto del Capitán América. Esa fuerza interior que nos obliga a racionalizarlo todo no puede olvidar los fallos de guion, los personajes fuera de carácter o las evidentes prisas en lo artístico. Pero volviendo a la primera lectura, aquello no tenía cabida cuando sentías la emoción de estar viviendo algo único.
Secret Wars abrió un nuevo panorama que con los años se explotaría hasta la saciedad, pero en aquel 1985 era tan fresco, tan atrevido, tan lleno de posibilidades, que cantidades ingentes de aficionados quedamos prendados para los restos, perdonando sus evidentes errores. Un nuevo amanecer se acercaba para Marvel Comics y, para lo bueno y para lo malo, tuvo bastante que ver con los resultados que se dieron en aquel lejano Mundo de Batalla.
Expectativas, realidades y otras técnicas de venta, por Luis Javier Capote Pérez
Cuando Arturo me planteó la posibilidad de participar en esta tribuna hablando sobre las Secret Wars no pude evitar, como casi siempre, remontarme unos cuantos años en el tiempo y volver a la infancia, cuando me asomaba por primera vez a los tebeos de Comics Forum y descubría que había vida más allá de Spider-Man y de la Masa. Al mismo tiempo, descubría en una tienda de regalos de mi pueblo una figura de Magneto, personaje al que había descubierto en un ejemplar de Pocket de Ases dedicado a los Defensores, pocos meses antes, durante un viaje relámpago a Tenerife. En su blíster se hacía mención directa a las guerras secretas. Semanas más tarde y durante las vacaciones de verano, mi padre me trajo de regalo el número quince de una colección llamada Secret Wars II. El protagonista era el Capitán América -en el que, si no me falla la memoria, era el primer número escrito por Mark Gruenwald- y en él hacía su aparición el Todopoderoso, como testigo invisible de las acciones del vengador abanderado. La historia quedó en suspenso para mí durante varios años, porque, viviendo como vivía en una isla periférica, seguir cualquier colección con regularidad era una empresa harto complicada, mas, en los números y tomos recopilatorios que iba encontrando -benditas redistribuciones- una historia se repetía a pie de viñeta: las Guerras Secretas. Ese nombre se convirtió en sinónimo de una gran aventura que quería leer, si bien la cosa se hizo esperar unos cuantos años, por obra y gracia de unos ajados números conseguidos en una librería de viejo, ya en los años universitarios. En ese lapso, las expectativas fueron creciendo, hasta alcanzar un punto en el que, al abordar su lectura, no pude sino experimentar una cierta decepción.
Era el verano de 1993 cuando pude leer la historia por primera vez. Allí estaban los principales personajes de la casa de las ideas, haciendo piña y dándose de piñas en un mundo diseñado específicamente para enfrentarles con sus principales enemigos. La lectura supuso una cierta decepción: tan altas eran mis expectativas que, viendo el asunto con la perspectiva que da el tiempo, la reacción era casi inevitable. Para entonces, ya llevaba unas cuantas lecturas a cuestas y tenía una idea, más o menos definida, de lo que eran las pautas de los distintos grupos y personajes existentes en cada uno de los lados del campo -mundo- de batalla. El primer punto de «chirrido» fue la caracterización de los personajes y el hecho de que algunos se presentaran de una forma un tanto más antipática respecto de sus colecciones principales anunciaba que el protagonismo no iba a ser equivalente. El segundo aspecto que no me encajaba era la presencia, en el bando maligno, de personajes como Galactus, al que John Byrne estaba caracterizando en la colección de los Cuatro Fantásticos como una fuerza de la naturaleza. Si me paro a pensarlo mientras escribo estas líneas, pienso que ciertas decisiones no están exentas de grietas. La aparición de Magneto en el lado luminoso (o algo así) se justifica desde un curioso y cuestionable punto de vista, como alguien que defiende a quienes considera parte de su pueblo -la especie mutante- con todos los medios posibles. Es bien cierto que, para entonces, ya se había publicado la novela gráfica Dios ama, el hombre mata, pero ¿no serían esos mismos motivos predicables del villano supremo de esta historia, el Doctor Muerte? Es un monarca absoluto con un sentido del honor tan personal como intransferible que, arrogantemente, hace lo que considera mejor para sus gentes, tanto el pueblo romaní en el que se integra como la sufrida ciudadanía latveriana. En el momento en el que aparece en el Mundo de Batalla, ya ha pasado por el tamiz «byrneano» y, siendo justos, antes de pasar por sus manos y antes de que Magneto pasara por las de Chris Claremont, se les presentaba como dos tipos grandilocuentes, histriónicos y ajenos a cualquier influjo de carácter ético o moral. Todo el bagaje precedente, desarrollado de forma notable en las colecciones de procedencia del elenco protagónico se atemperaba, suspendía o ignoraba en función de las exigencias de un guión firmado por Jim Shooter, un autor que, en esos tiempos, ejercía un férreo dominio en Marvel Comics y cuyos tiempos siguen siendo objeto de discusión en todo tipo de foros. En aquellos tiempos pre-interneteros, era imposible conocer esos recovecos de las bambalinas creativas de una empresa como la casa de las ideas, así que me quedé con la sensación de que «éstos no son exactamente los personajes que conozco». Esta frase es extrapolable respecto de cada adaptación o versión de tal o cual elemento respecto de sus precedentes o descripciones arquetípicas pero, en este momento, era evidente la discordancia entre las versiones que aparecían en sus series regulares o las que lo hacían en la maxi-serie.
La lectura de la aventura fue avanzando, sin quitarme de encima el regusto de que aquello no era lo que esperaba, mas debo reconocer que la última parte resultó emocionante y, por momentos, épica, pese a saber a las claras -como sabía la primera hornada lectora- que no habría bajas. Una vez finalizada, no pude evitar pensar en el hecho de que, con otro equipo gráfico, podría haber resultado espectacular. Mike Zeck es un dibujante muy bueno, de los mejores de su generación, pero siempre le vi más cómodo en ambientes de corte urbano o realista, como demuestran sus labores con el Capitán América, Shang-Chi, el Castigador o Spider-Man. Por otra parte, su circunstancial sustituto, Bob Layton, dejaba patente con sus actuaciones que las críticas que caían sobre su trabajo a lápiz eran bien merecidas, haciendo bueno el remoquete que le regalaba el profesor Loki, según el cual el culmen de su talento eran los brillos de la armadura del Hombre de Hierro. La conclusión es que había premisas para una historia de las marcan época y había salido una aventura un poco de andar por casa. Sin embargo, no puedo concluir mi aportación con esta conclusión, porque sería profundamente injusta.
Siempre a favor. Es un buen tebeo de superhéroes de aquella edad de bronce de la primera mitad de los 80s. Tiene un par de problemas:
-El tratamiento infantilizado de algunos personajes (Avispa, Lagarto y Klaw principalmente). Se excedieron un poco la hora de incluir a los niños en el target.
Bueno, y también discutible el tema Zsaji-Coloso.
-El dibujo hecho deprisa y corriendo. Si a Zeck, en ese su mejor momento, le hubieran dado el tiempo necesario muchos tendrían una opinión diferente de esta serie.
Pero si por un motivo vale realmente la pena esta serie más allá de la nostalgia es por esos tres últimos números que constituyen una de las mejores historias del doctor muerte, probablemente la mejor. Ahí es donde brilla la colección.
Buen tebeo como digo, aunque el mismo mes que apareció el número 12 de Secret Wars la distinguida competencia lanzó el primer número del mejor crossover de la historia.
La escena de Klaw, Lagarto, Ben Grimm y Ojo de Halcón jugando a palmitas sentados en el suelo es de lo más bizarro visto nunca en Marcel Cómics.
A mi es que leída hoy me parece que tiene sus momentos de comedia (involuntaria) especialmente las escenas en la base de los villanos.
En cualquier caso, siempre a favor también. Con todos sus defectos que sé que son muchos. En general de acuerdo con que se vive y disfruta desde la nostalgia, pero el que la disfruto en su momento creo que puede mantener el gusto. La historia es simplona y el dibujo malo (lastima porque Mike Zeck sí es un buen dibujante y portadista y ahi está el ejemplo de los lapices, ojala hubiera tenido mejores condiciones de trabajo).
Tebeo muy flojito, que aceptamos por una cuestión nostálgica y por el impacto que nos produjo en su momento. La premisa es irrisoria, el desarrollo es torpe e infantil y el desenlace arregla algo lo que llevaba camino de ser un disparate.
Por cierto, se me ocurren varias historias del Dr. Muerte mejores o mucho mejores.
También me parece que las Crisis están bastante sobrevaloradas, pero al menos de éstas salió un Universo DC muchísimo más interesante. Las Secret Wars no consiguieron ni eso.
Cuando se publicaron por primera vez las SW tenía 12 años y para mí el tebeo era un 10. Nunca después le he bajado la nota, porque jamás he dejado de verlo con los ojos de ese niño que fui.
Hoy, como en 1985, aún no entiendo bien para qué llevaron a Kang y el Lagarto, ambos con presencia muy testimonial y casi ridícula (en especial la del primero).
Ay, si las hubiera dibujado Byrne…
Sí, claro. Es un tebeo para niños, pero es que incluso siendo un tebeo para niños, es de un nivel bastante discreto.
Yo leí muchos tebeos para niños cuando un crío, y algunos de ellos me parece que siguen vigentes porque, siendo tebeos para niños, eran muy buenos tebeos.
No es el caso de las Secret Wars.
Error. Un tebeo para niños es un tebeo que tienen que disfrutar los niños. Si los niños lo disfrutan es un buen tebeo para niños. Si los adultos no lo disfrutan no quiere decir que sea un mal tebeo para niños.
No hablo de tebeos que tengan varias capas de lecturas que permitan que lo puedan disfrutar personas de distintas generaciones.
No, yo hablo de tebeos infantiles buenos y de tebeos infantiles malos. Y desde luego, Secret Wars no es lo de los primeros. Su nivel, como tebeo infantil, era muy discretito.
Secret Wars número 5 fue mi primer comic de esta serie y de…Forum!!! Imagínate mi schok al conocer a la Patrulla X (alucinaba en pepinillos), a Galactus queriéndose comer todo el planeta, a Muerte con sus planes…todo me resultaba emocionante, maravillosos, alucinante. Es muy injusto hacer un análisis de un cómic desde nuestra perspectiva actual pero…ese Doctor Muerte con el poder del Todopoderoso pero con una mente humana al fin y al cabo, el TP metido en el cuerpo de Klaw engañando a Muerte, la muerte de todos los superhéroes, la paliza que le pegan a Hulka, cómo la Avispa le paga una buena zunda a la Patrulla X porque pensaban que era tonta y frívola….momentazos para un adolescente. Y unos meses después….Crisis!!! Una adolescencia maravillosa, oiga!!
Pues yo vengo a defender este cómic.
El dibujo flojeó, lástima realmente no haber tenido a Pérez en esos años.
El argumento era «sencillo». Sí, sencillo. Pero eso juega en favor de la historia ya que las motivaciones de los participantes no pueden ser más coherentes en general, incluida Galactus, que para un novato a los cómics Marvel tenía que ser alucinante de ver.
Muerte habrá tenido mejores cómics, seguro (no muchas). Pero aquí se define por parte de la editorial como el villano #1 de Marvel, el que mira más allá que el resto, al que los demás temen y respetan. La caracterización de Triunfo y Tormento del 89, quizá la definitiva en cuanto a calidad del personaje, ya se aprecia en esta historia.
La resolución, pues bueno, normalita, pero no peor que la de otras superamenazas cósmicas, la verdad. Un poco pillada por los pelos pero siempre pasa lo mismo cuando el enemigo es al principio más grande que la vida misma y al final debe ser derrotado. La escena del escudo a mi de niño se me quedó grabada. Igual que ese Thor hablando con naturalidad a Muerte delante de toda la legión de villanos como si le diera igual su presencia, a Hulk sujetando una cordillera, a la Cosa volviendo a ser Ben Grimm… como entonces no seguía mucho a la Patrulla X supongo que no me molestó la lamentable humillación de la Avispa, o directamente esa parte la he olvidado.
Pero realmente yo tengo ganas de hablar de los muñecos. Creo que todos me los pillé, todos entre mi hermano y yo. Ahora que lo decís, qué toscos eran. Y nunca había entendido por qué no estaba Hulk (y si personajes que ni salen en SW). Pero recuerdo aventuras increibles con ellos, son un recuerdo imborrable de mi infancia.
Muchas gracias a todos por sus comentarios! Este tipo de entrada pretende Ser un lugar de intercambio de opiniones y ese mismo espíritu se ha trasladado a comentarios.
Mi opinión sobre el evento es bien conocida; estoy bastante a favor y creo que lo he manifestado en variadas ocasiones. Lo que sí es meritorio es que, pese a la polaridad en las valoraciones, SW sigue ejerciendo un influjo importante, pasados tantos años, con nuevas reediciones. Algo debe de tener.
Saludos!!!
Le tengo bastante cariño a este comic. Creo que lo lei a principios de los 90, solo habia leido a Spiderman y queria saber el origen del famoso traje negro.
Fui a la libreria todo inocente creyendo que estarian disponibles y seria pagarlas y leerlas y que va tuvo que pasar bastante tiempo y para sorpresa el librero me trajo dos bolsas. Una que tenia las secret wars originales y otra bolsa con cincuenta y pico numeros de las secret wars 2 (Años mas tarde supe que la mayoria de numeros era lo que se que se llaman ahora ties-in). Menos mal que no me miro con mala cara cuando solo me lleve las secret wars 1. No podia permitirme de ninguna manera la segunda.
Y fue leerlas y al principio era raro, no conocia a casi nadie de los malos. No sabia quien era Galactus, ni la brigada de Demolicion, ni el hombre Absorvente
ni el hombre molecula…Pero el caso es que me lo pase pipa y cumplio su objetivo al menos conmigo de querer saber mas y ampliar las historias.