Castillo de arena

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Edición original: Château de sable; Atrabile, 2010.
Edición España: Astiberri Ediciones, colección Sillón orejero; septiembre de 2010.
Guión: Pierre Oscar Lévy.
Dibujo: Frederik Peeters.
Formato: libro encuadernado en rústica con solapas de 104 págs.
Precio: 18,00 €.

Cuando en el mes de julio de 2009 tuvimos la oportunidad de entrevistar a Frederik Peeters, el historietista suizo comentó lo siguiente respecto al proyecto que ocupaba su tiempo, una vez finalizado Paquidermo: “El libro en el que estoy trabajando se llamará Château de Sable, y tiene un guión de Pierre Oscar Lévy, un cineasta francés.”. Información somera, que imposibilitaba presagiar detalles acerca de las peculiaridades del tebeo en cuestión. ¿Cómo surgió esta colaboración entre Peeters y Lévy? ¿Cuál sería su temática? Transcurrido poco más de un año, no solo podemos responder a dichos interrogantes, sino que además las librerías especializadas ya disponen de copias de dicho álbum, traducido como Castillo de arena en su edición española, por cuenta de la bilbaína Astiberri.

Remontándonos a los orígenes de esta obra, cabe señalar que el contacto entre ambos autores se produjo a raíz de la futura adaptación a la gran pantalla de la multipremiada Píldoras Azules; con Lévy como director e impulsor de la idea, el proyecto posibilitó la interacción con el historietista suizo, fruto de la cual surgió la oportunidad de colaborar en el cómic que hoy centra nuestra atención. Aunque en un primer momento Peeters asumió que este guión estaba destinado a convertirse en una hipotética película, lo cierto es que el propio cineasta se encargó de aclarar el malentendido: pese a las apariencias, la historia que ha derivado en Castillo de arena fue concebida de forma específica y desde un primer momento para para materializarse en forma de cómic.

Sin ánimo de desvelar excesivos detalles relativos al argumento y al desarrollo de la trama planteada, podemos apuntar que toma como punto de partida la llegada de hasta trece individuos a una pequeña playa, aparentemente ubicada en las afueras de una localidad indeterminada. Un lugar recóndito y apacible, donde los protagonistas preven pasar un tranquilo día de asueto; sin embargo, sus planes se ven alterados por el hallazgo del cadáver de una joven desnuda, flotando en el agua. A raíz de dicho acontecimiento, comienzan a desvelarse una serie de inexplicables peculiaridades que impregnan de misterio una cala en la que el elenco de personajes pasarán el día más largo de sus vidas…

En base a lo hasta ahora comentado, podría pensarse que el relato obedece a la estructura clásica del whodunnit, o que se centra en desvelar esos misterios que emparentan la desconcertante cala con otros ilustres parajes ficcionales en los que parecen regir inusuales leyes de la naturaleza; sin embargo, Peeters y Lévy plantean más preguntas que respuestas, recayendo la práctica totalidad de la narración en el análisis de las consecuencias de lo acontecido, en lugar de en las causas que han originado tan peculiar situación. Así, ambos autores echan mano de personajes prototípicos en su caracterización, buscando más que la profundidad, la funcionalidad dramática de arquetipos fácilmente reconocibles en base a los cuales poder articular una historia que gravita en torno al misterio, aunque se centra de forma más evidente en sus claves temporal –el tiempo y los efectos derivados de su transcurso– y sociológica. Porque Castillo de arena podría considerarse como un estudio de dinámica de grupos, en el que el análisis de un colectivo pequeño, pero variado en cuanto a su edad, sexo, nacionalidad y posición social, permite el diagnóstico de muchos de los males que aquejan a la sociedad contemporánea: prejuicios, discriminación, y ceguera respecto a lo valioso y efímero que resulta nuestro tiempo. Una historia que, partiendo de un tono definido por Peeters como cercano al de “una novela de Ray Bradbury, con un toque social, y una pizca de noir”, se convierte en una pequeña fábula de tintes metafísicos, oníricos y existenciales.

En lo circunscrito al apartado gráfico, el trabajo del autor suizo vuelve a rayar a gran altura, comenzando por la preciosa portada que permite aventurar la inquietante atmósfera que impregna cada página de esta historia. En su regreso al blanco y negro –tras Koma, RG y Paquidermo–, Peeters vuelve a recurrir al planteamiento de una secuencia introductoria, en las que unas viñetas de situación, no exentas de cierto punto impovisatorio, permiten poner en marcha el habitual despliegue de talento. Su consistente trazo, pulido a través de las grandes obras firmadas durante los últimos años, brilla con luz propia en una faceta de “deformador de la realidad” evidenciada en las dos últimas obras del autor: la ya mencionada Paquidermo, y determinados pasajes de la antología Dándole vueltas. Es el aspecto fantástico y onírico de Castillo de arena el que le permite abordar la metamorfosis física y anímica de los personajes, con un dominio incontestable, tan solo al alcance de unos pocos privilegiados.

Tal vez no es éste el mejor álbum de Peeters, pero tampoco desmerece trabajos anteriores. Con este título, el suizo continúa recorriendo una senda profesional coherente, siempre interesante y en constante evolución, que le ha convertido en uno de los grandes nombres del cómic contemporáneo. Y es que a diferencia de los castillos construídos con y sobre la arena, los cimientos de la carrera de este autor parecen tremendamente sólidos, de modo que ni siquiera la creciente marea –que de forma metafórica podriamos equiparar al paso del tiempo– amenaza con borrar su impacto en generaciones presente y futuras. Parece que hay historietista para rato… y a buen seguro que muchos aficionados al mundo del tebeo estamos ansiosos por descubrir con qué nos sorprenderá en sucesivas ocasiones.

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Toni Boix
Autor
6 noviembre, 2010 12:52

Una reseña excelente, David. Y dado que soy incapaz de resistirme a Peeters, una compra segura 🙂

Bartholomew Roberts
Bartholomew Roberts
Lector
6 noviembre, 2010 13:58

Acabo de estar en  mi librería.
 
Lo he visto ahí, en la mesa de novedades y me lo he pensado mucho. Al final no ha caído, por que con Peeters me pasa que una obra puede engancharme mucho, o con perdón del autor, que me aburra bastante. Y como no había leido nada de la obra, pues he optado por pasar de ella por el momento.
 
Por el momento, leyendo esto, prefiero esperar a tener más información de primera mano, pero a priori parece que no es lo mejor de Peeters.