Drácula como segundón del terror ante nosotros
Las personas son poseedoras de lo que muchos llaman defectos, otros los llaman males, y que la ficción convirtió en los monstruos. Muchos de esos monstruos fueron recreaciones de nuestros miedos en seres tangibles, y esos miedos eran en todos los casos ideas construidas en base a lo que nosotros mismos creíamos capaces que alguien o algo podía hacernos. Algunos de esos seres trascendieron de medio y de época, como es el caso del famoso Conde Drácula. Un ejercicio que algunos autores y autoras han llevado a cabo, trataba de colocar a esos monstruos fuera de su contexto, de su lugar de origen, a veces con desastrosas consecuencias para el personaje, que se veía obligado a participar en su propia vejación artística. En este caso, el autor arranca a Drácula de sus helados parajes, y le obliga a viajar casi cien años en el futuro para hacerle padecer al ser humano contemporáneo. Veamos si Drácula aguanta bien el viaje, o por el contrario su figura se resiente. Pero antes hagamos un repaso por lo más destacado del laureado artista que nos ofreció esta obra.
Alberto Breccia, nació el 15 de abril de 1919 en Montevideo, Uruguay, y nos dejaría el 10 de noviembre de 1993 en Buenos Aires. Es por todos los amantes del cómic, tanto por crítica como por público, reconocido como una de las figuras más relevantes del cómic mundial. Entres su distinguida trayectoria, podemos destacar varias obras capitales, como su afamado Eternauta (Revista Gente, 1969), Mort Cynder (Misterix, 1962-1964), Un tal Danery (Diversas revistas, 1974-1978), o sus adaptaciones de H. P. Lovecraft de Los mitos de Cthulhu, y de Edgar Allan Poe con su El corazón delator, como su inmortal Perramus, que no tardaremos en traer a nuestra casa. Pero hoy nos centraremos en las historias en las que dio vida a Vlad III Tepes, Conde de Orlok, Nosferatu, Conde Drácula, Príncipe de Valaquia, conocido por todos como Drácula a secas.
El monstruo siempre estuvo en nosotros
En este volumen se recopilan 5 historias en las que Drácula es el elemento de unión. La última noche de carnaval, en la que nuestro Conde tendrá un encuentro con una figura muy reconocible de capa roja. Latrans canis non admordet, en el que presenciamos a un Drácula para el que el tiempo también hace mella. Un tierno y desolado corazón, en el que el príncipe de Valaquia nos muestra que su corazón no está tan muerto como suele darse a entender. Fui leyenda, el más sangriento y agresivo relato, y sin duda, por encima del segundo, el mejor de todos, en el que vemos que el ser humano ha llegado a cotas que aterrorizan al conde del terror. ¿Poe?, ¡Puaf!, en el que se encuentran, el maestro del relato de terror, con nuestro hambriento protagonista.
Nos hallamos ante una obra que tiene muchos tintes satíricos, con unas historias vertebradas por un subtexto sumamente pesaroso y desalentador, disfrazado por una superficie de humor negro en el que Drácula se convierte en perplejo espectador, al descubrir que su maldad es una minucia, es una simple gota dentro de un inmenso mar de sangre, dolor y lágrimas. Su hegemonía como líder del mal se ve puesta en entredicho ante la evidente superación del ser humano en temas relacionados con la creación de sufrimiento. “En el fondo soy un humorista sangriento […] que tiene una visión grotesca de la vida. Y eso es lo que reflejo naturalmente en mis dibujos”, decía el propio Breccia cuando le preguntaron sobre la parte más cómica de esta obra. El hecho de que no contenga ni un solo diálogo le da al lector una autoría implícita en todas las obras de esta característica. Ese hecho también enfatiza las acciones y las reacciones del conde, al igual que logra poner en relieve, de forma más evidente, la presencia de un subtexto, incluso alentando a que haya una búsqueda del mismo por parte del lector.
Es un trabajo que conoce muy bien su lugar, y por eso, como ya hiciera con Buscavidas (Superhumor, 1981-1984), quizás en este caso con una superficie menos agresiva, hace uso del elemento cómico para suavizar el verdadero mensaje, una presencia desenfadada para un mensaje profundo. La mayoría de estas historias pueden ser consumidas por toda clase de público, desde niños a adultos, exceptuando la penúltima, en la que el mensaje que esconde es se hace más palpable por la agresividad de los sucesos narrados. “La historia está hecha en 1984 y es imposible pensar que no está inscripta en el marco de la época de la recuperación democrática y en donde los crímenes de lesa humanidad en el país quedan al descubierto”. Explican desde el colectivo Hotel de las Ideas, que publicó la versión completa de ¿Drácula, Dracul, Vlad?¡Bah…! por primera vez en la Argentina de 2019.
Entrando en la parte gráfica del trabajo, nadie se sorprende con que sea una autentica obra de arte. Quizás no sea su mejor ejercicio en ese sentido por el hecho de haber creado algunas de las obras referentes a nivel mundial del noveno arte, pero en ella podemos ver toda clase de narrativas visuales, como también una evidente maestría en las formas irregulares que tanto prestigio le habían dado hasta entonces. Hay que recordar que el autor en ese momento ya había llevado a cabo varias adaptaciones de literatura de terror, como autor integral, y que sabe en qué lugares se debe mover. En este caso en particular hay una experimentación muy pronunciada con el color, en contraposición con los trabajos anteriores en este ámbito. Como se ha mencionado antes, el que no haya ningún diálogo que pueble las páginas, obliga a Breccia a poner todo lo necesario en el dibujo para que haya un seguimiento adecuado de la historia, sin prescindir de su particular deformidad plástica. Gracias a eso lo visual adquiere todo el peso narrativo, pretendiendo así lo que todo dibujante busca: contar con imágenes lo necesario para llegar hasta el lector con tanta fuerza como lo pueden hacer los diálogos. Y sin ninguna duda, Breccia lo consigue.
La edición de ECC, como con toda la colección de Alberto Breccia reeditada, es un trabajo magnífico. Contiene como extras una introducción de Álvaro Pons y, al igual que ya haría en la reedición de El Buscavidas, nos ofrece un cuaderno de bocetos que recopila todos los storyboards de la obra, duplicando así el tamaño del álbum; algo que para los amantes del dibujo es un verdadero regalo.
En términos generales es una obra en la que Drácula sale bien parado como personaje, pero no así los humanos y su clara deshumanización. Con toques de ironía que esconden la verdadera vergüenza de una época gris, retratada por un personaje que ya no se reconoce como malvado con una simple mirada a su alrededor, este tomo oculta en su interior verdaderos tesoros, cuando su exterior no se queda atrás.
Lo mejor
• La ironía con la que Drácula nos saca los colores a toda la humanidad.
• Todas las herramientas narrativas que debe usar para conseguir paliar el no tener bocadillos, y que le da al dibujo de Breccia una presencia absoluta.
• El capítulo Fui leyenda, que es una obra maestra en todos los sentidos.
Lo peor
• Que no haya más historias. Todos queríamos más.
Guión - 8.5
Dibujo - 9
Interés - 9
8.8
Terror hacia lo humano
Este volumen nos regala una visión del personaje de Drácula que pocas veces podremos observar, sirviendo como eje vertebrador de la obra, y como herramienta antagónica para mostrarnos, con pinceladas de ironía, dónde se esconden realmente los monstruos que podemos descubrir en la ficción. Todo ello aderezado por la maestría que destila su arte gráfico.
De esos casos que el dibujo engrandece el guión. Porque salvo en el caso de la citada «Fui leyenda» son unos guiones bastante bobalicones, pero que te enganchan, y cómo, gracias a sus magníficos dibujos.