Cuando el cómic que instruye también es una obra de arte
«¿En serio, un brote psicótico, yo? ¿Esquizofrenia? ¿Un brote psicótico? JA,JA,JA,JA…»
Que un cómic tenga un objetivo puramente artístico, en el que entren factores como la evocación, o la inspiración, es lo normal, lo que suele darse en general. Pero hay obras, que quieren ir más allá del entretenimiento, del ocio, o de formar parte de aquella masa informe que es la cultura. Hay obras, que de vez en cuando tienen una pretensión más aleccionadora. En esta categoría podemos encontrar obras con mensajes políticos, mensajes socioculturales, mensajes de divulgación científica, pero también, y que no suele darse tanto, mensajes que instruyen sobre problemas de la salud. Y lo que es casi milagroso de ver, es que una obra con esa pretensión logre alcanzar una calidad como la que nos encontramos aquí. Intentaré explicar lo mejor posible el contenido de este trabajo, pues merece no solo el todo el respeto como mensaje divulgador, instructor y concienciador, sino toda alabanza como obra. Conozcamos primero a su autor.
Manuel A. García Iglesias, nació en la ciudad de Salamanca, en 1967. Se licenció en de Bellas Artes y estudios artísticos en la Künsgewerbeschule de Zürich, Suiza. Fue profesor de dibujo y pintura en Gijón, muralista e ilustrador para diversos museos temáticos de Asturias. Ha ganado diversos premios de cómic en ayuntamientos, finalista de las becas de Angouleme en 2017 y del Premio Castelao en 2016. Tiene algunos proyectos publicados en otros países como Albert Einstein: The Poetry of Real. Con la obra La batalla de Esquizo ganó el IV Premio de Novela Gráfica Social que organiza la Fundación Divina Pastora y compartió el premio con otra de este género en su edición de 2016, Don Barroso, de Zarva Barroso. La Fundación Divina Pastora es una organización sin ánimo de lucro que tiene como objetivo prestar atención a personas con alto riesgo de exclusión social y está orientada a la promoción de obras sociales, benéficas, médico-sanitarias y de protección de salud.
Concretando lo inconcreto, materializando el pensamiento
En esta obra se nos narra la historia de Roberto, un joven que nos cuenta en flashback la llegada de la esquizofrenia a su vida. Pasamos por diferentes momentos en los que comprobamos el alcance de una enfermedad altamente invasiva y muy poco comprendida por la sociedad. Desde su incidencia en las relaciones sociales, como en las incapacitarías de las amorosas, pasando por una recepción de la realidad alterada, y por el paulatino encierro autoimpuesto en sí mismo, hasta llegar al descubrimiento del porqué de su estado. Pero lo que debería dar una solución, solo plantea otros problemas.
En esta historia, que se encuadra dentro del marco de la Medicina Gráfica, concretamente de una Patografía Gráfica sobre la esquizofrenia paranoide, nos encontramos con un relato oscuro y profundo. Basado en las confidencias de un amigo cercano, Manuel García nos pone en la piel de una persona con esquizofrenia. “Tras medio año de cierta rutina estudiantil algo me sucedió, algo indefinido que iba a más y a peor. Fue como–como cuando retuerces un papel que sabes que va a ser una pelota. Pero dentro de tu cabeza”. Así reza uno de los primeros bocadillos de este oscuro pero honesto trabajo. En sus páginas vemos un uso continuado del monólogo interno, y podemos observar que los bocadillos de conversación que tienen los personajes son banales, y suelen contrastar con la realidad de lo que se nos está narrando, dejándonos con esa sensación de desamparo, sintiendo ese estado de incomprensión de lo que realmente está sucediendo.
El monologo interno nos involucra, nos hace no solo empatizar, sino comprender una realidad más allá de la propia historia, algo que dignifica la obra. Su propósito divulgativo es uno de los grandes aciertos de este trabajo, pero quizás lo sea más que logre tener una calidad narrativa tan superlativa, haciendo atractiva una obra necesaria en muchos sentidos. Es cierto que quizás no esté hecha para un público que busque pasar un rato agradable, o simplemente un entretenimiento apacible; pero quien esté en busca de una obra profunda y reflexiva, que no dude en acercarse a ella. La forma de presentar los hechos es áspera y nada complaciente, pero real y sin artificios. Pero lo que le hace ser una obra tan sobresaliente, sin duda tiene que ver con la fusión del texto con el dibujo.
En el apartado gráfico asistimos a una maestría sorprendente de la concreción de lo inconcreto. Pese a que en un primer vistazo, tras abrir el volumen, lo que nos salta los ojos sea un dibujo de presencia tosca, y algo confusa, cuando uno deja a un lado el prejuicio y entra en su narración se asombra por su indiscutible calidad narrativa. El trazo agresivo produce una inquietud con la que uno identifica a la perfección el estado del protagonista, plasmando algo más que lo que Roberto cuenta, refleja el cómo lo cuenta, desde qué parámetros nos viene dada su historia. En las viñetas de estas páginas podremos ver una calidad expresiva que se conforma alrededor de la experimentación gráfica, tanto en la configuración de los espacios por los que se mueven los personajes y la manera de percibirlos de nuestro protagonista, como en la misma concatenación de las viñetas. Todo esto termina por evidenciar una potencia visual incontestable, y que acompaña al texto de manera admirable.
La edición de Nuevo Nueve es aceptable, con un papel algo mejorable, pero que cumple sin muchos problemas con los mínimos necesarios para una lectura agradable. El volumen se completa dos textos al principio del mismo. En primer lugar un prólogo de Tomas Vicente, el jefe de Psiquiatría Hospitalaria del hospital universitario La Ribera en Valencia, quien hace hincapié en la necesidad de un cómic como éste para comprender y normalizar la relación con las personas con psicosis. En segundo lugar Álvaro Pons profesor del Departamento de Óptica de la Universidad de Valencia, como también divulgador y crítico de cómics, escribe un breve artículo titulado Dibujar lo imposible, que nos pone en situación antes de comenzar esta extraordinaria obra.
En este caso estamos ante un título que pasa desapercibido entre tantas opciones, pero que esconde en él un necesario mensaje de comprensión, y que se encumbra como obra gracias a su abrumadora calidad narrativa.
Lo mejor
• El mensaje para concienciar sobre el problema y la carga que implica esta enfermedad.
• La fusión entre el texto y el dibujo, que hacen de la obra un todo inseparable de gran calidad.
• Traer al mundo material algo tan difuso y abstracto como la esquizofrenia sin perder calidad narrativa por el camino.
Lo peor
• El inevitable abuso del monólogo interno, lo que quizás haga algo pesada la obra para el público que no quiera leer tanto.
• Un dibujo de apariencia tosca y agresiva al que es difícil darle una oportunidad.
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 10
8.7
Necesaria
La batalla de esquizo es una obra que no está hecha para todos los públicos, pero que todos ellos deberían leer. El autor consigue aunar una gran carga divulgadora sin perder ni un ápice de la calidad narrativa, tanto en sus textos como en sus trazos.