Cambios Polémicos
Hay momentos en el mundo del cómic USA que serán siempre recordados por cambiar el status quo de personajes que, con varios años de trayectoria a sus espaldas, ya tenían un pasado o una historia definida.
Captain America Volumen 5 #1, cómic del año 2004, de Ed Brubaker y Steve Epting es uno de esos cómics. En él, se nos revelaba que Bucky Barnes no había muerto en el mismo accidente de avión orquestado por el Barón Zemo que congeló a Steve Rogers en hielo. Estaba vivo y había sido controlado durante años por la URSS y por lo que posteriormente, quedó de ella.
Del mismo modo, Lobezno: Origen, de Paul Jenkins, Joe Quesada y Bill Jemas, nos revelaba que el auténtico nacimiento de Lobezno se había dado a finales del Siglo XIX en Canadá, y que antes de tener garras y ser un fiero mutante, era un enfermizo niño llamado James Howlett.
Aquellas revelaciones, encajaron mejor o peor entre el fandom, pero no cabe duda de que revolucionaron al mismo, puesto que se les estaba negando o como mínimo cambiando gran parte de la historia que habían asumido desde hacía años.
Del mismo modo, en 2019, miles de lectores bramaron cuando vieron lo que Jonathan Hickman había contado a través de Moira Mctaggert para el principio de su etapa mutante, o cuando Rick Remender se atrevió a decir en Axis que Mercurio y la Bruja Escarlata ya no eran hijos de Magneto.
Pues bien, algo parecido sucedería con Kieron Gillen, quien tenía claro que quería por un lado dejar una huella imborrable en su paso por Iron Man, y por otro lado, distanciarse de la versión cinematográfica del personaje.
En este último aspecto, conviene detenerse un poco. Y es que, en nuestra reciente y anterior reseña relativa a esta etapa decíamos que Gillen buscaba lo contrario, acercar su cómic a las películas, en especial a Iron Man 3, dirigida por Shane Black.
Ocurre que esto se hacía para que el lector viera una familiaridad entre la viñeta y el cine y cogiera el anzuelo de engancharse a una nueva etapa que podía leerse desde el principio, pero una vez que dicho anzuelo había sido mordido tocaba pescar en los términos del propio guionista.
Si llevar a Iron Man al espacio ya rompía con lo visto en las películas, así como hacer al personaje menos seguro de sí mismo, lo que ya se empezaba a apreciar en el anterior tomo, lo que se hacía con el origen del personaje daba el golpe en la mesa necesario para quebrar toda relación entre celuloide y tebeo.
En las películas, como en los cómics, Tony estaba siempre amenazado por la losa de Howard Stark , padre del protagonista y de la empresa que éste heredaba. Habiendo muerto trágicamente, Tony nunca se recuperaría del peso del legado que portaba.
Pero… ¿Y si su padre biológico no fuera Howard? ¿Y si la inteligencia de Tony no fuera heredada, o al menos no de Howard y María? En efecto, Tony era adoptado por los Stark, desconociéndose quiénes eran realmente sus padres.
Pero ahí no quedaba todo. Los Stark habían tenido un hijo biológico, de nombre Arno. Arno Stark. ¿Os suena el nombre de algo? Debería, puesto que en 1984 se presentaría a una versión de Iron Man de un universo alternativo bajo cuya armadura se encontraba Arno Stark, apodado Iron Man 2020 (fecha muy lejana en aquel entonces que seguro que jamás se ideó tan futurista como realmente lo fue, o al menos, tan apocalíptica).
Arno era recuperado por Gillen, pero desde el principio se nos dejaba claro que no estábamos ante el mismo personaje. Este Arno procedía de nuestra tierra, de nuestro universo, no era el mismo Iron Man 2020 que habíamos conocido en la década de los ochenta y solo coincidía con este en nombre.
Sí, en el propio 2020 protagonizaría una serie propia con este nombre, pero se trataba de un soft reboot del personaje que en todo momento daba por única versión del mismo al Arno creado por Gillen y no al anterior, al que solo homenajeaba.
Hay quien todavía no se ha recuperado de esta revelación, la cual no sabemos si en algún momento será deshecha, pero la realidad es que el movimiento de Gillen sacudió el Universo Marvel, siendo siempre recordado para bien o para mal por su paso en Iron Man debido a esta decisión.
El dibujo del tomo, a cargo de nuevo de Dale Eaglesman y de Greg Land con Carlo Pagulayan y Joe Bennett se mantiene en su aspecto cumplidor y correcto si bien precisamente por las inclusiones de los dos últimos dibujantes citados, mejora levemente su propuesta.
Lo mejor
• La libertad que se le da a Gillen para hacer literalmente lo que quiere.
• Que la etapa comience a despegar dejando de lado a la versión cinematográfica del personaje.
Lo peor
• El cambio de orígenes resulta muy llamativo pero no llega a aportar nada de interés a Tony Stark como personaje.
Guión - 7.5
Dibujo - 7
Interés - 7
7.2
Kieron Gillen continúa su etapa al frente de Iron Man. Pero esta vez con un inesperado golpe de efecto.
No soy muy fan de «cambiar todo lo que creíamos que sabíamos» de un personaje por retrocontinuidad, pero hay que reconocer que en el género empieza a ser un tropo más y parece que es con lo único que logran sorprender al lector hoy en día. Dicho esto, este no es de los que más me molestan, tampoco cambia mucho de la esencia del personaje y Gillen nos da una aventura en el espacio bien construida, con algún giro sorprendente y con un antagonista interesante. Personalmente, es un arco que disfruté bastante.
Para mi el 90 % de las veces que recurren a giros de retrocontinuidad termina inevitablemente en algo nefasto, y ya que estamos con ese tema parece mentira pero el gran plan de Marvel en ese entonces era recurrir justamente a la retrocontinuidad para destrozar a la trinidad Vengadora, lo que hicieron con Tony, Thor y Steve no tiene perdón.