Dicen que no hay personaje malo, sino guionistas poco capaces. Luego hay guionistas con la capacidad de hacer entrañable hasta al más secundario y bastardo de los personajes. Y al final tenemos a John Ostrander (Norwak, 1949), que hizo de esa habilidad una carrera mítica, regalándonos un mundo de perdedores, sufridores, héroes y villanos, dioses y humanos… y hasta marcianos. Todos personajes olvidados o alejados de los focos. Mientras Ligas de la Justicia, Trinidades y otros famosos salían al escenario, Ostrander nos descubría las bambalinas del inacabable Universo DC (UDC).
Aprovechando sus pinitos en el teatro como actor y guionista, encontramos estas interesantes palabras sobre como trabajó con estos personajes: “Les echo un vistazo y me pregunto ¿Cual es su esencia? […] ¿De qué van? ¿Qué sé de ellos, qué es un hecho? ¿Qué conduce a eso? ¿Qué puedes inferir? Si esto es real ¿Qué es probable que pase como resultado de poner a ese personaje en esa posición, o cualquier situación? Desde ahí empiezas a quitar capas del personaje hasta quedarte con la perla. Trato de llegar a algo que me interesa y trabajo desde ahí” “Otro truco es hacer una audición de la voz de tus personajes. No tienen que parecerse físicamente, pero si vocalmente a alguien […] Sólo una voz que puedas ‘oír’ en tu cabeza y asignársela a tu personaje.”
Precisamente a través de sus personajes vamos a intentar recorrer su prolífica carrera en la editorial, limitándonos de alguna manera a sus principales series dentro del mundo superheroico, ya que también nos regaló la extraña serie de culto Wastelands o la “histórica” The Kents. De esta última ya hablamos brevemente en el artículo dedicado a Truman, con el que precisamente compartió su creación más icónica dentro del comic independiente, Grimjack. Justo antes de dedicarse por completo a la editorial de los Comics de Acción y Detectives.
Primera parte, antihéroes de los 80
Mike Gold, al que ya debemos mucho, quiere alguien de fuera para el nuevo evento de DC. Este talento, pese a rodearse de grandes firmas, desarrolla una historia más que entretenida y se atreve a introducir un nuevo grupo compuesto de criminales. La jugada le sale redonda y, ya en mitad de proyecto, le ofrecen una miniserie sobre este escuadrón. Y lo más importante entonces, le piden hacer el tie-in entre el evento y la serie de uno de los implicados. El guionista principal de dicha serie no está por la labor y, de hecho, un número después le pasan la serie al novato. Ya en racha, tras la tercera saga que compacta el nuevo UDC, saca un personaje de su equipo demaleantes y crea una serie más heroica, aunque con un tono rebelde marca de fábrica. Algún avezado lector habrá pillado todas las referencias, pero para los que no, o los que busquen detalles y muchas curiosidades, acompañadme…
Lo dicho, el editor de oro (punch intended), guiado por el director ejecutivo de la compañía Dick Giordano, pesca a un joven talento del cómic independiente (al cual el propio Gold había dado su primera oportunidad en First Comics) y le pone a cargo del evento destinado a cohesionar el nuevo UDC tras las Crisis en Tierras Infinitas. Como la responsabilidad es grande, le rodean de un guionista de la casa para que pula los diálogos, Len Wein, y la nueva superestrella de la editorial al dibujo, nada menos que John Byrne, acompañado por el gran Karl Kesel a las tintas (por cierto, que se pensó en Jerry Ordway pero aún estaba saturado con los 4 Fantásticos). Todo el equipo, al que se suma Bob -editor para todo- Greenberger para coordinar los crossovers, se reunió varias veces para limar los aspectos básicos y estrategias editoriales, que mucho había. Tras lo cual, el novato se lleva los apuntes para crear el argumento definitivo.
Ostrander, recién salido del indie, no se achanta y rebusca en el cajón de la editorial al panteón de Jack Kirby, trayéndonos a Darkseid, Desaad, Glorious Godfrey, Doctor Bedlam y hasta a la Abuela Bondad. Al primero ya lo había rescatado del olvido Paul Levitz y, junto con el segundo, asomaron la cabeza durante las Crisis, pero esta era su presentación oficial en el nuevo universo. Podría pensarse que esto era una imposición editorial, pero viendo la recurrencia del autor con estos personajes y su mundo en posteriores series, podemos interpretar que participó en la idea. La inclusión del nuevo Flash, la primera aparición de Wonder Woman en el nuevo UDC, la desaparición de la actual Liga de la Justicia de América y la formación de la nueva, si que venían de arriba. Pero Ostrander aprovecha para meter a Deadshot, Boomerang, el coronel Rick Flag… y se inventa desde cero un personaje crucial, Amanda Waller.
Todos los nombrados excepto Amanda ya existían, aunque algunos no habían aparecido en mucho tiempo. Y aún se trae otros más, Encantadora, Blockbuster y Tigre de Bronce, para juntarlos en un grupo estrafalario y sin futuro, tal como su nombre indica, el Escuadrón Suicida. Grupo de criminales a los que se promete reducción de condena si cumplen su arriesgada misión. Dirigido por esa mujer, afroamericana, madura y de cuerpo imponente, fuera de cualquier canon pre-establecido. Y Ostrander no pretende integrar todas estas características marginales en un personaje agradable que se gane el cariño de los lectores, sino que es dura como una piedra, malhablada y enervante. Aún así, puedo asegurarlo, atacó directa al corazoncito de los aficionados. En el ya épico número 3 nos descubre como se las gastan ella y el grupo e incluso se permite ya un aviso de lo que es capaz, con la muerte Blockbuster en plena batalla. El nombre no es de broma, amigos. Es más, en el número 6 se perfila hasta que nivel podrían llegar para mantener en secreto su estatus. Pese a los diálogos contenidos de Wein y el luminoso dibujo de Byrne, el grupo ha calado y sabremos más de él.
Y aunque no los veamos en el equipo, ya aparecen también el Conde Vértigo y Chronos, que serán aprovechados en el futuro por el guionista, especialmente el primero será uno de sus personajes fetiche. Pero vamos, la serie es un festín de héroes y villanos de DC. Como ya hemos mencionado, la LJA al completo; Detective Marciano, Hombre Elástico, Vibe, Gypsy, Steel y Vixen, la cual asimismo heredará el Escuadrón. Uno a uno, aparecerán los otros componentes de la nueva Liga; Blue Beetle, Canario Negro, Doctor Fate, Guy Gadner y Capitán Marvel, cuya caracterización es clave para la saga. También aparece el triunvirato de Batman, acompañado por Robin, Superman, con gran peso sobre la trama, y Wondy, sin inmiscuirse demasiado a petición de George Pérez. Cósmico de la Legión de Superhéroes hace un cameo, aprovechando que su mini de por entonces y descubriendo que algo chirría (universo de bolsillo is coming…). Chorradas o mini-apariciones como la de Profesor Ivo, Warlord, Joker, Ms. Magnífica y sus Apolos (because yes) y… Sunspot. Éste último es una tronchante licencia de Byrne (además de imponer una duración de 6 episodios a la serie), que aprovecha para meterse descarnadamente con Jim Shooter y su Nuevo Universo. Más héroes extra como el Fantasma Errante, que lleva un importante rol en la historia, Flash, para promocionar su futuro lanzamiento, aunque acompañado por Beast Boy para recordar su pasado como Titán, Sarge Steel, rescatado de la Charlton que también usará Ostrander en el futuro, y Firestorm. Éste último es un superhéroe muy curioso, en el que un chico de instituto, Ronnie Raymond, y un maduro físico nuclear, Martin Stein, se han de fusionar para crear al poderoso ser capaz de manipular la materia a nivel atómico.
Curiosamente, la inclusión de Firestorm en la mini, que tan importante será para el guionista, no es idea de éste. En realidad, incluso se ve obligado a escribir el crossover de la serie original porque Gerry Conway, el creador del personaje y aún guionista del mismo, se desentiende de hacerlo. En definitiva, abandona el personaje por completo y el editor de la serie, Dennis O’Neil, viendo que Ostrander se ha desenvuelto bien con el personaje, le encarga la serie. Todo esto y viendo que ya se cocían habas (Un par de números previos habían sido guionizados y editados por personas distintas al equipo habitual. Y se entiende que hay que dar un giro que represente el renacimiento tras las Crisis) nos hace pensar que la aparición de Firestorm en Legends es quizá cosa del vice Giordano, que quería reflotar al personaje de alguna manera y consigue que Ostrander le salve la papeleta… y vaya si lo hace.
La verdad es que Ostrander se lo puso fácil a O’Neil, porque en sólo dos números plantea temas que nunca se habían visto en la colección. Principalmente, qué pasa si una de las dos mitades de Firestorm no quiere formar parte del ente. Para el autor, Ronnie siempre se ha aprovechado del profesor Stein y, con la excusa de las arengas de Godfrey en contra de los héroes, les provoca un desacuerdo. En estas, cuando el chico hace caso omiso del adulto y lo obliga a formar a Firestorm para solucionar un altercado, Stein se revela anulando la capacidad del superhéroe. Es más, cuando por fin hablan seriamente del asunto, el profesor le comenta a Ronnie que se sintió violado, y que hasta pensó en acabar con la vida de alguno de los dos si la cosa seguía así. Al final, de mutuo acuerdo, se forma Firestorm una vez más para salvar la situación de odio que se estaba creando en el campus, incluso con un bello toque de humor. De todo esto es capaz el guionista en sólo dos números, además de meter al gigante villano de Legends Brimstone, a Amanda Waller entre las sombras, y hasta al superhéroe Halcón.
Los dos números están dibujados por el mismo artista que acompañará al autor durante casi todo su run, Joe Brozowsky. Éste se inició en el mundillo en la Charlton y hasta había participado en tiras de prensa, un mundo exigente para el que hay que mostrar un mínimo de calidad. Pero para cuando llega a la serie está cansado o desganado, porque desde luego es el punto bajo de la etapa. No soy de criticar a los dibujantes, pues siempre hay talentos ocultos fáciles de ignorar para los no entendidos como la sencillez narrativa o un contraste oportuno, pero lo que nunca defenderé será el plagio. Por lo pronto hay posturas de Brimstone que están sacadas directamente de lo hecho por Byrne en Legends, pero es que hasta un rostro de Stein me llamó la atención para descubrir que efectivamente lo había visto ya en el del periodista Ulrich por dos maestros como Frank Miller y Klaus Janson en el Daredevil 179. Indagando, descubrí que a veces firmaba como J. J. Birch, alias por el cual ya había sido famoso al calcar viñetas de Batman Año Uno de Miller y David Mazzucchelli para la miniserie Catwoman de Mindy Newell. En su momento se justificó que ayudaban a retrotraer al lector a la escena, que era la misma en los dos comics, pero ahora lo dudo.
Polémicas aparte, tras un número de relleno, a Ostrander se le premia con la serie y ni corto ni perezoso afronta las tramas dejadas por Conway, el cual no había dejado pista alguna de hacia donde se dirigían. Entre ellas, había dejado al profesor Stein enfermo de cáncer, pero en vez de obviarlo, el nuevo guionista coge el toro por los cuernos. Hace partícipe a Ronnie de la triste noticia en los dos primeros capítulos, en los que reinventa al Parásito para el nuevo UDC (clásico enemigo de Superman al que dona un nuevo alter ego, Rudy Jones, y origen, debido a las maquinaciones de Darkseid). También comienza a jugar con los personajes del entorno de los protagonistas como Doreen Day, típica novia del héroe a la que comienza a donar de personalidad y hasta la hace sospechar de la doble vida de Ronnie, y Firehawk, la contrapartida femenina de Firestorm a la cual irá dando un papel cada vez más destacado. En los dos siguientes números sigue una tónica parecida, enemigo poderoso (Tifón, viejo villano de la propia colección), pero temáticas profundas (el aislamiento entre la pareja de protagonistas, que comienzan a entablar una amistad más sincera) y aproximación a los secundarios. En este caso Doreen, que termina su relación con Ronnie, el oficial de policía Ferguson, muy crítico con Firestorm, y Cliff Carmichael, el típico enemigo del insti, que comienza su descenso a los infiernos. Por cierto, que en la comisaría donde este último es interrogado por un crimen cometido antes de la entrada de Ostrander, no sabemos si por juego de éste o de Brozowsky, pero los policías allí presentes son un claro homenaje a Canción Triste de Hill Street (incluyendo Furillo, Davenport, Goldblume y Bernstein).
Ostrander se ha percatado que la esencia de Firestorm es la matriz de dos personas para formarlo, si no, sería otro personaje súper-poderoso cualquiera. Con esa idea en mente comienza la siguiente saga, en la que, por una parte, un moribundo Stein no quiere morir sin hacer algo significativo, nada menos que acabar con las armas nucleares. Y por otra, se nos presenta a Mikhail Denisovitch Arkadin, un técnico de Chernobyl transformado en energía viviente al que llegaremos a conocer muy bien. Acompañándole, también crea a un personaje que vamos a ver a partir de entonces en todas las series de esta entrada, Zastrow. Siniestro agente de la KGB diseñado con talento por Brozowsky, tanto, que ahora el copiado será él, por Erik Larsen ¡en hasta dos ocasiones! en el especial Doom Patrol and Suicide Squad.
Y hablando del Escuadrón Suicida, éste es solicitado a Waller (nuevas posturas y rostros copiados a Byrne) para detener a Firestorm ante su pacifista pero polémico objetivo. No serán los únicos, el Capitán Atom lo intenta antes, en un combate que alcanza las oficinas de la propia DC, dónde se asoman (siguen las bromas de la pareja de autores) Marv Wolfman, Barbara Randall, Greenberger, O’Neil y Brozowski. Y además, los rusos ofrecen a Mikhail para detenerlo. El enfrentamiento se produce en un número explosivo en el que Ostrander usa a su Parasito como miembro del Escuadrón, además de los conocidos Flag, Deadshot y Boomerang. También se saca de la chistera otros reservistas como Slipknot (un antiguo enemigo de Firestorm que se quedará en el Escuadrón) Killer Frost (igualmente, pero que se quedará por aquí) y Multiplex (más de lo mismo, y la baja del día a manos del propio Parásito). Y cuidado que aparece por primera vez Derek Tolliver, un trepa al que le gustaría dirigir al Escuadrón, y que será una china en el zapato de Amanda Waller. No faltan los padres de Ronnie (muy frecuentes a partir de entonces) y hasta la Liga de la Justicia Internacional. La pelea continúa en el anual, que va a suponer el final de los planes de Ostrander y nos precipita a una intensa escena en el desierto de Nevada. En realidad, tanto los EEUU como la URSS pretenden terminar con sus respectivos superhombres y, mientras los enfrentan, les lanzan una bomba nuclear. De las cenizas surge un transformado Firestorm, tanto como para cambiar el título de la serie en el 65 a Firestorm the Nuclear Man.
Con Ross Andru como invitado a los lápices, se nos descubre que este nuevo Firestorm tiene personalidad propia, aunque está formado por Ronnie y Mikhail, que se separan exhaustos a sus respectivos hogares (vemos que el segundo tiene mujer y dos hijas) …Stein ya no está. Vuelve Brozowsky, más desganado que nunca, para crear al Zuggernaut, un alienígena que dará muchos problemas, en un episodio que toca afilados temas raciales con Green Lantern como invitado. En estas llegan los cruces con Millenium, de lo poquísimo que hemos catado de esta etapa en España, gracias a Zinco. Nuestro dibujante se transforma en su alter ego Birch y parece sentarle bien, cambia a un estilo más sencillo y experimenta en las escenas oníricas. También ayuda el acabado de Sam de la Rosa, que acaba con el baile de entintadores. Por su parte Ostrander se divierte jugando con el superhéroe de personalidad múltiple. Ronnie y Mikhail tratan de dominar a su nuevo contenedor mientras éste es dominado por el poli Ferguson, que resulta ser su manhunter (esa era la gran sorpresa ligada a Millenium, los traidores escondidos en cada colección). Por suerte, el Capitán Atom ayuda a este Firestorm a orientar su recién nacida personalidad hacia la heroicidad. Aún tiene tiempo el autor de crear a otro personaje ilustre que irá saltando entre esta colección y el Escuadrón, Stalnoivolk o el Lobo de Acero, también conocido como Ivan Illyich Gort, el superhumano soviético.
A partir de aquí comienza un juego a tres bandas con las penas de Ronie, Mikhail y su gobierno, que lo acosa al sospechar de su transformación, y el propio ente compuesto por ambos, que lucha por ser uno mismo. La acción de la serie se traslada con frecuencia a Siberia o Moscú, como cuando Zuggernaut ataca. Mientras que, por el contrario, las maquinaciones de Zastrow llevan a Stalnoikov a Pennsylvania para encargarse de Ronnie. Algo de lo que se entera su abuelo, Richard «Buck» Dare, antiquísimo Captain X y actualmente agente secreto, que muere intentando impedirlo. Y como colofón, pelea triple entre Firestorm, Stalnoikov y Zuggernaut, con un Brozowsky volviendo a la pereza y copiándose a si mismo (de hecho, abandona su alias). Ostrander sigue desatado creando personajes, como el Holandés Errante del Tiempo, o el mucho más interesante equipo de adolescentes rusos Soyuz, formado por Feodor Piotrovitch Sorin (el tornado humano Vikhor), Igor Medvidenko (Morozko, maestro del hielo y el fuego), Ilya Trepliov (el eléctrico Perun), Mashenka Medvienko (Rusalka, la genio del agua) y Serafina Arkadin (Firebird, psíquica del grupo y sobrina de Mikhail).
Al final de dos números algo enrevesados aparece el verdadero Martin Stein en un centro psiquiátrico, tras la explosión se separó de la matriz de Firestorm a costa de su memoria, pero, milagrosamente, también de su cáncer. Tras un nuevo enfrentamiento con Brimstone (sigamos copiando a Byrne como si no hubiera un mañana) con Firehawk como invitada (y algo más, jijiji), comienza una trama mucho más interesante y que traerá cola (aunque quedémonos con que los restos de Brimstone son lanzados al sol). Ronnie viaja con su padre a Ogaden, al sur de Etiopía. Después de varios intentos fallidos de las grandes editoriales, se trata de una vez con algo de coherencia y realismo el problema del hambre y la violencia. La jugada inteligente y aparentemente sensiblera de Ostrander, es la creación de un edén con los poderes de Firestorm. Es una misionera, la hermana Agnes, la que hace ver a los “héroes” su error, confirmado cuando las distintas facciones en guerra (principalmente los Renamos, de los que volveremos oír hablar junto con la monja) provocan un conflicto aún mayor. Esto desemboca en una nueva triple matriz a la que se une Jama, un local que había entablado amistad con Ronnie, con un Firestorm de aspecto bestial. De nuevo, será Agnes la que evite un baño de sangre (aunque Jama muere en un emocionante y comprometido número) haciendo recapacitar al superhombre sobre su simplista manera de actuar.
Para los cruces con el evento ¡Invasión! en Rusia, Ostrander descansa un número, pero la buena noticia es que Tom Grindberg se incorpora como dibujante. Siempre me ha parecido la marca blanca de Arthur Adams, pero es innegable que su detallismo y delicadeza son bienvenidos. De vuelta a Pennsylvania, atención al transvase, pues el psiquiatra del Escuadrón Suicida, el Dr LaGrieve, se incorpora al Instituto de Estudios Meta-humanos de la Universidad Vandermeer. Esto generará un constante peligro de villanos en el campus, empezando por Killer Frost. Pero en Rusia tampoco se libran de problemas, Zastrow mediante, clonando los poderes de Mikhail han creado un ser tan poderoso como él pero sin su alma, Svarozhich.
Aquí Ostrander aprovecha para dar un vuelco de 180º a la colección y, animado por lo que hizo Alan Moore en La Cosa del Pantano, modifica el origen de Firestorm para convertirlo en el Elemental del Fuego. Lo cuenta a través de otro nuevo personaje, Gregori Eilovotich Rasputin, un maestro de las artes místicas que no llega a desvelar si es pariente de, o el mismo histórico consejero de la Rusia Imperial (creado, por cierto, porque no le dejaron a usar a John Constantine, para el que Jamie Delano tenía planes muy concretos). Según parece (intentemos no perdernos), el elemental se manifestó en la explosión nuclear que afectó a Stein y Ronnie buscando un avatar humano, que debería ser sólo el primero al morir. Pero al estar el segundo consciente también le afectó al él, siendo esta dualidad lo que siempre había impedido que se manifestase en todo su esplendor. El elemental era de hecho esa tercera personalidad que surgió tras la unión de Ronnie con Mikhail, ya sin las riendas del verdadero elegido, Stein. El nuevo peligro, Svarozhich, roba la personalidad del ente y al hacerlo reclama su lugar como elemental, pero sin avatar que le contenga. Desatado, se plantea librar la tierra de la “plaga” que la daña y la única manera de acabar con él es que Ronnie y Mikahil renuncien a su independencia. Sin dudar, los héroes se unen a él para siempre y se forma un nuevo Firestorm, el elemental del fuego con alma humana.
La nueva etapa comienza con el cruce en la Directiva Janus, un crossover del que hablaremos más en detalle al comentar el Escuadrón. Pero sobre todo, empieza con la llegada de Tom Mandrake a la colección, el comienzo de una larga amistad con Ostrander para nuestro goce y disfrute. Es un artista que no tiene miedo a nada, ni a grandes manchas de tinta, ni a grandes entes, ni a perspectivas hiperbólicas (algo que le vendrá de fábula en la etapa de ambos en El Espectro). Además de dotar de fuerte personalidad a sus rostros y donar de una soltura realista a los cuerpos sin alejarse de un dibujo sucio y enérgico. Se estrena para crear a James Hancock Finch, CEO de Aceros Vandermeer, el cual se alía con la Corporación Sunderland, que tantos problemas creó a la Cosa del Pantano, para crear a los Capitanes de la Industria, unos supers que puedan defender a las pobrecitas y desvalidas grandes empresas. Uno de sus miembros, Harold Lawrence Jordan (de la familia de Green Lantern), alias Air Wave se une a la colección rebautizado como Maser. Mientras, LaGrieve a descubierto el alter ego de Firehawk, Lorraine Reilly, y tira de amistad para atraerla al Instituto, al que como de costumbre, Ostrander va llenando de carismáticos secundarios como los simpáticos doctores Pangloss y Caius, o el traicionero Morrison. También pulula por allí el desmemoriado Stein, que entabla amistad con LaGrieve.
Los siguientes números (90-93) se dedican a la guerra elemental, la otra gotita que nos ofreció Zinco en su serie contenedor DC Premiere. Por un lado, el edén creado por Firestorm en Etiopía está degenerando, llamando la atención de la Cosa del Pantano. Por otro, Ostrander crea un nuevo elemental, el del agua, llamado Naiade, que se alía con el del aire, Tornado Rojo, para acabar con las afrentas de la humanidad. Palizón que le pegan a Firestorm, el cual es curado (o tiene una visión, nunca se aclara) por otro personaje de nueva creación, Maya, el espíritu de la tierra. Firestorm purifica (fulmina) el edén y junto con la Cosa se enfrentan a los otros dos elementales. Aunque hay fuegos artificiales orquestados con majestuosidad por Mandrake, lo importante es la discusión moral planteada por Ostrander, que acaba calmando los ánimos. Mientras, en el instituto ¡han disparado a LaGrieve! Nos divertimos con un inciso en el que Stein hace de detective y se enfrenta al traidor dentro del Instituto. Otra saga más antes del final, la del panteón africano, los Orishas, en la que el escritor se empapa de las verdaderas creencias del continente para crear sus versiones comiqueras. Como Shango (dios del trueno), Olorun (el primer nacido), Eshu (el eterno bufón), Orun-Milla (el juez), Obatala (creador de la humanidad), etc. Firestorm debe vencer el avance de las sombras, resultando en la creación de Shadowstorm, su reverso, que queda libre y colgado. Cabe decir que tuvo un pequeño epílogo en el final de otra colección, la del Captain Atom #54–57 (1991). A Ostrander le toca el marrón de acabarla y aprovecha para enfrentar al capitán con Shadowstorm. El escritor, que se trae a Rasputín para descubrir a Atom como Elemental Cuántico y llevarlo a un universo propio que puede existir o no (toma fumada, como el Gato de Schrödinger), nos entrega una interesante saga donde el Capitán lucha moralmente contra el poder absoluto.
Y ya, por fin, la saga final a partir del 98. En el Instituto de Estudios Metahumanos han experimentado en el ya demente Charmichael con el casco del Pensador. Aparece Catalizador (un enemigo de Blue Beetle), que poco puede hacer, dejando el problema en manos de Escuadrón Suicida, como ya veremos. Tras la emotiva recuperación de memoria de Martin Stein, Maser descubre que Brimstone está consumiendo el Sol. La solución es rocambolesca, pero ayuda a atar todos los cabos. Como elemental, Firestorm no puede abandonar la tierra, así que Stein se ofrece a hacerlo en una nave, morir, y reclamar en el espacio su lugar como verdadero y original avatar del elemental. Antes, Firestorm debe renunciar a sus avatares actuales, Ronnie y Mikaihl, que vuelven con sus familias en un emocionante momento. Todo sale bien para que Firestorm y Brimstone se enfrenten en una epiquísima batalla, en la que nuestro héroe termina absorbido por un agujero negro. En una última escena, en la que Ronnie se reencuentra con Lorraine (Firehawk, no os perdáis), éste nos asegura que ¡Firestorm vive!
Ostrander explica en el editorial final que decidió dejarlo cuando la serie aún estaba en su mejor momento, antes que verla consumirse. Las ventas siempre se habían mantenido, aunque bajas, pero nunca habían sumado nuevos lectores pese a la obvia calidad refrendada por seguidores y crítica. La madurez de las historias, especialmente en el segundo trecho, se ha comparado con otras coetáneas recomendadas para lectores adultos como Sandman, Green Arrow o The Question. Precisamente O’Neil, el escritor de ésta última y editor de la serie que nos ocupa, le aconsejaba al escritor que “lo importante es contar una buena historia.” Y eso es lo que humildemente trató de hacer nuestro autor, nunca pretendió ser “relevante”. Es realmente una pena que este fantástico run nunca haya sido reeditado por DC. Se habla de la calidad del papel (mala excusa cuando se han recuperado clásicos editados en mucho peores condiciones), el horrible dibujo (ídem), pero se merece mucho más. Quejas actuales aparte, al autor entonces le quedaba cuerda para rato ¡sigamos pues!
¡Qué pedazo de serie es el Escuadrón Suicida! Supongo que con esa frase rompo cualquier atisbo de objetividad. En fin, si queréis un buen artículo sobre la serie os remito al de nuestra propia página. Pero, aunque sea por curiosidad, dejadme que os hable, con muuuucho detalle, sobre esta historia de… en fin, os dejo con esta perfecta definición del propio Ostrander: “Bueno, siempre estás lidiando con un equipo que esencialmente no es un equipo, en el que realmente no se gustan mucho. También tiene que haber el elemento de que cualquiera de ellos podría morir. También me gustan las tramas […] tipo espías, como que me molan. También tienes que llegar a conocer un poco a los personajes antes de matarlos, para que tengas algún tipo de conexión con ellos. Ah, y algo tiene que salir espectacularmente mal.”
Atención que la cosa venía desde antes de Legends, en 1984 Greenberger y Ostrander se encontraron en la Convención de Chicago. Allí el escritor le comentó que le gustaría trabajar con los Challengers of the Unknow. Ya en el 1985 el editor le avisa que, según Giordano, hay otro autor interesado por los Challengers en la editorial (¡Hasta Moore estaba interesado por los Challengers! pero el que terminó llevándose el gato al agua fue, suponemos por la época, Mark Evainer, aunque poco hizo con ellos salvo un Secret Origins). Sin embargo, el editor le sugiere los olvidadísmos Suicide Squad, que sólo habían aparecido en 5 números de Showcase. El nombre le encendió la chispa al autor, que en su cabeza mezcló Doce del Patíbulo (la referencia más directa) con Misión: Imposible.
Después del debut en Legends y la luz verde de la editorial, se compone el resto del equipo (Greenberger se queda de editor, por cierto). Giordano fue el que eligió a Luke McDonnell para el dibujo, mientras que el propio Kesel se ofreció al entintado, tras haberle cogido el gustillo en la mencionada saga (y flipado como un nerd con la idea). John y Luke se entendieron muy bien y decidieron trabajar al estilo Marvel, Los argumentos muy detallados del primero eran secuenciados con un estilo cinematográfico por el segundo, que después remataba el escritor con sus afilados diálogos. Admito que me he metido con McDonnell más de una vez en este mismo blog, pero cuando lo he “descubierto” me he tenido que tragar mis palabras. Domina el storytelling como nadie, su sombreado es puro polar y algunas de sus composiciones son demoledoras. Completamos con Carl Gafford al color y el inigualable Todd Klein en la rotulación. Finalmente, se cierra con una portada espectacular de Howard Chaykin que incluye una frase para el recuerdo “Estas 8 personas pondrán sus vidas en juego por nuestro país ¡Una de ellas no volverá a casa!”.
Y no merece menos, lo que nos cuentan éste y el segundo número es realmente espectacular. Como buen film de acción (de hecho, el equipo de autores va apareciendo en cartelas que imitan los últimos títulos de crédito entremezclados con la primera escena de una película), comienza con un atentado terrorista brutal. Perpetrado por nuevos personajes que serán recurrentes a partir de entonces, la Jihad: Rustam (próxima némesis de Flag), Djinn (los personajes digitales también serán una constante), Mantícora, Jaculi, Quimera y Ravan (otro con futuro en la serie). Pero también se aprovecha para presentar al lector la base del equipo, la prisión de Belle Reve en Luisiana (nombre de la plantación donde se crían las protagonistas de Un Tranvía Llamado Deseo y con un diseño de McDonnell que ya vale su contrato) y sus habitantes; el director Economos, la técnica Flo, la médico Karin (integrante del Escuadrón original y antiguo amor de Flag), el piloto Briscoe y los psicólogos Dr. LaGrieve (el cual ya vimos que “heredó” Firestorm, the Nuclear Man) y su ayudante Herrs. Absolutamente todos tendrán su momento y se harán entrañables, cortesía de un Ostrander en racha creativa.
Por su puesto, también se presenta al Escuadrón en la mítica sala de misiones, una pequeña sala de cine donde se proyectan las diapositivas con las fotografías y objetivos necesarios. Allí encontramos a los miembros que ya vimos más dos nuevos, Plastique y MindBoggler (ambas enemigas de Firestorm de principios de los 80. De hecho, el autor uso muchos villanos de este héroe porque le “pertenecían” a él). Parece que Flag, aparte de formar parte del Escuadrón original, ya fue aupado por Greenberger, el cual también participó en incluir a Tigre de Bronce (nacido y olvidado en los 70, en las páginas de Richard Dragon, Kung-Fu Fighter) y Boomerang (un clásico enemigo de Flash) e incluso en la creación del equipo de apoyo, incluido el helicóptero Sheba. La personalidad que Ostrander le dio a Boomerang, por cierto, está basada en un personaje llamado Flashman, del escritor George MacDonald Fraser, el cual era un indeseable a quien quieres ver muerto pero va pasando por situaciones de riesgo sin lastimarse ¿Os suena? Lo de Deadshot es mucho más curioso y por los pelos. El personaje preferido del autor fue elegido porque su dibujo de Marshall Rogers en el DC’s Who’s Who le llamó la atención y al leer la ficha intuyó las posibilidades -Inciso abuelo cebolleta: rascando en la historia editorial averiguamos que Steve Englehart ya lo rescató en su mística etapa de Detective Comics gracias al azar. Julius Schwartz, tratando de evitar la coincidencia del Joker en dos cabeceras (si, en aquellos “buenos viejos tiempos» les preocupada la saturación), le pidió aplazar la aparición del payaso y sugirió hacer una historia de relleno con Deadshot en su lugar-. Pero lo que marcó verdaderamente a Ostrander para perfilar la personalidad de este villano fue ver una entrevista a un verdadero sicario por la tele, del cual sacó una frase demoledora “si yo no aprecio mi vida, ¿porqué iba a apreciar la tuya?” De la Encantadora sabemos poco, quizá fue otro de los descubrimientos del DC’s Who’s Who (no es broma, miró más de una vez esta guía del UDC para encontrar personajes abandonados con los que jugar en libertad sin tener que pelearse con las oficinas de las franquicias tipo Batman o Superman) o se la encontró en la última aparición de Flag, aquella loca aventura de los Héroes vs. Villanos Olvidados. El caso es que el autor aprovechará muy bien la lucha interna entre la dulce June Moone y su reverso criminal.
Pero es que el segundo número ya es la bomba con la acción trepidante del enfrentamiento y muchas sorpresas. Por lo pronto aparecen dos miembros más del equipo que estaban escondidos como espías, Nightshade (primera aparición en el nuevo UDC del personaje comprado a la Charlton) y Némesis (que había nacido y aparentemente muerto en las páginas de The Brave and the Bold a principios de los 80). Las peleas se deciden en combates separados, una técnica que Ostrander encontrará muy útil no sólo para enfrentarse a los guiones de un grupo, sino para escarbar cómodamente en la psique de sus personajes. Se produce la segunda muerte en el equipo, MindBoggler, dejando claro que lo de Legends no fue gratuito. Y bueno, el grupo mata, mutila, y se lanza puñales por la espalda… es realmente un cómic pijamero diferente.
Como hemos visto, estas dos grapas daban de sobra para presentar debidamente al grupo, pero el mismo mes que salía el primer número salió también su Secret Origins (vol. 2 #14), realizado por el mismo equipo que la serie. Un especial que, aunque sabe atrapar elementos del antiguo UDC (entre ellos la agencia Control, que volverá a utilizar) y fusionarlos para el nuevo, es un poco enrevesado y algo tedioso. Eso si, toma la oportunidad para sentar los pilares de Amanda Waller y explicar que llevó a esa mujer de familia a convertirse en “el Muro”.
En el número 3 retoma la trama de Legends gracias a una idea de Kesel, usar las furias femeninas para rescatar a Godfrey. Efectivamente, el entintador estaba tan contento y emocionado con la serie que pasaba muchísimas ideas al guionista. Tantas, que él y su mujer Kim Yale comenzaron a llamarlas Piezals Kesel. Sin embargo, justo después Kesel deja la serie y es substituido por Bob Lewis. Pero ahí estaban esos otros personajes olvidados gracias a él; Mad Harriet, Stompa, Lashina y Bernadeth, que se llevan a Godfrey (aunque se dejan algo). Además, aparece el Dr Moon como miembro del Belle Reve, un personaje de oscuro pasado editorial (por lo secundario y por el cariz de sus labores) que asomará la cabeza por todas las series del autor. Hablando de oscuridad, se dedica a borrar dolorosamente los recuerdos del Escuadrón del cerebro de la traidora Plastique, bajo órdenes de Waller. Ésta termina disculpándose por ello, no la volveremos a ver haciendo algo parecido.
Avanza la serie y siguen apareciendo personajes que raramente son tratados superficialmente. En el 4, aparte de una trama espectacular, encontramos dos nuevos fichajes para el equipo, Chronos (enemigo sesentero del Átomo) y Orquídea Negra. Esta última es un personaje creado y olvidado en los 70, para la que Ostrander parecía tener planes especiales. Hasta que la nueva versión de Neil Gaiman, muerte mediante, truncó lo que fuera que tenía pensado el guionista. También aparece Heller, un neonazi que volverá muy adelante. Si echáis de menos las muertes, entre estos dos números acontece la visita a la serie Fury of Firestorm, con los desastrosos resultados que ya vimos. En el 5 se inicia la trama rusa y se une el Pingüino, el enemigo de Batman que, pese a estar protegido por mandato editorial, es mostrado mucho más genio criminal que nunca. Aparece por allí Zastrow, al que vimos nacer en Firestorm, y ya en el 7 los Héroes del Pueblo, Bolshoi, Hammer, Molotov, Pravda y Sickle, rescatados de las páginas de Outsiders para ser vencidos una y otra vez por nuestros villanos favoritos. En la antigua URSS no muere nadie (salvo la persona que debían rescatar), pero Némesis es capturado y comienza el deterioro moral de Flag.
El número 8 rompe la estructura de misiones para ofrecernos un número intimista que se convertirá en tradición, los informes privados. En estos Ostrander aprovecha algún personaje secundario para poner al día el estado (a nivel personal) del grupo. El primero le toca al Dr. LaGrieve. Por allí se asoma Madame Xanadu, a la que el escritor volvería como veremos en la segunda parte de esta maratón, y el autor comienza a profundizar y divertirse con Deadshot y Boomerang, respectivamente. Atención que se presenta a Mark Shaw, antiguo Manhunter creado por el rey Kirby en los 70, el cual llegó a jugar a dos bandas en la Liga de la Justicia como miembro (Corsario) y enemigo (Star-Tsar, ahí llevas nombre Glam). Shaw dará al guionista una excusa para el crossover con Millenium, en un trepidante número, para variar, en el que Slipknot demuestra que la amenaza de los brazaletes es real. Estos se suponen una manera de mantener a los criminales controlados, si no cumplen órdenes o tratan de escapar… explotan. El malherido, por tanto, es rescatado por la misteriosa Duquesa. Este nuevo personaje, en realidad Lashina de las Furias, también fue idea de Kesel. Éste la imaginó “con una pistola realmente grande” (acababa de ver Aliens), aunque fue John quien la bautizó y la dotó de su característica personalidad. Lo importante de la trama es que la traidora manhunter resulta ser Karin (que muere en un acto de redención) y no Shaw, como todos pensaban, que a partir de entonces dedicará su vida a limpiar su nombre como el nuevo Manhunter, en la última serie de Ostrander que veremos en esta entrada. La muerte de Karin contribuye al viaje a las tinieblas de Flag.
A esta traca le sigue un número clave, el 10, donde se presentan dos nuevos habitantes de la prisión, el bueno de Murph, segurata, y el padre Craemer, que se hará tan entrañable que Ostrander no lo abandonará ni al dejar el Escuadrón, como veremos en la segunda parte de esta entrada. Pero la clave es que Batman descubre al Escuadrón y comenzará a atosigarlos por ello, explotando en el crossover con la Liga de la Justicia Internacional para rescatar a Némesis (episodios en los que el único personaje nuevo es Jabalina, antiguo enemigo de Green Lantern). Pero antes de esto se cuela una aventura en la que se incorporan Speedy y, bajo la única sugerencia que se permite McDonnell, Vixen. Al pupilo de Green Arrow no lo volveremos a ver, pero la ex-LJA se queda. Y aún en medio de esto hay un especial que a mi me cautiva, el Doom Patrol and Suicide Squad (1988), pero ya le di cuenta en una entrada reciente. Aquí el festival de personajes es brutal y, para que no decaiga, mueren como moscas. Pensad que Flag viaja con un equipo nuevo y vuelve solo. Éste estaba compuesto por Mister 104 (antiguo enemigo de La Patrulla Condenada, kaput), Psi (salió en Supergirl, así que su continuidad tras las Crisis era un poco difusa, mejor matarla), el Pensador (villano de Flash, hasta luego… aunque su casco lo hereda, como vimos, el Instituto de Estudios Metahumanos) y Weasel (enemigo de Firestorm, muerto). También aparecen de nuevo Zastrow y nuestro querido Stalnoivolk de Firestorm, que acabará dando el salto a la presente colección. Entre esto y el enfrentamiento con Batman, Flag se hunde.
En el 14 comienza la Saga de Nightshade, pero la verdadera clave es que se presenta el senador Cray, un político corrupto que por culpa de Tolliver (el trepa que vimos en Firestorm) llevará a Waller y los suyos a un callejón de difícil salida. La saga termina con la Encantadora integrada al espíritu de Nightshade y la incorporación de Shade (una creación setentera del gran Steve Ditko que Ostrander rescata para el nuevo UDC) y el Capitán Frío (clásico enemigo de Flash que justo acababa de recuperar el escritor en su nueva serie Manhunter). En el 17 aparece otra vez la Jihad con nuevos miembros: Agni, Badb, Ifrit (otro ente digital, pero con el espíritu de MindBoggler, al cual tratarán de incorporar al equipo, tal como a Ravan) y un misterioso Koshchei the Deathless que dará que hablar. Le sigue un nuevo episodio de archivos personales contado en primera persona por Amanda. En él que se incorporan Yvonne Callendar, jefa científica, y Mitch Sekofsky, jefe de mantenimiento y abiertamente gay (vale la pena decirlo, que aún estamos en el 88), a los trabajadores de Belle Reve, y el Doctor Luz (clasiquísimo villano de Liga y Titanes) al grupo.
Como calma antes de la tormenta, el primer anual de la colección con dibujos de Graham Nolan, en el que Ostrander se inventa a Argent, misterioso director de la agencia Control. Es un divertimento con espías, Kobra y su querido Manhunter. Más íntima es la historia de complemento sobre Amanda, dibujada por Keith Giffen. También nos encontramos con un simpático inciso en el número 20, donde las tonterías de Boomerang (se hacía pasar por el Amo de los Espejos para cometer crímenes sin romper su condicional) reciben su justo castigo, con primera aparición de la Loa (futuro enemigo). A partir de ahí, todo va a peor, salvo que comienzan los tartazos a los miembros del equipo, alivio cómico de Ostrander, y que vuelve Kesel, huelga decirlo. Tolliver pretende usar al senador Cray para delatar al Escuadrón Suicida y chantajea a Waller, con lo que Flag termina asesinándolo a sangre fría. Ahora su objetivo es Cray y Waller no tiene más remedio que lanzar al equipo para detenerlo. La caza termina con un duelo entre Flag y Deadshot, como no podía ser de otra manera. Sin embargo, para sorpresa de todos, Deadshot mata a Cray para evitar que Flag tenga que hacerlo y es acribillado por la policía. Para Ostrander, ese es un momento definitorio para Deadshot y el Escuadrón. Para Kesel, es un orgullo haber puesto su granito en algo que nunca había visto en cómics, pues el personaje se convierte en villano y héroe a la vez… pero debería haber sido su grand finale. Para Greenberger, matar a Deadshot hubiera sido ciertamente atrevido, pero la oficina de Batman les tiraba los tejos, aún le quedaba camino al personaje, y encima ¡tenían lista su miniserie!
Esta Deadshot (1988) se compone de 4 números brutales en los que Floyd no deja bicho vivo y se le descubre un pasado descorazonador. Ostrander, junto con Yale (la cual se incorpora ya también a la serie madre), se muestra más descarnado que nunca y McDonell se entinta a si mismo mostrando una capacidad para el noir aún más visceral. Una pequeña joya para los amantes del Hard Boiled.
El caso es que tanta muerte fue en vano y las acciones del Escuadrón son de dominio público. Mientras el equipo se enfrenta a los alienígenas en Rusia (crossover con el evento ¡Invasión! y festival de cameos, muchos venidos de Firestorm), Waller es llamada a juicio. Mientras se somete a éste, Némesis abandona el grupo y LaGrieve la consulta (se va a Pennsylvania, como hemos visto) y Nightshade y Herrs, respectivamente, les seguirán. Mientras que Ravan se une al equipo y se incorporan Punch y Jewelee (personajes heredados de la compra de Charlton), que darán algún juego, conde Vértigo (traspasado de Manhunter), que dará mucho juego, y Shrike, personaje con brevísimo pasado que es devuelta al nuevo UDC para morir. Y siguiendo con la tónica de Ostrander, nuevo transvase de personajes, su misión es rescatar a la hermana Agnes de la etnia paramilitar los Renamos, que tanto marcaron a Firestorm. Por cierto, que Amanda pasa el juicio con nota, pone a un líder de paja, J. Danfield Kale (en realidad el actor Jack Kovacs), que contente a las masas y sigue mandando en la sombra. Pero una de las cosas más importantes que pasan (en el número 23 concretamente) es la aparición por primera vez de la voz de Oráculo, “informadora súperheroica a su servicio”. Ni Yale ni Ostrander estaban de acuerdo con lo que hizo Moore en La Broma Asesina a la antigua Batgirl, condenada por el Joker a una silla de ruedas. Pero en lugar de llorar por las esquinas analizaron lo que tenían y crearon algo nuevo que funcionaba estupendamente. En el fondo, podía ayudar a cualquier héroe del UDC y eso fue lo que acabó pasando, haciéndola incluso más importante que cuando era Batgirl. Tanto caló que cuando en los Nuevos52 se decidió devolver a Bárbara su estatus de Batgirl, Gail Simone avisó a la pareja antes de que fuera público, asegurándoles que Oráculo siempre sería parte del personaje.
En el 26, la hecatombe (aparte de que se marcha McDonell, substituido por Grant Miehm), muere Flag, buscando perdón o castigo hace explotar una bomba nuclear en Jotunheim, la base de la Jihad. Este hecho demostró que no había intocables en el Escuadrón, si Flag podía morir, cualquiera podía hacerlo (y por cierto que aquí nos quedamos los lectores españoles durante 28 largos años, hasta que ECC continuó el trabajo de Zinco). Envalentonados, Ostrander y Yale (acompañados por John K. Snyder III a los lápices y Pablo Marcos a las tintas) se atreven con un crossover propio, La Directiva Jano. Se cruzan Escuadrón, Firestorm, Manhunter y Jaque Mate (una agencia que ya habíamos visto asomar por la colección, donde aparece el ahora famoso Peacemaker), esta última de su colega Paul Kupperberg. La saga (algo Bondiana con Kobra haciendo de Dr No) no tiene el ritmo habitual, algunos cruces son algo forzados y la resolución es tirando a cutre, aunque lo más importante es que ahora el Escuadrón depende del Sargento Steel. En todo caso, el autor aprovecha para introducir y matar más personajes. La Fuerza (Force suena como Four) de Julio (unos patriotas exacerbados hasta la criminalidad -¿dónde hemos visto eso recientemente?- que amenazaron a los Outsiders y a Infinity Inc.) es brutalmente diezmada (Mayflower, Sparkler, Abraham Lincoln Carlyle, Lady Liberty y Mayoría Silenciosa), salvo por Mayor Victoria, que se incorpora al equipo. A la vuelta unos informes privados contados por el padre Craemer, que se ha ido haciendo un hueco como consejero espiritual.
Comienza la saga de Apokolips (y llega Geof Isherwood a las tintas). Aparece el nuevo psiquiatra, el Dr. McCoy, y se une Poison Ivy al equipo. Y hay un festival de secundarios con los Forever People, las Furias incluida Big Barda, Kanto, Virman Vundabar, y la Abuela Bondad en apoteósico combate contra el Muro. Shade vuelve a su universo Meta y mueren El Dr. Luz, que volverá como fantasma, Lashina, a manos de Darkseid nada menos, Briscoe y Flo. Esta última la más sentida, ya que había sufrido un calvario de desamor (por Tigre de Bronce) hasta este triste desenlace. A la vuelta se resuelve el misterio de los tartazos (Boomerang acaba desterrado a una isla desierta, no digo más), Punch y una embarazada Jewelee se marchan, y la Loa les ataca donde más les duele, revelando públicamente que Waller sigue mandando en el Escuadrón. Esto termina con el mayor Victoria retirado, Tigre de Bronce trastornado (interrogatorio de Steel mediante) y Waller en prisión, no sin antes asesinar al líder de la Loa por medio de Deadshot, Poison Ivy y Ravan, a los que deja marchar en libertad. Parece que lo único bueno es que vuelve McDonell, pero hasta eso es breve.
Isherwood se apropiará de los lápices hasta el final, mejorando a cada episodio. Para cuando llegó, John y Kim escribían el guion al completo antes del dibujo. Geof, pese a venir precisamente del método Marvel, descubrió las posibilidades que permitía el conocer los diálogos con antelación, añadiendo profundidad a las posturas y rostros de los personajes. Comienza con el Gámbito del Fénix, una saga de espías con Batman como estrella invitada en la que Amanda sale de la cárcel para solucionar un conflicto internacional y recupera los pedazos del Escuadrón. Tras dedicarle un merecido especial al insoportable pero imprescindible Boomerang, que no podía estar dibujado por otro que McDonell, vuelven los bailes de personajes a través de un nuevo Escuadrón al mejor postor. Por lo pronto, Ostrander y Yale se inventan al grupo Israelita Hayoth, comandado por el coronel Hacohen y formado por Dybbuk (otro ente digital), Golem, Judith y Ramban (el hechicero, que le dará mucho juego en El Espectro, como veremos en la segunda parte de este tostón que me está quedando) ¡Y aún tienen tiempo de crear un nuevo Átomo! tras la supuesta muerte del original. Muere Ravan en épico combate contra Kobra y el nuevo y psicópata Pensador (el Carmichael heredado de Firestorm) llega a la colección revelando la identidad de Oráculo (portadaca de Norm Breyfogle, by the way).
A partir del número 50 nos acercamos a la traca final. En este aniversario se revela que el misterioso Koshchei the Deathless es en realidad Jeff Bright, uno de los supuestos sacrificados del Escuadrón original. Mientras, Vértigo no está seguro si quiere seguir viviendo y coquetea con que Deadshot le ayude a morir en un tira y afloja que dará para rato. Con la saga del Botín del Dragón se incorporan al equipo Stalnoivolk, Pensador, Manhunter (ahora retirado) y hasta se asoma Katana. Además, la pareja de guionistas se inventa a Catseye de los Yakuza (que terminará muerto) y nos desvela a las Sombras Rojas de Zastrow, Lamia, Troublemaker (otra baja), Mrs. Gradenko y Shrek (no es un ogro si no un vampiro, malpensados), por si aún dudabais de su capacidad para crear personajes. Para rematar, el crossover con La Guerra de los Dioses, sin duda lo mejor de aquel acontecimiento infumable. Para una aventura tan entretenida como descacharrante, los autores tiran de casi todos los miembros disponibles y algunos nuevos, incluidos Maser y Catalizador (a los que vimos en Firestorm), Enforcer (una antigua villana de Firestorm que vuelve para morir), Karma (del que no se había vuelto a saber desde que lo creara Kupperberg para La Patrulla Condenada, que muere también), Sportsmasters y Outlaw (estos vienen de Manhunter, como veréis después), Cisne de Plata (de las páginas de Wonder Woman) y… el Escritor. Éste no es otro que ¡Grant Morrison!, técnicamente en la continuidad del UDC desde que al de Glasgow se le ocurrió aparecer como personaje en Animal Man. Esa es la excusa de Ostrander, que admite “Nunca lo hablé directamente con él y ¡me imagino que quizá no quedó encantadísimo! Y vale, estaba siendo un poco niñato.” ¿Quizá era un pequeño pataleo por lo que hizo Morrison con la Patrulla de su colega Kupperberg? ¡Qué más dará! La idea es simplemente tronchante y sus pocas escenas impagables, incluida la ridícula muerte para “liberarle” de la continuidad.
Pese a este divertimento, los autores ya sienten que está llegando el momento adecuado de acabar la colección. Primero nos sumergen en la saga Prestidigitación, con Superman, Batman y Aquaman como invitados de lujo, además de las conocidas Jihad (con un nuevo miembro, Piscator) y Hayoth, para descubrir que el Átomo original siempre estuvo vivo. Ostrander y Yale se inventan una oscura Cábala que asesina al nuevo Átomo y contrata a unos mercenarios para hacer lo propio con el Escuadrón. Éstos son todos personajes nuevos, que no decaiga; Kaliber, Metamorpheus, Pathfinder y Sidewinder. No son los únicos empleados de este siniestro conclave, pues disponen de un Escuadrón Suicida propio formado por Bolt (villano de Blue Devil) Shrapnel (traído de La Patrulla Condenada) Deadline (creación reciente de la serie Starman), Muerte Subita (recién venido de Halcón y Paloma) y Blockbuster II (hermano del que murió durante Legends). El conocer esta noticia desvela a Waller las funestas posibilidades de su propio concepto, llevándola sin remedio a cerrar el chiringuito. Pero no se irá sin acabar con todos estos mercenarios sin escrúpulos en DiabloVerde, otra nueva creación con horrible dictador incluido, Guedhe. Mientras se sucede la batalla (en la que curiosamente sólo hay un par de bajas, Sidewinder y Guedhe), todos tendrán que hacer frente a sus principales miedos. Tigre de Bronce triunfa, Boomerang y Vertigo casi fracasan, Waller y Nightshade salen a trompicones, y Deadshot… se pasea imperturbable. Ostrander afirma estar muy satisfecho de la última escena del último número de la colección, Deadshot contra Vertigo, el cual decide seguir viviendo.
Mucho tiempo después, en 2007, a Ostrander le ofrecerían volver con sus juguetes para la mini Suicide Squad: Raise the Flag. Se tratan de 8 números que parecen haber salido directamente del horno de los 80. Son divertidos, la acción es trepidante, mueren como moscas… ¡incluso vuelve Flag! Por cierto, que esto era algo que el guionista había planeado y guardado como posible As en la manga, pero luego se arrepintió un poco. Pero detalles aparte, es realmente la guinda de una serie maravillosa que marcó una época. Quedémonos con ese dulce sabor de boca y corramos un tupido velo sobre el Suicide Squad #67 (Blackest Night crossover) del 2010, que por mucho Ostrander acompañado por Simone, no está a la altura.
La última del trío ochentero es una obra bastante menor en comparación. No por los guiones de Kim Yale (a la cabeza dejando a su marido al argumento general), ya que había demostrado talento de sobra en la serie anterior. De hecho, hay números concretos en los que se aprecia su delicadeza con los caracteres femeninos, normalmente estereotipados en los tebeos de capas. Es cierto que tampoco ayuda el arte, que empieza medianamente bien, pero se va viniendo a menos en un baile de dibujantes y termina con una calidad cuestionable. Simplemente, creo que el matrimonio necesitaba desahogarse con un carácter más aventurero, para compensar las diatribas sobre la personalidad y el poder de Firestorm y descansar de la acidez y oscuridad del Escuadrón. En alguna entrevista, Ostrander ha confirmado que trabajar con varias series a la vez no es un problema, si no una ventaja, precisamente para alternar los tonos de cada colección. Sea como fuere, la creación o rescate de personajes, que es lo que nos importa en este artículo, sigue a buen ritmo.
Y precisamente buen ritmo no se le puede negar al primer número de manual de Manhunter, editado por Barbara Kesel con Doug Rice al dibujo y Sam Kieth al entintado. En él se nos presenta a este Mark Shaw, un personaje rescatado por Brian M Bendis para los Nuevos52 como un megalómano pero que en esta versión era mucho menos rimbombante. Sin negar el intrincado pasado del personaje antes de las Crisis (tal como describimos en la parte anterior), Ostrander y Yale lo traen al nuevo UDC como un caza-recompensas de buen corazón. Para demostrar lo primero comienza el número arrestando al Pingüino (que disfrutaba de su libertad ganada tras pasar por el Escuadrón) y termina haciendo lo propio con el Capitán Frío (primera aparición post-Crisis de este clásico enemigo de Flash cuya siguiente aparición será, precisamente, en el Escuadrón). Mientras que para enseñarnos lo segundo, la pareja de autores nos lo rodean del típico detective gruñón, Best, y de la familia Shaw al completo, con Rose (madre), Eliot (padrastro), Eleanor y James (hermanastros). El centro de la trama que se desarrolla en éste y los 4 siguientes números (que fueron los únicos que disfrutamos en España gracias al Universo DC de Zinco) es el enemigo de nueva creación Dumas, un experto asesino capaz de moldear su rostro a voluntad. Se mezclarán viajes a Japón, con Yakuzas incluidos (atención a Kazuo Hasegawa, que será un personaje recurrente), intrigas y engaños, hasta llegar a la muerte del villano.
A partir de ahí los episodios son auto-conclusivos y bastante ligeros, aunque algunos personajes secundarios van afianzando el pequeño universo del héroe. Alternándose Mary Mitchell y Pablo Marcos al dibujo, con Romeo Tanghal al entintado, se nos presenta la interesante villana Ashley Mavis Powell (alias Interface, de poderes eléctricos pero que gusta de transformarse en otras personas, apareciendo en el nº 5 como Paula Darrow y en el 10 como Jennifer Stimson) y al interés amoroso del protagonista, la oficial de policía Sylvia Kandrey. Es a ella a quien me refería cuando comentaba el talento de Yale, ya que, sin negar su atracción por el protagonista, sus conversaciones y acciones no son en absoluto banales (De hecho, durante los números 11 y 12, la guionista le dedicará el complemento “Loose End» en solitario, dibujado por Mary Mitchell). También aparece nuestra querida Waller, que arrastra a Manhunter al anual de Suicide Squad.
Continúan las aventuras, ahora con Pablo Marcos al entintado y alternándose Doug Rice y Frank Springer al dibujo. Ostrander aprovecha para rescatar al Conde Vértigo (que no aparecía desde Legends) y arrestarlo listo para el Escuadrón, mientras que al Doctor Alquimia (villano de Flash que también pulula por allí) no lo vuelve a utilizar. El cruce con ¡Invasión! lo resuelve en dos números, en compañía de Flash y familia, venciendo a los Durlanianos (seres multiformes, y ya van tres cambiaformas) en Cuba. Las consecuencias del evento también se sienten en una pequeña saga posterior de tres números en la que se mezclan los Yakuza (otra vez Hasegawa), nuestro omnipresente Zastrow (con un Rocket Red a mano), un par de agentes de LexCorp y uno de Checkmate. Manhunter se mete en el lío a las órdenes de Southern Cross Salvage Corporation, una compañía formada por David Challoner y Gary DeVries, que a partir de entonces le proporcionará tecnología y amistad al mercenario. Con otro dibujante más, John Koch, hace Cat-Man (el villano de Batman) su primera aparición post-Crisis, y veremos por la colección a Flo y Oráculo, directas del escuadrón, aunque la última se quedará para ayudar al héroe de vez en cuando. En este caso, sin embargo, lo que hacen junto con Waller es meter al pobre Manhunter en la Directiva Jano, en uno de los cruces más emocionantes del evento (y casi que uno de los números más entretenidos de la serie).
La entrada del justito dibujante Grant Miehm (y un número después John Statema a las tintas) marca el comienzo del fin. Un viejo enemigo de la batfamilia, Mirage, hará que Mark tire de toda su familia y Sylvia para ayudarle. Después la pareja de guionistas se inventa un par de antihéroes, John Henry Martin (alias Outlaw) y Sportsmaster (con Batman como invitado), a los que aprovecharán en el Escuadrón, especialmente al primero. Y tras estos entremeses la saga final, “Santos y Pecadores”, presentando al nuevo Dumas, el villano con el que empezó todo. Entre el pobre dibujo y las cansinas peroratas de culpabilidad del protagonista, aquí se le ven demasiado las costuras a Ostrander y Yale. Por mucho que se paseen todos los secundarios, que Hasegawa muera dignamente y Dumas lo haga como merece, y que hasta se inventen un retconeo del papel del protagonista dentro de los Manhunters (por medio de N’Lasa, especie de Yeti-Mentor creado para la ocasión). Con el distintivo título de “Manhunter no more” en el 24 (con homenaje a la clásica portada de Spiderman mediante), Mark cuelga el uniforme (no sin antes detener al Capitán Frío, para cerrar el círculo) y, por fin, comienza su relación con Sylvia.
Como hemos visto antes, aún le quedaba carrete al matrimonio para continuar con el Escuadrón Suicida hasta bien entrados los 90. Pero este final, en el que el protagonista prefiere una vida real en vez de un falso súper-heroísmo, significaba algo. Parece que era tiempo de dejar de traer personajes olvidados y desarrollar más en profundidad y sensibilidad a los apartados. Si aún os quedan ganas de leerlo, nos vemos en la segunda parte, recorriendo los 90 a contracorriente.
Sobre el proceso creativo:
Suicide Squad principalmente:
John Ostrander: An Interview with the Man Behind the Suicide Squad
John Ostrander Suicide Squad War Crimes Interview
The oral history of DCs original Suicide Squad
Firestorm:
Firestormfan, John Ostrander interview
Buenisima reseña de uno de los autores mas queridos Enrique. Espero que siga con El Espectro y el bueno de J’onn.
Gracias Dr Kadok! Por supuesto que ambos estarán en la segunda parte… y alguna sorpresa más
Hubo un tiempo en el que pense que era el unico ser humano en la tierra que leia la serie de Manhunter (me pasaba lo mismo con Vigilante). Les hablabla a kis amigis que leian Spiderman o Lobezno de edtas series y me miraban raro. Pero ellos no sabian que yo habia entrado en un mundo mas adulto y conocia el lado sordido de la vida y ellos eran unos pringaos. Quiza por eso la guardo cariňo y los primeros numeros me impresionaron bastante en su dia.
Muy buen articulo y deseando leer los siguientes.
Me discupen las faltas y la falta de acentos pero es que el movil y los dedos anchos de hombreton no se llevan bien
Muchas gracias, no estabas solo!
Nunca lei Manhunter pero jamas olvidaré los números con Flash (Flushman aca!) de Invasión! en Cuba, con El Grueso, un delirio total.
Esos numeros me dejaban WTF al ser yo marvelita y no poder contextualizarlos en su evento.
Para leer la serie hoy no queda otra que recurrir a descargas. No es de lo mejor de Ostrader (aunque los primeros numeros no estaban mal) y no hay precisamente un clamor popular pidiendo su reedicion.
Esplendida y riguroso reseña! A Ostrander lo descubrí durante la fantástica etapa de J’onn y lo terminé de amar con lo que hizo con The Spectre. Por la reseña, veo que no fueron milagros, sino que verdaderamente es un guionista nato. Muchas gracias y esperamos con ansias la segunda parte!
Gracias! Así da gusto
Uf, un artículo de esos que me tendré que tomar el tiempo para leerlo a fondo, con gusto eso sí. Excelente trabajo.
Gracias, espero que te guste!
Grandísimo artículo sobre Ostrander,Enrique.Clarísimamente un guionista que nunca decepciona y que pese a no escribir nunca a un primer espada como Batman,Superman o Spiderman, ha sabido siempre hacer grandes series con personajes de segunda fila.
Lamentablemente este último hecho es el hace que difícilmente podamos ver nada de esto editado por ECC.Ya sacaron el Escuadrón en las condiciones que todos sabemos y somos muchos los que nos quedamos sin él, y dudo mucho de que lo volvamos a ver más allá del tomo que hay anunciado en el Coleccionable Héroes y Villanos con los primeros números de la serie.
Recuerdo el número de Firestorm que Zinco publicó como cruce con Millennium y me voló la cabeza. Una pena no haber podido leer más.
Ostrander,un guionista siempre reivindicable.
Hola Jaime, muchas gracias!
A mí su Espectro me parece de lo mejor de la DC de los 90 y es una lástima que no se hable tanto como se debería.
Pues trataré de compensar eso en la segunda parte…
Muy entretenido! Deseando leer ya la segunda parte!
Por que Ostrander no sigue en activo? No quiere o no le quieren? Desde luego siempre que se ha metido en el Escuadron ha tenido un nivel mejor que los guionistas contemporaneos
Me alegro Drury. La verdad que lo último que hizo es del 2012 o así para Dark Horse… Pues no sé, tiene setenta y pico castañas pero se le ve bien en la peli de Suicide Squad.
Yo lo ultimo que lei de el, si no me falla la memoria, fue un especial del Escuadron a principios de Renacimiento, y me parecio que mantenia el nivel. Como andar en bicicleta! Y en mi opinion mejor que lo que se contaba en la serie principal del momento, aunque puede que sea un sesgo generacional.
Saludos!
Muchas gracias por esta gran reseña.
Un placer!
+1 Su Escuadrón me marcó!
Buenas tardes Enrique. En el retapado de DC Premiere de Zinco del Fantasma Errante venía también el siguiente número de DC Premiere con los 2 primeros números de la Guerra de los Elementales de Firestorm y justo ahora los acabo de leer.
Joder,me han parecido buenísimos, tanto por los temas medioambientales que trata como por la intensidad de la propia acción y el buen trabajo gráfico de Mandrake. Espero en algún momento conseguir el siguiente número de DC Premiere para poder acabar de leer la saga. Aunque sabía que me iba a quedar así he querido al menos leer estos dos números para catar un poco la serie.
Una pena que DC no reedite esto y que tampoco haya un clamor popular para que se haga.
Ya te lo dije en su momento, pero lo reitero, muchas gracias de nuevo por la currada de este artículo y del siguiente. Ostrander merece todas las reivindicaciones del mundo.
Gracias d nuevo, Jaime. Precisamente hace poco pude pillar unas cuantas grapas d aquella serie USA y me pasó lo mismo (aunque ya los había leído para el artículo) d pensar «pero q bueno es esto, j0d3r!». In Ostrander we trust
Leídos los primeros números de Manhunter que Zinco publicó en Universo DC. Muy divertidos,la verdad,Ostrander mostrando su oficio,y a ver,a mí me metes cazarrecompensas,asesinos a sueldo y yakuzas y me tienes ganado.
Hola Jaime, a ver, la serie es la más flojilla del ramo (el comienzo es genial pero luego, ayayay). Pero como tu dices, tiene ingredientes de sobra para la diversión
Me voy a quedar aquí, que es lo que hay publicado en España, pero guay,contento con lo leído.
De nuevo gracias por estos artículos, últimamente estoy ostranderiano.