¡Tengo un trauma y no dudaré en usarlo!
No hay nada tan refrescante como encontrarse con una historia que ofrezca algo diferente a lo de siempre, algo que nos haga levantar las cejas y decir “vaya, esta sí que es buena”. No es que sea necesario hacer algo novedoso para realizar una buena historia, pero siempre supone un aliciente especial. Por eso me gustó tanto el arranque de Home Sick Pilots, una de las últimas series licenciadas por Moztros. La editorial argentina no ha parado de moverse con títulos USA la mar de interesantes, siendo la obra de ¿terror? de Image Comics una de las más potentes de lo que llevamos de año.
La obra nos lanzaba una premisa refrescante, de esas que, cual cocina fusión, cogen de este género y de aquel y crean algo diferente pero familiar. Una frenética mezcla de mansiones encantadas, superpoderes y mechas, aderezados con el vacío de la adolescencia y la necesidas de encajar con los demás. La gran pregunta era cómo aguantaría el tipo tras la sorpresa inicial.
La respuesta a esa cuestión nos llegó el pasado mes de abril, con el lanzamiento del segundo volumen de la serie creada por Dan Watters y Caspar Wijngaard, dos autores que se han ganado el derecho a que los tengamos muy en cuenta en la escena USA gracias a un puñado de interesantes trabajos entre los que destaca, precisamente, la que aquí nos ocupa. Este tomo supone el ecuador de su historia, y sí, por aquí seguimos muy a bordo de esta aventura paranormal.
El arranque de la serie nos dejó la vida de Ami patas arriba al convertirse en algo así como el heraldo de la casa maldita de Santa Manos. Un extraño idilio que terminó con el masivo combate entre la casa y el siniestro espectro VHS enviado por una organización secreta con misteriosos propósitos. Tras acabar dicha batalla con la casa hundida en el mar, Ami trata de poner tierra de por medio con ambos enemigos huyendo por el país. Con lo que no cuenta es con que esa organización tiene en sus filas a alguien para ayudarla, una vieja conocida que ya ha sido víctima de la sanguinaria crueldad de la horrenda casa. Otra adolescente que es lo único que queda de los Nuclear Bastards.
En efecto, en este segundo arco Watters cambia levemente el foco de la narración y pasa a ponernos en primer plano al personaje de Meg, dándole un vuelco al juego de lealtades y empatías del lector. Porque a pesar de que teníamos claro que la casa maldita era más mala que la peste, su extraña relación con Ami y la manera que tienen de apoyarse nos hacían aceptarla con cierta permisividad. Sin embargo, Meg cambia por completo esa perspectiva al ponernos enfrente a otro personaje que ha sufrido sus violencia en su propia piel. Y es un añadido muy valioso: Watters le aporta con ello una mayor tridimensionalidad a la historia, que lejos de ser “las aventuras de Ami con fantasmas” pasa a convertirse definitivamente en un relato más complejo en el que los buenos y los malos son apelativos complicados de usar.
Este personaje sirve además como vehículo para presentarnos en detalle a esa organización secreta que aparecía en el primer volumen y ponerle cara. Y la ocurrencia no podría ser más potente y, a la vez, más evidente. Watters lo tiene claro: si existieran los fantasmas, podéis tener por seguro que alguien intentaría convertirlos en armas. Así, el guionista vuelve a sorprendernos por la facilidad con la que mezcla temas y géneros en su obra, añadiendo la pata del militarismo estadounidense a la ecuación y abriendo melones la mar de interesantes. En cierto modo, podríamos hablar de que la serie podría servir como crítica antibelicista, en la que dos grandes poderes se enfrentan usando como munición la vida de adolescentes que no son más que carne para la trituradora.
Eso sí, tampoco me quiero poner muy profundo, porque el principal atractivo de la serie sigue siendo lo entretenidísima y fresca que resulta. Es cierto que no estamos ante un tomo tan dinámico como el primero, cuya galería de fantasmas macabros enganchaba una barbaridad. Aquí Watters se centra mucho más en el desarrollo de sus dos mujeres protagonistas y en abonar con cariño su futuro choque, pero sigue habiendo espacio para ideas tan originales como “los traumas de Estados Unidos” o cierta masa de carne intolerante. Hablamos de un guion potente y divertido sin espacio para el aburrimiento.
Poco hay que comentar sobre Caspar Wijngaard con respecto a lo visto en el primero volumen. El artista mantiene su inconfundible personalidad gráfica, con ese trazo grueso y limpio con aspecto de young-adult, y sobre todo con sus espectaculares colores azul, rosa y morado neón. La impronta de Wijngaard es de esas que definen una obra, y Home Sick Pilots es lo que es en gran medida gracias a él, a su imaginativa y a su destreza.
En definitiva, Home Sick Pilots nos confirma con su segundo volumen que estamos ante una de las series más divertidas de la temporada. La frenética aventura paranormal de Dan Watters y Caspar Wijngaard mantiene el nivel y nos deja con las ganas de catar lo antes posible su tercer y último volumen.
Lo mejor
• Lejos de disiparse el interés, la historia mantiene el atractivo con sus nuevos giros.
Lo peor
• Friendly reminder para despistados: tiene más acción que terror.
Guion - 8.7
Dibujo - 8.5
Interés - 8.5
8.6
Electrizante
Dan Watters y Caspar Wijngaard mantienen el nivel y la nota en un segundo volumen que sigue haciendo gala de las mismas virtudes que su arranque.
