Miscelánea de vida
«Construir, avanzar, equivocarse, empezar de nuevo»
Cuando alguien decide contar la vida de un personaje, tanto cuando es ficción como cuando es biográfico, debe hacer algo que pasa muy desapercibido entre los lectores, y a veces entre los mismos escritores. No se trata de otra cosa que prescindir. Se prescinde de todo menos de aquello que se cuenta, aquello que hace la historia. Podría parecer una simpleza, pero en todas las grandezas se esconden las pequeñas cosas. Para poder contar una vida, un suceso, hay que prescindir, elegir de qué se prescinde, o como sucede la mayoría de veces, elegir qué se cuenta. Pero ese ejercicio, que ya de por sí es más complicado llevarlo a buen puerto de lo que a simple vista pareciese ser, se multiplica cuando no se cuenta solo una vida, sino que se cuentan varias; cuando el protagonista es coral. Esto sucede en esta historia, y mucho más, pero antes de meternos en ella, conozcamos al autor.
Cyril pedrosa nació el 22 de noviembre de 1972 en Poitiers de una familia de ascendencia portuguesa. Tras trabajar varios años para Disney como ilustrador, participando en El jorobado de Notre Dame y Hércules, conoce al guionista David Chauvel y debuta en el cómic en 1998 con la serie Ring Circus, para el que lleva a cabo el apartado gráfico. En 2006, Pedrosa creó su primer trabajo en solitario, el one-shot Corazones solitarios, seguido de un segundo, Tres sombras en 2007. El segundo álbum ganó el premio Essentials del Festival Internacional de Cómics de Angulema en 2008. En 2012 publicó la novela gráfica semiautobiográfica Portugal, que más tarde o más temprano traeremos a nuestra casa, sobre un dibujante que explora sus raíces familiares. En estos últimos años acaba de terminar el díptico La edad de oro como ilustrador.
Los equinoccios cobran vida
La historia entremezcla varias historias, siendo las principales la de Vincent, un hombre maduro cuya apatía se traslada a su día a día y que pagan quienes se acercan a él, y Louis, un hombre mayor que se ha retirado de las luchas sociales a las que tanto tiempo les dedicó. Todo ello se vertebra alrededor de Camille, una mujer joven a la que no vemos la cara y que nos narra su vida en cada paso de capítulo. Aunque en esta historia se irán hilvanando casi una decena de personajes secundarios que son tan importantes como los principales.
Este es un trabajo bastante pretencioso, pese a que consigue casi todo lo que pretende. La obra se divide en cuatro capítulos haciendo el corte en los citados equinoccios. En cada corte, el personaje de la fotógrafa nos habla de su vida, con varias páginas de texto, pues en este libro abunda el texto, ya que contiene mucho peso narrativo. En cada capítulo se plantean varios cortes, en los que Camille coge a un personaje al azar y le saca una foto, inmortalizando un momento de sus vidas y proponiéndonos una inmersión en la vida de dicho personaje, que tendrán mayor o menor trascendencia en la obra, pero que son parte del ovillo de lana que conforma esta historia.
Al inicio de cada uno de los cuatro capítulos, que son titulados con las cuatro estaciones estivales, se nos narra una historia paralela a la obra en la que un ser primitivo se va enfrentando a diferentes obstáculos. Esta criptica historia parece narrar el avance humano en términos simbólicos, pero que incide en cada uno de las transformaciones en las que los personajes protagonistas están inmersos. Empezando con el personaje en una peligrosa soledad en mitad de un páramo nada halagüeño hasta el cuarto pasaje en el que somos testigos de su transformación. Es una historia que funciona muy bien tanto en términos simbólicos que acompañen a la historia principal, como narración independiente.
En cuanto a los temas tratados en el interior de la obra podemos destacar dos, aunque hay que decir que pese a la clara incidencia en ellos, se presentan muchos más que son tan importantes como los primordiales, algo que esta obra parece tener como norma, haciendo de lo menos presente tan relevante como lo lo que más resalta. La apatía sería uno de los grandes temas, y que tiene tanta importancia en la vida de todos los personajes, ya sea en la vida de los jóvenes, adultos, o los más mayores, como en las decisiones narrativas que se llevan a cabo, siendo posiblemente el gran tema de la obra, y planteando grandes preguntas al respecto. En segundo lugar pero en menor medida, y en clara contraposición con el anterior elemento, se nos presenta en la idea del objetivo vital como gran motor en frente a la apatía y que es puesto en marcha por la motivación al avance. Con todo, hay que decir que los temas de la necesidad de una participación activa en la política, la aceptación de creencias o puntos de vista distantes al propio, así como el Arte en la acepción más amplia, son grandes protagonistas de la obra.
Uno de los grandísimos atractivos de la obra, como siempre sucede con este autor, es su apartado gráfico. Pedrosa, digno heredero de la sensibilidad característica de la franquicia del ratón para la que trabajó, hace gala de una poesía visual apabullante. Algo que caracteriza esta obra, es que sus cuatro capítulos son dibujados con cuatro estilos muy diferentes entre ellos, sumando un último estilo con el que plasmaría la historia paralela al inicio de cada uno de ellos. Así nos encontramos con un estilo más cartoon en Otoño, un estilo más oscuro y viciado, de fondos y texturas más densas en Invierno, un estilo lleno de vida llevado a cabo con lápices de colores en Verano, y un estilo casi psicodélico, como si hiciese alusión al negativo de las fotos que narran las historias de Camille en Primavera. Sin duda esta obra toca cuatro estilos muy diferentes y que a su vez tienen una pretensión narrativa con respecto a la historia de los protagonistas como el de la misma narración en sí. También hay que resaltar la amplia gama de recursos narrativos con los que cuenta el autor, haciendo uso de ellos para hacer de la lectura algo ameno y por momentos sorpresivo en cuanto a la función de las viñetas en la página. Decir que logra hacer que empaticemos con los personajes más allá de por sus historias, y la forma de transmitirlas, por la cantidad de vida que exhalan sus expresiones. Una verdadera delicia para los ojos.
En conclusión, esta es una obra muy completa, que nos hace dar un paseo por la vida de diferentes personajes, de toda clase social genero y edad. Un ejercicio narrativo complejo y muy acertado que nos da pie a reflexionar y a emocionarnos, donde el excelente apartado visual adquiere un papel principal en la narración.
Lo mejor
• La miscelánea de historias que no acarrea confusión, logrando un equilibrio perfecto entre las tramas y subtramas.
• Toda la carga subtextual que recorre la obra dotando de varias capas de significado a la historia.
• Los cuatro estilos muy diferenciados y su pretensión narrativa.
Lo peor
• Las partes de puro texto puede echar para atrás a quien solo quiera leer cómic de viñetas.
Guion - 8.5
Dibujo - 9
Interés - 8
8.5
Estival
Los equinoccios termina por presentarse como una obra muy completa y pretenciosa en la que se hilvanan múltiples historias, con una gran carga reflexiva. A todo ello le acompaña un apartado gráfico excelente que se transforma junto a la narración y que otorga ese punto atractivo a primera vista.