Selva Misteriosa. La importancia de llamarse Javico
«Te equivocaste, chiquita. Caperucita debe seguir temiendo al lobo… «
Cuando se acaba de leer el álbum recopilatorio titulado
Leyendo la obra lo primero que se percibe es que su autor lo dio todo en el momento de realizarla. Se trata de una strip intensa, hecha con las tripas, con el corazón y con algunas partes más del cuerpo de los humanos.
Argumentalmente, nos hallamos ante una tira de aventuras amazónicas protagonizadas por un guía/cazador peruano que intenta compaginar sus negocios en la selva con unos valores basados en la ética humanista, la confianza en el progreso y una ideología igualitaria.
En total son nueve historias donde podemos encontrar tramas centradas en la búsqueda de tesoros perdidos, otras que nos muestran cómo se cazan las fieras salvajes y también algunas que no desentonarían en series policiacas televisivas de este siglo como por ejemplo CSI: Las Vegas o Mentes criminales. El autor se atreve incluso con un remedo autóctono de las famosas luchas de brujos tan comunes en la mejor fantasía heroica internacional, esto sí, aderezado con chistes sexuales muy particulares de la zona.
La pareja formada por Javico y Alejandra son los protagonistas de la strip; él es un famoso matero (guía), un maderero y también un experto cazador que conoce perfectamente la selva amazónica de Perú. Ella es su esposa pero nunca lo acompaña en sus “encargos”; se ocupa de criar a Rocío y Javiquín, que son los dos hijos de la pareja, se preocupa por los peligros que corre su marido, por las hermosas mujeres que va conociendo y en la etapa final de la strip está embarazada y da a luz a una niña hermosa y sana. Javico y sus acompañantes, por su parte, se enfrentan a crímenes como el saqueo, el tráfico de drogas, la corrupción institucional, la trata de blancas e incluso a terribles asesinatos en serie.
Desde el principio el autor peruano intentó ofrecer un producto destinado al público adulto, con sus dosis de violencia, de crítica social y de aventura en el sentido más oesterheldiano de la palabra, consiguiéndolo la mayoría de los casos… y también desde el principio recibió algunos “consejos” de los responsables del periódico donde publicaba para que “volviera más amable” su obra. Pero no fueron muchos – según el propio autor – y no causaron demasiados estropicios en la dinámica de la strip. Sin embargo, los acontecimientos políticos ocurridos en Perú en 1974 y la práctica expropiación de los medios de comunicación por la dictadura de Velasco Alvarado hicieron que la serie se interrumpiera al comienzo de la segunda parte de la novena historia. Una interrupción que acabó siendo definitiva y que el autor mitiga en este recopilatorio explicándonos brevemente los planes que tenía previstos para el anónimo agente encubierto de la capital y para el guapo pero perverso Shiripira.
La modernidad de la serie se acentúa gracias dos características muy originales que la distinguen de otras propuestas menos elaboradas. La primera es el uso de un lenguaje coloquial muy realista, perfectamente identificable de la zona de Iquitos y del margen peruano del rio Amazonas. Los animales, las plantas, los rasgos físicos de las personas y muchos otros aspectos cotidianos son nombrados por su vocablo popular y no por el oficial, confiriéndole una enorme autenticidad a la obra. El propio Javier Flórez se encargaba de aclarar, mediante anotaciones a pie de tira, los giros más desconocidos para que los lectores profanos no se perdieran ningún matiz.
La otra singularidad es el tono general de leve desencanto que sobrevuela en cada una de las historias y que propicia que casi todos los desenlaces se resuelvan con la muerte de los villanos a manos de la naturaleza o de las numerosas especies depredadoras de la selva misteriosa. El autor proclama que no cree en las autoridades y que suele dudar de que el criminal, sobre todo si es poderoso, acabe recibiendo su justo castigo dentro del sistema jurídico/policial de su país, por lo que normalmente dejaba a la naturaleza la responsabilidad de dictar su brutal sentencia.
Gráficamente la tira diaria se sitúa a caballo entre el clasicismo de los cincuenta y la innovación formal de finales de los sesenta e inicios de la década siguiente.
El autor no duda en experimentar con el formato de la tira y en muchas ocasiones el aspecto de la daily era insólito con varias viñetas partidas de forma horizontal o en diagonal, con tiras panorámicas de un solo cuadro y otras que podían contener hasta seis dibujos diferentes.
El diseño de los personajes es rotundo y contundente. Los caracteres más negativos suelen tener alguna deformación física, como los ojos bizcos, el gigantismo o el enanismo e incluso la nariz demasiado larga. Son inolvidables la pareja formada por el tartamudo llamado El metralleta y el cuasi autista apodado El silencioso que deambulan por la selva siendo testigos de extraños y violentos sucesos. En cambio, la mayoría de los integrantes de las comunidades nativas están representados con respeto y rigor, tanto los más aferrados a sus costumbres autóctonas como los más asimilados a la civilización occidental.
El entintado es barroco pero equilibrado, el trazo es enérgico y elegante. En la primera época de la serie las tramas mecánicas están muy presentes así como algunos efectos gráficos muy de los sesenta como las solarizaciones, los fundidos progresivos a blanco o a negro y los efectos estroboscópicos. Más adelante el estilo se atempera, el blanco y negro se vuelve más radical y desaparecen los bordes de las viñetas. La narrativa se vuelve más clásica y abundan los planos más abiertos – plano medio, plano americano – frente al abuso de los primeros planos muy cerrados del inicio. La descripción del entorno selvático es embriagadora y exuberante.
Del Águila reconoce su deuda con Alberto Breccia y Héctor Germán Oesterheld, pero también admira a Alex Raymond, Milton Caniff y domina la obra de Chester Gould, el creador de Dick Tracy. Sin embargo mi intuición me sopla que los referentes principales a la hora de montar sus personajes – especialmente los malvados – son series de prensa más contemporáneas a la suya, obras capitales como Johnny Hazard de Frank Robbins, James Bond de Jim Lawrence y Yaroslav Horak o la extraordinaria Modesty Blaise de Peter O’Donnell y Jim Holdaway… Una influencia que se nota no solo en la creación de estos personajes negativos. En el apartado gráfico, el propio autor habla de artistas de la magnitud de Jim Steranko, Sergio Toppi o Enric Sió. Sin embargo, el aspecto global es de una enorme originalidad.
Javier Flórez del Águila nació en Trujillo, en Perú, el año 1934. Su infancia transcurrió en Lima donde empezó a cursar estudios de arte. Se decantó por la medicina para matricularse en la Facultad de Medicina de San Fernando de donde se doctoró como neurólogo especializado en los problemas de lenguaje y audición.
A los veinte años debutó en el ámbito de la historieta colaborando para la revista Avanzada, donde realizó numerosos trabajos puntuales, además de dibujar series como Oklahoma Jim, El Trome, El misterioso señor Psiq, Doña Jesusita o Capitán Alas y acabó tomando a su cargo la serie Padre Lafuente de Rubén Osorio. Permaneció en la revista hasta 1968. También colaboró con la editorial Obras Pontificias Misioneras donde publicó las adaptaciones de Los pastorcitos de Fátima y Marcelino pan y vino.
En 1971 presentó una propuesta de strip al concurso de historietas del diario El Comercio. Al ganar el primer premio empezó a publicar en dicho rotativo, de lunes a sábado, la serie titulada Selva misteriosa en la sección titulada Amenidades. Compartía espacio con Mafalda, Rip Kirby o James Bond. Su primera tira se estrenó el 1 de noviembre de 1971. Esta comic strip se clausuró abruptamente en octubre de 1974, con más de 750 dailies publicadas.
En 1976, Flórez del Águila colabora en el suplemento Tío Carlitos de la revista semanal EquisX, donde dibuja la serie Otorongo y finalmente tras un largo lapso de tiempo vuelve al mundo del tebeo para colaborar con la revista Carboncito desde 2004 hasta 2011.
Esta carrera artística la ejerció paralelamente a su carrera profesional como médico especializado en neurología.
La concepción física del álbum es excelente. La edición del tomo a cargo de Planeta Cómic es en cartoné, apaisado, con un papel muy bueno y una notable reproducción. Cuenta con varios textos introductorios a cargo de uno de los coeditores, Hernán Migoya, y de expertos conocedores de la época como Juan Acevedo y Enrique Planas. Además, cuenta con una breve entrevista al autor realizada por el otro coeditor, Giancarlo Román. Sin embargo, lo más delicioso son los textos introductorios de cada episodio a cargo del propio autor donde nos explica detalles asombrosos de la gestación de su obra, características técnicas y el contexto histórico en que se movía. Son auténticas joyas.
El precio es algo elevado pero se paga con gusto.
Selva misteriosa de Javier Flórez del Águila es una serie intensa, emocionante y espectacular que une a la perfección la elegancia de los clásicos del cómic de prensa norteamericanos con la idiosincrasia selvática de Perú. El autor consigue realizar una obra de raíz tradicional y de formas audaces que se ha convertido en una leyenda dentro del escuálido panorama de las comic strips en castellano. Su recuperación en una edición tan notable como esta es una de las grandes alegrías del panorama tan bizarro que nos está deparando este segundo año de la COVID, que afortunadamente pronto dejaremos atrás.
Que cunda el ejemplo…
Salut!
Lo mejor
• La enorme intensidad narrativa de Javier Flórez.
• La cuidada edición de Planeta Cómic.
• La autenticidad del lenguaje y de la ambientación.
Lo peor
• Que por motivos políticos e históricos la serie se acabó abruptamente.
Gracias por tu reseña. De las tiras que figuran en la reseña, me llamó la atención las formas abruptas de los bocadillos y su caligrafía. Es como si reflejaran la crudeza del ámbito donde se desarrollan las historias