Antología clásica con algún elemento original
«Ellos estarán juntos para siempre, entonces, ahora y toda la eternidad»
Muchos artistas se acercan a los cuentos clásicos para abordar diferentes temas, retorciendo las historias, ofreciendo una nueva mirada sobre una narración mil veces narrada, para que el lector tenga la complicidad inicial y se vea más inclinado a empatizar con ella. Entonces es cuando el artista puede inocular su mensaje, una herramienta perfecta para llamar la atención. Pero como sucede siempre que alguien alza la voz, debe tener algo que decir cuando la sala se queda en silencio, mirando a quien ha osado interrumpir sus quehaceres. No siempre lo que el artista en cuestión acaba por decir consigue llenar el vacío que provoca ese alzar la voz, en pocas ocasiones logra ser original, o simplemente relevante, algo que de por sí suele ser normal, pero que en esta circunstancia se hace notar algo más. Veamos si en este caso lo que nos dice el autor llena el vacío, es original, o simplemente logra ser relevante, pero antes repasemos un poco su propia historia.
Esteban Maroto Torres nació el 3 de mayo de 1942 en Madrid. comenzó su carrera hacia 1955 en el estudio de Manuel López Blanco, abocetando a lápiz la serie Aventuras del F.B.I. de Rollán, durante cuatro años. Allí entabló amistad con Carlos Giménez, que dibujaba los fondos. Ambos dos forman parte del Grupo de la Floresta, que consta de 6 historietistas españoles formado por Luis García, Carlos Giménez, Esteban Maroto, Suso Peña, Ramón Torrents y Adolfo Usero, que trabajaron colectivamente a finales de los años 60. Instalados en un estudio propio, Maroto y Giménez produjeron juntos Buck John y El príncipe de Rodas. Al mismo tiempo, acabó Magisterio Industrial y empezó la carrera de Ayudante de Obras Públicas. En 1967 comenzó la serie 5 por infinito, a la que seguiría La tumba de los dioses y Wolff. Estas empezaron a labrarle una gran fama en Estados Unidos. En 1970 dibujó historietas de terror para los cómics de Warren Publishing, en sus revistas Creepy, Eerie y Vampirella. Tiene en su haber más de 20 series, publicadas en diferentes revistas y editoriales, entre las que se pueden destacar Dax el guerrero (Toutain 1979-1988), Korsar (Cimoc 1980), Nave prisión (Revista 1984, en 1981-1982 y 2017), o su Conan el mercenario (Planeta, 2009). Tras múltiples incursiones en el mundo fantástico durante este siglo XXI, este año nos trae una antología que revisa relatos clásicos. Veamos lo que podemos encontrar en sus páginas.
Erase una reivindicación por lo clásico
En esta volumen se reúnen 8 relatos clásicos, o no tanto, a los que Maroto, en ocasiones con ayuda de algún guionista como Steve Skeates en Blancanieves o Joe Wherle en Caza de lobos, otorga su propia visión, si no rejuvenecedora sí personal. Los relatos que podemos encontrar son, en orden de aparición: La sirenita, El lago de los cisnes, Alas de venganza (un relato original del autor), Caperucita roja, Caza de lobos, Paris el hombre más bello del mundo, Blancanieves y los siete enanitos, y La bella durmiente.
En esta obra podemos encontrar principalmente un perfume clásico. A excepción de la portada, preciosa pero muy engañosa dibujada por Esteban Maroto y coloreada por Santi Casas, todos los aspectos del trabajo reivindican lo clásico. Con personajes eminentemente anacrónicos, pero que son en gran parte la savia de la que se nutrieron los cuentos modernos y que tanto cuesta reivindicar en la actualidad sin que sean puestos en tela de juicio sus evidentes anticuados mensajes. El autor hace uso de estos personajes, de sus tragedias clásicas que tantas veces se repitieron y se repiten en nuestros días, logrando darles vida de nuevo insuflándoles suficientes elementos originales para que sean relevantes en la actualidad.
Como sucede en todos casos en los que en un solo álbum se recopilan diferentes historias autoconclusivas, las hay mejores y peores. Uno de los principales problemas de este álbum es que la diferencia entre lo mejor y lo peor es demasiado acusada. Podemos encontrar relatos sobresalientes en el dibujo como es el caso de La sirenita, El lago de los cisnes y La bella durmiente, o sobresalientes en la historia, como sucede con Paris el hombre más bello del mundo y Blancanieves y los siete enanitos. Pero hay relatos intrascendentes que más que aportar, restan al conjunto, como sucede con Alas de venganza, que pretende pero no alcanza, o Caza de lobos que directamente estorba. Sin embargo hay que destacar, que lo mejor supera y por muchísimo a lo peor, y por ese motivo lo más seguro es que como lectores no nos cueste demasiado hacer ciertas concesiones con estas historias.
Hay obras de otros autores, como Había otra vez… de Alberto Breccia en el cómic, o los dos primeros tomos de la saga literaria de Geralt de Rivia del autor Andrzej Sapkowski en la literatura, que nos pueden venir a la cabeza si buscamos otros referentes que hayan trabajado los cuentos clásicos introduciendo elementos modernizadores propios. Pero lo que hace al trabajo de Maroto algo único y atrevido es mantener en ellos ese halo clásico que tanto rechazo genera en las nuevas generaciones por puro contraste. Uno de los elementos para lograrlo es el guion, que por ejemplo está muy bien trabajado en varios de los relatos, y que otorgan no solo una nueva visión de los clásicos sino que ofrece un mensaje reflexivo de gran profundidad, y que se presentan casi como a una nueva tragedia clásica que faltaba por descubrir. Pero hay otro elemento que le da al trabajo esa apariencia de antaño, y es su magistral dibujo.
Entramos en el apartado artístico de la obra, que seguramente sea lo más destacable de ella, dado que, al contrario que sucede con el guion, no vemos un descenso de calidad en ninguna de las entregas. Esteban Maroto, a sus envidiables 79 años demuestra tener un pulso firme, que pese a no tener el vigor y la destreza de su juventud, se mantiene con una dignidad nada desdeñable, proponiendo en estas páginas grandes retos que consigue enfrentar saliendo airoso.
El relato que más llama la atención en este apartado es el Lago de los cisnes, en el que se nos presenta la obra clásica narrada como un baile entre los personajes, mientras se narra la historia en forma de narrador en off. En ésta se percibe de manera clara la capacidad del autor a la hora de lograr dinamismo en sus dibujos. Pero quizás los amantes de las historias clásicas de Esteban de los años 80 prefieran el dibujo que podemos hallar en La sirenita, con esas páginas repletas de detalles en las que la hoja se plantea como una viñeta indivisible y donde las acciones se concatenan unas con otras, lo que también sucede en Caperucita roja, aunque en vez de con los ornamentos acuáticos de la primera son boscosos, y el acabado de esta segunda sea más tosco y esté peor llevado. También encontramos en esa categoría el relato de La bella durmiente, posiblemente el mejor relato visto en conjunto, junto con Paris. El aspecto general que yo me encontré, a título personal, es el de un dibujo que recupera el aspecto clásico de los años 80, como si se desenterrasen unas ruinas que poco tenían que envidiar en belleza y solidez a las estructuras que hoy alzan a nuestro alrededor.
La obra que nos ofrece Maroto, con sus luces y sombras, logra proponer una revisión de los clásicos sin hacer énfasis en lo moderno como suele ser costumbre, sino homenajeando, tanto en el guion como en el dibujo, los aspectos clásicos. Un volumen que quizás no convenza a las nuevas generaciones, pero en el que se evidencian el cariño y respeto de un autor hacia los orígenes.
Lo mejor
• La reivindicación por lo clásico, tanto en el guion como en el dibujo.
• El relato de Paris el hombre más bello, que recuerda a una tragedia clásica que debió contarse hace mucho.
• Un dibujo que se mantiene sólido y que le otorga al álbum un elemento unificador solemne y atractivo.
Lo peor
• Los relatos que no contribuyen, sino más bien estorban en el cómputo global.
• Una portada engañosa que inducir a que los jóvenes se acerquen para abrirla y que se vean engañados, y a su vez aleje a quien busca una historia y dibujo clásicos.
Guión - 7
Dibujo - 8.5
Interés - 7.5
7.7
Erase una vez..., de Esteban Maroto termina por ser una obra repleta de amor por lo clásico, en la que podemos hallar alguna huella moderna en el apartado personal, y que se corona con un dibujo soberbio que se mantiene estable en toda la antología.
Coincido en que la mejor historia del volumen es la de Paris, me parece una maravilla. Las que se consideran «peores» no las veo atroces, más bien flojas o quizás pasadas de moda. De hecho, pensé que eran historias antiguas, recuperadas para la ocasión.
No sé si habrán sido referentes para Maroto pero a esta vuelta de tuerca a los cuentos clásicos le encuentro parentescos en los libros de cuentos de Angela Carter (La cámara sangrienta) y Neil Gaiman (Humo y Espejos).
Pues a mi que me encanta el arte de Maroto es un ejemplar que tengo que tener si o si.